jueves, 23 de noviembre de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 5. "El final"


El sol comenzaba a desperezarse cuando Álex y Luna continuaron su viaje, había llegado la hora de retomar la búsqueda del espejo mágico y terminar con todo aquello. De repente, escucharon el graznido de un pájaro que les resultaba familiar. Al mirar hacia las copas de los árboles, divisaron al cuervo de ojos rojos en que se había convertido el “Destripador”, que permanecía impasible sobre una de las ramas de un árbol cercano. Luna comenzó a gruñir mientras se preparaba para lanzar su ataque más mortífero y derribarle de un salto. Por fin había llegado el esperado momento. ¿Sería capaz de saltar tan alto? La verdad es que tampoco se lo había planteado, tan solo quería hincar sus afilados dientes en el cuello del animal y degollarle hasta morir. Entonces Álex se percató que una luz fija y brillante le deslumbraba.

-¿Qué demonios es eso?- Dijo Álex intrigado, mientras se interponía entre Luna y el cuervo, evitando así que la loba se preparase unos jugosos fingers de pollo con el “Destripador”.
Cuando Álex comenzó a andar en aquella dirección y tras haber perdido de vista al escurridizo cuervo, Luna decidió seguir los pasos del joven bombero hasta llegar al objeto deseado, el espejo. Y vaya si llegaron, parecía increíble que aquél objeto mágico permaneciese oculto en el bosque sin llamar la atención, pero ahora que lo pensaba fríamente, Alex se daba cuenta que la alta tasa de desapariciones de aquél bosque, realmente tenía una buena explicación.


Luna se quedó mirando al espejo anonadada. Al otro lado se podía ver la tienda por la que la joven y el asesino habían entrado a ese disparatado mundo, donde nada es lo que parece ser y donde todo está del revés. Pero puede que aquél lugar no fuese el infierno que parecía ser al compararlo con el mundo del que provenía la joven policía, había algo que la retenía y le impedía cruzar aquél umbral, algo que...
……………………………..

-Luna, ¿estás bien? ¿Qué haces recogiendo tus cosas? Ya te dije que estás en activo nuevamente, la investigación se ha cerrado y los de asuntos internos ya no tienen nada contra ti. Eso hay que celebrarlo, pequeña.- Dijo el jefe de policía al ver a Luna recogiendo las cosas de su escritorio y meterlas en una caja de cartón.

-Gracias jefe, pero no puedo más. Me he dado cuenta que necesito tiempo para mí, estos días fuera de servicio me han demostrado que no estoy hecha para este trabajo.- Respondió la joven policía, mientras cogía una hoja de papel que tenía encima de su escritorio y se la tendía a su jefe.

-¿Renuncias? Eres mi mejor agente, no pienso dejar que renuncies. Sé que lo has pasado muy mal, tienes estrés post traumático, es normal que pienses en tirar la toalla, pero aquí estoy yo para evitarlo.- Dijo el jefe mientras rompía la carta de renuncia y le proponía a Luna una opción mejor.
Aquella joven era su mejor agente y su ahijada, y no pensaba darse por vencido con ella tan fácilmente.


- ¿Qué te parece una excedencia? Creo que podré arreglarlo sin problemas. Tómate unos meses, un año, lo que necesites. Y si después de ese tiempo te das cuenta que tu sitio está aquí, con nosotros,  para entonces tu placa y tu puesto seguirán aquí, esperándote. ¿Qué me dices?- Añadió el jefe.
Luna no dijo nada, sonrió dulcemente, recogió la caja con sus cosas y le dio a su jefe un beso en la mejilla a modo de despedida. Después salió por la puerta de la comisaría, mientras sus compañeros observaban cómo su estela se desvanecía poco a poco.
Estaba claro que todo le recordaba a Álex, el caso del “Destripador" cerrado, que había guardado en un cajón de su mesa en la comisaría, aquél escritorio vacío frente al suyo, perteneciente a su compañero caído y la tienda de espejos por la que pasaba cada día para ir a trabajar. Esa tienda...

Metió las cosas en el maletero de su coche y cerró con llave. Tenía ganas de pasear por las calles de Madrid, y por  una vez en la vida, sin prisas. Caminó y caminó con la mirada perdida en el horizonte, hasta que de pronto se paró sin saber por qué frente a un lugar que reconoció al instante, era la tienda de espejos que había cambiado su vida por completo. Permaneció allí parada un buen rato, hasta que se armó de valor y por fin entró a aquél lugar que le traía tantísimos recuerdos. Para su sorpresa, la tienda permanecía vacía, como siempre, algo que le resultó demasiado peculiar. ¿Dónde se habría metido el vendedor?
Se abrió camino hasta llegar al espejo por el cual días antes había viajado a otro mundo y puso la mano en él, tocando el cristal.

-Álex…- Dijo Luna con lágrimas en los ojos, mientras recordaba los últimos momentos que habían pasado juntos.

FLASHBACK

Allí, en aquél bosque, delante de aquél espejo mágico se encontraban Álex, Luna y el “Destripador”. El joven bombero sabía que si su “otro yo” y él se llegaban a tocar, se fusionarían, y de ese modo Luna jamás regresaría ni a su mundo, ni a su cuerpo real. Solo puede haber una copia en cada mundo, habían sido las palabras que la bruja les había dicho y que Álex había grabado a fuego en su memoria. Si Luna se quedaba con él, permanecería como loba en ese mundo, y el “Destripador” seguiría siendo un cuervo hasta el fin de sus días. En cambio, si Luna cruzaba el espejo y regresaba a su mundo con el asesino, jamás podrían volver a verse, aunque de ese modo ella lograría lo que más deseaba, su venganza. Álex sabía que la decisión estaba en manos de la joven loba y aunque quería lo mejor para ella, sabía que tomase la decisión que tomase, a él le dolería en lo más profundo de su alma. ¿Cómo podía haberse enamorado de aquél animal? Sonaba tan raro solo de pensarlo... Pero así era, en el fondo aquella loba era una mujer de carne y hueso, y él lo sabía. ¿Sería como la mujer que se le había aparecido en aquél sueño o todo habría sido producto de su imaginación?
Si no cruzaban juntos al otro lado, ninguno de los dos regresaría, así que tenían que dar caza al pájaro y acabar con aquello cuanto antes. El cuervo comenzó a revolotear por encima del árbol que sostenía el espejo, ya que sabía que si Luna cruzaba un instante antes que él al otro lado, cogería la pistola que se habían dejado tirada en el suelo, si es que seguía estando en aquél rincón y estaría acorralado. Solo tenía una oportunidad y no la pensaba desaprovechar.  
-Te voy a echar mucho de menos, compañera. Creo que no te haces una idea de cuánto.- Le dijo Álex mientras sujetaba la cabeza de la loba entre sus manos y depositaba un beso entre sus orejas puntiagudas.


La loba pareció sentir un gran pesar en su interior al tener que decir adiós al extraño bombero que le había robado el corazón, por lo que se lamentó y acto seguido le lamió la cara a modo de despedida.

