miércoles, 2 de octubre de 2013

Soñando con él. 3º Capítulo



Becky estaba terminando de arreglarse, ya había firmado los papeles del alta y quería darse prisa en abandonar el hospital, antes que la muerte la encontrase, aunque… supongo que no se puede escapar de la muerte.
Jeremy: ¿Ya estás lista? Siento el retraso, pero como te dije antes, llevo un tiempo en que no soy el mismo.
Becky: ¡Qué susto! La próxima vez avísame. No ví por donde llegastes.
Jeremy: Soy una parca, las paredes para mí no son un problema.
Becky: Pues si quieres que te trate, vas a tener que pedir cita como el resto de los mortales.
Jeremy: Lo sé. Por eso ya he pedido cita a tu secretaria para primera hora. ¿Te acerco?
Becky: Si no es mucha molestia, te lo agradecería, mi coche aún sigue en el río.
Jeremy: Acércate.
Becky: ¿Para qué?
Jeremy: ¿No creerás que vamos a ir en coche, verdad? ¿Sábes los accidentes que hay a lo largo del año? Ya te he salvado de uno, mejor no arriesgarnos tan pronto.
Becky: ¿Entonces…cómo?
Jeremy le cogió la mano, se la besó y la atrajo hacia él. De pronto estaban abrazados y las ventanas de la habitación se abrieron de golpe, una brisa otoñal entró por las ventanas y los envolvió un tornado, hasta que desaparecieron por completo. En un abrir y cerrar de ojos se encontraban en la consulta, fuera, para no levantar sospechas. Al tocar suelo firme Becky perdió el equilibrio y cayó de espaldas, por suerte Jeremy la sostuvo a tiempo. Se miraron a los ojos y mientras Becky vislumbraba una sombra negra que se movía en los ojos verdes de Jeremy, creyó ver como esa sombra se transformaba en un nombre y después otro, así sucesivamente. No podía ser cierto. De pronto la puerta se abrió y la secretaria de Becky salió, escoba en mano.
Paula: ¡Oh, Doctora! Que pronto ha llegado. Buenos días. ¿Qué le ha pasado?
Becky: Tropecé, aun estoy algo torpe por la conmoción. Gracias a que nuestro primer paciente es puntual y me sostuvo.
Paula: Es cierto, estará agotada de pasar la noche en el hospital, por ello le he reducido al mínimo las visitas de hoy y tiene su infusión en el despacho, junto a muchos ramos de flores, no han dejado de llegar en todo el día. Son preciosos, aunque sin tarjeta.
Becky: Gracias Paula, ya estoy mucho mejor. Me cuidas muy bien. Empecemos, que así podremos irnos antes a casa.
Entraron en el despacho, mientras Paula barría la entrada.
Jeremy: Bueno, ¿me vas a ayudar?
Becky: Sí, pero no sé como.
Jeremy: Tu eres la experta.
Becky: Veamos. ¿Desde cuando has notado el cambio en tu conducta?
Jeremy: Desde hace un par de semanas. Siempre he tenido mis dudas, pero hace una par de semanas me lo comencé a replantear todo, cosa que antes no hacía.
Becky: Replanteártelo ¿en qué sentido?
Jeremy: Sobre todo la lista. ¿Porqué éste tiene que ir antes que aquél o porqué si estoy en una punta, me toca encargarme de alguién que está a 10.000 kilómetros? ¿Es que no hay otra parca más cerca? Pero sobre todo, porque no se me permite tener relación alguna con los humanos.
Becky: Puede ser, porque el día en que ese humano que forma parte de tu vida, aprezca en tu lista, te cree un conflicto de valores y no puedas llevar a cabo tu trabajo. ¿No has pensado en ello?
Jeremy: Lo he pensado. Pero podía aparecer en la lista de otra parca, no solo en la mía.
Becky: ¿Y cómo te sentaría?
Jeremy: La verdad…. Es que mal, muy mal. No quiero implicarme con nadie por eso, pero no lo puedo evitar, no se porqué, pero hace dos semanas que estoy así. No sé a que se debe.
Becky: Podemos intentar algo, una regresión.
Jeremy: ¿Hipnosis? Soy la muerte, no creo que eso funcione conmigo.
Becky: Por intentarlo no perdemos nada. ¿Te parece bien …. La semana que viene?

RINGGGGGGG

Jeremy: Aquí estaré.


