viernes, 24 de abril de 2020

Cuento en Cuarentena 4

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 1): 

Cuando somos niños, nuestra mente está abierta a un mundo de infinitas posibilidades, que al crecer, vamos desechando por falta de tiempo o por culpa de los obstáculos que nos vamos encontrando en el camino.

Seguramente os reiréis cuando os cuente esto, pero como digo, de niños soñamos todo el tiempo, aunque no estemos dormidos. Eso es algo que hemos perdido y deberíamos recuperar, pues soñar es gratis y te da alas para volar.

Cuando era niña, soñaba que los personajes de los libros que tenía en mi estantería, salían de sus historias y se metían en otras mientras yo dormía. ¿Os imagináis el mundo de posibilidades que se abre ante nosotros? ¿Qué pasaría si el Sr. Darcy en Naboo hubiese ido a parar? ¿O si los Cullen se hubiesen topado con los chicos de Sobrenatural? ¿Y si Alicia hubiese cambiado el País de las Maravillas por visitar a la abuela de Caperucita? Si queréis soñar despiertos conmigo y embarcaros en esta historia, este cuento no dejéis de ojear, pues habrá miles de sorpresas que no os podréis imaginar.

Y sin más dilación, empecemos esta historia que todos juntos compondremos, ya que vuestros personajes favoritos podréis proponer, para entrar en esas historias que tanto disfrutasteis al leer.

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Nuestro protagonista en esta ocasión, será un personaje que otro creó. Miles de historias guardadas en bibliotecas, esperando una oportunidad que pocas veces llega. Algunas crían varias capas de polvo, mientras otras del desgaste empiezan a deteriorarse, pero todas y cada una de ellas, son obras de mentes despiertas.  

Pero centrémonos en la protagonista de este capítulo, Elizabeth Bennet de “Orgullo y Prejuicio”. La joven Lizzy salió de su novela, como cada noche, ya que su queridísimo Sr. Darcy tenía asuntos que atender en Derbyshire. Ella se aburría horrores estando sola en aquella inmensa mansión, y por ello decidió visitar a sus amigas en esa ocasión. A la muchacha le gustaba caminar, y menos mal, porque aquella vez le costaría dar con sus amigas más de lo normal. Al entrar en esa otra novela, escuchó música que sonaba cerca. La divina Scarlett O’Hara, estaba dando una recepción de lo más animada y con su vestido rojo de terciopelo, captaba las miradas de todos los caballeros que junto a ella estaban.

Bienvenida, querida amiga. Aunque siempre vienes con las mismas pintas. ¿Quieres que te preste algún vestido de mi armario? Le dijo la anfitriona al ver a Lizzy con el pelo suelto y los bajos del vestido oscurecidos por el barro. Si hubieses venido a caballo, no te hubieses manchado de barro.

Buenas noches Scarlett y sabes que me gusta caminar, pero si quisiera hablar con una deslenguada, hubiese ido a ver a la cuñada de mi hermana. Respondió la joven con una sonrisa.

Querida, lo sabe todo el mundo, hasta los que no han leído tu novela se han dado cuenta que te pasas el día paseando de arriba abajo. Solo digo que esta es una fiesta de etiqueta y necesitas cambiarte si quieres entrar en ella. Añadió la anfitriona, indicándole con la mano a su amiga el final de la escalera, donde estaban sus aposentos con toda su ropa, la cual le ofreció.

Te recuerdo que la mayoría de tus vestidos te los haces con retales de las cortinas de tu casa. Tienes a Red harto de encargar cortinas todo el santo día. Lástima que aquí Amazon no sirva. Comentó Lizzi, intentando mantener la compostura. Esas dos fieras siempre andaban a la gresca cuando estaban cerca.

Calla mujer, no está bien airear los trapos sucios delante de los invitados. Le recriminó Scarlett, mientras miraba a todas partes para procurar que no las escuchase nadie.

No te preocupes, me iré por donde he venido. Nos veremos cuando estés más libre de tanto compromiso. Dijo Lizzi y después se marchó, tras hacer una reverencia con la cabeza y salir por la puerta.

Tanto Lizzi como Scarlett eran dos mujeres orgullosas, fuertes y valientes, por ello se llevaban tan bien, pero al par eran tan iguales, que las chispas no dejaban de brotar a la más mínima ocasión. Qué difícil era permanecer con ellas en una misma habitación sin que acabasen discutiendo por cualquier situación. Por suerte aquello les duraba un suspiro y volvían a ser amigas antes que el sereno les indicase que debían volver a sus libros.

Tras la visita a la reina del drama, decidió pasarse por “La Princesa Prometida”, para ver a su amiga Buttercup. Sabía que la joven siempre andaba vagando en plan nómada, ya que el príncipe Humperdinck iba pegado a su sombra. El bueno de Westlie le había cedido el mando de su barco a ese español tan testarudo, mientras Cesic les hacía de niñera para que el bebé estuviese seguro, hasta que…

¿Dónde se habrá metido esta mujer? No entiendo cómo Westlie no acaba con el príncipe Humperdinck para dejar de huir de una vez por todas. Dijo Lizzi, mientras buscaba por todas partes a su amiga que estaba desaparecida.

De pronto vio en lo alto de la montaña, un bulto que caía sin control hasta el lugar donde ella se encontraba, y tuvo que apartarse de donde estaba para  no ser aplastada. Cuando el polvo se disipó y fue seguro acercarse, el llanto de un bebé le llamó la atención. Se aproximó corriendo para ver lo que había pasado y vio a Cesic muerto en el suelo, con la pequeña Waverly en sus brazos. En el aire había girado su cuerpo el grandullón, para evitar que el bebé sufriese lo peor. Aquel gigante había sido un héroe y había muerto como tal, ¿pero qué pasaría ahora con el bebé de Buttercup y Westlie si no los lograba encontrar?

Al mirar de nuevo hacia arriba, la joven Lizzi divisó un grupo de hombres a caballo, que supuso que eran el príncipe Humperdinck y sus lacayos. Seguramente querían a la niña para chantajear a los padres y hacer que apareciesen para después matarles. Debía de hacer algo, ¿pero qué? Cogió a la pequeña en sus brazos, que milagrosamente estaba a salvo….

<<Os recuerdo que es una historia es de ciencia ficción, no intentéis hacer estas cosas en casa, por favor.>>

…Y salió corriendo con ella de la historia, para a la guardia dar esquinazo. ¿Dónde iría? Estaba segura que no la habían reconocido, pero evitaría regresar a su casa enseguida, para intentar perderles la pista. Necesitaba encontrar un sitio donde les resultase imposible seguirle el rastro, y se dio cuenta que le vendría bien la ayuda de algún que otro mago.

Quizás en Hogwarts la pequeña estaría a salvo, ya que aquel lugar estaba lleno de magos bastante capacitados. Además, allí le darían una buena educación, mientras ella encontraba a sus padres con la ayuda de algún investigador. Allí estaba Lizzi, en aquel andén tan extraño, atravesando aquel muro con la pequeña en sus brazos. ¿Cómo le explicaría todo aquello a su marido? Menudo lío en el que se había metido.

Cuando subió al tren estaba nerviosa, no sabía si aquel hombre la habría seguido hasta esa historia, ya que como rey no se había atrevido jamás a salir a otra. Allí dentro era el ser más poderoso del lugar, mientras que fuera no tenía amigos ni súbditos a los que mangonear. Lizzi no dejó de mirar a la entrada del andén en ningún momento, y cuando el tren partió sin que Humperdinck asomase la cabeza por el hueco, pudo respirar tranquila porque sabía que aquel cobarde jamás la seguiría. Tuvo tiempo de probar aquellas grageas asquerosas y de refrescar su garganta con esa cerveza de mantequilla, que a sus cartucheras directamente iría, mientras que Waverly seguía profundamente dormida. ¿Seguro que no era pariente de la Bella Durmiente? Incluso se parecían.

Al llegar a Hogwarts a altas horas de la noche, un gran fortachón con grandes barbas la recibió. De gigantes iba la cosa, pensó al recordar aquel gigante de la otra historia.

