miércoles, 8 de julio de 2015

Halloween Night. Capítulo 4º



No recuerdo donde he dejado las llaves. Cada día estoy peor. Recuerdo en mis tiempos cuando era capaz de memorizar cada detalle. En el ejército trabajaba para la inteligencia, podía entrar en una sala y con solo un vistazo memorizar las personas presentes, las distintas salidas, los detalles más insignificantes y las posibles amenazas en menos de un minuto; y ahora no recuerdo ni mi nombre la mayoría de las veces. El Alzheimer estaba haciendo estragos y lo malo de todo eso es que tan solo podía ir a peor. Después de varios minutos, encontré las llaves encima de la mesa del recibidor y salí de casa.

Oliver: Si estuviese aquí mi Gladis no tendría estos problemas. Pronto me iré contigo, querida.
Jezabel: ¡Hola señor! ¿Por qué habla solo?
Oliver: Hola pequeña. Eres mi vecina ¿verdad?
Jezabel: Sí, vivo ahí al lado con mis papas y mi hermanita Eli.
Oliver: ¿Cuántos años tienes?
Jezabel: Mmmm - Se mira la mano y muestra los cinco dedos.-
Oliver: Hala que mayor eres.
Jezabel: No más que usted.
Oliver: Jajajaja
Alisa: ¡Jezabel! ¡No seas grosera! Lo siento mucho señor. Esta niña no tiene remedio.
Oliver: No es molestia. Es una niña encantadora. Me recuerda a mi hija que hace mucho no la veo. Vive lejos, ya sabe.
Alisa: Lo siento mucho. Si necesita cualquier cosa no dude en llamar a mi puerta. Estaré encantada de ayudarle en lo que pueda.
Oliver: Muchas gracias, aunque dudo que mañana recuerde esta conversación, sufro de Alzheimer. Unos días estoy bien, pero otros…
Alisa: Procuraré recordárselo a menudo.

Alisa y su hija se marcharon a casa y Oliver siguió su camino. Era su aniversario de boda y como cada día, visitaría la tumba de su mujer, y después iría al súper a comprar leche y pan, si no se le olvidaba, claro.

Oliver: Bueno Marta, quiero que sepas que cada día estoy peor. Ya falta poco para vernos, hazme un hueco ahí arriba. Te quiero.

Caminó hasta el súper más cercano y compró lo que necesitaba, a la hora de llegar a casa tuvo unos cuantos problemas, no recordaba dónde vivía, por lo que se sentó en la acera y se quedó mirando al vacío. De pronto un coche se detuvo junto a él. 

Jacob: ¿Se encuentra bien? ¿Es usted señor Wallace?
Oliver: ¿Le conozco?
Jacob: Sí, soy Jacob. Iba con su hija al instituto.
Oliver: El joven hijo del carnicero. ¡Cómo has crecido!
Jacob: Sí señor.
Oliver: ¿Cómo está tu padre?
Jacob: Murió hace un par de años.
Oliver: Lo siento, aunque seguramente pronto lo veré.
Jacob: No diga eso. ¿Está bien? ¿Necesita ayuda?
Oliver: No recuerdo dónde vivo.
Jacob: Suba, le llevaré a su casa, yo aún me acuerdo. Ese de atrás es el pequeño Michael, mi hijo.
Oliver: ¡Hola jovencito!
Michael: Buenas noches, señor.

Cuando llegaron a la casa del anciano, Jacob le acompañó a la puerta mientras su hijo Michael se quedaba prendado de una niña que vivía en la casa contigua a la del anciano. El padre regresó y Michael no apartó la mirada de aquella ventana hasta que el coche giró la calle y la casa se desvaneció.

Esa misma noche Jezabel se despertó y fue a la habitación de su madre.

Jezabel: Mamá, he tenido una pesadilla.
Alisa: ¿Qué sucede pequeña?
Jezabel: Una mujer mayor ha venido a decirme que en una semana se llevará al señor mayor de al lado. ¿A dónde se lo llevará?
Alisa: Creo que al cielo.
Jezabel: Pero eso está muy lejos. No podremos ir a visitarle.
Alisa: Algún día pequeña, algún día. Vuelve a la cama.

Alisa lo sabía, su hija no había tenido una pesadilla, sino una aparición y próximamente tendrían que visitar el cementerio local.
 
Justo una semana después, Alisa estaba lavando unas verduras cuando escuchó el sonido de una ambulancia que se aproximaba. Cerró el grifo y salió al porche para ver como sacaban el cadáver del anciano en una camilla. Jezabel salió a buscar a su madre y saludó al vacío.


