martes, 15 de diciembre de 2020

Presentación de "Los Mundos de Diego"

 Aquí os dejo la presentación de mi nuevo libro, espero que os guste y no olvidéis dar like y suscribiros a mi canal. Gracias. 



lunes, 29 de junio de 2020

Los 6 Magníficos

Capítulo 1


Vale, sí. Pensaréis que este es otro cuento más de súper héroes, el típico en el que hay un malo malísimo y un grupo de inadaptados sociales que se une para luchar contra él y patearle el trasero. Pero oye, aunque eso le haya hecho ganar millones a tíos como George Lucas o Stan Lee, no quiere decir que yo vaya a vender los derechos de este maravilloso  y trepidante cuento a los hermanos Russo. ¿O sí? Bueno, por si esta maravilla de la ciencia ficción cae en sus manos, les diré que estoy dispuesta a negociar, pero hasta entonces… Os contaré la historia de seis amigos que un día descubrieron que tenían ciertos dones especiales, llamémoslo así y tuvieron que lidiar con ellos en su vida cotidiana. Empecemos…

Corría el año 2020, el dichoso año de la pandemia en la que la vida de todo el mundo dio un giro repentino y sin previo aviso, bueno, sin previo aviso… Que le pregunten a Matt Groening. El caso es que tanto yo como mis amigos, el burro delante para que no se espante, estábamos encerrados en casa, viendo cómo nuestra economía peligraba y con el temor del dichoso Covid metido en el cuerpo, mientras el apocalipsis llegaba y Cuéntame terminaba. Quizás ahora que se ha acabado pueda ver la serie, me van los retos, llevo viendo quince años la serie de Sobrenatural y aquí me tenéis, desquiciada pero casi no se nota. ¿Verdad? ¡¿Verdad?! (Léase con mirada de loca en plan Joker, pero el de Jack Nicholson o el de Joaquin Phoenix, nada de Jared Leto, eso prefiero hacer como que fue un mal sueño).

Bueno, a lo que iba. Si alguien nos llega a decir hace unos meses que íbamos a recibir poderes y nos iban a meter en una sociedad secreta, liderada por un tío tan chungo como Nick Fury pero sin el parche ni tanta parafernalia, estoy segura que ninguno nos lo hubiésemos creído, eso sí, habríamos donado hasta un riñón si fuese preciso, para formar parte del equipo. Y ahora os preguntaréis, como es lógico, quién es el tonto que nos reclutó a nosotros. Pues bien, os lo diré. Ah, no. Es TOP SECRET, no puedo hablar de ello. A ver cómo os lo digo sin que se note demasiado…. Un tío del gobierno, trajeado como los Men in Black, pero sin la cosita esa que te da dolor de cabeza y después no recuerdas na’ de na’. Vamos, como una borrachera pero sin los perjuicios de esta. ¿Qué perjuicios? Pregúntale a tu amigo por qué te etiquetó en esa famosa foto o vídeo en el que sales haciendo el tonto y después me cuentas si has captado lo que digo.

Pero no os preocupéis, que no me enrollaré más, aquí está la historia que locos os va a dejar. 

Me encontraba en casa, como era lo normal durante la desescalada, sentada frente a mi ordenador y trabajando en una historia que lo iba a petar, colosal, mi tercer libro sería el no va más, como dicen en Las Vegas. El caso es que hacía un rato había estado hablando con mis amigos, los fans de las pelis de Marvel por el Whatsapp, sobre una loca teoría conspiratoria acerca de los experimentos del gobierno y la dichosa vacuna contra el virus que tardó en llegar dos largas primaveras. ¿Y si solo estaban buscando gente con poderes como los X-men y era todo una tapadera para librarse de la gente con problemas? Sí, somos unos frikis, pero muy orgullosos de serlo. ¿Vale? A lo que iba, que me disperso demasiado.

De pronto me saltó un mensaje en la pantalla del ordenador y me bloqueó lo que estaba haciendo, menos mal que suelo guardar cada poco lo que voy escribiendo. El mensaje era bastante claro…

“Se ha bloqueado su ordenador para recibir una videollamada, debe cogerla a toda costa, le daremos un minuto para contestar después que lea el mensaje que le acabamos de mandar. Firmado el Gobierno de España. “

Y yo me quedo en plan… ¿Es una broma? ¿Algún virus virtual? ¿Qué demonios pasa en esta cuarentena que al menos cinco veces me han intentado estafar?

Entonces mi ordenador comienza a sonar, abro la ventana del Zoom y aparecen mis amigos conectados en la misma conversación.

—Chicos, ¿es una broma? Porque os juro que me lo creí, fijaos si soy tonta. — Digo resoplando al ver que era una falsa alarma. ¿O no?

— ¿Quién ha sido? — Preguntó Antonio, con su voz profunda y aguantando la risa. Mi primera sospecha como era obvio recayó en él, pero había una séptima ventana en negro en la que solo Iñaki se fijó desde el primer momento.

— ¿Y quién es ese? — Preguntó, y todos nos quedamos pensando en ese recuadro oscuro del que ninguno antes se percató.

— ¿Puedo hablar ya? — Dijo aquella pantalla en negro. ¿Acaso no le iba la cámara o estaría como solía estar la mía, tapada?

— ¿Quién eres? — Preguntó Carlos intrigado, mientras intentaba todas las combinaciones de teclas posibles por si su conexión le estaba fallando, pero no, su ordenador estaba bloqueado al igual que los del resto.

—Mi nombre no importa, llamadme M. — Dijo aquel hombre tan misterioso. Al menos ya sabíamos que era un hombre por su voz.

— ¿Eres del servicio secreto británico o has visto muchas pelis de James Bond? — Pregunté con descaro.

— ¿No había un agente M en los nuevos Men In Black? — Preguntó Leticia, uniéndose a mi divagación.

—Sí, era Valkiria, porque H era Thor. Qué curioso que salgan juntos de nuevo en esta película después de verlos en End Game. — Añadió Delia, mientras se levantaba a prepararse un café, porque sabía que ese debate podía durar horas.

— ¡Silencio! ¡Y usted, vuelva a su asiento! — Gritó aquella voz varonil desde el otro lado de la pantalla.

—No hace falta que se ponga a sí. ¿Quién demonios es? — Preguntó Iñaki, que no soportaba a ese tipo de gente.

—Como ya les he dicho, no importa quién soy yo, lo que importa es quienes son ustedes. — Y comenzó a relatar la vida de cada uno de los que estábamos allí presentes. Nuestros secretos más secretos, uy qué raro queda eso. Nuestros secretos más oscuros, mucho mejor. ¿Cómo sabía lo que había comido ese día si no me acordaba ni yo? Alucina pepinillos. El caso es que ese tío lo sabía todo de nosotros, pero seguíamos sin saber para qué nos había contactado de un modo tan extraño.