El cuervo que veía la escena desde las alturas, decidió aprovechar que ambos estaban distraídos y se lanzó en picado hacia el espejo, pero Luna estuvo más ágil y le interceptó en el aire, atrapando al cuervo entre sus dientes y tirándolo al suelo casi inerte.
De repente, Álex notó que un líquido caliente le resbalaba por el cuello helado y llevó su mano instintivamente hasta la zona en cuestión. Al comprobar que sus dedos estaban ensangrentados, lo supo, si el cuervo moría desangrado, él también lo haría, por lo que fijó la mirada en el cuervo herido, que permanecía tendido sobre la espesura que comenzaba a cubrirse de nieve y cayó de rodillas. Luna se lamentó por haberle clavado tan fuerte los dientes al animal, pero sus ansias de venganza le habían jugado una mala pasada y ahora su querido Álex estaba a punto de morir por culpa suya.

Entonces Álex se quitó la mochila que llevaba a la espalda y tiró las cosas al suelo, cogió un poco de cinta aislante que había guardado sin saber muy bien por qué y se la puso en el cuello para taponar la herida. Acto seguido, fue a hacer lo mismo con el cuervo mal herido, pero Luna le gruñó e hizo que el joven se apartase rápidamente del cuervo. La loba cogió entre sus dientes al animal que seguía tendido en el suelo que poco a poco se tenía de nieve y sangre y tras echar un último vistazo a esos ojos dulces y profundos, saltó dentro del espejo con el cuervo aún entre sus fauces.


Al llegar al otro lado, ambos habían recuperado su forma humana. Luna se abalanzó a por el arma que permanecía allí tirada, como si la acabasen de dejar momentos antes y apuntó al “Destripador”, que permanecía de rodillas en el suelo con sus manos taponando la herida del cuello.

AHORA

Luna había visto morir allí mismo al “Destripador”, mientras se desangraba, por lo que supuso que su querido Álex también habría muerto. Los de asuntos internos ya no la habían vuelto a molestar, tras ver el informe del forense, en el que se deducía que el “Destripador” había muerto desangrado a consecuencia de las heridas producidas por un mordisco de un lobo, el cual le había seccionado la yugular, no tenían nada que recriminarle a la agente. Lo que nadie en la comisaría lograba comprender, era cómo un lobo les había atacado en pleno centro de Madrid. ¿Dónde estaba el animal? Los de protección animal llevaban días buscando por los alrededores como locos, pero estaba claro que jamás lo iban a encontrar.

Cuando Luna se dio cuenta de la hora que era, apartó la mano del espejo y se dio media vuelta. Tenía que llegar a casa, coger las maletas y prepararlo todo para aquél viaje sin retorno. No sabía dónde iría, lo único que tenía claro era que su camino la llevaría lo más lejos posible de aquél lugar, de aquellos recuerdos, de aquél hombre que jamás de su memoria podría borrar.

Entonces escuchó su nombre en la lejanía. Alguien la estaba llamando… al otro lado del espejo. Se giró a tiempo de ver cómo Álex salía del espejo y la abrazaba con fuerza. 
-No sabes las ganas que tenía de hacer esto.- Le dijo el joven bombero a la atónita policía.
-¿Cómo es posible? Estás vivo, en mi mundo y con tu forma humana.- Preguntó la joven sin salir de su asombro.


- Le estuve dando vueltas cuando te fuiste. Regresé a casa y mi vecina la bruja me ayudó a curarme, pero no solo eso, también me abrió los ojos. En ese mundo no quedaba nada para mí, en cambio en este sí, estás tú y tenía que decirte que te amo con locura. Y sí, digo con locura porque estoy haciendo una estupidez tras otra. Somos de mundos distintos y para colmo, aquí soy el doble de un asesino muerto. ¿Por qué está muerto, verdad? Si no fuese así, yo no podría estar aquí en mi forma humana. No sabía qué pasaría al cruzar, pero tenía que intentarlo, aunque ahora que lo pienso, tendré que tener cuidado para no acabar preso por equivocación o peor, muerto. Pero tenía que decírtelo, no podía dejar que te fueses para siempre de mi vida sin saberlo. Te quiero, Luna. Te quiero y te querré siempre, me aceptes o no.- Confesó por fin Álex, después de tantos rodeos.

Luna estaba tan feliz que no podía ni articular palabra, por eso puso sus manos en las mejillas de Álex, como él había hecho al despedirse la vez anterior y le besó. Pero no fue un beso casto y puro como el que le había dado entre las orejas a la loba en la que ella se había convertido, sino un beso de película, de esos que te dejan sin respiración y con ganas de parar el mundo. Un beso que no necesita de ninguna otra explicación, ni motivo, ni razón.

-Tendré que ponerte al día en muchos aspectos, pero antes tendremos que poner kilómetros de por medio. Como bien has comentado, por aquí piensan que estás muerto y queremos que lo sigan creyendo. ¿Qué te parece si cruzamos el charco y nos vamos un tiempo a Méjico? Dicen que en esta época del año está bastante bien.- Dijo Luna con una pícara sonrisa dibujada en su rostro.

-¿Méjico? ¿Qué es eso?- Preguntó Álex intrigado.

-Ya lo verás amor, ya lo verás.- Sentenció Luna mientras cogía de la mano a Álex y salían de aquella tienda sin mirar atrás.

FIN






domingo, 15 de octubre de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 4


-Menuda mierda.- Dijo Alex al darse cuenta que la camioneta había pasado a mejor vida.

Luna le miró preocupada, ambos estaban heridos, Alex tenía una herida en la cabeza y ella en un costado. Habían hecho un buen uso del maletín de primeros auxilios, pero aquellas heridas les supondrían un hándicap en su aventura y más tarde o más temprano, les pasarían factura. La camioneta estaba inservible y aún les quedaban varios kilómetros hasta llegar al punto en que Alex había atropellado a Luna, ese sería el lugar de partida para dar con el espejo. Pero para llegar allí,  tendrían que recorrer a pie aquél frondoso bosque y por desgracia la noche se les echaría encima.

-Atajaremos por el bosque, prefiero enfrentarme a cualquier animal, antes que volver a encontrarme con "los bestias" de antes. – Añadió Alex intentando disimular. No quería que Luna se preocupase más de la cuenta, pero aquél bosque no era lo que se dice, un cuento de hadas.

El Bosque Sombrío, así lo llamaban en el pueblo y con razón. Las innumerables desapariciones, los terribles aullidos incesantes o la espesa niebla, que se abría paso entre los recovecos de aquellos enormes pinos negros, le daban al lugar una apariencia sin igual. Alex sabía lo complicado que sería salir de allí de una pieza, pero sin la camioneta y heridos como estaban, no tenían otra opción que caminar fuera de la carretera, alejados de los saqueadores en la medida de lo posible.  “Los hombres dan más miedo que las fieras. Ellas matan para sobrevivir, los hombres lo hacen porque sí.”, es lo que Alex siempre solía decir, de ese modo soportaba mejor la existencia en aquél extraño lugar al que llamaba hogar. 
Las grandes ciudades estaban tomadas por hombres sin alma, sin escrúpulos, sin piedad, tan solo en los pueblos más apartados se podía vivir un poco en paz. Alex lo sabía bien, toda su vida la había pasado en uno de esos pueblecitos de las afueras, rodeado de espesos bosques y grandes montañas. Donde la gente formaba una pequeña resistencia que se hacía fuerte contra los saqueadores, plantándoles cara a la primera oportunidad y durmiendo con un ojo abierto como era habitual. Llevaban tanto tiempo resistiendo justo en el límite, que apenas recordaba nada más. Su trabajo de bombero le había servido, en más de una ocasión, para librarse de una muerte segura a manos de algún saqueador. Solían perdonar la vida de quien salvaba las suyas y en eso Alex era todo un experto. A veces se odiaba a sí mismo al pensar que, si tan solo hubiese mirado hacia otro lado, si no hubiese salvado a aquél desalmado en aquél incendio, aquella familia a la que habían asesinado tiempo después estaría a salvo. Pero él no era ningún Dios, no podía elegir a quién salvar y a quién no, eso no estaba en sus manos. Aquél mundo le consumía poco a poco y por desgracia, él lo sabía. Miró a la loba que permanecía a su lado impasible, le guiñó un ojo y metió en una mochila que llevaba lo imprescindible de la camioneta, después echó a andar a través de la espesura con la loba a su lado y juntos, se adentraron en el Bosque Sombrío sin echar la vista hacia atrás. 

El sol estaba en lo más alto y hacia mucho calor, demasiado para lo que estaban acostumbrados en esas fechas, cosa que dificultaba aún más la travesía por la densa espesura. Llevaban varias horas caminando cuando Alex se detuvo, se sentó en el tronco de un árbol caído y sacó un par de sándwiches de su mochila, le dio uno de los sándwiches a Luna y el otro se lo comió él. Después, vertió agua en sus manos y las puso a modo de cuenco para que la loba bebiese de ellas, ya que estaba sedienta y no tenían ningún cuenco del que pudiese beber.

-Tendremos que racionar el agua y la comida, quizás tardemos varios días en dar con el espejo, sobre todo porque no sabemos exactamente la forma que tiene en este plano.- Dijo Alex, mientras le daba vueltas a las posibles formas que tendría el espejo en medio de un bosque como ese. 

La noche se cernía sobre ellos mientras procuraban encontrar un lugar a salvo para pernoctar, pero tras varios minutos buscando por las inmediaciones, regresaron al árbol caído al ser su mejor opción. Alex sacó de la mochila una manta y la echó en el suelo, era lo bastante amplia para que pudiese sentarse junto a Luna y además, se cubriesen con ella. Recostó la espalda en aquél viejo tronco y mientras los aullidos de los lobos le cantaban a la luna llena, ellos fueron perdiendo el sentido hasta quedar completamente dormidos.

Alex seguía en el bosque,  pero algo había cambiado, se sentí extraño. La luz del sol entraba por las copas de los árboles, las mariposas revoloteaban por su alrededor y notaba que su cuerpo flotaba. Llevaba puesto un pantalón y una camisa blancos de lino e iba descalzo. Sentía la hierba fresca entre los dedos de sus pies. De repente alzó la vista al escuchar el crujido de una rama frente a él y ante sus ojos apareció una hermosa mujer con un vestido blanco y margaritas en el pelo. Esa mujer alzaba los brazos en su dirección y le invitaba a unirse a ella. Alex sin saber cómo, comenzó a dar un paso tras otro y cuando estaba a punto de entrelazar sus manos con las de aquella hermosa mujer, la joven cayó al suelo convertida en un gran lobo blanco.

De repente, algo sobresaltó a Luna e hizo que Alex se despertase de golpe. La loba comenzó a gruñir, mirando fijamente a una densa zona de árboles, por lo que Alex cogió la linterna que llevaba y antes de poder alumbrar con ella, pudo ver dos ojos amarillos aproximándose hacia ellos. Cuando consiguió alumbrar en esa dirección, comprobó que estaban siendo rodeados por una manada de tres lobos hambrientos, deseosos por desgarrarles la garganta a la primera oportunidad. 

Alex se puso en pie y Luna se interpuso entre él y los lobos. Era imposible que saliesen ilesos de aquella pelea, Luna no podría con más de un lobo y eso dejaba otros dos para él solo y su linterna. De repente, uno de los lobos se lanzó a por Alex, pero Luna pegó un salto y le interceptó en el aire, mordiéndole en el cuello y cayendo con él al suelo. Los dos lobos rodaron por él mientras luchaban uno contra otro ferozmente. Entonces los dos lobos que faltaban, se abalanzaron sobre Alex y él consiguió golpear a uno en la cabeza con la linterna, lanzándolo contra el tronco de un árbol y haciéndole caer inconsciente a sus pies. El otro lobo aprovechó que estaba distraído y le mordió en un brazo, haciéndole sangrar y haciéndole gritar de dolor. Luna que lo escuchó, dejó malherido al lobo con el que se estaba peleando y se lanzó a por el lobo que seguía enganchado al brazo de Alex, haciendo que el muchacho cayese al suelo por el placaje de la loba y quedase libre del mordisco. Luna le hincó los dientes al lobo en un costado y éste se revolvió, mordiendo a la loba en una pata y manchando su pelaje blanco inmaculado de un tono rojo carmesí. Alex que vio lo que sucedía, se levantó tan rápido como pudo y le pegó con la linterna en la cabeza al lobo, haciendo que perdiese el conocimiento y quedase tendido sobre el verde follaje, después se arrodillo junto a Luna y la abrazó con lágrimas en los ojos. Él amaba a los animales, jamás se hubiese atrevido a hacerle daño a ningún ser vivo, pero no le habían dejado elección, lo había hecho para salvar a Luna, para salvarse él, pero qué mal se sentía por ello. Cogió en brazos a Luna y la llevó hasta la manta, donde alumbrado por la tenue luz de su linterna, curó las heridas de la loba y las suyas propias. Cuando terminó, dejó que Luna descansase con la cabeza sobre sus rodillas un rato y él montó guardia el resto de la noche, ya le habían pillado desprevenido una vez, cosa que no volvería a suceder. Vio cómo los lobos se levantaban malheridos poco antes del amanecer y emprendían la retirada a través del frondoso bosque que les rodeaba. Por suerte aquellos hermosos animales habían sobrevivido y Alex, pese a todo, se alegró de ello. 


 Continuará...

sábado, 23 de septiembre de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 3


Cuando la bruja llegó, Álex la dejó pasar. Luna estaba sentada frente a la puerta esperando su llegada y cuando la vio, se levantó y fue a su encuentro. La bruja le acarició detrás de las orejas y a la loba pareció gustarle bastante, después de todo iba a tener más de animal que de humana.

-Siento haber tardado, pero necesitaba algunas cosas.- Dijo la bruja mientras pasaba y dejaba una bolsa de tela encima de la mesa del comedor.

