¿Hablaba su idioma? ¿Cómo era eso posible? Entonces su
cuerpo reaccionó, ese abrazo, ese olor, le resultaban muy familiares. Los
recuerdos que creía perdidos, se agolparon de repente en su cabeza y se
hicieron cada vez más nítidos.
Aquel hombre cuando era más joven, aparecía en esos
recuerdos depositando a un bebé en una especie de nave, y una mujer que había
junto a él, lloraba desconsolada mientras cantaba una canción.
-Dulce niña, dulce amor, repliega tus alas y tu calor. Llega
la noche y el día se va, no tengas miedo, mi luz contigo está. – Cantó de
repente, bajo la atenta mirada del chamán y de Álex, que se quedó embobado al
escuchar cantar a Alicia.
-¿De dónde has sacado eso?- Preguntó el joven perplejo.
-Estoy en casa, he recordado que era la nana que me cantaba
mi madre cuando nací.- Respondió Alicia, mientras su cuerpo sufría un cambio
repentino. Su piel se volvía más luminosa, su cabello más rojizo y el azul de
sus ojos daba paso a un amarillo anaranjado como el de un fuego encendido.
-¿Qué demonios está pasando?- Quiso saber Alex.
-Acabo de recordarlo todo, el abrazo que me ha dado este
hombre, mi padre, me ha abierto los ojos. He recordado a mi madre, cuando me
cantaba esa canción de niña, cómo me mandaron lejos de mi casa en una nave
espacial para salvarme la vida y cómo enterré todos esos recuerdos tan
dolorosos en lo más profundo de mi mente, por miedo a no volverlos a verlos
nunca más.- Confesó Alicia, mientras cogía las manos de Álex entre las suyas y
las apretaba con fuerza.
-Espera un momento, ¿me estás diciendo que tus padres te
mandaron a la Tierra en una nave espacial como si fueses el mismísimo Superman,
que eres un extraterrestre y que te acuerdas de todo lo que has vivido desde
que eras un bebé? Vale, ahora sí que estoy más confundido que antes.- Confesó
mientras caía de rodillas y permanecía arrodillado en el suelo.
Instantes después, la misma niña que les había llevado las
frutas, entró nuevamente en esa especie de tienda de campaña en la que se
encontraban y les sonrió. Entonces chasqueó los dedos, y la tienda se convirtió
en una gran habitación futurista llena de comodidades y luces de colores, que le
daban a la estancia un brillo especial y completamente diferente. Pero no solo
cambió aquel lugar en un abrir y cerrar de ojos, además la pequeña niña se
convirtió en una mujer adulta, muy bella y esbelta, que Alicia reconoció inmediatamente
como su madre biológica.
-Pensé que sería más sencillo acercarme a vosotros como una
niña, así os sentiríais más cómodos.– Se disculpó su madre, y al parecer no se
equivocaba.
-¿Por qué entiendo ahora lo que dices?- Quiso saber Álex.
-Somos capaces de leer tu mente y adaptarnos a tus
necesidades. Idioma, costumbres, entornos. Todo lo anterior lo hemos sacado de
tus recuerdos, son muy variados. No sabía que en la Tierra pasasen tantas cosas
y hubiese gente tan especial. Seguramente viajeros como tú, mi pequeña Shaina.-
Le dijo a Alicia, mientras se fundía con ella en un abrazo.
-¿Viajeros? ¿Qué clase de viajeros? – Álex creía estar
alucinando. No debería de haber comido tanto.
La madre de Alicia, o Shaina, como realmente se llamaba,
elevó la mano derecha grácilmente en el aire y después la bajó rápidamente,
como si estuviese atrapando una mosca.
Entonces, como salidos de la nada, aparecieron en el centro de la sala los
mismísimos Vengadores, parecían tan reales que Álex dio un respingo hacia atrás
y cayó al suelo, donde se quedó sentado.
-Espera un momento, ¿estos son los viajeros a los que te
refieres? – Álex no podía dejar de reírse y Alicia cuando cayó en la cuenta de
lo que había pasado, se unió a él.
-Verás madre, estos viajeros como tú los haces llamar, no
son reales. Son personajes ficticios, creaciones que los humanos inventan para
su entretenimiento. Personas que fingen ser lo que no son. – Dijo la joven, mientras
volvía a abrazar a su madre con ternura.
-Pues tú si eres real y tienes más poder que todos esos
ficticios juntos.- Contestó la madre.
-¿Yo?- Ahora era Alicia la que no cabía en su asombro.
-¿Por qué malgastas el aire respirando? No lo necesitas para
vivir. Al igual que no necesitas los alimentos que has probado hace unos
instantes, ni el agua que ha sofocado tu sed. Somos seres de energía, la
energía está en todas partes, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Podemos canalizar esa energía, canalizarnos a nosotros mismos y crear o
destruir aquello que nuestra mente ansíe. Ven, te lo mostraré.- Le dijo su
madre antes de coger entre sus manos las de Alicia. – Piensa en algo que solo
pueda estar en la Tierra y juntas lo traeremos hasta aquí.-
Alicia quería pensar en un tigre, le encantaban los tigres y
le hubiese encantado tener uno delante, pese al peligro que aquello conllevaba,
pero sin poder evitarlo pensó en aquel conejo blanco del cuento, en su querido almirante
que había dado su vida por salvarla a ella.
De repente sintió una presencia. Abrió los ojos lentamente mientras
se giraba, tras escuchar en un susurro a su espalda, pronunciar su nombre por
una voz rasgada.
-Los años no te han tratado tan mal como a mí, me alegro.-
Dijo aquel hombre, antes de verse interrumpido por un ataque de tos.
-¿Cuántos años tienes?- Preguntó la joven al ver a su joven
y apuesto almirante convertido en un anciano enfermo y bastante pálido.
- Lo sé, estoy peor de lo que te habrías imaginado, pero he
vivido los últimos 60 años bajo tierra y eso deja huella en cualquiera, incluso en mí. – Contestó.
-¿Por qué me mentiste? ¿Por qué no me diste la opción de
elegir? Sabes que me hubiese quedado contigo.- Dijo Alicia con lágrimas en los
ojos, cosa que a Álex le dolió.
-Siempre supe que no eras una chica normal, que eras alguien
especial y por ello merecías regresar a tu hogar.- Confesó.
-¿Lo sabías? – Preguntó Alicia.
-Lo intuía, aunque no estaba seguro. Vaya, qué lugar más
espectacular.-Dijo al echar un vistazo a su alrededor.
-Es mi hogar.- Añadió Alicia con la voz rota.
-¿En serio? Vaya, sí que tuve buen ojo al escoger destino.
Me alegro mucho por ti, Alicia. Por fin puedo descansar sabiendo que hice algo
bien en vida.- Dijo antes de que sus piernas flaqueasen y Álex lo sostuviese
por detrás.- Vaya, cuídala mucho chico, es un ser muy especial y tú me
recuerdas mucho a mí cuando era joven, por eso sé que lo harás bien.-
Entonces el silencio se apoderó de la sala y los ojos del almirante
se cerraron, mientras Álex y Alicia cruzaban la mirada.