miércoles, 27 de julio de 2022

Garip Tesaduflër (Extrañas Coincidencias)


Azad miró hacia arriba y, aunque aquella pared de metal y hormigón proyectado, no era como subir una montaña a pulso y en plena naturaleza, sintió que aquello le llenaba de vida. Había comprado aquel rocódromo con un amigo, y estaban probando las presas, seguros y reuniones para comprobar que las sujeciones estaban en condiciones de abrir al público, lo antes posible.

Verificó el arnés, se ajustó la cinta del casco, se untó las manos con magnesio (para evitar que le sudasen) y se encaramó a la pared. Los pies de gato que llevaba tenían un par de años y mucho trote, pero aún podría usarlos en unas cuantas aventuras, antes de tener que remplazarlos.

Colocó el primer seguro y tras revisar el primer punto de anclaje, comenzó a ascender por la pared con la agilidad de un gamo. Podría haberlo hecho mucho más rápido y con los ojos cerrados —tenía la mejor marca de toda Turquía —pero tenía que comprobar los agarres y no batir su propio récord.

Su amigo permanecía en el despacho, arreglando las cuentas del negocio y ultimando los detalles de la apertura, mientras Azad disfrutaba de su deporte favorito en soledad, como a él realmente le gustaba estar.

Se imaginó subiendo la pared del Monte Ararat, el más alto de Turquía. Un estratovolcán formado a partir de flujos de lava y eyecciones de materiales piroclásticos. El frío del ambiente calándole los huesos y el sudor debido al esfuerzo, recorriendo todo su cuerpo y mezclándose con un auténtico silencio difícil de conseguir en cualquier otro emplazamiento. Aquella paz era lo que más echaba de menos en la gran ciudad y por ello comenzó a escalar.

De repente, una presa se soltó y Azad quedó colgando de la pared. Por suerte, estaba asegurado gracias a los anclajes. Intentó volver a la pared, pero en esos momentos el seguro se soltó y cayó a plomo hasta el suelo, desde una altura de tres metros.

Su compañero, que escuchó el estruendo desde la oficina, acudió a socorrerlo. Se había torcido un tobillo y tendrían que hacerle un escáner, pues se había golpeado en la cabeza y, aunque llevaba el casco, no quería correr riesgos por si había sufrido un traumatismo craneoencefálico.

    Creo que debemos revisar todo esto a conciencia —dice Azad, intentando quitarle hierro al asunto.

    ¿Estás bien? Te dije que me esperases.

    ¿Para qué? No ha sido para tanto.

    Eres un cabeza loca, amigo. Deja que llame a una ambulancia —le dijo su compañero y marcó el teléfono de emergencias en su teléfono móvil.

Treinta minutos después estaban en el hospital y, mientras Kemal rellenaba el formulario, Azad era llevado por un celador hasta uno de los boxes que hay en urgencias para ser examinado. Allí podía ver a los médicos y enfermeras pasar de un lado para otro sin cesar, pero una mujer en especial captó su atención de forma inmediata.

Aquella hermosa enfermera de ojos grises y cabello color azabache, se acercó a él para ponerle una vía y darle el camisón de hospital para que se cambiase, pero cuando sus miradas se cruzaron, ambos se quedaron totalmente embelesados.  

    Me llamo Azad. ¿Cuál es tu nombre? —Pregunta el joven con el corazón acelerado.

    Me llamo Sirin y seré su enfermera. Vengo a ponerle una vía y a dejarle esto para que se cambie —dijo la mujer, intentando apartar la mirada de él, para que no se diese cuenta de lo coloradas que estaban sus mejillas.

    Eres encantadora, como tu nombre indica.

    ¿Perdone?

    Tu nombre significa “encantadora” y es cierto que lo eres.

    Si piensa que con eso me va a robar el corazón, está muy equivocado, caballero.

    No quiero robarte nada, quiero entregarte el mío por completo.

    En seguida vendrá el médico —le dijo la joven y después se marchó, ocultando una tímida sonrisa.

Azad estaba desolado, aquella hermosa mujer le había rechazado. ¿Cómo podría ganarse su amor? Quizás fuese una hechicera, porque le había arrebatado tanto el alma como el corazón.

Sirin continuó trabajando, ayudando a los médicos y atendiendo a los pacientes eficientemente; pero su mente estaba algo dispersa, pues no podía dejar de pensar en los ojos verdes de aquel musculoso hombre que, con tan mala pata, se había cruzado en su camino aquella mañana. ¿Qué le habrían dicho sus padres, si todavía siguiesen con vida?

La joven vivía con su abuela desde que tenía siete años, pues un accidente automovilístico, les arrebató la vida a sus progenitores el mismo día de su cumpleaños. Aquel hecho había marcado la vida de Sirin, y ahora, como enfermera, podría ayudar a salvar tantas vidas como le permitieran. Siempre había querido ser médico, pero el miedo a perder algún paciente en la mesa de quirófano, se había convertido en todo un obstáculo que frenaba su carrera y la convirtió en enfermera.

Tras un turno muy largo, la joven salió del hospital. Estaba cansada y solo quería llegar a casa, prepararse una cena rápida y meterse en la cama; pero al salir se dio cuenta, que al otro lado de la acera había un muchacho esperándola. Llevaba un ramo de rosas blancas, estaba apoyado en el capó de un coche negro y se sostenía con dos muletas. ¿Acaso era el mismo joven que había atendido horas antes en urgencias?

El apuesto joven alzó la mano y ella se quedó parada. Azad se colocó las flores en la boca y cogió sus muletas, cruzó la carretera a toda prisa y poco después ya estaba junto a ella.

    ¿Qué hace aquí todavía? Pensaba que le habían dado el alta hace horas.

    Así es —dijo, quitándose las flores de la boca y entregándoselas a Sirin —. Quería darle este obsequio y la estuve esperando; no sabía a qué hora terminaba su turno.

    Pero hace frío. ¿Y si coge un resfriado por esta tontería?

    No me parece una tontería, aunque quizás tengas razón, hacemos locuras cuando estamos enamorados.

    ¿Enamorado? Pero si no me conoce de nada. Eso no es amor.

    Puede que aún no lo sea, no te lo discuto, pero sé que esto que siento es algo fuera de lo normal y que, tarde o temprano, si no es amor, lo será.

    ¿Cómo puede estar tan seguro?

    Porque las palabras se las lleva el viento, pero los hechos no. Te prometo que estaré aquí cada día, para traerte las más hermosas flores que pueda encontrar en la ciudad; aunque ninguna flor competirá en belleza y pureza contigo, de eso estoy seguro.

    ¿De verdad esto le funciona con las mujeres?

    ¿Qué mujeres? Para mí, desde el día de hoy, solo existes tú.

    Creo que el golpe en la cabeza fue más grave de lo que pensó el médico en un primer momento. No deberían de haberle dado el alta, está delirando.

    No deliro, aunque puede que sí, y deba estar bajo seguimiento médico para evitar complicaciones. ¿Qué le parece si la paso a buscar mañana al acabar el turno y la invito a comer? Así podrá comprobar que me encuentro perfectamente.

    No puedo.

    ¿Y pasado mañana?

    Tampoco.

    Puedo seguir así todo el tiempo. Vendré cada día a traerle flores, hasta que acceda a mi invitación.

    Puedo denunciarle por acoso.

    No creo que lo hagas.

