domingo, 27 de febrero de 2022

Los pecados capitales

 

LOS PECADOS CAPITALES

(La IRA está en el cuento de las emociones, la entrada anterior; pero además, aparecerá a lo largo de los otros cuentos, de un modo u otro).


Ira, pereza, gula, avaricia, lujuria, soberbia y venganza. Estos son los siete pecados capitales que, según cuentan, Pandora sacó de la caja; pero eso no es cierto. Cuando Prometeo robó el fuego en el Monte Olimpo, Zeus le castigó atándole en el Monte Cáucaso y haciendo que un águila le devorase el hígado a diario.

Pero el castigo de Zeus también lo sufrirían los hombres, pues eran los que disfrutaban del fuego sagrado, gracias a Prometeo. El castigo para los hombres sería más sutil, pero bastante efectivo. Zeus le ordenó a Hefesto que crease a la mujer más bella sobre la faz de la Tierra y éste, la moldeó en arcilla con ayuda de Afrodita y Atenea, le dio varios dones y la hizo perezosa, mentirosa e infiel. Se la ofreció como presente a Epimeteo, el hermano de Prometeo, y éste se casó con ella; ignorando así los consejos de su sufrido hermano, pues todos los regalos del Olimpo, según él, estaban envenenados.

El Dios de Dioses le pidió a Pandora, la mujer de arcilla, que no abriese nunca aquella caja, aunque en realidad era una ánfora una especie de jarra con asas y tapa pero Pandora hizo caso omiso de su advertencia y la abrió. Liberó los vicios de su interior, aquellos que los hombres habían tardado tantos siglos en atrapar: vejez, fatiga, enfermedad, locura, vicio y pasión.

El ánfora se cambió por una caja y los vicios por pecados capitales con el pasar de los años, pero seguramente haya muchas más licencias poéticas en la historia, dependiendo de quién y cuándo la cuente. ¿Pero qué son los pecados capitales entonces? ¿De dónde proceden?

Independientemente de su procedencia, son las siete pasiones que están arraigadas en la psique humana. Santo Tomás de Aquino las definió tal y como las conocemos en la actualidad; pero hará unos 1500 años, el Papa Gregorio I fue quien las enumeró e identificó. Más tarde, Dante las recogió como pecados capitales en su libro: “La divina comedia”.

Pero todo debe permanecer en equilibrio, por lo cual, no hay pecado que no tenga un contrapuesto, una virtud. A la ira la apacigua la paciencia, a la avaricia la generosidad, la caridad contrarresta a la envidia y a la lujuria, la castidad. La humildad es capaz de aplacar a la soberbia y la templanza sobre la gula prevalecerá, siempre que la diligencia logre imponerse sobre la pereza, pues es el pecado con el que éste cuento comenzará.

 

PEREZA

 

Desde tiempos inmemorables, la pereza ha sido uno de los mayores problemas de esta sociedad. Pocos son aquellos que luchan por un futuro mejor, por cambiar lo que está mal en la sociedad o en el mundo en general.

Algunos tienen miedo a las represalias, otros tienen una vida demasiado ocupada, pero reconozcámoslo, la mayoría sufre de una pereza extraordinaria. ¿Para qué ir a la batalla, si lo que yo haga no servirá de nada? Hay muchos dando la cara y no hace falta que yo también vaya y me la partan. ¿Cuántos de vosotros habéis pensado algo parecido? Y… ¿Cuántas veces?

Por suerte, no todo el mundo sucumbe a la pereza, porque… si fuese el caso, no hubiésemos durado ni una década. ¿Os imagináis?

 

LA CIUDAD DE LAS MURALLAS

 

El despertador suena, por sexta vez en Moenia, la ciudad de las murallas. Me llamo Shu y… hace una pausa para resoplar y mañana cumplo dieciocho años. Pensaréis que estoy en la flor de la vida, pero os equivocáis, ya soy una anciana. En mi barrio, la gente no suele durar demasiado. ¿Por qué? La pereza es nuestro mayor pecado; aunque en realidad, en ninguno de los barrios se pasa de los treinta años. Si no fuese por los habitantes del barrio de Lujuria, nos habríamos extinguido hace mucho tiempo.

Como habéis podido imaginar, yo vivo en el barrio de Pereza. Principalmente nos dedicamos a mediar entre unos y otros, no soportamos las disputas, nos cansan demasiado. Solemos teletrabajar desde casa, de hecho, no recuerdo la última vez que puse un pie fuera de esta morada. Tenemos drones que nos traen todo lo que necesitamos, los crearon esos cerebritos que viven en el barrio de Soberbia, menudos capullos, se creen los mejores en todo.

Cuando nacemos, pasamos un examen riguroso en el que, nuestro ADN, indica el pecado que regirá en nuestras vidas. Y no es que no suframos de otros pecados, tan solo que, ese que se manifiesta a edad temprana es el más marcado. Tras la prueba, nos manda a vivir en pequeños apartamentos en los que un robot de última generación, nos cuida y educa según nuestro lugar de residencia.

Y esa es toda mi vida, llevo casi dieciocho años sin salir de este pequeño apartamento y jamás he tenido contacto con otro ser humano, cosa que en el barrio de Lujuria hacen todo lo contrario. Pero ¿sabéis qué? No me importa, pues dentro de lo malo, esto no es lo peor.

Shu hace una pequeña pausa para recobrar el aliento y se acurruca un poco más en la cama, mientras se hace a la idea que es hora de ponerse en marcha.

Los del barrio de Venganza son asesinos, y tienen un permiso especial para ir de barrio en barrio, cobrándose deudas de unos y otros. Los de Avaricia tan solo nos dan los recursos necesarios para cumplir con nuestras labores a diario, el resto lo disfrutan ellos en esas mansiones que, se comenta, han creado para ellos los airados. Son gente muy peligrosa, pero sus niveles hormonales les hacen tener una fuerza descomunal, por ello los tienen encarcelados y les obligan a realizar trabajos forzados.

Y qué decir de los que viven en el barrio de Gula, son los que mueren más jóvenes, debido a un paro cardiaco, pero son los mejores chefs que puede haber. Y creo que se me olvida alguien… ¡Ah, sí! Los de Envidia, esos están amargados todo el día, pero son buenos reconociendo fallos en el sistema; aunque se quejan demasiado.

Cada barrio está separado de los demás por varias murallas, y juntos, forman un heptágono gigantesco; bueno, eso me enseñaron, porque como os dije al principio, apenas he salido de mi casa.

Y ahora con vuestro permiso, creo que me tendré que levantar, pues dentro de dos horas tengo que lidiar en un conflicto y aún tengo que desayunar.

Shu mira a la isla que separa su cama de los robots de cocina y siente que existe un abismo entre ambos. El apartamento solo tiene diez metros cuadrados, es un pequeño loft con cocina americana y un pequeño cuarto de baño, pero aun así, siente que vive dentro de un palacio.

Lentamente, Shu aparta las mantas que cubren su cuerpo, casi por completo, y las arroja con los pies hasta el suelo. El frío de la mañana la hace replantearse si, quedarse en la cama o salir para asearse antes de la reunión, pero si tiene que estirarse tanto para coger de nuevo las mantas, mejor se pone en marcha; la tripa le ruge igual que una fiera enjaulada.

Pensaréis que, al no hacer ejercicio debe estar bien entrada en carnes, pero no, la pereza les quita hasta el hambre. Se coloca una bata y unas zapatillas con pompones color turquesa, se aproxima hasta la cocina y poco después, almuerza el café con leche y tostadas que un robot le preparó de forma automática.

Poco después fue al baño, se aseó un poco y se volvió a meter en la cama, a esperar que la primera reunión de la mañana se celebrase y el tiempo lentamente, como siempre, se la tragase.

    Buenos días. Pueden comenzar cuando gusten dijo Shu y acto seguido bebió un sorbo de su café.

La reunión duró una hora y, nuestra perezosa protagonista, solo tuvo que intervenir en una ocasión. A una avariciosa mujer se la había antojado un lujurioso hombre y quería que le diesen asilo en su zona, lástima que las normas fuesen claras y no se pudiese hacer nada.

Cuando la conexión se cortó, Shu se volvió a acurrucar en la cama, calentita bajo aquellas mantas, y observó la luz que entraba a través de las ventanas. Hubiese querido ver lo que había más allá del bloque de edificios que tenía en frete, pero, para realizar aquella gesta debería salir de casa, y hacía tanto frío fuera…

¿Qué hubiera sucedido, si hubiese nacido en otro lugar? En el barrio de la ira, quizás.

Debe ser agotador estar todo el día de mal humor, o encargarse de abastecer a cada barrio de seres humanos, procreando todo el rato. ¿Y qué hay de matar? Acabar con la vida de unos y otros sin poder tomarse un descanso, pues si te paras, te acaban cazando Shu se detuvo un instante, para procesar todo aquello . A veces pienso que estoy muerta en vida, pero cuando medio en las disputas y veo lo que sufren otros, recuerdo que mi cárcel no resulta tan mala, después de todo.

De repente llaman a la puerta.

    ¿Quién es? Pregunta desde la comodidad de su cama.

    Su pedido, gracias responde una voz automatizada, desde el otro lado de la puerta.

Shu coge el mando a distancia y le ordena a su robot mayordomo que abra la puerta y recoja la compra. ¿Qué haría sin él? La máquina con apariencia humanoide realiza las tareas que Shu le ordena sin rechistar. ¡Cómo le gustaría poder hablar con alguien de verdad!

    ¿Sabes? A veces me gustaría conocer a alguien real, como yo.

    Soy un robot mayordomo, si necesita tratamiento psicológico puedo llamar al robot psiquiatra.

    No, déjalo, no será necesario.

    ¿Desea algo más?

    Nada, puedes irte a tu base a descansar.

    Hibernando en tres, dos, uno.

De repente Shu se levanta de la cama y se arrastra hasta la ventana, donde tiene un pequeño banco en el que se suele sentar, mientras su robot le hace la cama. Entonces mira al horizonte, hacia el edificio que le oculta las preciadas vistas con las que sueña cada mañana y descubre, que hay una silueta en una de las ventanas.

Allí, a escasos cien metros de su casa, un hombre está sentado al igual que ella, soñando con cruzar la calle para saludarla. ¿Pero de qué serviría? No les está permitido confraternizar ni con sus propios vecinos, tan solo en el barrio de Lujuria tienen permiso, y además, cruzar la calle le da tanto miedo. ¿Qué pasa si se queda sin aliento? Hace tanto tiempo que no sale de aquellas cuatro paredes… ¿Y qué le diría? ¿Cómo se presentaría? ¿Y si se daba el paseo en balde, porque la puerta no abría?

Dar tantas vueltas al tema no había sido buena idea. Sabía que si se armaba de valor e intentaba forzarse un poco más cada día, llegaría el momento en el que saldría de allí y cambiaría el rumbo de su vida, tomaría las riendas de una vez por todas; pero es más sencillo decirlo que hacerlo.

