viernes, 24 de abril de 2020

Cuento en Cuarentena 3

 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (Parte 1): 

Hola. ¿Qué tal? Preguntó Iñaki, que la estaba esperando abajo desde hacía un buen rato.

Bien, ¿y tú? Cómo echaba de menos estos paseos. Dijo Johanna, contenta por volver a la normalidad después de tantos meses de cuarentena.

Como siempre. Yo también echaba de menos estos paseos. ¿Dónde te apetece ir? Preguntó él, como solía hacer.

¿Te apetece que vayamos hasta el Faro del Pescador? Tengo que estirar las piernas después de tanto tiempo aislada. Dijo la joven y él aceptó.

Caminaron por las calles de Santoña, mientras charlaban de todas esas cosas que, aunque se comunicaban por teléfono a diario, no habían podido expresar. Pasaron por la estación de autobuses y por el cuartel de la guardia civil, y recorrieron ese camino junto a las marismas, saludando al burro y al poni que los salieron a recibir. Estaban más cansados que de costumbre, cosa bastante normal, llevaban meses encerrados en casa sin poderse estirar. A la altura del penal, a Johanna un moscardón la hizo esprintar, mientras Iñaki se reía del susto que se acababa de llevar. Siguieron la travesía por aquel camino lleno de vida, cruzándose con muchos vecinos, que aprovechaban el sol que hacía ese día. Antes de llegar a la playa de Berria, tomaron el camino de la derecha, el que les llevaría tanto al Camping como al cementerio, que dejarían justo a su izquierda. Siguieron rodeando el muro del penal, hasta subir por esa solitaria carretera, donde se detuvieron a descansar. Aquellas vistas desde las alturas, de perros jugando con las olas, o niños volando cometas al sol, trajeron a la mente de Johanna, toda esa gente que se fue y nunca más regresó. El corazón se le encogió en el pecho al sentir tanto dolor, pero se obligó a dejar de pensar en ello, prefería no hablar de aquello que en su día la lastimó. Iñaki notó que algo pasaba y la preguntó cómo estaba, pero ella reaccionó como si nada. Prefería pasar sus penas en soledad, así no amargaba a nadie ni contestaba mal.  Es mejor dejar a un cangrejo solo con su pesar, pues no sabes si con su pinza te puede lastimar.

Continuaron la ascensión hasta llegar al camino del faro, aún les quedaba un largo trecho que recorrer caminando. Aquel paisaje en medio del bosque, con el mar por suelo y el cielo por chichonera, era el mejor hogar para todas esas criaturas como zampullines, cormoranes, zancudas, garzas reales y garcetas; águilas pescadoras, lechuzas, mochuelos, las famosas gaviotas y algún que otro jilguero, que ponían allí sus nidos y se les podía ver surcando los cielos. Y no podemos olvidarnos de los zorros, jinetas y tejones, que entre la maleza observaban expectantes a sus visitantes.

Qué bonito es esto. Cada vez que vengo por aquí, siento la naturaleza en todo su esplendor. Hay mucho más movimiento de animales desde la cuarentena, me encanta. Dijo ella tan contenta. Amaba a los animales y a la naturaleza, y disfrutaba siempre que podía de ella.

Lo sé, opino igual. Lástima que vaya a durar tan poco, porque hay gente que no la sabe cuidar. Dijo él a sabiendas que mucha gente, no respeta nada y tira la basura como si ésta por si sola en segundos se desintegrara.

A mí me ponen mala. No entiendo cómo pueden ser tan guarros, seguro que luego en su casa son de los que usan para todo el posavasos. Claro, como ellos no lo limpian, me dan asco. Johanna solía decir todo como lo sentía, no tenía filtros y sus amigos lo sabían.

Poco tiempo después, llegaron al faro, que como siempre solía pasar, estaba cerrado. Johanna se sentó en el muro que limitaba el camino asfaltado, con una caída por el bosque empinado, hacia el profundo mar de allá abajo. Observó el horizonte, y con ello el atardecer, que se cernía sobre ellos como un manto de niebla sobre el grandioso Big Ben. Se imaginó aquella torre en medio del mar, qué contenta se pondría su madre al poderlo vislumbrar. Soñaba con viajar al viejo Londres, y por sus calles pasear, comprar en Piccadilly Circus y el palacio contemplar. Lástima no tener el dinero suficiente, para regalarle a su madre ese viaje en clase preferente, tendría que conformarse con visitar aquellos paisajes, a través de Google Maps, así se ahorraba llevar equipaje.

Deberíamos irnos ya o se nos echará la noche encima. Dijo Iñaki, al ver que la joven no se movía.

Cinco minutos más. Ven, siéntate a mi lado y respira. No sabemos lo que nos durará esta libertad. Respondió ella, dando un golpecito en el muro a su derecha, y cerrando los ojos para sentir aquella brisa con más fuerza.

De vuelta por el mismo camino, comenzaron a hacer planes para ese fin de semana, Iñaki tendría con él a su hija Alba, a la que Johanna realmente adoraba. Habían pensado ir de excursión a Balmaseda, ubicación del último libro que Johanna publicó, y que por “h” o por “b”, siempre habían aplazado para otra ocasión. Pasarían el día recorriendo el pueblo y sus localizaciones, incluso comerían en la terraza de aquella hermosa plaza, en la que tantas fiestas se celebraban. Pero de pronto…

¿Qué es eso? Preguntó la joven al ver algo tirado en mitad del camino.

Parece un viejo libro. Que yo recuerde antes no estaba. Apuntó Iñaki.

Es muy bonito, quizás tenga el nombre de su dueño. Dijo la joven, cogiendo aquella reliquia y abriendo la cubierta.

De pronto sintió una ventolera, que le echo hacia atrás las trenzas que recogían su extensa cabellera. Aquello le puso los pelos de punta.

 Estaba totalmente en blanco y su cubierta teñida de rojo carmesí, mostraba el relieve de un mágico fénix, bañado en oro con ojos de rubí.

¿Qué animal te parece este? Yo creo que es un fénix. No pude ser coincidencia que un fénix se encuentre con otro fénix en mitad de un camino sombrío y tan lleno de energía. Debe ser una señal. Dijo la joven entusiasmada con el hallazgo que acababa de realizar y haciendo alusión al seudónimo que solía utilizar.

¿Una señal buena o mala? Preguntó él, reticente.

La magia no es buena ni mala, depende del uso que se le des. Todo es energía, la naturaleza, los animales, nosotros mismos. Si consigues dominarla, podrás hacer tantas cosas como te propongas. Y yo me acabo de proponer, escribir un montón de cuentos, aprovechando tanto papel. Será muy divertido dejar por un rato el Word y escribir como antaño a mano, puedo escribir historias de terror y aventuras, y luego leerlas en la excursión que hagamos. Respondió ella, mientras cerraba el diario y continuaban caminando.

Es buena idea, solo te pido que si me usas como personaje para una de esas historias, no me mates que te conozco y me das mucho miedo. Jajaja. Añadió él entre risas.

Vale, lo prometo. Procuraré que salgas bien parado de esto, pero quizás te lleves algún que otro susto por el camino. Jajaja. Dijo ella, riéndose también.

Al llegar a casa dejó el libro en su habitación, y al ponerse a hacer la cena se le olvidó. Pero cuando regresó a su cuarto y vio aquel mágico libro que la estaba esperando, no pudo resistir la tentación y comenzó a llenar las páginas con su primer relato. Su amiga Cristina sería la protagonista en esa ocasión, haber viajado a Indonesia le daría un toque exótico a esa siniestra aventura, que en su cabeza la escritora creó. Demonios, zombis, túneles subterráneos y hasta un volcán en erupción, aquella era una historia digna de cualquier serie de ciencia ficción.

Sus dedos hacían volar aquel bolígrafo sobre el papel, como las gaviotas surcan los cielos sobre la lonja, cuando el pescado los barcos suelen traer. Había terminado una historia increíble en muy poco tiempo y apenas tenía sueño. Otra historia en su mente estaba surgiendo y su amiga Alba que estaba en Egipto, qué maravilla de sitio, sería la nueva protagonista junto a seres mágicos y antiguos ritos. Aquella historia había quedado muy emotiva y estaba muy agradecida por poder contar siempre con su amiga. Aquella joven siempre le sacaba una sonrisa, aunque estuviese en sus peores días. Y ahora…

No tengo sueño, es increíble que sea así, pero son las cinco de la madrugada y no me puedo dormir. Debería acostarme ya, pero…  Dijo antes de ponerse de nuevo a escribir en el diario, que mágicamente de hojas se iba rellenando.

Se acordó de Iñaki y del momento en el que encontraron ese diario, le serviría de entradilla para la nueva historia que se estaba gestando. ¿De qué trataría en esta ocasión?

Iñaki siempre la hacía sentir más pequeña de lo que era, porque siempre tenía las ideas claras y ella estaba tan perdida que no se desenmarañaba aunque se lo propusiera. Se sentía una friki post-adolescente,  pese a las treinta y cuatro lunas que llevaba sobre su frente, pero a la vez se sentía feliz de tenerle siempre presente, porque le hacía mantener los pies en el suelo, cosa que en ella no era muy frecuente.

Entonces la inspiración la invadió de repente, y se imaginó a su amigo Iñaki del tamaño de un soldadito de juguete. Podría llevarle con ella a todas partes como su conciencia, y le haría dormir en el escritorio junto a ella, en una cama hecha con servilletas. Lástima que le regalase a su prima esa pequeña casa maletín de muñecas, ahora tendría una casa totalmente amueblada para jugar con ella.

De repente el sueño la invadió, dejó el diario en su escritorio y después se durmió.