—Vale, muy bien. Ya hemos visto que mi teoría de que el micrófono del ordenador está siempre encendido, es cierta y por eso saben lo que quiero en cada momento. Los anuncios del Facebook os delatan. ¿Lo sabéis? ¿Pero qué demonios quiere de nosotros? — Pregunté, porque mi paciencia, que no es muy grande, estaba llegando a su límite.

—Queremos que formen parte de un experimento. Gracias a la vacuna del Covid pudimos ver que en su sangre hay ciertos dones dormidos y nos gustaría despertarlos, para que ayuden a su país cuando éste les requiera. — Dijo el hombre tan pancho, como si nos estuviese contando un chiste malo.

— ¿Qué clase de dones? — Preguntó Antonio intrigado.

—Es un asunto confidencial, no se les podrá ser revelada más información hasta que no firmen un contrato. — Añadió aquella voz inquietante.

— ¿Qué tipo de contrato? — Preguntó Carlos, ya que la crisis nos había dejado a todos pelados y trabajar para el gobierno sería un plan de jubilación de lo más acertado.

—De confidencialidad. Entonces y solo entonces, podrán conocer lo que hemos descubierto y les ayudaremos a potenciar sus dones para que sirvan al gobierno. Se convertirán en un cuerpo de élite secreto y deberán estar disponibles en cualquier momento. — Explicó aquel hombre.

—Pues como seamos como los de la película de Cuerpos de Élite… lo llevamos crudo. — Dije yo, intentando imaginar la escena.

Por cierto, no os he presentado al equipo, pero bueno, no os preocupéis que lo haré ahora mismo.

En primer lugar tenemos a Antonio, porque iremos por orden alfabético para evitarnos una lucha de protagonistas, como las típicas series que cuentan con grandes estrellas entre sus filas. Pero como iba diciendo, Antonio es un espécimen de lo más peculiar con los ojos azules como el mar y el pelo rubio y algo desaliñado, a juego con una barba que envidiaría cualquier vikingo de antaño. Despreocupado como el que más, por él viviría debajo de un puente para los impuestos evitar pagar, pero si no lo hace es por no poder cocinar, es una de sus pasiones secretas y que no se le da nada mal. Suele vestir bastante bien, pese a esa apariencia tosca y despreocupada, será para compensar esos disfraces que se pone cuando le viene en gana. Tranquilo, esas fotos están a salvo conmigo (guiño, guiño). Podría decirse que tiene cierto parecido con el bueno de Tormund de Juego de Tronos, siendo la perdición de las mujeres o quizás el terror, según se contemple la situación.

Por otro lado tenemos a JC, el chico bueno dentro de este grupo de súper héroes de barrio. Con un corazón de oro y más tierno que una bolsa de marshmallows bañada en chocolate blanco. Adora a sus animales de los que apenas logra estar separado. ¿Por qué me sonará eso tanto? Pelo corto oscuro y de ojos castaños, paso firme pero a la vez reposado. Pero no te lo comas de vista, pues si se enfada, pone pies en polvorosa hasta la vecina cotilla montada en su escoba. Es un gran fan de la cultura japonesa, por ello será el encargado de entrenar al grupo con el que se ha asociado.

Para hablar de Delia tenemos que hablar de clase y saber estar, es la típica morena de pelo largo que uno se gira al verla pasar. Con un porte que muchos quisieran poder disfrutar, es capaz de poner en su sitio a cualquiera que se atreva a mirarla mal. Amante de la buena vida y los paseos al atardecer, además de las cervecitas con las amigas y los viajes en familia, que de vez en cuando suele hacer. Disfruta de la buena cocina, por eso con Antonio hace buenas migas, pues tendrá en él un chef que le prepare cientos de delicias.

Iñaki en cambio es un vasco asentado en Cantabria, tan dura su coraza como blanda tiene el alma. Es un padre divorciado dedicado a su hija Alba, a la que adora más que a su vida y que le hace querer ser mejor cada día. Es alto y esbelto, con los ojos castaños cercados por unas pestañas tan largas, que son capaces de rozar el mismo cielo con una sola mirada. Es un amante de la aventura y el senderismo, podría irse andando a Sevilla y volver bailando flamenco sin sudar en todo el trayecto. Es un camionero repostero con la paciencia de un niño ante una montaña de caramelos, por ello será el encargado de mantener a ralla a este grupo tan disparatado en el que se ha visto involucrado.

De Leticia diré que esta mujer de pelo moreno y ojos castaños, es la personificación de la luz en el ser humano. Su alegría y simpatía, alegran a cualquiera el día. Es una mujer de negocios fuerte y decidida, lo que jamás pensarías al ver su apariencia de dulce jovencita. Se casó hace poco con el amor de su vida, al que le estará eternamente agradecida, porque a la media naranja no se la encuentra todos los días. Lleva su tienda con gran esmero y responsabilidad, por lo que será la encargada de organizar las tareas que sus amigos y ella, deban realizar.

Y por último, pero no menos importante está la gran narradora y creadora de esta historia, que es una servidora llamada Johanna. Ojos castaños y castaña melena larga, una madrileña que se ha mudado a Cantabria por enamorarse de esta tierra adorada. Aunque tiene un corazón de oro y le gusta ayudar a los demás, la paciencia no es una de sus virtudes y sin tapujos a la caquita te puede mandar. No tiene filtros, por lo que dice las cosas sin pensar, y aunque eso a veces le haya traído problemas en el camino, sigue siendo fiel a su estilo. Podría decirse que su alma gemela es Wade Wilson, aunque ella no se enfundaría en esas mallas hasta bajar unos cuantos kilos. Escritora de profesión y bruja de corazón, es capaz de convertir a cualquiera en un héroe, si le dan la ocasión. Amante de los animales y del tema sobrenatural, tiene algunos dones que te pueden llegar a impresionar. Le gusta tener sus momentos a solas para escribir, y si algo no le convence, no te preocupes que a la cara te lo va a decir, pues su rostro es un poema cuando intenta mentir.

— ¿Johanna? — Preguntó el agente del gobierno, ya que la joven se había quedado en modo pecera desde hacía un largo tiempo.

— ¿Qué? — Dije volviendo de mi ensoñación.

—Nos preguntábamos si quieres formar parte del equipo. Tus amigos han dicho todos que sí. — Añadió aquella voz al otro lado de la conexión.

—Claro, no me lo perdería por nada del mundo, siempre que pueda estar en casa a la hora de cenar. — Qué daño han hecho las alergias alimentarias a mis ganas de trasnochar.


Capítulo 2

 

—Jamás pensé que el cuartel general se escondiese aquí a la vista de todo el mundo. — Dije al ver dónde se había detenido el coche oficial, que me había recogido en casa media hora antes.

Bajé de aquel Mercedes negro con olor a nuevo, con mi mascarilla casera puesta y mi gel desinfectante lista para el combate. Ya había estado antes en aquel edificio, la Biblioteca Central de Cantabria, en Santander, allí estaba el Registro de la Propiedad Intelectual, donde registraba mis obras antes de poderlas publicar.