Alisa: ¿A quién saludas?
Jezabel: Al señor mayor. Se está despidiendo.
Alisa: ¿Lo ves?
Jezabel: Sí y veo una luz blanca, pero creo que al señor le dio susto y no quiso acercarse a ella.
Alisa: Pobre, no ha cruzado. ¿Sabes? Tienes el mismo don que tu abuela. Seguro que te podrá enseñar este verano a dominarlo un poco más, cuando vayamos a visitarla.
Jezabel: ¿Vamos a ir donde la abuela?
Alisa: Sí, este verano iremos.
Eli: Mami, mami. Yo también quiero ir donde la abuelita. – Continuó la pequeña Eli tras escuchar a su madre y hacer acto de presencia en el porche.-
Alisa: Iremos, pero ahora a ver los dibujos animados, vamos. La comida pronto estará lista.
Oliver: No puedo cruzar, aun no. Tengo tantas cosas que decirle a mi hija. Marta, sé que lo entenderás.

Oliver vagó durante mucho tiempo. No había forma de comunicarse con su hija y eso que lo había intentado en muchas ocasiones, incluso en el entierro. No podía verle, ni sentirle. Pero había una personita que sí podría hacerlo. Su vecina de cinco años, Jezabel. Pero era una niña, no entendería aún lo que estaba pasando, debería esperar mucho tiempo. No habría problema, a los fantasmas lo que les sobra es tiempo. 

Vio crecer a las dos niñas, ya eran unas mujercitas. No sabía cómo acercarse a ella. ¿Le recordaría? No era probable. ¿Cómo podría acercarse sin asustarla demasiado?

Un día, la vio llorar desconsolada y se acercó un poco más. Estaba sentada a la sombra de un árbol mientras escribía en un pequeño diario. Su hermana había muerto hacía unos meses y sería muy grosero por su parte acercarse y pedirle ayuda. Otra oportunidad que se le escapaba. 

Oliver: Pobre Eli. Lástima no haber estado junto a ella para intervenir y ayudarla. Quizás la hubiese salvado. Lo siento mucho, Jezabel.

Pero la joven no le escuchaba. Sentía tanto dolor en su interior que su don estaba bloqueado.
De pronto Oliver vio como alguien se acercaba a Jezabel y le gritaba en el oído. Era Elizabeth, el fantasma de Elizabeth.

Oliver: No se lo tengas en cuenta, está sufriendo y eso le ciega, no es culpa suya. Además, no suelen permitir comunicación con nuestros seres queridos hasta que estos han comenzado a superar nuestra pérdida.

Mantuvieron una conversación hasta que Eli descubrió que no eran los únicos que rondaban a su hermana. El vampiro que había matado a Elizabeth estaba observando a Jezabel. No permitiría que sucediese lo mismo otra vez y cuando iba a acercarse al vampiro, Jezabel se levantó y se marchó, arrastrando a Eli con ella.

Oliver regresó a la tumba de su mujer. Al ser un fantasma no hacía otra cosa más que visitar aquella tumba o seguir a la joven bruja que le ayudaría a liberarse de toda carga para poder cruzar al otro lado, pero nunca era el momento adecuado.

Oliver: Otra vez solos Marta. Lo sé, tengo que irme, pero debo despedirme de nuestra hija. Llevábamos mucho tiempo sin hablarnos y se culpa por ello. Necesito decirle que somos igual de testarudos y que no fue solo culpa suya, que yo también tuve lo mío.

De pronto se escucharon gritos y un aullido. Oliver se giró a tiempo de ver como un lobo se lanzaba sobre un joven y una chica salía a correr siguiendo a un fantasma. No podía dar crédito a lo que veía.

Oliver: Un vampiro, un hombre-lobo, un fantasma y una bruja. Si no lo veo no lo creo, Marta. Menos mal que estoy muerto, la vida cada día que pasa se vuelve más complicada.

Cuando reconoció a la bruja se dio cuenta que su billete para el más allá estaba en serios apuros, por lo que decidió intervenir. Siguió a la joven hasta una cripta en donde encontró a Elizabeth.

Oliver: ¿Qué sucede?
Eli: Hola, me alegro de verle. Mi hermana está en apuros, el vampiro que me mató viene por ella.
Oliver: No temas, nosotros ya estamos muertos. Lanza todas las piedras que puedas contra el vampiro en cuanto aparezca.
Eli: ¿Cómo?
Oliver: Los espíritus somos energía pura. Tan solo debes canalizar tu energía y enfocarla en un objeto a la vez que visualizas dónde debería estar dicho objeto. Prueba.

El vampiro apareció y se lanzó a por Jezabel que estaba metida en un ataúd. Cuando estaba a punto de morderla en el cuello, comenzaron a llover del techo un montón de piedras. Jezabel se soltó aprovechando el desconcierto del vampiro y se dispuso a salir de la cripta corriendo con todas sus fuerza, pero entonces, sin darse apenas cuenta, se encontró cara a cara con un inmenso lobo gris de dientes afilados y cuyos ojos miraban justamente detrás de ella. Jezabel vio como el lobo se le abalanzaba y cerró los ojos creyendo que así su muerte sería más rápida e indolora. ¿Sería su final? ¿Quién vengaría a su hermana ahora?

CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario