En un pequeño rincón del norte de España, en la noche más
mágica del año, una joven bruja vestida de negro —de pies a cabeza —, intentaba
hacerse una tortilla para cenar en la vieja y abollada sartén, que —habiendo
sido heredada, hará ya más de una década —, parecía estar gritando a los cuatro
vientos el final de los buenos tiempos.
La joven, llamada Alanna, echó
una fugaz mirada a sus dos inseparables compañeras, aquellas que siempre
cuidaban de ella. La primera era una galga negra de ojos pardos y mirada
penetrante, la mejor amiga de las brujas, según su abuela — y quizá por ese
motivo, la anciana bruja al morir se reencarnó en ella—. Y la segunda, pero no
menos importante, era una pequeña ranita de color verde manzana que, si las
cartas del tarot habían sido lo suficientemente claras, contenía el alma de su
hermana gemela, nacida unos segundos antes que Alanna, pero muerta.
El viento soplaba con fuerza y
amenazaba con tormenta a la pequeña cabaña en las montañas donde vivían la
joven bruja y los dos espíritus familiares de los que ya os he hablado. Las velas
del porche no aguantarían mucho encendidas, aunque estuviesen resguardadas en
el interior de las calabazas, por lo que debería meterlas dentro de casa y
prender aún más velas para alimentar a las almas en pena, que vagaban por el
mundo de los vivos en esas fechas.
La noche de Halloween, o Samhain
—pues ambas se celebran al mismo tiempo —, se considera la más mágica del año, pues
el velo que separa nuestro mundo del espiritual se vuelve más fino y a los espíritus
les cuesta menos energía cruzar al otro lado.
No es raro que sientas la
presencia de algún fantasma que te resulte familiar o que la gente se vuelva
loca de atar. Total, el velo lo cruzan tantos espíritus de luz como de
oscuridad. De ahí que, las velas que se encienden en los hogares sirvan de guía
en mitad de la noche, como para los barcos extraviados en el mar lo hacen los faros.
De pronto se escuchó un leve aullido
y Alanna pensó que sería cosa de la televisión, pues la galga estaba viendo una
película —de serie B —en la que la versión japonesa de Terminator acababa con un
grupo de samuráis tuertos.
La bruja se relajó, pero al
volver a escuchar aquel aullido —y comprobar que provenía de una
arboleda cercana —, retiró la sartén del fuego y salió a echar un vistazo al
porche. Tanto la galga, Shadow, como la rana, Apple —que iba a lomos del
estilizado animal —, acompañaron a la bruja para escoltarla, pero, de pronto…
— ¿Qué ocurre Shadow? —Pues el animal se había
puesto en guardia.
La perra mostró los dientes y,
con la mirada fija en la arboleda, comenzó a gruñir con todas sus fuerzas.
Entonces Alanna siguió su mirada y se percató de dos luces amarillas que destacaban
en medio de la oscuridad. Un rayo iluminó la escena y, gracias a su fulgor, se topó
con un imponente lobo gris que la acechaba tras un bajo arbusto.
En un primer momento la bruja se
asustó, pero después ordenó a Shadow que permaneciese en el porche junto a
Apple y ambas obedecieron — y… hablando de manzanas. ¿Sabíais que se usaban en
la antigüedad para crear círculos mágicos, entre otras cosas, por la forma de
estrella de cinco puntas que tiene su corazón? —. La bruja se adentró en la
arboleda, quedando a unos pocos metros del animal que la taladraba con la
mirada y le mostraba los dientes para evitar que se acercara.
El lobo intentó echarse hacia
atrás, en lugar de atacar, pero como tenía una pata herida y estaba encajonado
entre el arbusto y un gran árbol, su huida se vio interrumpida al chocar con el
tronco y caer de costado.
— No huyas, no te haré daño —dijo Alanna con una
sonrisa dulce y apenas sin moverse —. Si me dejas acercarme, puedo ayudarte y
curar tu herida.
Shadow gruñó desde la distancia, aunque
no se movió, jamás incumpliría una orden de la bruja. El animal salvaje mostró
nuevamente los dientes, pero Alanna se fue aproximando a él aún más despacio, hasta
estar a solo un paso.
— No te haré daño, te lo prometo —e hincó las
rodillas en el suelo, puso las manos en la tierra e hizo una reverencia.