Por una puerta secreta que estaba oculta en la pared, entré escoltada por dos gorilas a un pasillo largo y bien iluminado, que nos llevó hasta un elevador con escáner de retina y huella digital, como el de las películas de espías que me solía tragar. A un lado había una pequeña mesa de metal con unas cuantas gasas desechables y gel desinfectante. Uno de aquellos hombres cogió una de las gasas y el gel, lo echó sobre el panel y lo limpió todo muy bien. Después dejó que el lector leyese su retina y puso la huella sobre la superficie que había dejado ultra limpia. Cuando el ascensor se abrió, volvió a limpiar el panel, tiró la gasa a una pequeña papelera que había junto a la mesa y dejó el gel.

—Adelante. — Me dijo con voz serena y obedecí con cautela, estaba nerviosa por saber lo que me esperaba tras aquellas puertas.

— ¿Sabéis que no estamos guardando la distancia de seguridad? ¡Tú, echa pa´ allá! — Le dije a uno de los gorilas, haciendo aspavientos con las manos.

Poco después las puertas se abrieron bajo el subsuelo y otro pasillo igual de largo que el anterior nos recibió. Tras aquellas puertas dobles de madera, algo bastante raro entre tanto acero informatizado, estaban mis amigos y compañeros de aventura en varios sofás sentados. La puerta tenía unos grabados de estilo japonés y los agarradores parecían hechos del jade más caro que pueda haber.

Lo de los dos metros de distancia… Aquí no lo respeta nadie. Me quejé, pero entonces noté un pinchazo en el lóbulo de mi oreja derecha y me quejé otra vez. ¿Pero qué demonios ha sido eso?

Está sana, puede pasar. Dijo uno de los gorilas. Al parecer me habían hecho la nueva prueba del Covid, a la que solo tenían acceso los del gobierno y compañía, y era bastante rápida, instantánea, por eso mis amigos se habían podido quitar las máscaras.

Todos estáis sanos, por lo que no hay problema de contagio, además, la sala se ha desinfectado a conciencia antes de nuestra llegada. Dijo aquella voz que me resultaba familiar. Y ahora sin más dilación, bienvenidos al cuartel general.

¿M? Pregunté al ver a aquel hombre trajeado, sentado tras un escritorio que tendría como poco varios cientos de años. Por lo que pude ver, le gustaban las antigüedades más que a mí, la diferencia era que él sí se las podía permitir.

Bueno, creo que ya es hora que nos digan aquello que nos prometieron. Hemos firmado el contrato. ¿Cuáles son esos dones que tenemos? ¿Y qué va a pasar con nosotros a partir de ahora? Preguntó Iñaki, con la aprobación silenciosa del resto del grupo.

— ¡Seguidme! Ordenó M y los demás fuimos escoltados, por varios guardas armados, de nuevo hasta el ascensor.

Volvimos a bajar, pero esta vez todos juntos, apenas cabía una mosca en el ascensor y yo solo podía pensar que, si alguien llegaba a estornudar le iba a echar encima el bote de desinfectante que en el bolsillo del pantalón solía llevar. Pocos minutos después se abrieron las puertas y nos recibió el jefe del laboratorio al que acabábamos de llegar. Había tantas cosas que no sabía ni por dónde empezar a mirar. Un hombre estaba probando una mochila que le hacía levitar, pero estaba claro que no era Tony Stark, porque volar se le daba fatal. Otro llevaba una especie de puño americano con el que destrozó una pared de cemento de un puñetazo y otro consiguió fundir una caja fuerte con una especie de linterna que llevaba sobre la frente. Aquella zona era de un blanco tan puro, que cualquier obseso de la limpieza hubiese disfrutado seguro. ¿Nuestros poderes tenían que ver con esos objetos hechos por el hombre? ¿Artilugios como los de James Bond o el Inspector Gadget? ¿Entonces para qué tanto misterio? Y lo más importante… ¿Qué pintábamos nosotros en todo eso?

Llegamos a una sala muy parecida a los vestuarios de un equipo de primera división. A un lado estaban las taquillas y al otro había unas vitrinas con unos trajes increíbles que nos tendríamos que probar, por si alguno en la cuarentena había cogido unos kilos de más, yo la primera, para qué nos vamos a engañar. Cada uno de esos trajes tenía un banco justo delante, con un par de toallas sin estrenar y un cartel con nuestro nombre escrito, para que supiésemos a quién pertenecía cuál.

¿Eso es nuestro? Preguntó JC, volviéndose loco al ver su armadura de estilo samurái de color rojo escarlata, que en el pecho tenía grabado un dragón verde con los ojos dorados, que le daba autonomía al traje para poder funcionar en cualquier escenario. Aquello en realidad era un panel solar, por lo que no necesitaba ponerlo a cargar. Aquella armadura era más fuerte que el adamantium y tan ligera como ir descalzo y tenía un botón en la mano que le ayudaría a viajar en el tiempo y el espacio. Pero eso no era todo, porque en la otra mano llevaba artillería pesada, una impresora 3d incrustada, que le proporcionaría todo aquello que su mente imaginara. Y no, no tenía que pasarse quince horas esperando para crear un muñeco de veinte centímetros como con la impresora que tenía en su casa, esta maravilla en medio segundo se lo creaba.   

Justo a su lado se encontraba la armadura de Leticia, de color negro y plateado, muy parecida a la armadura de Pepper Potts, pero con unos juguetitos que ya quisiera cualquier vengador. En su mano llevaba el mismo dispositivo que JC y el resto de sus compañeros, eso de viajar en el tiempo y el espacio, sería un extra y un buen pasatiempo, pero debían manejarlo con cuidado, si no querían quedar extasiados. De su otra mano salía un rayo de luz, capaz de leer el aura de la gente y congelar a todo aquel que con él cubriese. Algo que le encantó fue escuchar la voz de su marido hablándole desde dentro de ese casco de última generación, al parecer querían que se sintiese cómoda y no se les ocurrió nada mejor que tener la voz del ser amado como voz de ordenador.

Qué fácil es grabar palabras clave cuando finges llamar desde una compañía telefónica. Dijo M, orgulloso de su trabajo.

Junto a Leticia estaba Iñaki, y su armadura de color morado con toques dorados. Me recordaba al gran Thanos con su guante enjoyado. A parte del dispositivo de viaje en el tiempo y el espacio, tenía otro en la otra mano que le ayudaba a ser transformado. Podía convertirse en cualquier animal que pudiese imaginar, pero el color morado en la noche sería más fácil de camuflar. ¿Acaso has visto a un perro o gato morados? Seguramente por el tinte de algún desalmado, pero en los tiempos que corren hasta no parece extraño. Sería capaz de adquirir sus habilidades y forma gracias a las nanopartículas, que se implantaban en su torrente sanguíneo al pulsar el simpático botoncillo, pero debía tener cuidado porque el efecto no duraba demasiado.

