En
la calle “Sodoma y Gomorra” había una pequeña peluquería asiática, en la que un
amistoso chino pelirrojo, se dedicaba a peinar a los clientes de día y a jugar
en la calle 24 de noche.
En
la calle 24 se jugaba a casi todo, desde al teto que te la meto, hasta al Fifa
que te la esnifa. Apareció Manowar con su nuevo amigo, Falete, para hacerse un
rapado de lo más sonado. El chino les ofreció un poco de sushi a sus nuevos
clientes, pero Falete era más de carne y sacó del bolsillo de su abrigo una
barra de pan con tocino y filetes.
Los
rapados fueron bien, estaban más lisitos que el culito de un monito, pero… de
repente, cuando estaban pagando al chino con unos huevos de oca —que Falete
tenía por ahí escondidos —, el peluquero dijo que no aceptaría los huevos, sino
el anillo de oro que Falete llevaba puesto.
Aquel
hombre no quería separarse de su anillo, pero para evitar problemas mayores,
acabó cediendo a cambio de un poco de sushi y un barril de cerveza chino, que
tenía más años que el bolsillo de Doraemon, el gato cósmico que veía cuando era
más mocito.
Mientras
esos dos salían del establecimiento, un lobo se acercó a ellos para pedir algo
de comida. El lobo no era otro que el grandísimo Colmillo Blanco y, al ver la
cara que puso Falete, salió escopetado por si éste le hincaba el diente.
Mientras
tanto, en la morgue, los zombis golpeaban la puerta con sus maltrechos cuerpos
para salir de su encierro, pero aquello no surtía efecto. De repente, uno de
los zombis dio un paso adelante y pronunció un gran discurso, llegando a la
patata de todos aquellos hippies z, que estaban malhumorados porque el hambre
les hacía perder la cabeza.
<<Argggggggggggggggggg>>
Todos
los zombis aplaudieron enloquecidos. Proclamaron profeta zombiano a ese erudito
y le dejaron escoger el mejor modo para liberarlos, y así seguir tragando algún
que otro cerebrito.
Todos
a una, y gracias al consejo del profeta peta-zeta, consiguieron abrir la puerta
y salir al exterior en busca de cerebros y alguna que otra seta. Siguieron un
rumbo cualquiera —pues no tenían a dónde ir —, hasta que, tras una esquina, se
cruzaron con Manowar el extraterrestre y su compañero de peinado, el
inconfundible Falete.
El
extraterrestre aprovechó las dimensiones de su camarada para salir por patas y
esquivar a la horda de zombis, a la que se le hacía la boca agua mientras le
observaba. Corriendo sin parar —y sabiendo que con Falete tendrían reservas
para varios meses —, se topó con Hibam que salía de ver en el cine “John Wick
700, la revelación de los perretes maquineros”.
Al
chocarse, ambos cayeron al suelo y, al ver a varios zombis tras ellos, huyeron
hasta el río al que se tiraron para mantenerse a salvo, porque a los zombis hippies
les daba más miedo el agua, que ver la factura de la luz tras las rebajas.
En
el planeta Orión, mientras que en la Tierra las cosas “comenzaban” a
descontrolarse… los “Cats Queen” estaban revolucionando todo el palacio. Mendi,
al escuchar aquel alboroto proveniente de la escalera, decidió echar un vistazo
y unirse a la fiesta.
Pasaron
la noche de juerga y, al amanecer, Mendi se dio cuenta que tenía el tatuaje de
un gato enseñando el culo en el brazo y que, además, su cara estaba pintada al
igual que la de Drax, el de los guardianes de la galaxia. ¿Lograría camuflarse
igual de bien que él? ¿Le contrataría Star Lord para su próxima misión?
Tras
la noche que pasaron juntos, decidieron que la revolución del chóped había
llegado a su final y que el pequeño Nicolás podría regresar a casa; siempre y
cuando encontrase a alguien que le llevase de vuelta a la Tierra en su tartana.
¿Qué tendría que hacer a cambio de un pasaje? ¿Lograría engatusar a alguien?
Pocholo
dio un paso adelante, sorprendiendo al muchacho, porque no sabía que aquel
personaje también llevaba un buen rato viviendo entre los gatos. El tío de la
mochila —que no era primo de Dora la exploradora —, le comentó a Nicolás las
ventajas de vivir fuera de la Tierra y, una de ellas, era no pagar a Hacienda.
El
joven no se lo pensó dos veces y decidió quedarse como ministro de asuntos
exteriores, para evitar la revolución choricera, que los gatos querían promover
para que no se fuera.
