viernes, 31 de octubre de 2025

La maldición de las brujas

 

En un pequeño rincón del norte de España, en la noche más mágica del año, una joven bruja vestida de negro —de pies a cabeza —, intentaba hacerse una tortilla para cenar en la vieja y abollada sartén, que —habiendo sido heredada, hará ya más de una década —, parecía estar gritando a los cuatro vientos el final de los buenos tiempos.

La joven, llamada Alanna, echó una fugaz mirada a sus dos inseparables compañeras, aquellas que siempre cuidaban de ella. La primera era una galga negra de ojos pardos y mirada penetrante, la mejor amiga de las brujas, según su abuela — y quizá por ese motivo, la anciana bruja al morir se reencarnó en ella—. Y la segunda, pero no menos importante, era una pequeña ranita de color verde manzana que, si las cartas del tarot habían sido lo suficientemente claras, contenía el alma de su hermana gemela, nacida unos segundos antes que Alanna, pero muerta.

El viento soplaba con fuerza y amenazaba con tormenta a la pequeña cabaña en las montañas donde vivían la joven bruja y los dos espíritus familiares de los que ya os he hablado. Las velas del porche no aguantarían mucho encendidas, aunque estuviesen resguardadas en el interior de las calabazas, por lo que debería meterlas dentro de casa y prender aún más velas para alimentar a las almas en pena, que vagaban por el mundo de los vivos en esas fechas.

La noche de Halloween, o Samhain —pues ambas se celebran al mismo tiempo —, se considera la más mágica del año, pues el velo que separa nuestro mundo del espiritual se vuelve más fino y a los espíritus les cuesta menos energía cruzar al otro lado.

No es raro que sientas la presencia de algún fantasma que te resulte familiar o que la gente se vuelva loca de atar. Total, el velo lo cruzan tantos espíritus de luz como de oscuridad. De ahí que, las velas que se encienden en los hogares sirvan de guía en mitad de la noche, como para los barcos extraviados en el mar lo hacen los faros.

De pronto se escuchó un leve aullido y Alanna pensó que sería cosa de la televisión, pues la galga estaba viendo una película —de serie B —en la que la versión japonesa de Terminator acababa con un grupo de samuráis tuertos.

La bruja se relajó, pero al volver a escuchar aquel aullido —y comprobar que provenía de una arboleda cercana —, retiró la sartén del fuego y salió a echar un vistazo al porche. Tanto la galga, Shadow, como la rana, Apple —que iba a lomos del estilizado animal —, acompañaron a la bruja para escoltarla, pero, de pronto…

 ¿Qué ocurre Shadow? —Pues el animal se había puesto en guardia.  

La perra mostró los dientes y, con la mirada fija en la arboleda, comenzó a gruñir con todas sus fuerzas. Entonces Alanna siguió su mirada y se percató de dos luces amarillas que destacaban en medio de la oscuridad. Un rayo iluminó la escena y, gracias a su fulgor, se topó con un imponente lobo gris que la acechaba tras un bajo arbusto.

En un primer momento la bruja se asustó, pero después ordenó a Shadow que permaneciese en el porche junto a Apple y ambas obedecieron — y… hablando de manzanas. ¿Sabíais que se usaban en la antigüedad para crear círculos mágicos, entre otras cosas, por la forma de estrella de cinco puntas que tiene su corazón? —. La bruja se adentró en la arboleda, quedando a unos pocos metros del animal que la taladraba con la mirada y le mostraba los dientes para evitar que se acercara.

El lobo intentó echarse hacia atrás, en lugar de atacar, pero como tenía una pata herida y estaba encajonado entre el arbusto y un gran árbol, su huida se vio interrumpida al chocar con el tronco y caer de costado.

— No huyas, no te haré daño —dijo Alanna con una sonrisa dulce y apenas sin moverse —. Si me dejas acercarme, puedo ayudarte y curar tu herida.

Shadow gruñó desde la distancia, aunque no se movió, jamás incumpliría una orden de la bruja. El animal salvaje mostró nuevamente los dientes, pero Alanna se fue aproximando a él aún más despacio, hasta estar a solo un paso.

 No te haré daño, te lo prometo —e hincó las rodillas en el suelo, puso las manos en la tierra e hizo una reverencia.