A la mañana siguiente se dio cuenta que tenía un montón de llamadas perdidas en su teléfono, cuyo sonido había desconectado la noche anterior para evitar cualquier interrupción. ¿Qué podía ser tan urgente para que la llamase tanta gente?

Primero leyó los mensajes de su amiga Alba, que fue los primeros que encontró, en ellos le pedía que la llamase por algo que pasó. Se fue a lavar la cara, para quitarse las legañas, sabía que la charla con su amiga sería una larga llamada. Aquella mañana, como era obvio, se le habían pegado las sábanas, tanto trasnochar no era bueno para esas bolsas que habían aparecido en su cara. Se fue a la cocina, y mientras se preparaba un tazón con cereales, cogió del congelador dos hielitos con hierbas para bajar la hinchazón de sus ojos y éstos, segundos después, cumplieron su función. Se llevó el desayuno hasta el comedor, mientras su perro Loki se revolcaba por el sillón. Se sentó a la mesa con su cucharilla de cereales llena y a su amiga Alba llamó.

Hola guapa. ¿Qué pasa? ¿Qué tal por Egipto? Dijo y después se llevó la cucharilla a la boca.

Chacha no te lo vas a creer. Me ha pasado algo increíble, me pregunto si podría ir a verte y así te lo cuento todo con detalles. Estoy intentando contactar con Cristina, pero no contesta. ¿Sabes algo? Preguntó Alba.

Por mí encantada y no, debe estar pasándoselo muy bien en Indonesia, porque no hay señales de ella. Dije quitándole hierro al asunto.

No sé, estoy preocupada, sobre todo después de lo que he pasado. ¿Tú estás bien? Quiso saber la joven desde el otro lado del teléfono.

Sí, ayer encontré un libro muy raro, pero mola. Estoy escribiendo cuentos en él. Dijo la joven escritora, orgullosa de los relatos con los que rellenaba su nuevo diario. De hecho en uno sales tú.

¿Yo? ¿Qué tipo de relato es? Preguntó extrañada.

Pues un cuento, te mando al antiguo Egipto a librarte de una especie de maldición por tocar lo que no debes. Jejeje. Dijo entre risas la joven escritora, que fueron rápidamente apagadas por el estado de agitación de la doctora exploradora.

Espera un momento, eso es lo que te iba a contar. Me pasó justo eso mismo. Dijo Alba, bastante alterada.

¿Estás de broma? Preguntó la joven escritora, totalmente anonadada.

Me conoces. ¿Crees que bromearía sobre algo así? Quiso saber Alba.

¡Mierda, Cristina! Dijo la escritora, al recordar la trepidante historia en la que había involucrado a su amiga.

¿Qué pasa con Cristiains? Como solía decirle la buena doctora.

Pues… Se ha metido en una cueva bajo el mar, ha huido de un volcán, casi se la come un tiburón, se ha enamorado de un tío al que ha poseído un demonio y está atrapada en Indonesia por culpa de unos zombis. Casi nada. Cuando regrese me mata. Relató Johanna, dejando anonadada a su amiga Alba.

Podrías haber escrito una historia romántica en lugar de eso. Se quejó la exploradora de tumbas.

Ya, sabes que no creo mucho en el amor, pero recuerda que sí hubo algo de eso en tu historia. Aunque no terminó muy bien, lo siento. Se disculpó la culpable de toda esta locura. ¡Ostras, Iñaki! Te llamo más tarde, he de comprobar algo. Dijo al recordar la última historia que escribió y no terminó, por lo que colgó el teléfono y al ver tanta llamada perdida, realmente se asustó. 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 2):  

Mientras Alba regresaba a España antes de lo previsto, rumbo a Cantabria, Johanna le devolvió las llamadas a Iñaki. ¿Por qué no contestaba?

¡Johanna! Dijo una vocecilla melódica a través del teléfono.

Esto… ¿Estás bien? Preguntó la joven sorprendida.

¡Mido cinco centímetros! ¿Cómo voy a estar bien? Respondió esa vocecilla tan graciosa. Al compararla con su típica voz varonil, aquello hizo que Johanna no se pudiese resistir y se echó a reír.

No te rías mal bicho. ¡Ayúdame! Le imploró Iñaki desesperado.

Está bien, iré a buscarte a casa y te lo explicaré todo. ¿Podrás abrirme la puerta? Preguntó la joven.

No lo sé, lo intentaré. Respondió él y después colgó.

¿Qué había pasado? Aquella mañana cuando Iñaki se despertó, no pudo creer lo que vio. Seguía estando en su cama, pero enredado entre las sábanas. ¿Desde cuándo tenía una sábana tan grande? Intentó salir de aquella inmensa cueva de tela en la que amaneció y al lograrlo se dio cuenta de su situación.

¿Pero qué demonios? Pensó.

La cama en la que se encontraba era tan grande como una pista de aterrizaje y el pijama que se puso la noche anterior, obviamente le quedaba grande. ¿Y ahora qué haría? No podría ir desnudo por la vida.

Recordó que tenía un pañuelo sin usar bajo la almohada y con el que taparse de forma temporal. Recortó como pudo un pedazo con las manos y se tapó sus vergüenzas con la toga que había improvisado. De momento le valdría, después ya vería lo que hacía. Se acercó al borde de la cama y le pareció que estaba en la montaña más alta. ¿Cómo bajaría de allí? Tenía que ir hasta la mesilla de noche, donde el teléfono reposaba, así llamaría a Johanna para que le rescatara.

Decidió bajar por la sábana como si fuese una cuerda de escalar, menos mal que había hecho la mili y de algo se podía acordar. Bajó lentamente, con cuidado de no caerse, y al llegar al suelo se dio cuenta, del gran problema que tenía enfrente. La mesilla de noche parecía un rascacielos, tendría que tener mucho cuidado de no caerse y estamparse contra el suelo. Comenzó la ascensión por una de sus patas, pero le costaba un triunfo porque se resbalaba. Tras una hora ascendiendo, logró llegar a la cima de aquel rascacielos y se tumbó sobre la superficie a descansar porque estaba medio  muerto. La toga que llevaba se había empezado a pelar, necesitaba algo que aguantase los roces un poco más.

Encendió la pantalla del móvil haciendo presión con las manos en el botón, y para introducir el pin tuvo que ir saltando de número en número, como si estuviese en los recreativos bailando en una máquina el hip hop. Si no hubiese estado muerto de miedo, se hubiese reído de lo lindo con todo aquello.

¿Por qué no lo coge? Es urgente. Probó varias veces, hasta que de repente vio que el teléfono comenzaba a sonar.

Y aquí estamos de nuevo, descendiendo por la mesilla de noche lentamente y con cuidado de no tropezar. Al llegar al suelo se encontró con otro obstáculo, ¿cómo abriría la puerta de su cuarto? Quizás cupiese por la rendija de debajo, y tras mucho meter aire y restregarse contra el suelo, lo logró.  Ahora tenía que ir a la cocina a coger el portero y abrir la puerta para que Johanna pudiese entrar dentro. Solo de pensarlo ya se había cansado.

Atravesó el pasillo hasta llegar a la cocina, obviamente tardó media vida en llegar, mientras el telefonillo seguía sonando de cuando en cuando sin parar. Empujó con mucho esfuerzo el recogedor de la basura hasta aquel lugar, alguien se había olvidado de guardarlo, por lo que dio las gracias y comenzó a escalar. Estaba agotado, no podía más, pero tenía que conseguirlo o en miniatura se tendría que quedar. Cuando descolgó el telefonillo y apretó aquel botón, por fin respiró de alivio y se tranquilizó. Volvió a bajar por donde había subido, tras recuperar el aliento y fue hasta la mesa de la entrada, donde había dejado sus llaves tiradas. Podría coger la de la casa, pasarla por debajo de la puerta y Johanna abriría sin problemas. Y eso hizo.

Después de media hora esperando junto a la puerta, mas otra hora esperando abajo junto a los telefonillos en la calle, Johanna vio cómo salía por debajo de la puerta la llave. Se imaginó lo que estaría pasando aquel pequeñajo y sintió lástima del pobre vasco.

No me lo puedo creer, debes estar agotado, chiquitín. Le dijo ella entre risas, al ver a su diminuto amigo tirado en el piso.

No te rías, que no sabes lo mal que lo he pasado. Dijo él, pero apenas se le escuchó.

¿Qué? Espera. Añadió la joven, mientras se arrodillaba y le tendía la palma de su mano para que se subiese en ella.   Ahora sí.

Decía que lo he pasado muy mal. ¿Qué ha pasado? No lo entiendo. Preguntó él desesperado.

Bueno, creo que ha sido culpa mía. ¿Recuerdas el diario que encontramos ayer? Pues soy escritora, imagina lo que hice con él. Respondió la joven algo arrepentida, pero solo un poquito, se lo estaba pasando de vicio.

¿Es cosa tuya?  ¿Por qué me has encogido? Quiso saber Iñaki.

No te quejes, a mis amigas se lo he puesto mucho peor. Alba se ha pillado un vuelo y está de camino, a ver si entre todos podemos solucionarlo y rescatar a Cristina, que está desaparecida en el Pacífico. Dijo la escritora, bastante preocupada por la situación en la que se encontraba su amiga.

¿Y ahora qué? Preguntó el joven, que aún seguía sobre la palma de la mano de Johanna.

Lo primero será hacerte algo de ropa. Te llevaré a mi casa y sacaré la máquina de coser, a ver qué se puede hacer. Le dijo ella, mientras se levantaba y salía por la puerta.

¡Espera! Coge mis llaves, para que pueda volver a casa cuando todo esto acabe. Le pidió y la chica accedió.