    ¿Por qué está tan seguro?

    Porque te lo noto y sé que te gusto.

    Menudo creído.

    Hasta mañana, amor mío.

Y Azad se marchó, dejando a Sirin de pie en la calle con aquel hermoso ramo de doce rosas blancas, cuyo olor la atrapó por un momento y la hizo evadirse de todo lo que la rodeaba. Poco después se marchó a casa, pensando en él. ¿Cómo podía ser tan tonta? Seguro que aquella promesa se perdería en el olvido, como hicieron antes que ella tantas otras.

A la mañana siguiente, cuando llegó al trabajo, no había nadie esperando fuera del hospital y Sirin sonrió. ¡Qué pronto se había olvidado de lo prometido!

 Pasó el día trabajando, como de costumbre, sin pensar apenas en aquel apuesto joven de las rosas blancas. Aquel día hubo mucho movimiento, pues una colisión en el centro había colapsado las urgencias y apenas tuvo tiempo de nada; pero cuando llegó al vestuario y recogió sus cosas para volver a casa, volvió a pensar en él y en su penetrante mirada. ¿Estaría esperándola fuera?

— Supongo que no. ¡Qué tonta eres, Sirin! ¿Cómo puedes pensar que un hombre puede cumplir aquello que promete? — Y entonces recordó a su primer amor, que le prometió la luna y al poco se prometió con su prima Esen, por culpa de esos matrimonios concertados de los que ella, de momento, se iba librando. ¿Cuánto aguantaría su abuela en prepararle uno? Ella se había casado así, con el hijo de un alto mandatario de Estambul, pero Sirin no quería seguir sus pasos y quería ser como su madre, un alma libre y casarse por amor.

Cerró su taquilla, cogió su bolso y salió tras sus compañeras, aunque algo ausente. Al parecer, iban todas a tomar algo para desconectar después del trabajo, pero Sirin rechazó la invitación; estaba agotada.

Al salir a la calle estaba lloviendo a cántaros, pero al otro lado de la acera, apoyado en el mismo coche negro del día anterior, estaba Azad, y esta vez, llevaba un ramo de rosas de color rosa y una caja de bombones con forma de corazón, por lo que apenas podía moverse con las muletas.

— ¿Qué haces aquí? Está diluviando, dijo Sirin, sacando un paraguas y acercándose a él para cubrirle.

— No me importa, te hice una promesa y pienso cumplirla.

— ¿Qué promesa? ¿Coger un resfriado por un capricho?

— No es un capricho, te lo dije. Estaré aquí cada día con un ramo de rosas, hasta que accedas a mi invitación para comer.

— A estas horas mejor cena que comida y prefiero los tulipanes.

— Lo que prefieras.

— No he dicho que esté accediendo a la invitación.

— Pero lo harás, no creo que me dejes coger un resfriado, y además, han dicho en las noticias que estará toda la semana lloviendo.

— Me da igual, tú te lo has buscado.

— Como desees. Aquí estaré, cada día, para demostrarte que soy un hombre de palabra. ¿Nos vemos mañana a la misma hora?

Y el joven le entregó los regalos, besó su mano y después se montó en el coche y se marchó muy ilusionado. Sirin se quedó de pie, bajo la lluvia y abrazada a sus regalos, mientras el paraguas se le resbalaba y la lluvia, poco a poco, la impregnaba. ¿Quién era aquel chico? Se preguntó a sí misma, mientras el perfume de las rosas dibujaba en ella una dulce sonrisa. 

………………………………………………………..

Sirin llegó a su casa con las flores y la mitad de los bombones, pues se había entretenido por el camino devorando los que faltaban, cuando se encontró que su abuela no estaba sola, alguien la estaba esperando.

    Sirin, querida. ¿Te acuerdas del joven Khan? —Preguntó la abuela.

    ¿El mismo Khan que jugaba con mis muñecas?

    El mismo. ¿Cómo estás?

    Bien. ¿Qué haces aquí?

    Me encontré con tu abuela en el mercado y me invitó a tomar un té.

    Khan ha vuelto a la ciudad después de muchos años y sigue soltero —añade su abuela, mientras invita a su nieta a sentarse con ellos a tomar el té.

    Abuela, ¿podemos hablar un momento? —Pregunta la joven.

    Sí, claro. ¿Y esas flores?

    Un regalo de un paciente —se excusa, mientras se dirige a la cocina con la abuela detrás —. ¿Intentas concertarme un matrimonio?

    No es lo que piensas, pero es un chico muy majo y muy guapo, deberías conocerle y quién sabe.

    Ya nos conocemos, de pequeños pasamos juntos mucho tiempo.

    Lo sé, pero tienes una edad y yo no voy a durar eternamente. Este chico es un buen partido. ¿Sabes que dirige la multinacional de su familia?

    Y que su padre fuese el ahijado de mi abuelo no tiene nada que ver. ¿No?

    Solo te pido que le conozcas, nada más.

    Pues llega tarde, porque tengo novio.

    ¿Cómo? ¿Cuándo? Era lo que venía a contarte. Esos regalos son de un joven al que atendí en el hospital y nos hemos enamorado.

    ¡Qué alegría! ¿Cómo se llama? ¿Es de buena familia? Mi deber es conocerle, dile que venga mañana a comer.

    ¿Mañana? ¿No es muy precipitado?

    Quiero comprobar que tiene buenas intenciones contigo.

    ¿Podemos dejarlo para el fin de semana? Yo se lo diré mañana.

    Está bien, pero por si acaso, no rechaces tan pronto a Khan. Quizás lo de ese chico no salga bien y siempre es bueno tener más pretendientes, eso asegura que se esfuercen más.

    ¡Abuela!

    ¿Qué? Es verdad, un poco de competencia nunca viene mal.

Después de aquello, las dos mujeres salieron a atender a su invitado y los tres tomaron el té, mientras charlaban gratamente sobre los últimos años que habían permanecido separados.

Khan parecía un buen chico, de buena familia y además era muy guapo. Hubiese pasado por un modelo de alta costura con esos ojos negros rasgados y el cabello negro como el carbón. Su piel bronceada parecía de terciopelo y su carácter amigable, le dificultaba la tarea de odiarle a Sirin.

    Pasé muchos años en Europa estudiando varios idiomas y después me marché a Estados Unidos, donde me licencié en Estudios Empresariales y Economía por la Universidad de Harvard —dijo Khan, antes de hacer una pausa para sorber un poco de su té.

    ¿Harvard? ¿En serio? Vaya —repitió Sirin, totalmente impresionada.

    ¿Cuántos idiomas hablas? —Preguntó Beyham, la abuela.

    Siete: turco, inglés, español, francés, mandarín, italiano y alemán.

    ¿Tantos? Vaya… —Sirin no daba crédito, aquel chico era todo un partido, pero… ¿por qué no sentía nada por él?

    ¿Por qué tantos idiomas? ¿Te gustan? —Preguntó Beyham.

    Sí, pero además, el negocio de mi padre me obliga a viajar mucho. Ahora estoy aprendiendo japonés, pero acabo de empezar a estudiarlo hace dos días, por lo que no cuenta.

    ¿Ocho? Y yo con suerte sé decir un par de cosas en inglés —se lamentó Sirin con cara de asombro.

    Si quieres puedo enseñarte. Eres enfermera, seguro que aprendes rápido y puede que te sirva en tu trabajo.