Mi armadura estaba junto a la suya y era genial, de color azul añil y negro, y me sentaba fenomenal. Me ayudaba a ver la energía en todos sus estados y a manejarla a mi antojo, y cambiar el estado de la materia, siempre que concentrada estuviera. El líquido se volvía sólido, el fuego agua y mi cuerpo era capaz de atravesar cualquier superficie que mi camino estorbara. Ni la materia ni la energía tenían secretos para mí, estaba claro que me iba a divertir. Llevaba unas botas de tacón muy cómodas y eso que yo no soy de plataformas, y dos espadas láser a la espalda como si Deadpool formase parte de la Guerra de las Galaxias, Estaba claro que con ese traje me pegaban los moñitos que de vez en cuando me peinaba. Una mezcla entre Deadpool y Leia, seguro que desapercibida no pasaba.  

Junto a mí estaba Antonio y su armadura granate, en cuyo cinturón tenía un dispositivo que le permitía leer la mente de todo aquel que se le acercase. Conmigo iba a tener una sobrecarga de información, ya que mi TDAH me hacía pensar sin parar a cada instante. No sé yo si fue muy buena idea poner su traje junto al mío, el pobre iba a terminar con el cerebro frito. No solo podía leer la mente, también implantar ilusiones en ellas o motivar a las cabezas huecas a hacer lo que él quisiera. Era como la bruja escarlata pero con más curvas y una larga barba de chivo que le daba aspecto de Vikingo. Qué peligro tenía mi amigo. ¿Venderían los cascos de Magneto en algún establecimiento o debería hacerme uno con papel albal como hacían en la peli de la Señal? Creo que era Señales, porque la Señal era esa de la niña del pozo que a todo el mundo se quería cargar.

Y por último pero no menos importante, Delia cerraba el grupo de trajes, con el suyo color rosa chicle, como Kimberly la Power Ranger. Con su poder telequinético, era capaz de mover sin esfuerzo cualquier persona u objeto. Podía cambiar la decoración de una habitación en un momento y atrapar a cualquier villano sin mover un dedo. Ella estaba encantada con la idea de no volver a hacer nada en casa y poder dedicarse a lo que quisiera mientras la escoba sola se las arreglaba. Podía estar haciendo tantas cosas a la vez, que se cansó solo de pensar lo que ya no tendría que volver a hacer.

¿Y qué tienen que ver nuestros poderes con estos trajes? Pregunté. No entendía para qué querían gente con poderes si aquellos trajes ya eran lo suficientemente fuertes.

Estos trajes aumentan vuestras habilidades, no funcionan en cualquiera que lo lleve. Por ello, cada uno está específicamente creado para uno de vosotros. Lo de viajar en el tiempo debéis tener cuidado, pues consume mucha energía directamente del portador y puede dejaros fuera de combate durante un par de horas si no estáis en forma. ¿Verdad doctor? Preguntó M al jefe del laboratorio que estaba justo a su lado.

Cierto. Cada traje se adapta a los dones que poseéis y reconoce vuestra huella energética como si se tratase de una huella dactilar. Añadió y siguió hablando, pero nadie le escuchaba porque estábamos tan emocionados con nuestro nuevo vestuario que no habíamos dudado en probárnoslo. Podréis cambiar algunas cosas a vuestro gusto, solo tenéis que decídmelo y haré las modificaciones necesarias.

Me sentía genial dentro de aquella armadura, estaba bien que no se nos pudiese reconocer, porque a diferencia de otros países, en España ser un héroe no se veía muy bien. Seguramente la gente te echase la culpa de sus problemas cuando no estuvieses cerca y en lugar de darte las gracias te echasen la bronca por la tardanza. Mejor cubrirse la cara y las espaldas.


Capítulo 3


Vale, prueba ahora. Me dijo aquel técnico de laboratorio, tras hacerle unos arreglos de última hora a mi traje.

Apreté aquel botón y fue como atravesar un túnel a gran velocidad. Cuando salí de él, tuve que ajustar mi visión a la nueva intensidad de luz que me esperaba al otro lado.

¿En qué año estoy? Pregunté, porque el lugar me resultaba familiar.

Madrid, capital de España. Año 1990. Respondió mi ordenador personal, al que yo le había puesto cariñosamente “Bobby”. (Guiño, guiño para los fans de SPN).

Espera un momento. ¿Esa soy yo? Dije al verme salir a la calle en mi quinto cumpleaños y escoltada por mis amigos de aquella época. Qué recuerdos, todos disfrazados menos yo. Ahora  me acurdo, me resultaba muy incómodo el disfraz de Mary Poppins y me cambié de ropa para poder jugar en la calle sin problemas. Jajaja. Bueno, será mejor que nos vayamos a casa.

Le recuerdo que la armadura tardará un par de horas en cargarse. No puedo cumplir esa orden. Me recordó Bobby.

¡Mierda! Es verdad. ¿Y ahora qué hago?

Me encontraba en las mismas grades en las que había transcurrido mi infancia, en aquella cancha sin aros ni porterías, donde a juegos como Love o Stop durante años jugaría. El árbol torcido seguía en el mismo sitio, sobre aquella rueda donde la gente se solía sentar a pasar el tiempo y de los demás cotillear. Los bancos de madera que había en la plaza adjunta a la cancha, llegaban hasta mi antiguo portal y parecían mucho más cuidados de lo que solía recordar. Aquellos setos altos, que separaban nuestra zona de los números más bajos, evitaban que nos juntásemos muy de seguido con los del otro lado. Era como el muro de Berlín, pero un poco más bajo.

— ¡Hola! Dijo una vocecilla a mi espalda, sacándome de mi ensoñación.

Al girarme me di cuenta que estaba hablando conmigo misma. ¿Eso no crearía una brecha temporal o algo por el estilo? ¿Qué pasa? Demasiadas películas de ciencia ficción a mis espaldas, lo sé.

Hola, pequeña. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás jugando con tus amigos? Le pregunté a mi yo pequeñaja, que me miraba con curiosidad y con una sonrisa en el rostro dibujada.

Estamos jugando al escondite, ¿Juegas con nosotros? Me preguntó. ¿Sabes? Es mi cumpleaños. Añadió.

¡Felicidades! También es mi cumpleaños. Y en cierto modo lo era, al menos en esa fecha. ¿Por qué no me acordaba de ese momento? ¿No debería estar teniendo un Déjà vu o algo de eso? Se supone que si he hablado con mi yo futuro tendría que acordarme.

¡Hala! ¿También cumples años el 19 de Julio? ¡Qué guay! Me gusta tu disfraz, el mío me lo quité porque me daba mucho calor. ¿Tú no tienes calor? Quiso saber aquella joven versión de mí misma.