De camino a casa de Johanna, Iñaki iba metido dentro del bolsillo de su sudadera. Resultaba gracioso tener un llavero que diera tanta guerra. Al llegar a casa y explicarle la situación a sus padres, por poco se parten de la risa al ver al grandullón en tal situación. Pero le procuraron algo de comida y agua, mientras Johanna le preparaba algo de ropa que fuese de su talla. Loki, el perro de la familia, no dejaba de intentar subirse a la silla donde Iñaki estaba sentado, menudo juguete interactivo más chulo que le habían regalado. Le lloraba y le intentaba alcanzar con la patita, mientras Iñaki se bajaba las faldas, y mantenía las distancias.

Bueno, creo que ya está. No quiero quejas, que manejar una máquina de coser para unos patrones tan pequeños, ha sido una tarea bastante dura. Comentó la joven al aparecer en el salón, con una pequeña camiseta y un mini pantalón.

¿Esa tela es de Mario Bros? Preguntó él sorprendido.

He dicho que no te quejes, me quedaban unos retales de cuando hice las mascarillas con una sábana durante la cuarentena. Aunque ahora que lo dices… si lo llego a saber te hago un peto y una gorra a juego. Jajaja. Se rió la joven sin parar, al imaginarse a su amigo colándose por una tubería en su videojuego favorito.

¡Qué graciosa! Se quejó él, mientras se ponía aquellas ropas con las que parecía cada vez más un juguete y que Loki quería comerse.

Bueno, vayamos a mi cuarto, intentaré terminar tu historia para que pueda devolverte a la normalidad. Le dijo ella, antes de recogerle en su mano y llevarle medio volando hasta el siguiente escenario.

Allí encima del escritorio, junto al ordenador, se sentó sobre el pie de la lámpara de mesa que Johanna tenía junto a ella. Seguía observando su ropa y quejándose de las pintas que llevaba, aunque peor hubiese sido seguir con aquella toga  que se deshacía con el agua.

Mira que eres presumido. Solo es algo temporal, cuando terminemos esta historia volverás a la normalidad. Podemos aprovechar para hacer que Cristina se ponga a salvo a la par que tú recuperas tu tamaño. Caviló la escritora en voz alta, mientras abría ese libro que tanto le gustaba.

Me recuerda a la película de Death Note. Se quejó Iñaki.

¡Ostras, Javi! Espero que esté bien y el demonio no se lo haya cargado por mi culpa. Dijo la joven, al recordar a su amigo/capitán de barco improvisado. En primer lugar, escribiré…

“Mientras Iñaki se lamentaba de las ropas que gastaba, Johanna tuvo la idea… “

Mejor dicho, “genial idea”. Dijo en voz alta la escritora y continuó escribiendo.

“…Johanna tuvo la GENIAL idea, que si Iñaki se tomaba un poco de yogurt, crecería fuerte y rápido hasta volver a su tamaño.”

¿Por qué un yogurt? Preguntó el joven tras leerlo en la pantalla del ordenador.

Porque decían antiguamente que con los Petisuis se crecía, no tengo de esos, pero tengo yogures del Lupa, tendrán que valer. Además, soy yo la que invento la historia, si he conseguido hacerte pequeño, podré devolverte a tu tamaño. ¿Puedo seguir? Explicó la escritora, a la que no le gustaban nada las interrupciones mientras escribía.

Vale, pues marca blanca. Tú mandas. Dijo él, haciendo la señal de la cremallera sobre su pequeña boquita.

“Johanna fue a la cocina a por uno de esos mágicos y fantásticos yogures, mientras Iñaki se quedaba esperando. Al regresar le ofreció el yogurt y éste cogió una pequeña porción con sus diminutas manos. “

Espera, enseguida vuelvo. Dijo ella.

¿Dónde vas? Preguntó él, no quería quedarse solo en aquella habitación llena de Funkos que tenía Johanna. Le observaban, y ahora que eran mucho más grandes que él, no solo resultaba estresante, sino también demasiado inquietante.

¿Tú qué crees? Voy por el yogurt. No te muevas. Le dijo antes de salir de la habitación como una gacela.

Como si pudiera. Añadió Iñaki, bajándose del pie de la lámpara de escritorio y acercándose a la bola de cristal, para intentar ver su reflejo en aquella esfera tan peculiar.

Estaba llena de burbujas tan grandes como su cabeza, así que desistió de verse reflejado en ella y escaló los libros que había sobre la mesa. Al menos estaría más cómodo por estar más blando, porque se le estaba quedando el culito cuadrado.

Cuando Johanna regresó le dio el yogurt y mientras Iñaki se lo tomaba, escribió…

“Aquel pedazo que cogió estaba frío al tacto, y cuando se lo llevó a la boca, se embadurnó la cara con sabor a plátano. Poco a poco el pequeño Iñaki sintió, que algo estaba cambiando en su interior, por ello Johanna le depositó sobre su cama, por si aquello funcionaba no se hiciese daño, ni rompiese nada.”

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 3): 

Ups. Dijo Johanna, al ver a Iñaki en paños menores. Con lo que me había costado hacerte ese trajecito. Añadió, mientras le tendía la batamanta para que se tapase con ella mientras encontraban algo de ropa, y apartaba la mirada para no incomodarle.

Tras taparse las vergüenzas, se sentaron ante el dichoso libro para rescatar a Cristina y a Javier, que seguían perdidos en medio del Pacífico.

¿Sí? Contestó Javier al teléfono, mientras manejaba aquel barco.

Me alegro que sigas vivo, menos mal. ¿Estás con Cristina? Preguntó Johanna.

¿La conoces? ¿Cómo sabes que está aquí? Contestó el joven perplejo.

No hay tiempo, ve a buscarla. Date prisa y ponla contigo al teléfono, pero no le digas nada a David. Añadió la escritora.

No lo entiendo. ¿Conoces a David también? Javier cada vez estaba más sorprendido, pero no dudó de ella ni un momento y le hizo caso.

¡Corre! Luego te explico. Le exigió la joven, a sabiendas que no podría retener mucho más tiempo al demonio, por lo siguió escribiendo en aquel libro su cuento.

“Mientras Javier respondía aquella llamada y hacía lo que su amiga le ordenaba, David tuvo que ir al cuarto de baño…”

¿Para qué va un demonio al cuarto de baño? Preguntó Iñaki tras leerlo en el libro.

Pues no lo sé, pero en un barco no lo puedo mandar a otra parte. Iba a peinarse, por ejemplo. Respondió Johanna y continuó escribiendo.

“Quería arreglar un poco aquel recipiente que había ocupado, para ganarse a Cristina y comprobar su teoría.... “

¿Johanna, eres tú? Preguntó Cristina al otro lado del teléfono.

¡Cris! Me alegra que estés bien, escuchadme los dos, no tenemos mucho tiempo. Coged la lancha salvavidas y lanzaros al mar con ella, rumbo a la isla de la que salisteis. Dijo Johanna, intentando mantener la calma. Pero no le digáis nada a David.

Espera un momento. ¿Cómo sabes eso? Preguntó la joven doctora intrigada.

Me conoces, ¿confías en mí? Si es así, hacedlo. Llamadme cuando os hayáis alejado del barco y os lo contaré todo. Les pidió la joven escritora.

No podemos hacerlo, la isla está llena de zombis. Cuesta creerlo, lo sé, pero es cierto.  Respondió la doctora.

Además, no hay lancha salvavidas. Añadió Javier, lo sabía bien porque lo había comprobado varias veces por todo el barco.

No os preocupéis, yo me encargo, pero salid ya. Id a la parte de atrás. ¡Pero ya! Les dijo la misteriosa muchacha y después cortó la llamada.

“Mientras los dos jóvenes se preguntaban cómo su amiga se había enterado de todo aquello y por qué les obligaba a regresar a un lugar apestado de zombis sin David, Johanna escribía en aquel libro viejo lo que a continuación iba a ocurrir. El demonio se quedaría atrapado en el cuarto de baño, como ya habíamos acordado, pero obviamente no le costaría mucho salir de allí, así que los chicos tendrían el tiempo justo para del barco salir. Al demonio le costaría mucho arreglar ese pelo, que se había enredado más que un nudo marinero. “

¿En serio? Preguntó Iñaki.

¿Se te ocurre algo mejor? Respondió la autora.

No.

Pues, seguimos. Respondió Johanna, antes de seguir con la historia que tramaba.

“Javier había comprobado el barco varias veces y jamás había visto esa lancha salvavidas de color amarilla, que ahora mismo tenía enfrente. Cristina conocía bien a Johanna y sabía que tenía un sexto sentido especial, pero ni con esas se imaginó que pudiese saber tanto, de su situación actual. Echaron la lancha al mar y se subieron en ella, dos remos pequeños les ayudarían a llegar a la isla, de la que habían huido sin tregua.”

Johanna, ya está, estamos en la lancha. Puse el piloto automático en el barco. ¿Nos dices lo que pasa? Preguntó Javier bastante preocupado, tras marcar el teléfono de su amiga que tenía guardado.

Veréis, sabéis que soy escritora y que me gusta escribir cuentos fantásticos, entre otras cosas. Pues… ayer iba con mi amigo Iñaki por el monte, cuando nos topamos con un libro extraño. Estaba en blanco, así que me lo quedé para escribir cuentos en él. Y en resumen, lo que os ha pasado es algo que yo me he inventado, porque como habréis imaginado, es un libro mágico. Explicó y se calló, para ver cómo reaccionaban sus amigos.

¡¿Qué?! Preguntó Cristina, a la que le iba a dar un ataque de nervios.

Lo siento, no lo sabía. Por suerte os acabo de salvar de morir a manos de un demonio que ha poseído a David. Salid de allí lo más rápido posible y veniros para mi casa. Alba ya está de camino e Iñaki está aquí conmigo. Cuando lleguéis, veremos lo que hacemos con el dichoso libro. Les pidió la escritora.

¿Alba también? Quiso saber Cris.

Sí, bueno, a ella la mandé al antiguo Egipto. Pero está bien, ya ha vuelto del viajecito. Dijo Johanna, y después se despidió y continuó escribiendo. ¿Cómo se desharía de los zombis de ese cuento?

“Mientras los dos pequeños náufragos remaban hacia la libertad, no sabían que un joven soldado español, destinado en Indonesia, se había salvado y acabado con casi todos los zombis que había en el lugar. Ese joven llamado Sergio había sido el hazmerreír de sus compañeros, por ser un friki apocalíptico y soñar desde muy joven con todo aquello. Pero menuda sorpresa después de todo, al final el friki había salvado la situación y acabado con todos. Lástima que sus compañeros no pudiesen verlo, ahora sería él quien se riese de ellos.

Había acorralado a un grupo de cinco zombis, los últimos que quedaban, en el embarcadero. Los dos primeros los mató con un balazo en la cabeza, como era lo normal, pero al quedarse sin munición tuvo que improvisar. El tercero fue decapitado, fue gracioso ver al bicho sin a cabeza andando. El cuarto lo mató con un punzón de hielo, que había robado de las cocinas de la base, al pillarle la alerta allí comiendo. Y el último, pero no menos importante, lo mató con las tijeras de podar, que se había encontrado en el jardín de una de las casas por las que tuvo que pasar. Cuando vio aproximarse a dos jóvenes en una lancha salvavidas, se acercó a ellos y les preguntó de dónde provenían. Cristina se adelantó a Javier y le dijo que su barco había naufragado, no quería que el militar se enterase de lo que habían averiguado, por si les dejaba allí encerrados por saber demasiado.

Sergio les ayudó a salir de la isla, mientras él esperaba a sus superiores para llevarse la gloria. Cuando Cristina y Javier estuvieron en el avión, rumbo a España, repasaron los detalles de aquella aventura, en la que se vieron envueltos por culpa de Johanna. “

Bueno, estos dos ya están a salvo y Alba está a punto de llegar, tendremos que ir a buscarla al aeropuerto. ¿Me acompañas? Le preguntó a su amigo, que seguía llevando solo la batamanta como vestido.

Sí, pero creo que será mejor ir a casa y ponerme algo de ropa. Observó él, al ver las pintas que llevaba y que difícilmente podría esconder.

Pilla algo mío mientras, no pensarás irte así. Vivimos cerca, pero… Jajaja. Tengo un vestidito muy mono, seguro que te sentará muy bien. Le dijo la joven escritora, antes de salir de la habitación riéndose a más no poder.

Mientras tanto, Johanna fue al comedor para poner al día a sus padres de la situación y a charlar con su abuela un rato, sobre las cosas que le decían los señores de la televisión. Según ella, querían que fuese a visitarlos, pero estaba demasiado lejos como para irse andando. La pobre se había pensado que mini-Iñaki era un nuevo muñeco que se había comprado su nieta, y cuando le vio aparecer en tamaño real, se quedó pensando por dónde había entrado, ya que el perro no había ladrado cuando había llegado.

A la par que eso sucedía en Santoña, Alba llegaba al aeropuerto de Santander. Sus amigos tardarían un poco en recogerla, pero lo entendería cuando le explicasen lo que habían tenido que hacer.

Poco después se encontraron los tres en el aeropuerto y Johanna los presentó, y durante el trayecto de vuelta, le fueron dando vueltas a lo que sucedió. Estaba claro que deberían guardarlo ese libro a buen recaudo, puesto que dejarlo por ahí tirado sería una insensatez, por si lo encontraba algún desquiciado.

Puedo facilitaros la vida con él. Siempre que queráis, os puedo hacer una historia que os guste y de la que logréis salir bien. Tampoco es tan mala idea que me lo quede. ¿No creéis? Dijo la escritora, a sabiendas que nadie podría alejarla de aquella joya.

Claro, siempre que no escribas en él a menos que alguien te lo pida, y a ser posible, nada de viajes en el tiempo y cosas de esas. Dijo Alba entre risas.

Y nada de encogerme de nuevo. Pidió Iñaki.

Vale, lo capto. Voy a ser vuestro Matrix. Jajaja. Presumió la escritora, mientras se ponía las gafas de sol en los ojos.

¡Qué peligro tienes! Añadió Iñaki y también se echó a reír.

Por cierto, se lo he contado a Iván y me ha dicho que él lo quiere probar. Añadió Alba.

No sabe dónde se ha metido este chico de oro, nos lo vamos a pasar bien a su costa. Se rio Johanna.

Yo quiero participar de la historia. Dijo Alba y los tres empezaron a darle vueltas a esa historia que juntos iban a crear. 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 4):  

Al llegar a casa de Johanna, su familia recibió a Alba como si fuese una más de la casa. Le habían hecho tantas preguntas de salud a la doctora canaria, que sabía sus historias clínicas mejor que su médico de familia. Ella siempre tenía unas palabras de consuelo y algún que otro remedio que recomendar. Cuando se sentó y les contó la aventura que había vivido en el antiguo Egipto, Iñaki quedó agradecido porque él solo fue encogido.

Siento mucho lo que pasó. Solo quería hacer una buena historia, un regalo a mis amigos que siempre estáis ahí cuando os necesito. No pensaba que fuese a pasar de verdad. Al menos disfrutarías del crucero con el pedazo pamela que te puse, espero. Se disculpó Johanna, poniendo los ojitos a modo gato de Shreek.

Claro que sí, esa fue la mejor parte. La próxima vez tenemos que irnos las tres juntas, Cristina, tú y yo, pero te dejas el libro en casa, Joans. Jajaja. No quiero que te invada la inspiración y tengamos que salir nadando. Dijo Alba entre risas, mientras las dos amigas se abrazaban.

Qué bien, a mí me dejáis aquí. Muy bonito. Se lamentó Iñaki.

Es un viaje para el consejo de sabias, pero con la batamanta dabas el pego, quizás hayamos encontrado a la cuarta chica de Sexo en Nueva York sin saberlo. Jajaja. Comentó Johanna y todos comenzaron a reírse con aquella ocurrencia.

Anda golosa, que se te iban los ojos, que lo vi. Me quedaba tan bien, que ni hecha a medida. Añadió él y también se unió a las risas.

Sin que lo supieran, estaban creando un gran vínculo entre todos los protagonistas de aquella historia, ese mágico libro los había unido y solamente él, los podría separar.

Decidieron salir a comer juntos para enseñarle a la canaria la zona, a la que por cierto, todo aquello le gustó bastante. Al día siguiente tendrían que recoger a Cristina y a Javier en el aeropuerto, por lo que esa noche se acostarían pronto, debían descansar.

Alba se quedó a dormir en casa de Johanna y a media noche se dio cuenta que su amiga no estaba. Se levantó y siguió los ruidos que provenían del comedor, y allí vio a su amiga sentada como si nada, escribiendo en ese diario mientras sonámbula estaba. No podía despertarla, y si lo hacía debía ser con cuidado. Por ello encendió la luz y se acercó a leer lo que estaba plasmando, tenía curiosidad por conocer al pobre diablo que ahora había enredado…

“Su reflejo había desaparecido. Iván se asustó al comprobar que en el espejo no se podía ver. ¿Por qué tuvo que leer aquella inscripción que aparecía en internet? ¿Quién le envió aquel enlace, que le había vuelto invisible? ¿Y por qué?

Se fue corriendo a su habitación, después de ponerse una toalla alrededor, aunque daba igual que saliese desnudo del cuarto de baño, ya que nadie podía observarlo. Fue extraño ver la ropa sola moverse ante el espejo, con hilos de títere parecía estar todo sujeto. ¿Qué había pasado? ¿Sería cosa del libro del que Alba le había hablado? Decidió llamarla, daba igual que fuesen las dos de la mañana, esa duda tendría que aclararla…”

El teléfono de Alba vibró, lo llevaba en la mano en silencio, ya que lo había utilizado a modo de linterna cuando de la cama se levantó. Sabía quién era antes de mirar la pantalla, Iván la llamaba sin cesar, mientras Johanna seguía en trance y sin la historia terminar. De pronto la escritora se quedó dormida sobre el libro y Alba aprovechó para responderle al pobre chico.

¿Se puede saber qué me habéis hecho? Preguntó Iván algo alterado.

Yo no he sido, Johanna lo ha escrito, pero estaba sonámbula mientras lo redactaba. Además, no te quejes tanto Ivansain, que tú querías formar parte de esta historia. Le dijo Alba, con esa manía suya de cambiar los nombres de la gente y complicarlos aún más de lo normal.

— ¡Pero que soy invisible! Gritó Iván desde el otro lado del teléfono.

Mira el lado bueno, puedes ir a cualquier concierto sin pagar entrada. Le dijo Alba, intentando contener la risa, cosa que le costaba.

¿Y ahora qué? Preguntó el joven asustado.

No lo sé, la que escribe es Johanna, así que tendrás que esperar a que se despierte para ver cómo acaba esta historia. Le explicó Alba, mientras se despedía y colgaba el teléfono.

Intentó coger el libro que Johanna usaba de almohada, pero aquel ese dichoso diario se negó a acompañarla y le dio un calambrazo bien fuerte, que le quitó las ganas. Al parecer ese libro había creado una conexión especial con la escritora y nadie más podría tocarlo sin terminar más chamuscado que con una freidora.

Mientras tanto Iñaki no podía dormir, daba vueltas en su cama sin parar, por recordar la aventura con la que aquella mañana tuvo que lidiar. Tenía miedo de volver a dormirse y despertarse pequeño de nuevo. Aunque si lo miraba bien, ser pequeño tenía sus ventajas. Comenzó a fantasear con todas esas cosas que se le pasaban por la imaginación y lamentó que le hubiese vuelto tan rápido a su tamaña habitual. Quizás le pidiese más adelante a Johanna que le volviese a encoger un rato, con ese libro en sus manos tenían el mundo en sus manos. Podría viajar por el mundo a su costa, visitar otros planetas en una nave espacial, y llevar a su hija Alba a la escuela de magia en la que siempre había soñado entrar. Tantas posibilidades y ni siquiera sabía por dónde empezar.

El sueño comenzó a cerrar los párpados de Iñaki, mientras los de Iván habían dejado de funcionar. Al ser invisibles, como él, su función habían dejado de realizar. ¿Cómo iba a dormir a partir de ahora? ¿Podría Johanna arreglar aquel desaguisado? Se levantó de la cama y se volvió a mirar en el espejo, pero seguía sin ver su reflejo. Se asomó a la ventana para ver la gente que pasaba, daba igual la hora que fuese, en Madrid siempre había alguien que trasnochaba. Quizás fuese producto de su imaginación, y alguien pudiese verle realmente. Si bajaba a la calle en paños menores y solo había desaparecido en su imaginación, alguien pasaría junto a él y le llamaría la atención. Además, era verano, hacía mucho calor y siempre había soñado con pasear por la Gran Vía y detener la circulación. Pero… ¿Y si Johanna le quitaba el hechizo mientras que por la calle desnudo andaba? Tendría que conformarse con quedarse cerca de su casa, por si la cosa se complicaba.

Tanto debatir si salir o no salir, al final se le echó encima la mañana. Si quería comprobar su teoría, había esperado a la hora indicada, la gente solía ir a trabajar y seguramente con alguien se topaba. Cogió las llaves y las dejó dentro del buzón al salir de casa, ya que unas llaves levitando solas por la ciudad, serían un digno caso que Iker Jiménez no podría rechazar. Salió por la puerta del portal como si nada, y al llegar a la calle se dio cuenta que, caminar por Madrid descalzo no era lo más inteligente, que se le había pasado por la mente.

Y allí estaba él, caminando por la calle de Galileo en el barrio de Chamberí, desnudo completamente y paseando entre la gente. De pronto llegó hasta un supermercado en el que entraría para comprobar un par de teorías, que se había comenzado a plantear. ¿Saldría en las cámaras de vigilancia? ¿Y si comía algo, aparecía y desaparecería como por arte de magia? Tenía que reconocer que, al principio había puesto el grito en el cielo, pero si no fuese por llevar los pies negros de la mierda que había en el suelo, se lo estaría pasando de miedo. Aquello le abría un mundo de posibilidades que podría aprovechar, hasta que su amiga Johanna la historia decidiese acabar.

Pasó junto a la zona de congelados de aquel supermercado y se arrepintió de no llevar nada puesto de cintura para abajo. Después se acercó a la zona de la frutería y cogió una mandarina, mientras una señora de mediana edad no creía lo que veía. El muchacho comenzó a pelar la mandarina y aquella mujer no le quitaba los ojos de encima, pero cuando el joven se comió uno de los gajos y ésta desapareció haciendo ruidos raros, la mujer soltó la cesta que tenía en la mano y salió corriendo como alma que llevaba el diablo. Menudo susto se había dado la señora, aunque Iván no fue consciente hasta que escuchó el grito de aquella hiena estridente. Terminó de tragar el gajo que tenía en la boca, y comprobó que la comida desaparecía en cuanto él se la comía. Era lógico, ya que al juntarse con su saliva aquello también desaparecía. Podría escribir un artículo científico sobre aquel descubrimiento, quizás pudiese venderlo a alguna revista y sacar partido de todo eso. Se terminó su mandarina tranquilamente y salió de allí raudo y veloz, mientras comprobaba cómo el guarda de la entrada, calmaba a la mujer que estaba medio desquiciada. Sería mejor volver a su casa y llamar a Alba, a ver si Johanna se había despertado y estaba inspirada, pero…

“¡Sorpresa! Tendría que fingir que era el cartero para que le abrieran por el portero, ya que las llaves estaban dentro del buzón, esperando a que las pescase en cuanto tuviera ocasión. Comenzó a llamar a los telefonillos de todos sus vecinos, pero menuda suerte había tenido, no se había quedado en casa ni el vago del quinto piso. Desde que había terminado la cuarentena, y con la amenaza que el dichoso bicho en otoño volviera, la gente no pisaba su casa, ni cuando la lluvia amenazaba aquella cervecita en la terraza.  ¿Y ahora qué? Si se sentaba en el suelo seguramente pillaría una infección, no era muy buena solución, así que espero en plena calle, a que alguno de sus vecinos se dignase a ayudarle.

Una hora después apareció su vecina, la más anciana del lugar, con un par de bolsas llenas, que había ido a comprar la buena mujer. Se  notaba que aquello pesaba demasiado, por lo que Iván la quiso ayudar, hasta que recordó la situación en la que se encontraba y callado tuvo que esperar. Cuando aquella mujer abrió la puerta, y mientras recogía las bolsas que había soltado en el suelo al llegar, Iván se coló por la rendija, antes que la puerta en las narices se le fuese a cerrar. Permaneció quieto en una esquina, no quería asustar a su vecina igual que había hecho con la mujer del supermercado, a la que por cierto había traumatizado. Cuando la buena mujer se marchó, Iván intentó pescar las llaves que había metido en el buzón. Aquello le llevaría un buen rato y unos cuantos cortes en la mano, ya que había resultado mucho más complicado de lo que se había imaginado.

Justo cuando había conseguido las llaves pescar, entró la chica de sus sueños en ese portal. La amiga de su vecina, la que le solía sonrojar, le había pillado en paños menores y no sabía cómo justificar lo que acababa de pasar, porque Johanna sin avisarle, le había vuelto a la normalidad…”

Qué mala eres. Jajaja. Se rio Alba, al leer lo que acababa de poner Johanna.

Quería una aventura, pues es exactamente lo que le estoy dando. ¿De verdad escribí esto en sueños? Preguntó la escritora.

Sí, estabas sonámbula. Respondió la doctora canaria.

Vaya, hacía mucho que eso no me pasaba, desde cría. ¡Qué raro! No me acuerdo de nada. Dijo Johanna, que había quedado en shock al escuchar la historia que Alba le contó. Será el estrés acumulado o este dichoso libro, que me está cambiando. En cuanto acabe esta historia lo guardaré bajo llave.

Puede que sea lo mejor, o que te lo guarde Iñaki en su casa, así no te despiertas a media noche para escribir en pijama. Añadió Alba.

En realidad, escribir en pijama no me pilla de sorpresa, muchas noches me da por escribir cuando estoy en la cama. Hay mucha más tranquilidad que una tarde cualquiera en mi casa. Explicó Johanna, mientras se daba cuenta que Iñaki estaba en la puerta, esperando que le abrieran.

Abre, que es Iñaki. Verás cuando le contemos la buena nueva. Pidió la joven, y se tomó un descanso hasta el próximo capítulo, donde sabremos si el pobre Iván, ha salido bien parado de esta historia tan singular. 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 5): 

“Iván se quedó quieto, no sabía qué decir. La expresión de aquella dulce e inocente chica, le hizo darse cuenta que realmente le veía.

Discúlpame, es que mis amigos me gastaron una broma y me dejaron fuera de casa, como ves. Intento coger las llaves que me dejaron en el buzón. Se disculpó el muchacho, totalmente sonrojado.

Menudos amigos que tienes. Toma, cúbrete con esto. ¿Quieres que te ayude? Le dijo aquella chica con una tierna sonrisa, que por supuesto a Iván le alegró el día. “

— ¡Ohhh! Qué bonito, nuestro Ivancin se ha echado novia. Espero que no corra la misma suerte que mi chico. Dijo Alba, mientras leía por encima del hombro de Johanna.

¿Sabes que me cuesta mucho concentrarme con vosotros aquí pegados? Se quejó Johanna, ya que Iñaki también estaba leyendo lo que escribía por encima de su otro hombro. Me recuerda a los exámenes, cuando está el profesor ahí en plan búho.

Nos da miedo que puedas cargarte al pobre chico, eres muy siniestra escribiendo. Sino mira lo que le pasa a la protagonista de tu último libro. Explicó Iñaki.

Ya bueno, es cierto que tengo una mente un poco retorcida, pero jamás le haría daño a ninguno de mis amigos. Se justificó la joven escritora, mientras volvía a lo que estaba haciendo antes de ser interrumpida.

Debían darse prisa, les quedaba menos de una hora para ir a por Javier y Cristina al aeropuerto. Mismo trayecto en solo dos días, y se quejaba que antes no salía.

“Iván se tapó  con la sudadera que llevaba la chica y ésta se acercó a él, metió la mano en el buzón y pocos segundos después las llaves sacó. El joven se había quedado embobado con esa chica a la que había visto más veces por el vecindario, pero nunca se atrevió a hablarle por miedo a ser rechazado.

Gracias y disculpa si te hice pasar un mal trago. Se disculpó él.

El mal trago seguramente lo habrás pasado tú, yo no tengo queja. Puede que algún día, ahora que ya hemos roto la barrera de la vergüenza, te pongas algo de ropa y me invites a tomar una copa. Dijo ella, mientras se daba media vuelta y subía las escaleras.

¿En serio aquella belleza le había pedido una cita? ¿Y después de aquella situación tan embarazosa? Después de todo tendría que darle las gracias a Johanna por esa increíble historia.