Comenzó a sacar un objeto pesado envuelto en un paño negro, además de cinco velas blancas y un poco de incienso con olor a ruda. Con cuidado colocó en el suelo las cinco velas formando un círculo, encendió el incienso que inundó todo el espacio con su aroma al instante y le pidió a Luna que se metiese en el círculo junto a ella. Después, cogió aquél extraño objeto envuelto y al destaparlo descubrieron que se trataba de una bola de cristal. Extendió el paño frente a la loba, colocó la bola de cristal sobre el paño entre ambas y se arrodilló junto a la bola. Álex esperaba ver una densa niebla que lo inundase todo, o pequeñas imágenes en la bola de cristal con narrador incluido, pero cuando pasó el tiempo y vio que la bruja apenas se movía, no pudo ocultar su desesperación y por fin habló.

-No es por nada, pero llevas casi 10 minutos dándole vueltas a la bolita y yo no veo que haya cambiado nada.- Le recriminó Álex que empezaba a impacientarse.

-Te equivocas, ya comienzo a ver algo. No suelen ser imágenes muy nítidas y tampoco aparecen enseguida, todo requiere su tiempo. Por lo que puedo observar en ellas, confirman las sensaciones que tuve el otro día con tu chica. Se llama Luna y es una policía de un mundo paralelo al nuestro. Entró a través de un espejo mágico porque iba persiguiendo a tu doble en su mundo, que por cierto es un asesino despiadado y cruel, justo todo lo contrario a ti. Al cruzar por el espejo a un mundo paralelo donde su doble sigue vivo, tuvo que adoptar otra forma para poder coexistir con él. Ella se convirtió en una loba por el colgante que llevaba al cuello y él se convirtió en un cuervo por su atuendo negro. Si quiere volver a su mundo debe hallar al cuervo y llevarlo de vuelta con ella al otro lado del espejo. Pero ambos tenéis que tener cuidado, tú no puedes tocar al cuervo y ella no puede tocar a su doble, si es que se cruza con ella en algún momento. Si lo hacéis os fusionaréis como un solo ser con ambas formas y eso podría ser catastrófico.- Advirtió la bruja.

-¿Eso cómo puede ser? ¿Un solo ser con dos formas?- Preguntó Álex intrigado.

-¿Te suena la leyenda del hombre lobo? Pues nuestra querida amiga aquí presente, se convertiría en una mujer loba si llegase a fusionase con su otro yo. Mujer de día, loba de noche, sobre todo en luna llena. ¿Cómo crees que se formaron los antiguos mitos y leyendas?- Contestó la bruja mientras recogía la bola de cristal y la guardaba junto al resto de sus cosas.- Pero recordad algo, si ella quiere volver a su mundo tú no puedes acompañarla o te sucederá exactamente lo mismo. Solo puede haber un doble en cada uno de los mundos.- Dijo la bruja y después se marchó. 

Álex se sentó en el sofá con Luna en su regazo. Le acarició la cabeza y mientras la loba se dormía recostada sobre sus piernas, Álex se preguntó lo que haría a partir de ahora con la información que su vecina le había dado. ¿Cómo demonios iban a encontrar a un cuervo negro y mágico? Como si no hubiese cuervos por todas partes.

Entonces algo despertó a Luna, que bajó del sofá como un rayo y se dirigió hacia la ventana de la cocina donde comenzó a gruñir. Cuando Álex miró a la ventana, pudo ver un cuervo negro de ojos rojos observándolos desde el exterior de la casa. ¿Sería tan sencillo? Quizás el cuervo hubiese vuelto a buscarla a sabiendas que era la única forma de regresar a su hogar. Pero aquél animalito tétrico escondía en su interior a un verdadero sádico, no podrían fiarse de él en ningún momento. En  aquél lugar lo bueno escaseaba y lo malo no era difícil de encontrar, por lo que otro asesino más no iba a equilibrar la balanza en ningún momento.

Álex abrió la ventana y el pájaro escapó volando hasta una rama de un roble cercano. Estaba claro que no quería ser atrapado, pero tampoco quería estar muy lejos de Luna, ya que era su única salvación.`

-No te preocupes Luna, volverá. Creo que sabe que no puede regresar sin ti, esa es una baza que podemos jugar a nuestro favor. Vamos a dormir y mañana le daremos caza.- Dijo Álex antes de volver a cerrar la ventana.

A la mañana siguiente, Álex y Luna se pusieron en camino hacia el lugar donde Álex había atropellado a la loba, quizás si regresaban sobre sus pasos y encontraban el espejo, el cuervo les seguiría y podrían regresar al otro lado.  Unos pocos minutos más tarde, Álex se detuvo en seco. ¿Qué estaba sucediendo? Se preguntó Luna, que por poco se come el salpicadero de la camioneta.

-¡Mierda!- Dijo Álex, dando marcha atrás a toda pastilla. – Es una barricada de una de las peores bandas de la zona, si nos ven estamos muertos. Son saqueadores y no dudan en incrustarte una bala en el cráneo para su disfrute.- Dijo girando la camioneta y emprendiendo rumbo en sentido contrario, pero ya era tarde, los saqueadores les habían visto y comenzaron a perseguirles.

Se escucharon disparos, por lo que Álex le pidió a Luna que bajase al suelo de la camioneta y permaneciese allí agachada.

De pronto, uno de los disparos fue a parar a la rueda trasera izquierda de la camioneta, haciendo que Álex perdiera el control y se estrellara contra un árbol fuera de la carretera. El chico estaba inconsciente y Luna tampoco estaba mucho mejor, pero al ver que un tío con aspecto desaliñado abría la puerta del conductor y le apuntaba a Álex con un arma en la cabeza, la loba salió de su escondite y se abalanzó hacia el hombre mordiéndole en el cuello. Éste consiguió dispararla en un costado y aunque la bala no la atravesó y solo la rozó, la loba dejó de morderle y cayó al suelo por el dolor. Cuando el hombre se levantó, con la mano en el cuello para intentar taponar la herida, apuntó a Luna con su arma y una voz de mujer le ordenó que se detuviese y fuese a que le curasen la herida. El hombre obedeció.

La mujer se acercó a la loba y se arrodilló junto a ella, aquél animal tenía algo que la atraía como el fuego a la pólvora, pero algo en su interior le decía que no era buena idea tocarla. Quizás fuese porque el animal estaba herido y podría morderla o por algo que no llegaba a comprender, pero se levantó, se dio media vuelta y se marchó. 
Cuando los saqueadores se marcharon dejando a Álex inconsciente y a Luna tirada en el suelo, la loba se levantó con dificultad y tiró del pantalón del joven para despertarlo hasta que lo consiguió. Cuando volvió en sí y encontró a la loba herida, un casquillo de arma de fuego y la puerta del conductor abierta, supo que aquella loba le había salvado la vida. El joven le dio las gracias a Luna e intentó sanar su herida con el botiquín que llevaba en la guantera, mientras ésta lamía la herida que el chico tenía en la cabeza.

-Te llevaré a casa, te lo prometo. Tú salvaste mi vida, yo salvaré la tuya.- Le dijo mientras le rascaba la cabeza a la loba e intentaba poner de nuevo en marcha la camioneta.


