<<Esta historia se me ocurrió tras leer una de mis sagas predilectas, la saga de Oscuros de Lauren Kate, de la cual por cierto en Diciembre estrenarán la película. Todos hemos soñado con meternos en la historia que estamos leyendo y formar parte de ella, pues esta es la mía. Espero que os guste y que conste que la hice como un agradecimiento a Lauren por su expléndida novela, que por cierto os recomiendo.>>
Cam: La historia,
tras la historia.
Era temprano y hacía frío, pero en el interior de la
estación de metro hacía un calor infernal. Jo estaba esperando como de
costumbre a su compañera y amiga, con la que solía ir a la facultad, siempre y
cuando sus horarios coincidiesen. Se hacía tarde y no llegaba, miró su móvil y
vio un SMS sin leer.
<<Llegaré un poco tarde, espérame>>
Seguro que su amiga había perdido el autobús. Pasados un par
de minutos, la vio aparecer al fondo del pasillo.
Vicky: ¿Qué tal?
Siento llegar tarde.
Jo: Bien ¿y tú?
No pasa nada, para cuando llego tarde yo. Jejeje
Mientras se dirigían a su sitio habitual en el andén a
esperar el metro, hablaron de lo bien que les había ido el fin de semana y de
lo mucho que tendrían que estudiar en breves, pues los exámenes de febrero
estaban a la vuelta de la esquina. Esa misma semana les darían las vacaciones
de Navidad, pero no había que despistarse y mucho menos en la carrera de veterinaria,
donde los temarios son más extensos que leer la Biblia en verso.
El metro paró y las puertas se abrieron. Dejaron salir a la
gente y cuando creían que no salía nadie más, se dispusieron a entrar al vagón
que había parado justo ante ellas. Jo iba en primer lugar y justo cuando se
colaba dentro, alguien salía a toda prisa y se chocaron los hombros al pasar.
Ambos: Lo siento.
(Al unísono)
En ese instante en que los ojos verde esmeralda de él, se
toparon con los ojos color café de ella,
un escalofrío le recorrió la espalda, paralizándola por completo. En un
instante ya no estaba en el vagón, todo
a su alrededor había desaparecido y hacía mucho, mucho calor. Había llamaradas por
todas partes y un suelo de piedra rojiza bajo sus pies. El chico y ella eran
los únicos que se encontraban en ese lugar, pero algo en él había cambiado.
Tenía un pantalón negro de lino y el torso superior desnudo. De su espalda
asomaban dos resplandecientes alas doradas, que lo envolvían todo con una
intensa luz, demasiado embriagadora como para apartar la vista.
De pronto parpadeó y volvía a estar en el vagón, aún notaba
el intenso calor recorriendo todo su cuerpo, estaba sudando e inmovilizada y su
amiga la empujaba para que se adentrase más en el vagón, para no quedar
atrapada por las puertas al cerrarse. Se dio cuenta que el chico estaba al otro
lado del cristal, sin poder apartar sus dulces e intensos ojos de ella .
Vicky: ¿Qué te ha
pasado? Parece que has visto un fantasma.
Jo: No lo sé. Ha
sido raro. Del tipo de cosas en las que no crees, así que dejémoslo pasar.
¿Viste que ojos tenía ese chico? Eran preciosos.
Vicky: No vi
nada. Tan sólo las puertas que se cerraban y tú que me bloqueabas el paso. -Sonriendo
tranquilamente.-
Jo: Lo siento. Me
quedé embobada. ¿No hace calor aquí?
Vicky: Un poco.
Bueno cuéntame qué tal todo. ¿Cómo llevas las clases?
Volvieron a retomar su conversación como si nada hubiese
ocurrido. Jo sabía que algo raro estaba pasando, algo que no podía explicar y
que le quemaba por dentro, pero su amiga seguía tan absorta en su relato como
era habitual. Al llegar a la facultad, se dirigió a clase sin darle más vueltas
al asunto. Tenía pensado ir por la mañana para poder tener más tiempo para
comer y estar con sus amigos en la asociación de tiempo libre de la que era
miembro.
Había sentido durante toda la mañana que alguien la seguía,
pero no pudo ver a nadie, así que supuso que todavía estaba paranoica. Estuvo
pintando y riendo con sus compañeros, después de las clases de la mañana.
Comieron y jugaron a uno de los múltiples juegos que tenían hasta que llegó la
hora de regresar a las aulas. Salió por la puerta junto a dos amigas con las
que compartía la siguiente hora y al mirar a las puertas de salida de la parte
de arriba del pabellón, vio algo o mejor dicho, a alguien encima del pabellón contiguo.
Estaba en cuclillas sobre el tejado y la taladraba con la mirada. Era aquel
chico, el de los ojos color esmeralda con el que se había cruzado en el tren.
Algo la invadió, el mismo escalofrío que sintió al verle por primera vez le
recorrió la espalda y se vio en los brazos de aquel misterioso y apuesto joven,
mientras éste la abrazaba y besaba con desesperación. Volvió en sí, volvía a
estar sudando, agotada y completamente ausente.
Patri: Vamos a
clase, o llegaremos tarde. ¿Estás bien?
Jo: Creo que sí.
Id vosotras, enseguida os alcanzo. Tengo que hacer una cosa antes.
Dejó a sus amigas y salió por las puertas de cristal, miró
al tejado y comprobó que estaba vacío.
Chico misterioso:
Me preguntaba si te atreverías a venir. Dudaba que lo hicieras. Aunque aquí
estás.
Jo: ¿Quién eres?
¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me sigues?
Chico misterioso:
Creo que ya sabes quién soy. Me llamo Cam.
Jo: ¿Cam? -Tras
pensarlo un poco.- No puede ser. Pero eres tan parecido al del libro que si no
fuese imposible, te creería.
Cam: Sí que lo
sabes. Sé reconocer una buena premonición de lejos y tú la has tenido antes,
conmigo.
Jo: ¿Tú eres el
protagonista de uno de mis libros favoritos?
Cam:
Supuestamente soy el antagonista, aunque gracias por el cumplido. Yo le conté
lo ocurrido a la autora, y debo reconocer que hizo un buen trabajo.
Jo: ¿Por qué?
¿Querías tus 15 minutos de fama?
Cam: Tan solo
quería que Luce y Daniel supiesen su historia, la de verdad. Aunque no se
acuerden de nada, porque fue parte del pacto que hicieron con el trono, algo en
su interior les dice que esa historia es la suya y les hace estar más
enamorados que nunca.
Jo: Ya sabía yo
que no eras tan malo. Pero eso no explica, ¿por qué me sigues?
Cam: Lo sabes. Lo
has notado igual que yo. Lo he sentido en las alas al rozarte, esa electricidad
tan irresistible. ¿Me vas a decir que no te has dado cuenta?
Jo: Te recuerdo,
por si no te has dado cuenta, que yo no soy como Luce, no tengo alas.
Cam: Lo sé, pero
eso no quita que no hayas sentido la misma atracción hacia mí, que yo he
sentido hacia a ti. Hacía mucho tiempo que no me pasaba, no desde que Luce
escogió a Daniel.
Jo: ¿Cómo?
Cam: ¿Quieres dar
una vuelta?
Cam le tendió la mano, le puso su mejor sonrisa y clavó su
mirada en ella. Sabía que estaba mal, todo en ella le decía que se diera media
vuelta y volviese a clase, pero no lo pudo evitar, sin darse cuenta había
extendido su mano hacia la suya y se había dejado llevar. Cam la atrajo hacia
él con fuerza, pero a la vez con delicadeza. Jo se vio envuelta en su abrazo,
como había estado anhelando desde hacía tanto tiempo. Sin darse cuenta cerró
los ojos y notó el aliento de Cam en su cuello, mientras le susurraba al oído.
Cam: Agárrate
fuerte. -Y la besó en el cuello dulcemente.-
Se le puso la piel de gallina y un fuego abrasador le
recorrió las entrañas, hasta el punto que la hizo desear que aquél momento no
cesara nunca. Contuvo el aliento al notar un desgarro y un leve batir de ese
par de alas doradas con las que tantas veces había soñado. Notó que sus pies
dejaban de tocar el suelo y se sintió en la gloria. Abrió los ojos y pudo ver
como todo empequeñecía por momentos. Instintivamente se agarró a la cazadora de
cuero de Cam y a sus brazos fuertes y viriles que la sostenían en el aire.
Cam: ¿Tienes
miedo?
Jo: ¿Debería
tenerlo?
Cam se rió, se puso en horizontal y cogió velocidad. Hizo
unos cuantos tirabuzones en el aire y la sujetó tan solo con una mano, al ver
que se tensaba, le apartó el pelo de la cara con la mano libre que le quedaba y
le acarició la mejilla.
Cam: No te
preocupes, no te soltaré. Jamás te dejaré.
Esas palabras estremecieron a Jo. Por una parte le
reconfortó pensar que tendría siempre a su ángel con ella, pero por otra parte
tuvo miedo de lo que eso implicaba. ¿Su ángel? ¿En qué estaba pensando? Agitó
la cabeza, intentando sacar esa idea de su interior y Cam se rió, como si
supiese en lo que ella estaba pensando.
De repente, comenzaron a descender. Estaban en una zona
boscosa, no reconocía exactamente el lugar. Parecían la casa de campo o el
retiro, no estaba del todo segura.
Jo: ¿Dónde estamos?
Cam: ¿Qué más da?
Aquí podemos estar a solas.
Jo se apartó a tiempo de ver como replegaba las alas, pero
no las guardó.
Jo: Son tan
hermosas. Me pasaría el día mirándolas.
Entonces Cam movió una de sus alas hasta ella y le tocó la
mejilla con la punta de una de sus plumas para hacerle cosquillas.
Jo: Que suaves.
Cam: Puedes
tocarlas si quieres.
Jo: Me da cosa.
Cam: Anda, si te
mueres de ganas por hacerlo.
Se acercó hasta que estuvo enfrente de ella. Jo levantó sus
manos y las pasó por los arcos de las alas de Cam, éste se giró y quedó de
espaldas a ella, que seguía acariciando las alas como si estuviese hipnotizada.
Cam: Mmmm. Qué
gustito.
Jo: ¿Qué? Lo
siento. -Y se apartó de él.-
Cam: Jajaja ¿Por
qué? Si estaba muy bien. Por mi podrías continuar.
Jo: Cam. ¿Por qué
yo?
Cam: No lo sé.