Tiene refrigeración. ¿Sabes? Yo también estoy jugando al escondite con mis amigos. ¿Me ayudarías a esconderme? Le pregunté. Quizás me ayudase a ocultarme un par de horas hasta que mi traje recargase las pilas.

Si logras abrir la caseta del jardinero, puedes esconderte en ella. En mi casa es imposible, hay un montón de gente. Están los padres de mis amigos, por eso creo que mi madre nos ha echado a la calle a jugar, los estábamos volviendo locos.  

Recordé la caseta de la que hablaba, una verde pequeña echa de ladrillo u hormigón, no lo sé bien y que se alzaba al final de la plaza junto al seto. Sostenía uno de los lados de la valla que impedía el acceso de coches a la plaza, ya que separaba el aparcamiento de la zona peatonal. Cuando años más tarde quitaron esa caseta, la valla terminó rompiéndose y dejó de cumplir su función, llegando a ser más un estorbo que una solución. Antes de eso, solíamos jugar al voleibol con la vaya por red y nos ocultábamos tras sus muros para salvarnos rápido cuando al escondite jugábamos. Aquella caseta había sido todo un misterio para mis amigos y para mí durante muchos años, nos imaginábamos lo que había dentro de esos 4 metros cuadrados, no tendría más y resultaba de lo más curioso lo que llegábamos a imaginar. Con el tiempo descubrimos que había un montón de trastos inservibles y un póster de una mujer ligera de ropa en la pared. ¿Tanto misterio para eso? A veces es mejor dejar los misterios sin resolver, porque la magia se puede llegar a perder.

Aquel lugar estaría bien para ocultarme ante la mirada de los vecinos curiosos que comenzaban a invadir la plaza con sus abanicos del todo a cien y sus helados medio derretidos, estábamos a mediados de julio y el calor era abrasador, menos mal que mi traje tenía ventilación. Seguí a la pequeña Jo hasta la caseta y forcé la puerta gracias a la ganzúa oculta que llevaba incorporada en el traje, pero justo cuando iba a cerrar la puerta, la pequeña Jo se despidió y me dijo algo que me dejó en shock.

De mayor quiero un traje como el tuyo.

Lo tendrás, ya lo verás. Le dije y después se marchó para seguir jugando con sus amigos.

Y entonces pasó, recordé aquel día de mi cumpleaños, a los amigos que ya no están a mi lado y a la mujer vestida con ese traje tan extraño en la que no volví a pensar jamás, pero pasaron tantas cosas en mi cumpleaños que aquel recuerdo quedó olvidado.

No puedes revelar información del futuro para no alterar la historia, no quisiera regresar a una realidad alternativa. Me recriminó aquella máquina.

Lo sé, no he revelado nada. Ni si quiera me acordaba de este momento vivido, hasta ahora mismo. ¿Cuánto le queda al traje?

Diez minutos. Respondió Bobby.

¿No decías que dos horas? Pregunté sorprendida.

No hemos viajado excesivamente lejos y al ser un recuerdo guardado en tu memoria, ha requerido menos energía de lo habitual.

Pues me alegro, porque hace años que esto no lo limpia nadie y da grima. ¡Qué asco! Me quejé. Mientras que esperamos, puedo practicar con la energía. A ver si así consigo recargar el traje más rápido. Dije y empecé a concentrarme, puse las palmas de las manos a menos de un centímetro de distancia la una de la otra, intentando visualizar la energía que mi cuerpo emitía, y poco después logré ver esas pequeñas llamaradas azules que me caracterizaban. Pude ver cómo daban forma poco a poco a una bola de energía tan luminosa, que competía con la luz de aquella caseta quejumbrosa. La bombilla que colgaba del techo y no dejaba de parpadear, tenía los días contados y no faltaba mucho para tenerla que cambiar.

Cómo se estropea todo con el tiempo y la dejadez, no solo los objetos y el mobiliario, las personas también. Puedes amar a alguien con toda tu alma y al poco tiempo no sentir nada, o sentirte traicionada por una gran ofensa y años después no recordar lo que tanto te molestaba. Tantas vueltas que da la vida, que a veces se nos olvida vivir el presente y dejarnos llevar por la corriente. No podemos cambiar lo que ha pasado, ni estar pendientes por lo que aún no ha llegado, el presente es lo único que está en nuestras manos.

Ya podemos marcharnos. Dijo Bobby con su típica voz varonil. Había hecho que instalaran la misma voz que tenía el personaje de la serie y me sentía como Dean cuando le llamaba fingiendo ser un falso agente. Cómo me gustaba esa serie y qué quince años más buenos me hizo vivir, conocía a gente maravillosa gracias a ella, que me hicieron muy feliz.

Está bien, vayamos de vuelta al 2021. Y allí regresamos, tras volver a atravesar el dichoso túnel y dejar mi melancolía en el pasado, guardada en aquella caseta que el tiempo en mi mente había arrinconado. 

Al llegar a la guarida o cuartel general, como los demás lo solían llamar, pude comprobar que mis amigos habían tenido un viajecito tan peculiar como el mío. ¿Qué recuerdo sería el que habían escogido? ¿O acaso se habían lanzado a la aventura como yo? ¿Quién sería el que más lejos viajó? Seguramente aquella noche en la cena, tendríamos muchas cosas que hablar, aunque por la alarma que empezó a sonar, sospechaba que la charla tendría que esperar.

¿Qué es eso? Le pregunté a M, que llegó con una tableta en la mano.

Vuestra primera misión está aquí. Subid al helicóptero, os iré informando por el pinganillo. Nos dijo y volvió a desaparecer por una de las innumerables puertas que había en aquel lugar.

¿Helicóptero? Ya podría haberle puesto a los trajes un sistema de vuelo. Dije y seguí a Antonio que iba corriendo por el pasillo. Supuse que me llevaría al sitio adecuado, porque aún no me había aprendido los planos de aquel lugar.

Al subir con la armadura a aquel pájaro, me senté junto a Antonio, que parecía algo perdido en sus pensamientos.

¿Estás bien?

Sí, no te preocupes. Me respondió.

¿Es por el viaje que ha hecho al pasado o por la misión? Insistí, sabía que algo le rondaba la cabeza y era mejor que se desahogara antes de entrar en batalla.

No fui al pasado, sino al futuro y no me gustó demasiado verme así, viviendo debajo de un puente y siendo una especie de mercenario. Me confesó con pesar.

¿Una especie de Hancook? Bueno, no es tan malo, si él pudo salir del agujero, tú también. Yo te ayudaré. Le dije y después le guiñé un ojo. Era mi amigo y no iba a permitir que lo pasase mal si podía hacer algo para remediarlo.

Gracias. Me dijo y entonces le cogí la mano para mostrarle mi apoyo. Entonces M comenzó a hablar por el pinganillo y nos dejó a todos sorprendidos.