Continuará...








sábado, 20 de abril de 2013

Soñando con el. Capítulo 2º


No podía dejar de pensar en lo acontecido en su consulta. Ese chico que aparecía cada noche en sus sueños, era real. Había escuchado con atención la historia que el le había contado, tan surrealista como interesante. 
Iba conduciendo por la autopista, era noche cerrada cuando comenzó a llover y no lo vio venir, un coche con los faros apagados se precipitó contra ella, obligando a que diera un volantazo. El coche se descontroló por culpa de la lluvia y quedó suspendido en el puente. Al chocar contra las protecciones, Becky se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento. Notó como caía al vacío, como el agua fría le helaba la sangre y le inundaba los pulmones. Un brazo fuerte y firme la sostuvo y de pronto, un dulce calor le recorrió los labios y la invadió por completo.
Despertó a la mañana siguiente, estaba en el hospital, la enfermera le estaba tomando la temperatura.

Enfermera: Buenos días, no se preocupe, está usted en el hospital. 
Becky: ¿Estoy grave?
Enfermera: Enseguida vendrá el médico a hablar con usted.

La enfermera salió y al poco entró un hombre de mediana edad y pelo canoso.

Médico: Buenos días, señorita. ¿Qué tal se encuentra hoy?
Becky: Un poco dolorida. ¿Qué ha pasado?
Médico: Tuvo usted un accidente, un joven la rescató del río y la trajo hasta aquí, le debe usted la vida. Tiene un par de contusiones, nada que las medicinas y unos cuantos días de descanso, no puedan remediar. 
Becky: ¿Quién dice que me trajo hasta aquí? Me gustaría darle las gracias.
Médico: Creo que está en la máquina del café. Ha pasado toda la noche aquí, no se ha movido de su lado ni un momento.

El médico se marchó y apareció el, con cara de asombro.

Jeremy: Tenemos que dejar de vernos así. ¿Qué tal estás? (Con una sonrisa)
Becky: ¿Tú?
Jeremy: Un simple gracias estaría bien.
Becky: ¿Pero, como?
Jeremy: Creo que lo sabes. No soy un simple paciente más, me pareció una buena idea lo de presentarme de esa forma ante tí, en mi siguiente sesión te iba a contar la verdad, pero decidiste darte un baño antes de tiempo y tuve que anticiparlo.
Becky: ¿Pero quién eres en realidad? ¿Lo del estrés laboral es mentira, verdad? Ya se me hacía a mí, demasiado raro todo eso.
Jeremy: En realidad si tengo estrés laboral, pero no soy abogado, sino una parca.
Becky: ¿Y eso que es?
Jeremy: La muerte, bueno, una de ellas.
Becky: Creo que el golpe en la cabeza fue más fuerte de lo que dijo el doctor.
Jeremy: No te pasa nada en la cabeza, has escuchado bien.
Becky: Entonces, ¿vienes a llevarme contigo?
Jeremy: Aún no, pero necesito ayuda y creo que tú puedes ayudarme.
Becky: ¿Yo? 
Jeremy: Creo que estoy sufriendo una crisis. Tengo que cumplir con mi trabajo, pero últimamente me afecta más de lo debido. Hagamos una cosa, descansa, esta tarde te darán el alta y después hablaremos. Iré a trabajar, no te vayas sin mi.

Salió por la puerta y Becky se quedó tumbada mirando al techo. No podía ser cierto, la muerte le había salvado la vida. ¿Y tenía que tratarle? Si lo conseguía, sería la mejor psicóloga de la historia, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.


Continuará...

jueves, 28 de febrero de 2013

Soñando con él. Capítulo 1º

Bajó las escaleras del chalet a toda prisa, pasó por la cocina, recogió un par de galletas de la alacena y salió volando por la puerta de su casa (no literalmente, claro). Llegaba tarde, como siempre. Esa noche había vuelto a soñar con él. No sabía quien era, ni porqué aparecía cada noche en sus sueños, tan solo ansiaba la llegada de la noche, para volver a ver esos ojos verdes esmeralda que la transportaban a otro mundo.
Llegó al trabajo con la hora justa, se cambió y lo preparó todo para la consulta. El primer paciente era muy puntual, era un obseso compulsivo del orden y le vendría bien que fuese su primer paciente de la mañana, tenía la manía de hablar y no escuchar a nadie, por lo que Becky podría abstraerse y pensar en él.
Mientras Roger hablaba de la forma más idónea para evitar la entrada de gérmenes en una casa (ya era la 4ª vez esa semana), Becky recordó su sueño.
Se encontraba en un lugar oscuro, sentía como el frío le erizaba el vello y como el miedo se apoderaba de ella. De pronto una luz se vislumbró al fondo del interminable pasillo donde se encontraba, se dirigió corriendo hacia ese lugar y entró en una estancia alumbrada por velas rojas colocadas sobre una mesa repleta de pétalos de rosas rojas, vestida con un mantel negro de seda y dos copas de cristal de murano color ambarino repletas de un líquido rojizo, que no podía distinguir.
Al lado de la mesa estaba él, con los ojos verdes más penetrantes que jamás había visto y una dentadura impecable. Se encontraba de pie, vestido con un traje hecho a medida y con una rosa roja recién cortada en las manos.
No podía apartar la vista de él. Le tendió una de las copas y Becky la cogió con las manos temblorosas. Al mirar el fondo de la copa, se dio cuenta que el líquido que contenía era sangre. Le miró, él la sonrió y ella despertó de su sueño. ¿El despertador? No, el timbre que indicaba el final de la sesión de Roger.
Ambos se despidieron hasta la próxima semana. Y Becky se preparó para recibir a un nuevo paciente. Con los nuevos pacientes se reservaba más tiempo, por lo que esta vez debería estar atenta y hacer sus anotaciones de costumbre. Problema, posible causa y posible tratamiento a seguir. Es la primera sesión, tampoco se pueden hacer milagros.