Eres tan misteriosa como yo, será que los raritos nos terminamos juntando.
Jo: ¿Yo?
Cam: ¿Eres una
bruja, verdad? Y no lo digo con maldad.
Jo: ¿Cómo…?
Cam: ¿Cómo lo sé?
No todo el mundo tiene premoniciones, y menos de la forma en que las tuviste tú
hoy. Yo también lo vi.
Jo: ¿Qué viste?
Cam: Lo mismo que
tú. Me vi en el infierno, vi como me contemplabas y hace un momento vi que te
arrojabas a mis brazos y nos besábamos como dos enamorados. He de reconocer que
eso me gustó.
Jo: ¿Qué? Bufff
–Sonrojándose por la vergüenza que sintió al darse cuenta de todo aquello.-
Cam: No me eches
la culpa. Eras tú la de la premonición, no yo. Tan solo vi lo que me querías mostrar.
Jo: Pero yo no
hice nada.
Cam:
Conscientemente no. No sé porqué, pero me parece que hay una conexión muy
especial entre tú y yo, y eso me intriga y mucho.
Jo: ¿Y por dónde
empezamos?
Cam: ¿Qué tal por
llevar a cabo tu premonición? -Se acercó, la agarró de la cintura y la atrajo
hasta él. Jo puso su mano tapando la boca de Cam para evitar que éste la
besara, aún no estaba preparada para tanta cercanía con aquél ángel caído.-
Jo: Me refería a
buscar porque tú y yo estamos conectados, no a eso. ¡Guarrete!
Cam: Di lo que
quieras, pero sé que tú también te mueres de ganas por probarlo.
En realidad era cierto, pero no le iba a dar ese gusto a
Cam, de momento no.
Jo: Bueno ¿dónde
estamos? Debo volver a casa, pero antes debo recoger mis cosas, me las dejé en
la facultad.
Cam: ¿Quieres que
te acerque?
Jo: ¿Qué eres, mi
taxista particular?
Cam: Más bien tu
chofer, aunque eso de cobrarte peaje por llevarte de un lado a otro… No suena del
todo mal. Jajaja
Jo: ¡¡¡ERES!!! -A
la vez que levantaba la mano para darle un cachete a Cam en toda la cara, pero
él fue más rápido y le sujetó el brazo mientras se colocaba detrás de ella, la
agarraba de la cintura y echaba a volar entre risas.-
Cam: Encantador,
lo sé. Jajaja
Volaron hasta la facultad, recogieron sus cosas a tiempo,
antes que cerraran hasta el día siguiente y se marcharon surcando los cielos
hasta la casa de Jo. Al llegar al portal, Jo se desprendió del abrazo tan
intenso en que Cam la tenía sumida.
Jo: Bueno gracias
por todo. Pero es hora de irme. Ya nos veremos.
Cam: Espera, se
debe pagar al taxista al terminar la carrera. -La cogió de la cintura, cosa que
la pilló por sorpresa, la atrajo hasta él con delicadeza y la besó.-
Un beso apasionado, intenso, deseado y a la vez temido, un
beso que superaba con creces al de su premonición. Notaba el fuego que le
bajaba por la garganta hasta sus entrañas. Le recorría cada centímetro de su
cuerpo y ya le estaba echando de menos, incluso cuando aún no se había
terminado. Un beso que parecía no tener fin, hasta que algo en ella hizo que se
apartase de golpe. Estaba ardiendo, no literalmente, sino que sentía cómo su
temperatura se había elevado unos cuantos grados. La cintura, donde Cam había
posado sus manos, le ardía y sus labios se habían secado y estaban deshidratados,
como si él hubiese aspirado todo el agua que había en ellos.
Con las mejillas coloradas se apartó, abrió la puerta (cuya
cerradura siempre estaba rota) y se marchó corriendo hasta su casa. No miró atrás
hasta que se halló a salvo en el interior de su hogar. Saludó a sus padres, a
su perro y se fue directamente a su habitación. Estaba roja y sudando, si su
madre la veía así, pensaría que estaba enferma.
Se tumbó en la cama, con su perro en los pies y se dejó
llevar por su imaginación. Recordó el beso, lo que sintió al surcar los cielos
en brazos de aquel demonio. ¿Demonio? Era cierto. Hasta ese momento no había
caído en la cuenta de que Cam era eso, un demonio. Un ángel caído que había
escogido el mal camino. ¿Por qué? Por un desengaño amoroso y por ver como su
mejor amigo, su hermano le daba la espalda por un amor que creía imposible.
Jo: Cam… -Con
pesar.-
Cerró los ojos y se dejó atrapar entre los sueños, hasta que
un par de horas después su madre entró para despertarla, era la hora de cenar.
Por la mañana se despertó y tras la rutina de rigor, se
dispuso a sacar al perro antes de ir a clase. Seguían siempre la misma ruta y
al pasar por la calle desierta cubierta de hojas secas que había cerca de su
casa, notó que no estaba sola, miró hacia arriba y allí estaba él. Se
encontraba en lo alto de un árbol, en la bifurcación en forma de “y” que hacía
el tronco al elevarse. Estaba en cuclillas, al verla dio un salto y descendió
hasta el suelo para colocarse justo frente a ella. El perro ladró asustado, los
pájaros que había en las ramas contiguas a la suya, salieron en estampida. Todo
le daba a entender que no era buena idea volver a verle, pero su cuerpo deseaba
algo que su mente quería evitar a toda costa.