La pereza se alimenta del temor a lo desconocido, hacerte cargo de tu propio destino, saber que estás solo recorriendo ese camino al que llamamos vida y no hay nadie más contigo. Por ello, muchas veces agachamos la cabeza y nos refugiamos en lo que conocemos, en el “mejor lo hago mañana” o en el “no servirá de nada”.

Nosotros somos dueños de nuestro propio destino y como tal, eres tú el único que pone trabas en tu camino, pues siempre habrá una puerta que te lleve a algún lugar, y para atravesarla, debes tener una gran fuerza de voluntad.

¿Qué creéis que hará Shu? ¿Cruzará esa puerta y buscará a ese hombre misterioso? ¿O regresará a su confortable cama y a su vida de holgazana? ¿Será capaz de romper las barreras que la atan? ¿De cruzar aquellas murallas? ¿De vivir sin miedo a lo que le deparará el mañana?

Sea como sea, tendremos que esperar, pues la noche se nos echa encima y ya es hora de reposar. El sol se oculta, tu respiración se vuelve más lenta y los párpados, poco a poco, te pesan. No temas, ya es hora de dormir, y tu cama es un refugio en el que nada ni nadie te podrán herir.

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GULA

Mmmm, la gula es un pecado capital, pero también puede considerarse uno de los mayores placeres de esta vida, comer. Ya puede ser dulce, salado, amargo o picante; saciarnos por completo, hasta el punto de tener que desabrocharte el dichoso botón del pantalón antes que estalle, es incomparable.

Bueno, quizás con el sexo, pues es otra forma de saciarse; pero, dejemos la lujuria para otra ocasión y centrémonos en la gula, pues es el pecado que nos compete en esta situación y el cuento que leeremos a continuación.

La gula, para dejar las cosas claras, se refiere al apetito insaciable por la comida y la bebida. ¿Pensáis que nunca habéis sucumbido a este pecado? ¿Estáis seguros? Os recuerdo que estamos en una época de excesos, como es la Navidad, y más de uno acabará las fechas con un par de kilos de más. Pero es lógico y normal, ¿quién no sucumbiría a un buen banquete? Que si mazapanes, turrón, polvorones, sidra, vino, marisco, carne o pescado, según su elección; y no nos olvidemos del roscón. Las uvas en Nochevieja, que una servidora cambia por moras, y al día siguiente, comerse las sobras.

¿Y qué hay de los concursos de la televisión? Esos macarrons de colores o esas torres de profiteroles, que si yo lo intentase le haría la competencia a la famosa Torre de Pisa. O esos platos llenos de esterificaciones o nitrógeno congelado, que más que el almuerzo, parece un cuadro de Picasso. Sí, da miedo comerlo, sobre todo por la factura que te llega luego.

Pero sin más dilación, espero haberos abierto el apetito, pues empieza el cuento y confío en que lo disfrutéis de lo lindo.

EL BANQUETE

 Mientras Goloso esperaba a que su tarta Pavlova de merengue suizo, se terminase de hacer en el horno, preparaba la crema de cobertura, a la par que vigilaba de reojo.

    Ya falta poco, un par de minutos más y estará en su punto perfecto. Tengo la crema lista, la meteré en la nevera y abriré el horno para que no se me pase de cocción.

De repente, alguien comienza a golpear la puerta con fuerza.

    ¿Quién es? ¿Qué sucede? Pregunta Goloso alarmado.

Cuando abre la puerta con la cadena puesta, dos desconocidos lo empujan con fuerza, revientan la cadena y caen sobre él al suelo.

    ¿Quiénes sois vosotros y qué hacéis en mi casa? Quiso saber, cuchara de madera en mano.

    ¡Necesitamos tu ayuda, quieren matarnos! Gritó una joven delgada y en pijama, mientras se levantaba del suelo y cerraba la puerta de la casa de Goloso de golpe.

    ¿Crees que pasará de largo? Preguntó el joven que la acompañaba.

    No lo creo, pero quizás podamos descansar un rato antes de continuar huyendo, no puedo más.

    ¡Repito! ¿Quiénes sois y qué hacéis en mi casa? Quiso saber Goloso, pues se estaba impacientando.

    Me llamo Shu y solía vivir en el barrio de Pereza, al igual que él, se llama Bill. ¿Cómo te llamas tú? Le preguntó la joven, a la par que le tendía la mano para ayudarle a levantarse.

    Me llamo Goloso y esta es mi casa, estaba cocinando una Pavlova cuando… ¡Corcholis, la Pavlova! Dijo al darse cuenta, que se su postre seguía en el horno.

Se levantó con la ayuda de Shu y abrió un poco la puerta del horno, para comprobar que su postre estaba más tostado de lo que a él le hubiese gustado, pero no pensaba tirarlo. Dejó la puerta entre abierta, para que se escapase el calor lentamente y volvió a centrarse en los dos okupas que tenía en su magnífica cocina, pues ocupaba casi toda su casa.

    Sentimos las molestias, pero estamos agotados, no podemos correr más Añadió Shu.

    ¿Por qué os persiguen?

    Shu vino a verme ayer. Solíamos vernos por la ventana de nuestros diminutos apartamentos y nos sonreíamos, solo eso. Con el tiempo empezamos a mandarnos mensajes a través de nuestros drones e incluso comenzamos a caminar más por casa, para tener la energía suficiente para poder cruzar la calle y entablar conversación cara a cara Explicó Bill.

    Ayer por fin me atreví a cruzar la calle y tocar a su puerta, pero al parecer, nos hemos saltado las normas del barrio de Pereza, en el que nadie puede tener contacto con otra persona, y por ello quieren matarnos Añadió Shu.

    ¿Me estáis diciendo que os han asignado a un “airado” en activo y le habéis traído hasta mi casa? Se quejó Goloso.

    No sabe dónde estamos, solo necesitamos reponer fuerzas. Me costó varios días lograr reunir las suficientes para cruzar la calle y llegar hasta su casa. Lo que hemos hecho es cruzar al barrio de al lado, estamos exhaustos y hambrientos. Jamás pensé que podría hacer algo como esto.

    Si me atrapan ayudándoos, estoy muerto. Llevaos la Pavlova que estaba haciendo y largaros de mi casa, diré que me atacasteis. Os daré algo de ventaja antes de denunciar el incidente, es lo único que puedo hacer.

    Gracias, de verdad añadió Bill, mientras se dirigía al horno y sacaba con unos guantes especiales aquella tarta.

    ¿Por qué os saltasteis las normas?

    ¿Acaso no has querido ver nunca lo que hay más allá de estas cuatro paredes? ¿Tener contacto con alguien más?

    No, soy feliz en mi hermosa cocina con mis magníficos postres.

    ¿No querrías conocer recetas nuevas? ¿Sabores exóticos? En el barrio de Lujuria tienen canela, fresas, chocolate. Eso creo que por aquí escasea preguntó Shu.

    Son ingredientes que solo nos dan para hacer los postres que enviamos a Lujuria, sí, y nos dan los gramos contados.

    ¿No te gustaría poder probarlos? Quiso saber Bill.

    ¡Sí! ¿Contentos? Me muero de ganas por probar todo eso, pero no estoy loco y sé cuál es mi sitio.

    ¡Ven con nosotros! Vamos a reventar el sistema le pidió Shu, emocionada.

    ¿Vosotros? Os recuerdo que sois unos perezosos, no creo que lleguéis a Lujuria y mucho menos a Avaricia.

    Nosotros solo queríamos tener un amigo, ni si quiera nos hubiésemos planteado salir del barrio, jamás, pero quisieron matarnos.

    Por curiosidad. ¿Cómo fue? ¿Cómo escapasteis del “airado”?

    Llevaba algo menos de diez minutos en casa de Bill, estábamos sentados en el sofá reponiendo fuerzas, cuando llamaron a la puerta. Ambos nos extrañamos y él fue a abrir, yo le acompañé, pero no me preguntes por qué, cogí una de las sartenes que tenía allí a mano en la encimera de la cocina. No entiendo qué me llevó a hacer eso, pero nos salvó la vida. Cuando vimos al airado apuntándonos con un arma, le di un sartenazo y salimos corriendo.

    ¿Corriendo vosotros?

    Sí, creo que fue cosa de la adrenalina, el caso es que comenzamos a correr y no paramos hasta llegar aquí.

    ¿Cómo os saltasteis los controles?

    En nuestro lado, los guardias estaban durmiendo en sus garitas/apartamentos, nadie vigilaba. Y en vuestro lado, estaban demasiado ocupados devorando un montón de rosquillas y ni se dieron cuenta cuando atravesamos la puerta, que por cierto, estaba abierta relató Bill.  

    No me lo puedo creer. ¿Tan sencillo ha sido?

    Sencillo puede, pero agotador, también. Me duelen todos los músculos del cuerpo añadió Shu.

    ¿Y qué pensáis hacer cuando lleguéis a vuestro destino?

    Intentaremos hacerles comprender que, en realidad, no son felices con la vida que llevan y les pediremos que cambien algunas cosas dijo Shu.

    Os recuerdo que eso ya se intentó, al mezclarnos todos, la cosa empeoró. Hubo más asesinatos, más disturbios.  

    No tiene por qué, gente mala hay en todas partes. ¿Piensas que en nuestro barrio no ocurren asesinatos? Los airados suelen venir de vez en cuando. Comprendo que si alguien hace daño, sea castigado, pero que me maten solo por querer hacer un amigo o a ti, por querer comer chocolate o fresas, no me parece justo añadió Shu.

    Lo sé, te entiendo. Estoy solo durante tanto tiempo… que calmo mi ansiedad comiendo; pero aunque quisiera acompañaros, no podría hacerlo. Vosotros habéis logrado huir, pero yo a penas quepo por la puerta de mi apartamento, por eso no lo intento.

    Pues entonces cuídate mucho, gracias por el almuerzo y prometemos que, si logramos arreglar todo esto, volveremos a verte y te traeremos algún que otro ingrediente secreto para tus postres le dijo Bill, mientras le estrechaba la mano.

    Muchas gracias y os deseo mucha suerte.

Los jóvenes se llevaron la Pavlova y salieron sigilosamente del apartamento, bajaron las escaleras y al llegar a la calle, salieron corriendo. Estaban agotados, pero cuando tu vida está en peligro, sacas fuerzas de donde no pensabas que las tuvieras.

Los dos jóvenes se escondieron en un callejón frío y húmedo, para degustar la Pavlova con la que su nuevo amigo les había obsequiado; por todas partes había imágenes de comida y cómo rugían sus tripas: pasteles gigantes, tartas de todos los sabores e incluso helados tan grandes, como la rueda de un coche. Brownis, cheesecake, tartas de manzana e incluso un banana split para calmar las ansias.

