El sol comenzaba a desperezarse cuando Álex y Luna
continuaron su viaje, había llegado la hora de retomar la búsqueda del espejo
mágico y terminar con todo aquello. De repente, escucharon el graznido de un
pájaro que les resultaba familiar. Al mirar hacia las copas de los árboles,
divisaron al cuervo de ojos rojos en que se había convertido el “Destripador”, que permanecía impasible sobre una de las ramas de un árbol cercano. Luna comenzó a gruñir mientras se preparaba para lanzar su ataque más mortífero y derribarle
de un salto. Por fin había llegado el esperado momento. ¿Sería capaz de saltar
tan alto? La verdad es que tampoco se lo había planteado, tan solo quería
hincar sus afilados dientes en el cuello del animal y degollarle hasta morir. Entonces Álex se percató
que una luz fija y brillante le deslumbraba.
-¿Qué demonios es eso?- Dijo Álex intrigado,
mientras se interponía entre Luna y el cuervo, evitando así que la loba se
preparase unos jugosos fingers de pollo con el “Destripador”.
Luna se quedó mirando al espejo anonadada. Al otro
lado se podía ver la tienda por la que la joven y el asesino habían entrado a
ese disparatado mundo, donde nada es lo que parece ser y donde todo está del revés.
Pero puede que aquél lugar no fuese el infierno que parecía ser al compararlo con el mundo del que provenía la joven
policía, había algo que la retenía y le impedía cruzar aquél umbral, algo
que...
……………………………..
-Luna, ¿estás bien? ¿Qué haces recogiendo tus cosas?
Ya te dije que estás en activo nuevamente, la investigación se ha cerrado y los
de asuntos internos ya no tienen nada contra ti. Eso hay que celebrarlo,
pequeña.- Dijo el jefe de policía al ver a Luna recogiendo las cosas de su
escritorio y meterlas en una caja de cartón.
-Gracias jefe, pero no puedo más. Me he dado cuenta
que necesito tiempo para mí, estos días fuera de servicio me han demostrado que
no estoy hecha para este trabajo.- Respondió la joven policía, mientras cogía
una hoja de papel que tenía encima de su escritorio y se la tendía a su jefe.
-¿Renuncias? Eres mi mejor agente, no pienso dejar
que renuncies. Sé que lo has pasado muy mal, tienes estrés post traumático, es
normal que pienses en tirar la toalla, pero aquí estoy yo para evitarlo.- Dijo
el jefe mientras rompía la carta de renuncia y le proponía a Luna una opción mejor.
- ¿Qué te parece una excedencia? Creo que podré
arreglarlo sin problemas. Tómate unos meses, un año, lo que necesites. Y si
después de ese tiempo te das cuenta que tu sitio está aquí, con nosotros, para entonces tu
placa y tu puesto seguirán aquí, esperándote. ¿Qué me dices?- Añadió el jefe.
Luna no dijo nada, sonrió dulcemente, recogió la caja con sus cosas y le dio a su jefe un beso en la mejilla a modo de despedida. Después salió por la puerta de la
comisaría, mientras sus compañeros observaban cómo su estela se desvanecía poco a poco.
Estaba claro que todo le recordaba a Álex, el caso del “Destripador" cerrado,
que había guardado en un cajón de su mesa en la comisaría, aquél escritorio vacío frente al
suyo, perteneciente a su compañero caído y la tienda de espejos por la que pasaba cada día para ir a trabajar. Esa tienda...
Metió las cosas en el maletero de su coche y cerró
con llave. Tenía ganas de pasear por las calles de Madrid, y por una vez en la
vida, sin prisas. Caminó y caminó con la mirada perdida en el horizonte, hasta
que de pronto se paró sin saber por qué frente a un lugar que reconoció al instante, era la tienda de espejos que había cambiado su vida
por completo. Permaneció allí parada un buen rato, hasta que se armó de valor
y por fin entró a aquél lugar que le traía tantísimos recuerdos. Para su sorpresa, la tienda permanecía vacía, como siempre, algo que le resultó demasiado peculiar. ¿Dónde
se habría metido el vendedor?
Se abrió camino hasta llegar al espejo por el cual días antes había viajado a otro mundo y puso la mano en él, tocando el cristal.
-Álex…- Dijo Luna con lágrimas en los ojos, mientras recordaba los últimos momentos que habían pasado juntos.
FLASHBACK
Allí, en aquél bosque, delante de aquél espejo
mágico se encontraban Álex, Luna y el “Destripador”. El joven bombero sabía que
si su “otro yo” y él se llegaban a tocar, se fusionarían, y de ese modo Luna
jamás regresaría ni a su mundo, ni a su cuerpo real. Solo puede haber una copia
en cada mundo, habían sido las palabras que la bruja les había dicho y que Álex había grabado a fuego en su memoria. Si Luna se quedaba con él, permanecería como loba en
ese mundo, y el “Destripador” seguiría siendo un cuervo hasta el fin de sus
días. En cambio, si Luna cruzaba el espejo y regresaba a su mundo con el
asesino, jamás podrían volver a verse, aunque de ese modo ella lograría lo que más deseaba, su venganza.
Álex sabía que la decisión estaba en manos de la joven loba y aunque quería lo
mejor para ella, sabía que tomase la decisión que tomase, a él le dolería en lo más
profundo de su alma. ¿Cómo podía haberse enamorado de aquél animal? Sonaba tan
raro solo de pensarlo... Pero así era, en el fondo aquella loba era una mujer de
carne y hueso, y él lo sabía. ¿Sería como la mujer que se le había aparecido en aquél sueño o todo habría sido producto de su imaginación?