Cam: Buenos días.
Jo: ¿Qué haces
aquí?
Cam: Esperarte.
¿Es tu perro? Qué gracioso. Ya me irá cogiendo cariño, las bestias y yo nos llevamos
bien.
Jo: ¿Qué quieres
Cam?
Cam: Auch. Estás
enfadada, se nota. Lo siento, suelo ser muy impulsivo. Vine para ver si
necesitabas transporte esta mañana. -Guiñándole un ojo.-
Jo: No, gracias.
Cam: No, ahora en
serio. Necesito enseñarte algo. Ayer, tras nuestro pequeño paseo busqué a
Roland y le comenté lo sucedido. Me dijo que le recordaba mucho a una profecía
que había leído hace años mientras buscaba información para ayudar a Daniel. Me
dijo que fuese a verle más tarde. Pensé que te gustaría venir.
Jo: Claro que sí.
Aunque no sé si fiarme de ti, todavía no sé lo qué hacer.
Cam: ¿Qué puedes
perder?
Jo: ¿Mi vida? Y
clases.
Cam: ¿Clases? ¿En
serio? Seguro que no te echaran de menos en un buen rato. Y te prometo que
mientras estés conmigo, nadie te hará daño. No lo permitiré.
Jo: Está bien.
Déjame terminar de pasear al perro y subiré a coger mis cosas.
Cam: ¿Puedo
acompañarte?
Jo: ¿A mi casa?
–Jo comenzó a estresarse al imaginarse a Cam conociendo a sus padres momentos
después.-
Cam: No. A pasear
al perro, después te esperaré en la puerta de tu casa.
Jo: Bueno. Eso
sí.
Cam y ella iban uno al lado del otro, parando cuando el
perro se detenía a hacer sus necesidades o simplemente a rastrear un olor que
le resultaba extraño. En uno de esos instantes en que retomaban el paseo, Cam
le cogió la mano como si fuesen una pareja de enamorados y Jo se tensó.
Cam: ¿Te molesta?
Jo: Ehhhh. No, es
que cada vez que me tocas…… no sé, es como si mi temperatura se descontrolase.
De hecho, lo hace.
Cam: No me lo
puedo creer. Eres muy empática.
Jo: Oyeeee.
Cam: Sientes lo
mismo que siento yo. Es alucinante.
Jo: ¿Entonces siempre
estás pensando en lo mismo?
Cam: Y creo que
tú también. Aunque no lo quieras reconocer. He de reconocer que cuando estoy
contigo, el fuego en mí se acentúa.
Jo: Solo siento
lo que tú sientes por mí a modo de espejo y he de decir que es agotador.
Cam: Si en
realidad no sintieses algo por mí, no estarías aún aquí. Por mucho que
canalices mis emociones, en el fondo tú sientes lo mismo que yo.
Jo: Dejémoslo por
el momento. Eres muy testarudo.
Cam: Creo que
tenemos muchas cosas en común. -Guiñando un ojo y sacándole la lengua.-
Cuando dejaron al perro en casa y recogió sus cosas, para guardar
las apariencias, salieron volando tras procurar que nadie los viese.
Viajaron una hora, que a Jo se le hizo corta, hasta que
llegaron al norte. Allí, cerca de la catedral de Santiago de Compostela estaba
Roland, sentado en una nube cual algodón de azúcar.
Roland: Cam ¿Qué
haces? ¿Cómo la has traído hasta aquí?
Cam: Es su
historia tanto como la mía. Debe saberlo.
Jo: Hola Roland.
Eres justo como te imaginaba.
Roland: Hola.
Vayamos a un lugar más cómodo para hablar. Seguidme.
Aunque pareciese mentira, Jo no conocía otro lugar más agradable
en el que estar que no fuesen los brazos de Cam.
Descendieron en un callejón y se dejaron caer por una
taberna cercana a la plaza. Allí los tres esperaron en una mesa a que el
camarero les atendiese.
Camarero: ¿Qué
van a tomar?
Cam: Cerveza.
Roland: Cerveza.
Jo: Agua.
Cam: ¿En serio?
Jo: Soy una chica
sana.
Camarero: En
seguida.
El camarero se marchó mientras le lanzaba una sonrisa
picarona a Jo, hasta que se vio truncada por la imagen de Cam agarrándole la
mano a la joven y besándole los nudillos. Con el brazo que le quedaba libre, la
atrajo hasta él y con una sonrisa victoriosa que le iluminaba la cara, dejó al
pobre camarero fuera de juego en un instante.
Jo: Eres de lo
que no hay.
Cam: ¿Qué? Se lo
tiene merecido por meterse con mi chica.
Jo: ¿Tu qué? -Apartándose
un poco de él.-
Cam: Jajajaja
Roland: Bueno
chicos. A lo que íbamos. He estado mirando en los archivos de la biblioteca
particular que hay en este lugar. -Señalando a la catedral.-
Jo: Espera un
momento. A lo mejor me estoy perdiendo algo. ¿No se supone que los ángeles
caídos no pueden entrar en un santuario? ¿Y menos vosotros…?