Buenas noches. Me llamo Elizabeth Bennet, bueno ahora soy la señora Darcy, y necesito hablar con el director del centro. Se presentó la joven.

Directora. La profesora Mcgonagall la recibirá. ¿Pero qué hace aquí tan tarde? Quiso saber el grandullón.

He rescatado a la hija de unos amigos de una muerte horrible y necesito un lugar donde ocultarla hasta que dé con ellos. Sé que el príncipe Humperdinck no se atreverá a venir hasta aquí y menos a meterse con una escuela llena de magos. Explicó la joven, mientras mecía a la pequeña Waverly en sus brazos.

Ese Humperdinck nunca me calló bien. La ayudaremos encantados, no es la primera vez que protegemos a un niño pequeño en estos tiempos. Y ahora mire a Harry, jefe del ministerio de magia. Quién lo diría. Respondió Hugrid e invitó a la muchacha a seguirle hasta el castillo.

Aquel lugar era más impresionante que Derbyshire, seguramente mandaría a sus hijos a estudiar allí, si alguno le salía mago. La paz se había restablecido, desde que habían acabado con el malvado Voldemort, por lo que no había peligro igual que el que podían correr en cualquier otro sitio. Subió por aquellas escaleras llenas de cuadros parlantes y se alegró que los de su casa fuesen de lo más normales. Aunque claro, a partir de ahora los dejaría tapados y los que había dentro de su habitación, los guardaría en algún otro lado.

Al llegar al despacho de la directora, la mujer la recibió de la mejor forma, y cuando Lizzi le contó la historia de aquella pequeña desprotejida, acordaron que la niña allí se quedaría, al menos hasta que el peligro hubiese cesado y los padres hubiesen sido hallados. Todo el mundo conocía las hazañas del increíble Westlie, al que Mcgonagall ansiaba conocer y la dulzura de Buttercup no tenía parangón con las mozas de la región.

¿Piensan traer a sus hijos a esta escuela en un futuro?   Preguntó la directora.

Si son magos nos encantaría, pero creo que no depende de nosotros. Respondió convencida la señora Darcy.

Todo se andará, su novela es de las mejores que se conocen hasta la fecha, tiene muchos lectores y esa increíble magia puede hacer que todo sea posible en el mundo en el que nos hallamos. Por lo demás no se preocupe, nosotros cuidaremos de la pequeña Waverly. Añadió la directora, antes de coger a la pequeña en sus brazos y despedirse de Lizzi, que corriendo debía irse para no quedar atrapada en una historia que no protagonizaba.

Deshizo el camino andado y llegó a su historia a tiempo, ya que el sereno estaba dando el último apercibimiento.  Al llegar a casa se topó con su marido, que la esperaba ansioso en el porche y lo peor se había temido.

¿Lizzi, dónde estabas? Me tenías preocupado. Dijo el hombre con el ceño fruncido y bastante alterado.

Cuando te cuente lo que me ha pasado no me vas a creer. En primer lugar, fui a ver a Scarlett y como siempre acabamos discutiendo, pero después me fui a ver a Buttercup y en un buen lio me vi enredada. Cesic, su canguro, fue asesinado y Waverly quedó a merced del príncipe Humperdinck, por lo que la recogí antes que él se hiciese con ella y la puse a salgo en Hogwarts. Relató la mujer, bastante nerviosa.

¿Estás bien? Eres muy valiente, estoy muy orgulloso de la mujer que tengo. Le dijo él y la besó en los labios, haciendo que su mujer se calmase de repente.

Estoy bien, pero ahora tendremos que buscar a Buttercup y a Westlie, para informarles de lo que ha pasado. Dijo ella preocupada.

Tranquila, conozco al hombre adecuado. Mañana iré a verle y le solicitaré sus servicios. Si él no los encuentra, nadie lo hará. Comentó él, intentando tranquilizar a su amada.

¿Y quién ese amigo al que te refieres? Quiso saber ella, le había picado la curiosidad.

El mismísimo Sherlock Holmes, querida y nadie más. Respondió. 

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 2): 

El día transcurrió con mucha calma en aquella biblioteca. Desde la cuarentena, la gente procuraba no agolparse en ellas. Los libros digitales son el último grito, de ese modo no se perjudica al planeta y te libras del virus. Por ello, la capa de polvo era cada vez más extensa y solo los verdaderos amantes de las letras, se dejaban ver por aquellas salas llenas de leyendas.

Aquella noche, cuando las luces se apagaron y el sereno dio la señal, miles de personajes salieron de sus historias para otras poder explorar. Uno de ellos fue el Sr. Darcy, con su porte galante y su tierna mirada, que se adentró en el Londres profundo y oscuro de la Inglaterra revolucionaria. Allí paseó por sus calles húmedas y atestadas de gente, hasta llegar al apartamento 221b de Baker Street. Entonces llamó a la puerta y una mujer bajita y regordeta le abrió con cautela. Su amigo estaba junto a la chimenea, sentado en su sillón de orejas y fumando en esa pipa vieja, que parecía un saxofón amordazado, donde el sonido había dado paso al denso humo del tabaco. Junto a él había dos estanterías llenas de libros, y un violín sobre el taburete de un escritorio repleto de trastos. Darcy se sentó en el sillón que estaba frente al de su amigo y le contó el motivo que hasta él le había llevado.

Amigo mío, gracias por recibirme en tu casa. Necesito tu ayuda para encontrar a los amigos de mi amada. Dijo el caballero de Derbyshire.

Me honras con el placer de tu visita y ahora con la solicitud que me adjudicas. ¿Qué tal está tu señora? Veo que tu querida Elizabeth sigue trayéndote de cabeza. Preguntó el hombre de la pipa, mientras su asistenta una copa le servía.

No, gracias. Rehusó el invitado al ofrecimiento. Pues mi querida Lizzi sigue tan inquieta como siempre, pero ahora requiere nuestra ayuda y espero poder concedérsela. Rescató a la hija de sus amigos de manos de una muerte segura y ahora debe encontrarlos para decirles donde la ha ocultado. Informó Darcy.

¿Quién es esa niña a la que tu mujer protege? Quiso saber el investigador.

La pequeña Waverly, la hija de Buttercup y Westlie. Respondió.

Buttercup, la conocí en uno de mis viajes, es una de las criaturas más hermosas que he conocido y Westlie no es mal tipo, hicimos amistad debido a su gran inteligencia y habilidad. Dijo el investigador y se detuvo un momento para fumar de su pipa antes de continuar. Está bien, os ayudaré. Pero deberemos esperar a que Watson llegue, se está retrasando.

Entonces el timbre de la casa sonó y Watson apareció.

Bienvenido fiel amigo, te presento al Sr. Darcy de Pemberley, Derbyshire. Está aquí solicitando nuestros servicios, por lo que no te quites el abrigo que vamos de salida. Le dijo a Watson, antes de recoger su sombrero, parecido a un casco de la policía de la época y su larga gabardina que colgaba de un perchero cerca de la puerta. Tendremos que parar a recoger a  un amigo por el camino, sus artilugios han resultado ser de lo más productivos.

Los tres hombres salieron de la famosísima novela de Arthur Conan Doyle y se dirigieron al siguiente libro a buscar a otro inspector. Cuando llegaron a un París animado, donde una niña rubia con dos coletas y un perro parlante les abrieron la puerta, se hizo presente que la imaginación de un escritor no tiene limitaciones ni pudor.

Disculpe joven damisela, ¿está su tío en casa? Preguntó Sherlock.

Sí, señor. Espere un momento. ¡Tío, preguntan por ti! Dijo la joven y al poco un hombre con sombrero de ala y larga gabardina beige, apareció en la puerta con una mirada curiosa, pero a su vez amistosa.

Bienvenido amigo Sherlock, cuánto tiempo. ¿Quién te acompaña? Preguntó el inspector Gadget.

A Watson ya le conoces, pero este de aquí es mi amigo el Sr. Darcy, de la famosísima novela “Orgullo y Prejuicio”. Respondió el hombre de la pipa.

Bienvenidos a mi humilde morada, pasen, pero les aviso que no estoy solo. Hoy parece el día de las visitas. Dijo el inspector Gadget al invitarles a entrar.