El lobo salió de su escondite y,
poco a poco, se acercó a olfatear a la bruja. Ella no se movió ni un ápice. Unos
minutos después, el lobo estaba tumbado en la alfombra junto a la chimenea, en
la casa de Alanna, y con Shadow y Apple observando cada uno de sus movimientos
en la distancia.
— Tranquilas chicas, no nos hará daño —dijo para
calmar los ánimos, aunque sus dos espíritus familiares no se separaban de ella ni
un instante.
La joven se arrodilló junto al
lobo y éste puso su inmensa cabeza sobre las rodillas de la muchacha, que, con
mucha delicadeza, limpió la herida y vendó la pata para que no se infectara.
Justo al acabar, y tras ponerle
un cuenco con carne y un poco de agua, recogió el material utilizado para los
primeros auxilios y se perdió por la cocina. Pero, al volver al salón,
descubrió a un hombre de ojos color miel y un cuerpo definido, que parecía
haber sido esculpido en mármol, tapado con un cojín de flores frente a su
chimenea.
— Gracias por la ayuda —dijo aquel hombre, que
tenía el brazo mal vendado, pues al cambiar de forma la venda se había soltado.
— ¿Tú eras el lobo? Así noté algo extraño al
tocarte.
— Sí, era yo. Siento haberte asustado y si he sido
algo brusco, pero llevo mucho tiempo sin hablar con un humano.
— ¿Por qué? Espera, te colocaré mejor la venda —e
hizo un gesto para que se sentara junto a ella en el sofá, a la par que le
pasaba una manta que sacó de un armario para cubrirse.
— Porque el ser humano destruye todo lo que toca,
por eso. Hace años tuve un accidente y maté a mi hermano. Fue la primera noche
que me transformé en lobo, me ocurrió sin más mientras iba conduciendo y no supe
gestionarlo. Perdí el control por un momento. Por ello desaparecí del mapa,
acepté mi parte lobuna y dejé la humanidad atrás para vivir en los bosques.
Hasta hoy, hasta que te vi.
— Fue un accidente. ¿Ningún miembro de tu familia
te habló de la licantropía antes de eso?
— No directamente. Hará unos años intenté regresar
a casa, pero tenía miedo de las represalias, así que… mientras estaba a punto
de regresar a mi forma humana, escuché una conversación a través de una ventana
entreabierta.
— No tienes que contármelo si no quieres.
— Quiero. Me has ayudado y creo que te debo una explicación.
Verás, según escuché, lo que me pasa es debido a una maldición que arrastra mi
familia desde hace siglos. Cada cien años, uno de los varones sufrirá de
licantropía, acabando con todos sus seres queridos en la primera luna llena de
su transformación.
— Pero lo tuyo fue un accidente y, aunque suene
fuerte decirlo, no acabaste con todos tus seres queridos.
— Comencé a transformarme en lobo en el coche y
perdí el control. Sí, fue un accidente, pero si no hubiese sido por la
maldición, mi hermano seguiría vivo. Y si no hubiese sido porque me alejé de mi
familia, ahora estarían todos muertos.
— Lo siento mucho.
— Gracias. ¿Podrías ayudarme?
— ¿Cómo?
— Quitándome la maldición.
— No es tan sencillo. Las maldiciones suelen ser
casi imposibles de borrar, a menos que las quiten las propias brujas que las
crearon. Si al menos tuviéramos constancia de cómo se llevó a cabo la maldición
original podría crear un contrahechizo o aprovecharme de la letra pequeña del
contrato.
— ¿La letra pequeña? ¿Qué contrato?
— Sí, no puedes quitar una maldición, pero puedes
añadir algo a tu favor. Como las hadas de la película “La bella durmiente”, que
no pudieron evitar que Aurora se pinchase el dedo y cayese en coma, pero sí
crearon la forma de hacer que se despertase del sueño con un beso de amor.
— No soy mucho de ver películas de Disney.
— Pues tu vida daría para una saga entera de
películas con ellos.
— Visto así… Entonces no puedes ayudarme. ¿No?
— No he dicho eso. Te ayudaré, en la medida de lo
posible, pero necesitaré más datos acerca de la maldición que afecta a tu
familia.
— Pues solo hay una manera de saber más, y es que
el hijo pródigo vuelva a casa. ¿Me acompañas? —Y el joven lobo tendió la mano
hacia la bruja, esperando que ella quisiera embarcarse con él en esa misteriosa
aventura.
¿Lograrán vencer a la maldición?
¿Podrá luchar aquel joven lobo contra sus instintos asesinos? Lo veremos en el
próximo capítulo.
Continuará…
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