En
la Tierra, la prima de Miércoles decidió poner la televisión mientras seguía
buscando la cura contra los zombis hippies y las ladillas. En el telediario
estaban dando las noticias de la invasión zombi y la de los droides; por ello,
la joven supo lo que tenía que hacer y cogió los elixires que había creado,
para ir corriendo hasta la zona cero en la que se encontraban los infectados.
Salió
a toda pastilla con su bolsa a cuestas hasta llegar a la zona del río en la que
Manowar e Hibam estaban intentando mantenerse a flote. La chica de los mil
nombres se enfrentó con valentía a los "Z” —lanzándoles el elixir —y
haciendo que, poco a poco, el virus zombi saliese de sus cuerpos en forma de
gas violeta. Se notaba que alguno de ellos había comido fabada en algún momento
previo, porque el aroma que desprendían sus cuerpos recordaba al de cualquier
marisma, que son muy bonitas, pero huelen a cieno que da miedo.
Al
ver que habían sido rescatados, Manowar no se lo pensó dos veces y, con su
reciente pelo rapado, le pidió a la niña turbia que le dejase compensárselo. La
joven, que estaba por la labor, accedió y con él en su nave se marchó.
Los
zombis habían dejado de serlo, pues aquel virus hacía que todos estuviesen
conectados entre ellos y, en cuanto la nave nodriza se marchó de las
proximidades de la Tierra, los droides volvieron a perder la conexión y alguno
que otro la cabeza también perdió.
……………………………………………………….
En
la calle del quinto pino, la vida se sucedía normalmente, porque sus habitantes
estaban sin conexión a internet y, por ello, no se habían enterado del problema
que hubo con los zombis en la calle de al lado.
En
la frutería del señor Manolito, se vendían los mejores pepinos y pepinillos de
la ciudad. Su cliente preferente, Falete, había muerto entre las fauces de los
zombis hippies y el pobre dependiente no se había enterado del terrible suceso.
Lo
que nadie sabía en aquella calle turbia, era que el “Asesino del Calzón Sucio”
tenía la mejor tapadera de todas, pues era el dependiente de la frutería y
primo del “Pingüino”, que murió a manos de Gladis, la extraterrestre hecha de
verduras con forma de paloma gigante.
Pero
esto no es todo lo que puede llegar a hacer, pues, además… tiene un negocio de
tuper-sex por las tardes en la frutería, que le ayudaba a superar la crisis que
la ciudad afrontaba en aquellos días. Llevaba tiempo sin saber nada de su primo
y estaba preocupado, “El Pingüino” jamás le habría dejado tirado en el
asesinato que tenían planeado.
El
trabajo para el que les habían contratado fue matar a la reina de Inglaterra,
pero lo que todavía no se habían enterado era que, la “pobre” mujer llevaba
bastante tiempo muerta. Por ello, el “Asesino de los Calzones Sucios” se fue a
dar un paseo por la calle y en un kiosco de periódicos descubrió lo que ya os
he contado, que la reina la había espichado.
Intentó
llamar a su primo para preguntarle cómo cobrarían el trabajo sin haberlo
realizado, pero le saltó el contestador automático:
<<Hola,
soy “El pingüino”, primo de Wuino. Si no contesto al teléfono es porque estoy
todo tieso. “Asesino de los Calzones Sucios”, si quieres que regrese a tu lado,
tendrás que viajar al pasado. >>
Para
cumplir su objetivo, tendría que encontrar un portal del tiempo y colarse
dentro. ¿Dónde podría hallar uno cerca? ¿Quizás en la tienda del chino de la
esquina?
Decidió
acudir a ver al chino mandarino llamado, Cappuccino Chin-prejuicios, que
llevaba el establecimiento mágico de “La cueva feliz”, que obtenía los artículos
de su querido Pekín. El “Asesino de los Calzones Sucios” le pidió a Cappuccino
que le buscase un portal mágico hacia al pasado. El chino le dijo que tenía lo
que estaba buscando en el pasillo de artículos de Narnia, que algún
extraterrestre le había procurado.
El
asesino frutero siguió al pekinés hasta un muro hecho de “pladul”.
—
¿Dónde está el portal, Matarile? —Preguntó el de los calzones
sucios.
—
Yo no llamal, Matarile, mi nombre sel Capu-chino. Poltal
estal detlas de mulo.
—
¿Un mulo? ¿Tiene a un burro ahí encerrado?
—
Mulo no, mulo.
—
¿Burro?
—
Mulo de piedla.
—
¡Ah! Muro.