Roland: Ya y
menos nosotros que somos demonios. Lo sé. No he dicho que haya entrado
personalmente, tengo un amigo que me hizo el favor de sacarlos unas cuantas
horas, para dejarme echar un vistazo.
Jo: Ahhh vale. Ya
se me hacía raro.
Roland: Veo que
has leído los libros.
Cam: Sí, ¿y a que
no sabes quién es su “PROTAGONISTA” favorito? ¡YO!
Jo: Creído.
Roland: La verdad
es que no hacéis tan mala pareja.
Jo: Ya claro,
dale más motivos para convertirse en mi sombra.
Roland: Bueno a
lo que iba. Encontré una historia en latín que te paso a traducir. Dice algo
así.
<<Y el ángel caído con el corazón roto, sanará, y sus
alas a un blanco puro retornarán. Él decidirá el rumbo que tomará la batalla,
en sus manos está el destino de todo cuanto ama.>>
Cam: Curioso.
–Asintiendo con la cabeza.-
Roland: También
encontré otro pasaje que dice así.
<<Un amor maldito, dará paso a un amor desembrujado.
Un amor tan fuerte, que decidirá nuestra suerte.>>
Roland: Me
dijiste que era bruja. Puede que vayan por ahí los tiros. Al igual que en la
maldición de Daniel y Luce, hasta que ella no estuvo sin bautizar, no tuvimos
la oportunidad de cambiar la historia. En tu caso, Lilith te maldijo y ahora
encuentras una poderosa bruja que puede terminar con esa maldición.
Jo: ¿Poderosa yo?
Ojalá.
Roland: Lo eres.
Más de lo que crees. Has sido la única, aparte de Luce, en conseguir sacar algo
bueno de este elemento. -Señalando a Cam.-
Cam: Gracias por
la parte que me toca.
Jo: ¿Puedo
haceros una pregunta? ¿Si pudierais regresar al cielo, lo haríais?
Roland: No. Estoy
muy bien como estoy.
Cam: No creo. No
es que esté muy bien como estoy, pero como estaba antes tampoco es que me fuese
mucho mejor. Sigo estando igual de solo.
Jo: ¿Y si Luce te
hubiese escogido a ti? ¿Hubieses elegido estar con ella en lugar de luchar?
Cam: ¿Lo de vivir
una vida mortal junto a Luce? No lo sé. Supongo que en realidad lo que me
gustaba de Luce era el amor incondicional que sentía por Daniel. Si alguien
sintiese es mismo amor por mí, claro que lo dejaría todo, pero eso no me
sucederá jamás. No tengo tanta suerte. Además, ¿cuál sería el castigo por
abandonar a Lucifer? No quiero ni pensarlo.
Jo: Pero, ¿si
alguien hablase con él y le convenciese?
Roland: No le
conoces. No sabes el carácter que se gasta.
Jo: Me lo puedo
imaginar, siendo el jefe de todo mal.
Cam: Incluido yo.
Jo: No te hagas
el mártir que no eres tan malo como quieres hacer creer a todo el mundo. Lo que
eres es un crio. Elegir el mal camino porque una tonta te rompe el corazón o
porque tu amigo te da la espalda. Me decepcionaste en esa parte de la historia,
lo reconozco.
Cam: La línea que
separa el bien del mal es muy delgada, en el fondo sabía que era malo.
Jo: No lo eres.
Todos tenemos una parte mala en nuestro interior, hasta yo la tengo. Es el
equilibrio, el yin y el yan. Los buenos no son tan buenos, ni los malos son tan
malos, eso está sobrevalorado.
Cam: Creo que te
fías demasiado de mí.
Jo: Lo sé. Pero
no me importa. Me guío por mi instinto y créeme, en ocasiones es bastante
bueno.
Roland: No me
parece tan mala idea que hable con él.
Cam: ¡Ni
pensarlo!
Jo: ¿Por qué no?
Cam: No quiero
que se enamore de ti, al igual que hizo con Luce y te arruine la vida. Yo no
soy el único que está harto de ir solo por la vida.
Jo: ¿Por qué se
tendría que enamorar de mí?
Cam: ¿Porque no?
Yo…
Roland: No me lo
puedo creer. Tú…
Cam: No lo digas.
Jo: ¿Me estoy
perdiendo algo? –Bastante desconcertada.-
Roland: Te has
enamorado de ella.
Otra vez el escalofrío, otra vez un cambio de escenario. Se
vio a sí misma en brazos de Cam, sentados juntos a los pies de un viejo árbol,
leyendo historias y riéndose juntos. Vio también a lo lejos una silueta oscura,
los observaba desde una posición alta y privilegiada. La envidia que ese ser sentía
al observar aquella escena, se notaba en el ambiente.
Jo: LUCIFER.
Cam y Roland se miraron y se acercaron más a Jo.
Cam: ¿Qué ha
pasado? ¿Qué ha sido eso?
Jo: ¿No lo has
visto?
Cam: Sí, pero… no
lo entiendo. Tú y yo juntos. ¿Y Lucifer qué pintaba allí?
Roland: Cam, creo
que puede funcionar. Me da a mí que esta chica puede conseguir lo que ningún
otro ser ha conseguido antes. Que Lucifer sienta miedo de alguien.
Cam: ¿De quién?
Jo: De mí.
Roland: Creo que
sí. No sé cómo, pero lo sé. Puede funcionar.