Cuando llegó a su casa respiró al fin. Debería lavar muy bien la sudadera y devolvérsela a su dueña. Pero, ¿cómo daría con ella? Tendría que ir a casa de su vecina y pedirle el teléfono de su amiga. ¿Le habría contado lo que había pasado? Seguro que se estarían riendo a su costa durante años, pero después de haberle ayudado, no podía reprochárselo. Metió la sudadera en la lavadora y se fue a duchar, con la roña que tenía acumulada en los pies de andar descalzo, ni con un estropajo se la podría quitar. Aunque… después de mucho restregar y un montón de agua derrochar, terminó más limpio que lavado con blanco nuclear. Salió de la ducha y se miró al espejo, era extraño volver a ver su reflejo, pero se alegró de ello. Aquel día sería imposible de olvidar, había disfrutado más que un niño en Disneyland. Recordó la cara que había puesto aquella señora en el supermercado y se echó a reír, no olvidaría jamás esa aventura, que esperaba algún día pudiese repetir.

Tras tender la sudadera de la chica que tanto le gustaba, llamó a las chicas para preguntarles si la historia estaba acabada. No quería arriesgarse a hacer algo que la cita  estropeara. “

Hola Ivancin. ¿Qué tal está usted? ¿Ya recuperó su cuerpo? Preguntó Alba, aguantándose la risa.

Sí, aunque echaré de menos ser invisible para ciertas cosas. No veas qué risa me pasé. Respondió Iván.

Lo sé y también sé lo de tu cita. ¿Qué te vas a poner? ¿Quieres que te echemos una mano desde aquí? Preguntó la joven doctora canaria.

Déjale que sea el mismo, seguro que le irá muy bien. Añadió Johanna.

¿La escuchaste? Preguntó la canaria.

Sí, lo haré. Dale las gracias, porque sin esta oportunidad a lo mejor no me hubiese atrevido a pedirla de salir jamás. Dijo el muchacho.

En realidad te lo pidió ella, pero vale. Jajaja. Se rió Johanna y todos los demás se unieron a la fiesta de las carcajadas.

Cuando se despidieron de Iván, los tres mosqueteros se fueron al aeropuerto a por los otros dos aventureros. Alba se había encargado de reservar habitación para los tres en una pensión cercana a la casa de Johanna, porque así estarían más cómodos y no darían tanto la lata. Durante el trayecto fueron hablando de cosas normales, nada de historias locas, ni cuentos para no dormir, solo eran tres amigos que disfrutaban de la libertad, que meses antes un virus les quiso robar. Al llegar al aeropuerto y ver a esos dos sentados en un banco cercano a la puerta de llegada, Alba y Johanna se abalanzaron sobre Cristina, ya que por fin el consejo de sabias se juntaba. Años lo habían estado intentando y ahora gracias a ese libro lo habían logrado. Iñaki saludó a Javier y una vez que las tres chicas se separaron, lo hicieron también. Aquella tarde se pusieron al día y les hicieron a los nuevos de guía, sin saber que aquella noche la historia se complicaría.

“Cuando Leticia abrió los ojos, después de una noche extraña, sintió que ya no estaba en casa. Aquella pequeña habitación le resultaba familiar. Se levantó de la cama en la que estaba acostada y se fijó en la foto que en la taquilla estaba pegada. ¿Esa era ella con los Vengadores? No podía ser cierto, no había ido nunca a Disneyworld, ni tampoco se había encontrado con los actores mientras rodaban un spot. ¿Acaso su novio le había hecho un photoshop? Espera un momento. ¿Por qué no estaba en su habitación?

De pronto alguien llamó a la puerta y acto seguido abrió ella. La joven se quedó boquiabierta, cuando vio a Bucky entrar a su habitación.

¿Leti estás lista? Dijo el Soldado de Invierno.

¿Perdona, qué? ¿Desde cuándo se conocían y a qué venían esas confianzas? Y lo más raro de todo, ¿por qué lo entendía?

Preguntaba que si estabas lista, aunque veo que no, se te han pegado las sábanas. Furia está abajo, hay reunión en cinco minutos. Le dijo, y después cerró la puerta y se marchó.

Estaba soñando, seguramente fuese eso, un sueño. Pero se veía tan real, que quiso seguirles la corriente y disfrutar de lo que fuese a pasar. Echó un vistazo a la taquilla y encontró un mono negro parecido a los que llevaba Temblor en Shield y un traje rojo y dorado, con botas, guantes y unas gafas de sol a juego, que se convertían en un antifaz de ensueño. ¿Desde cuándo se había convertido en una Vengadora? ¿Y cómo? Supuso que una reunión con el director de Shield, requeriría algo más sobrio que un mono de color dorado y rojo, por lo que escogió el mono negro para ir con él a juego. Se puso unas botas que había junto a la cama y cogió una identificación que había sobre la mesa donde el ordenador reposaba.

Era ella, menuda sorpresa. ¿Capitana España? ¿En serio? ¿Eso existía? Pues al parecer sí, aunque no se lo creía. Estaba claro que el nombre ella no lo pudo escoger, porque hubiese escogido algo como… Espera un momento, ¿qué poderes tenia? ¿Y realmente los tenía? Decidió no perder más tiempo y bajar a la reunión, seguramente allí la pondrían al tanto de todo lo que sucedió.

Cuando salió de la habitación, iba como pollo sin cabeza, dando vueltas por los pasillos sin rumbo ni certeza. De pronto se topó con el Dr. Strange, que iba volando por el pasillo como la tía que anunciaba el Pronto en los años noventa. Entonces ni corta ni perezosa, le preguntó si iba a la reunión y como el buen doctor se lo confirmó, a él se unió. Al llegar estaban Falcon, como el nuevo Capitán América, el Soldado de Invierno, la Bruja Escarlata y Máquina de Guerra. ¿Se podía saber qué hacía allí ella? Pronto esa pregunta y muchas otras hallarían respuesta, ya que Nick Furia a la reunión llegaba como un dios que a todos dominaba.

Con su característico parche en el ojo y su porte tan señorial, entró en la sala y a todos los presentes les hizo callar. Había una mesa redonda en medio de aquella plataforma y abajo estaba el puente de mando. Estaba claro dónde se encontraban, en el Helicarrier de Shield, el aparato donde atraparon a Loki y Hulk destrozó por culpa de ese embaucador. Tantas veces había soñado pisar ese avión, que a Leticia la emoción la embriagó. Se sentó junto a Bucky y la Bruja Escarlata, mientras Furia a los demás miembros la presentaba.

Vengadores, os presento a la nueva incorporación, la Capitana España, Leticia. Démosle la bienvenida. Dijo el director, mientras ella no perdía detalle de la pantalla en la que apareció.

Según decía su ficha, tenía algunos poderes que rivalizarían con la mismísima Guillotina. Poseía una espada capaz de robar el alma a todo aquel que la rozaba, además de tener una fuerza sobrehumana. La espada podía aparecer y desaparecer, solo con extender su mano, como hace Spiderman con su sentido arácnido. ¿Cómo era capaz de salir aquello tan grande de su mano? Quiso probar a ver si era verdad, pero no quería un altercado provocar, tendría que esperar a estar sola en su cuarto para su teoría comprobar. Vio que era inmune al frío y al calor, por lo que su temperatura siempre era la misma, aunque estuviese metida dentro de un congelador. Y tenía una velocidad fuera de lo común, ni si quiera flash sería rival.

Leticia estaba encantada y se moría de ganas por quedarse sola en su habitación, quería cerciorarse que todo aquello no era producto de su imaginación. “

Johanna volvía a estar sonámbula. ¿A qué se debía? ¿Era el libro quien se lo producía? Mientras la historia quedaba en el tintero, el sueño se apoderó de la escritora y sobre el diario se quedó durmiendo de nuevo. 

<<Como es el cumpleaños de mi amiga Leticia, le hice este regalo, espero que sea de tu agrado. Un abrazo enorme y feliz cumpleaños. >> 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 6): 

Mierda, otra vez. Dijo Johanna al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

Esta vez Leticia había sido la elegida, pero al menos de momento estaba a salvo y no había que lamentarlo. Había convertido en una heroína a su amiga y ésta parecía estar feliz, por lo que se tomó un descanso, desayunó, se vistió y continuó con la historia que tenía entre manos. Necesitaba estar concentrada para evitar que a Leticia le pasase algo malo, pero debía escribir una buena historia si quería que la dejase libre aquel diario. Era algo que tenía claro, no sabía cómo ni por qué, pero si la historia no era lo suficientemente buena, la víctima no saldría nunca de ella.

Todo eso añadía más presión a la joven escritora, que debía devanarse los sesos con cada historia. ¿Y si se alejaba de ese libro o lo ocultaba en algún sitio? Podría dejarlo en una caja fuerte en el banco, así evitaría tentaciones a media noche. Pero antes debería liberar a Leticia de aquella misión en la que se había embarcado, por ello se sentó a la mesa y siguió rellenando aquel diario.

“Leticia se levantó y se dirigió a su habitación, mientras la Bruja Escarlata la alcanzaba y se presentaba.

Me alegra conocerte por fin, he oído hablar mucho de ti. Dijo Wanda.

Lo mismo digo. Es un honor estar aquí. Respondió Leticia, sin creerse a la increíble mujer que tenía enfrente.

Vamos a cambiarnos y nos encontraremos en el Céfiro. Si necesitas algo avísame. Añadió la bruja y se marchó por el pasillo, mientras se despedía con la mano de su nueva amiga.

Claro, igualmente. Respondió Leticia y se metió corriendo en su habitación.

Lo primero que hizo fue intentar sacar la espada de su mano, probando el gesto que hacía Spiderman para sacar su tela de araña, pero al principio no pasaba nada.  Cuando ya estaba cansada de probar, se relajó, sacudió la mano y la espada apareció. Tan larga como ella y de vibranium su hoja hecha, con una calavera roja grabada en la ella. La empuñadura de huesos humanos con dibujos tallados, en los que podía verse a una mujer absorbiendo demonios con la espada que portaba entre sus manos. Aquella mujer se parecía mucho a Leticia, tanto que al sentir el tacto de la espada, tuvo un flashback de todas sus hazañas.

