Abrió los ojos de golpe, mientras su primera bocanada de
aire en años le inundaba los pulmones. Se sentía confusa y tenía náuseas, pero
aquellos síntomas eran de lo más normal. Sobre todo, después de llevar varios
años metida en una cápsula espacial.
Salió con cuidado de aquél minúsculo habitáculo, y se
encaminó hacia su taquilla, donde elegiría algo decente que ponerse antes de
enfrentarse de nuevo a los convencionalismos sociales.
Al mirarse en el espejo del cuarto de baño, y tras una ducha
con la que seguramente había soñado varias veces en aquél estado de letargo,
intentó ver si su rostro se había modificado con el paso del tiempo, pero no,
seguía teniendo la piel tan tersa como el primer día que se fue a dormir.
¿Cuánto tiempo habría pasado esta vez? ¿Dónde se encontrarían en ese momento?
Como bien sabemos, los viajes por el espacio pueden llegar a
ser un tanto confusos. Un día te marchas al trabajo y al volver a casa, todo lo
que conocías, y todos a los que querías, ya no están.
Alicia estaba sola en el oscuro y frío Universo, y al igual
que su tocaya en el cuento de Lewis Carroll, había seguido a un estúpido conejo
blanco hasta su madriguera, lo que había puesto su mundo patas arriba. Pero en
resumen, estaba sin Almirante (su conejo blanco), sin hogar y en una nave a miles de kilómetros de
ninguna parte. ¿Qué más le podría pasar?
Tras salir de su habitación, recorrió los pasillos de aquél
lugar, mientras escuchaba por los altavoces al comandante dando los buenos días
a su tripulación. Al parecer, estaban a punto de llegar a su destino, un
pequeño planeta a unos 40 millones de años luz de la Tierra, y el que a
partir de ese momento, se convertiría en su nueva residencia. Alicia sería una
de las primeras colonizadoras de aquél hermoso planeta del que apenas había
visto un par de fotos tomadas por satélite y en el que, al tener unas condiciones
semejantes a las de la Tierra, podrían vivir sin problemas.
Sayari era el nombre que su descubridor le había puesto y,
aunque era un nombre bonito, tampoco es que aquél hombre se hubiese estrujado
mucho la sesera para escogerlo. Sayari en suajili, significa eso mismo, “Planeta”,
por lo que Alicia viviría a partir de ahora en un planeta llamado Planeta, cosa
bastante inverosímil, pero resulta irrelevante para la historia, por lo que, continuemos.
Entró en el comedor que estaba a rebosar de gente y se
acercó a la máquina/ordenador, donde encargaría su primera comida desde hacía
tanto tiempo. Observó aquél artilugio y acercó el código de barras, que tenía
tatuado en su muñeca derecha, hasta una luz roja de un lector de códigos.
Segundos más tarde, una compuerta cercana se abrió y Alicia sacó una bandeja
repleta de comida, por la cual se le hizo la boca agua. Todo lo que había
querido comer en aquél momento se encontraba en aquella bandeja reciclable. Una
ensalada de frutos rojos y queso de cabra con nueces, pan recién hecho libre de
alérgenos y un Smoothie de frutas del bosque bien fresquito. Recogió su bandeja
y abandonó la cola, ahora solo tenía que encontrar un hueco donde sentarse a
degustar aquél delicioso manjar, pero las mesas estaban a rebosar. De repente, una voz varonil a su espalda, la sacó de su ensoñación.
-Disculpa, si quieres podemos sentarnos juntos.- Le dijo un
apuesto joven, mientras le señalaba dos sitios libres que acababa de reservar.
-No quiero quitarle el sitio a tu novia.- Dijo Alicia un
poco contrariada.
-No, no tengo novia. Estoy solo, al igual que tú en este
viaje. Reservé dos sitios por si conocía a alguien durante el trayecto, no me
gusta comer solo o con gente rara, y por lo que he podido observar en esta
nave, hay demasiado cerebrito por ahí suelto. ¿Por qué estás tú aquí?- Le preguntó el joven.
-Soy uno de esos cerebritos con los que no quieres juntarte.
Me llamo Alicia y soy una de las psicólogas que mandan para evitar que cunda el
pánico en el Nuevo Mundo.- Contestó Alicia un poco molesta por sentirse
menospreciada.
-Lo siento, estaba de broma. Me llamo Álex y también soy un
cerebrito. No solo soy ingeniero aeroespacial, sino que también tengo un máster
en biología extraterrestre. Encantado de conocerte, Alicia. ¿Comemos juntos?-
Le pidió amablemente Álex a su nueva amiga.
-Claro, no veo por qué no.- Contestó Alicia
entre risas.
Tras sentarse y empezar a degustar sus platos, Alicia decidió
romper el silencio incómodo que se había instaurado entre los dos.
-¿Qué tal es la carne sintética?- Preguntó Alicia al
observar el gran filete sintético que su compañero estaba degustando a dos
carrillos.
-¿Quieres probarlo? Está bastante bueno.- Contestó Álex.
-No, gracias. Soy vegetariana. No entiendo cómo puedes comer
carne que en realidad no es carne. Me resulta demasiado extraño.- Comentó
Alicia.
-Lo sé. Desde la prohibición del consumo de animales y la
creación de estos sucedáneos, intenté volverme vegetariano, pero donde esté un
falso filete que se quite una lechuga real.- Dijo Álex, mientras se metía un
buen trozo de filete en la boca y sonreía.
-Prefiero la comida sana, pero gracias.- Respondió Alicia.
-Bueno, y tan sana que eres. ¿Por qué te embarcaste en una
misión suicida como esta? ¿No hay ningún joven guapo al que dejes atrás en la
Tierra?- Preguntó Álex, intentando parecer indiferente, mientras tomaba otro
bocado de su comida.
-Pues lo había. Me embarqué en esta misión por un joven y
guapo Almirante, pero no salió como yo pensaba.- Contestó Alicia mientras daba vueltas a su comida con el
tenedor en el plato.
-¿Y dónde está ese joven Almirante?- Preguntó Álex.
-¿Nadie te ha dicho que preguntas demasiado? No lo sé… Supongo
que estará en la Tierra, ligándose a otra insensata y haciéndola creer que es
el amor de su vida, para después mandarla lejos y hacer que embarque en alguna loca misión como esta. Supuestamente íbamos a viajar juntos, pero qué
casualidad que no quedaban más plazas en este crucero.- Dijo Alicia con una
falsa media sonrisa.
-Vaya, lo siento. Si te sirve de consuelo, la Tierra tiene
los días contados, por eso nos mandan a colonizar otros planetas.- Añadió Alex.
-¿Qué me estás contando? No puede ser, habrían avisado, dado
la alarma global.- Dijo Alicia algo contrariada.
-Lo sé de buena tinta. El sol lanzó su última llamarada,
poco antes de embarcar nosotros. A estas horas, la Tierra estará sumida en la completa
oscuridad y cubierta de hielo. Nuestro
grupo no es el único que ha partido para intentar colonizar otros planetas. Los
que hayan podido sobrevivir en la Tierra, tendrán que vivir en las
profundidades de la misma durante mucho tiempo, hasta que puedan encontrar una
solución al respecto o viajar a otros lugares, como nosotros. Después de todo,
tendrías que estar agradecida a ese mal nacido, por haberte dado un billete en
esta nave sin retorno.- Concluyó Álex.
Alicia estaba perpleja. Aquél joven Almirante le había
cedido su sitio en la nave y aun así, ella le estaba poniendo a parir.
Seguramente, si él le hubiese dicho que la amaba y que no podrían viajar juntos,
ella se habría quedado con él y hubiesen muerto los dos. Porque seamos claros,
ante una situación semejante, los únicos que ocuparían un puesto en el “Arca de
la Salvación”, serían los ricos y poderosos. Un simple Almirante y su novia
psicóloga, no hubiesen tenido muchas oportunidades en un mundo apocalíptico.
Tras un largo e incómodo silencio, terminaron de comer.
-Bueno, ¿y ahora qué tienes pensado hacer? Podemos ir a …-
Dijo Álex, hasta que se vio interrumpido.
-¿Por qué estás tú aquí?- Preguntó Alicia.
-¿Yo? Pues verás. Soy un experto en varios campos, me
propusieron el trabajito y no me lo pensé dos veces, acepté
encantado. He de reconocer que saber que el mundo se iba por el retrete fue un
gran motivador. ¿Por qué lo preguntas?- Quiso saber Álex.
-Yo no tenía a nadie en la Tierra, pero tú…- Preguntó
Alicia.
-Ya somos dos. Me crié en un orfanato, al igual que tú. Sí,
lo siento, soy muy curioso y mi cápsula se abrió antes de tiempo, así que… tuve
un par de días para hackear los ordenadores y mirar los historiales de la
mayoría de los personajes que ves por aquí. Lo siento de verdad, pero me aburría muchísimo.-
Se disculpó el joven.
- ¿También sabes de ordenadores? Vaya, eres todo un
descubrimiento.- Dijo Alicia entre risas.
-¿Después de lo que te he contado lo que más te ha llamado
la atención es eso? Pensaba que te picaría la curiosidad o me montarías una
escenita por invadir el espacio personal de todo ser vivo que habita esta nave.
Me sorprendes gratamente.- Dijo Álex levantando los pulgares hacia arriba.
-Si después de leer mi historial sigues queriendo sentarte a
comer conmigo, eso no puedo desaprovecharlo.- Añadió Alicia.
-Cierto, hay algo que vi en tu historia que me llamó mucho
la atención y no sabía cómo sacarte el tema, pero ahora que lo mencionas… Había
muchas partes de tu informe que estaban cifradas y no pude descifrar. ¿Por
qué?- Preguntó Álex totalmente intrigado.
-¿Cifradas? ¿De qué demonios hablas? Yo me refería a cosas
como que soy propensa a los desastres o cosas así. Una vez iba caminando y me
distraje tanto que me equivoqué de autobús y acabé en la otra punta de la
ciudad sin darme cuenta. ¿Por qué iba a estar cifrado mi expediente?- Comentó
Alicia totalmente preocupada.
-No lo sé, pero si necesitas ayuda para averiguarlo, cuenta
conmigo. Creo que el viaje se va poniendo interesante por momentos.- Dijo Álex
entusiasmado.
-Dalo por hecho.- Sentenció Alicia, decidida a descubrir la verdad sobre quién era ella.
Continuará...
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