    Estaría encantada. ¿Verdad, Sirin? —Respondió su abuela.

    Sí, claro. Si no es mucha molestia.

    Para nada, cuando quieras te invito a tomar un té y damos la primera clase.

    Claro —respondió aún en shock.

    Bueno, muchas gracias por el té, señora Demir. Y espero verte pronto, Sirin —dijo y tras esto, besó la mano de la joven y se marchó.

Las dos mujeres le acompañaron a la puerta y, una vez estuvo cerrada, respiraron hondo. Ninguna se esperaba encontrar a aquel hombre a esas alturas.

    ¿Te has fijado? No solo es guapo y de buena posición, también es un chico muy inteligente y amigable.

    Ya, creo que es demasiado para mí. Menuda presión tiene que ser salir con alguien así.

    ¿Por qué dices eso?

    ¿En serio? Siete idiomas, bueno, en un par de días serán ocho. Viajes, reuniones, gente importante, eso no va conmigo.

    ¿Cómo que no? Te has movido en ese ambiente gracias a tu abuelo.

    Sí, pero nunca me sentí parte de él. No podría casarme con alguien tan perfecto, sería como recordarme cada día que no estoy a su altura.

    No lo descartes tan pronto, pero por ahora, cuéntame sobre tu novio. ¿Cómo no me hablaste de él antes? ¿Cómo se llama?

    Pues… verás… Se llama Azad y… ¡Buf! Qué cansada estoy, será mejor que me dé una ducha y me vaya a la cama. Mañana te lo cuento todo cuando vuelva del trabajo.

    ¿Pero no es tu día libre?

    Sí, pero me dejé una cosa en la taquilla. Es ir y volver, no tardaré mucho.

    De acuerdo, que descanses, Sirin.

    Igualmente, abuela.

La joven cerró la puerta de su habitación y se apoyó sobre ella. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Por qué le había dicho que tenía novio? Y lo más importante, ¿por qué él? ¿Cumpliría su promesa y acudiría al hospital aquel día? ¿Accedería a esa locura? Quizás aquel muchacho de su infancia no era tan mala idea después de todo.

A la mañana siguiente, Sirin llegó al hospital temprano. ¿Qué hacía allí? Seguramente Azad no llegase hasta la tarde a buscarla, pero la desesperación que sentía la hizo querer entrar en los ordenadores a buscar su ficha y quizás, así, encontrar su teléfono. Se iba a meter en un lío, eso seguro.

De repente, una voz masculina pronuncia su nombre y ella se gira, encontrándose al joven a muy corta distancia.

    ¡Estás aquí! — Dice ella.

    ¡Vaya, no pensaba que te alegrarías tanto de verme!

    ¿Por qué vienes tan pronto a buscarme?

    Tengo revisión, iba a volver luego a esperarte.

    Hoy es mi día libre.

    ¿Entonces por qué estás aquí? ¿Temías que me quedase todo el día esperando en balde?

    No, necesito tu ayuda.

    ¿En serio? ¿Eso quiere decir que vas a aceptar mi invitación?

    Más o menos.

    ¿Cómo?

    Necesito que te hagas pasar por mi novio ante mi abuela, para evitar que me case por conveniencia.

    ¿Sabes que no tenemos que fingir? Por mí voy ahora mismo, con estas muletas, y me presento ante ella para pedir tu mano.

    ¡No digas tonterías! Si haces esto por mí, accederé a salir contigo un día.

    A parte de la reunión con tu abuela. ¿No?

    Sí, lo prometo. ¿Lo harás?

    Lo haré, pero necesitaré algunos detalles para que sea creíble.

    Cierto. ¿Tienes algo que hacer ahora? Te invito a un café y te cuento lo que necesites saber.

    Tengo la consulta con el médico, pero no creo que tarde mucho. ¿Me esperas?

    Sí, aquí estaré.

    Es gracioso.

    ¿El qué?

    Se cambiaron las tornas. Ahora eres tú la que me espera en la calle a que yo salga.

    ¿En serio? Sé que me voy a arrepentir de esto tarde o temprano.

    Vuelvo enseguida, mi amor.

Sirin se sentó en un banco que había junto a un parque, enfrente del hospital, mientras esperaba a que Azad saliese de la consulta. Durante la media hora que tuvo que esperar, tuvo tiempo de idear algunos detalles de la historia que le contarían a su abuela y cuando el joven salió del hospital, ambos se fueron hasta un café cercano y allí ultimaron los detalles.

    Bueno. ¿Lo tienes claro?

    Sí, no es tan difícil. La primera parte es cierta. Me caí escalando, tú me cuidaste y me enamoré de ti. Tengo que trabajar un poco la parte en la que tú también te enamoras de mí y así no habrá mentira que contar.

    ¡Céntrate, por favor! Tengo poco tiempo y tengo que regresar a casa. ¿Qué más?

    Tu abuela se llama Beyham y tu abuelo se llamaba Galip y era un abogado muy importante, hijo de un alto mandatario. Tus padres murieron en un accidente y tu abuelo durante la pandemia. Tu abuela cuida de ti.

    ¿Y tu familia?

    Mis padres son maestros, mi padre de geografía y mi madre de literatura. Mi abuelo era un alma libre y pasó mucho tiempo viajando en su velero, hasta que dejó en cinta a mi abuela en una de esas paradas que hizo en puerto y se tuvo que casar con ella para sentar la cabeza; sobre todo, porque mi abuela murió durante el parto y él solo cuidó de mi padre hasta que fue mayor de edad.

    Vaya. ¿Y tus padres dónde están?

    Aquí en Estambul, mi abuelo es el que más vueltas da. Tiene una pequeña casa en Mersin, donde nació, pero pasa gran parte de su tiempo en el mar, recuperando el tiempo perdido. Es un alma libre como yo.

    ¿Alma libre? ¿Y yo que soy para ti entonces?

    Por ti dejaría mi libertad de lado y permanecería a tu lado el resto de mi vida.

    Eres demasiado teatrero.

    No, solo estoy enamorado.

    Eso no es amor, seguramente sean las endorfinas.

    Quizás, pero jamás me había sentido así y no quiero perderlo.

    Bueno, me tengo que marchar. Te llamaré para acordar la hora de la comida con mi abuela.

    Perfecto. Esperaré tu llamada. Y que conste, que esta reunión no cuenta como cita, no te libras.

    ¿Qué? ¡Ah! Sí, lo he prometido y yo cumplo mi palabra. Hasta el sábado.

    Hasta el sábado.

La joven Sirin se marchó a casa con una extraña sonrisa dibujada en su cara. Estaba nerviosa. ¿Por qué? Aquel joven la hacía sentir ansiosa y su corazón se aceleraba, cada vez que aquellos ojos verdes se clavaban en su mirada. ¿Caería al final en tela de araña o se casaría con el gran partido que su abuela deseaba?

………………………………………………………..

 Llegó el gran día y Beyham estaba muy ilusionada por conocer al novio de su nieta, pero a la par, sentía miedo de la elección que había hecho la joven, le recordaba tanto a ella: dulce, ingenua y fácil de impresionar; por lo que, decidió invitar a Kahn al banquete, pues como solía decir… un poco de competencia, hacía que los pretendientes se esforzasen más.