Si no cruzaban juntos al otro lado, ninguno de los dos regresaría, así que tenían que dar caza al pájaro y acabar con
aquello cuanto antes. El cuervo comenzó a revolotear por encima del árbol que
sostenía el espejo, ya que sabía que si Luna cruzaba un instante antes que él al otro
lado, cogería la pistola que se habían dejado tirada en el suelo, si es que seguía estando en aquél rincón y estaría acorralado. Solo tenía una
oportunidad y no la pensaba desaprovechar.
La loba pareció sentir un gran pesar en su interior
al tener que decir adiós al extraño bombero que le había robado el corazón, por
lo que se lamentó y acto seguido le lamió la cara a modo de despedida.
El cuervo que veía la escena desde las alturas,
decidió aprovechar que ambos estaban distraídos y se lanzó en picado hacia el
espejo, pero Luna estuvo más ágil y le interceptó en el aire, atrapando al cuervo entre sus dientes y tirándolo al suelo casi inerte.
Entonces Álex se quitó la mochila que llevaba a la espalda y tiró las cosas al suelo, cogió un poco de cinta aislante que había guardado sin saber muy bien por qué y se la puso en el cuello para taponar la herida. Acto seguido, fue a hacer lo mismo con el cuervo mal herido, pero Luna le gruñó e hizo que el joven se apartase rápidamente del cuervo. La loba cogió entre sus dientes al animal que seguía tendido en el suelo que poco a poco se tenía de nieve y sangre y tras echar un último vistazo a esos ojos dulces y profundos, saltó dentro del espejo con el cuervo aún entre sus fauces.
Al llegar al otro lado, ambos habían recuperado su forma
humana. Luna se abalanzó a por el arma que permanecía allí tirada, como si la acabasen
de dejar momentos antes y apuntó al “Destripador”, que permanecía de rodillas
en el suelo con sus manos taponando la herida del cuello.
AHORA
Luna había visto morir allí mismo al “Destripador”, mientras se desangraba, por lo que supuso que su querido Álex también habría muerto. Los de
asuntos internos ya no la habían vuelto a molestar, tras ver el informe del forense, en el que se deducía que el “Destripador”
había muerto desangrado a consecuencia de las heridas producidas por un mordisco de un lobo, el cual le había seccionado la yugular, no tenían nada que recriminarle a la agente. Lo que nadie en la comisaría lograba comprender, era cómo un
lobo les había atacado en pleno centro de Madrid. ¿Dónde estaba el animal? Los
de protección animal llevaban días buscando por los alrededores como locos, pero estaba
claro que jamás lo iban a encontrar.
Cuando Luna se dio cuenta de la hora que era, apartó
la mano del espejo y se dio media vuelta. Tenía que llegar a casa, coger las
maletas y prepararlo todo para aquél viaje sin retorno. No sabía dónde iría,
lo único que tenía claro era que su camino la llevaría lo más lejos posible de aquél lugar, de aquellos
recuerdos, de aquél hombre que jamás de su memoria podría borrar.
Entonces escuchó su nombre en la lejanía. Alguien la
estaba llamando… al otro lado del espejo. Se giró a tiempo de ver cómo Álex
salía del espejo y la abrazaba con fuerza.
-No sabes las ganas que tenía de hacer esto.- Le
dijo el joven bombero a la atónita policía.
-¿Cómo es posible? Estás vivo, en mi mundo y con tu
forma humana.- Preguntó la joven sin salir de su asombro.
- Le estuve dando vueltas cuando te fuiste. Regresé
a casa y mi vecina la bruja me ayudó a curarme, pero no solo eso, también me abrió
los ojos. En ese mundo no quedaba nada para mí, en cambio en este sí, estás tú
y tenía que decirte que te amo con locura. Y sí, digo con locura porque estoy haciendo una estupidez tras otra. Somos de mundos distintos y para colmo, aquí soy el
doble de un asesino muerto. ¿Por qué está muerto, verdad? Si no fuese así, yo no
podría estar aquí en mi forma humana. No sabía qué pasaría al cruzar, pero tenía que
intentarlo, aunque ahora que lo pienso, tendré que tener cuidado para no acabar preso por
equivocación o peor, muerto. Pero tenía que decírtelo, no podía dejar que te fueses para siempre de
mi vida sin saberlo. Te quiero, Luna. Te quiero y te querré siempre, me aceptes
o no.- Confesó por fin Álex, después de tantos rodeos.
Luna estaba tan feliz que no podía ni articular
palabra, por eso puso sus manos en las mejillas de Álex, como él había hecho
al despedirse la vez anterior y le besó. Pero no fue un beso casto y puro
como el que le había dado entre las orejas a la loba en la que ella se había convertido, sino un
beso de película, de esos que te dejan sin respiración y con ganas de parar el mundo. Un beso que no necesita de ninguna otra
explicación, ni motivo, ni razón.
-Tendré que ponerte al día en muchos aspectos, pero
antes tendremos que poner kilómetros de por medio. Como bien has comentado, por
aquí piensan que estás muerto y queremos que lo sigan creyendo. ¿Qué te parece
si cruzamos el charco y nos vamos un tiempo a Méjico? Dicen que en esta época del año está bastante bien.- Dijo Luna con una pícara sonrisa dibujada en su rostro.
-¿Méjico? ¿Qué es eso?- Preguntó Álex intrigado.
-Ya lo verás amor, ya lo verás.- Sentenció Luna
mientras cogía de la mano a Álex y salían de aquella tienda sin mirar atrás.
FIN