Continuará...

jueves, 14 de septiembre de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 2


Abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue la llama de una chimenea encendida. Intentó incorporarse pero el cuerpo le dolía horrores. Se encontraba echada sobre una alfombra junto al fuego y con una de sus patas vendadas.

-Tranquila chica, no te pongas nerviosa, estás a salvo. Siento haberte atropellado, pero mi amiga Morgana te ha curado. Lo sé, no es veterinaria, pero es una curandera muy reputada en este pueblo. – Dijo el hombre del pelo alborotado con una sonrisa en los labios y una taza de chocolate caliente en las manos.

-Veamos cómo está nuestra paciente. –Dijo una mujer de pelo negro azabache, al acercarse a la loba herida.

El joven se acercó para escuchar el diagnóstico y cuando vio a Morgana retirarse de la loba rápidamente, la taza de chocolate que tenía en las manos se le escurrió y cayó al suelo partiéndose en varios pedazos.

-¿Qué sucede? ¿Está bien?- Dijo bastante preocupado.

-No es lo que parece ser. Este lobo no es realmente un animal.- Respondió Morgana mientras se colocaba de rodillas junto a la loba.- Estás encantada, ¿verdad cielo? Debes estar muy asustada.- Le habló a la loba mientras le acariciaba la cabeza.

-Explícame lo que sucede porque no lo entiendo.- Álex, que así se llamaba el joven, estaba cada vez más perplejo.

-El animal que aquí ves es solo un disfraz. En realidad es una mujer joven que se ha transformado en una loba por culpa de un espejo mágico de viaje.- Le explicó mientras posaba sus manos en el cuerpo de la loba, que poco después aulló en señal de afirmación.

-Tiene que ser una broma. ¿Cómo es posible?- Álex se arrodilló junto a ellas y colocó sus manos en el lomo del animal, pero éste se revolvió y por poco le muerde.

-Está enfadada contigo. No por el atropello, sino porque le recuerdas a alguien. ¡Por los Dioses! Ahora lo sé. Viene de un mundo paralelo para cazar a… un asesino y cree que eres tú. Al menos tiene la misma cara que tú en su recuerdo.- Le dijo mirándole directamente a los ojos.

-¿Yo, un asesino? ¿Mundos paralelos? Morgana, creo que deberías visitar a un médico porque estás perdiendo la cabeza. – Álex se levantó y fue a por la escoba para recoger aquél destrozo.

-Llámame loca si lo prefieres, pero no solo soy una simple curandera y lo sabes. Lo he visto al tocarla. Debes ayudarla a regresar a su mundo antes que sea demasiado tarde. Si se cruza con su doble aquí y se tocan, podrían fusionarse y alterar el espacio tiempo. Y tú debes tener cuidado, he visto en su mente la imagen de un cuervo, debéis darle caza y hacer que regrese con ella a su mundo o tú correrás la misma suerte.- Morgana acarició por última vez a la loba y después se marchó, no sin antes recordarle a Álex que debía hallar el espejo en el bosque.

Álex regresó junto a la loba después de despedirse de Morgana y cerrar la puerta. Cogió una manta que tenía en el respaldo del sofá y se la echó por encima al animal que seguía tendido en el suelo. No había creído ni una sola palabra de lo que la loca de su vecina le había dicho, pero si en verdad ese animal era una mujer, no quería que cogiese un resfriado por su culpa después de haberla atropellado, eso ya sería el colmo.

Mientras la loba dormía, Álex se quedó guardándola buena parte de la noche, hasta que el sueño se apoderó de él y se quedó dormido en el sofá. A la mañana siguiente se despertó y recordó que tenía turno de mañana en el trabajo, por lo que llegaba tarde, como de costumbre. Se puso corriendo el uniforme sin darse cuenta que la loba le observaba y cuando se dispuso a salir por la puerta, la loba le siguió.

-No puedes venir conmigo, aún no estás recuperada del todo, es mejor que te quedes aquí. Te prometo que cuando mejores te dejaré libre de nuevo, no soy ningún carcelero.- Le dijo al animal que no estaba muy de acuerdo con aquella orden, ya que la ignoró y se subió a la parte trasera de la camioneta de un salto.

-Vale, vale. Te vienes conmigo, pero procura cubrirme, mi jefe ya está bastante harto de que siempre llegue tarde.- Al final cedió y se metió en la camioneta.

Cuando llegó al cuartel de bomberos, su jefe le estaba esperando en la puerta.

-Llegas tarde, otra vez.- Le recriminó con los brazos en jarras.

-Lo siento jefe, pero ayer atropellé a esta loba de camino a casa y me pasé toda la noche cuidándola.- Dijo señalando al gran lobo blanco que descendía desde la parte trasera de su camioneta.

-¿Y por qué no te la has dejado en casa?- Le recriminó su jefe mientras observaba cómo el animal se colocaba entre Álex y él.

-Es muy testaruda, cualquiera le lleva la contraria.- Dijo mientras le acariciaba la cabeza.

-Está bien, pero si termina chamuscada al final del día, yo no quiero saber nada.- Sentenció el jefe tras la discusión.

De repente sonó la alarma, al parecer se había declarado un incendio en una vivienda familiar. Álex se puso el traje reglamentario y se colocó en la cabina del camión de bomberos con la loba a su lado. El resto de sus compañeros subieron a la parte de atrás y cuando ya estaban todos listos arrancaron el motor. El trayecto fue muy rápido y bastante movidito. Los compañeros de Álex se sorprendieron al verle junto a un lobo en la cabina del camión y al oír la historia que les contó, decidieron adoptar a la loba temporalmente como la mascota del cuerpo de bomberos.

Poco después llegaron a la casa incendiada, de la cual salía humo negro por todas las ventanas. Todos descendieron del camión y tomaron posiciones. La loba se mantuvo al margen y se quedó junto al camión para no interponerse. Observaba a Álex sin quitarle el ojo de encima. Le vio sacar a dos niños del incendio, uno en cada brazo. ¿Qué estaba pasando? El corazón de Luna se aceleró. De repente algo la sacó de su ensoñación. La madre de los niños gritaba desolada que Alicia, la pequeña de los tres hermanos seguía en la casa. Sin pensárselo dos veces, Luna se lanzó al interior de la casa mientras escuchaba los gritos de Álex desde fuera, pidiéndole que regresara. 

Hacía mucho calor y el humo le empañaba los ojos, además de hacer casi imposible la tarea de respirar. Menos de un minuto le bastó para encontrar a la niña semi-inconsciente y metida dentro de un armario. Agarró a la niña de la solapa del pijama y la arrastró hasta fuera de la casa a tiempo, antes que el techo se derrumbase y las aplastase a las dos. Álex vio cómo la loba sacaba a la niña y después se desplomaba en el suelo. Los paramédicos cogieron a la pequeña que estaba sana y salva y se la llevaron en una ambulancia, mientras Álex recogía a la loba y le practicaba el boca a boca, o más bien el boca a hocico. Había tragado mucho humo, pero estaba bien, porque abrió los ojos y comenzó a lamerle la cara. Todos los bomberos se reunieron alrededor de la loba y de Álex, felicitando al animal. Habían hecho una buena elección como mascota.

De camino a casa, sentados en la cabina de la camioneta, Álex comenzó a sentir algo extraño.

-Has sido un animal muy valiente, pero aún estás convaleciente, prométeme que nada de heroicidades al menos hasta que estés mejor. Y además, necesitas un baño, ya no sé si eres blanco o color hollín.- Le dijo mientras le alborotaba el pelo de la cabeza con la mano libre.

La loba gruño, al parecer no le hacía mucha gracia lo de bañarse, pero era algo que necesitaba de verdad.

Al llegar a casa, la loba se sentó frente a la chimenea, esperando que Álex se diese cuenta y la encendiese, y así fue. Mientras Luna estaba revolcándose por la alfombra, Álex llenó la bañera.

-Vamos pequeña, es la hora del baño.- Dijo al aparecer en el salón con solo unos bóxer puestos y una toalla al hombro.

Luna se tapó los ojos en señal de protesta con las patas. La idea no le resultaba nada agradable y menos estando dolorida como estaba. Entonces Álex intentó cogerla en brazos, pero Luna gruñó. 

-Está bien, si quieres quedarte en casa tendrás que bañarte, mira cómo me has dejado la alfombra.- Le recriminó, señalando a la gran mancha negra que lo invadía todo.

- ¿Y si me meto contigo en la bañera? Después me tengo que duchar igualmente, así que no me importa.- Le dijo mientras alzaba los brazos.

Entonces la loba se lo pensó mejor y se incorporó, dejó que Álex la cargase en sus brazos y la llevase hasta la bañera, donde se metieron los dos. Luna se dejó enjabonar y Álex la trató con cuidado de no hacerle daño, incluso se rió de la loba al verla intentar hincarle el diente al chorro de agua que salía del grifo de la bañera. Cuando salieron, Luna se sacudió el agua y lo salpicó todo.

-¿En serio? Me vas a dar más trabajo que si tuviese un niño pequeño en casa.- Dijo Álex mientras se quedaba en cueros y se metía a la ducha.

 Luna salió del baño apresuradamente, pero ya era demasiado tarde, ya le había visto en todo su esplendor. Poco después, mientras Álex preparaba la cena, escuchó un ruido. Eran las tripas de Luna, la loba estaba hambrienta, ya que apenas había comido desde hacía días.
-No sé qué más probar contigo. No te gusta nada de lo que tengo. Lo sé, no soy un buen cocinero y todo está precocinado, pero quizás te comas un buen filete crudo. Aquí lo tienes.- Le dijo mientras le servía un filete en un plato en el suelo.

Luna se llevó una de sus patas a la cabeza, negándose a comerse nada crudo. ¿Cómo le iba a decir que era vegetariana? Estaba claro que o se comía aquella cosa o terminaría muerta por inanición. Entonces tuvo una idea. Se acercó a la nevera y la abrió. Rebuscó en uno de los estantes y encontró un poco de arroz que había sobrado hacía días, ya que eso y poco más, era lo que Álex sabía cocinar.
Cuando el joven se dio cuenta de lo que la loba le quería decir, le preparó un gran plato de arroz, ya que no tenía cuencos para perros y Luna se lo comió todo entero.


-Jamás pensé que vería a un lobo vegetariano. Creo que eres un animal un tanto extraño. Por cierto, tendré que ponerte un nombre, amiguito.- Dijo mientras recogía la cocina.

La loba se acercó a la ventana y aulló, llamando la atención de Álex. 

-¿Aúllas a la luna?- Dijo y entonces observó que la loba quería decirle algo.- Ah, claro. Te llamas así, Luna. ¿Acerté?- Después de un par de minutos intentando comprenderla, al fin había caído en la cuenta.

Luna salió corriendo, se abalanzó sobre él y le tiró al suelo para lamerle la cara.

-Bueno, creo que nos vamos entendiendo.- Le dijo entre lametones.

-Ya era hora.- Dijo Luna.

-¿Qué has dicho?- Comentó sorprendido al escuchar hablar al animal.

-¿Me entiendes? Llevo desde ayer intentando comunicarme contigo, si llego a saber que podías entenderme hubiese hablado antes.- Susurró la loba entre dientes.

-Esto no puede ser, no es real. Los animales no hablan.- Dijo Álex asustado mientras se levantaba del suelo.

-Por fin lo comprendes. Hasta esa amiga tuya que me sanó tiene más luces que tú, chaval. Te lo llevo diciendo desde ayer, que la bruja tenía razón.- Luna se sentó frente a él, mirándole aliviada.

Álex cogió su teléfono y marcó el número de Morgana. Ahora sí la creía y lo peor, la necesitaba. Tendría que prepararse una buena disculpa si quería la ayuda de la bruja. ¿Bruja? Siempre pensó que su vecina estaba loca, nunca creyó que fuese realmente una bruja. ¿Qué más cosas se había perdido hasta entonces?

Continuará...

domingo, 27 de agosto de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 1


Luna llevaba varios días sin dormir, las imágenes de aquél tiroteo no se borrarían jamás de su cabeza. Si tan solo hubiese esperado a los refuerzos, si no hubiese salido corriendo tras aquél ladrón de poca monta, su compañero seguiría vivo.