Pero no solo había cosas dulces que degustar, también pescados en salsa verde, costillas glaseadas, puré de calabaza, incluso fruta variada. Aquella fragancia que transportaba el aire hasta ellos, les hizo cerrar los ojos por un momento y aspirar el dulce aroma a pan recién hecho.

¿De verdad había sido buena idea alejarse de su barrio, cruzar la calle para entablar conversación con un extraño? Dejar la seguridad de su hogar por cruzar al otro lado. Shu sabía la respuesta a todas aquellas preguntas. Si hubiese permanecido en casa, seguramente se habría tirado por la ventana; aquel encierro la superaba.

Mordió un pedazo de aquella tarta sin cobertura y la saboreó a placer. Estaba buena, pese a estar pasada de cocción, y al mirar a los ojos de su amigo Bill, algo cambió en su interior. Le vio comer con ganas, con una sonrisa en la cara, mientras permanecía sentado en el suelo de aquel callejón plagado de ratas. Les estaba dando pedacitos de su almuerzo a los animalillos y Shu no pudo hacer más que unirse a su buen hacer, pues así evitarían ser parte del banquete de los famélicos roedores.

Aquel hombre por el que había cruzado la calle unas horas antes, había hecho algo más que dedicarle una sonrisa a su compañera de fatigas y acompañarla en esa aventura tan atrevida; había logrado hacer que su corazón despertase, cuando creía que no lo lograría nada ni nadie. Le había devuelto la esperanza a Shu y eso merecía cualquier peligro que pudiesen correr. ¿Qué les depararía el destino? ¿Lograrían cumplir su cometido?


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SOBERBIA

¿Qué es la soberbia? Es un sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante y despreciativo hacia ellos; pero… si eres el mejor en algo, no lo tienes por qué ocultar; quien se sienta mal es su problema. ¿Verdad?

No esperes que nadie alabe tu trabajo, ni tu forma de ser, porque la envidia es muy mala; pero... centrémonos en la soberbia, porque dejaremos la envidia para otra ocasión.

Piensa en algo que se te dé muy bien hacer. ¿Lo tienes? Pues ahora cógelo, mímalo y disfrútalo. Seguramente haya mucha gente mejor que tú en dicha tarea: algún chef, una modelo, un piloto; pero da igual, eres bueno y lo sabes. Seguro que si tuvieses más tiempo para dedicarle, no habría quien te llegase a la suela de los zapatos.

Todo el mundo es bueno en algo, solo tiene que tener fe en sí mismo y luchar por conseguir sus objetivos. Y jamás te rindas, pues la cobardía no es compatible con la soberbia; por lo que toma nota y ponte las pilas, ya que el tiempo pasa volando.

Y ahora, sin más dilación, pasaré a relataros esta maravillosa, fantástica, impresionante y apasionante historia que, éste bombón que tenéis delante se ha imaginado, gracias a esta impresionante cabecita que la genética y mis queridos padres me han otorgado.


LA MUSA

Cuando Shu y Bill llegaron al muro que separaba el barrio de Gula y el de Soberbia, se dieron cuenta que los guardas no estaban; normal, era la hora de la cena.

    La noche será nuestra aliada —dijo Bill, mientras apilaba un montón de palés a modo de escalera.

    ¿Qué haces? —Preguntó Shu.

    Subiremos por aquí y saltaremos el muro.

    ¿Por qué no pasar por la puerta?

    Que los guardas de este lado no estén en su puesto, no quiere decir que los del otro lado tampoco.

    Tienes razón.

    Subiré yo primero y cuando me deshaga de los guardas, te abriré la puerta.

    Vale.

Y así hicieron, cuando pocos segundos después, la puerta se abrió, Shu quedó impresionada con la rapidez de su compañero.

    ¡Qué rápido! ¿Cómo te deshiciste de los guardias?

    No estaban, creo que se creen perfectos y piensan que nadie lograría atravesar su seguridad. La puerta tiene un montón de cerraduras, pero no contaron con el muro, pues no hay nada que lo proteja.

    Vamos, antes que regresen.

    ¿No estás cansada?

    La verdad es que sí, me duelen hasta las pestañas. ¿Crees que podremos encontrar un lugar donde descansar y pasar la noche?

    Eso espero, aunque espera a ver lo que hay al otro lado, es un poco… inquietante.

Cuando Shu atravesó aquella puerta, se dio cuenta de lo que decía su amigo. Todo el muro estaba repleto de carteles con fotografías de los habitantes del barrio, a cual más guapo. Pero eso no era todo, los edificios estaban pintados con retratos de sus dueños; algo bastante útil si no recuerdas la planta en la que vive aquel al que vas a visitar, solo con fijarte en la fachada de su edificio lo averiguarás.

Aquellos hombres, mujeres y niños, parecían sacados de un anuncio de televisión; ojos ultra expresivos, dientes blancos y perfectamente alineados, tez bronceada y cabellos brillantes y bien cuidados. Algunos eran atléticos, otros más corpulentos, pero todos recordaban a los dioses de otros tiempos. Pero no es oro todo lo que reluce, ¿verdad?

    ¿Dónde nos ocultaremos? —Preguntó Bill.

    No lo sé, pero debemos escoger ya, no encajamos demasiado en este lugar y seguro que al no ver nuestras caras en las paredes, sabrán que somos unos agregados.

    Deberíamos escoger al azar, como hicimos con la casa de Goloso, no salió tan mal después de todo.

    Sí, miremos las imágenes de los edificios y busquemos alguien que viva solo.

    Sí, será mejor eso que lidiar con un gran grupo.

    Mira, allí hay una mujer que vive sola.

    Probemos pues.

Mientras tanto, Bella estaba retocándose el maquillaje, tenía una cita en un par de horas con un apuesto joven de la zona. Tenía que darse prisa, pues a sus veintipocos años, si no encontraba una pareja afín a su código genético, se quedaría allí de por vida o acabaría en el desguace, que es el lugar al que van todos los soberbios que no encuentran una pareja y envejecen; no quería morir, aún no.

Os parecerá extraño, pero en el barrio de Soberbia, solo había dos opciones: encontrar una pareja y mudarse, con el permiso del consejo, al barrio de lujuria o acabar en el desguace. Si lograba entrar en lujuria, su vida duraría un poco más, hasta que dejase de ser fértil y no pudiese concebir, pero si la mandaban al desguace, la incinerarían viva para evitar que se estropease y quedasen restos que la identificasen. Dicho así, suena bastante duro, pero nadie dijo que vivir fuese fácil y en el barrio de Soberbia, mucho menos.

Un lugar en el que tan solo los más guapos pueden habitar, no pueden permitirse a nadie que los deje en mal lugar, porque… “si no eres perfecto, no puedes seguir existiendo”; ese era su lema.

    Venga, preciosa, esta es tu última oportunidad. Debes gustarle, no solo encajar con él. Espero que el resultado del análisis de ADN que nos hicieron, sea compatible, así podré conocerlo y hacer que se enamore locamente de mí, ese será mi pase hacia una vida mejor o al menos, más larga.

De repente, suena una alarma. ¡Por fin han llegado los resultados del test!

    ¡Sí! ¡Compatibles! Ahora me pondré mis mejores galas y saldré a engatusar a ese pringado. Tiene suerte que me interese por él, estoy muy cotizada, lástima que los anteriores test me hayan dado negativo en compatibilidad, porque ya podría llevar en el barrio de Lujuria al menos cuatro años.

Bella se fue directamente al armario y abrió aquellas puertas dobles que la separaban de su contenido. Aquel lugar era tan grande como la suit de uno de los mejores hoteles de París, tenía de todo: vestidos, trajes de chaqueta, vaqueros, camisas y camisetas, zapatos de tacón, manoletinas, botas, sandalias, sombreros, tocados, bolsos y joyas por todos lados; aquello era el paraíso para cualquier mujer que se precie.

    ¿Qué me pondré hoy? Creo que ese vestido rojo carmesí tan escotado, para lucir mis hermosos atributos. Cogeré estos zapatos a juego y un pequeño bolso donde guardar el teléfono y las llaves. En cuanto a joyas, creo que estos diamantes irán muy bien con el conjunto y me harán brillar más que de costumbre; aunque en realidad yo brillo con luz propia y no necesito nada para hacerme destacar por encima de las demás. Soy lo que se diría, perfecta, por eso ha tardado tanto el test en encontrar a un hombre que esté a mi altura.

De repente llaman a la puerta.  

    ¿Quién es? ¿Es el chófer? No estoy lista aún.

    Sí, el chófer.

    Enseguida voy.

Corriendo se puso el vestido, los zapatos, el colgante que colgaba por su escote, la pulsera a juego y metió el móvil y las llaves en el diminuto bolso de mano. Se ahuecó un poco el pelo y tras mirarse por última vez en el espejo, abrió la puerta y… ¡Sorpresa!

    ¡Usted no es el chófer! —Gritó, tras llevarse el susto de su vida, tras ver cómo dos extraños entraban a empujones a su casa y cerraban la puerta con ella dentro.

    ¡Discúlpenos! Necesitamos refugio por unas horas — dijo Shu, mientras la apartaba con delicadeza para poder pasar hasta el centro del salón.

    ¡Salgan de aquí, inmediatamente! Tengo una cita.

    Verá, nos persiguen, solo necesitamos descansar un poco y después nos marcharemos —añadió Bill.

    Vaya, es muy guapa —dijo Shu, observando los ojos azules de su anfitriona.

    ¿Sí? ¡Sí, claro, lo sé! Soy la más guapa y lista de por aquí.

    Se nota —añadió Bill.

    ¿Podéis decirme por qué estáis aquí al menos?

    Verás, venimos del barrio de Pereza. Un día decidí salir de casa y visitarle a él, por salir un poco de la rutina. Al parecer, eso no le gustó a los mandamases y mandaron a un airado para aniquilarnos. Hemos tenido que huir —relató Shu con cara de pena, por si eso ayudaba.

    ¿Un airado? ¿En serio? ¿Y sois de pereza? Vaya, curioso. ¿Qué pretendéis conseguir con todo esto?

    Queremos llegar hasta los del barrio de Avaricia, dar con los que mandan y plantarles cara. Queremos poder elegir donde vivir o con quién relacionarnos —dijo Bill con el ceño fruncido.

    ¡Pero eso es genial! Ya podíais haber empezado por ahí. Mirad, hagamos una cosa, yo tengo que ir a mi cita, si no consigo convencer a ese tipejo que salga conmigo, me mandarán al desguace —hizo una pausa, pero al ver la cara de incredulidad de sus dos “invitados”, continuó diciendo —. El desguace es un lugar lleno de cadáveres. Si no consigues pareja pronto y vas con ella hasta el barrio de Lujuria, donde se procrea, nos matan. ¿Ahora lo entendéis? O me convierto en una fábrica de bebés o acabo convertida en abono para plantas. Si me prometéis que intentaréis cambiar eso, yo os ayudaré.