La familia de Azad también había sido invitada a la cena, como dicta la tradición, y por ello, Sirin, pensó que aquella farsa había llegado a un punto de no retorno; se le estaba escapando de las manos, cuesta abajo y sin frenos, rumbo a un gran muro de cemento. ¿Cómo saldría de aquel embrollo en el que se había metido? ¿Acabarían organizando su boda entre el postre y el café, o les revelaría la verdad, cuando no lo soportase más?

    Necesito flores alegres, que aporten luz a la estancia; estamos de celebración. ¡Llévate esto! —Ordenó Beyham a una de sus criadas.

    Sí, señora.

    ¿Dónde está el chef? Tiene que salir todo perfecto en la recepción de esta noche.

    Como ordene, señora. He preparado un menú exquisito, digno de la realeza y con productos típicos de nuestra amada tierra —respondió el chef, que salió de la cocina al escuchar cómo le llamaban.

    Perfecto, muchas gracias a todos por su gran trabajo y lamento si estoy un poco alterada, pero esta noche es muy importante.

    Lo entendemos, señora. Todo saldrá bien —dijo la criada.

    Muchas gracias, ahora a trabajar, no tenemos tiempo que perder —y salió disparada hacia la cocina para probar el menú que se serviría.

    Mi abuela está desatada.

    No se lo tenga en cuenta, señorita.

    ¿Puedo confesarte algo, Ayla? —Preguntó Sirin en cuanto su abuela desapareció de escena.

    Claro, señorita.

    Estoy metida en un buen lío.

    ¿Por qué?

    No tengo novio, tan solo le pedí a un chico que se ha encaprichado conmigo, que finja ser mi novio para que mi abuela no me prometa con Khan.

    ¿Por qué hizo eso, señorita? El joven Khan es apuesto y de buena familia.

    Lo sé, pero no quiero casarme, quiero centrarme en mi trabajo; ser libre, poder viajar, recorrer el mundo. No quiero estar atada a ningún hombre el resto de mi vida.

    No diría eso si estuviese enamorada.

    No lo estoy.

    Cuando se enamore, señorita, no querrá volver a despertarse ninguna mañana sin tener al amor de su vida al lado en su cama.

    Quizás, pero aún no se ha dado el caso.

    ¿Por qué no le dice la verdad a su abuela? Es una buena mujer y lo comprenderá.

    No lo hará, se ha propuesto emparejarme con Khan y dudo que nada la haga cambiar de idea.

    ¿Y qué pasa con ese otro joven?

    ¿Azad? Cuidé de él en el hospital y se ha encaprichado conmigo. Le pedí el favor de fingir que era mi novio solo durante esta cena, y a cambio, le prometí que saldría con él un día; pero esto se me está yendo de las manos. ¿Su familia viene con él? Todo por culpa de mi abuela.

    Por su culpa, señorita. Si hubiese dicho la verdad desde el principio, esto jamás hubiese sucedido.

    No lo entiendes, mi posición me obliga a contraer matrimonio por conveniencia, no podré casarme por amor. La historia de mi abuela se repite conmigo. Mi madre pudo escapar y vivir unos años en libertad con el amor de su vida, mi padre, hasta que un accidente acabó con la vida de ambos cuando yo apenas tenía tres años.

    Lo sé, después su abuelo se hizo cargo de usted.

    Sí, e intentó domarme, cosa que no logró hacer con mi madre.

    Pero su abuelo ya no está.

    Pero mi abuela me quiere demasiado y está muy chapada a la antigua. Mi abuelo le pidió en su lecho de muerte que me casara con alguien digno, y sabes que lleva tiempo intentando convencerme de buscar marido.

    Sí, ahora que ya acabó la carrera de enfermería, no le quedan más excusas que darle.

    Así es. ¿Qué debo hacer?

    Acuda a la cena, finja un poco más, para ganar tiempo, después ya pensaremos un plan con más calma.

    Tienes razón, los problemas de uno en uno. Primero afrontemos esta cena y después ya veremos. ¿Viene también la familia de Khan?

    No, el muchacho viene solo, y el señorito Azar será acompañado por su abuelo, sus padres están en el extranjero por un congreso y no podrán asistir a la cena, eso dijo cuando llamó para confirmar la asistencia.

    Bueno, quizás sea mejor así, cuantas menos personas asistan, menos penitencia tendré que pagar por todas mis mentiras —dijo Sirin, y fue a prepararse para la cena a su habitación, donde no imaginaba el giro tan drástico que darían los acontecimientos.

Cuando Sirin bajó las escaleras, Khan estaba en la puerta de entrada con una caja de bombones y un ramo de flores, como manda la tradición cuando hay una pedida de mano. Beyham estaba recibiendo a su invitado con un abrazo, como si ya formase parte de su familia.

    Sin presión, abuela —pensó Sirin en voz alta.

    Ven aquí, querida. Mira, Khan ha llegado el primero.

    Siento haber venido tan pronto, pero pensé que tardaría más en encontrar aparcamiento.

    No digas tonterías, llegas puntual —añadió la abuela.

    Bienvenido, Khan —dijo Sirin tímidamente.

    Toma, estas flores y estos chocolates son para ti. Creo recordar que eran tus favoritas.

    ¿Aún te acuerdas o ha sido cosa de mi abuela?

    Yo no le he dicho nada —sentenció la abuela, antes de dejarlos solos y retirarse hasta el salón, para esperar al resto de invitados.

    He recordado aquel día en los jardines de mi casa, cuando estuviste media hora oliendo los tulipanes que había plantados en la entrada. Aquella imagen se me clavó muy dentro.

    Éramos unos críos.

    Y aun así estaba loco por ti.

    ¿Qué?

    No digas que no lo sabías.

    Te metías mucho conmigo.

    Era mi forma de demostrarte que me importabas.

    Nunca entenderé a los hombres, alejáis aquello que amáis y os entregáis a lo que os hace más daño.

    Bueno, podríamos debatir sobre eso largo y tendido, pero esta noche no. Estás preciosa.

    Gracias.

De repente el timbre suenó y una de las criadas abrió la puerta. Al otro lado, se encontraban Azad y su abuelo, Erkin.

    Buenas noches, amor —saludó Azad entrando en la casa, como un huracán, con unos tulipanes y otra caja de bombones en las manos. Al ver los regalos que la joven sujetaba, se los arrebató y devolvió a Khan, junto a los que él le había traído para poder coger a Sirin de la cintura y darle un dulce beso en los labios, desarmando a la joven cual soldado acorralado.

El corazón de Sirin se aceleró de repente, las piernas le temblaban y sentía que iba a caerse en cualquier momento; pero no, los brazos del joven Azad la sostuvieron con fuerza, a la par que con delicadeza. Se sintió a salvo entre las garras de aquel beso que, evaporaba su ira convirtiéndola en deseo.

    ¿Estás bien, amor? —preguntó el joven cuando se alejó un poco de ella, para cruzar su mirada con la de Sirin.

    Eh… Sí —es lo único que alcanzó a decir.

    Encantado de conocerte, tú debes ser Khan, el amigo de Beyham. Me llamo Azad y soy el novio de Sirin, este es mi abuelo, Erkin —se presentó estirando el brazo para coger la mano de su contrincante, mientras que con el otro brazo, seguía rodeando la cintura de Sirin por miedo a que la joven se desplomase de la impresión.

    Encantado —respondió éste.