Jefe de policía: Luna, ya lo sabes. Necesito tu arma y tu placa. La investigación está en curso, por lo que te recomiendo que te tomes unas vacaciones, creo que las necesitas. ¡Demonios! Hasta yo las necesito, no puedo con todo lo que se me viene encima.
Luna: Fue culpa mía, si hubiese esperado un poco más, si no hubiese comprometido la misión por un ladronzuelo… -Dijo colocando su arma y su placa sobre la mesa.-
Jefe de policía: Hacías tu trabajo, no fue culpa tuya y estoy seguro que la investigación lo aclarará todo.
Luna: Pero si no hubiese salido del coche para perseguir al ladrón, nuestra posición no se habría visto comprometida. Quizás el “Destripador” no hubiese descubierto que le estábamos vigilando y ahora Carlos estaría vivo.
Jefe de policía: Sabía que estabais allí, siempre va un paso por delante. ¿Quién te dice que ese ladrón no fue un señuelo para haceros salir? Carlos era tu compañero, pero también era tu superior. Te ordenó que siguieses al ladrón mientras él pedía refuerzos y lo hiciste. No fue culpa tuya que el “Destripador” aprovechase y le volase la tapa de los sesos. Si no te hubieses marchado como te ordenó, muy probablemente ahora tendríamos dos funerales en lugar de uno.
Luna: Pero jefe, yo…
Jefe de policía: Vete a casa, Luna. Descansa. Es una orden.
Luna: No puedo descansar mientras ese cerdo siga ahí fuera, sencillamente no puedo.
Jefe de policía: Recuerda que estás fuera de servicio hasta que asuntos internos termine con la investigación, no hagas ninguna locura que nos conocemos. Serví con tu padre muchos años y era igual que tú y mira lo mal que terminó. No permitiré que el trabajo también acabe contigo, se lo debo.
Luna se levantó, abrió la puerta del despacho y salió mientras le dedicaba una dulce sonrisa a su jefe y padre postizo. Hacía muchos años que sus padres habían muerto en un atraco que salió mal y ella había pasado a cargo de su pariente más cercano, el hermano político de su madre y actual jefe de policía. Era la única familia que le quedaba y la había querido como si fuese su propia hija, aunque… más bien podría decirse que su propio hijo, porque la había asilvestrado un poco más de la cuenta. 
Pasó por su mesa y recogió unas cuantas cosas, mientras el resto de sus compañeros pasaban por su lado y agachaban la mirada. Estaba claro que todo el mundo la culpaba a ella de lo ocurrido, pero nadie se atrevería a decir ni una sola palabra despectiva, por respeto a la ahijada del jefe.
Marc: Luna no te agobies, todo saldrá bien. No les hagas caso, hiciste bien tu trabajo y solo fue mala suerte. –Le dijo uno de sus compañeros y pocos amigos que le quedaban en la comisaría.-
Luna: Gracias Marc, pero eso no fue mala suerte, sino una trampa. Cada día lo tengo más claro, todo fue culpa del “Destripador” y pienso darle caza.
Marc: No hagas locuras, me han pasado a mí el caso. Confía en mí, lo atraparemos.
Luna: Eso espero Marc, eso espero.
Luna salió directamente hacia su coche, que estaba aparcado en una empinada cuesta, un par de calles más abajo. De repente, la pelota que Carlos le había regalado por su viaje a NY, se deslizó de la caja y cayó rodando cuesta abajo, hasta detenerse a los pies de un hombre con un abrigo negro y unas botas militares. Cuando el hombre se agachó a recoger la pelota, Luna pudo reconocer ese pelo alborotado que tantas pesadillas le había causado en los últimos días. El “Destripador”, la miraba fijamente con una media sonrisa en los labios y la pelota de beisbol en una de sus manos. Luna se quedó inmóvil por un instante, observaba cada centímetro de su rostro en la distancia. Al menos les separaban 100 metros, pero podía darle caza si se lo proponía, había sido una de las más rápidas en la academia y estaba dispuesta a intentarlo con todas sus fuerzas. Sin pensárselo dos veces, y sabiéndose desprotegida sin su arma y su placa, dejó caer al suelo la caja con sus pertenencias y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

El “Destripador” parecía darle ventaja, pues no comenzó a correr hasta que Luna casi estaba a su altura. Guardó la pelota en el bolsillo del abrigo y corrió hábilmente sin apenas perder la sonrisa. Luna sabía que era otra de sus trampas, todos los músculos de su cuerpo le gritaban que se detuviese, que diese media vuelta, que no era buena idea enfrentarse a él en esas condiciones, pero el odio que le tenía la cegó por completo y la hizo correr con más intensidad.

Pronto Luna fue ganando terreno y el “Destripador” se dio cuenta de ello, por lo que decidió atajar por un callejón y entrar en una tienda de espejos para tenderla una emboscada. A Luna no le importaba, si quería guerra, ella estaba dispuesta a dársela.
La tienda parecía cerrada, aunque el cartel de la puerta diese la impresión de lo contrario. No había nadie en el mostrador y tampoco parecía que lo hubiese en los alrededores. La campanilla de la entrada echó por tierra el factor sorpresa, pero a Luna no le importaba, el “Destripador” estaba allí, podía notarlo y ella por fin le plantaría cara. Miró a su alrededor, como solía hacer cuando entraba en un lugar nuevo, buscando una salida de emergencia o algo que le llamase la atención y encontró un paraguas con un Lobo blanco en la empuñadura, parecido al colgante de plata que llevaba colgado al cuello. Agarró el paraguas con todas sus fuerzas y se sintió mucho mejor, era un arma un poco pobre si la comparábamos con la clase de monstruo al que se tenía que enfrentar, pero sin su preciada arma de fuego era todo lo que se podía agenciar. 

Entró hasta el mismo centro de la tienda, sintiendo cómo unos ojos la acechaban en la penumbra. De pronto, uno de los espejos cayó a su espalda y se hizo añicos, entonces Luna se giró a tiempo de ver al “Destripador” saltar sobre ella, y comenzaron a rodar por el suelo en un baile de sangre y cristales incrustados. Luna le propinó varios golpes con el mango del paraguas hasta hacerle sangrar por la nariz y el “Destripador” intentó asfixiarla al rodear con sus manos el cuello de la joven, pero Luna se resistió como una campeona y le fue en vano, por lo que se levantó y volvió a cargar contra ella, cuando ésta estuvo a su altura. La embistió con tanta fuerza que terminaron atravesando uno de los espejos más antiguos que había en el lugar y de pronto, algo cambió. Luna se incorporó y notó varias cosas extrañas, en primer lugar, no estaba llena de cristales, como cabía esperar. En segundo lugar, estaba en un bosque, no en una tienda de espejos. Y por último, pero no menos importante, ¿por qué seguía estando casi a ras de suelo si ya se había incorporado?
Intentó mirar sus manos, pero en su lugar encontró un par de patas grandes y blancas. Al bajar la mirada sobre su nariz, notó que ésta se había transformado en un hocico blanco con la trufa negra y unos cuantos bigotes. ¿Qué estaba pasando? ¿Se había convertido en un perro?
Luna: Auuuuuuuuuuu
Vale no, estaba claro que un perro no era, sino un lobo. ¿Dónde estaba el “Destripador”? ¿Y cómo había terminado transformada en una loba? Entonces escuchó un ruido proveniente de la rama de un árbol cercano. Al mirar hacia arriba, tuvo tiempo de ver cómo un cuervo negro de ojos rojos, echaba a volar hacia la espesura del bosque y le ganaba terreno. Entonces lo supo, el “Destripador” se le volvía a escapar. Comenzó a correr velozmente por entre los árboles, esquivando los grandes troncos sin apenas despeinarse. Se sentí fuerte y ágil en su nuevo cuerpo y aquello le empezaba a gustar. ¿Pero qué estaba diciendo? No podía perder al cuervo, tenía que….
.........................CRASHHH.......................

Se notaba dolorida, muy dolorida. Estaba tendida sobre una carretera y no podía moverse. ¿Qué desalmado la había atropellado? Escuchó la voz dulce de un hombre, que preocupado por ella se acercó y la cargó entre sus brazos, prometiendo que pronto estaría a salvo y volvería a correr por los prados. Pudo ver la insignia del uniforme que llevaba puesto aquél hombre, al parecer era un bombero de algún lugar cercano, pero no pudo reconocer el nombre que tenía grabado, así que miró más arriba, hacia su cara, ya que su voz le resultaba familiar. Aquél pelo alborotado y aquellos ojos oscuros en los que recientemente algo había cambiado, la hicieron entrar en pánico. Intentaba revolverse mientras aquél hombre la metía en la parte trasera de una ranchera azul, pero tenía tantos dolores que apenas pudo dar batalla antes de perder el conocimiento. ¿Cómo podía estar el “Destripador” en dos sitios al mismo tiempo? Aquello no podía ser real, seguramente estaría muerta en aquella tienda de espejos, el “Destripador” habría acabado con ella y lo estaría soñando. Pero espera un momento, ¿los muertos sueñan?