El lobo salió de su escondite y, poco a poco, se acercó a olfatear a la bruja. Ella no se movió ni un ápice. Unos minutos después, el lobo estaba tumbado en la alfombra junto a la chimenea, en la casa de Alanna, y con Shadow y Apple observando cada uno de sus movimientos en la distancia.

    — Tranquilas chicas, no nos hará daño —dijo para calmar los ánimos, aunque sus dos espíritus familiares no se separaban de ella ni un instante.

La joven se arrodilló junto al lobo y éste puso su inmensa cabeza sobre las rodillas de la muchacha, que, con mucha delicadeza, limpió la herida y vendó la pata para que no se infectara.

Justo al acabar, y tras ponerle un cuenco con carne y un poco de agua, recogió el material utilizado para los primeros auxilios y se perdió por la cocina. Pero, al volver al salón, descubrió a un hombre de ojos color miel y un cuerpo definido, que parecía haber sido esculpido en mármol, tapado con un cojín de flores frente a su chimenea.

    — Gracias por la ayuda —dijo aquel hombre, que tenía el brazo mal vendado, pues al cambiar de forma la venda se había soltado.

    — ¿Tú eras el lobo? Así noté algo extraño al tocarte.

    — Sí, era yo. Siento haberte asustado y si he sido algo brusco, pero llevo mucho tiempo sin hablar con un humano.

    — ¿Por qué? Espera, te colocaré mejor la venda —e hizo un gesto para que se sentara junto a ella en el sofá, a la par que le pasaba una manta que sacó de un armario para cubrirse.

    — Porque el ser humano destruye todo lo que toca, por eso. Hace años tuve un accidente y maté a mi hermano. Fue la primera noche que me transformé en lobo, me ocurrió sin más mientras iba conduciendo y no supe gestionarlo. Perdí el control por un momento. Por ello desaparecí del mapa, acepté mi parte lobuna y dejé la humanidad atrás para vivir en los bosques. Hasta hoy, hasta que te vi.

    — Fue un accidente. ¿Ningún miembro de tu familia te habló de la licantropía antes de eso?

    — No directamente. Hará unos años intenté regresar a casa, pero tenía miedo de las represalias, así que… mientras estaba a punto de regresar a mi forma humana, escuché una conversación a través de una ventana entreabierta.

    — No tienes que contármelo si no quieres.

    — Quiero. Me has ayudado y creo que te debo una explicación. Verás, según escuché, lo que me pasa es debido a una maldición que arrastra mi familia desde hace siglos. Cada cien años, uno de los varones sufrirá de licantropía, acabando con todos sus seres queridos en la primera luna llena de su transformación.

    — Pero lo tuyo fue un accidente y, aunque suene fuerte decirlo, no acabaste con todos tus seres queridos.

    — Comencé a transformarme en lobo en el coche y perdí el control. Sí, fue un accidente, pero si no hubiese sido por la maldición, mi hermano seguiría vivo. Y si no hubiese sido porque me alejé de mi familia, ahora estarían todos muertos.

    — Lo siento mucho.

    — Gracias. ¿Podrías ayudarme?

    — ¿Cómo?

     Quitándome la maldición.

    — No es tan sencillo. Las maldiciones suelen ser casi imposibles de borrar, a menos que las quiten las propias brujas que las crearon. Si al menos tuviéramos constancia de cómo se llevó a cabo la maldición original podría crear un contrahechizo o aprovecharme de la letra pequeña del contrato.

    — ¿La letra pequeña? ¿Qué contrato?

     Sí, no puedes quitar una maldición, pero puedes añadir algo a tu favor. Como las hadas de la película “La bella durmiente”, que no pudieron evitar que Aurora se pinchase el dedo y cayese en coma, pero sí crearon la forma de hacer que se despertase del sueño con un beso de amor.

    — No soy mucho de ver películas de Disney.

    — Pues tu vida daría para una saga entera de películas con ellos.

    — Visto así… Entonces no puedes ayudarme. ¿No?

    — No he dicho eso. Te ayudaré, en la medida de lo posible, pero necesitaré más datos acerca de la maldición que afecta a tu familia.

    — Pues solo hay una manera de saber más, y es que el hijo pródigo vuelva a casa. ¿Me acompañas? —Y el joven lobo tendió la mano hacia la bruja, esperando que ella quisiera embarcarse con él en esa misteriosa aventura.

¿Lograrán vencer a la maldición? ¿Podrá luchar aquel joven lobo contra sus instintos asesinos? Lo veremos en el próximo capítulo.

Continuará…