lunes, 12 de agosto de 2019

Larimón. El Subyugador. Capítulo 1


-No creo que cojan todas tus cosas en este armario, es demasiado pequeño.- Le dijo Amaia a su amiga y ahora, compañera de piso.
-Bueno, siempre puedo ocupar parte del armario de Jorge, los hombres no aprovechan todo el espacio. –Respondió Patricia entre risas.

-Ni hablar, no quiero ir oliendo a perfume de mujer todo el día, eso anularía mis posibilidades de tener una cita.- Contestó Jorge,
-Cielo, eso no es culpa del perfume, ahora tampoco te comes un colín. Jajaja. – Añadió Patricia antes de sacarle la lengua a su compañero.
-Chicos vale ya, esta será nuestra primera noche como compañeros de piso y tenemos muchas cosas que hacer antes de la fiesta que hemos organizado.- Sentenció Amaia que seguía colocando la ropa en su armario, mientras sus dos compañeros hacían pelea de almohadas.
Cuando la ropa estuvo colocada, las camas hechas y la casa lo suficientemente limpia como para que tres estudiantes universitarios, viviesen en ella si morir en el intento, decidieron descansar un rato y se tumbaron los tres en el sofá.
-Esto es lo mejor que tiene la casa, en este gran sofá cogemos los tres sin problemas.- Dijo Jorge con una sonrisa picarona.
-Las manos quietas Jorgito, o pasaré a llamarte don Pulpillo.- Le dijo Amaia, mientras apartaba las manos de Jorge de sus caderas.
-Anda que no es listo aquí el amigo, ten cuidado Amaia, porque duerme en la habitación que está pegada a la tuya, no vaya a ser que a media noche le dé por meterse en tu cama y no te des ni cuenta.-  Añadió Patricia bastante molesta por no ser ella el centro de atención.
-Tranquila, que para eso existe una cosa llamada pestillo que acabo de instalar. Jajaja. – Confesó Amaia bastante tranquila.
-Qué mala fama me estáis dando, con lo bueno que soy yo. Voy a tener que instalar yo también un pestillo, no vaya a ser que vivir con dos mujeres solteras y un poco locas, termine pasándome factura.- Comentó Jorge, mientras se levantaba del sofá y pasaba por encima de las chicas con dificultad, pese a sus quejidos.
………………………………………………………………………