Cuando llegaron al salón donde Gadget tenía un montón de artilugios extraños sobre la mesa de comedor, un hombre trajeado que llevaba un perfume caro, les saludó.

Soy el magnífico Sherlock Holmes. ¿Con quién tengo el placer de tratar? Se presentó el curioso detective.

Me llamo Bond, James Bond. El placer es mío, señor Holmes. He oído hablar maravillas de usted. Se presentó el agente del MI6, formalmente.

Mis colegas aquí presentes son el Dr. Watson y el Sr. Darcy. Les presentó, antes de acercarse a la mesa a investigar los artilugios que allí encontró. Amigo, requerimos tu ayuda para un caso, debemos entrar en la “Princesa Prometida” y encontrar a sus protagonistas.

¿Podría acompañarles? Será interesante conocer otros pasajes. Preguntó, antes de darle un buen trago a su Martini seco con Vodka, agitado y no movido, con una cáscara de limón.

Supongo que no habrá problema. Respondió Sherlock.

Seguramente nos será de gran ayuda, sus artilugios son tan curiosos como los míos. Añadió el inspector Gadget.

Tras recoger todo el instrumental y salir de aquella casa, los cinco hombres se dispusieron a adentrarse en las páginas de aquella novela romántica. Bueno, cinco hombres, una niña y un perro parlanchín, ya que la niña siempre velaba por su tío, aunque este nunca lo viese venir. Permanecían a una distancia prudencial de los Baker Street Boys. Jajajaja. Perdón por el símil, y ahora sigamos.

Al entrar en aquella historia, descubrieron el cadáver de Cesic aplastado contra el suelo y junto a una gran roca. Estaba a los pies de una inmensa montaña de roca negra, con la altura de un rascacielos, se notaba que aquel gigante se había despeñado, o alguien lo había empujado.

Aquí debió de ser donde mi esposa recogió a la pequeña Waverly. Lamentó Darcy.

Hay huellas alrededor del cadáver. Comentó Holmes.

Veamos. Dijo el inspector Gadget, sacando de su sombrero una lupa con varios aumentos. Sí, esos pies son de mujer, estas otras huellas pertenecen a varios caballos, once para ser exactos y estas de aquí, pertenecen a un par de hombres que desmontaron y estuvieron siguiendo el rastro de la joven hasta aquel páramo.

Holmes, las huellas siguen hasta la tapa del libro, según parece, se dieron la vuelta y regresaron por el mismo sitio. Añadió Watson, convencido de sus palabras.

Elemental mi querido Watson, se ve un desplazamiento de tierra en las huellas. Explicó Holmes, mientras volvía a sacar su pipa y a encenderla.

Está claro que persiguieron a tu mujer, pero algo les hizo retroceder. Indicó Bond, revisando su arma, por si la cosa se complicaba.

Según Elizabeth, ese tal príncipe Humperdinck en el fondo es un hombre temeroso, jamás saldrá de sus dominios donde se cree dueño y señor de todo. Explicó Darcy, orgulloso del grupo de búsqueda que se había formado.

Esperen un momento. Comentó Sherlock. Se aprecien otras huellas, las de una niña y un perro.

¡Sophie, sal! Gritó el inspector Gadget y una cabeza rubia apareció por detrás de la gran roca. Te tengo dicho que no me sigas. Tú y Sultán volveréis a casa enseguida. Es una orden.

Pero tío, podemos ayudarte. Se quejó la joven.

Ni hablar, es una misión muy arriesgada y no estamos en nuestra novela, será mejor que volváis a casa. Les ordenó el inspector, y tanto la niña como el perro, le hicieron caso y regresaron.

Por cierto, tengo una duda. ¿Tu mujer al sacar a la pequeña de esta historia, no hizo que dejase de existir en ella? Se supone que si no estás en la historia tras el toque del sereno, dejas de formar parte de ello. Preguntó Sherlock.

No, porque la niña aparece en un apartado añadido de la historia, no forma parte de la novela en sí. Puede volver cuando todo se calme, siempre y cuando nadie se lleve el libro antes. Explicó Darcy, que estaba al tanto de leyes de la magia que regían en los libros, gracias a su amigo Gandalf.

Debemos esconder el libro en algún lugar, no vaya a ser que alguien se lo lleve antes de devolver al bebé. Dividámonos, Darcy y Bond busquen ayuda para mover el libro de la estantería y ocultarlo, nosotros seguiremos buscando a los desaparecidos hasta que el sereno de su llamado.

De acuerdo, conozco gente que nos será de ayuda en este caso. Dijo Darcy.

Yo también, conozco a varios fortachones que nos vendrán bien, me deben un favor. Añadió Bond y salió de la novela junto con Darcy.

Mientras tanto, Holmes, Watson y Gadget, comenzaron su andadura por aquella historia de locura, sin saber que el príncipe Humperdinck y sus lacayos, les vigilaban desde las alturas. 

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 3): 

Mientras Holmes, Watson y Gadget seguían la pista de Westlie y Buttercup, Darcy y Bond iban en busca de ayuda. Tenían que enfrentarse a Humperdinck y sus secuaces, y el único que tenía alguna idea de luchar era Bond, ya que Darcy tenía demasiado dinero para mancharse las manos.

He pensado en los tres mosqueteros, en el Rey Arturo, y por último pero no menos importante, la guardia de la noche. Comentó Darcy, convencido que sus amigos serían la mejor opción que tenían para luchar.

¿Franceses? Preguntó Bond con cara de pocos amigos.

¿Qué sucede? Preguntó el caballero de Pemberley.

Somos ingleses, recurrir a los franceses no me parece la mejor idea. Respondió el agente del MI6. 

Está bien, descartaré a los mosqueteros. Corrigió.

Me parece bien. ¿Quedamos aquí en una hora? Preguntó Bond.

Perfecto. Una hora. ¿Y en quién ha pensando usted? Quiso saber Darcy.

No necesito refuerzos, solo juguetitos nuevos. Iré al MI6 y en menos de una hora estaré de vuelta. Dijo Bond. Su ego desorbitado resultaba bastante pesado.

Pese a eso Darcy no se quejó, no podía hacerlo. A caballo regalado no le mires el diente. ¿Cierto? Así que se marchó a buscar a sus amigos, mientras el espía regresaba por los artilugios que necesitaba.

Hacía frío, mucho frío y llevaba un fino abrigo. En Londres no helaba tanto como lo hacía más allá del muro, por lo que aquella fina capa que le tapaba, a penas se notaba. Sus pisadas se hundían en la nieve y el pelo se le llenaba de escarcha, hasta que un gran lobo blanco se cruzó en su camino, interrumpiendo su caminata. Aquella fiera tenía los ojos rojos con fuego en la mirada y un pelaje tan blanco, que con la nieve se camuflaba. Estaba al acecho para devorar con su gran porte a sus enemigos, hasta que pocos segundos después, por su dueño fue reprendido.

— ¡Fantasma, para! Se escuchó decir a una voz familiar. ¡Amigo, cuánto tiempo! ¿Qué te ha traído hasta este páramo congelado y abandonado por la mano de Dios? Quiso saber John Nieve, al ver a su amigo Darcy allí plantado y casi congelado.

Pues… Dijo tiritando. He venido a verte, porque necesito tu ayuda y la de tu guardia de la noche. Añadió el hombre escarchado.

Creo que estás un poco desactualizado. Ya no soy guardia de la noche, vivo al otro lado del muro, como puedes ver. Pero quizás mis amigos se animen a hacer un viajecito a tierras más fértiles y cálidas, siempre viene bien dejar atrás tanta nevada. Añadió John Nieve, haciendo una señal con la mano para llamar a sus amigos que permanecían ocultos tras los árboles.

Es una lucha a espada y esa es tu especialidad. Contra el fastidioso Humperdinck. ¿Te animas? Preguntó el caballero de Pemberley a su amigo.

Por supuesto, hace tiempo que tengo ganas de movimiento. Así también entraré en calor. Añadió el joven de mirara perdida.

Tenemos que recoger por el camino al Rey Arturo. Por cierto, no te pregunté. ¿Qué tal la pelirroja con la que estabas? Preguntó Darcy.

Murió, mejor no preguntes. Te quedaste muy atrás en la historia, querido amigo. Mientras vamos a nuestra misión, te pondré al día. Respondió el joven, mientras sus camaradas se acercaban para unirse a la expedición, a la que Tormund el primero se apuntó.

Salieron de allí en grupo, montados a caballo, mientras Fantasma les seguía de cerca los pasos. Poco tiempo después llegaron a Camelot, donde el guarda del puente levadizo les dejó pasar sin vacilar, ya que los había reconocido de otras visitas, por lo que de sus buenas intenciones no pudo dudar. En el castillo estaba Arturo practicando con su espada, la magnífica Excálibur, que a todos los que la admiraban asombrados les dejaba. Cuando llegaron sus amigos los recibió con todos los honores, y cuando le propusieron que les acompañase en aquella gesta, recogió su espada, se puso su vieja armadura y llamó a la guardia para que le siguieran.

Iré con vosotros encantado. Hacía tiempo que no participaba en una digna batalla, y nada más y nada menos que con ese presuntuoso de Humperdinck. No te puedes hacer una idea de lo mal que me cae. En la última reunión de caballeros, se jactó de la mujer con la que se iba a casar, una verdadera belleza. No os imagináis lo que me alegré al saber, que le había dejado en su noche de bodas para irse con el mismo tipo al que él había matado y habían resucitado. Y encime lo robaron sus cuatro mejores caballos. Eso le pasó por haberse reído de mí cuando Ginebra y Lanzarote tuvieron un hacer. Comentó Arturo con cara de satisfacción.

Bueno amigo, el karma es sabio y siempre pasa factura. Dijo John Nieve.

Me lo dice el hombre que no puede morir. Se quejó el rey Arturo.

En realidad he muerto, pero también he resucitado. Rectificó el antiguo guardia de la noche.

Bueno señores, perdón, sus majestades, creo que es mejor que nos pongamos en marcha o nos pillará la mañana. Añadió Darcy y todos pusieron rumbo hasta Florín, donde estaba el castillo de Humperdinck.

Tendrían que hacer una parada, donde Darcy había quedado con Bond, que por cierto no estaba solo, porque por el camino a unos amigos se encontró.

¿Y esos quiénes son? Preguntó Darcy, al ver la compañía con la que Bond les aguardaba.

Os presento a John McKlein y a John Rambo. Ah, y ese que viene por ahí comiendo con unas mallas apretadas es Wade Wilson, más conocido como Deadpool. Dijo Bond, apoyado sobre su Aston Martin Vanquish V12.

¿Esos no son protagonistas de películas? Quiso saber Darcy, que estaba perplejo.

Ahora se lleva eso de hacer libros de películas y no al revés. Respondió el agente del MI6.

En realidad yo salgo de un cómic. Pero soy tan bueno que han levantado un imperio cinematográfico en mi nombre y gano millones con el merchandising. ¿Queréis una camiseta firmada? Añadió DP.

Creo recordar que eres una copia de Masacre.  Comentó McKlein.

De copia nada, soy la versión mejorada. Respondió DP, lanzando un beso  al aire y dando una vuelta por encima de una pasarela ficticia, como una top model.

Pues de John va la historia, este es John Nieve y viene del muro, y aquí está el Rey Arturo de Camelot. Les presentó Darcy, sorprendido por el movimiento de caderas de ese tipo enmascarado.

Tras entablar una breve conversación, todos pusieron rumbo a la novela de William Goldman, donde los inspectores habían dado con el paradero de la pareja de enamorados, aunque estaba claro que la suerte no estaba de su lado.

El barco al que supuestamente irían a investigar, estaba anclado cerca de la costa. Seguramente allí estaría la pareja, protegidos por el nuevo pirata Roberts y su tripulación. Aquel español desgreñado les estaría cobijando en el barco que un día Westlie le cedió. ¿Cómo les contarían acerca de la muerte de su amigo? ¿Y que su hija, aunque estaba a salvo, no estaba en el mismo libro?

Tenían que llegar a bordo, eso era lo primero, por lo que el inspector Gadget hizo su magia y extrajo una balsa hinchable de su sombrero. Había sido muy práctico contar con él, solo esperaba que los piratas no se la pincharan al verlos aparecer.

¿Crees que esto nos llevará hasta allí? Es diminuta. Preguntó Watson.

Intenta meter en tu sombrero una lancha hinchable, unas hélices, un gancho y un montón de cosas más, a ver si te cogen. Se quejó Gadget.

¿Acaso nunca jugaste al tetris? Preguntó Holmes.

Pues no, y creo que tú tampoco. Replicó el inspector Gadget, mientras sacaba una bomba para hinchar la balsa.

Poco después, cuando estuvo completamente inflada, se echaron a la mar con dos tablas por remos y el gorrocóptero como hélice improvisada. ¿Encontrarían allí a la pareja? ¿Se darían cuenta que Humperdinck les seguía de cerca? ¿Llegarían sus amigos con los refuerzos a tiempo? ¿Y qué clase de lucha se daría en aquella batalla? 

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 4): 

Humperdinck acechaba como un águila desde las alturas. Sus lacayos esperaban la orden de atacar a su señal, pero él quería regodearse un poco más. Esperaría a que esos tres estuviesen a mitad de camino en medio del mar, para abordar el barco y atrapar a los fugitivos que le quisieron robar. Estaba claro que aquella situación podría jugar a su favor, mataría a su esposa en aquella batalla y el pueblo se tragaría que por los piratas había sido asesinada.

¿Tardaran mucho mis barcos? Quiso saber Humperdinck.

No señor, estarán aquí sus cuatro navíos más veloces en breves instantes, y con ellos lograremos a sus enemigos acorralarles. Dijo su segundo al mando, ya que el primero había sido asesinado por ese español desgarbado.

Muy bien. Esta vez no se nos escaparan. Añadió, y siguió observando en la lejanía aquella balsa amarilla que entre las olas se perdía.

Mientras tanto, el mar estaba algo picado y los tres hombres que surcaban aquellas aguas, se mantenían agarrados a la balsa para no dar con sus huesos en aquella líquida masa.

Inspector, más hacia la derecha. Ordenó Holmes, para indicarle a Gadget hacia dónde debía dirigir su gorrocóptero para impulsar la lancha.

Es increíble, un artilugio como ese nos vendría muy bien, Holmes. Indicó Watson, que estaba alucinado con tal artefacto.

Elemental, mi querido Watson. Quizás podamos elaborar algo parecido cuando terminemos esta misión. Añadió el detective, valorando la estructura del gorrocóptero.

Esperad un momento. ¿Quiénes son aquellos que están en la orilla? Preguntó Watson.

Me preocuparía más por saber quiénes son los que rodean al barco. Añadió Gadget, al levantar la cabeza y darse cuenta de los cuatro barcos que rodeaban al de los piratas.

Creo que es una trampa. Estamos rodeados. Confirmó Holmes, mientras se batía al ritmo de la marea en aquella balsa en mitad de la pleamar.  

En la playa Humperdinck comenzaba a saborear la victoria, mientras sus lacayos se preparaban para el abordaje. De los cuatro barcos que habían aparecido de repente, se vieron varios botes salir, dos en dirección a la playa y otros seis hacia el navío pirata, que con las armas listas los esperaba. Todo el mundo conocía la leyenda del temido pirata Roberts, un gran espadachín que robaba las almas de sus enemigos y hacía que ardiesen en el infierno mismo. Pero Humperdinck no le temía, sabía que era un simple hombre y como tal también se podía acabar con él. Había terminado con la vida de cientos, miles de criaturas en aquella mazmorra oculta bajo tierra, a la que solo se podía acceder por un árbol hueco, cuya puerta estaba encubierta. En realidad había otra entrada, pero esa era la menos mala. Allí fue donde Cesic golpeó al albino y le dejó sobre una carretilla tirado al pobrecillo.

Pobre Cesic, aquella historia ya no sería lo mismo sin él. Un gigante con un corazón de oro y un pico de lo más laborioso, pues convertía todo lo que decía en un verso hermoso. Más de mil pareados Iñigo y él habían creado, desquiciando al pobre Vizzini, que por la yocaina en la batalla del ingenio, la pata había estirado. Westlie fue su verdugo, por haberse acostumbrado al veneno y la batalla haber ganado. También venció al español en un duelo épico de esgrima, y al gigante que el sol ya no vería, por ser una presa escurridiza. Y ahora ese enmascarado, volvió a sacar su espada para luchar por su amada, mientras los refuerzos sin saberlo, a la playa llegaban.  

De pronto en la playa se escuchó cierto alboroto, y cuando Humperdinck miró hacia la cumbre de la que él poco antes había bajado, vio a varios hombres con aparatos muy extraños. Bond había llegado con su Aston Martin surcando aquellos terrenos, junto a John McKlein de compañero, para reconocer el terreno. Poco después apareció Darcy con el resto de tropas, Rambo, Arturo y Nieve con sus respectivas huestes, y Deadpool montado en un caballo blanco de rosa pintado. Aquel hombre no debía estar en su sano juicio, pero si era tan bueno como el agente del MI6 había comentado, la victoria con él se habían asegurado.

Humperdinck se puso nervioso y ordenó atacar a su guardia, excepto a sus dos hombres de confianza, que se quedarían cubriéndole las espaldas. Mientras tanto, las dos barcas provenientes de sus barcos más veloces, llegaban a la playa para asegurarla. Aquellos hombres que iban al ataque a lomos de aquellos nobles corceles negros, caballos árabes, para ser más concretos, se encontraron en su camino con el loco enmascarado y su caballo andaluz de rosa pintado. El resto de tropas aguardaban la batalla. ¿Cómo era posible que un solo hombre pudiese plantarles cara?

Estos son míos, me los pido. Sentaos y dejad que el bueno de Deadpool os enseñe una lección. Dijo el enmascarado, y cargó contra los doce hombres que quisieron atacarlo.

Primero, atravesó con una de sus espadas al primer caballero que apareció y al segundo la cabeza le cortó. Se puso de pie sobre su caballo y un salto con doble tirabuzón en el aire dio, para acabar entre medias de dos caballeros, que atravesó como pinchos morunos desde el suelo. Tanto McKlein como Nieve, se quedaron impresionados, qué bien le hubiese venido al rey de los siete reinos aquel loco enmascarado, en la batalla de los bastardos.

Veo Charlis por todas partes. Añadió Rambo, que también había quedado intrigado por la forma de luchar de aquel desquiciado.

Poco a poco, terminó con los doce lacayos que Humperdinck les había mandado, y al terminar dejó claro, que en aquella batalla él era el amo.

Y después de esto, creo que nos vendrían bien unas chimichangas. Dijo DP, frotándose las manos.

Tiene varios cortes en el torso. Comentó Darcy, que no daba crédito a lo que estaba viendo.

Sí, bueno, otro traje que me han destrozado. Maldición. Ya se les podría haber ocurrido a los de Marvel hacerme un traje a prueba de roturas. Estoy cansado de tirarme todo el día cosiendo como la abuela del visillo. Se quejó.

Bueno, ahora creo que nos toca a nosotros. Añadió McKlein, cargando su pistola y bajándose del coche.

Humperdinck estaba perplejo. ¿Cómo saldría con vida de todo aquello? Mientras él huía de vuelta al castillo y Bond le seguía con su coche por los diferentes caminos, el resto se enfrentaba a las huestes del cobarde Humperdinck a orillas de ese mar ficticio.  

McKlein y Rambo hicieron piña, mientras que Deadpool se divertía. Tormund y Fantasma atacaron junto a Nieve mientras le flanqueaban, y éste clavaba a Garra con fuerza en cada enemigo que se topaba. Arturo en cambio era el que dirigía la batalla junto a su amigo Darcy, ya que juntos desde la colina la estrategia planeaban. Los caballeros de la mesa redonda atacaban con destreza, a todo aquel que en su camino se cruzaba y en pocos minutos la playa fue recuperada.

A la par que aquello sucedía en tierra firme, en el barco la lucha se puso interesante, los piratas fueron abordados por cientos de lacayos de lo más sanguinarios. Westlie no se separaba de Buttercup, a la que con cautela resguardaba a su espalda, mientras Íñigo daba una clase magistral de esgrima con la espada recientemente recuperada. Esa espada con la que mató al hombre de seis dedos y que éste le arrebató a su padre después de matarle. Cuántos recuerdos inundaban su mente, mientras al enemigo tenía en frente. Se alegraba que Cesic se hubiese llevado a Waverly con él, para evitar que la pequeña pudiese sufrir algún daño.

Pero espera un momento, ¿quiénes son esos tres caballeros con extraños sombreros? Dos de ellos portaban dos tablas de madera a modo de defensa y el otro de su gorro sacaba una tercera mano con una porra en ella. ¿Con qué bando iban a luchar? Tras verlos cargar contra los mismos enemigos, los consideró aliados e Iñigo continuó luchando al sentirse más arropado.

Disculpe, mi señora. Es usted Buttercup, si no recuerdo mal. Preguntó Holmes.

¿Sherlock? Preguntó Westlie, mientras le daba una estocada en el vientre al enemigo que contra él cargaba.

El mismo, veo que me recuerdan. Ha pasado mucho tiempo. Dijo el detective, mientras en la cabeza golpeaba con la tabla a un guardia.

¿Qué hace usted aquí? Creo que no es el mejor momento para una visita, como puede observar. Preguntó el antiguo pirata Roberts.

Traemos un mensaje de Elizabeth Bennet, su hija está a salvo y oculta a buen recaudo. La encontró en manos del gigante que de una montaña se había despeñado, mientras huía de Humperdinck y sus lacayos. Respondió Holmes, dejando a la pareja en shock.

¿Cesic ha muerto? Preguntó Buttercup con los ojos encharcados.

Cuando acabemos con esto, les llevaremos con su hija. Añadió Gadget, que se acercó a la pareja para salvarles de un guardia que se había aproximado demasiado. 

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 5): 

Bond llegó en su Aston Martin a las puertas del castillo en las que apenas había guardias, ya que Westlie, Cesic e Iñigo se habían encargado de mermarlas antes de salir por patas. Sí, patas. Huyeron en los cuatro corceles blancos más rápidos del reino, junto a Buttercup y desde entonces no habían parado un segundo de mirar a sus espaldas. ¿Por qué Westlie no mató a Humperdinck cuando tuvo la oportunidad? Él le había matado primero y le tuvo que resucitar el Milagroso Max.

Se deslizó fuera del coche con esa clase que le caracterizaba, bajo la atenta mirada de esos dos guardias que con miedo y expectación lo miraban. Se colocó los puños de la camisa, se abrochó la chaqueta y con porte elegante y paso firme, se aproximó a los guardias con cautela.

Buenas noches. Me gustaría hablar con el rey Humperdinck. Dijo Bond, con su mirada fría y su acento inglés.

¿Quién le busca? Preguntó uno de los guardias.

Me llamo Bond, James Bond. Y vengo a ofrecerle un trato. Respondió el agente del MI6 con voz pausada.

Espere aquí. Dijo el guardia y entró al castillo con la llave que levaba colgada al cuello.

Antes que la puerta se cerrase, le dio un puñetazo al hombre que tenía en frente y le dejó inconsciente. Se coló en el castillo y comenzó a seguir al primer guardia por los pasillos, hasta que poco después llegó a la habitación donde Humperdinck se había ocultado, por miedo al loco enmascarado con el que momentos antes se había topado.

Menuda casa tiene, señor. Tú, muchacho. Sírveme una copa. Martini seco, agitado, no mezclado y con una cáscara de limón. Ordenó Bond al guardia que se había quedado con cara de pasmado.

¿Disculpe? ¿Cómo ha entrado? Aún no le he dado permiso para hacerlo. Le recriminó aquel hombre, llevando la mano al talabarte, para desenvainar su espada.

Yo que tú no haría eso. Respondió Bond, sacando el Walther PPK de su funda.