—
Eso he disho. Tú rompel mulo y viajal al pasado.
Cappuccino
se marchó, dejando al asesino con un mazo en la mano y un “mulo” que derribar. Comenzó
a darle caña al mazo y, de repente, ante él apareció una cueva con un montón de
túneles excavados en la piedra. ¿Cuál sería el camino correcto? ¿Cómo podría
saberlo?
Decidió
tomar el camino de su izquierda en primer lugar y, con el mazo en la mano —por
si acaso —avanzó por aquel túnel sombrío hasta llegar a una explanada en la que
había huevos del tamaño de una casa.
De
repente, uno de los huevos comenzó a eclosionar. ¿Qué sorpresas le depararía al
asesino, frutero y vendedor de placer en despedidas de soltero? Anastasio, que
era este pobre hombre, se acercó al huevo y descubrió un gran ojo amarillo
dentro.
Su
primera reacción fue dar un paso hacia atrás, sobre todo, cuando el cascarón
por fin se rompió y del huevo un dinosaurio salió. La cría de velociraptor
medía 4,5 metros de altura y, al verlo, Anastasio se preguntó: ¿Soy un león o
un huevón?
No
quiso moverse por si aquella criatura se lo comía de un bocado al notar su
presencia, aunque eso duró muy poco, porque sintió temblar la tierra y comenzó
a sudar y a temblar como un flan. ¿Sería la madre de la criaturita, la que se
acercaba armando tremendo escándalo?
Anastasio
salió corriendo en dirección al portal, pues el bicho que apareció era más
grande que la geta de Froilán. Al llegar de nuevo a la cueva, se metió por el
túnel del medio. Caminó durante varios minutos hasta ver una brillante luz y, tras
atravesarla, llegó a un mundo lleno de champiñones y tuberías, en el que un
pequeño hombre con bigote y peto vaquero iba dando tumbos persiguiendo a una
tortuga esqueleto.
El
frutero turbio decidió dar marcha atrás y volver por donde había llegado, antes
que una bala con ojos y sonrisa macabra le reventase el ojal por quedarse a
mirar como un abuelo en una obra sin acabar. Decidió probar suerte con el
último túnel y, esta vez, llegó a la casa del pequeño Nicolás, antes que Gladis
se cargase a su primo, “El pingüino".
El “Asesino
de los Calzones Sucios” saltó sobre Gladis, antes que matase a su primo. El
pequeño Nicolás seguía escondido detrás del sofá, observando la lucha
encarnizada que la extraterrestre —con forma de paloma y hecha de verduras —tenía
con aquel hombre que sin querer le había salvado la vida con su repentina
aparición. Ambos lograron espantarla, pero no huyó sola, como tenía miedo de
esos dos y necesitaba un traje de carne, se cargó al pequeño Nicolás para
disfrazarse.
…………………………………………………………
Los
dos primos estaban en shock, ¿de verdad habían visto una paloma con forma de
hortalizas? Por suerte, Anselmo había llegado a tiempo, esta vez, para salvar
al “Pingüino” de un terrible final. Mientras que ellos se ponían al día, Gladis
se vestía con la piel del pequeño Nicolás y llegaba hasta su nave, para
intentar escapar de la Tierra y llegar a su planeta; lo que no se imaginaba era
que Miguelín había tomado las riendas de aquel lugar y una revolución estaba a
punto de estallar.
La
niña de los mil nombres se topó con un anuncio de una novela turca en un
escaparate del Mediamarkt, mientras iba a la zona de los zombis con el antídoto,
la de pájaro soñador, por lo que decidió cambiar de rumbo y se fue al
aeropuerto a comprar un pasaje a Turquía, para ligarse a Can Yaman en lugar de
salvar a Manowar y a Hibam.
Por
lo que Manowar tuvo que salvarse solo, echando de comer a los zombis a Falete y
después escalando la pared de piedra del río en el que se había metido. Cuando
logró llegar arriba, mientras que los zombis perseguían a Hibam en la otra
dirección, Manowar se escapó en su nave, al igual que hizo Gladis momentos
antes.
El
inspector López llegó donde estaba la presidenta Shakira por ese entonces —en la
rueda de prensa con Carmen de Mairena —y le dijo que los zombis se aproximaban
y debían evacuar la capital.
De
repente, una furgoneta se estrelló en las inmediaciones y al comprobar si el
conductor estaba bien, descubrieron que era un droide que había perdido la
cabeza, además de la conexión con la nave nodriza de Gladis.
