domingo, 27 de agosto de 2017

Luces y Sombras. Capítulo 1


Luna llevaba varios días sin dormir, las imágenes de aquél tiroteo no se borrarían jamás de su cabeza. Si tan solo hubiese esperado a los refuerzos, si no hubiese salido corriendo tras aquél ladrón de poca monta, su compañero seguiría vivo.

Jefe de policía: Luna, ya lo sabes. Necesito tu arma y tu placa. La investigación está en curso, por lo que te recomiendo que te tomes unas vacaciones, creo que las necesitas. ¡Demonios! Hasta yo las necesito, no puedo con todo lo que se me viene encima.
Luna: Fue culpa mía, si hubiese esperado un poco más, si no hubiese comprometido la misión por un ladronzuelo… -Dijo colocando su arma y su placa sobre la mesa.-
Jefe de policía: Hacías tu trabajo, no fue culpa tuya y estoy seguro que la investigación lo aclarará todo.
Luna: Pero si no hubiese salido del coche para perseguir al ladrón, nuestra posición no se habría visto comprometida. Quizás el “Destripador” no hubiese descubierto que le estábamos vigilando y ahora Carlos estaría vivo.
Jefe de policía: Sabía que estabais allí, siempre va un paso por delante. ¿Quién te dice que ese ladrón no fue un señuelo para haceros salir? Carlos era tu compañero, pero también era tu superior. Te ordenó que siguieses al ladrón mientras él pedía refuerzos y lo hiciste. No fue culpa tuya que el “Destripador” aprovechase y le volase la tapa de los sesos. Si no te hubieses marchado como te ordenó, muy probablemente ahora tendríamos dos funerales en lugar de uno.
Luna: Pero jefe, yo…
Jefe de policía: Vete a casa, Luna. Descansa. Es una orden.
Luna: No puedo descansar mientras ese cerdo siga ahí fuera, sencillamente no puedo.
Jefe de policía: Recuerda que estás fuera de servicio hasta que asuntos internos termine con la investigación, no hagas ninguna locura que nos conocemos. Serví con tu padre muchos años y era igual que tú y mira lo mal que terminó. No permitiré que el trabajo también acabe contigo, se lo debo.
Luna se levantó, abrió la puerta del despacho y salió mientras le dedicaba una dulce sonrisa a su jefe y padre postizo. Hacía muchos años que sus padres habían muerto en un atraco que salió mal y ella había pasado a cargo de su pariente más cercano, el hermano político de su madre y actual jefe de policía. Era la única familia que le quedaba y la había querido como si fuese su propia hija, aunque… más bien podría decirse que su propio hijo, porque la había asilvestrado un poco más de la cuenta. 
Pasó por su mesa y recogió unas cuantas cosas, mientras el resto de sus compañeros pasaban por su lado y agachaban la mirada. Estaba claro que todo el mundo la culpaba a ella de lo ocurrido, pero nadie se atrevería a decir ni una sola palabra despectiva, por respeto a la ahijada del jefe.
Marc: Luna no te agobies, todo saldrá bien. No les hagas caso, hiciste bien tu trabajo y solo fue mala suerte. –Le dijo uno de sus compañeros y pocos amigos que le quedaban en la comisaría.-
Luna: Gracias Marc, pero eso no fue mala suerte, sino una trampa. Cada día lo tengo más claro, todo fue culpa del “Destripador” y pienso darle caza.
Marc: No hagas locuras, me han pasado a mí el caso. Confía en mí, lo atraparemos.
Luna: Eso espero Marc, eso espero.
Luna salió directamente hacia su coche, que estaba aparcado en una empinada cuesta, un par de calles más abajo. De repente, la pelota que Carlos le había regalado por su viaje a NY, se deslizó de la caja y cayó rodando cuesta abajo, hasta detenerse a los pies de un hombre con un abrigo negro y unas botas militares. Cuando el hombre se agachó a recoger la pelota, Luna pudo reconocer ese pelo alborotado que tantas pesadillas le había causado en los últimos días. El “Destripador”, la miraba fijamente con una media sonrisa en los labios y la pelota de beisbol en una de sus manos. Luna se quedó inmóvil por un instante, observaba cada centímetro de su rostro en la distancia. Al menos les separaban 100 metros, pero podía darle caza si se lo proponía, había sido una de las más rápidas en la academia y estaba dispuesta a intentarlo con todas sus fuerzas. Sin pensárselo dos veces, y sabiéndose desprotegida sin su arma y su placa, dejó caer al suelo la caja con sus pertenencias y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

El “Destripador” parecía darle ventaja, pues no comenzó a correr hasta que Luna casi estaba a su altura. Guardó la pelota en el bolsillo del abrigo y corrió hábilmente sin apenas perder la sonrisa. Luna sabía que era otra de sus trampas, todos los músculos de su cuerpo le gritaban que se detuviese, que diese media vuelta, que no era buena idea enfrentarse a él en esas condiciones, pero el odio que le tenía la cegó por completo y la hizo correr con más intensidad.