Aquel pequeño aparato de metal, parecía un chiste al lado de aquella hoja afilada, pero cuando Bond disparó un tiro de advertencia al techo, creando un agujero, los dos hombres se quedaron perplejos. La gran fuerza destructiva de aquella diminuta arma, les sería de gran ayuda en la batalla, pero obviamente, la intención de Bond no era regalársela. Había ido a ese palacio para una única misión, acabar con Humperdinck sería la única solución. Westlie ya le había perdonado la vida una vez y por su culpa, el gigante se había despeñado. No permitiría que una criatura como aquella, sin valor ni clase, ese hermoso país gobernase. Se lo debía a su reina, la de Inglaterra. ¿Qué hubiese pensado ella si hacia otro lado hubiese mirado en aquel desaguisado? Buttercup se convertiría en reina si Humperdinck moría y con Westlie al fin se casaría. Aquel lugar tendría una reina digna que pudiese gobernar, como su querida majestad hacía en su Inglaterra natal.

Le daré una única oportunidad para vivir. Dejará a Westlie y Buttercup vivir en paz con su hija, o usted lo lamentará. Amenazó Bond.

De repente aparecieron cinco guardias armados hasta los dientes. A penas le quedaban unas pocas huestes, pues los demás estaban en el frente, y rodearon al espía, que de la situación se reía. De pronto puso su pose característica y seis tiros certeros, disparó, dejando con vida al asustado Humperdinck, que en los pantalones se orinó. Se acercó lentamente hasta el rey, que se había ocultado bajo la mesa, para sentenciar aquella situación, y el círculo de la cabecera de sus películas, con la sangre del rey se manchó.

Salió de allí sin prisa, pero sin pausa, anunciando a los aldeanos que se habían agolpado alrededor de ese auto extraordinario, que el rey de los cobardes había sido erradicado. Y de repente el júbilo estalló y el pueblo con vítores y cánticos lo alabó. El agente les prometió que recuperarían a su amada reina, que gobernaría junto a su verdadero amor de una forma digna y buena, por ello se metió en aquel caballo de metal y desapareció por el horizonte, mientras los aldeanos le vitoreaban al pasar.

Mientras tanto el barco fue limpiado y a los lacayos por la borda los lanzaron. Poco después, mientras la tripulación ponía orden en aquel destrozo, los tres extraños caballeros con gabardina y sombrero, se sentaron junto a los tres destrozados amigos del gigante esparramado.

¿Dónde está mi hija? Quiso saber Buttercup. ¿Qué haría sin Cesic? Él conocía a esa niña mejor que su propia madre. Sabía cuándo se iba a poner enferma, cuándo quería algo sin pronunciar palabra, era la mejor niñera y amigo del alma.

Siempre la había tratado con respeto, incluso cuando estaba bajo su arresto, y desde que Vizzini había sido envenenado, el gigante mucho había mejorado. Más dulce y amistoso, de peluche un gran oso, y ahora…

Será mejor que vayamos a la orilla, tenemos tiempo de ir por vuestra hija. Comentó Holmes, mientras les invitaba a abandonar el barco en uno de los botes que acababan de lanzar al mar.

No sé si nos dará tiempo, pero debemos intentarlo. Se lamentó Watson.

Una vez que Buttercup y Westlie estuvieron en el bote con el inspector, el detective y su amigo fiel, se despidieron de Iñigo, que el barco cuidaría hasta que pudiesen volver. Debía esperarles para huir de Humperdinck si de la batalla se había librado, como era lo esperado.

Al llegar a la orilla, se toparon con el grupo de apoyo que les había salvado. Se sorprendieron al conocer a aquel poli de Nueva York todo desaliñado, al miembro de las fuerzas especiales demasiado musculado y sobre todo a ese enmascarado tan deslenguado, cuya montura había coloreado. El rey Arturo se ofreció para acogerlos en Camelot, mientras Darcy consolaba a sus amigos y esperanzas les daba. De pronto el antiguo guardia de la noche se acercó a ellos con Fantasma en su retaguardia y plantando la rodilla en el suelo y después a Garra, les presentó sus respetos y una firme alianza.

Esperad un momento. ¿Y Bond? Quiso saber Gadget.

¿Quién? Preguntó Westlie.

Mi amigo James, el agente del MI6. Añadió el inspector.

De pronto vieron aparecer su coche por el camino de tierra y los enamorados quedaron sorprendidos. ¿De dónde había sacado un artefacto tan bonito? Aquel hombre trajeado se acercó al grupo que en la playa estaba parado, y les contó lo que en el castillo de Humperdinck había pasado.

Ahora podréis reinar, vuestro pueblo os espera. Les dijo a la hermosa pareja.

Tenemos que ir por nuestra hija. Explicó Buttercup.

Ella está a salvo, mañana podremos ir a buscarla, no temáis. Añadió Darcy, mientras una mano en el hombro de Westlie colocaba.

Entonces el sereno dio la llamada.

Es hora de irnos, mañana vendré a buscaros para llevaros con la pequeña Waverly. Le dijo Darcy, mientras se marchaba junto a sus amigos y nuevos camaradas.

Weslie y Buttercup se instalaron en el castillo, después de ordenar al servicio que limpiase el primer piso. Allí pasarían la noche solos, sin su pequeño tesoro.

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 6):  

Buttercup tenía los nervios a flor de piel, el tiempo que pasó en ese mágico tren junto a Westlie y los Darcy, le hizo recordar a Cesic y lo imprescindible que se había hecho para ella en tan corto periodo de tiempo. Él había cuidado de Waverly mejor que nadie, sabía lo que necesitaba antes que su propia madre. ¿Cómo criaría a esa pequeña niña, si no sabía ni cuidarse a sí misma? 

Westlie se dio cuenta que algo le rondaba la cabeza y le cogió la mano para infundirle fuerzas.

Estará bien. Según dice Elizabeth, es el sitio perfecto para criar a los niños. Le dijo Westlie con ternura.

Ojalá nosotros podamos llevar a nuestros hijos a Hogwarts algún día. Añadió Darcy.

Al llegar a la estación el tren se detuvo, y un hombre de aspecto grande y rudo, les estaba esperando con un hermoso hipogrifo a su flanco.

Bienvenidos a Hogwarts, soy Hagrid. Me alegra volver a verla, señora Bennet. Les saludó aquel grandullón con una gran sonrisa, tras su tupida barba.

Gracias Hagrid, hemos venido por Waverly, estos son sus padres. Dijo la joven, que en aquel lugar se sentía de una forma espectacular, sobre todo en esa inmensa biblioteca, donde tenían libros extraños que a Lizzi completamente habían fascinado.

Vaya, me recuerdas a… Dijo Westlie, hasta ser interrumpido por Buttercup.

A Cesic.

Cierto, creo que Waverly está en buenas manos. Añadió Darcy, al recordar al grandullón que alguna vez vio, y compararlo con el que tenía en frente. Después siguieron a Hagrid hasta el castillo, donde la directora McGonagall les esperaba con la pequeña a la que todos buscaban.

Había un montón de niños con túnicas negras y las manos llenas de libros, paseando por el castillo. Otros llevaban trajes de diferentes colores y salían en dirección al campo, donde el partido de Quidditch no tardaría en ser iniciado. Mientras tanto, los cuatro adultos seguían al grandullón por los pasillos, hasta llegar a una clase donde un montón de gatos les dio la bienvenida con un maullido.

Directora, tenemos visita. Comentó Hagrid, y poco después el gato gris con rayas negras, que había sobre el escritorio junto a la pizarra, se iluminó como una bombilla y se transformó en una bruja como la de las películas.

Llevaba capa y sombrero de pico negro, y al ser testigos de tal acontecimiento, el grupo al completo quedó en silencio.

Bienvenidos a Hogwarts, soy la directora McGonagall. Se presentó aquella mujer. Alumnos, podéis volver a vuestro estado normal, la clase ha finalizado por hoy. Y James, practica el hechizo. Le dijo a uno de los gatos que tenía unas orejas de conejo y el rabo de un cochino.

Gracias por acoger a nuestra hija, nos gustaría verla. Pidió Westlie.

Por supuesto, síganme. Les dijo la directora, y salió de aquella clase con rumbo a sus aposentos particulares.