    Como os decía, este es mi abuelo…

    ¡ERKIN! —Gritó la abuela de Sirin, al ver al hombre que atravesaba, en ese preciso momento, el umbral de la casa.

    ¡Beyham!

    ¿Os conocéis? —Preguntó la joven, al volver en sí.

El silencio se hizo insoportable. Nadie se atrevía a pronunciar palabra, pues la tensión en el ambiente se cortaba con un cuchillo de mantequilla. En las miradas de Beyham y de Erkin, se entremezclaba el amor con el odio. La ira con la pasión, pues ya sabemos lo que se dice, del amor al odio hay tan solo un paso, y este era un ejemplo claro.

    Chicos, haced el favor de pasar al comedor, enseguida vamos —les pidió Beyham, tan fría como un tempano de hielo, y los tres jóvenes obedecieron sin rechistar, mientras que el servicio presente en la estancia captaba la indirecta y se ocultaba en la cocina, con la oreja puesta tras la puerta —¿Qué haces aquí?

    Soy el abuelo de Azad.

    No puede ser cierto.

    Lo es. Te veo muy bien, Beyham.

    No seas hipócrita. ¿Cómo puedes volver a mi vida después de abandonarme como lo hiciste? ¡Márchate de mi casa!

    ¿Abandonarte? ¡Yo no te abandoné! ¡Tú te prometiste a ese mal nacido!

    ¡Márchate! —Y lo hizo, dando un portazo tras de sí.

Los muchachos salieron a ver lo que había sucedido, y entonces, ocurrió lo que nadie se esperaba.

    ¿Estás bien, abuela? ¿Qué ha sucedido?

    Muchacho, será mejor que te marches y te olvides de mi nieta, jamás podrá estar relacionada con tu familia.

    ¿Por qué? Yo la amo. ¿Qué está pasando aquí?

    ¡Vete!

    Ya la has oído, será mejor que te vayas —dice Khan, mientras abre la puerta para que Azad salga.

    ¡Abuela! ¡No puedes tratarle así, él no ha hecho nada malo!

    Aún, pero te destrozará el corazón como hizo su abuelo conmigo hace muchos años.

    ¿Qué? ¿Cómo? Chicos, por favor, marcharos, he de hablar con mi abuela.

    Pero… Sirin —dijo Azad.

    Por favor, os llamaré en cuanto pueda y la cosa se calme. Os lo pido por favor.

    Por supuesto —Khan le dio un beso en la frente a Sirin y se marchó.

Azad observó con pesar los ojos de la joven —hasta que ésta acabó cerrándole la puerta en las narices —con una disculpa reflejada en ellos.

Azad se marchó cabizbajo, iba absorto en sus pensamientos cuando se topó con alguien junto al ascensor, que parecía estarle esperando.

    ¿Sabes? Pensaba luchar por Sirin limpiamente, pero esto me facilita las cosas.

    No cantes victoria tan pronto. Lo que siente por mí es fuerte, lo sé, y podremos superar cualquier obstáculo que la vida nos ponga por delante; incluso si ese obstáculo nació en una cuna de oro.

    No tienes ni idea de quién era el abuelo de Sirin. Galip era uno de los hombres más poderosos del país y, también, uno de los más despiadados. Todo el mundo le temía y adoraba al mismo tiempo.

    Pero Galip ya no está.

    Pero su viuda sí. ¿No sabes eso de que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición?

    ¿Y eso de dónde lo has sacado?

    Del tiempo que viví en España.

    Pues yo no sabré dichos populares extranjeros, pero he viajado, tengo mundo a mis espaldas y sé reconocer cuando alguien se tira un farol. Tú no quieres a Sirin, lo único que quieres es su posición.

    ¿Y tú no? He de reconocer que su posición es tentadora, pero yo conozco a Sirin desde que éramos unos críos y siempre estuve enamorado de ella, lo demás es un extra.

    Los de tu condición no sabéis lo que es el amor verdadero, lo hacéis todo por conveniencia.

    Te recuerdo que Sirin es de mi condición, por lo que no tienes nada que hacer con ella.

    Eso ya lo veremos.

Y ambos jóvenes se marcharon en el ascensor. Ninguno de los dos volvió a pronunciar palabra. Al llegar al vestíbulo se separaron y salieron de la casa en direcciones opuestas, mientras Sirin intentaba sonsacarle la verdad a su abuela.

    Abuela. ¿Qué ha sido eso? ¿De qué conoces al abuelo de Azad? —Preguntó Sirin cuando Beyham y ella se quedaron a solas en el salón.

    Erkin y yo fuimos pareja hace muchos años.

    ¿En serio? ¿Y por qué le tratas así de mal? Ha sido muy descortés por tu parte. ¿Tan mal terminó todo?

    Estuve a punto de dejarlo todo y fugarme con él, pero me dejó tirada y tuve que casarme con tu abuelo.

    Cuéntamelo todo —suplicó Sirin.

    Todo comenzó un día normal, como cualquier otro. Estaba en el mercado de Capadocia, donde residía con mis padres, cuando vi a un joven pescador vendiendo en un puesto. Tenía la sonrisa más arrebatadora que había visto en mi vida –hizo una pausa para sonreír y continuó con semblante serio —. Mientras mis padres hacían algunas compras, yo me acerqué a él y tuvimos un flechazo. Cada jueves iba al mercado para poder verle sin que mis padres se enterasen, pues era el día en que vendía su pescado en Capadocia. Erkin vivía en Mersin, junto al mar, que es lo que más ama en esta vida.

    ¿Y qué pasó?

    Un día me armé de valor, le dije a mis padres que tenía ganas de tomar pescado fresco y que iría a comprarlo antes que cerrasen. Me dijeron que ya era demasiado tarde, pero me empeciné en que yo iría muy rápido y no tardaría mucho en regresar. Mis padres accedieron sin saber que mi verdadero motivo era ver a Erkin y decirle lo que sentía, pero al llegar allí, ya se había ido. Volví cabizbaja a casa, tendría que esperar una semana para poder declararle mi amor y, en aquella época, que una joven se declarase a un hombre no estaba bien visto. ¿Cómo podría ocultar mi nerviosismo? ¿Qué pasaba si él no me correspondía?

    ¿Y lo hizo?

    No te adelantes, niña.

    Perdón, abuela. Sigue, por favor.

    Cuando regresé a casa, él me estaba esperando en la puerta; intentaba armarse de valor para llamar y le descubrí a punto de hacerlo. Le pregunté lo que hacía allí y no pudo pronunciar dos frases seguidas sin atropellar las palabras. Me pareció tan tierno, que desde ese día comenzamos un romance secreto.

    ¡Qué bonito!

    No, para nada. Unos meses después, me enteré que mis padres querían casarme con Galip, el hijo de un alto mandatario del gobierno, que acababa de terminar de estudiar leyes en la universidad. Yo me negué, como es lógico. Le dije a mis padres que estaba enamorada de otro hombre y que no podían obligarme a casarme con Galip; pero sí podían hacerlo. Estuve encerrada durante semanas en mi habitación y bajo vigilancia. Cada noche, cuando las luces se apagaban, Erkin venía a mi habitación y se colaba por la terraza.

    ¡Abuela!

    ¿Qué? No pienses mal, en aquellos tiempos no era como ahora, él me amaba y me respetaba. O eso creía yo.

    ¿Por qué no os fugasteis?