Los
zombis lograron salir de la morgue, gracias a ese intelecto supremo gaseoso que
sobresalía sobre el resto de los no muertos. Cuando Carmencita los vio, por
poco le da un soponcio. López y el doble de Chris Hemsworth intentaron hacerles
frente con los misiles que le habían confiscado a un narco y que estaban
guardados en el almacén de la comisaría.
El
misil estaba defectuoso, por lo que solo acabó con unos pocos zombis e hizo que
el resto se detuviese en seco. El líder de los no muertos, el pedorro, quiso
llegar a un acuerdo.
—
Kkshpadulafhapjap —dijo el zombi.
—
¿Qué ha dicho? —Preguntó López.
—
Kkshpadulafhapjap.
—
No le entiendo.
—
Dejadme a mí —dijo el doble de Chris Hemsworth.
—
¿Sabes hablar zombiano? —Preguntó Shakira, moviendo las
caderas.
—
Sí, me enseñó mi amigo Masteroffifatv1 el otro día en su
stream.
El zombi volvió a repetir lo
que había dicho y el forzudo tradujo que los no muertos querían llegar a un
acuerdo. Todos se quedaron perplejos.
—
Diles que si acceden a marcharse de España, les dejaremos en
paz —dijo el agente López, mientras que por detrás se aproximaban los dos
asesinos más buscados de nuestra patria, el “Pingüino” y el “Asesino de los
Calzones Sucios”.
—
¿Qué pasa aquí? —Preguntó el “Pingüino”.
—
Estamos negociando con los zombis para que se vayan de
nuestro país —respondió Carmen de Mairena.
—
Si queréis nosotros les llevamos —añadió el “Asesino de los
Calzones Sucios”.
—
¿Qué dices? ¿Nosotros? —El Pingüino no daba crédito a la
tontería de su primo.
—
Siempre que sea por un buen precio, unos 120.000€.
—
De acuerdo —respondió Shakira —. Pero… ¿a dónde los mandamos?
Entonces,
apareció el mayordomo de la niña de los mil nombres, porque había visto en la
televisión la rueda de prensa y se había enterado que la chiquilla se había
dado a la fuga en lugar de salvar a sus vecinos; le había mandado un WhatAspp
para que le mandase su equipaje a Capadocia, aunque iba a tardar un rato en
llegar, pues lo pensaba mandar en globo y aún lo tenían que inflar.
Cuando
todos se enteraron que había una cura, decidieron que sería mejor mandar a los
zombis con la niña turbia. Carmen de Mairena se ofreció a guiar a los zombis
hasta el aeropuerto, junto a los dos primos asesinos.
—
Venid conmigo, que os como to’ el pepino —dijo Carmencita y
los zombis recularon un poco, pues tenían miedo de ser ellos los que acabasen
formando parte del menú de aquel ser grotesco.
Manowar huyó con su nave tan deprisa, que se olvidó de
poner las coordenadas del salto para la velocidad de la luz y terminó cayendo
en un agujero de gusano, que le transportó a un mundo alternativo en el que
gastaría más vidas que un gato. En ese mundo alternativo morir de mil maneras
diferentes durante la noche y, al salir de nuevo aquel extraño sol, se
reiniciaría su contador. ¿Volvería a la vida? ¿Cuándo se le acabaría la suerte?
¿Lograría salir de aquel mundo alternativo antes de lidiar definitivamente con
la muerte?
Mientras tanto, la queridísima Gladis viajaba en su
nave rumbo a Orión hasta toparse con la señal de una baliza en el exterior.
Decidió ponerse el traje espacial y surcar la inmensidad, hasta que descubrió
un escudo mágico, que le servirá para repeler a los gatos.
Cuando regresó a su nave fijó el rumbo a su querido
hogar, sabiendo que ya era inmune al pelo de gato y su tapadera estaba a salvo;
ella era alérgica a pelo de los gatos, pero el pequeño Nicolás no. Solo tendría
que tener cuidado con el poder mental de Miguelín y, para ello, necesitaba otro
objeto mágico que la pudiese servir. ¿Dónde podría hallarlo? ¿Tendría que
desviarse mucho de su ruta para encontrarlo?
Antes de llegar a Orión, se desvió hacia el planeta de
NoPlutón, en el que se hallaba un anillo mágico que servía para evitar el
control mental y que fue forjado por Sauron, tras el fiasco del anillo único
que acabó derretido en aquel volcán tan extraño. Allí tendría que pasar 10 pruebas
en las que su vida correría peligro, si quería ser digna de portar el anillo. ¿Estaría
sola en aquel planeta o tendría que vérselas con alguien más?
Continuará…