La habitación de aquella extraña pero tierna mujer, era sobria y estaba llena de libros por todas partes, eso sí, bien ordenados en varios estantes. Una pequeña cama con dos mesillas de madera a juego y un armario ropero, ocupaban casi todo el espacio junto a un antiguo escritorio y un sillón viejo. Se notaba que aquella mujer era modesta y el cargo no se le había subido a la cabeza. Entonces Buttercup se percató de la pequeña cuna que había junto al escritorio, donde la hermosa Waverly estaba profundamente dormida. Su madre se acercó a ella sigilosamente y acarició su mejilla. Se la veía tan linda que despertarla temía.

Como puede ver, está perfectamente. Podrán llevársela en cuanto se despierte. Dijo la directora.

Gracias por cuidarla tan bien. Estamos en deuda con ustedes. Agradeció Westlie.

No nos deben nada, estamos felices con ella. La niña es una bruja muy especial y estaremos encantados de recibirla el día que cumpla los once años, edad a la que nuestros alumnos suelen ingresar al colegio. Comentó McGonagall.

¿Pero cómo es posible? Nosotros no somos brujos. Preguntó Buttercup, intrigada.

A usted, Westlie, el milagroso Max le devolvió la vida, por lo que hay una magia muy intensa recorriendo su sangre y como tal, la heredó su hija. Además, su novela, tanto como la de los señores Darcy aquí presentes, son muy especiales para mucha gente y eso ha creado magia a su alrededor. Que ustedes sean muggles, no implica que sus hijos también estén carentes de magia. De hecho, su hija también es bruja y a los once años, al igual que Waverly, recibirá una lechuza. Hermion Granger es una bruja espectacular y sus padres también eran muggles. Explicó la directora, dirigiéndose al final de su relato a los Darcy.

¿Mi hija? Preguntó Elizabeth.

Está usted esperando una niña, enhorabuena. Añadió la mujer del sombrero de pico.

¡Felicidades amigo! Le dijo Westlie a Darcy y le tendió la mano amistosamente.

Al final nuestras hijas serán compañeras y puede que amigas, como nosotros. Añadió Elizabeth muy contenta por la buena nueva.

Buttercup estaba feliz por primera vez en mucho tiempo, Humperdinck ya no los perseguiría, podrían vivir felices en su propio castillo y estarían rodeados de buenos amigos. La muerte de Cesic no habría sido en vano, porque gracias a él se habían salvado.

Creo que hay algo que deben ver, les sentará bien. Dijo la directora y les invitó a seguirla por el castillo.

Llegaron a una habitación que estaba cerrada con llave y cuando entraron dentro, solo vieron un espejo viejo. Espera un momento. ¿No se habían llevado ese espejo tras lo que pasó con Harry y Voldemort? Pues sí, pero gracias a las vueltas que da la vida, el espejo volvía a estar en el colegio. La directora tendió las manos hacia Westlie y Buttercup, y les llevó hasta el espejo, para ver su reflejo. En él vieron a ese grandullón que tanto echarían de menos, justo a su espalda, pero entre ellos.

¿Cómo es posible? Preguntó Westlie. Cesic está muerto.

¿Tú precisamente, que has regresado de la muerte, preguntas eso? Comentó Darcy.

Cesic, lo siento tanto. Por mi culpa estás muerto. Dijo Buttercup, echándose a llorar.

Entonces vieron en el reflejo cómo el gigante sonreía y le ponía una mano sobre el hombro a aquella hermosa mujer, a la que los ojos se le habían llenado de lágrimas. No podía sentir su tacto, porque realmente no la estaba tocando, pero ver aquella tierna sonrisa la hizo respirar tranquila. La reconfortó de tantas formas posibles, que pudo encontrar por fin en su interior, las fuerzas necesarias para ser la madre que Waverly siempre necesitó. La enseñaría a amar sin medida, a ser independiente y saber valerse por sí misma. Se habían acabado la moda de ser una damisela en peligro, que no saben nada de la vida más que gritar y esperar a que alguien la fuese a salvar.

Westlie notó ese cambio en su amada y sonrió al ver que la joven se tranquilizaba. Agradeció a la directora McGonagall el regalo que les había otorgado, poder despedirse de su amigo y aliado, y se marcharon de allí con la pequeña Waverly en sus brazos. Cuantas cosas le quedaban por vivir a aquella hermosa niña, miles de peligros, pero también cosas muy lindas. La vida está llena de altibajos y hay que saber sobrellevarlos.

A la puerta del colegio, los cuatro adultos se despidieron de la directora y del guardabosque, que les acompañó en el trayecto hasta el tren, junto a su inseparable hipogrifo, ya que la niña no dejaba de jugar con él. El animal se había quedado embelesado con la pequeña a la que cuidaba y mimaba como a la princesa que era.

Tomad, podéis llevaros a Buckbeak Jr. Seguramente os ayudará a cuidar de la pequeña, ya que se han vuelto inseparables. Explicó Hagrid, al ver a la niña estirar los brazos para que el hipogrifo colocase su cabeza entre ellos, para ser abrazado.

No sé si será buena idea tener una bestia tan grande en el castillo. Comentó Buttercup, temerosa porque pudiese hacerle daño a su hija.

Tranquila, estos animales suelen ser algo rudos, pero lo que ha pasado con tu hija ha sido un flechazo en toda regla y ninguno de los dos quiere separarse del otro. No te queda más remedio que aceptarlo, además, jamás le hará daño, puedo asegurártelo. Añadió.

Está bien, quiero que mi pequeña sea feliz. Ya ha sufrido bastante para lo poco que lleva en este mundo. Dijo Buttercup y miró a Westlie de reojo, para ver si estaba de acuerdo con ella en todo.

Por mí no hay problema, el castillo es grande y si puede proteger a nuestra Waverly, bienvenido sea. Añadió contento por la decisión de su mujer.

Bueno, pues el tren se marcha, debemos irnos. Gracias por todo señor. Se despidió Darcy.

Muchas gracias Hagrid. ¿Podré seguir visitando vuestra biblioteca? Preguntó Lizzi, que había quedado impresionada con ella la vez que fue a llevar a la pequeña.

Por su puesto, siempre que quiera. Añadió el grandullón.

Gracias, de corazón. Le dijo Buttercup, mientras se marchaba con los Darcy y la niña entre sus brazos hasta el tren.

Siempre que quiera podrá visitarnos. Tengo un amigo con el que seguro hará buenas migas. Se llama Iñigo. Se despidió Westlie, antes de subir al tren junto a sus amigos.

Hagrid les despidió con la mano y se marchó de vuelta al colegio, seguramente visitaría a esa pareja en algún momento. 

CUENTO EN CUARENTENA 4 (PARTE 7): 

¿Lo llevas todo? Preguntó Buttercup.

Sí, mamá. Respondió la joven Waverly, mientras metía las últimas cosas en un arcón.

Quiero que me contactes una vez por semana y que hagas caso a tus profesores. Estudia mucho. Le pidió la madre nerviosa. Su pequeña se marchaba por fin a Hogwarts y, aunque Lizzi trabajaba allí como bibliotecaria y sabía que la vigilaría, tenía miedo de separarse de su niña.

Tras la muerte de Cesic, no sabía si sería una buena madre, pero con el tiempo se había convertido en una de las mejores. Se preocupaba por ella, la protegía y la enseñaba todo lo que sabía, incluso se había convertido en su mejor amiga. Pero como buena madre, sabía que no podía cortar las alas a su hija. (Gracias mamá, por estar siempre a mi lado y dejarme volar libre cuando lo he necesitado. Te quiero.) Bueno, a lo que íbamos. El caso es que Buttercup sabía que aquello supondría un gran cambio en su vida, ahora tendría que aguantar sola a Westlie todos los días. Le quería, vaya si le quería, pero desde que se había convertido en un pirata jubilado, daba tumbos por el palacio y estaba reconsiderando descuartizarlo. Quizás si visitaba una temporada a su amigo Iñigo, a esa isla en la que se había retirado y vivía con un rey en solitario, le templaría los nervios y no la terminaría desquiciando.

Si padre se marcha, ¿qué harás tú? Preguntó Waverly, tras leerle el pensamiento a su madre.