    ¿Lo dices en serio? —Quiso saber Bill, extrañado.

    ¡Claro! Podéis quedaros el tiempo que queráis, pero no os asoméis a las ventanas, dejaré las persianas bajadas por si acaso. Yo iré a mi cita y si consigo que ese tío se prende de mí, nos harán pasar mañana al barrio de Lujuria. Nos darán unos pases y vosotros podéis falsificar unos y colaros con nosotros.

    ¿Falsificarlos? No será nada fácil —se lamentó Shu.

    Eso lo hago en un momento con mi ordenador. No soy solo una cara bonita y un cuerpo de escándalo, tengo un cerebro privilegiado. ¡Dejádmelo a mí! Eso sí, deseadme suerte, porque todo depende de la cita de esta noche. Si tenéis hambre, podéis saquear la nevera.

    Muchas gracias, de verdad —dijo Shu, mientras le cogía las manos y se las apretaba.

    De nada, gracias a vosotros por intentar cambiar todo esto, yo sola jamás lo hubiese logrado. Y ahora me voy, que ya vienen a buscarme —dijo al escuchar dos golpes en la puerta.

Cuando se marchó a su cita, dejando a esos dos extraños en su casa, lo hizo con una sonrisa. Por fin alguien daba un golpe en la mesa y quizás, si salía bien, ella no tuviese por qué vender su cuerpo y su alma, a cambio de unos años más de vida.

    Vaya, sí que es guapa —dijo Shu, al ver todos los retratos de aquella mujer esparcidos por toda la casa.

    Lo es, pero yo solo tengo ojos para una mujer y esa eres tú.

    Bill, en serio. Mira qué ojos, qué pómulos, y qué cuerpo tiene; no puedo competir con ella.

    No tienes por qué hacerlo, para mí eres perfecta —le respondió y mientras lo hacía, se acercó a ella, rodeó su cintura con los brazos y le dio un dulce beso en los labios.

    Guau, no sabía que los besos sentasen tan bien — dijo la joven, bastante acalorada.

    Yo tampoco, pero si te ha gustado, no te preocupes porque tengo muchos más guardados para ti.

Y mientras Bella llegaba a su cita en un restaurante de lujo, Shu y Bill comenzaron a intimar mucho más a fondo, ya me entendéis.

    Bienvenida, Bella, número 4759. Su mesa y acompañante le esperan. ¡Sígame, por favor! —Dijo un robot con forma humanoide, el cual le dio la bienvenida al restaurante.

Aquel lugar estaba totalmente automatizado, la comida se preparaba en el barrio de la Gula y era repartida mediante drones al resto de barrios, por lo que aquel lugar no iba a ser menos.

    Vaya, eres preciosa. Mucho más que en tu foto de perfil —dijo un apuesto joven de ojos verdes y pelo castaño, trajeado y del que desprendía un intenso aroma a canela que a Bella la volvía loca.

    ¿Eres Apolo? Soy Bella, encantada de conocerte.

    El gusto es mío. Me alegra que el test genético nos haya emparejado, pensaba que ya no encontraría ninguna mujer a estas alturas.

    Pensaba que era la única con ese temor.

    No me extraña que hayas tardado tanto en encontrar pareja compatible, eres perfecta.

    Tú también, sino no estarías sentado frente a mí.

    Cierto. ¿Pedimos?

    Claro. ¿Qué pediste para esta noche?

    Rape a la lima con finas hierbas. ¿Y tú?

    También. No me lo puedo creer.

    ¿En serio? Vaya, pensamos igual.

    Esto me lleva a hacerte una pregunta. ¿Estás contento con tu vida?

    ¿Quieres que sea sincero? —Y tras ver que Bella asentí, prosiguió—. No. Me gustaría poder elegir, no ser una marioneta del sistema. ¿Y tú?

    Pensamos igual y por ello te confesaré una cosa, porque necesito que me ayudes.

    Cuenta conmigo. ¿De qué se trata?

Dos horas después, Bella y Apolo entraron por la puerta de la casa de la joven y se encontraron a Shu y Bill durmiendo en el sofá, desnudos y tapados con una manta.

    Lo siento mucho —se disculpó Shu al despertarse y darse cuenta de la escena.

    No te disculpes, no seas tonta. Ya me gustaría a mí, eso sí, me tendrás que contar los detalles más tarde. Y disculpad la intromisión, os presento a Apolo, él nos ayudará, es mi cita de esta noche.

    ¿Qué tal fue todo? —Preguntó Bill.

    De maravilla —respondió Apolo, mientras cogía de la mano a Bella y le susurraba al oído —. Muy pronto tú y yo, disfrutaremos tanto como esos dos, mi amor.

    Ha ido genial, no podían haberme emparejado con alguien mejor, estoy muy contenta; pero, tenemos mucho que hacer. Al salir del restaurante nos dieron nuestros pases para el barrio de Lujuria, salimos mañana temprano y antes tenemos que falsificar vuestros pases, manos a la obra —añadió Bella, con una sonrisa de oreja a oreja.

    ¿Me encargo de las fotografías y tú de la falsificación o al revés, cielo? —Quiso saber Apolo.

    Te dejaré a ti el ordenador y yo me ocuparé de las fotos, antes debemos arreglar a estos dos para que den el pego. ¿Qué talla usas de traje? ¿Crees que se lo podrías prestar un momento a Bill para la foto?

    Haré algo mejor, iré a mi casa a por uno nuevo, mientras se dan un baño. ¿Te parece bien?

    Perfecto, toma una copia de la llave —le dijo, antes de darle un beso y que se pusiera en camino.

    ¿Te fías de él? —Preguntó Shu cuando Apolo se marchó.

    Sí, he hablado con él y está tan ilusionado con este plan como yo. De hecho, lo de falsificar los documentos lo sugirió él, yo no le dije nada de nuestro plan. Parece que estamos conectados mentalmente, es sencillamente perfecto.

    Me alegra mucho haberos conocido —confesó Bill y rodeó a Shu con uno de sus brazos por la cintura.

Poco después regresó Apolo y se pusieron manos a la obra, dejaron como nuevos a sus invitados, hasta el punto que nadie diría que eran unos agregados, y tras las fotos y la falsificación de documentos, los cuatro se fueron a dormir; pues al día siguiente, les esperaba un largo día por vivir.  


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LUJURIA

¿Qué es la lujuria? Es un deseo sexual apasionado, desordenado e incontrolado que todos, o casi todos, hemos sentido alguna vez en nuestra vida. ¿Tú no? Pues no sabes lo que te pierdes.

La diferencia entre amor y lujuria, es que el amor es más… dulce, busca la unión con la otra persona en todos los sentidos; mientras que, la lujuria, tan solo busca la unión carnal de dos cuerpos. Sexo puro y duro, sin más.

¿Y por qué la lujuria es un pecado capital? Os preguntaréis. ¿Acaso no habéis oído hablar de los crímenes pasionales? La pasión es un arma de doble filo que en malas manos, o mejor dicho, mal gestionada, puede llevar a todo aquel que la padezca a cometer actos deplorables: acoso, violación, secuestro… Un claro ejemplo, lo tenéis en mi saga de libros “Sombras”, que podéis encontrar en Amazon. En ellos podréis ver, hasta qué punto es capaz de llegar una persona, cuando se obsesiona con otra.

¿Cómo podemos reconocer ese sentimiento lujurioso que se apodera de nosotros en ciertos momentos de la vida y que nos lleva a perder el control? En realidad es bastante sencillo: en primer lugar sientes que el corazón se te va a salir del pecho, tu respiración se vuelve más profunda, un escalofrío te recorre todo el cuerpo y tu temperatura se eleva varios grados de golpe. Algunos podrían confundirlo con una subida de fiebre, culpa de un resfriado, pero si el objeto de esos acaloramientos se debe a un espécimen al que le harías un favor detrás de otro, entonces… ¡Felicidades, no estás griposo, sino cachondo perdido!

Y ahora sin más dilación, pasaremos a relatar el cuento que nos compete en esta ocasión.


SexCity

Cuando Shu, Bill, Bella y Apolo llegaron a las puertas del muro que separaba el barrio de Soberbia con el de Lujuria, se quedaron impresionados con el despliegue de medios que los del consejo habían organizado.

Sabían que los dos fugitivos intentarían pasar por el control y no habían escatimado en gastos para darles caza. Al menos había siete airados patrullando por el muro con un reloj de pulsera, del cual salía un holograma con la cara de los dos desertores, e iban armados hasta los dientes. Estaban perdidos.

    No vamos a lograrlo dijo Shu, convencida de sus palabras.

    No seas negativa que lo chafas. Seguro que todo saldrá bien, lo hemos estudiado a la perfección. ¡Ceñíos al plan! Respondió Bella, mientras cogía la mano de Apolo y encabezaba la expedición.

Al llegar su turno, Bella y Apolo se acercaron a uno de los guardias y le entregaron su pase. Todo estaba en orden, por lo que pasaron y se quedaron esperando a sus amigos a cierta distancia, antes de subir al autobús que les llevaría a su nueva morada.

    ¿Por qué no me suenan vuestras caras?

    Quizás sea porque no nos ha visto nunca en esas paredes dibujados. A ninguno de los dos nos gustaba la idea de vernos todo el tiempo en la fachada de nuestra casa y quizás, por ese motivo, nos emparejaron juntos en el test añadió Bill, mientras cogía la mano de Shu.

    Sí, yo soy la compañera de piso de Bella, pero no podía competir con su belleza, así que no dejé que me pintasen en la pared del edificio en el que vivíamos añadió Shu, señalando a su amiga que estaba esperando al otro lado.

    A mí me pasaba igual, yo compartía piso con Apolo.

    Es una suerte que nos emparejasen a los cuatro juntos, así podremos seguir estando unidos en el barrio de Lujuria dijo Bella, aproximándose al guarda y poniendo su mejor sonrisa para desarmarlo.

    Parece que los papeles son correctos, por lo que pueden pasar añadió el guarda, y tras devolverles la documentación, llamó a la siguiente pareja.

    Muy bien, ahora avanzad sin prisa, pero sin pausa. No miréis atrás, un airado se aproxima al guardia que acabamos de pasar comentó Bella, como si estuviese hablando del buen tiempo que hacía aquel día.

El airado le mostró el holograma al guardia y éste, tras un par de segundos que a Shu le parecieron horas, negó con la cabeza y el airado se marchó. ¿En serio no les habían reconocido? ¿Cómo?

Tras subir al autobús y sentarse junto a la ventanilla, la joven echó un vistazo a su reflejo en el cristal y, por primera vez en mucho tiempo, fue consciente de cuánto había cambiado desde hacía unos días; ni si quiera ella se reconocía en aquel momento. Habían tenido tan poco tiempo de prepararlo todo, que no había podido asimilarlo. Ahora se encontraba junto al amor de su vida, en un viejo autobús lleno de parejas irritantemente felices y rumbo a un destino incierto, cuyo temor la consumía por dentro. ¿En realidad había sido buena idea salir de su zona de confort? Muy pronto lo descubriría, quisiera o no.