Jo estaba en casa, preparando la mochila para el próximo
día. Necesitaba hacer un hechizo para poder penetrar en el centro de la tierra
sin terminar asada como un pavo y no sabía si funcionaría, pero tanto Cam como
Roland confiaban en ella.
Allí estaba, en el portal de su casa, tan nerviosa como
una colegiala esperando a su cita del baile de fin de curso. ¿Cómo podía estar
enamorada de aquél ángel caído? Hacía poco que le conocía persona, pero había
leído su vida en los libros demasiadas veces. Era como si se conociese desde el
principio de los tiempos.
Cam: ¿Llevas
mucho esperando, princesa?
Allí estaba él. Apoyado en la pared con las piernas y los
brazos cruzados. Parecía llevar un buen tiempo aguardando su llegada.
Jo: ¿De dónde has
salido? No te vi llegar.
Cam: Lo sé.
Estabas demasiado concentrada en algo y no te quise molestar. ¿Nos vamos?
Jo: Sí. ¿A dónde
me llevas?
Cam: Hay una
pequeña isla virgen en el triángulo de las Bermudas. Es la puerta al infierno
más accesible que hay para un mortal como tú.
Jo: ¿Entonces la
gente que ha desaparecido allí durante tanto tiempo, está en el infierno?
Cam: Algunos sí,
otros simplemente se ahogaron.
Jo: ¿Entonces
para que necesitaba los hechizos?
Cam: En la isla
hay un volcán, por él se accede al submundo y de alguna manera tendremos que
salir si la cosa se pone fea, podemos hacerlo por allí.
Jo: No sé si
estoy preparada para tanto. No creo que tenga tanto poder.
Cam: Por favor,
no me digas que estás teniendo una crisis de identidad ahora mismo, no es el
mejor momento.
Jo estaba temblando, Cam le había confiado su vida y ella
iba a conocer a Lucifer. Demasiadas cosas juntas para un mismo día. Cam la
cogió de la cintura y la atrajo hasta él, metió su nariz entre su largo cabello
castaño y la abrazó con fuerza. Comenzó a besarla por el cuello, por la
clavícula, en la mejilla… hasta que ella no pudo resistirse más, le cogió la
cara entre sus manos y le besó con deseo. Comenzó a emanar calor por todo su
cuerpo, incluso una pequeña llama de luz color azul eléctrico, que irradiaba
por cada poro de su piel y la envolvía en una especie de burbuja. Cam se dejó
llevar igual que ella, el fuego que el demonio irradiaba era distinto, de un rojo
tan intenso como la sangre. Ambos fuegos se fundieron en uno solo hasta que la
pintura del techo comenzó a desconcharse del calor y a caer a sus pies,
formando un círculo perfecto a su alrededor.
Cam: Ya es tarde,
debemos irnos.
Jo: Lo sé. Siento
haberme dejado llevar.
Cam: Pues yo no
lo siento, lo estaba deseando desde el primer momento en que te vi. Te quiero,
no lo puedo explicar, pero es cierto. Te necesito junto a mí. Tú me haces
desear ser mejor persona y por ti me enfrentaré al mismísimo Lucifer.
Jo: Cam, yo… Tampoco
lo puedo explicar, pero también te quiero. No sé en qué momento me enamoré de
ti, si al leer los libros mientras te imaginaba surcando los cielos o en el
momento en que nos cruzamos en el metro por primera vez. Siempre supe que era
algo rara y que faltaba algo en mi vida, ahora sé que eras tú, eres mi otra
mitad.
Cam: Tu mitad más
perversa.
Jo: Sí, la mitad
de mí que me hace completa. Sin ti, nada tiene sentido.
Cam: Vámonos,
cuanto antes termine esta locura, antes podremos estar juntos.
Jo: Pero me debes
prometer algo. Que si volvemos, dejarás de fumar. No lo soporto.
Cam: No te
preocupes, por ti lo que sea. Además, ya lo dejé hace tiempo.
Se marcharon surcando las nubes cual algodón de azúcar.
Hacía un poco de frío y en cuanto el cuerpo de Jo se tensó, Cam la abrazó más
fuerte y comenzó a irradiar energía para calentarla.
Jo: Eres como una
estufa. Jejeje
Cam: Me he dado
cuenta que también sabes irradiar energía.
Jo: Me enseñó un
amigo que sabe bastante de estos temas, pero aún me falta entrenamiento. Creo
que le gustaría bastante conocerte.
Cam: Quien sabe,
si salimos de esta puede que te enseñe.
Llegaron al triángulo de las Bermudas, Jo notó una sensación
extraña al entrar y aunque no había límites para la vista, los presintió.
Jo: Ya hemos
llegado.
Cam: Casi, la
isla está tras ese banco de nubes.
Jo: Qué cerca
está del suelo. De ese modo la oculta a la vista de los barcos, pero ¿y los
satélites, cómo es que no la han visto nunca?
Cam: Digamos que
Lucifer es un experto ilusionista.
Al llegar a la isla, Cam descendió en la orilla de la playa,
dejó a Jo en la arena y se tumbó.
Jo: ¿Estás
cansado?
Cam: No. Tan sólo
quería volver a sentir la arena una vez más, por si las moscas. Ven, siéntate
conmigo.
