viernes, 15 de julio de 2011

Terror en las clases 4ª parte

Llevaban dos horas en la carretera, no había rastro de vida alguna, seguían esquivando los coches abandonados y llevaban las armas listas para usar. De pronto, en medio del asfalto, a lo lejos, vieron una barricada. Al final tuvieron que tomar la autopista y no ya no podían volver atrás, debían seguir por ahí. La barricada estaba compuesta por furgones de policía, tenían los cristales rotos y el suelo estaba repleto de cartuchos vacíos.

Megan: Para Enrique. Esperadme aquí, chicos. Voy a ver que pasa y a ver si encuentro un lugar por donde poder pasar con los camiones. Si ves que suelto el arma lejos, eso quiere decir que os marchéis sin mi. ¿Lo captas?
Patrick: Voy contigo.
Megan: No. Es mejor que os preparéis para salir pitando de aquí. Además, una persona sola llama menos la atención. No discutas conmigo y vigila por detrás, no queremos sorpresas.

Megan bajó del camión. Estaba aterrada, pero no podía darse el lujo de demostrarlo. Tenía que ser fuerte, por los demás, si todos se desmoronaban no tendrían nada que hacer. Con su rifle a punto, fue acercándose al primer furgón, cuando lo hizo, miró debajo y no había nadie, miró en el interior y tampoco. Siguió avanzando hasta que se acercó al siguiente furgón, intentó esquivar los cristales del suelo, cuando estuvo lo bastante cerca, se asomó al otro lado y lo que vio le heló la sangre. Unos 30 zombis estaban en el suelo, alimentándose de una docena de policías, no eran policías cualquiera, eran geos. No podía dejar de mirar aunque le daba mucho asco, estaba paralizada. Sin hacer ruido, consiguió alejarse lo bastante para poder echar a correr. Cuando llegó al camión, se subió y le dijo a Enrique que cruzara la mediana y fuera por el otro carril, que se diera prisa, pues no quería, que lo que había visto, se percatara de su presencia a tiempo de encaramarse al convoi. Cuando arrancaron los camiones, los zombis dejaron su almuerzo y se levantaron. Había más de 30 y saltaron por encima del furgón, otros lo rodearon para llegar antes, todos estaban hambrientos y el olor a carne fresca les llamaba a gritos. Los camiones salieron derrapando, consiguieron dejar todo eso atrás en un instante, pero el camino no les resultaría nada fácil. Megan miró por el retrovisor y vio que en el camión de cola, había un zombi encaramado en el lado del copiloto, se acercaba a la cabina y tan solo se le ocurrió sacar la cabeza por la ventanilla y gritar. Enrique paró el camión y los otros dos camiones se detuvieron, también. El zombi llegó a la cabina y rompió la ventana, agarrando del cuello de la camisa a un chico que Megan tan sólo conocía de vista y mordiéndole la garganta. Por el lado del conductor,  había otro zombi, solo que Megan no lo vio hasta que fue demasiado tarde, ambos zombis mordieron a sus presas, el conductor arrancó el camión por el dolor y terror que sentía, adelantó al camión que tenía delante y se puso a dar volantazos, lo que hizo que el camión se desestabilizara y volcara. Megan bajó del camión y lo primero que hizo fue comprobar que no había más zombis que amenazaran los otros dos camiones, cuando se aseguró de ello, se dirigió al camión volcado que comenzó a arder, debido a la gasolina que se había derramado. Patrick saltó del camión y la siguió, cuando vio que se acercaba demasiado, la cogió de la cintura y la retuvo.

Megan: ¡Suéltame! ¡Tenemos que ayudarlos!
Patrick: ¡Va a estallar en cualquier momento!

Y en ese preciso momento, como si le hubiera escuchado, se oyó una explosión y el camión se convirtió en una bola de fuego. Los gritos de la gente en su interior, se escuchaban desgarradores. Era imposible acercarse, el calor que desprendía era brutal. Megan lloró desolada, se giró y se abrazó a Patrick. Lloraba de pena, de dolor, de impotencia, no podía dejar de llorar. Entonces Patrick, levantó su barbilla con la mano derecha y la miró a los ojos.

Patrick: No podías hacer nada. No es culpa tuya.
Megan: Sí lo es. Estaban a mi cargo y les fallé.
Patrick: No puedes cargar tu sola con esa responsabilidad. Es mucho para una sola persona, aunque sea una superheroina como tú. También estaban a mi cargo y ni si quiera me dí cuenta. Tú por lo menos lo intentaste, ya es mucho más, de lo que ninguno de nosotros hizo.
Megan: Contaban conmigo y les fallé, no soy ninguna superheroina, ojalá, así seguirían vivos.
Patrick: Me gustas tal y como eres. Somos seres humanos, nuestra humanidad y capacidad de razonar es lo que nos diferencia de esos seres. No lo menosprecies. Será mejor que nos movamos, o pronto tendremos compañía, la explosión y el humo deben haber alertado a todos los zombis de la zona.

Subieron al camión y Megan se acurrucó entre los brazos de Patrick. Cuando el camión pasó justo al lado del otro, que aún seguía en llamas, Megan volvió a echarse a llorar, Patrick la consoló hasta que cayó rendida y se durmió en su pecho, con los latidos de su corazón, notaba su respiración, era tan relajante, tenía un efecto sedante en ella. Patrick le acariciaba el pelo y le colocó varias veces un mechón rebelde detrás de la oreja.
Pasó un buen rato hasta que un frenazo en seco, la despertó.

Megan: ¿Qué sucede?
Enrique: ¿Y ahora qué hacemos? (Mirando al horizonte)

Megan se incorporó y miró en la misma dirección que sus dos compañeros. Al otro lado del puente, por donde debían cruzar, había un grupo considerable de muertos, vagando por la carretera. Además, un poco más allá, había una columna de coches apilados que impedían el paso. Era una barricada muy buena, el problema es que ellos estaban en el lado equivocado.

Enrique: Debe haber unos 200, es imposible cruzar por ahí.
Megan: Lo sé.

Dejarían los camiones, usarían la cuerda del gimnasio que llevaban con ellos para descender por ella del puente, hasta llegar a la calle. No estaban lejos de su destino, si se escondían bien, podrían lograrlo. Mientras que unos vigilaban, otros iban descendiendo por la cuerda. Megan cogió el rifle y observó a través de la mira telescópica al montón de coches. Cuando lo hizo, se dio cuenta, que un poco más allá de la barricada, había otra más pequeña y pudo ver unos hombres armados que esperaban a que algún zombi la cruzase para reventale el cráneo. Habló con los que estaban a punto de bajar, para que se lo comentasen a los que ya estaban a bajo, les dijo que irían hacia allí, deseaba con todas sus fuerzas, que esa gente les ayudase. Cuando todos estuvieron abajo, fueron siguiendo a Megan hasta la barricada, cuando estaban cerca, Megan gritó a los hombres armados que no disparasen, que no había ningún herido entre ellos y solo estaban cansados, les pedían ayuda para descansar un rato antes de continuar su viaje hasta la playa y no les molestarían más. Uno de los chicos que estaba en la barricada, le pasó el arma a su compañero y se acercó hasta la mitad del camino, Megan salió de su escondite y recorrió la distancia que les separaba, hasta llegar a él.

Megan: ¡Hola! Me llamo Megan. Somos un grupo de alumnos y profesores de un instituto que hemos logrado escapar, nos dirigimos a la playa para hacernos a alta mar, hasta que todo esto pase.
Óscar: ¡Hola! Yo soy Óscar. Mis amigos y yo nos hemos unido a la gente de aquí, hemos montado una barricada a ambos lados del pueblo y matamos a todo lo que se acerca. ¿De verdad no tenéis heridos?
Megan: Compruébalo tú mismo si quieres. Solo necesitamos un lugar libre de esas cosas para descansar antes de continuar.
Óscar: De acuerdo, en el pueblo hay un hostal, decid que vais de mi parte y os dejaran entrar gratis. El dinero ya no sirve de mucho por aquí. ¿Porqué la playa?
Megan: Supongo que esas cosas no se meterán en el agua, teniendo comida en tierra ¿no?
Óscar: Pues no es mala idea. Le diré a mis amigos a ver que les parece. ¿Podemos ir con vosotros?
Megan: Supongo que no hay problema. Cuantos más mejor. Creo.

Óscar fue a preguntar a los demás, la mayoría dijo que se quedaba, que estaban bien donde estaban, pero un par de chicos dijo que sí se apuntaban a la aventura acuática. El grupo de Megan y el de Óscar se presentó y se dirigió a descansar en el hostal. Allí una mujer de mediana edad les dio habitaciones donde poder asearse y descansar. Pasadas unas horas todos se reunieron abajo para reemprender la marcha. Faltaban unos treinta kilómetros para llegar a la playa, por lo que se agruparon, los que iban armados rodearon a los que no como protección, así avanzaron, todos juntos. Megan, Patrick (que no perdía ojo de Megan, ni de Óscar, que se arrimaba demasiado a Megan, para su gusto), Óscar y Enrique, Iban a la cabeza del grupo. Cuando estaban bastante alejados, escucharon a sus espaldas muchos disparos y gritos. Se pararon a mirar y vieron columnas de humo que venían del pueblo que acababan de dejar atrás. Era mala señal, si los zombis acababan de atravesar las defensas del pueblo, deberían ir más deprisa o les alcanzarían enseguida, en cuanto se les terminase la comida. Óscar se puso a maldecir todo lo que sabía. Sus amigos, ya no podría hacer nada por ellos, así que bajó la cabeza, levantó su arma y tan sólo dijo unas palabras antes de reanudar la marcha con el grupo.

Óscar: Adiós camaradas. Siempre os llevaré conmigo..

Caminaron sin descanso, a toda prisa, los que se iban cansando eran llevados por aquellos que tenían más fuerza y podían cargar con ellos. A nadie se abandonaba, nadie se quedaba atrás. Paso el tiempo y Megan se detuvo. A lo lejos se intuía el mar, por el olor a sal, aunque ya era de noche y no lograban verlo bien. Las luces de la ciudad estaban encendidas. Lo estaban logrando, pero aún debían cruzar la ciudad, era lo más peligroso hasta llegar al puerto, pero necesitaban un barco. Si no, su plan se iría al traste.
¿Qué pasaría si al llegar no había barcos? ¿como cruzarían la ciudad? ¿a qué distancia estaban los zombis que les venían pisando los talones? ¿porqué estaban las luces de la ciudad encendidas, no llamaba demasiado la atención?


Continuará...



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