Aquellas calles vacías, por las que no transitaban ni las ratas, estaban llenas de carteles publicitarios: lencería, juegos para adultos, incluso algún que otro test de embarazo. Qué diferente era todo aquello al barrio de la Gula, donde cientos de pasteles adornaban los escaparates de hermosos colores.

    ¿Dónde está todo el mundo? Preguntó Shu y el droide que conducía el autobús, respondió.

    Las personas se encuentran confinadas en sus casas, realizando la tarea que se les ha sido asignada.

    ¿Acaso no se les permite salir de casa? Quiso saber Bella.

    Salir del domicilio supone una violación del código cívico y está penado con la reclusión en el centro del placer.

    ¿Y eso es malo? preguntó Bill.

    Formule nuevamente la pregunta.

    ¿Qué sucede cuando ya no pueden cumplir los requisitos impuestos? Pregunta Apolo con cierto temor.

    Cuando los sujetos dejan de procrear son desechados y enviados al desguace, donde se les despoja de las piezas que puedan servir para la reparación de los sujetos activos, antes de ser incinerados junto a los desechos del barrio de Soberbia.

    ¿Estás de broma? Bill no daba crédito a lo que estaba escuchando.

    La broma no entra dentro de mi configuración. ¿Alguna pregunta más que pueda resolver antes de llegar a su destino?

    No, gracias sentenció Shu, pues ya había escuchado suficiente sobre aquel lugar, no necesitaba continuar con aquella conversación.

¿Qué clase de lugar era ese? Shu comenzaba a echar de menos la tranquilidad de su hogar en el barrio de Pereza, donde nunca pasaba nada interesante pero al menos, podía vivir libremente dentro de aquellas cuatro paredes. Fuera de aquellos muros que los resguardaban, el mundo se había convertido en un lugar tan turbio y oscuro, que la muerte no parecía tan mala, después de todo. Debían llevar a cabo aquella misión por el bien de todos los habitantes de Moenia, la ciudad de las murallas y acabar por fin con la tiranía que gobernaba.

Cuando el autobús se detuvo ante un edificio de ladrillo rojo y barrotes en las ventanas, Bella y Shu se miraron aterrorizadas. ¿Dónde demonios estaban?

Les hicieron bajarse a todos del transporte y colocarse en fila junto a él. Un droide con forma humanoide, se acercó a Shu y escaneó su cara con el reconocimiento facial.

    Identifíquese, usted no aparece en mi base de datos.

    Tenga, este es mi pase respondió, mostrando la identificación que Bill le pasó.

    No encuentro su test de compatibilidad en el sistema.

    Debe estar ahí, busque bien se quejó Bella.

    ¿Y usted quién es? ¡Identifíquese!

    Me llamo Bella, soy su compañera de piso y nos dieron a las dos el pase para venir aquí ayer mismo.

Entonces, Apolo, colocó sin que nadie se percatase de ello, un diminuto dispositivo de radiofrecuencia que provocaba interferencias en un costado del droide, y éste, comenzó a parpadear y dar vueltas sin control.

    Creo que tengo dificultades técnicas, por favor, entren en el edificio y sigan las indicaciones de los droides centinelas. Debo volver a mi base para una actualización.   

Cuando el droide averiado se marchó, todas las parejas entraron en el edificio que tenían delante. Varias señales luminosas les indicaban el camino a seguir y cuando llegó el momento en que las dos parejas debían separarse, Bella intentó hablar con uno de los droides que había en el pasillo para quejarse, pero fue en vano, les asignaron estancias separadas y no pudieron hacer nada.

    ¿Cómo huirán ahora Shu y Bill? Quiso saber Bella, mientras se sentaba en el sofá de su nuevo hogar junto a Apolo.

    Les ayudaremos.

    ¿Cómo?

    Somos expertos en tecnología, podremos reventar estas cerraduras sin problemas respondió el joven, mientras observaba la puerta blindada que se había cerrado herméticamente tras su llegada.

    ¿Y después qué? ¿Iremos con ellos? ¿Nos quedaremos aquí?

    Te quiero, y me gustaría pasar el resto de mi vida contigo, pero quiero formar una familia y ver crecer a nuestros hijos; aunque eso en este lugar, no sucederá jamás.

    Lo sé, yo quiero lo mismo. Si tenemos que luchar por lo que queremos, me alegra que lo hagamos juntos.

    ¿Sabes? Esta noche, cuando los centinelas se marchen, saldremos de aquí y liberaremos a nuestros amigos. Continuaremos el viaje juntos, hasta dar con el consejo y hacerles entrar en razón.

    ¿Y qué haremos hasta esta noche? Preguntó Bella y después se sonrojó, al escuchar los jadeos tan escandalosos que provenían del piso de al lado.

Entonces Apolo acarició su mejilla con el dorso de la mano y ella sonrió. Él se aproximó a sus labios, lentamente, y sin perderlos de vista ni un momento, los acarició suavemente con el pulgar de su mano. Eran tan suaves y carnosos, como él los había imaginado. Su mano comenzó a bajar lentamente por el cuello de la joven, mientras ella se estremecía. Al llegar a la altura de sus pechos, él los acarició con delicadeza a través del vestido de seda que llevaba y que a penas dejaba nada a la imaginación.

Bella no pudo resistirse más, cogió la cara de Apolo entre sus manos y le plantó un beso en los labios. Al principio fue un simple pico, nada del otro mundo, por lo que aquel beso no apaciguó el fuego que llevaba dentro, sino todo lo contrario. Bella agarró a Apolo por el cuello de su camisa y le empujó hacia atrás en el sofá, se sentó sobre él a horcajadas y le arrancó los botones de la camisa de una tajada. Comenzó a recorrer sus definidos pectorales con las manos mientras le besaba y mordía el labio inferior, y eso a él le hizo perder el control.

Deslizó sus manos por la espalda de Bella hasta bajar a sus posaderas, donde se deleitó con sus curvas mientras ella le besaba en el cuello y clavaba las uñas en su pecho. Poco después, la joven levantó los brazos y él deslizó su vestido por encima de la cabeza de la joven, hasta despojarla completamente de su vestimenta, por fin podía verla en todo su esplendor y bien que se deleitó.  

Recorrió con la mirada cada centímetro de su piel, memorizando cada curva, cada lunar, cada recoveco en el que más tarde posaría sus labios, mientras la agarraba del pelo y se colaba dentro.

Llevaban tanto tiempo soñando con aquel momento, que olvidaron el lugar en el que se encontraban presos, el miedo a ser condenados a muerte, incluso a sus amigos, que intentaban escapar de aquella jaula sin éxito.

Tan solo estaban ellos, lo demás pasó a un segundo plano; incluso dejaron de escuchar los jadeos de sus vecinos, pues el tiempo se detuvo en aquel cuarto.

Su piel era tan suave como la seda, sus labios carnosos con sabor a cereza y aquel perfume con olor a orquídeas, hacían que Apolo perdiese la cabeza.

Aquellos brazos fuertes y el roce de sus frías manos sobre sus pechos, hacían que Bella se estremeciese hasta el punto de morderse el labio, y soñar con tenerle dentro.

Sudorosos, moviéndose al mismo son y en perfecta sintonía, perdieron la noción del tiempo y el espacio, entre aquellas cuatro paredes que les resultaban desconocidas. No necesitaban que nadie les explicase lo que tenían que hacer, pese a ser su primera vez, pues fue algo innato, como si hubiesen estado siempre predestinados.

Sus curvas encajaban a la perfección, como dos obras de arte salidas del mismo bloque de mármol. Y tras varias horas repletas de besos y caricias, de posturas extrañas y un par de caídas, de pasar del salón a la habitación y terminar con el suelo del baño encharcado por culpa de las embestidas, terminaron recostados el uno junto al otro en aquella cama de gran tamaño, con las sábanas empapadas y las pilas desgastadas.

    Ha sido el mejor día de toda mi vida dijo Apolo, rompiendo el silencio del momento.

    Opino igual, ahora me muero de hambre.

    ¿Qué te apetece comer? Te lo traeré de la cocina.

    Me apetece algo de chocolate.

    Buena elección, enseguida vuelvo.

Entonces Apolo intenta abrir el refrigerador sin mucho éxito y tras varios intentos fallidos, le ordena al robot de cocina que abra la puerta, pues parece estar bloqueada.

    Lo lamento, pero su hora del almuerzo ha pasado. Debe volver al trabajo hasta la hora de la cena repite la máquina de forma automática un par de veces y a continuación, se desconecta.

    ¿Cómo? ¿Qué trabajo?

    Procreación, debe continuar con su tarea hasta la hora de la cena. Su horario laboral es de diez de la mañana a tres de la tarde y de cuatro de la tarde a ocho de la noche y vuelve a desconectarse.

De repente Apolo se dio cuenta que aquello, no era tan bonito como parecía en un primer momento. Observó la puerta blindada, los barrotes en las ventanas y vio un piloto rojo encendido sobre la puerta de entrada. ¿Eso era una cámara? ¿Habían estado observándolos todo el tiempo?

Por fin lo comprendió, tan solo era una marioneta, un entretenimiento para los del consejo, incluso un medio para un fin mayor: la conservación de la especie y de aquel sistema tan opresivo, que los mantenía a todos cautivos.

Pero… ¿qué pasaba con sus sueños? ¿Acaso no tenían cabida en el mundo moderno? ¿Por qué tenían que comerciar con algo tan puro como el amor? ¿Con qué derecho?

    ¡Vístete, tenemos unos amigos a los que rescatar y un mundo que salvar! Dijo Apolo al regresar a la habitación junto a Bella, pues la guerra solo acaba de empezar y les quedan muchas batallas que librar.


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VENGANZA

“La venganza es un plato que se sirve frío”, este proverbio proviene de una novela del siglo XVIII titulada "Las amistades peligrosas", escrita por el oficial francés y general del ejército, Pierre Choderlos de Laclos y es un dicho que, seguramente, habréis escuchado en más de una ocasión. Pero… ¿qué es la venganza? Consiste en el desquite contra una persona o grupo de personas, en respuesta a una mala acción percibida; persigue un objetivo injurioso antes que reparador.

Existe una película llamada así, "Venganza", en la que Liam Neeson reparte golpes y balas a diestro y siniestro, contra los incautos que secuestraron a su hija, interpretada por Maggie Grace en el film. Creo recordar que hay varias secuelas y todo se debe a que, los malos de la película no aprendieron la lección: no hay que meterse con la hija de ese actor.

Pero volviendo al pecado que nos acontece, en primer lugar, debemos diferenciar la venganza del rencor. El rencor aparece tras haber sufrido un daño moral y, al sentirnos ofendidos, ese sentimiento nos impulsa a obtener una compensación, mayoritariamente, a través de la venganza. Buscamos que aquella persona o grupo de personas que nos lastimaron, sufran un castigo igual o peor al que nos infligieron a nosotros.