Continuará…


sábado, 20 de mayo de 2017

Nunca juegues con el más allá. Capítulo 5.


Marta: Andrea ¿Estás bien?- Le preguntó a su sobrina, mientras permanecía escondida detrás de Samara, que con su cuerpo ejercía de escudo protector. 
Samara: Esa no es Andrea, ya no.
Ana se había colado en el cuerpo de Andrea, ella le había dado permiso creyendo que así traería de vuelta a su madre, pero todo había sido un engaño del demonio, una ilusión que le había costado muy caro a la joven, tan caro como su propia vida.


El demonio se levantó de la cama y crujió las vértebras del cuello, miró a Samara con condescendencia y sonrió al tiempo que levantaba la mano y lanzaba a la bruja por los aires. Hizo que cruzase el umbral de la puerta y el largo y oscuro pasillo, hasta acabar estrellándose contra el aparador del salón y hacer los cristales de la vidriera añicos. Marta miró al demonio a los ojos y éste la ignoró, por completo, salió de la habitación y cerró la puerta sin tocarla si quiera, dejando a Marta atrapada en aquella habitación, alejada de la bruja. Entonces Marta aporreó la puerta con todas sus fuerzas y gritó para que la dejase salir, pero el demonio tenía otros planes. Según avanzaba por el pasillo, los cuadros de las paredes se caían al suelo y los focos empotrados en el techo, explotaban, haciendo que el efecto se asemejase al de los fuegos artificiales. 
Mientras tanto, Samara se incorporaba y quitaba los cristales que se habían clavado en su brazo derecho hasta el punto de hacerla sangrar. Cuando se vio cara a cara con el demonio, éste volvió a levantar las manos para atacar a Samara, pero la bruja, sin saber muy bien cómo ni por qué, comenzó a hablar el latín antiguo t algo pasó. Sus pupilas se dilataron y mientras sus brazos se alzaban en dirección al demonio, sus puños se cerraban con fuerza, haciendo que el demonio diese un grito y permaneciese unos instantes inmóvil, pegado al suelo. Pero entonces, Samara se distrajo un instante, algo iba mal, estaba mareada y sentía nauseas. De pronto miró su brazo y descubrió que la herida había sido más grave de lo que le había parecido en un principio. Uno de los cristales le había seccionado la arteria braquial y se desangraba muy rápidamente. 
Marta aprovechó ese momento en el que el demonio perdió el control de la situación y salió de la habitación para ayudar a Samara, pero ya era tarde, no había sido la única en aprovechar tal distracción. Pudo ver cómo el cuerpo de Samara permanecía en el aire y cómo su columna se partía en dos con solo un movimiento de la mano del demonio.

Marta: ¡NOOOOO!- Gritó desconsolada.

Aquél monstruo había matado a la única mujer que podía salvarlas, una mujer que se había convertido en algo más que una amiga o una hermana, había cambiado la vida de Marta para siempre al enseñarle el poder que había en su interior. Pero lo peor de todo era, que la vida de aquella bruja había terminado a manos de su querida sobrina. Su hermana había entregado la vida por salvarla, y ella no había sido capaz de devolverle el favor al proteger a su hija. ¿Qué haría ahora? Todo lo que conocía, todo lo que creía se había desmoronado por completo y ella sola no podría luchar contra aquél ser sobrenatural.
Marta: Andrea, por favor, vuelve en ti. Lucha, por favor lucha. – Le dijo con lágrimas en los ojos a su sobrina, mientras se arrodillaba a comprobar el pulso, casi inexistente de Samara.

El demonio no solo la ignoró, sino que se dirigió a la puerta tranquilamente, pero Marta no estaba dispuesta a dejar que se marchara, así que se levantó y se puso delante de su camino, obstaculizándole el paso. El demonio alzó la mano en su dirección y algo invisible apretó el cuello de Marta, la elevó unos centímetros en el aire y la apartó cuidadosamente a un lado, para después continuar su camino.

Marta: ¿Por qué a mí no me matas? ¡Cógeme a mí y déjala a ella! – Dijo desde la desesperación más absoluta.

El demonio se detuvo y se giró. Marta estaba temblando, pero también estaba decidida a dar su vida a cambio de la de Andrea. 
Ana: Un trato es un trato, estás a salvo, tu hermana se encargó de ello. – Se volvió a girar y con paso firme y decidido, salió por la puerta como si nada hubiese pasado, como si hubiese estado esperando ese cuerpo durante demasiados años.
Marta se quedó petrificada, no entendía nada, todo le daba vueltas. Entonces escuchó la tenue voz de Samara, que la llamaba en la distancia y se dirigió a su encuentro. Se arrodilló y colocó la cabeza de la bruja sobre sus rodillas.

Marta: Lo siento mucho, no pude detenerla, no sé cómo hacerlo. – Arrancándose un pedazo de camiseta y taponando la herida que no dejaba de sangrar en el brazo de Samara.
Samara: Ya es tarde para mí, pero no para Andrea. Puedes salvarla.
Marta: No digas eso, lo haremos juntas, eres mi mentora. Te necesito, yo… no puedo sola con esto. 
Samara: No estarás sola, yo estaré guiándote. En mi bolso hallarás todo lo que necesitas para salvarla, para salvarte. - Dijo mientras la vida se le escapaba a borbotones y le dedicaba su último apretón de manos. 


Marta: Samara, por favor. ¡Samara! – Pero ya era demasiado tarde, no había nadie más en aquella habitación.

Por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente sola en aquella casa, su casa, a la que después de esa noche jamás regresaría. Lo supo al dejar la cabeza de Samara reposar en el frío suelo de madera, al levantarse medio dolorida y mirar con las manos ensangrentadas en el bolso de la bruja. Ese viejo libro, a partir de ahora, sería su nuevo hogar y Ana, su única obsesión.

Intentó abrir el libro, pero estaba totalmente sellado. Al deslizar los dedos por la cubierta se cortó con algo que sobresalía y como si de un hechizo mágico se tratara, el libro respiró y se abrió. Marta estaba sorprendida, aunque pareciese mentira, después de todo lo que había vivido esa noche lo que más le había impresionado era que un viejo libro respirase. Seguramente había sido producto de su imaginación, después de todo, le costaba distinguir entre lo que era real y lo que no. Abrió el libro por la primera página que encontró escrita, la única que no estaba en blanco y leyó la inscripción que contenía.

“Libro de las Sombras por Willow Moon. Tan solo una bruja, pura de corazón, podrá obtener el conocimiento que guardo en mi interior.”

Al principio, el libro estaba completamente en blanco, exceptuando aquella pequeña anotación; pero tras leer la inscripción en voz alta, las palabras comenzaron a rellenar las hojas, hasta que el libro triplicó su grosor.

Marta cerró el libro, recogió algunas cosas que le serían útiles y salió por la puerta. Se disponía a cerrar, pero ya nada de lo que allí había le importaba. La vida que conocía había llegado a su fin, y una nueva era se abría camino ante ella, era un bruja y tenía un demonio al que cazar.


               
FIN