¿En serio nos tenemos que enfrentar al hombre invisible? Preguntó JC y su mirada se iluminó.

Aquel villano no era el hombre invisible, al menos no solo era eso. Podía volar, crear agujeros negros y emitir un sonido tan agudo que rompería el cristal de cualquier rascacielos, y todo ello sin ser visto ni detectado por ninguna máquina de infrarrojos. ¿Cómo podríamos atrapar a un villano al que no nos podíamos acercar?

Ya podían habernos puesto algo más sencillito para empezar. Se quejó Iñaki al que no le faltaba razón.

No es un simulacro, es una misión real, no podemos escoger a los villanos a los que os vais a enfrentar. Aclaró M.

¿En serio estamos preparados? Aún no dominamos los trajes. Preguntó Leticia con cierto temor en la voz.

Nos tocará aprender sobre la marcha. Añadió Delia, mientras revisaba nerviosa que su traje funcionase de forma adecuada.

¿Sabéis? Es un placer estar en esta aventura con vosotros, chicos. Sé que somos un gran equipo y no podemos desaprovechar esta oportunidad. Les dije y el resto de viaje permanecimos en silencio, cada uno afrontando los miedos que se nos iban presentando.

Próximo destino… Galicia, Castro de Baroña.


Capítulo 4

 

Aquella playa estaba desierta, pero transmitía una energía tan grande que me puso los pelos de punta. ¿Dónde estaba aquel súper villano? Espera un momento, era invisible. ¿Y por qué esa playa? Ya se podía haber ido a Hawái a pillar unas cuantas olas o a las Bahamas de copas. ¿Qué tenía el Castro de Baroña que lo hacía tan especial? ¿La cuarentena? ¡Qué va! Si la mayoría de la gente se la había saltado, incluso antes de la esperada “nueva normalidad”. Debía haber algo en aquellas ruinas que fuese digno de investigar. 

Ese castro, situado a orillas de la Ría de Muros y Noia, en Porto do Son, A Coruña, cuenta con las ruinas de casi veinte casas y una espléndida muralla que delimitaba el poblado, que allí se ubicaba entre los S. I a.C. y I d.C. En plena Edad del Hierro, aquellas gentes subsistían a base de agricultura y pesca, en un pequeño y hermoso pueblo pacífico con un gran secreto escondido. Pronto descifraríamos aquel acertijo, gracias a nuestro nuevo “amigo”.

Siento una gran fuerza y creo que ya sé por qué ese hombre está aquí. Por aquí pasa una línea ley. Dije convencida, mientras sobrevolábamos la zona y captaba toda esa energía en mi cuerpo, en especial en mi tercer ojo. Para una bruja, el tercer ojo es como una brújula mágica, ayuda a conectar con dicha energía y a ver el mundo de las sombras con más claridad. Debe pasar alguna por aquí cerca, lo sé, lo presiento. Este lugar siempre me llamó la atención y creo recordar que algo leí sobre ello.

¿Y qué tiene que ver eso con el psicópata que nos espera ahí abajo? Preguntó Iñaki perplejo.

— ¡Piénsalo! Si puede crear agujeros negros, necesitará mucha energía para hacerlo. Es esto o una central nuclear. Y que pueda volar no significa que sea inmune a la radiación. Respondí casi gritando, a penas se me escuchaba con el ruido de las hélices de aquel aparato.

Iñaki, estaría bien que fueses a reconocer el terreno. ¿Puedes convertirte en algún pájaro? Preguntó Antonio, mientras se colocaba el casco.

Lo estaba deseando. Respondió el vasco y acto seguido abrió la puerta del helicóptero y se lanzó al vacío, no sin antes apretar el botón especial que tenía en la mano.

Un águila morada con destellos dorados, comenzó a hacer piruetas en el aire y después se dirigió hacia las ruinas de la muralla que había más abajo. Entonces algo sucedió, hubo un problema en las hélices y el aparato cayó sin control. El golpe contra el agua fue duro, no tuvimos tiempo de reaccionar. ¿O sí?

¿Dónde estamos? Preguntó JC.

No lo sé, aunque me resulta familiar el lugar. Dije escupiendo un poco de agua que estuve  a punto de tragar. Los trajes estos pesan demasiado para nadar con ellos, menos mal que no hemos caído lejos de la orilla.

¿Dónde están los demás? Preguntó Leticia.

No lo sé, pero creo que apreté el botón del viaje temporal y vosotros fuisteis arrastrados conmigo. ¿Creéis que estarán bien? Pregunté nerviosa.

Creo que tenemos algo más urgente de lo que preocuparnos. Añadió JC, al ver a los antiguos habitantes del Castro, esperándonos con palos y antorchas en las manos.

Mientras tanto, Antonio salió a flote junto a Delia en el presente, cada uno llevaba consigo a uno de los pilotos del helicóptero, que estaban malheridos e inconscientes.

Será mejor que lleguemos a la orilla y los pongamos a salvo, antes que el hombre invisible vuelva a atacarnos. Dijo Delia, preocupada por no hundirse entre el peso del traje y el del piloto que estaba socorriendo.

¿Y los demás? Desaparecieron de repente. Pregunto Antonio.

Habrán viajado en el tiempo para ahorrarse el tener que salir nadando. Por ahora estamos solos, tendremos que apañarnos.

Cuando salieron del agua, vieron al águila aterrizar en la arena y convertirse nuevamente en Iñaki, que preguntó nervioso lo que había pasado y dónde se encontraba el resto del grupo.

No busques, no están allí. Desaparecieron en el tiempo antes de estrellarnos. Dijo Antonio echándose sobre la arena, exhausto.

La próxima vez le pienso decir al técnico del laboratorio que haga un traje de licra, me da igual no ser a prueba de balas, pero paso de morir ahogada. Se quejó Delia a la par que se echaba junto Antonio.

Chicos no os relajéis, os recuerdo que nuestro enemigo está aquí y es muy probable que haya sido el culpable del accidente. Les recordó Iñaki, mientras se mantenía alerta.

— ¡De accidente nada, ha sido un sabotaje en toda regla! Se quejó Antonio y entonces se puso en pie. Le había cabreado tanto, que eso de ser invisible no le iba a salvar de la tunda de palos que le iba a propinar en cuanto le echase mano. Entonces colocó las manos junto a su cabeza y cerró los ojos para concentrarse y de pronto, lo sintió. ¡Cuidado! Le gritó a Iñaki, y este instintivamente se agachó a tiempo de sentir cómo algo le pasaba casi rozando. No puedo verte, pero escucho tus pensamientos y puedo ubicarte gracias a ellos.

Bien. ¿Dónde está ese mal nacido? Preguntó Delia con los puños en alto, ya que sostenía gracias a la telequinesis una gran roca en el aire que pensaba lanzarle.