Las personas vengativas suelen carecer de empatía, también son incapaces de detectar cuándo sienten ira y están a punto de explotar, creen que poseen la verdad absoluta. Además, tienen un pensamiento dicotómico (o todo está bien o todo está mal, no hay términos medios), tampoco perdonan, no olvidan y no aprenden de los errores del pasado. Son orgullosos, inseguros y viven constantemente en un drama, pues no son capaces de gestionar adecuadamente sus emociones.

En psicología se ha comprobado que las personas con una puntuación alta en el rasgo de personalidad vinculado al sadismo, son más propensas a cometer actos vengativos.

¿Cómo no sucumbir a esas ansias de venganza que, en ocasiones, se apoderan de nosotros? En ese caso tienes dos opciones: procurar encontrar una distracción o sucumbir a una venganza más productiva, como puede ser, mejorar en todo lo que hagas para que tus oponentes ardan de la envidia.

Y ahora sin más dilación, comencemos con el relato en cuestión.

 

TODA ACCIÓN CONLLEVA UNA REACCIÓN

Apolo forzaba la cerradura, mientras Bella recogía algunas de sus pertenencias y las guardaba en una mochila, junto a las pocas provisiones que pudo encontrar en las alacenas; pero tenían poco tiempo antes que las alarmas saltasen y aún les quedaba rescatar a sus amigos y lidiar con los guardias.

    ¡Ya está! ¡Vámonos! Dijo Apolo, tras abrir la puerta y comprobar que no había ningún robot cerca.

    ¡Date prisa! Pidió Bella, que montaba guardia nerviosa por el pasillo, mientras vigilaba la cerradura que se le resistía a su querido Apolo.

De repente la puerta se abrió y Bill casi le estampa una silla en la cabeza a Apolo, pues lo había confundido con un centinela; por suerte Shu había detenido a tiempo a su pareja.  

    ¡Chicos, me alegro de veros! Dijo Shu, emocionada, mientras que abrazaba a su amiga,      Bella.

    Ya veo lo que os alegráis, casi me abrís la cabeza se quejó Apolo.

    Lo siento, tío, pero creí que eras uno de esos robots psicópatas se disculpó Bill, mientras dejaba la silla a un lado y tendía la mano hacia su amigo en señal de disculpa—. Será mejor que dejemos todo esto para luego, no tardarán mucho en darse cuenta que nos hemos escapado añadió el joven perezoso.

Los cuatro salieron a correr por el pasillo, bajaron las escaleras y llegaron hasta la calle. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Y los robots? Estaba todo desierto y ni si quiera encontraron a los típicos guardias en el muro con los que se habían topado las otras veces. ¿Acaso nadie quería cruzar al otro lado? ¿Tan malo era el barrio de Venganza?

Al mirar hacia arriba vieron un alambre de espinos en lo alto del muro, por lo que decidieron probar suerte con una de las puertas y, cuando llegaron a la más cercana a su ubicación, descubrieron que no había ningún tipo de cerradura en ella. ¿Cómo la abrirían?

    Creo que viene alguien dijo Shu, y entonces los cuatro se escondieron tras los cubos de basura.

Un centinela se acercaba portando el cuerpo sin vida de una mujer. ¿Por qué la llevaba hasta Venganza? Al acercarse a la puerta, esta se abrió automáticamente y cuando el robot pasó por ella, inmediatamente se cerró. Quizás tuviese un sensor de proximidad en alguna parte de su armazón.

    En cuanto llegue otro centinela nos lanzaremos sobre él. ¿Podrás desconectarlo? Le preguntó Bella a su novio.

    Claro, cambiaré sus órdenes y nos permitirá entrar. Creo que será bueno que nos acompañe, por si al otro lado hay otra cerradura igual respondió Apolo.

    ¡Ahí viene otro! Dijo Bill, alzando la voz y recibiendo una colleja de Shu por su falta de sigilo.

    ¡Calla, que nos van a oír!

El centinela, esta vez, portaba el cadáver de un hombre envuelto en plástico y cuando los cuatro se abalanzaron sobre él, intentó pedir auxilio por radio, pero Apolo fue más rápido y accionó el interruptor de apagado. Arrastraron tanto al robot como al cadáver tras los cubos de basura y allí, Bella y Apolo, obraron su magia. Pocos minutos después de unos ajustes, estuvieron listos para atravesar aquellas puertas y adentrarse a toda prisa en lo desconocido.

    ¿Qué pensáis que nos encontraremos al otro lado? Preguntó Bella.

    Nada bueno. Según creo recordar, tuve un caso cuando estaba en Pereza de un hombre que fue enviado al barrio de Venganza. Aquello es como una cárcel de máxima seguridad, porque envían a todos los airados que pierden el control a ese lugar; no será nada fácil de atravesar respondió Shu.

    Cierto, creo que ahí está el desguace del que hablabais vosotros. Recuerdo que una vez, en uno de los juicios, alguien se dejó el micro abierto y los escuché decir algo de unos cadáveres, pero no he caído hasta este momento añadió Bill, bastante afectado.

    ¿El desguace? ¿Airados? ¿Una cárcel? Creo que esto nos viene demasiado grande se lamentó Apolo . ¿Por qué no cruzasteis por el otro lado de Pereza? Hubieseis llegado al barrio de Avaricia sin tener que atravesar todo Moenia.  

    El otro muro era infranqueable y el que daba al barrio de la Gula, parecía mucho más sencillo de superar. Te recuerdo que venimos de Pereza, los atajos eran lo nuestro se disculpó Bill.

    Ahora ya es tarde para volver atrás, lo pasado, pasado está. Tenemos que seguir con la misión, llegar hasta Avaricia y enfrentarnos a esos desalmados sin acabar descuartizadosañadió Bella, convencida de sus palabras.

    ¿Pero tenéis una idea del lugar al que nos dirigimos? ¿Cómo entraremos en Avaricia si es tan complicado hacerlo? ¿Nos quedaremos en Venganza atrapados? quiso saber Apolo, algo nervioso. 

    ¿Has visto la vida que nos espera aquí? ¿De verdad crees que si nos quedamos podremos ser felices? Al menos si morimos, que sea luchando por hacer de Moenia un lugar mejor Bella tenía miedo, pero no pensaba tirar la toalla.

    Lo sé, cariño, pero… ¿de verdad crees que saldremos de allí con vida?

    No lo sé, pero debemos intentarlo.

    Iré donde tú estés, pase lo que pase, siempre juntos.

    Te quiero.

    Y yo a ti.

    Chicos, siento interrumpiros, pero debemos irnos intervino Shu.

Los cuatro salieron de su escondite y se llevaron consigo al droide, ese robot era su llave maestra y, aunque resultase un poco molesto cargar con él todo el camino, debían continuar así hasta llegar a su destino.  

Al acercar el robot a la puerta, esta se abrió de golpe. No había nadie al otro lado, por lo que los cuatro pasaron y se escondieron tras un furgón calcinado, para evitar ser vistos por un grupo de hombres que estaban armando escándalo en una calle cercana.

En aquel barrio regía la ley marcial. Los cadáveres que los droides les suministraban, servían para aplacar su sed de venganza: los mutilaban, quemaban, los tiraban desde las azoteas y desmembraban. También quemaban coches, cubos de basura y rompían todos los cristales con los que se cruzaban, por ello no había guardias, solo droides a los que apenas respetaban; pero solo porque eran los que les suministraban los víveres y los cuerpos con los que, más tarde, se desquitaban. ¿Cómo iban a sobrevivir en aquel lugar? ¿De verdad tenían que atravesarlo?

Cuando uno de los habitantes de Moenia perdía la cabeza, acababa allí. Si un airado se revelaba a su amo, terminaba convirtiéndose en un habitante más de Venganza. Si un lujurioso se negaba a seguir con su trabajo de procreación, los droides lo eliminaban y su cadáver terminaba sirviendo como cena para las ratas. Aquél lugar era el estercolero oficial de Moenia, aunque en el barrio de Avaricia estaba la peor calaña de todas, el consejo.

Los cuatro permanecieron agachados y se movieron despacio, procurando no ser vistos por todos aquellos airados con los que se cruzaban a su paso. Tras los coches o debajo de ellos, en edificios abandonados o incluso en el basurero, tuvieron suerte de no ser vistos en los primeros metros, pero tenían aún por delante un gran trecho.

En el barrio de Venganza, los edificios estaban medio derrumbados, apenas quedaba un cristal en su ventana (pues la mayoría adornaba el suelo por el que los cuatro pisaban). Todo estaba lleno de pintadas, hogueras encendidas y cuerpos desmembrados colgando de los cables del teléfono; menudos salvajes estaban hechos.

De repente Bill, que encabezaba la expedición, hizo una señal para que se detuviese la comitiva. Había un grupo de maníacos rompiendo las ventanillas de los coches con un bate de béisbol, justo en mitad del camino por el que tenían que pasar. Si los descubrían, se desquitarían con ellos, por lo que tendrían que esperar a el tiempo que fuese necesario, para que los airados desaparecieran; pero… ¿y si otro grupo aparecía por detrás? Tenían que resguardarse en algún lugar.

    Entremos allí dijo Bill, señalando hacia una alcantarilla que había unos metros más atrás.

    Podremos atravesar el barrio sin ser vistos, buena idea añadió Apolo.

    Eso es asqueroso se quejó Bella, su cara de asco era para enmarcarla.

    ¿Prefieres que nos maten? Le preguntó Shu, mientras la cogía de la mano y tiraba de ella hasta la alcantarilla . Aprovechemos a abrir la tapa cuando golpeen algo, pues hará mucho ruido y así lo camuflaremos.

    Buena idea, eso enmascarará el ruido añadió Bill y acto seguido le dio un beso a Shu por ser tan ingeniosa.

Y así hicieron, aprovecharon los momentos en los que los bates de béisbol golpeaban los coches, para arrastrar la alcantarilla y colarse dentro. Lograron cerrarla sin que los de aquel grupo de psicópatas se diesen cuenta de su presencia, o eso creyeron ellos.

Continuaron por las cloacas hasta llegar a las puertas de Avaricia, tras pasarse más de una hora andando entre el fango y los desechos humanos. ¡Qué mal olía aquel lugar! Incluso en más de una ocasión tuvieron que vomitar.

Os preguntaréis cómo sabían que estaban en el lugar correcto para ascender y regresar a la calle, pues… quizás fuese porque la escalerilla para salir de allí estaba hecha de oro y diamantes. ¿Eso era necesario? Menudo despliegue de medios más raro. Pues no, pero ya sabemos que la avaricia y la ostentación van de la mano. ¿Acaso alguien bajaría a las alcantarillas vestido de Armani o con un traje de Channel? Cómo se nota que a los ricos les sobra el dinero, pues ya no saben ni lo que hacer con él.