Aquella mujer de sus visiones que llevaba un traje rojo y dorado, portadora de la hermosa espada que tenía entre sus manos, había salvado millones de vidas y acabado con cientos de enemigos inhumanos. Al igual que el motorista fantasma, su espada solo actuaba si el alma de aquel ser había sido condenada, absorbiendo su energía y acumulándola en la espada. Cada golpe era una sentencia de muerte y cada gota de sangre un presente. Aquella espada estaba viva y solo podía portarla Leticia. ¿Pero ahora cómo se ocultaba? No supo cómo, pero probó a soltarla, entonces la palma de su mano se abrió y como hacen las garras de Lobezno, se replegó. Desapareció bajo su piel sin dejar cicatriz alguna. Seguramente estaba soñando, era lógico pensar así, pero juraría que sentía la espada dentro de su palma.

Vale, ahora toca probar la fuerza. Se dijo a sí misma, mientras encontraba en aquella habitación algo con lo que practicar.

Decidió que la cama, que estaba anclada al suelo, era su mejor opción, por lo que se frotó las manos y pasó a la acción. La cogió con las dos manos y sin esfuerzo la arrancó. Vaya sí tenía fuerza, estaba deseando retar a un pulso a Hulk, para ver si era capaz de poder con ella.

Y ahora… Se dijo antes de salir de la habitación y probar esa súper velocidad que había leído en la pantalla del ordenador.  

Procuró que no pasase nadie cerca, encendió el cronómetro de su reloj y echó a correr. Llegó al final del pasillo en una milésima de segundo y aún le sobró tiempo para detener el cronómetro. Increíble, realmente alucinante, las cosas que podría hacer de ahora en adelante. Entonces recordó la misión, por lo que volvió corriendo a su habitación y se cambió. Aquel mono ajustado era algo entallado y al principio no se sintió demasiado cómoda con él, pero de repente vio que el traje se ajustaba a su piel y le sentaba muy bien, así que dejó de preocuparse y se centró en la misión que tenía por delante.

Al parecer habían divisado algo extraño en México y debían comprobarlo. Se trataba de un objeto no identificado, al que se le atribuían ciertos poderes mágicos, según los lugareños que lo habían encontrado. A esta misión iría con la Bruja Escarlata y el Dr. Strange. Falcon y Soldado de Invierno tenían en Siberia algo que hacer.

Ya en el Céfiro, Leticia quiso saber lo que había sido del resto de Vengadores, por lo que le preguntó al buen doctor, aunque no se imaginaba lo que este le contestó.

El pequeño hombre araña anda escondido, ya que su identidad ha sido revelada y se ha visto comprometido. Hulk anda dando clases en la Universidad de Harvard, Rogers está en un asilo y Barton dirige la academia de espías, mientras entrena en ella a su hija. ¿Qué más? Ah, Carol vaga por el Universo poniendo orden y los guardianes estan a la caza de Gamora, mientras Thor y Peter se pelean por ser el capitán. Creo que no me dejo a nadie importante.   Respondió Strange, mientras levitaba en la postura de la flor de loto justo delante.

¿Y Pepper? Quiso saber Leticia.

Está cuidando de la pequeña Morgan y llevando las empresas Stark. Ha colgado el traje temporalmente. Añadió Wanda, mientras hacía juegos de luces color escarlata con sus manos.

Vaya, andan todos muy ocupados. Se lamentó Leticia.

Por suerte tenemos nuevas incorporaciones como la tuya entre nuestras filas. Comentó Strange, antes de volver a su asiento y ponerse el cinturón, estaban llegando a su destino y debían tomar tierra.

La bruja escarlata hizo lo mismo y pocos minutos después, los tres bajaron del avión con la brisa moviendo su pelo, como si estuviesen en un anuncio de televisión frente a un súper ventilador.

Pensaba que esto solo pasaba en las películas. Se quejó Leticia, mientras se apartaba los pelos de la cara.

Allí, ante ellos, había dos jóvenes entre dieciocho y veinte años, con una pirámide naranja en las manos. Aquello brillaba más que una luciérnaga en plena oscuridad y emitía un sonido que solo Leti parecía recordar. Esa melodía le resultaba tan familiar, que cuando cayó en la cuenta de dónde la había escuchado, se quedó flipando.

¿Eso no es de encuentros en la tercera fase? Preguntó la joven expectante.

Cierto. ¿Es un truco? Preguntó el doctor a los chicos.

¿Qué? No, téngalo, es suyo. No soportamos más ese sonido, ni siquiera podemos dormir. Le respondió uno de los muchachos y dejó aquel aparato en el suelo, marchándose encantado de haberse deshecho de aquel objeto.

El otro chico le siguió y aquel objeto extraño quedó abandonado a su suerte en el campo. Leticia se acercó a él y lo rodeó con las manos, y entonces pudo ver a Ironman al otro lado. Al tocar aquel objeto había visto a Tony Stark transmitiendo aquel mensaje mediante ondas en un lago, aquello debía ser una broma de mal gusto que crease algún hacker aburrido y bien financiado.

No puede ser, era Stark. Dijo ella en shock.

¿Qué? Preguntó el buen doctor.

Creo que está vivo en alguna parte y está retransmitiendo un mensaje. ¿Pero por qué una canción de una película de extraterrestres de los setenta? No tiene sentido. Preguntó Leticia, intentando comprender lo que había visto.

Puede que sí tenga sentido. Stark es todo un cerebrito, por algo lo estará haciendo. ¿Qué tiene de especial esa película? Preguntó el doctor.

Quizás tenga que ver con la Torre del Diablo, donde se rodó la película. Añadió Leticia, por lo que cogieron aquel aparato y pusieron rumbo al Condado de Crook (Wyoming) en su avión privado.

Mientras iban estudiando aquel objeto en el avión, la Bruja Escarlata sintió una fuerte energía que aumentaba según a la torre se acercaban. De pronto Leticia lo vio más claro, la imagen de Tony estaba al otro lado. Como en una especie de lago, con un cenador a su espalda, se veía a Stark mandando un mensaje mediante las ondas del agua. Le recordaba tanto a la gema del alma…

Pero aquello no podía ser, las gemas se habían destruido con el chasquido en la última batalla. Entonces Leticia se percató de algo, en aquella pirámide naranja que tenía entre sus manos, faltaba un pedazo que había sido arrancado. Ese trozo tenía el mismo tamaño que aquella gema, que la vida de la agente Romanoff se llevó.

¿Podría ser parte de la gema del alma? Preguntó Leticia dándole vueltas al tema.

Imposible, la gema del alma se destruyó con las otras gemas en el chasquido y era única. Respondió el Dr. Strange.

Pero esas gemas salieron de alguna parte. La gema del éter solo era una porción del mismo, quizás con el resto de gemas pasó algo parecido. ¿Y si pudiésemos reunirlas de nuevo y traer de vuelta a Tony? Dijo Leticia, dejando sin habla a sus compañeros.

Quizás no haga falta reunir todas las gemas de nuevo, puede que nos valga solo con esta. Comentó Wanda.

¿A qué te refieres? Preguntó Strange.

En la gema del alma se quedan atrapados los que fallecen por culpa de las gemas, y según la leyenda, la gema se entrega a cambio de un alma. Pero ahora mismo en esa gema hay dos, la de Romanoff y la de Stark, una de las dos está de más. Explicó la bruja de forma clara y concisa.

Claro, podemos recuperar el alma de Stark si creamos otra gema del alma. Dijo Leticia convencida de que iban por el buen camino.

¿Pero qué pasa con la Torre del Diablo? Preguntó Wanda, a la que aquello no le encajaba.

Quizás sea un sitio estratégico o tan solo una broma de la que jactarse cuando logramos traerle de vuelta. Ya sabes cómo era Tony. Explicó Strange.

Cuando lleguemos lo averiguaremos. Sentenció Leticia, mientras se preparaba para el descenso. Aquel avión era tan rápido que el trayecto se le había pasado de inmediato.”

Entonces llamaron a la puerta y apareció Iñaki en ella. Detrás de él llegaban Alba, Cristina y Javier.

Hola chicos. Pasad, no os perdáis la historia que estoy a punto de acabar. Dijo Johanna, mientras les invitaba a entrar en su casa

¿Otra? Miedo me das. Añadió Iñaki, mientras le sujetaba la puerta a los demás. 

CUENTO EN CUARENTENA 3 (PARTE 7): 

Los chicos se sentaron junto a Johanna en la mesa del comedor, mientras la escritora  terminaba aquella historia. Después guardarían aquel libro en una caja de seguridad del banco y cada uno se marcharía de vuelta a su hogar. Irían a contratarla antes de marcharse al aeropuerto a la mañana siguiente, pero hasta entonces debían terminar la historia que la joven tenía en mente…

¡Me encanta la historia! Dijo Javier, que acababa de ponerse al día con lo que Johanna había escrito.

Está muy bien, a lo mejor te contratan los hermanos Russo para la cuarta fase. Añadió Iñaki.

No les iba a decir que no. Jajaja. Respondió Johanna.

¿Quiénes? Preguntó Alba, que no estaba muy puesta en temas de cine de superhéroes.

Los que hicieron las películas de los Vengadores. Respondió Cristina.

Y todos permanecieron callados para no distraer a Johanna mientras escribía.

“Cuando aterrizaron en la Torre del Diablo, Leticia iba a la cabeza del grupo. Al pisar por primera vez aquella tierra, sintió una fuerte conexión con aquella pirámide que la Bruja Escarlata llevaba a cuestas.

Había algo extraño en ella y Wanda se dio cuenta.