Becky: Entre, por favor.

La puerta se abrió y allí estaba él. No podía ser el mismo, pero lo era, esos ojos eran inconfundibles. Sonrió y se presentó.

Jeremy: Buenos días doctora. ¿Ha dormido bien esta noche? (Con una pícara sonrisa asomando a los labios).


Continuará...



lunes, 7 de enero de 2013

Soñando en otra vida

Este cuento, lo hice el año pasado para una compañera de clase y amiga, a la que quiero un montón; y como le gustó mucho el cuento, lo cuelgo aquí para que lo veáis y así de paso, le doy su copia que siempre se me olvidaba pasar a limpio jejeje.

Era de noche y Carla estaba sentada en su habitación, intentando estudiar, pero era tarde y estaba cansada, por lo que se quedó dormida encima de su escritorio.
De pronto, una intensa luz entró por la ventana y la despertó. Delante de ella, apareció un chico de piel igual al marfil, cabello de ébano y ojos color rubí. De su espalda, surgieron dos majestuosas alas, del color de la sangre, de las cuales emanaba una luz tan cegadora, que le hizo cerrar los ojos un instante. Cuando los abrió, intentó salir corriendo hasta la puerta de su habitación, pero no pudo dar más de dos pasos, estaba anclada al suelo y no podía moverse.
El chico se acercó a ella, le colocó la mano derecha encima de la frente, Carla intentó apartarse, pero no pudo y en ese mismo instante, todo se nubló y calló al suelo de bruces mientras se le cerraban los ojos. Lo último que vio fueron los ojos color rubí clavándosele en el alma.
Se despertó en una sala oscura, apenas iluminada por la tenue luz de una chimenea de piedra negra con relieves de figuras grotescas, que parecían salir de forma desesperada de la piedra. Se encontraba recostada en un viejo diván de color carmesí. Al fondo de la sala, pudo ver una sombra reflejada por la luz de la chimenea. Aquél chico se acercó, hasta que pudo ver de cerca sus facciones, era el mismo chico que la había dejado fuera de combate en su habitación. Instintivamente, se hizo un ovillo en el diván, él se sentó a su lado y le cogió la mano, mientras le susurraba con dulzura.

Samael: Me llamo Samael y llevo mucho tiempo buscándote.

Carla se quedó boquiabierta, el mismísimo Satanás la había estado buscando. Pero...¿para qué?
De repente, la miró fijamente a los ojos y sintió como una cálida brisa los envolvía. Se adentró poco a poco en sus ojos, era una imágen de ella misma, estaba vestida con un traje negro de seda y sobre su cabeza, revoloteaban cientos de cuervos. Estaba sentada a la mesa con él y parecía muy felíz. Una puerta se abrió de golpe y vio como unas bestias la llevaban lejos, a la fuerza, notaba en los ojos de Samael la desesperación, la impotencia no poder hacer nada para que no la apartaran de su lado y antes de ver como se cerraban las puertas a su paso y de volver en sí, lo vio, una lágrima asomando por los ojos rojos, encendidos por la ira, de su amado demonio.
La brisa volvió y Carla regresó en sí. Recordó su vida juntos y todo lo que habían vivido desde que se enamoraron. Se echó a llorar y se arrojó en sus brazos, pero cuando estaban a punto de tocarse, se despertó. ¿Había sido un sueño? Estaba en su habitación, sentada frente al escritorio repleto de libros, habría sido un sueño. De pronto, notó que sujetaba algo en su mano, se miró y una sonrisa asomó en sus labios al ver la rosa negra que en ella sostenía.

FIN