    Lo intentamos, o al menos yo lo intenté. Acordamos vernos aquella noche y fugarnos, pero le estuve esperando y nunca apareció. Aquella misma noche, antes de retirarme a mi habitación y prepararme para la fuga, Galip llegó a casa con sus padres a pedir mi mano. Yo accedí, pensando que estaría demasiado lejos para cumplir aquella condena, cuando se diesen cuenta de mi fuga, pero Erkin me dejó tirada y tuve que casarme unos meses más tarde.

    ¡No! No puede ser. ¿Le estuviste esperando mucho tiempo?

    No dormí durante cuatro días y cuatro noches, esperando a que subiese por la enredadera que daba a la terraza de mi habitación, como siempre solía hacer, pero nada; nunca llegó.

    Lo siento mucho, abuela.

    No lo sientas, después de todo, aquel matrimonio no fue tan malo. Tu abuelo era un hombre temido y respetado, pero conmigo fue siempre muy bueno, me amaba e idolatraba.

    ¿Por qué mi madre se escapó de casa?

    Porque le concertamos un matrimonio con un joven de buena familia, de hecho, era el padre de Khan.

    ¿Qué? No me lo puedo creer.

    Sí, pero ella se había enamorado de un chico que conoció en la facultad y se fugó con él antes que pudiésemos remediarlo.

    ¿Es verdad que mi abuelo mandó matarlos?

    ¿Dónde has escuchado eso?

    Es la tradición y el abuelo era alguien muy tradicional. ¿Provocó mi abuelo el accidente que mató a mis padres?

    Jamás le hubiese hecho daño a tu madre, la adoraba. Lo pasó muy mal cuando murió, igual que yo. Mi querida Feray era un alma libre y tu abuelo lo sabía.

    Pero la tradición dice que si una mujer se fuga con un hombre al que su familia no acepta, es sentenciada a muerte por la deshonra de la familia.

    Así es, más o menos, pero tu abuelo no pudo hacerlo. Se negó en redondo a llevar esa atrocidad a cabo contra su propia hija y para ocultar el incidente, reconoció a tu padre como parte de la familia.

    Entonces… ¿Por qué no vinieron nunca a visitaros? La primera vez que os vi, yo tenía tres años, y fue cuando los servicios sociales me trajeron a esta casa tras la muerte de mis padres.

    Que tu abuelo aceptase a tu padre de cara a la sociedad, no implicaba que lo aceptase realmente. No quería perder a su hija, aunque no venía a vernos, hablábamos con ella casi todos los días.

    Pero si quería tanto a mi madre, ¿por qué no se tragó su orgullo?

    Los hombres son así, su orgullo está por encima de cualquier cosa, incluso de su propia vida.

    No todos, Azad no es así.

    ¿Estás segura?

Tras relatar la historia, Beyham se marchó a su habitación, mientras Serin se sentaba en el sillón y se quitaba los zapatos, para poder llevar las rodillas hasta el pecho. De todos los jóvenes que podían cruzarse en su camino, Azad había sido el elegido. ¿Acaso era una broma del destino? ¿Qué pasó entre Beyham y Erkin realmente? ¿Se repetirá la historia con sus nietos? ¿Logrará Khan enamorar a Sirin antes que Azad?

………………………………………………………..

Cuando Azad llegó a casa de su abuelo, éste estaba sentado frente al televisor con la mirada perdida. Quería aparentar que todo iba bien, como solía hacer, pero su nieto le conocía mejor que cualquier otra persona en el mundo.

    ¡Abuelo! ¿Qué pasó en casa de Sirin? ¿Conocías a su abuela?

    No pasa nada.

    ¿Cómo que no? Su abuela le ha prohibido verme.

    Es lo mejor, alejarse de Galip.

    ¿Galip? Si te refieres al abuelo de Sirin, está muerto.

    ¿De verdad?

    Sí. Ahora cuéntame lo que ocurre, creo que merezco una explicación.

Erkin le hizo un hueco en el sofá y apagó la televisión. Azad tenía razón, le debía una explicación. Por su culpa, la familia de Sirin se opondría a su casamiento. El mundo es un pañuelo, pensó.

    Hace mucho tiempo estuve enamorado de una mujer, pero ella se casó con otro hombre, por ello me eché a la mar y en una de esas paradas conocí a tu abuela.

    ¿Esa mujer era la abuela de Sirin?

    Así es. Conocí a Beyham en el mercado de Capadocia, en el que solía vender pescado cada jueves. Aquella joven era la más bella que yo había visto nunca, pero yo era un pobre pescador de Mersin y su familia se codeaba con gente importante. Éramos de mundos diferentes.

    Eso dudo que te echase para atrás, abuelo, te conozco.

    Así es, no me echó para atrás. Cada jueves la veía en el puesto y cuando me sonreía, me imaginaba con ella en el altar. Un día, me animé a confesarle mi amor y esperé en la puerta de su casa media hora, hasta que me encontró allí, justo antes de atreverme a llamar a su puerta. Me preguntó lo que buscaba y cuando le dije que estaba enamorado de ella, me sorprendió escuchar que ella me correspondía. Me hizo el hombre más feliz del mundo.

    ¿Y qué pasó?

    Sus padres querían casarla con Galip, porque era hijo de un alto mandatario y ella se negó, o eso me dijo.

    ¿Por qué dices eso?

    La tuvieron encerrada en casa varias semanas y yo iba a verla y me colaba por la enredadera que daba a su terraza. Una noche, decidimos que lo mejor sería fugarnos y me pidió que lo organizase todo. A la noche siguiente huiríamos en mi barco y recorreríamos el mundo, juntos; pero, cuando fui a recogerla, me partió el corazón.

    ¿Se arrepintió?

    Supongo, porque cuando llegué y me dispuse a escalar hasta su habitación, como solía hacer cada noche, vi por la ventana del salón cómo Galip le proponía matrimonio y ella aceptaba su propuesta.  

    ¡Qué fuerte! ¿No le pediste explicaciones?

    ¿Para qué? Unos días antes su padre me abordó en el mercado y me dijo que la dejase en paz, que ella se casaría con Galip y no lo creí. Cuando le pregunté aquella noche me lo negó y me propuso la fuga, pero al ver aquello… Cogí mi barco y me eché a la mar.

    Vaya, lo siento, abuelo.

    Gracias. Pero lo que pasó entre nosotros no tiene nada que ver con lo vuestro, y mucho menos, ahora que Galip está muerto.

    Te arriesgaste mucho por ella.

    Así es, mi cabeza estaba en juego. No solo el padre de Beyham me amenazó con matarnos si deshonraba a su familia, también Galip.

    ¿Galip?

    Sí, se enteró que Beyham me amaba a mí en lugar de a él y prometió que si nos fugábamos, nos perseguiría de por vida hasta darnos caza.

    Pero vosotros ibais a escaparos igual.

    Así es, pero supongo que ella tuvo miedo y por eso cambió de idea. Lo que no entiendo es cómo ha sido capaz de tratarme así, después del daño que me hizo.

    ¿Estás seguro que aquí no hubo un mal entendido? Ha dicho que la abandonaste, pero tú dices que ella fue quien lo hizo.

    Ya da igual, ha pasado mucho tiempo.

    ¡Sí importa! Quiero a Sirin y si vosotros no lo arregláis, no tendré ninguna oportunidad con ella.