Jo: Paso. Tengo
audiencia y debo ir presentable, no llena de barro.
Cam la enganchó de las manos y la tiró justo encima de él.
Cam: Ven aquí.
Jo no tuvo tiempo de nada. Cam la había apresado entre sus
brazos y la besaba mientras rodaban por la arena.
Jo: Cam, en
serio. Por mí me quedaría aquí contigo toda la vida, pero hay algo que debemos
hacer.
Cam: Lo sé. Pero
tengo miedo por ti. A mí me da igual lo que me pase, pero si llegase a pasarte
algo por mi culpa… yo… no…
Jo: Calla. No
será culpa tuya. Ya lo sabes, soy muy testaruda.
Se encaminaron cogidos de la mano por un arduo sendero
repleto de troncos calcinados. Cuanto más ascendían, más tenebroso se volvía
todo. Al llegar a la cima del volcán, el cielo estaba cubierto por nubarrones
negros y cuervos que revoloteaban de un lado a otro.
Jo: No puedo
decir que esperase un recibimiento, pero esto… no me lo imaginé nunca.
Cam: Aún no has
visto lo peor.
De pronto Cam posó sus pies en el volcán y comenzó a
agrietarse, el calor que emanaba era demasiado intenso y las gotas de lava que
salpicaban sus pies descalzos, parecían no afectarle.
Cam: Di el
hechizo y ven junto a mí.
Jo: Me voy a abrasar.
Cam: Confía en
mí. Di el hechizo.
Jo:
Madre tierra, un
inmenso favor te pido,
Déjame fundirme con
los elementos, para salvar la vida de un ser querido.
Que el fuego no me
queme y el agua no me ahogue,
Que la tierra no me
trague y el viento lejos me transporte.
En
esta hora y en este lugar te suplico,
Que escuches mi ruego
y cumplas lo que te pido.
Cam: ¿Ha
funcionado?
Jo: Eso espero, o
no podré volver a quejarme de que estos zapatos me hacen daño.
Jo cerró los ojos y notó algo en su interior, un sentimiento
que le infundía valor. Poco a poco, poso un pie en el volcán y después el otro.
Al abrir los ojos, vio la cara de Cam y estaba totalmente impresionado. Bajó la
vista hasta sus pies y vio que sus deportivas estaban envueltas en llamas
completamente, la lava le llegaba hasta las pantorrillas, pero no se quemaba.
No sentía la más mínima pizca de dolor y entonces se fijó bien, su energía la estaba
envolviendo como un escudo protector. Sonrió y miró a Cam, que estaba
resplandeciente, la contemplaba con un deseo que no había visto jamás en él. Se
acercó y le cogió la mano.
Jo: Ahora sé que
va a salir bien. Confía en mí.
De pronto, fue como si hubiesen subido a un montacargas que
comenzó a descender. El fuego que le llegaba por las pantorrillas ascendió hasta
su cintura, después hasta su pecho y más tarde pasó por encima de su cabeza y
se quedó flotando por encima mientras se iban alejando de él. Descendieron
hasta que se detuvieron de golpe. Jo casi pierde el equilibrio, pero Cam la
estaba sujetando de la mano y le dio estabilidad.
Una puerta se abrió en la roca, a Jo le recordó la puerta
del señor de los anillos en la mina de los enanos, solo que más tenebrosa.
Entraron por ella y allí vieron a un hombre envuelto en una túnica con capucha
de color negro azabache, que le ocultaba por completo. Estaba en una pequeña
góndola, la cual recordó a Jo su viaje a Venecia de hacía unos años.
Barquero:
Cameron, cuánto tiempo. ¿Quién es la dama que te acompaña?
Cam: Caronte,
viejo amigo. Es una bruja poderosa que viene a pactar con Lucifer. Ya sabes que
los mortales deben acceder por tus dominios.
Caronte extendió la mano, esperando a que Cam le diera las
monedas que pagarían el peaje, que todos aquellos que querían cruzar al otro
lado debían ofrecerle. Cam le dio tres monedas de oro y éste les dejó subir a
bordo.
Jo: Cam…
Cam: Schhhh. A
Caronte nunca le han gustado las conversaciones, es más como un monologista del
club de la comedia.
Caronte: Cierto,
comienza la visita. Allí a la derecha pueden ver la zona de las almas errantes,
son aquellos que llegaron aquí sin ser su hora y deben esperar por toda la
eternidad, a menos que alguien pague su deuda. A la izquierda podéis ver la
zona de tortura, donde los demonios se desfogan con sus huéspedes tanto tiempo,
que suele ser una zona muy activa a cualquier hora.
Jo: Ja. Qué
simpático.
Caronte: A
continuación, encontramos la zona de las bestias. Son seres que sirven al señor
oscuro y que suelen salir poco por la superficie, pero cuando lo hacen, una
sola de esas criaturas puede terminar con una pequeña población en menos que canta
un gallo. Más allá se encuentra la morada de los cuatro jinetes del
apocalipsis, esos gandules siempre se quedan a las puertas y nunca completan su
misión. Y allí, a lo lejos está la casa de nuestro señor. Por lo que el
trayecto llega a su fin. Gracias por la visita amigo.
Cam: Gracias por
el paseo, espero verte en otra ocasión.
Caronte: Seguro
que sí, no tengo a donde ir.