Pues no lo sé, quizás redecore el castillo, o vaya a visitar a mis primas Anna y Elsa. Hace mucho que no las veo y me tienen algo que decir acerca de haber encontrado a un hermano suyo o algo así. Me lo explicó por carta, pero no lo entendí muy bien. Respondió su madre.

Pero una cosa, si salís más de una noche del libro, no podréis volver. ¿No? Preguntó la joven.

Ahora sí, desde que nos hicimos amigos de los magos, crearon un hechizo para que podamos salir y nuestros ecos se queden aquí. Es como si fuesen una copia exacta de nosotros, que dura unos pocos días. Explicó Buttercup.

Vaya. ¿Me enseñarán a hacer eso? ¡Qué bien! Dijo la niña, ilusionada.

Claro, Gandalf es el mago que hizo el hechizo y ahora dará clases en Hogwarts. Creo que tiene una relación con la directora, pero no me gusta ser chismosa, así que yo no te dije nada. Chismorreó la madre.

Está bien, no diré nada. Solo si me prometes una cosa. Pidió la hija y cuando la madre accedió, ella continuó… Que no obligarás a Lizzi a convertirse en mi sombra.

¿Yo? Claro que no, además, como si alguien pudiese hacer que Elizabeth haga algo que no quiera hacer. Es muy orgullosa, ya lo sabes. Respondió la madre, haciéndose la ofendida.

Lo sé, pero nos quiere mucho, igual que nosotras a ella y sé que lo hará si tú se lo pides. Añadió la pequeña Waverly.

Está bien, le diré que te deje espacio, pero no mucho. ¿Entendido, jovencita? Preguntó con una media sonrisa.

Me conformo con eso. Y se fundieron las dos en un abrazo.

Poco después apareció Westlie con un séquito de guardias, contando las mismas batallitas que todos los días contaba. Buttercup estaba harta, pero como le quería, lo soportaba.

¿Otra vez el mismo cuento, querido? Preguntó a su marido.

Estoy orgulloso de mi pasado, fui un pirata sin igual. Respondió.

Lo sé, cielo. Nuestra pequeña se va al colegio. ¿No quieres despedirte de ella? Preguntó Buttercup.

Claro que sí. Respondió él. Muchachos, id bajando su equipaje, mandarán a alguien enseguida para recogerla y no queremos hacerle esperar. Les dijo a los guardias, y después se fundió en un abrazo con su pequeña bruja a la que adoraba. Pórtate bien y demuéstrales de qué pasta estamos hechos. Le dijo su padre.

Lo haré. Estarás orgulloso de la hija que tienes. Dijo ella.

Ya lo estoy. Respondió él y la besó en la frente.

Bueno, es hora de irse, pequeña. Toma, te dejas la escoba. Añadió su madre, entregándole la Nimbus 10.000 que le habían comprado, como estipulaba la carta que le habían enviado.

Entonces Buckbeak Jr. apareció en la habitación y desplegó sus alas, estaba contento de volver a su hogar y pasar allí una temporada. Allí podría correr libre por el bosque y entablar relación con los otros hipogrifos que Hagrid crió, incluso podría tener descendencia si encontraba una buena hembra.

Waverly estaba nerviosa, quería entrar a Ravenclaw a toda costa. Le encantaba el color azul y sentirse libre como el viento, además de ser tan inteligente y extravagante, que se sentiría fuera de lugar en cualquier otra parte. Adoraba los acertijos y siempre estaba torturando a sus padres con lo mismo, al menos ahora encontraría gente como ella, con la que compartir sus jeroglíficos.

De pronto, en la puerta de su casa se abrió un vórtice naranja. Al otro lado del vórtice, apareció un hombre con un traje azul y una capa roja que extrañamente bailaba a su espalda. Aquel hombre atravesó el agujero y se presentó ante los presentes como el doctor Strange, sería el encargado de llevar a Waverly hasta el colegio donde MacGonagall la estaría esperando. Al parecer, aquel Vengador se encargaba de llevar el colegio de magia de Nueva York, y como era capaz de estar en varios sitios al mismo tiempo, se encargaba de trasladar a los niños de forma segura hasta el complejo.

Los guardas pasaron con el equipaje de Waverly por aquel vértice y pocos segundos después, regresaron libres de él, lo habían dejado directamente en recepción, porque no sabría cuales serían sus aposentos hasta pasar por el sombrero seleccionador. Waverly volvió a abrazar a sus padres y después se marchó con aquel señor, que les daría clase de artes oscuras a través de un portal abierto desde Nueva York.

Empezaba una nueva vida para Waverly, la niña que había nacido de un gran amor en medio de una lucha y una constante persecución. ¿Lograría hacer amigos de su misma condición? ¿Sería capaz de sobrevivir al primer año de colegio en Hogwarts y sin supervisión? ¿Qué aventuras la esperaban tras esa ventana mágica? Eso es otra historia y puede que nunca sea contada, pero en mi mente como es lógico, ya fue creada.

Mientras que veían a su hija partir, Buttercup sintió un pinchazo en el corazón y se llevó la mano al pecho, donde latía su pequeño motor.

¿Estás bien, querida? Pregunto Westlie, preocupado.

Sí, es que verla marchar me ha destrozado. Respondió la mujer, al ver cerrarse el portal por el que Waverly había cruzado.

Sabes que Lizzi no le quitará los ojos de encima, su hija entra el año que viene y le interesa que Waverly y ella se hagan buenas amigas. Añadió Westlie.

Lo sé, pero el tiempo pasa tan rápido, que ahora nuestra hija ya ha volado del nido. Se ha sido siendo una chiquilla y volverá convertida en una gran bruja, a la que su vida anterior le parecerá aburrida. Explicó la mujer, apenada porque su hija había madurado demasiado rápido.

Yo pienso igual, pero somos sus padres y seguiremos con ella, pase lo que pase. Dijo él.

Una pregunta. ¿Vas a ir a ver a Iñigo? Quiso saber Buttercup.

Esa era la idea, así tendrás tiempo de recuperarte de mis batallitas. Respondió él con recochineo.

Quizás vaya contigo, se le echa de menos a ese pobre diablo. Añadió.

¿Estás segura? ¿No querías que estuviese alejado un tiempo? Preguntó él sorprendido.

No quiero alejarme de ti, solo quiero que dejes de contarme lo mismo veinte veces al día. Además, cerca de aquella isla viven mis primas. Puedo ir a visitarlas mientras Iñigo y tú os contáis las mismas batallitas de siempre. Respondió ella.

Como desees.

Ambos se cogieron de las manos y se besaron dulcemente. Habían pasado juntos por tantas cosas, que nada ni nadie los podría separar jamás. Es cierto aquello que dicen que los finales felices no existen, pues cuando algo llega a su fin, deja un pesar en el alma difícil de superar. Esta historia es un buen ejemplo, llena de amor y aventuras y una infinidad de locuras, que nos han llevado de la mano durante siete capítulos fantásticos. Quizás haya sido un buen relato, o algo con lo que pasar el rato, pero si al menos he logrado que tu mente del virus se haya despejado, el tiempo que invertí en crearlo, no habrá sido en vano.

Lee, lee mucho. Tu imaginación podrá volar a sitios que jamás habrías imaginado. Podrás vivir aventuras de las que el protagonista serás, y gracias a ellas tu mente despejarás. En estos días de cuarentena, en los que estamos confinados y tan angustiados por la falta de contacto con los demás, leyendo podrás tener una gran vida social. Irás a bailes de etiqueta, a explorar continentes que ni si quiera te pillan cerca, podrás viajar a un tiempo pasado, donde recordarás los lujos que tienes y de los que ni si quiera te habías percatado y podrás soñar despierto, para mantener activo el intelecto. La libertad no está en el movimiento, sino en el pensamiento.

 FIN

<<Espero que os haya gustado este cuento y gracias a todos los que habéis contestado a la encuesta que subí. Voy a analizar las respuestas y prometo que lo antes posible, iniciaré un nuevo cuento e intentaré dejar a todo el mundo contento. Es un gran reto, pero es algo con lo que seguro voy a disfrutar. Un abrazo a todos y que nunca falte la creatividad. >>

 

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