lunes, 13 de junio de 2011

Un cuento para no dormir 3ª parte


Sami tenía los ojos cerrados por el miedo, caía por un agujero que parecía no tener fin y se agarraba al cabecero de la cama como si le fuese la vida en ello. De pronto, la cama tocó fondo con tanta fuerza, que hizo que Sami saliese disparada y cayera al suelo. El suelo estaba pegajoso, era como el alquitrán y comenzó a hundirse poco a poco. Luchaba con todas sus fuerzas, pero era inútil, cuanto más luchaba, más rápido se hundía. Cuando la sustancia viscosa le llegaba por el cuello, vio al fantasma que le tendía la mano, no podía fiarse de él, pero no tenía otra opción, se hundía sin poder remediarlo y él era lo único que tenía a mano. Le sujetó con tanta fuerza que le hizo soltar un grito ahogado, después le tendió la mano que le quedaba libre y ella la cogió, él comenzó a tirar hacia arriba, demostrando una fuerza extraordinaria y en un momento se encontraba arriba y ¿a salvo?
Entonces se fijó mejor en él y vio como dos alas negras como el carbón, con un brillo cegador, salían de su espalda y se expandían en todo su esplendor. Se apartó hasta un rincón, llena hasta las cejas de esa sustancia pringosa y se sentó en el suelo sujetándose las rodillas. Él se acercó y le pidió perdón por haberla hecho viajar hasta ese lugar, aunque no sabía como lo había hecho.
Pasaron dos largas horas hablando, él le contó que no pretendía hacerla daño ni asustarla, pero que el lugar en el que se encontraban, el cual creía que era el  purgatorio, estaba ligado a sus emociones, si se enfadaba, comenzaba a llover, pero no agua, sino bolas de fuego que lo destruían todo a su paso. Si se encontraba alegre, crecían flores, también de fuego y en lo alto, aparecía algo parecido al sol de la mañana. Cuando deseaba algo, lo obtenía, todo menos salir de allí, eso era lo único que no podía obtener, ni sabía cómo hacerlo. Le explicó que ella estaba allí, por eso, porque al no haber podido hablar con ella, lo había deseado con tanta fuerza que algo la había arrastrado hasta él. Ella le preguntó lo que era y porqué tenía esas alas y él le contestó que no lo sabía, llevaba todo ese tiempo intentando averiguarlo y no había conseguido nada, no había nadie a quien preguntarle. Pero una noche que echó a volar y pasó por la zona donde se hallaba su casa en la superficie, miró hacia arriba y la vio, estaba sentada en el mismo escritorio que hacía años él había ocupado, (era toda una reliquia, pero a Sami le gustó cuando se mudó, así que no se deshizo de él) En ese instante, sintió que estaban conectados de alguna forma y que ella, sería la respuesta a sus preguntas.
De pronto sintió una punzada en su interior, cerró de nuevo los ojos y vio imágenes de un tiempo anterior, como si sus párpados se hubiesen convertido en una gran pantalla de cine. Vio al fantasma, cuando estaba vivo, sentado en su escritorio y como una sombra negra subía por la pata de la silla donde se hallaba. La sombra se le enroscaba en el cuello como una soga, le levantó de la silla con fuerza, haciendo que esta cayera al suelo con un golpe seco y vio como esa sombra se enroscaba en una viga del techo. También pudo observar como el otro extremo de la sombra, se acercaba al escritorio y dejaba una nota de suicidio. ¿Pero cómo podía suceder algo así?
Cuando Sami abrió los ojos, se encontraba levitando por encima de la cabeza del chico que permanecía perplejo. De pronto, Sami se dio cuenta y su cuerpo reaccionó cayendo encima de Marcos. Se encontraban uno encima del otro y ninguno de los dos se atrevió a mover ni un músculo. Sam sabía que lo que acababa de suceder. Había tenido una visión de la verdadera muerte de Marcos y entendió al instante lo que debía hacer, encontrar la sombra y destruirla, después tendría que encontrar a los padres de Marcos y contarles la verdad. ¿Pero como los encontraría? ¿La creerían? Y lo más importante ¿cómo saldría de allí?

Continuará...

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