Pronto Luna fue ganando terreno y el “Destripador” se dio cuenta de ello, por lo que decidió atajar por un callejón y entrar en una tienda de espejos para tenderla una emboscada. A Luna no le importaba, si quería guerra, ella estaba dispuesta a dársela.
La tienda parecía cerrada, aunque el cartel de la puerta diese la impresión de lo contrario. No había nadie en el mostrador y tampoco parecía que lo hubiese en los alrededores. La campanilla de la entrada echó por tierra el factor sorpresa, pero a Luna no le importaba, el “Destripador” estaba allí, podía notarlo y ella por fin le plantaría cara. Miró a su alrededor, como solía hacer cuando entraba en un lugar nuevo, buscando una salida de emergencia o algo que le llamase la atención y encontró un paraguas con un Lobo blanco en la empuñadura, parecido al colgante de plata que llevaba colgado al cuello. Agarró el paraguas con todas sus fuerzas y se sintió mucho mejor, era un arma un poco pobre si la comparábamos con la clase de monstruo al que se tenía que enfrentar, pero sin su preciada arma de fuego era todo lo que se podía agenciar. 

Entró hasta el mismo centro de la tienda, sintiendo cómo unos ojos la acechaban en la penumbra. De pronto, uno de los espejos cayó a su espalda y se hizo añicos, entonces Luna se giró a tiempo de ver al “Destripador” saltar sobre ella, y comenzaron a rodar por el suelo en un baile de sangre y cristales incrustados. Luna le propinó varios golpes con el mango del paraguas hasta hacerle sangrar por la nariz y el “Destripador” intentó asfixiarla al rodear con sus manos el cuello de la joven, pero Luna se resistió como una campeona y le fue en vano, por lo que se levantó y volvió a cargar contra ella, cuando ésta estuvo a su altura. La embistió con tanta fuerza que terminaron atravesando uno de los espejos más antiguos que había en el lugar y de pronto, algo cambió. Luna se incorporó y notó varias cosas extrañas, en primer lugar, no estaba llena de cristales, como cabía esperar. En segundo lugar, estaba en un bosque, no en una tienda de espejos. Y por último, pero no menos importante, ¿por qué seguía estando casi a ras de suelo si ya se había incorporado?
Intentó mirar sus manos, pero en su lugar encontró un par de patas grandes y blancas. Al bajar la mirada sobre su nariz, notó que ésta se había transformado en un hocico blanco con la trufa negra y unos cuantos bigotes. ¿Qué estaba pasando? ¿Se había convertido en un perro?
Luna: Auuuuuuuuuuu
Vale no, estaba claro que un perro no era, sino un lobo. ¿Dónde estaba el “Destripador”? ¿Y cómo había terminado transformada en una loba? Entonces escuchó un ruido proveniente de la rama de un árbol cercano. Al mirar hacia arriba, tuvo tiempo de ver cómo un cuervo negro de ojos rojos, echaba a volar hacia la espesura del bosque y le ganaba terreno. Entonces lo supo, el “Destripador” se le volvía a escapar. Comenzó a correr velozmente por entre los árboles, esquivando los grandes troncos sin apenas despeinarse. Se sentí fuerte y ágil en su nuevo cuerpo y aquello le empezaba a gustar. ¿Pero qué estaba diciendo? No podía perder al cuervo, tenía que….
.........................CRASHHH.......................

Se notaba dolorida, muy dolorida. Estaba tendida sobre una carretera y no podía moverse. ¿Qué desalmado la había atropellado? Escuchó la voz dulce de un hombre, que preocupado por ella se acercó y la cargó entre sus brazos, prometiendo que pronto estaría a salvo y volvería a correr por los prados. Pudo ver la insignia del uniforme que llevaba puesto aquél hombre, al parecer era un bombero de algún lugar cercano, pero no pudo reconocer el nombre que tenía grabado, así que miró más arriba, hacia su cara, ya que su voz le resultaba familiar. Aquél pelo alborotado y aquellos ojos oscuros en los que recientemente algo había cambiado, la hicieron entrar en pánico. Intentaba revolverse mientras aquél hombre la metía en la parte trasera de una ranchera azul, pero tenía tantos dolores que apenas pudo dar batalla antes de perder el conocimiento. ¿Cómo podía estar el “Destripador” en dos sitios al mismo tiempo? Aquello no podía ser real, seguramente estaría muerta en aquella tienda de espejos, el “Destripador” habría acabado con ella y lo estaría soñando. Pero espera un momento, ¿los muertos sueñan?

Continuará…