Iñaki se transformó en un gran dragón morado con los ojos y algunas escamas doradas, para dar caza al hombre invisible que los atormentaba. Con su gran cola barrió la playa y con su aliento de fuego, incendió por completo el cielo. Antonio indicaba la dirección y Delia e Iñaki daban palos de ciego, pero por poco derriban al hombre invisible en un par de intentos.

De pronto y para sorpresa de los allí presentes, Antonio intentó algo diferente. Si podía leerle la mente, también podría crear ilusiones que le confundiesen. Comenzó creando una pantalla que los ocultase, lo que evitaría que les atacase, después creó una lluvia de meteoritos tan espectacular, que obligó al hombre invisible a buscar refugio en el que poderse resguardar. Las huellas que iba dejando en la arena serían lo único que necesitarían para darle alcance, antes que en aquella cueva cercana se ocultarse.

— ¡Ya lo tenemos! Dijo Delia emocionada, tenía pensado hacer que la entrada de la cueva quedase bloqueada.

No cantes victoria todavía, podemos atraparle, pero echarle el guante no será tan fácil. Se quejó Antonio.

Voy a comprobar que no haya otra salida de la cueva, para que no se escape. Dijo Iñaki y se transformó en un ratón y por la abertura de la cueva se coló.

Justo cuando intuyeron que el hombre invisible se había ocultado en su interior, porque se escuchaba el eco de los pasos dentro y las huellas dejaron de dibujarse en la arena, Delia se concentró con las manos alzadas en la entrada y derrumbó las rocas dejando la abertura taponada.

Estaría bien que los demás estuviesen aquí para echarnos una mano. ¿Dónde demonios se habrán metido? Preguntó Antonio nervioso, necesitaba al resto del equipo para llevar a cabo la misión.

No lo sé, pero supongo que estarán esperando a que se carguen los trajes. Añadió Delia, mientras se sentaba en la arena a esperar a Iñaki.

La cueva era estrecha, húmeda y oscura, apenas podía ver por dónde iba, pero estaba claro que después de una hora no había encontrado otra salida. Intentó regresar por donde había venido, pero se dio cuenta que estaba atrapado dentro con su enemigo. ¿Y ahora qué? Pensó, mientras el pequeño ratón se ocultaba detrás de una roca y permanecía expectante a su liberación.

El hombre invisible maldijo varias veces e intentó quitar las rocas que su camino entorpecían, sabía que ser invisible o volar de allí no le sacarían. ¿Y si pegaba un buen grito? Solo se rompería los tímpanos con la reverberación. ¿Y si creaba un agujero negro dentro de aquel espacio oscuro y aterrador? Le dejaría exhausto y sería atrapado a la mínima ocasión, tendría que esperar hasta ser rescatado y después atacaría a los héroes mandándolos a vagar por el espacio. 


Capítulo 5

 

Los habitantes del Castro de Baroña de la Edad de Hierro, cercaron a los tres héroes que salieron del agua con esos trajes de metal, que a los allí presentes, hicieron temblar. ¿Qué eran? ¿Dioses? ¿Monstruos marinos? Según había leído, esas gentes habían desaparecido de repente y más o menos de forma gradual de aquel lugar, ahora entendía cuál pudo ser el motivo por el que se quisieron marchar.

Hola amigos, venimos en son de paz. Dije con las dos manos en alto y saludando a lo reina de Inglaterra, pero con más desparpajo.

¿Qué haces? Me preguntó JC en una especie de susurro entre dientes.

¿Tú qué crees? Presentarme. Es de mala educación llegar a un poblado y asustar a sus gentes antes de la hora de comer. Le dije y seguí con lo mío. Verán… Continué, mientras me quitaba el casco y los gritos de la gente interrumpían mi relato. Tranquilos, venimos del futuro, pero lo estáis haciendo muy bien, un buen trabajo con esas construcciones, parecen muy estables. Y veo que tienen un huerto por ahí arriba, muy sano todo.

¿Quiénes sois? ¿Del futuro decís? Preguntó uno de los aldeanos con una gran rama de árbol en la mano.

Sí, no os preocupéis, no venimos a haceros daño. Solo queremos ver si todo va bien y si necesitáis algo. Nos hemos equivocado de camino y hemos terminado aquí, pero no os preocupéis, que en un par de horas nos habremos ido por donde hemos venido. Bueno, por otro sitio, que paso de volver a meterme en el agua con la armadura. Dije tan feliz, paseándome ante sus antorchas como si me apuntasen con un bastoncillo de los oídos. ¿Nos enseñáis todo esto? Podemos daros algunos consejos.

Leticia y JC me seguían de cerca, observando lo que sucedía y sin abrir la boca. No entendían muy bien lo que estaba haciendo, pero de momento me seguían la corriente. Lo que no sabían es que ni yo tenía idea de lo que estaba haciendo.

Johanna, no podemos interferir en el pasado. Puedes cambiar la historia. Me recordó Leticia, tras ponerse a mi altura y fingiendo una gran sonrisa para no levantar sospechas.

Lo tengo todo pensado. Una vez que regresemos, le diré a Antonio que venga y haga un poco de ese juego mental que se le da tan bien. En plan Men in Black con el cacharrito ese que borra la memoria. Dije tan contenta con mi plan infalible y seguí escuchando a los aldeanos, que nos agasajaban con regalos y nos mostraban el lugar en el que habíamos “aterrizado”.

Por aquí están nuestras casas y esta muralla delimita el poblado. Dijo el que parecía ser el jefe de aquel lugar.

Por lo que recuerdo, tenían problemas de abastecimiento de agua. Eso es primordial para una buena cosecha, tienen suerte que en esta zona suele llover bastante. ¿Han pensado algún modo de recoger el agua de lluvia? Seguro que JC puede ayudarles a crear algo que les sirva. Dije mirando a mi amigo, que se quedó sorprendido ante tal marrón en el que le había metido. Y Leticia es muy buena negociadora, seguro que les dará muy buenos consejos para tener mayores ganancias en los negocios con otros poblados. Yo, si me lo permiten, necesito ir a recargar las pilas. Dije, mientras todos los allí presentes se quedaban patidifusos.

Sí, lo sé. He de reconocer que le echo un poco de morro al asunto, pero de nada me hubiese servido ocultar lo evidente, necesitaba recargar rápidamente el traje para ayudar a mis amigos a regresar a nuestra época, porque el resto del equipo nos podía necesitar.

Johanna, recuerda que no es bueno intervenir. Me recordó también JC.

Lo sé, ya le dije a Leticia que Antonio se encargará de limpiar este desaguisado cuando acabemos con el hombre invisible.   Respondí.

¿Hombre invisible? Me preguntó una mujer con los ojos abiertos como platos.

No se preocupe mujer, eso es cosa del futuro, a usted no tiene que preocuparle nada de eso. Le dije, y me marché a la zona más alta que encontré para trabajar con la energía, claramente por allí pasaba una línea ley y sería de gran ayuda en lo que me proponía hacer.

Junté las palmas de mis manos y las separé unos centímetros, cerré los ojos y abrí mi tercer ojo para canalizar el poder. De pronto una especie de llamaradas azules, salieron de mi cuerpo y lo cubrieron por completo. Podía sentir el calor que estaba desprendiendo, mientras JC creaba unos tanques donde pudiesen almacenar el agua y Leticia les recomendaba una estrategia que les haría ampliar el comercio por todas las rías baixas.

Pocos minutos después mi traje estaba tan cargado, que sería capaz de llevar de vuelta a mis amigos sin terminar extasiados.

Leticia, haz tu magia y congela a todos los habitantes en cuanto puedas, después regresaremos para liberarles y borrarles los recuerdos. Le dije a mi amiga en voz baja, mientras nadie nos escuchaba.

Esto se usa para almacenar el agua de lluvia y así poder tener agua potable para beber durante más tiempo. Dijo JC a los alumnos que le habían salido, y que escuchaban con atención cada palabra que les dijo.

Bueno señores, nos tenemos que marchar ya. No se preocupen, que no les molestaremos más. Dije, llevándome a mi amigo conmigo y casi a rastras.

No se marchen, quédense un poco más. Dijo un pequeño niño que a mi pierna se fue a agarrar.

Volveremos, lo prometo, ahora debemos irnos, tenemos que salvar a unos amigos. Expliqué, mientras hacía que mis amigos se agarrasen a mi armadura y apretaba el botón que nos devolvería a la cordura, o al menos a nuestro tiempo del que nos marchamos sin previo aviso y con lo puesto. Obviamente hice que el niño se despegase de mi pierna antes de marcharme, no necesitaba un suvenir de ese viaje.

Al llegar a la orilla junto a los demás miembros del equipo, Antonio tenía cara de pocos amigos y además, no veía a Iñaki por ningún sitio.

Antes que digas nada, le di al traje sin querer, mientras caíamos sin control y me llevé a estos dos conmigo por error. ¿Dónde está el hombre invisible? ¿E Iñaki? Pregunté, mirando hacia todos lados.

Ahí dentro. Dijo Delia. ¿Estáis bien? ¿Dónde estabais?

En este mismo lugar, pero en otro tiempo. Respondió JC.

Por cierto, cuando acabemos aquí tendrás que acompañarme para arreglar algunas cosas que ocurrieron en el pasado. Le pidió Leticia a Antonio, y cuando fui a decir que yo también quería ir, me lo prohibió de inmediato. No, tú te quedas aquí, que ya la has liado bastante en la Edad de Hierro.

Entonces puse mi famosa cara del Gato con Botas, que tanto había ensayado para engatusar al más espabilado y por poco cuela, hasta que Delia interrumpió la magia que aquel momento estaba creando para recordarnos aquello que estábamos olvidando.

Chicos, os recuerdo que Iñaki está encerrado en esa cueva con el villano. ¿Qué vamos a hacer para sacar a nuestro amigo y atrapar al malo? Preguntó nerviosa.

JC, tú puedes crear un recipiente que lo pueda contener por un tiempo. ¿Cierto? Quise saber.

Sí, y Leticia puede congelarlo, si logramos ubicarlo. Añadió el samurái enlatado.

De eso me encargo yo, he logrado ubicarlo gracias a poder escuchar sus pensamientos. Dijo Antonio, orgulloso de su logro, mientras se acariciaba la larga barba vikinga.

Yo puedo sellar el recipiente y cargar con él. Comentó Delia.

Vale, tenemos un plan. Si pudiésemos decirle a Iñaki que cuando le de la señal, lo empuje dentro del receptáculo, sería genial. Divagué en voz alta.

Eso es sencillo. Dijo Antonio y cerró un momento los ojos para concentrarse. Mensaje entregado.

Genial, seguramente nos ataque con un agujero negro, es lo que yo haría. Creo poder estabilizarlo, vosotros encargaros de aquello que habéis dicho y juntos le daremos una lección a ese villano. ¿Preparados? Pregunté y todos me contestaron que sí al unísono. ¡Vengadores, reuníos! Dije entre risas, siempre había querido pronunciar aquellas palabras sin salirme del contexto.

Entonces Delia despejó la entrada de rocas a lo Rey Skywalker, justo a tiempo de ver cómo un círculo negro, que giraba en sentido contrario a las agujas del reloj, se formaba de la nada. Puse toda mi energía en controlar aquella masa que iba creciendo sin control, hasta lograr estabilizarlo. Mientras tanto, JC creó una estructura lo suficientemente grande como para contener al hombre invisible y que no se escapara. Antonio le dio las coordenadas a Leticia y ésta, sin esperar ni un segundo, lanzó su rayo y lo congeló. ¿Cómo lo supimos? Porque el agujero negro también se congeló y pude descansar del tremendo esfuerzo al que mi cuerpo se sometió. Iñaki volvió a su forma humana y de un puntapié mandó al hombre invisible a la caja, que posteriormente Delia selló con gran destreza.

No me lo podía creer, la misión se había acabado, habíamos ganado y ninguno había salido mal parado. Iñaki salió de la cueva y llamó a la caballería, que a nuestro encuentro ya se dirigía.

¿Estás bien? Le pregunté.

Sí, pero tengo unas ganas tremendas de comerme un gran cacho de queso Cheedar. Respondió extrañado, provocando las risas de todos los que le escuchamos.

Bueno, creo que es hora de arreglar mi destrozo. Os esperaremos aquí. Les dije a mis amigos, mientras me sentaba en la arena con cara de pena.

Puedes venir, necesitaremos tu habilidad para poder regresar. No me apetece quedarme dos horas en el pasado, a saber lo que nos estará esperando. Me respondió Leticia y me uní a ellos con una gran sonrisa.

Al llegar, nos dimos cuenta que faltaban un par de personas del poblado, habían recogido sus cosas y se habían marchado. A voz de pronto no sería tampoco tan malo, todo acaba teniendo explicación tarde o temprano.

¿Y ahora qué? Preguntó Antonio, mientras hacía la tarea para la que le habíamos reclutado.

Pues nada, les tacharán de locos o como poco, dará pie a que en un futuro nazcan las historias de ciencia ficción. En el fondo no es tan malo. ¡Tú a lo tuyo! Le dije entre risas, mientras me dirigía a la misma elevación de antes a recargar las pilas.

El olor a sal, la brisa de las montañas y aquella vista de la playa, me hicieron pensar que las líneas ley no escogen cualquier lugar al azar, se hallan en los lugares más bonitos que te puedas encontrar. Respiré hondo y cumplí la función que tenía que llevar a cabo, recargarme de esa inmensa energía para regresar con mis amigos a la guarida. Allí nos esperaban otras misiones más curiosas y peligrosas que la hasta ahora vivida, pero eso es otra historia que os contaré algún día.

FIN