El aire de aquél planeta era respirable, un poco denso, pero
soportable. La humedad hacía que la ropa se les pegase a la piel, por lo que
Álex se quitó la camiseta, dejando sus grandes músculos al descubierto.
-¿Qué?- Preguntó
Álex al ver que Alicia apartaba la mirada.
-Nada, que hace
calor.- Dijo Alicia sonriendo y adelantándose a Álex en el camino.
-Por mí no te cortes.-
Añadió Álex.
-No pienso
descamisarme delante tuya.- Se quejó Alicia.
-Estamos supuestamente
solos, en un planeta supuestamente deshabitado. Creo que podemos comportarnos
como dos adultos civilizados, sin tener que acabar deshidratados o
revolcándonos en cualquier rincón. Además, eres muy guapa, pero ni que fueses
la única mujer en este mundo.- Le dijo Álex mientras se reía y echaba a
correr, adelantando a Alicia.
Ésta se lo tomó como un reto personal y comenzó a
perseguirle. Parecían dos críos jugando al pilla-pilla, cuando de repente
escucharon un silbido y una gran roca encendida cayó justo a su lado.
-AHHH.- Gritó
Álex, al ser salpicado por un trozo de roca candente que le quemó en el torso.
-¿Estás bien?-
Dijo Alicia preocupada por él.
-Sí, no es nada, vayamos
a esa cueva a resguardarnos.- Sugirió el joven, intentando parecer menos
dolorido de lo que estaba en realidad.
Corrieron como si la vida les fuese en ello, ya que las rocas seguían cayendo y al llegar a la
cueva, se recostaron en su interior.
-Estás sangrando, hay
que poner un vendaje en esa herida o se infectará.- Dijo Alicia, mientras
se quitaba la camiseta y la hacía jirones.
-Reconócelo, estabas
deseando hacer eso.- Dijo Álex entre risas, interrumpidas poco después por
un quejido, al sentir que Alicia apretaba con fuerza la tela sobre la herida
sangrante del joven.
Entonces Álex llevó su mano hacia la de Alicia y la sostuvo
con delicadeza. Alicia sintió el tacto de Álex en su piel y se estremeció.
-Bueno, sostenlo así,
voy a hacer un fuego para calentarnos.- Comentó Alicia, mientras retiraba
la mano que sostenía la tela y dejaba a Álex al cargo.
-Alicia, yo…-
Quiso decir el joven, pero se vio interrumpido por un dedo sobre sus labios.
-No es el momento.
Quédate aquí, enseguida vuelvo.- Dijo ella antes de levantarse y adentrarse
más en la cueva, puesto que en el exterior los proyectiles de roca candente seguían cayendo sin cesar.
Cuando Alicia regresó momentos después, traía las manos
vacías.
-No hay nada que nos
pueda servir. Intenté hacer el fuego con dos piedras, pero no tenemos nada que mantenga la llama. No hay árboles aquí dentro y por lo que vimos
al llegar, tampoco hay muchos ahí fuera.- Le dijo a su
compañero que tiritaba de frío.
-Bueno, no pasa nada.
Dentro de poco podremos salir de aquí y buscar un refugio más cálido donde
pasar la noche.- Comentó Álex.
-Estás tiritando. Ven
aquí.- Le dijo Alicia, mientras se sentaba junto a él y le rodeaba con los
brazos. – Así entrarás en calor.-
-No comprendo cómo
puedes estar tan caliente.- Dijo el joven al sentir la piel cálida de
Alicia junto a la suya.
-Porque hace calor, tú
tienes que estar peor de lo que pareces. Esa herida no me gusta.- Le dijo a Álex, mientras
retiraba un poco la tela para observar la sangre salir.
-Estaré bien. Solo
necesito…- El joven no pudo terminar la frase, pues una roca candente
atravesó el techo de la cueva, obligándolos a moverse.
Atravesaron varios recovecos de la cueva de forma bastante
torpe. Álex apenas podía tenerse en pie, por lo que Alicia lo ayudó sirviéndole
de sostén, pero al llegar al final de la cueva, donde la luz volvía a
divisarse, Álex perdió el equilibrio y cayó al suelo, arrastrando a Alicia con
él.
-Álex, contesta,
Álex.- Dijo la joven preocupada por su compañero, que permanecía
inconsciente y tendido en el suelo.
Como pudo se levantó y consiguió arrastrar el cuerpo inerte
de su amigo hasta la entrada de la cueva, donde para su sorpresa, unos hombres los estaban esperando. Echaron unos polvos rojizos por encima de los dos náufragos
estelares, y Alicia cayó junto a Álex en un sueño profundo.
Horas más tarde, Alicia se despertó sobre un lecho de pieles
y sintió que alguien estaba tendido junto a ella. Al fijarse, vio a Álex a su
lado y se abalanzó sobre él para despertarlo, cosa que consiguió.
-Álex despierta, hemos
sido apresados.- Dijo Alicia bastante alterada.
-Lo sé, me desperté
hace horas y me estaban curando. No entiendo lo que dicen, pero parece que nos
han rescatado. Nos trajeron aquí y por el momento no nos han matado, eso es
buena señal.- Dijo Álex, intentando calmar a la joven cuyo nerviosismo
aumentaba por momentos.
-¿Y te quedas tan
tranquilo? Quizás te hayan curado para después devorarnos vivos o algo por el
estilo.- Preguntó Alicia perpleja.
-Creo que si hubiesen querido comernos, lo hubiesen hecho cuando estábamos inconscientes.- Dijo el
joven bastante seguro de sus palabras.
De repente apareció una niña de unos 9 años, con una
bandeja de frutas y frutos secos en las manos, la dejó sobre la cama de pieles, a los pies
de los dos extraños y se marchó.
-Vaya, al final sí que
hay árboles por algún lado, lo que no sabemos es dónde están, pero esto no
sale de la nada.- Afirmó Álex, mientras devoraba los frutos a manos llenas.
-Eso parece. Es muy
extraño. Primero hacen que se estrelle la nave, después nos lanzan rocas y
ahora nos salvan la vida. No lo puedo comprender.- Se preguntó Alicia en
voz alta.
-Ni tú ni nadie, pero
mientras no sean hostiles en estos momentos, bienvenidos sean.- Dijo Álex antes de seguir
comiendo.
Alicia cogió un fruto parecido a un mango y lo degustó. No
era exactamente un mango, pero tenía un sabor parecido, así que lo disfrutó
porque estaba hambrienta.
Poco después, un hombre con apariencia de Chamán entró en
la tienda donde se encontraban, se inclinó ante ellos y les hizo una reverencia.
-Creo que se dirige a
ti.- Comentó Álex, mientras seguía con la mirada las alabanzas que aquél
hombre le hacía a Alicia.
-¿A mí por qué?-
Se preguntó la joven.
El hombre hablaba una lengua que ninguno supo reconocer,
pero ambos se fijaron en los rasgos tan parecidos a los de Alicia. Pelirrojo,
de piel blanquecina, ojos claros.
-Ahora que me fijo, la
verdad es que tú encajas perfectamente aquí.- Dijo Álex.
-¿A qué te refieres?-
Preguntó ella intrigada.
-He visto a unos
cuantos lugareños y todos se parecen bastante a ti. Al menos en lo que respecta al
pelo, los ojos, el tono de piel. Parece que fuesen parientes tuyos, pero lejanos.-
Añadió Álex.
De pronto sucedió algo
que les dejó atónitos. Aquel hombre se levantó del suelo con lágrimas en
los ojos y se lanzó hacia Alicia para abrazarla. Ella de la impresión se quedó
en shock y no movió ni un músculo, pero cuando escuchó la palabra “HIJA”, todo
su mundo se puso patas arriba. ¿Qué acababa de decir?
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