    ¿Tanto la quieres?

    Sí, pensaba que solo era un capricho, pero me he dado cuenta que la amo por encima de mi propia vida y sé. que ella, en el fondo también me ama; lo vi en sus ojos.

    Si es cierto eso que me dices, intentaré hablar con Beyham. ¿Qué hay de ese otro chico?

    Khan, es la elección de Beyham para Sirin, un adinerado y engreído.

    Otro Galip.

    Por favor, abuelo, ayúdame.

    Lo haré, hablaré con ella.

De repente, el teléfono de Azad sonó, era Sirin. El joven se disculpó con su abuelo y se marchó para hablar con ella en una de las habitaciones, mientras Erkin volvía a poner la televisión como telón de fondo para sus cavilaciones.

    Hola. ¿Estás bien?

    Sí, ¿y tú? Siento lo de mi abuela, que te haya echado, tú no tienes la culpa de lo que hizo tu abuelo.

    Mi abuelo no hizo nada, me lo acaba de contar todo. Tu abuela le dejó plantado y se casó con Galip.

    Eso no es cierto, ella le estuvo esperando y nunca llegó.

    Creo que aquí ha habido un mal entendido, como le he dicho a mi abuelo.

    Puede que tengas razón. ¿Qué podemos hacer?

    Quizás deberíamos reunirlos en alguna zona neutral y dejar que hablen a solas.

    Dudo que mi abuela acceda. ¿Y qué zona es esa?

    ¿Qué te parece mi rocódromo?

    ¿Quieres que lleve a mi abuela a escalar paredes?

    No, mujer, pero puedes decirle que te acompañe para algo.

    ¿Por qué allí?

    Tengo las llaves y aún no está abierto. Podemos encerrarlos y así tendrán que aclarar las cosas, quieran o no.

    No es mala idea, aunque después de esto, fijo que nos desheredan. Jejeje.

    A mí no es algo que me quite el sueño.

    A mí tampoco.

    Por cierto…

    Dime.

    ¿Te gustó el beso que te di?

   

    ¿No dices nada?

    ¿Por qué hiciste eso?

    Te lo he dicho, estoy enamorado de ti, no es solo un capricho y sé que tú sientes lo mismo.

    No es verdad.

    ¿Estás segura? Tu cuerpo me decía todo lo contrario.

    No vuelvas a hacer algo así sin mi permiso. ¿Entendido?

    Como desees. Pero… ¿qué pasa con Khan?

    Es solo un amigo.

    Tu abuela no opina lo mismo.

    Eso a ti no te importa, te recuerdo que no somos novios de verdad, esto es una farsa.

    Pero podríamos serlo, si me dieses una oportunidad.

    Khan es un buen chico.

    Solo busca tu dinero.

    Eso no es cierto, él también lo tiene. Quizás seas tú el que busca dinero y por eso eres tan pesado.

    Si opinas eso de mí, es que no me conoces.

    Porque realmente no te conozco.

    Pues déjame enseñarte quién soy de verdad. Mañana llevaremos a nuestros abuelos a mi rocódromo y, mientras ellos hablan, déjame demostrarte que puedo hacerte feliz. Dame unas horas, solo te pido eso. Si ves que no quieres nada conmigo, te dejaré en paz para siempre.

    ¿Cumplirás tu palabra?

    Lo haré, por mi honor y el de mi familia. Me retiraré e incluso felicitaré a Khan por la victoria.

    Khan no me gusta, es demasiado para mí, me hace sentir inferior e incómoda.

    Conmigo no tendrías ese problema.

    No seas tonto, no lo digo por eso. Soy un ave que quiere volar libre, no quedar atrapada en una jaula de oro, como le pasó a mi abuela.

    Yo también soy un alma libre, te entiendo bien; pero soy un albatros, que cuando se enamora, lo hace para siempre.

    El albatros no es monógamo.

    Pero yo sí.

    Eso ya lo veremos.

    ¿Eso quiere decir que me darás una oportunidad?

    Hasta mañana, Azad.

    Hasta mañana, mi amor.

A la mañana siguiente, Sirin le pidió a su abuela que fuesen a comer juntas fuera de casa; para ver si así se animaba. Tuvo que apelar a su buen gusto gastronómico, y pese a la  primera negativa, Beyham accedió.

    ¿Dónde dices que está ese restaurante nuevo?

    Cerca de aquí, dicen que se come muy bien. Ah, pero antes, tengo que pasar por un sitio a recoger algo.

    ¿Estás bien? Estás muy rara.

    Sí, mira, es aquí. Acompáñame, que hace mucho calor para esperar en el coche.

Cuando Sirin y Beyham entraron en el rocódromo vieron que estaba casi vacío, tan solo había dos hombres junto a una improvisada mesa. en el centro, y adornada con una vela.

    ¿Qué es esto? —Preguntó Beyham, y al ver a Erkin darse la vuelta, añadió —. ¿Lo has preparado tú?

    No, yo…

    Lo hemos preparado nosotros, creo que deberíais hablar, abuela. Hazlo por mí.

    ¡Sirin!

    Hacedlo, no saldréis de aquí hasta que aclaréis las cosas —dijo Azad, y acto seguido, cogió de la mano a Sirin y ambos salieron corriendo por la puerta.

    ¿Nos han encerrado? —Preguntó Beyham.

    Eso me temo. Creo que si queremos salir de aquí, tendremos que enterrar el hacha de guerra. ¿Te sirvo algo? —Preguntó Erkin, mientras se servía una copa del vino, que había en una cubitera de hielo junto a la mesa.

………………………………………………………..

    ¿Se puede saber dónde me estás llevando? —Preguntó Sirin, pues al dejar a los abuelos encerrados en el rocódromo, Azad había propuesto una excursión para irse conociendo.

    Al palacio Topkapi. Pensé que te gustaría visitarlo, tiene unos jardines muy bonitos.

    ¿En serio? Pues… si te digo la verdad, jamás lo he visitado.

    ¿Lo dices en serio?

    Sí. Con eso de vivir en la misma ciudad, lo vas dejando para otra ocasión y…

    Entiendo, a mí me encanta visitar lugares emblemáticos.

    Y a mí, pero la carrera me tuvo muy ocupada todos estos años.

    A mí me llevaron en el colegio de excursión, y desde entonces, se ha convertido en uno de mis rincones favoritos de la ciudad.

    Entonces será un honor verlo contigo, así podrás contarme su historia mientras dure la visita.

El Palacio Topkapi fue la residencia principal de los sultanes del imperio otomano y sede de su gobierno desde 1465 hasta 1853, cuando el Sultán Abdulmecid decidió trasladar su residencia al Palacio Dolmabahçe, un palacio de corte occidental. Posee más de 700.000 metros cuadrados repartidos en varios edificios, situados en torno a cuatro preciosos patios a los que se accede a través de grandes portales.

Entre todas las salas del palacio destaca la del tesoro en la que se exhibe el botín acumulado por el Imperio. En dicho botín se encuentran piezas tan importantes como el diamante del cucharero de 88 quilates, que perteneció a Letizia Ramolino, madre de Napoleón, o el puñal topkapi, una de las armas más valiosas del mundo, construida en oro con esmeraldas incrustadas.

Mientras que los dos jóvenes llegaban al palacio, los abuelos hablaban y limaban asperezas.