La fiesta fue genial, amigos, alcohol, juegos, música, incluso un karaoke improvisado que fue la delicia de los invitados. Cuando estaban a punto de dar las 12 y todas las visitas se habían marchado, alguien llamó a la puerta.
-Alguno se habrá dejado algo o será un vecino cabreado.- Dijo Jorge mientras se disponía a abrir la puerta. 
-Pues empezamos bien.- Se quejó Amaia. 
-Chicas, vais a flipar. –Dijo el joven mientras regresaba al salón donde se encontraban sus compañeras recogiendo un poco los daños colaterales de aquella reunión. –Me he encontrado esto en la puerta, alguien lo tiene que haber dejado a postas, porque cuando se han ido estos no estaba. Seguramente nos han querido hacer un regalito de bienvenida y meternos el miedo en el cuerpo. – Añadió, mostrando la tabla ouija que tenía en sus manos a sus compañeras.
-¡Mierda! Esas cosas no me gustan, deshazte de ella.- Pidió Amaia horrorizada.
-¿Por qué? Seguramente es un regalito del tonto de Pedro, siempre está con lo mismo. Pero no lo tires, vamos a jugar con ello un rato.- Dijo Patricia muy ilusionada por tener una excusa por la que dejar de limpiar. 
-Yo paso, ¿no habéis oído historias sobre eso?- Se negó Amaia.
-Historias, leyendas urbanas, cuentos de viejas. Llámalo como quieras, todo son tonterías. –Sentenció Jorge y se sentó en el suelo junto a Patricia y colocaron la tabla en el suelo.
-Yo no pienso participar en eso, ya os lo digo.- Respondió Amaia firmemente.
-No lo hagas, podemos jugar nosotros dos. ¿Verdad? Dale Jorgito, así no tenemos que limpiar. Jajaja.- Pidió Patricia, mientras Jorge colocaba la púa encima del centro del tablero.
Amaia no quería estar presente en todo aquello, así que dejó de limpiar el salón y se fue a la cocina a lavar los cacharros, pero seguía sintiendo miedo por lo que sus compañeros estaban llevando a cabo en la habitación de al lado. 
Poco después se escuchó la puerta de la calle, por lo que Amaia salió de la cocina y se encontró a Patricia recogiendo la ouija. 
-¡Qué rápido! ¿Habéis cambiado de idea o qué?- Quiso saber Amaia.
-¡Qué va! A Jorge le ha llamado una “amiguita” y se ha ido corriendo, ni me ha dejado cerrar la sesión en condiciones, pero vamos que da igual, porque estaba claro que era él quien movía el vaso todo el rato.- Se quejó Patricia.
-Bueno, mejor. Así no tenemos nada que lamentar. – Añadió la joven mientras regresaba a la cocina a por un vaso de agua.
-¿No quieres saber lo que pasó? Está claro que a Jorge le pones mucho. Lo dijo hasta el espíritu. Cuando me he reído de él en su cara se ha largado con la excusa que tenía una cita, pero seguramente está rebotado por ahí solo en un bar.- Confesó Patricia entre risas. 
-¿Por qué dices eso?- Quiso saber Amaia.
-Cuando le hemos preguntado al supuesto espíritu lo que quería, nos ha dicho que a ti. Está claro que su subconsciente le ha jugado una mala pasada o quería que yo lo supiese para ver si te lo decía porque él no se atreve.- Añadió Patricia mientras se quitaba la camiseta y los zapatos y los dejaba tirados en el salón antes de irse a dormir.- Por cierto, buenas noches Amaia y buenas noches, Larimón.- 
-¿Lari qué?- Preguntó Amaia mientras recogía la ropa que su amiga había dejado tirada en el suelo y la dejaba sobre el reposabrazos del sofá. 
-Larimón, ese es el nombre que Jorge se ha inventado para el espíritu. Creo que iba a decir Larry o algo así, pero como no daba miedo, lo cambió en el último momento. –Se despidió Patricia, lanzando un beso al aire con la mano y cerrando la puerta tras ella. 
Amaia sintió un escalofrío al escuchar ese nombre, aunque no sabía por qué. Realmente imponía más un espíritu con ese nombre que uno llamado Larry.
Entró a su cuarto, cerró la puerta con el pestillo, y se puso el pijama- Aquella camisola de color gris y con un dibujo de Betty Boop era su favorita. Apagó la luz de su cuarto y por fin se metió en la cama, estaba tan cansada de la limpieza y la fiesta, que poco tardó en sucumbir al sueño que la rondaba hacía horas. 
………………………………………………………………………

Sintió una presión sobre ella, algo la mantenía pegada a la cama. Un calor intenso comenzó a recorrer todo su cuerpo. ¿Había unas manos deslizándose por sus muslos.
Quería abrir los ojos, necesitaba abrirlos, pero algo se lo impedía. Notó como apartaban las sábanas que la cubrían y cómo su camisola se deslizaba hacia arriba.
-Abre los ojos, abre los ojos. – Se decía una y otra vez.
Entonces un ruido sordo la despertó de golpe, empapada en sudor. Miró a su alrededor, pero apenas vio nada con la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana. ¿Lo había soñado? Se levantó de la cama y encendió la luz. Comprobó que el pestillo estaba echado y entonces se fijó en la sábana que estaba tirada en el suelo al otro lado de la habitación. ¿Realmente había sido un sueño?
Salió al pasillo, donde se encontró con Jorge, que andaba medio perdido por las copas de más que no se debió tomar.
-¿Estás bien?- Preguntó la joven.
-Perfectamente. –Dijo él arrastrando cada sílaba.
-Venga, te ayudo a llegar a tu cama.- Se ofreció ella, mientras le cogía de la mano y le guiaba hasta la puerta.
-¿Sabes? Estás muy guapa con ese camisón. ¿Quieres dormir conmigo?- Preguntó él mientras se trastabillaba hasta caer en la cama a plomo y quedar inconsciente hasta la mañana siguiente.
Amaia se echó a reír, aquello le resultaba demasiado gracioso como para contenerse. Se marchó, cerró la puerta y puso rumbo de nuevo hacia su habitación. 
Temerosa y sin saber por qué, volvió a meterse en la cama, deseosa de que el sueño que tuvo, no volviese a reaparecer nunca más. 

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario