sábado, 19 de abril de 2014

Abrazando lo sobrenatural. 3ª Parte. “Hasta donde la magia nos lleve ”.

Samantha estaba aburrida, llevaba varios días sin nada que hacer. Decidió echarse las cartas del tarot, por entretenerse un rato. Pero había un problema, supuestamente, las brujas no se pueden echar las cartas a sí mismas, no por la creencia popular de que trae mala suerte, sino, porque no hay objetividad con los resultados. Decidió probar entonces con su pasado, pero era una tontería, el pasado ya lo había vivido y se lo conocía al dedillo. Pasaron varios minutos, mientras daba vueltas a la baraja de cartas en sus manos, de pronto tuvo una idea, no sabía si funcionaría, nunca lo había probado y tampoco había oído de nadie que lo hubiese intentado antes, pensó que estaría bien conocer su vida pasada.

Cada vez que lo pensaba, estaba más segura, le gustaría saber quién había sido, a qué se había dedicado y si había heredado algunos de los gustos o temores de aquella persona. Si no salía bien, no perjudicaba a nadie y si funcionaba, sería un buen modo de pasar el tiempo en casa.
Se quitó el reloj, para evitar que las cartas se imantaran y se relajó. Soltó las cartas boca abajo en la mesa y las esparció por ella, las mezcló en sentido contrario a las agujas del reloj y las recogió de nuevo. Barajó un poco las cartas y se dispuso a levantar la primera carta que necesitaba, mientras pensaba en su vida pasada.
La carta que sacó era la del mago. 

Comenzó a escrutar la carta, a ver si notaba algo. Se fijó en su cara, en los productos que tenía alrededor de la mesa donde se encontraba, pero sobre todo en sus manos. De pronto vio ante sus ojos, esas mismas manos, las de un alquimista que mezclaba con cuidado, varias sustancias. ¿Eso que tenía en las manos era cicuta?

Notaba el relincho de unos caballos a lo lejos y el olor característico de los prados verdes. Hacía frío, aunque el alambique que tenía a su lado le proporcionaba algo de calor. Miró a su alrededor y vio donde se encontraba, una tienda de campaña grande de tela, como las que usan los ejércitos para resguardarse en el campo de batalla, cubría una pequeña estructura con apuntalamientos de madera. La tela estaba vieja y sucia y era de un color ocre tirando a marrón. Había un pequeño camastro detrás de ella, junto a un taburete con una palancana llena de agua encima y una mesa de madera, justo ante la que estaba el alquimista preparando sus brebajes, nada más. 

De pronto el sonido de los caballos se hizo más fuerte, hasta que se escuchó hablar a alguien fuera de la tienda. No reconocía el idioma, pero parecía que lo hablase de toda la vida, podía entender que los hombres que se encontraban al otro lado, hablaban de asesinar a otro hombre, un tal Temujin.
A Sam no le sonaba mucho el nombre, pero al alquimista si.

En ese momento de ansiedad, Sam regresó a su hogar, la conexión se había perdido, intentó forzar demasiado al procurar indagar en los recuerdos de aquél hombre. Volvía a estar en su casa, a salvo, pero quería saber más, necesitaba volver a ese lugar.
Sacó una nueva carta del mazo y la puso junto al mago. De repente, se fijó en algo que destacaba en esa carta, era el juicio y no podía apartar los ojos de una bandera blanca con una cruz roja en el centro. 

Instintivamente cerró los ojos y respiró hondo, poco tuvo que esperar, volvió a concentrarse y apareció de nuevo ante esas manos curtidas por el duro trabajo de muchos años y los productos químicos. Las voces se aproximaban, al fin descubriría de quien se trataba. Al instante, una silueta blanca con una cruz roja en el pecho entró por la abertura de la tienda. Era un hombre alto y fuerte, con una barba negra que le cubría parte del rostro y unos ojos negros azabache que parecían cansados y estaban llenos de arrugas. Seguido de ese hombre, de barba y porte elegante, entró otro hombre más joven, pero con la barba igual de cuidada que el anterior y los ojos color avellana. Se aproximaron al alquimista que estaba terminando de embotellar un líquido negro en un frasco de cristal. Era un veneno, seguro, había introducido un líquido hecho a base de cicuta y otras sustancias que no podía reconocer, pero lo sabía. 

El hombre más alto, se quitó la capucha y un mechón de pelo negro le cayó por la frente. Recogió el frasco y se retiró el pelo de la cara sin apenas inmutarse. El hombre más joven, le entregó una bolsa al alquimista, que este, esperó a abrir, cuando los dos hombres se hubieron marchado. Sam supuso que lo haría como muestra de confianza hacia aquellos hombres, se notaba que les respetaba y temía en igual medida. Cuando ambos hombres salieron de la tienda y mientras se escuchaba relinchar a los caballos y como se alejaban al galope, el alquimista abrió la bolsa y Sam pudo ver lo que contenía. Estaba repleta de piedras preciosas, rubís, esmeraldas, zafiros y perlas que relucían junto a varias monedas de oro. Sam se quedó petrificada, pero sin poder hacer nada para remediarlo, se fue alejando de todo eso poco a poco, hasta que regresó a su casa y abrió los ojos de golpe.

Recogió las cartas, pero algo no le cuadraba. Recordaba perfectamente todo lo vivido y al igual que había sabido el principal ingrediente para el veneno, sabía para quien era y dónde había estado viviendo en su vida pasada, Mongolia.
Nada de eso tenía sentido, los Templarios jamás se enfrentaron a Gengis Kahn, era imposible.
Decidió indagar en la historia, buscó en la biblioteca nacional, en los libros que tenía en su casa y en internet. Nada la complacía, sería cosa de su imaginación, como siempre creía, pero cuando la búsqueda llegaba a su fin, encontró algo bastante extraño que le llamó la atención. 

"Tiempo atrás, en los últimos años de vida de Gengis Kahn, un grupo de Templarios intentó matarlo, envenenándolo. El intento de asesinato fue en vano y dichos Templearios, fueron asesinados, supuestamente por venganza, se cree que por el hijo menor de Gengis Kahn, Ogatai Kahn.
Más tarde se descubrió que la venganza, no había sido el único motivo que llevó a Ogatai a intentar acabar con la vida de los templarios.
Los historiadores creen que han descubierto el motivo principal de aquella disputa. En  la isla de Issyk-Kul, los Templarios habrían construido un castillo, ayudados por los nestorianos cristianos, para guardar sus inmensas riquezas, acumuladas a lo largo de los años. Gengis Kahn se enteró de aquella posible riqueza al alcance de su mano y quería apoderarse de ella. 
La batalla se dio en el campo de Liegnitz, donde la horda de Templarios que acudió, no fue rival para el inmenso ejército del comandante. Como ya dije anteriormente, por aquél entonces, se cree que Gengis Kahn no sería el que lideraría la batalla, sino su hijo menor. Ogatai estaba cegado por la riqueza y la venganza, lo que le condujo directamente a la victoria en la batalla."


Sam estaba sorprendida, nunca hubiese imaginado que esa pequeña historia que apenas aparecía reflejada en ningún parte, hubiese sido tan clara para ella. Las cartas no se habían equivocado. Nunca sabría si era cierto, que ella había sido quien fabricó el veneno en su antigua vida, no había modo de corroborarlo, pero de lo que si estaba segura, era que había podido vivir un pedacito de la historia en sus propias carnes y le dieron ganas de volver a intentarlo, no en ese momento, pero sabía que más tarde o más temprano, su ansia de saber le reclamaría y tendría que seguir retrocediendo en el tiempo. Dudaba hasta cuándo ni dónde podría llegar, pero ahora que lo había probado, estaba deseando volver a viajar en el tiempo, eso seguro.

Continuará...

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