    Subiré yo primero y si está despejado os haré una señal dijo Bill.

    Está bien, yo iré detrás, me muero del asco y no puedo aguantar un minuto más aquí abajo añadió Bella, quitándose una telaraña del pelo.

    Yo me quedaré el último, empiezo a acostumbrarme a esto bromeó Apolo . Podríamos montarnos la residencia de verano aquí, mi vida.

    ¡No digas eso ni en broma! Respondió Bella y todos se echaron a reír.

Bill subió primero con cuidado, porque el oro de las escaleras era bastante resbaladizo y tras empujar la tapa de la alcantarilla y ver que no había nadie en la zona, retiró aquel pesado objeto metálico y salió para echar un vistazo. No había centinelas, ni nadie en los alrededores, pero el muro que daba al barrio de Avaricia era tan alto y resbaladizo, que ni el mismísimo Adam Ondra escalador profesional podría haberlo escalado sin gran dificultad.

Mientras Bill regresaba y ayudaba a subir a Bella, Apolo escuchó unas voces que provenían de uno de los túneles por los que, momentos antes. habían atravesado.

    Creo que viene alguien. ¡Escondámonos! Le dijo a Shu y los dos se metieron en una galería cercana, para evitar ser vistos.  

    ¿Y esto qué es? Menuda escalera, quedaría de lujo en nuestra guarida dijo uno de los cuatro hombres que los seguían.

    ¿Veis? Os lo dije, aquí hay alguien, han abierto la tapa. Deben haber escapado por ahí dijo otro, señalando a la salida que daba a la calle.

    Cierto, vosotros dos subid por la escalera y comprobad si hay alguien al otro lado, nosotros nos quedaremos aquí para asegurarnos que no hay rezagados.

    ¿Quién te ha puesto a ti al mando?

    ¡Yo! ¿Algún problema?

    ¡Sí! Llevo más tiempo en este lugar que tú, chaval.

    ¿Chaval? Un poco de respeto, payaso y esos dos se pusieron a pelear, mientras el tercero intentaba separarlos y el cuarto subía por la escalera relatando, harto de soportar siempre la misma cantinela de aquellos maníacos.

    Estaos quietos, será mejor que subas tú y yo me quede aquí con él.

    Está bien, paso de verle más la cara a este idiota se quejó el primero —. Y además, aquí huele a mierda.

    Deberías estar acostumbrado a ese olor, puerco respondió el segundo.

    ¡Te voy a…!

    Vale ya, sube, que no tenemos todo el día.

    ¿Acaso tienes algo mejor que hacer? respondió el primero y subió por la escalera a regañadientes.

De repente, cuando aquellos dos hombres salieron a la calle, Apolo aprovechó para decirle al oído a Shu que deberían esperar un poco, aunque estaba preocupado por Bella y su amigo; pero la joven no se lo pensó demasiado y antes que que el soberbio acabase la frase que estaba diciendo, ella se abalanzó sobre uno de los hombres tirándolo al suelo.

Apolo salió y se lanzó sobre el otro hombre que quedaba abajo, antes que Shu tuviese que lidiar sola con los dos airados. La joven se puso como loca, noqueando a su víctima en menos que canta un gallo. ¿Desde cuándo tenía tanta energía acumulada? Algo estaba cambiando en su interior y aquello le gustaba, incluso más de lo que se imaginaba.

Apolo tardó un poco más en vencer a su contrincante, pues era más corpulento que el de la joven y ésta tuvo que ayudarle; pero pasados un par de minutos, todo acabó y el equipo visitante ganó. Locales - 0 Visitantes 2. ¿Qué había pasado con Bill y Bella? ¿Estarían bien? ¿Habrían caído en manos de los airados?


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AVARICIA

<<La avaricia rompe el saco>>, seguramente habréis escuchado decir esa frase un millón de veces, como mínimo; pero… ¿es cierto?

Para empezar diremos que, la avaricia es el afán de poseer algo y no compartirlo con nadie. Cuanto más tienes, más quieres; aunque a ver luego dónde lo metes.

Atesorar momentos está bien, pero los objetos se terminan estropeando con el tiempo, se acumulan en exceso y en ocasiones, nos causan demasiado apego. ¿Alguna vez has tenido algo que te gustase mucho, y por miedo a romperlo, no lo has usado nunca? ¿Te dolió deshacerte de ello? ¿Dónde estará ahora? Quizás se rompió, lo olvidaste en un cajón o te quedó pequeño y tuviste que deshacerte de ello. ¿Quién sabe? El caso es que a veces tenemos tanto miedo de arriesgarnos, que dejamos de vivir por temor a salir lastimados.

Pero volviendo al tema de la “avaricia”, debo decir que no sirve de nada ser la persona más rica del mundo, si has de vivir en una fortaleza por miedo a perder tus riquezas. ¿Piensas que no? Déjame ponerte un ejemplo.

Acumular cosas por el mero hecho de poseerlas y que nadie más pueda tenerlas, es como tener una enorme biblioteca llena de libros, que solo tú puedes leer. A ver, que está bien, no lo voy a negar. Todo amante de los libros, sueña con tener una biblioteca como la que Bestia le regala a Bella. Pero… ¿de qué sirve tener tantos libros si no puedes compartirlos?

Lo bonito es poder comentar esas hermosas historias con tus amigos y que te recomienden otras que no te has leído, pues siempre hay alguna joya escondida que pase desapercibida. ¿Para qué te crees que están los clubs de lectura?

Pero bueno, sin más dilación, pasemos a relatar el último capítulo del cuento sobre los pecados, para desvelar el giro tan dramático que al final le he dado.


LA TORRE DE BABEL

Cuando Bill estiró la mano para ayudar a Shu a subir por aquellas escaleras de oro y piedras preciosas, se dio cuenta que algo iba mal. ¿Quién era ese hombre corpulento y de ceño fruncido que se abalanzaba sobre él?

Apenas tuvo tiempo de avisar a Bella para que se escondiera en las proximidades, pero fue en vano. La joven se ocultó tras un coche calcinado, pero alguien la estaba esperando en un soportal cercano: el mismo que había estado siguiendo a los dos fugitivos desde el barrio de pereza; aquel que había matado al pobre glotón en el barrio de la Gula y esparcido sus sesos por toda la encimera; ese hombre que siguió los pasos de aquellos cuatro amigos hasta el barrio de Venganza, donde por fin les estaba dando caza.

El airado al que los del consejo de Avaricia habían contratado como mercenario para acabar con Shu y Bill, cogió del pelo a Bella y la sacó arrastras de su escondite, mientras los demás luchaban contra esos cuatro habitantes de Venganza para que no los mataran. Bill se vio rodeado por aquellos dos hombres que salieron de la alcantarilla y aguantó como un valiente sus embestidas. Tenía una costilla rota, el labio partido y un ojo más morado que una col lombarda de esas que se echan en las ensaladas . Se llevó la mano a la zona dolorida, mientras escupía en el suelo un esputo color carmesí y valoraba la mejor opción que tenía de salir vivo de allí.

De repente, vio al airado estrangulando a Bella con sus propias manos, y se armó de valor para enfrentarse a esos dos desalmados que le estaban atacando. Sin saber cómo, se lanzó sobre uno de los dos hombres y le estampó contra una farola que había cerca de donde se encontraba, logró esquivar un golpe del otro hombre, antes que lo alcanzara, y se giró para encararse a él. El primero consiguió sujetarle por los brazos, mientras el otro le propinaba puñetazos en la boca del estómago; cómo dolía la maldita costilla. ¡Hala! Otra más que le partían.

Entonces los golpes cesaron, pues Shu acudió en su ayuda, estampando un extintor en la cabeza de los dos airados y dejándolos en el suelo tirados. Imaginad la fuerza que tuvo que emplear la chiquilla, para partirles el cráneo con aquel cacharro.

Mientras ella ayudaba a Bill a levantarse del suelo, Apolo corría hacia el airado que estaba asfixiando a Bella, pero no llegó a tiempo. Pudo ver cómo la joven dejaba de luchar por su vida, cuando aquel asesino le partía el cuello.

    ¡No! Gritó Apolo desesperado, al ver caer el cuerpo de su amada al suelo como si fuese un trapo.

El joven consiguió llegar hasta donde estaba el asesino y lo empujó con todas sus fuerzas, pues vio que tras él, había un amasijo de hierros que pertenecían a un antiguo derrumbamiento, fruto de una explosión atrás en el tiempo. El airado quedó ensartado en aquellas ruinas, mientras Apolo le miraba con lágrimas en los ojos y lleno de ira.

Shu y Bill se acercaron a Bella lo más rápido que pudieron, pero la hermosa joven había muerto y ya no había nada que hacer, excepto dejar allí el cuerpo y echar a correr.

    Se aproximan más airados, será mejor que os marchéis dijo Apolo, mirando el cuerpo sin vida de su amada sobre el asfalto.

    No podemos hacer nada por ella. ¡Vámonos! Gritó Bill.

    Yo no me iré, me quedaré y los entretendré, así tendréis tiempo de escapar añadió Apolo, tras mirar de refilón el cuerpo sin vida de aquel asesino.

    ¿Estás loco? Ya no puedes hacer nada por ella y si esos airados te cogen, te matarán dijo Shu, que se negaba a perder a nadie más.

    ¡Marchaos! No puedo seguir sin ella, dejad que mi muerte sirva para algo. ¡Iros de una vez, no podré retenerlos mucho tiempo!

Shu abrazó a su amigo y Bill le dio una palmada en la espalda, después salieron a correr mientras Apolo se agachaba junto a su amada. La cargó en sus brazos y la escondió en un maletero cercano, para que aquellos desalmados no la encontraran y la usaran para pasar el rato. No importaba lo que a él le pasara, pero Bella seguiría intacta, tan hermosa como cuando estaba con vida, pues ya jamás envejecería.

    ¡Venid por aquí, cabrones! ¡Hay carne fresca! Gritó al ver a un grupo de vengativos torcer la esquina.

Echó a correr calle abajo, alejándolos de sus amigos. Estaba seguro que no aguantaría mucho, pero si lograba mantenerlos distraídos el tiempo suficiente, como para que Shu y Bill cruzasen al otro lado, ellos estarían a salvo.

Mientras Apolo servía de distracción, Shu y Bill buscaron un lugar por donde cruzar aquel infranqueable muro. Habían tenido que dejar tirado al droide antes de colarse por la alcantarilla, pues era imposible que entrase por aquel agujero. ¿Cómo entrarían en Avaricia? No había puertas, ni forma posible de escalar aquel muro. ¿Y si subían a la azotea de uno de esos edificios y saltaban al otro lado? Seguramente la caída les mataría.

    ¿Qué es eso? Preguntó Shu, al ver que algo parpadeaba en el muro.

    ¿El qué? Quiso saber Bill.

    He visto algo raro, como si esa parte del muro fuese un holograma que falla.

    ¿Dónde? ¿Aquí? Pregunta el joven, señalando una zona.

    ¡Sí! ¡Fíjate, lo ha vuelto a hacer!

    Es cierto, es como si hubiese un holograma.

    ¿Qué vas a hacer? Dijo la joven, al ver que Bill intentaba atravesar aquella zona con la mano.

    Quiero probar si se puede atravesar.

    ¿Y si es una trampa?

    ¿Tienes alguna idea mejor?

Al ver que la joven negaba con la cabeza, Bill estiró la mano y vio que desaparecía tras el muro. ¿Cómo era eso posible? Entonces Shu le cogió la otra mano y se lanzó sin pensarlo hasta el otro lado.

    ¿Por qué hiciste eso? ¿Y si llegan a matarte? No sabías lo que te ibas a encontrar.

    Da igual, estaríamos juntos. Además, no pienso quedarme en Venganza ni un minuto más.

Como bien habían intuido, aquello era un holograma que ocultaba a simple vista la verdadera puerta hecha de plata, que daba acceso al barrio de Avaricia. No había cerradura alguna, pero sí una cámara sobre una de las esquinas de la puerta con un pilotito rojo encendido en ella. Cuando Shu fue consciente de la situación, la puerta se abrió de par en par y ambos jóvenes se miraron. ¿Les estaban esperando?

Aquel barrio era igual que vivir en un museo. Cuadros de los mejores artistas colgados por todos lados, estatuas hechas del más puro mármol, coches voladores e incluso droides, que servían copas de champagne en los semáforos. Podías ver a la gente paseando tranquilamente por las aceras o los parques, ostentando sus lujosas joyas y trajes; pero lo que más les llamó la atención a nuestros intrépidos personajes, fueron esas pantallas gigantes que adornaban las calles.

Se podían ver los diferentes barrios y a sus habitantes, y de vez en cuando, salían anuncios de apuestas en las que se jugaban grandes sumas de dinero, por ver quién moría antes. Una imagen comenzó a ocupar todas y cada una de las pantallas en ese preciso instante, la paliza que le estaban dando a Apolo hasta matarle.

    No teníamos que haberle dejado allí dijo Shu, que se echó en brazos de Bill desconsolada.

    No pudimos hacer nada por él, Bella está muerta y él quería irse con ella.

    Lo sé, pero eso no lo hace menos doloroso.

    Tenemos que seguir, acabar con esta farsa y así sus muertes no habrán sido en balde. ¿Pero dónde tenemos que ir? Esto es inmenso.

    Quizás deberíamos probar en esa gran torre en el centro del barrio.

    Bien, empecemos por allí.

Transitaron por aquellas calles llenas de avaros y prepotentes, egoístas e insensibles seres, que apenas les prestaba atención; pues, llevaban la cabeza tan alta, que ni si quiera eran conscientes de con quién se cruzaban. Algunos estaban pendientes de lo que las televisiones emitían, y otros se quedaban embelesados mirando los cuadros, hasta que encontraban uno que les gustaba y se lo llevaban sin reparos.

Nadie vestía igual, todos tenían que destacar. Cuanto más enrevesado fuese el diseño, menos plagio. ¿Será por eso que llevaban pelucas de colores con muchas flores y túnicas estampadas, cubiertas por una capa? ¿Te imaginas un desfile de la Gala Met? Pues multiplícalo por tres y allí te sentirás como en casa.

Al llegar a las puertas de aquella torre blanca con tonos azulados, se dieron cuenta que su estructura estaba hecha de hielo, por ello, les ofrecieron unos abrigos abajo en el ropero. Enfundados en aquellos abrigos de lana, subieron hasta la última planta, donde el consejo les esperaba.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, la pareja se quedó sin habla. ¿Quiénes eran esos seres que los observaban? Al menos medían tres metros de largo y eran muy escuálidos, color grisáceo. Ojos saltones y negros, como un escarabajo, con ventosas en los tres dedos de sus manos. No tenían nariz, ni boca, ni orejas, pero sí branquias en el cuello por las que podían respirar, gracias a una escafandra llena de agua. Vestían unas túnicas blancas con adornos plateados y parecían no tener pies, pues no se les podían ver.

    ¿Qué está pasando aquí? Preguntó Shu, pues no daba crédito a lo que estaba viendo.

    Por favor, pasad, sentaos. Estaréis cansados dice una de las siete criaturas con las que se encuentran.

    ¿Habláis nuestro idioma? ¿Dónde estamos? Pregunta Bill.

    Hablamos todos los idiomas de esta galaxia y os encontráis en el barrio de Avaricia, dentro de la colonia de Moenia.

    ¿Colonia? Pregunta Shu.

    Pertenecéis al experimento 532 para la repoblación de lo que, antiguamente, se conocía como el planeta Tierra. Hace muchos siglos que vuestra especie llegó a la extinción, pero gracias a que nuestros antepasados habían guardado células vivas de contactos con algunos especímenes, pudimos replicaros.

    ¿Cómo? Pregunta Bill, con los ojos como platos.

    Somos unos visionarios, podemos ver el futuro de todas las especies de esta galaxia, excepto el nuestro. Teníamos la esperanza de poder salvarlos de la extinción y eso hemos hecho. Hace siglos que presagiamos vuestra autodestrucción, y por ello, llevamos a cabo lo que conocíais como abducciones, para recopilar datos y células vivas que, más tarde, pudimos replicar en nuestros laboratorios. Así surgió Moenia, es una de las colonias de experimentación a las que sometemos a vuestra especie, para erradicar los especímenes que no encajen en la nueva era y ascender a aquellos que sí, como vosotros.

    ¿Ascendernos a dónde? Pregunta Shu.

    Habéis superado la prueba, por lo que ya estáis listos para conocer toda la verdad y convertiros en ciudadanos libres en un nuevo planeta, que hemos preparado para vosotros.

    ¿Y qué pasa con nuestro hogar? ¿La Tierra? Bill no da crédito a lo que está pasando y se lo hace saber, elevando la voz.

    Relájese y síganme, podrán verlo con sus propios ojos.

De repente, aquel ser les conduce hasta un elevador de cristal que parece no tener final. Cuando los dos intrépidos aventureros alzan la vista sobre sus cabezas, se dan cuenta que aquella estructura, debía estar oculta tras otro holograma, pues jamás se percataron de nada.

Comienza a subir el ascensor con ellos tres en su interior y cuando llegan a suficiente altura, observan la ciudad de Moenia en todo su esplendor. Aquella estrella de siete puntas en las que se divide la ciudad, dividida en los siete barrios que acaban de dejar atrás. Se ve todo tan pequeño desde allí, que los problemas que tanto les preocupaban, han quedado relegados a un segundo plano.

De repente, Bill le da un codazo a Shu, que sigue absorta en las vistas desde la cabina y esta vuelve en sí.

    ¿Qué sucede? Pregunta extrañada.

    Mira arriba.

Una estructura circular con luces parpadeantes, se mantiene suspendida sobre las falsas nubes, que una cúpula de energía, está creando para ocultar aquella nave estelar. Y pensar que no somos más que una pequeña mota de polvo entre un manto de estrellas, cuya inmensidad, no somos capaces de descifrar.

Al entrar en aquella nave y, tras asomarse a un cristal, por fin se dan cuenta que aquella criatura decía la verdad. Puede verse la Tierra devastada, llena de cráteres y lava por todas partes, y varias cúpulas de energía repartidas por la superficie, bajo las que, los últimos vestigios de vida humana vive engañada.

    ¿Tan solo somos un experimento? Pregunta Shu en shock.

    No podemos permitir que vuelva a suceder lo mismo de nuevo. Solo se os concederá una oportunidad, y debemos asegurarnos, que no se cuele ningún espécimen autodestructivo. No podremos volver a replicaros, pues agotamos todo el material genético original.

    ¿Y cómo sabéis que nosotros somos los especímenes correctos? Interroga Bill, sin poder apartar la mirada de aquel globo herido al que considera su maltrecho hogar.

    Cuando nacéis, se os adjudica a un barrio, dependiendo de vuestro código genético. Solo aquellos que logren dar con nosotros y atravesar los obstáculos impuestos en el camino, podrán ascender. Serán personas inconformistas, que luchen por un mundo mejor; pero siempre, que sean puros de corazón hace una pausa dramática . Es un requisito indispensable para poder atravesar las puertas de la torre de hielo o de Babel, como le pusimos en vuestro honor.

    ¿Por qué la Torre de Babel? Pregunta Bill.

    La construyeron los descendientes de Moisés, tras el diluvio universal. Unos dicen que era para estar más cerca de Dios y otros, para librarse de otro posible diluvio respondió Shu.

    ¿Y qué tiene que ver eso con nosotros?

    ¿No lo ves? La construyeron tras sobrevivir a una posible extinción, lo mismo que ahora añade la joven.

    Cierto. Ahora debéis tomar una decisión. Podéis venir con nosotros al planeta que os hemos elegido para empezar de cero, como hicieron Adán y Eva en su momento, o podéis quedaros aquí, fuera de las cúpulas. Es vuestra elección.

    ¿En serio es nuestra elección? ¿Morir gracias a la lava que recorre la Tierra o empezar de cero en otra parte? ¿Cuánto tiempo lleváis haciendo esto? ¿En cuántos planetas a parte de este? Pregunta Bill, mientras siente la mano de Shu en la suya, para ayudarle a calmarse.

    Millones de años, con muchas especies distintas, no solo la vuestra.

    ¿Por qué no hay animales en nuestro planeta? Pensaba que sería en nuestro barrio, pero al recorrer todos y cada uno de los barrios de Moenia, he visto que no había ninguno Pregunta Shu.

    Los animales no destruyen planetas, los humanos sí. Ellos no necesitaban pasar ninguna prueba para ser salvados, vosotros sí y tras hacer una breve pausa, pregunta . ¿Estáis listos para ver vuestro nuevo hogar?

Shu y Bill entrecruzan la mirada y se aprietan con fuerza las manos. Saben que allí no queda nada para ellos ni su especie, solo sufrimiento; quizás en otra parte, encuentren la esperanza que poco a poco fueron perdiendo.

Da igual a dónde les lleven aquellos seres; mientras puedan estar juntos, no habrá nada que les frene. Antes de asentir y seguir al ser de otro mundo que les guiará hasta su nuevo destino, más allá de las estrellas echan un último vistazo a la Tierra. En sus ojos hay una súplica de perdón a la par que un triste adiós, pues indirectamente, tienen la sensación que fueron culpables de lo que en su planeta ocurrió.

La especie humana es capaz de destruir toda señal de vida, por culpa de la avaricia; pero, por suerte, esta es solo una historia de ciencia ficción y aún estamos a tiempo de evitar la autodestrucción. 

 

FIN