    Estás muy guapa, Beyham. El tiempo no pasa por ti como por los demás.

    No digas tonterías, claro que pasa; pero yo soy como el buen vino, cuanto más añeja, mejor.

    Olvidaba tu característico sentido del humor —respondió Erkin antes de echarse a reír.

    ¿Sabes una cosa? Yo también lo había olvidado.

    Respóndeme una cosa, solo una. ¿Fuiste feliz con Galip?

    Sí, lo fui. Mi Feray fue el mejor regalo que me pudo dar la vida, aunque me lo arrebatasen tan pronto. Ahora veo a mi hija en Sirin, mi nieta: en sus ojos, su nariz, la forma en que sonríe. Así que, sí, fui feliz junto a Galip.

    Me alegra escuchar eso.

    ¿Y tú? ¿Fuiste feliz después de marcharte?

    Realmente no. Ni el nacimiento de mi hijo me hizo olvidar a la mujer que amaba.

    ¿Por qué dices eso?

    Me rompiste el corazón, Beyham, y eso no hay remedio que lo pueda sanar. Ni el tiempo ni la distancia, pese a hacerlo más llevadero, ninguno de los dos es capaz de borrar el amor verdadero.

    ¿Yo te lo rompí? Fuiste tú el que se marchó sin darme una explicación. Te esperé durante semanas, te busqué en el mercado, incluso me escapé hasta Mersin, pero me dijeron que te habías echado a la mar y no tenías pensado regresar nunca más. ¿Qué podía hacer yo?

    Me fui porque vi cómo te prometías a Galip. ¡Lo vi con mis propios ojos, Beyham! Así que, no quieras darle la vuelta al asunto.

    ¿Darle la vuelta? Mis padres me estaban presionando y pensé que si accedía a casarme con Galip, ya que esa misma noche nos íbamos a fugar, me quitarían la vigilancia y sería más sencillo fugarnos. ¡Por eso me prometí!

    ¿Qué? ¿Por qué no me dijiste nada?

    ¿Por qué no me lo dijiste tú a mí? ¡No sabía que estabas allí!

    ¡Oh, Beyham, qué estúpidos fuimos!

De repente, Beyham comenzó a reírse y Erkin se unió a ella. Pese a los años que habían pasado, seguían sintiendo esa chispa cuando estaban cerca uno del otro. Él se aproximó y le rozó la mano. Ella sonrió y entrelazó los dedos con los de Erkin. Después de tantos años, descubrieron que nada había cambiado, sus sentimientos jamás se borraron, solo permanecieron en el tiempo congelados.

    Te quiero, Beyham, y siempre te he querido.

    Y yo a ti, Erkin, pero ya es demasiado tarde. Somos dos viejos en un mundo lleno de responsabilidades.

    Nunca es tarde para enamorarse.

    Ya no soy aquella jovencita que soñaba con casarse y tener hijos, ese tiempo ya pasó.

    Ni yo aquel estúpido muchacho cuyo sueño era echarse a la mar, hemos madurado.

    ¿Qué dirá la gente?

    ¿Acaso importa? Ambos somos viudos y nuestro amor sigue intacto después de tantos años. ¿No crees que nos merecemos una oportunidad?

    ¿Y qué hay de los chicos?

    Razón de más. Ellos se aman y, al parecer, están de acuerdo en que nosotros también nos amemos. ¿Por qué habrían preparado todo esto de no aceptar lo nuestro?

    ¿Crees que tardarán mucho en volver?

    ¿Y qué importa? Ahora mismo estoy en el único lugar del mundo en el que desearía estar —entonces Erkin se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Beyham, la cual se ruborizó y, acto seguido, le estrechó entre sus brazos, ocultando las lágrimas que empañaban sus ojos.

En el palacio, los jóvenes recorrieron las salas, mientras una grabación les relataba las maravillas de aquel lugar en el que se encontraban. Azad no dejaba de contemplar a Sirin, mientras la joven se deleitaba con las maravillas que guardaba aquella fortaleza tan bella. Su cara era la de una niña en una juguetería, queriendo mirar al mismo tiempo a todas partes, para no perderse ningún detalle.

    ¿Sabes? Lo he pasado muy bien, pero deberíamos regresar al rocódromo, por si acaso el plan no ha funcionado y tu abuela se ha cargado a mi abuelo con un picahielos.

    Qué exagerado eres. ¿Ya nos vamos? Bueno, sí, tienes razón.

    ¿Te ha gustado la visita?

    Mucho, lo he disfrutado realmente.

    Si quieres, mañana podríamos ir a ver otro sitio.

    Trabajo.

    Ah… claro.

    Pero… dentro de tres días libro de nuevo, podríamos ir a la Mezquita Santa Sofía y hacer un picnic en el jardín. Si te parece bien, yo llevaré la comida.

    Me parece perfecto, aunque en esta época del año estará lleno.

    Cierto, podemos buscar otro sitio que visitar… Juntos.

    Suena estupendo. Pero… ¿Qué pasa con Khan?

    Khan es un buen chico, pero no me gusta.

    ¿Y yo sí?

    Bueno, todo se verá.

    ¿Eso es un sí?

    Digamos que no me desagrada tu compañía y, el beso que me diste, me hizo pensar que podría estar bien dejarme llevar por una vez.

    Eso es que te gusto. ¿Por qué le das tantas vueltas? Ya te dije que sería un novio estupendo.

    No corras tanto, que nos estamos conociendo.

    Prometido, iremos a tu ritmo.

    Ya puedes borrar esa sonrisa de satisfacción de tu cara.

    Estoy pensando que, si ahora estamos saliendo…

    ¡Conociéndonos!

    Bueno, si nos estamos co-no-cien-do, ya no tenemos que mentir sobre lo nuestro. Ya no es un falso noviazgo. ¿No crees?

    Cierto —respondió Sirin casi en un susurro.

    ¡Sí! ¡Verás que no te vas a arrepentir!

    ¿Estás tú seguro? Porque ya empiezo a hacerlo —y entonces Azad cogió a Sirin de la cintura y le dio un par de vueltas en el aire. Estaban felices y así salieron por la puerta de palacio, cogidos de la mano.

En la distancia, un joven observa a la feliz pareja con rabia. ¿Por qué tomaría aquel camino de vuelta a casa? ¿Por qué ese dichoso semáforo tuvo que ponerse en rojo en aquel preciso momento?

Los jóvenes caminaban juntos, con los dedos entrelazados, mientras sonríen y conversaban como dos enamorados. ¿En qué momento ese don nadie se le había adelantado? Pasaron junto al coche, sin percatarse de que eran observados.

De repente, un claxon suena, el semáforo ha cambiado a verde y Khan arranca el motor, mientras Sirin y Azad se pierden de su vista tras una esquina. ¿Y si hablaba con Beyham? Ella estaba de su lado, quizás le ayudase a separarlos; pero ella parecía tan feliz… ¿De verdad quería hacerla daño?

Khan continuó su camino, debatiéndose constantemente si actuar o no, separar a aquellos dos enamorados le acabaría pasando factura tarde o temprano. ¿De verdad merecía la pena? Aún no tenía la respuesta.

Qué bonito es el amor y que doloroso al mismo tiempo. Llega de la nada, sin avisar, y te deja una huella imposible de borrar. Dan igual el tiempo y la distancia, si el amor es verdadero, nada lo aplaca.

 

FIN

 

 


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