Al llegar a Minastirith, las puertas se abrieron y Aragorn
salió hasta la mitad del camino, para recibirnos montado en su corcel.
Aragorn: Bienvenidos, seguidme hasta la sala
de reuniones, debemos darnos prisa.
Subimos por las calles enrevesadas de la ciudad de los reyes
y desmontamos al llegar junto al árbol blanco que lucía en todo su esplendor.
De pronto, las puertas se abrieron y Arwen apareció, al ver a su hijo Adanedhel
sano y salvo, le dio un abrazo enternecedor. Gandalf nos presentó y tras
enmudecer ante la belleza de Arwen, no pude hacer otra cosa que repetir mi
nombre entrecortadamente y vislumbrar una sonrisa en mi rostro.
Arwen: ¿Está a tu gusto la comida, querida
Charlie?
Charlie: Sí, gracias. ¿Puedo haceros una
pregunta? Quizás suene demasiado descortés, pero… ¿No teníais otro hijo mayor
que Adanedhel?
Aragorn: La palabra clave es teníamos. Se vio
envuelto en una emboscada cuando todo esto comenzó y lo asesinaron. Intentan
acabar con mis hijos, por ello le dije a Adanedhel que se marchara en busca de
ayuda, cuanto más lejos de aquí, mejor.
Charlie: Siento, haberos molestado, no lo
sabía.
Arwen: Tranquila Charlie, el nos da fuerzas
para terminar con esto de una vez por todas. Ahora que estáis aquí, vuelve a
haber esperanzas.
Tras comer, nos fuimos a la sala de reuniones para debatir el
plan a seguir. Aragorn nos contó que el ejército estaba listo y que Rohan
estaba de camino para apoyarnos, al igual que hicieron años atrás. La guerra volvía a unir a
todos los pueblos por un bien común, incluso tenía noticias de que los elfos
del bosque y los enanos estaban a la espera en las inmediaciones.
Aragorn: El plan es este. Esperaremos a ser
atacados para darle tiempo a Freja para que se infiltre en Mordor y destruya el
anillo. Mientras el resto…
Freja: Espera un momento. ¿Tengo que ir
sola?
Aragorn: Claro, no se lo esperarán. Es
nuestra única posibilidad.
Charlie: Yo la acompañaré.
Aragorn: No Charlie, te necesito en el campo
de batalla conmigo. Según me han contado eres reina de Moondor, sabes lo que
haces con una espada.
Charlie: ¿Qué? Yo… esto… bueno. Sí.
Adanedhel: No puedes mandarla sola, yo iré con
ella.
Sam: ¡No! Lo haré yo.
Gandalf: ¿Sam?
Sam: Eres la sobrina de mi señor Frodo y
cuando se marchó, le dije que me encargaría de cuidar sus cosas más
preciadas y Bolsón Cerrado. Tú eres la única habitante de Bolsón Cerrado, por lo que
estás bajo mi protección.
Freja: Pero Sam, no pue…
Sam: No insistas, está decidido. Soy el
único que ha atravesado esos muros y sigue vivo para contarlo, podré llevarte
hasta el volcán. Esperemos que siga activo.
Aragorn: Si lo está. Mis espías lo han
confirmado. No sabemos dónde está ese anillo, pero sé que lo lograrás, igual
que lo hizo tu tío antes de ti.
Charlie: Claro que puedes chiquitina. El
mejor perfume viene en frasco pequeño. Demuéstrales a todos de qué pasta están
hechos los Bolsón de Bolsón Cerrado.
Aragorn: Charlie, ves a la armería, allí te darán
el uniforme y las armas necesarias. Estad listos, dentro de tres días Mordor
atacará y les estaremos esperando.
Adanedhel, me acompañó a la armería, donde me dieron un
uniforme con el árbol blanco bordado. Estaba nerviosa, una cosa era luchar en Moondor,
el mundo de rol creado para frikis como yo y otra cosa muy distinta era empuñar
una espada de verdad y estar en peligro de muerte. En el mundo real tenía a los
Winchester conmigo si algo iba mal, pero ahora… estaba sola. Oz sería un paseo
comparado con lo que me esperaba.
Adanedhel: ¿Estás nerviosa?
Charlie: Pues sí, es la primera vez que me
enfrento a un ejército tan grande.
Adanedhel: Tranquila que estás con nosotros. No
permitiré que te pase nada.
Entonces apareció Lórien junto a su padre Faramir.
Faramir: Buenas tardes chicos.
Charlie: ¿Faramir? Hola, encantada de
conocerte, soy Charlie Bradbury.
Faramir: El gusto es mío. Mi hija me habló de
tus hazañas en Moondor, será un placer luchar a tu lado.
Adanedhel miraba de reojo a Lórien y cuando nos marchamos de
la armería no pude contenerme más.
Charlie: Estás loco por ella. Se te nota a la
legua.
Adanedhel: ¿Qué? No digas eso. Es mentira.
Charlie: No lo niegues, la quieres y todo el
mundo se ha dado cuenta.
Adanedhel se puso rojo como un tomate.
Adanedhel: ¿De verdad lo saben?
Balin: ¿Qué estás loco por la hija de Faramir?
Claro que sí. Se hacen apuestas y espero que me hagas ganador a mí.
Adanedhel: ¿Qué?
Jajajajaja –Todos al unísono.-
De pronto se escuchó un grito.
¡¡¡NOS ATACAN!!!
Charlie: ¿Cómo? No estoy preparada aún.
Adanedhel: Nadie lo está, por eso lo hacen. A
prisa, tenemos que ir a caballerías.
Todavía tenía el culo dolorido de montar a caballo durante
tanto tiempo, si tenía que luchar, prefería preocuparme por mi espalda entera,
no solo por mi trasero.
Charlie: ¿Y Freja y Sam?
Balin: Se marcharon hace horas. Deben haber
entrado a hurtadillas.
Charlie: Espero que lo logren, por el bien de
todos.
Estaba a las puertas de Minastirith, con mi uniforme de la
guardia puesto y ajustado, con mi espada en la mano y la daga, que Gandalf me
había regalado, oculta en una de mis botas. Todo estaba listo, la luna llena
alumbraba en lo alto de un cielo sin estrellas. De pronto, la calma que precede
a la batalla se hizo presente, vimos aparecer una estrella en el firmamento,
después otra y otra más. Pero no eran estrellas, era la señal que anunciaba el
final de una era y puede que también el final de mi propia vida. Tras la calma,
sonó un cuerno, el cuerno de Gondor. El humo y el fuego lo invadieron todo. El
final se acercaba y yo lo vería desde primera línea de fuego. Ante mis ojos pasó toda mi
vida. Los Winchester, Castiel, Dorothy y Oz. ¿Ese sería el final de Charlie
Bradbury?
Una canción se abría paso en mi mente, aquella que tantas
veces escuché y canté junto a Pippin viendo la película de “El retorno del rey”.
“Un mundo hay desde aquí hasta mi hogar y hay tantas sendas
por andar. La sombra, la noche traerá y las estrellas la prenderán. Niebla y
sombra, triste anochecer, pasarán yo seguro lo he de ver.”
Adanedhel: ¡Charlie, cuidado!
Adanedhel cayó sobre mí tirándome al suelo antes de que una
bola de fuego me aplastase.
Charlie: Gracias, me pilló desprevenida, no
volverá a pasar.
Adanedhel: No temas, pero estate atenta, esto
solo acaba de empezar.
Las puertas iban a caer, los guardas apenas podían
contenerlas. Cuando se rompió la madera y quedó en ella una rendija, pude ver miles de
orcos. Subían por los muros en escaleras improvisadas con palos e intentaban
deshacerse de los arqueros. Uno a uno iban cayendo, hasta que la puerta cedió y
mi atención pasó de lo alto del muro a
lo que tenía justamente delante, un inmenso elefante con unos colmillos tan
grandes como mi apartamento. Lástima no estar allí en ese preciso momento.
Aragorn: Luchad, las almenaras están
ardiendo, pronto llegarán en nuestra ayuda. ¡RESISTID!
Un orco se acercó a mí con su mazo en la mano, intentó
golpearme pero lo esquivé tirándome al suelo. Rodé hacia él y cuando se
abalanzaba sobre mí con el mazo en alto, le clavé la espada en un costado. Había
matado un orco, no cabía en mí de la emoción, aunque la felicidad me duró más
bien poco, porque otro se acercaba con la palabra asesino escrita en la frente.
No literalmente, claro.
Conseguí levantarme a tiempo para esquivar su espada y me
giré a lo caballero de Camelot blandiendo la mía en alto. Le miré para
adivinar su siguiente movimiento y por suerte para mí, los orcos pensaban poco,
vino de frente como una apisonadora, de forma previsible.
No sé cómo lo hice, pero corrí hasta él, salté y puse mi pie
en su barriga, luego me enganché a su cabeza, solté la espada y saqué la
daga clavándosela en el cráneo.
Adanedhel: Bravo amiga. Fue digno de ver.
Entonces lancé mi daga hacia Adanedhel, le pasó casi rozando y se clavó
en un trasgo que intentaba apuñalarle por la espalda.
Adanedhel: Te debo la vida.
Charlie: Estamos en paz.
Seguimos luchando sin descanso. De vez en cuando conseguía
fijarme en cómo le iba a los demás. Gandalf y Aragorn peleaban espalda contra
espalda, contra una horda de orcos. Los elfos, tan veloces y certeros,
terminaban con más orcos y trasgos en un minuto, que el resto de nosotros
juntos. Era hipnotizante ver a Légolas con el arco, aunque Adurant y Adrahil no
se quedaban atrás con la espada. Balin con su hacha, demostraba tener mucha
destreza y aunque era inferior en tamaño, su valor se podía comparar con un
digno alumno de Griffindor, era un león acorralado que luchaba por sobrevivir y
vaya si lo hacía. Adanedhel y Lórien luchaban uno junto al otro, flanqueados
por Faramir.
De pronto se escucharon varios cuernos, cada uno proveniente de
una zona diferente del campo de batalla. Por el oeste, los caballeros de Rohan,
los Rohirrim, llegaban en nuestro auxilio golpeando con la fuerza de un
martillo. Por el este, enanos y elfos cabalgando juntos, arrasaban con todo orco
y trasgo que se cruzase en su camino. Eso me infundió ánimos y agarré mi espada
con más fuerza.
Llevábamos horas luchando y me parecieron días. De pronto algo
cambió. Los orcos comenzaron a convulsionar y cayeron fulminados. Al verlo,
los trasgos salieron corriendo, huyendo sin rumbo fijo. Una gran explosión
surgió de Mordor, dejando un cráter de varios kilómetros donde antiguamente se
hallaba el volcán.
Charlie: No puede ser. ¡Sam, Freja!
De pronto sentí una punzada en mi interior, pensaba, que era el hecho de darme cuenta que no volvería a ver a Sam ni a Freja, habían muerto, pero aunque eso era cierto, mi corazón me lo decía, la punzada no provenía de ese sentimiento, sino de una daga clavada en mi estómago. Me giré
y vi un trasgo rezagado, que había quedado abandonado a su suerte, sujetando la
empuñadura. La última imagen que recuerdo fue la de Aragorn rebanándole el
cuello al trasgo y Gandalf sujetándome la cabeza, antes de perder el
conocimiento.
Abrí los ojos y estaba de nuevo en mi casa, en el mundo real.
Seguía sujetando el mando de la consola, el abrigo seguía en el mismo lugar y
en la pantalla de televisión se veían los créditos del juego. Había vencido a
Sauron y mi muerte me convirtió en un héroe en la Tierra Media y había sido el modo que encontró el juego de regresarme a la realidad, una puerta que me devolvió a mi patética vida de hacker
para una multinacional, en la que ser héroe estaba reservado a tipos duros como
los Winchester. ¿O quizás no?
Cogí mi teléfono móvil, que seguía metido en mi chaqueta
tirada en el suelo y marqué un número.
Charlie: Sammy, he vuelto y necesito algo de
acción.
FIN
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