Es como si un imán tirase de la pirámide. Me está guiando hasta el centro del cráter. Comentó la joven bruja, mientras caminaba hacia donde la pirámide la arrastraba.

Al llegar allí, fue como si el imán la atrapara, haciendo que se le escapase de las manos sin poder remediarlo. La pirámide quedó anclada al suelo y el doctor Strange hizo su magia para ver las opciones que les quedaban, pero sorpresa, sin la gema del tiempo no pudo ver nada. De repente Leticia se acercó a la pirámide, y al tocarla, la espada en sus manos apareció y parte de la hoja la pirámide atravesó.

Hay algo que tira de mí. Dijo la Capitana España, mientras hacía acopio de su fuerza y tiraba de la espada hacia ella.

Entonces vieron el final de la espada, unas manos que la agarraban. Tanto el Dr. Strange como la Bruja Escarlata, se unieron con sus poderes a los de Leticia para ayudarla y consiguieron sacar al hombre que había quedado anclado a la espada, que no era otro que el mismísimo Ironman.

Justo cuando Tony cruzó a este lado, la pirámide se deshizo en mil pedazos. Los tres Vengadores que habían ido a rescatarlo, se quedaron boquiabiertos por tal hallazgo. ¿Cómo había logrado esa hazaña? ¿Y cómo era posible que siguiese vivo?

¿Estás bien? ¿Cómo…? Preguntó el Dr. Strange.

Se dice hola al menos. Sí, llevo algo de tiempo atrapado en la gema del alma, pero por suerte mi mensaje dio resultado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Preguntó Stark, mientras se ponía en pie y daba tumbos porque estaba algo mareado.

Muchos meses, demasiados. Respondió Wanda, que le ayudó a sostenerse con sus poderes.

Gracias maja. Le dijo Tony con una sonrisa. ¿Y Morgan? ¿Pepper? ¿Los chicos? Preguntó.

Están bien, amigo. Morgan está muy grande ya y Pepper es toda una mujer de negocios. Nos ayuda de vez en cuando, pero es una mujer muy ocupada. En cuanto al resto, ya tendremos tiempo de ponerte al tanto de todo eso. Le respondió el doctor, mientras le indicaba el camino hasta el Céfiro. ¿Pero cómo lo has hecho?

La gema se da a cambio de un alma, para eso dio su vida Natasha. Al morir, entré en la gema, como hizo Thanos la primera vez, pero ya eran dos vidas las que se había cobrado y no tenía por qué, ya que ésta se había destruido después de usarla. Además, no me mató la gema, sino la combinación de todas ellas y la sobrecarga del módulo que tenía en mi pecho. Necesitaba la gema para salir y aunque la había destruido, recordé que la gema de la realidad había salido del éter, esta debería de provenir también de alguna fuente más grande que ella misma. Romanoff me ayudó a seguirle la pista a esa cosa de la que salió la gema y al descubrir gracias a ese sitio, donde debía realizarse el ritual para que todo diese lugar, recordé la película de Encuentros en la Tercera Fase y recé porque alguien más se acordase. ¿Y quién eres tú? Preguntó Tony, al darse cuenta de la presencia de Leticia.

Me llamo Leticia y soy la Capitana España. Respondió ella.

España, me gusta. Muy rica la paella y muy bonito todo aquello. Tendré que llevar a Pepper y Morgan algún día a verlo. Steve, te lo recomiendo. Añadió, mientras les seguía hasta el avión.

Ella fue quien se dio cuenta de la canción y quien te salvó. Añadió la Bruja Escarlata. Por cierto, ¿cómo está Natasha?

Gracias. Y no dijo nada más, solo aquel gracias y le tendió la mano a Leticia con los ojos llorosos, estaba claro que dejar allí a la viuda negra no había sido fácil para él, pero fue elección de ella, permanecer en aquel lugar para que la victoria contra Thanos no se fuese a desmoronar.

Mientras iban de regreso a la base, le pusieron al día con todos los detalles que se perdió desde su desaparición y él les contó lo que había vivido allí dentro, sobre todo cuando se dio cuenta que en realidad no estaba muerto.

Una vez recibí la visita de Morgan, aunque no sé si fue una visión o producto de mi imaginación. Pero lo peor de todo es la soledad en la que te encuentras allí adentro. Mucho peor que el viajecito que hice con la extraterrestre de cara azul, Nébula creo que se llamaba. ¿Qué tal está? Confesó Stark. ¿Y qué ha sido del renacuajo?  

¿Spiderman? Anda escondido en alguna cueva. Misterio le destapó su tapadera. Y en cuanto a Nébula, creo que viaja con Thor y los guardianes por la galaxia. Respondió Strange.

¿Misterio no era el que iba con un traje verde y le hacía la vida imposible al murciélago? Preguntó Tony extrañado. ¿Y Thor y Peter? Vaya, eso será digno de ver.

Creo que ese era Enigma. Respondió Leticia, haciendo referencia al villano al que Jim Carrey había interpretado.

Al llegar a la base de los Vengadores, estaban allí todos esperando su regreso. Tanto Pepper como Morgan, incluso el escurridizo chico araña que todo el mundo buscaba. Falcon, Máquina de Guerra y el Soldado de Invierno, habían dejado las cosas que estaban haciendo por no perderse el gran acontecimiento. Hasta los guardianes y la Capitana Marvel habían hecho un alto en su viaje, para darle la bienvenida que se merecía.

Vaya, has adelgazado, vuelves a ser tú. Le dijo Tony a su amigo el dios del trueno nada más verlo. Pero enseguida fue interrumpido por su hija Morgan, que dio un salto y se le enganchó al cuello. ¿Me has echado de menos?

Mucho papá. Dijo la pequeña llorando.

¿Mucho? ¿Cuánto? Porque yo te he echado de menos 3000. Dijo él.

Tres mil millones más. Dijo la pequeña y él la abrazó con más fuerza.

Después Pepper se unió al abrazo y todos comenzaron a aplaudir, aquella noche tendrían mucho que celebrar, pese a que el mundo siempre estaba a punto de acabar. De pronto apareció Nick Furia en escena y le dijo algo a Leticia que la joven no se esperaba escuchar.

Sé que debe volver a su casa, Capitana España, pero manténgase en contacto, puede que la necesitemos más adelante para otra misión. Le dijo el director de Shield, mientras le entregaba un teléfono de última generación y le tendía la mano en señal de aprobación.

Entonces Leticia notó que el suelo se movía y pocos segundos después, volvía a estar en su habitación, tumbada en su cama. ¿Aquello había sido un sueño como en Los Serrano? Porque había sido muy real. Pero al mirar en la mesilla junto a su cama, y ver el teléfono que Furia le había regalado, supo que todo en verdad había pasado y se alegró de haberlo contado. “

Y fin. Creo que ha estado bien. Ya es hora de guardarlo a buen recaudo. Dijo la joven escritora, mientras cerraba aquel diario a la par que sus amigos se fundían en un aplauso.

Ha estado genial. Le dijo Iñaki. Tienes mucha facilidad para escribir.

Ya, gracias, aunque eso no significa que todo lo que escriba sea una obra de arte. Jejeje. Pero es cierto que se me ocurren cosas de repente y sin venir a cuento. Tengo mucha imaginación, a veces demasiada. Se disculpó la joven escritora, mientras el diario guardaba.

¿Y si no esperamos a mañana para guardarlo? Puede que sea mejor hacerlo ya, porque esta  noche puedes volver a estar sonámbula y enredar a alguien más. Dijo Cristina, y como tenía razón, se fueron todos juntos al banco a guardar el diario.

Una hora después, y tras mucho papeleo, el diario quedó guardado lejos de las garras de la escritora, que ya empezaba a echarlo de menos.

Así no podrás cogerlo por la noche y escribir mientras estés sonámbula. Cuando lo quieras utilizar, mejor que sea estando consciente. Dijo Iñaki y después la abrazó. Sabía que había sido muy duro para ella deshacerse de aquel tesoro, por la conexión que se había creado entre ambos.

Bueno, ahora a disfrutar de nuestro último día en tierras cántabras, al menos de momento. Dijo Cristina, y todos juntos se fueron a disfrutar de ese magnífico día de ensueño. 

FIN

P.D. Cuando Johanna llegó a su casa y fue a su habitación, se topó con algo que realmente la sorprendió. Ese diario, que habían guardado bajo llave en una caja de seguridad del banco, estaba sobre su cama como si nadie de la casa lo hubiese sacado.

No podía ser cierto, sus amigos habían sido testigos de ello. ¿Acaso sería producto de su imaginación? ¿Debería contarles lo que había pasado? Mejor no. Aquel libro ejercía un gran poder sobre la escritora y al cogerlo para guardarlo en la estantería, tuvo una visión. Se vio a ella misma inventando miles de historias, y viviendo miles de aventuras dentro de las series de televisión. Le recordó al capítulo de Sobrenatural que tanto le gustaba, donde a los hermanos Winchester el arcángel Gabriel les martirizaba.

Aquella sería otra aventura digna de leer, quizás esa misma noche cobrase vida, con ella como protagonista. ¿Pero si lo hacía, quién lo escribiría? Quizás pudiese acabar la historia antes de entrar en ella, en lugar de dejarla a medias. ¿Y si hacía un hechizo para que se escribiese sola, mientras estaba dentro viviendo la historia? Sería la solución perfecta, que el bolígrafo fuese plasmando, lo que en su mente se fuera creando.

<<Pero esa es otra historia que será contada, o no, porque la que traemos entre manos ya terminó. Puede que mañana la empiece, o que deje que mi imaginación con alguno de vosotros vuele, esa incógnita solo la podrás descifrar, si los cuentos en cuarentena no dejas de mirar.

Hasta el próximo cuento, amigos. Espero que este os haya gustado y el siguiente sea bien recibido. >>

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