Cuando Caronte se alejó, Jo pudo ver la inmensidad ante la
que se encontraba y se sintió tan pequeña como una hormiga fuera de su agujero.
Llamaradas tan altas como rascacielos se elevaban hasta el infinito, se
escuchaban gritos desesperados por todas partes y sonidos guturales que
provenían de las extrañas criaturas que había visto en el bestiario. Sintió la
mano de Cam sobre su espalda y la tranquilizó.
Cam: Ya queda
poco. Debes estar preparada para cualquier cosa. Intentará engatusarte, él es
así. Después intentará retarte y si hay un después, puede que intente
comprarte. No lo sé, es muy impredecible.
Jo: Estoy lista. –Suspirando
para reunir valor de donde no lo había.-
Se encaminaron por un estrecho y escarpado sendero hasta las
grandiosas puertas negras que se alzaban ante ellos. Estaban cubiertas de
escenas de la caída en incrustaciones de oro que recodaban tiempos mejores.
Cuando fueron a llamar a las puertas, éstas se abrieron de par en par. Tras
ellas apareció un fiero perro de tres cabezas, negro y de una envergadura
considerable. El perro comenzó a ladrar hasta que Jo se acercó a él
instintivamente y le acarició detrás de la oreja. Cam se quedó petrificado, no quería
moverse por si el perro atacaba, pero el perro comenzó a darle lametazos a Jo y
en ese momento Cam se relajó.
Lucifer: No me lo
puedo creer. El hijo pródigo vuelve a casa. Cuánto tiempo, Cam. ¿Quién es tu
acompañante?
Cam: Señor, es
una bruja y quería una audiencia con usted, ella…
Lucifer: Sé quién
eres. Últimamente no hago más que verte por todas partes.
Jo: ¿A mí?
Lucifer: Sí.
Sabía que vendrías, lo que no sabía era cuando. Esperaba que tardases algo más
en llegar, no tuve tiempo de preparar un banquete de bienvenida.
Jo: Gracias, pero
no tengo hambre. –Tenía el estómago revuelto por los nervios que intentaba
ocultar.- He venido a tratar contigo algo acerca de Cam.
Lucifer: ¿Cam?
Jo: Le quiero y
él me quiere a mí. Vengo a pedirte, por las buenas, que le dejes libre. Que le
des la oportunidad de vivir conmigo el resto de nuestras vidas y que le vuelvas
mortal.
Lucifer: Y piensas que porque tú me lo pidas, voy a
acceder a dejar a mi mejor soldado libre. Eso equilibraría la balanza hacia el
otro lado y no estoy dispuesto a permitirlo.
Jo: Te lo he
pedido por las buenas, no quieras verme enfadada.
Cam: Jo…
Lucifer y Jo:
¡Cállate Cam!
Jo: Sé que no me
tienes miedo, eres todo poderoso y no tienes escrúpulos, pero no vengo a
hacerte perder el tiempo, tengo un pacto que puede interesarte.
Lucifer:
Continúa, ahora se pone interesante.
Jo: Deja libre a
Cam, en el fondo sabes que no es tan malo y puede hacerte perder la batalla si decidiera
aliarse con el otro bando.
Lucifer: Eso no
lo hará nunca. No le dejarían volver y yo no se lo permitiría.
Jo: Créeme, puedo
ser muy convincente. Igual que te estoy ofreciendo a ti este pacto, le puedo
ofrecer otro igual de bueno al trono, hacer que le dejen libre y entonces la
balanza sí que se inclinaría en tu contra, pues además, me aliaría con ellos
para echarles una mano. Cosa que no te conviene.
Lucifer: ¿Por qué crees que te iban a recibir? ¡Qué ingenua!
Jo: Tú lo hiciste.
¿También eres un ingenuo? Porque sabías que vendría y creo que tenías una idea
de lo que te iba a pedir. Y pese a todo, no intentaste detenerme.
Lucifer: Quería
ver si de verdad tendrías agallas para bajar aquí. Te has fiado de un demonio,
no eres muy lista.
Jo: Puede que no
sea muy lista, pero mi instinto no me falla.
Lucifer:
Recapitulemos. Tú quieres que convierta a Cameron en mortal y a cambio los dos
os mantendréis al margen de la guerra. Si no lo hago, te aliarás con el trono
para darme lo que me toca en la batalla final. ¿Me equivoco?
Jo: No, veo que me
has prestado atención.
Lucifer: ¿Sabes?
Tendrías mucho futuro aquí. Si te aliaras conmigo podrías seguir teniendo a
Cam, si tú quisieras.
Jo: Lo sé, pero
no me tienta vivir aquí, necesitas un decorador con urgencia. Además, el calor
nunca me gustó.
Lucifer: ¿Por qué
piensas que aceptaré tu propuesta? Podría matarte y librarme del problema.
Jo: No lo harás.
Aunque puedas, que no digo que no sea así, no te interesa. Te conviene llevarte
bien conmigo. Puedo putearte después de muerta, tendría toda la eternidad para
ello, te recuerdo que soy bruja y es algo que se me da bastante bien. Tienes 24
horas para pensártelo. Mañana esperaré en la playa a que me des una respuesta.
Lucifer: Está
bien, pero Cam se queda. Hasta entonces es mío.
Jo: No. Siento
decirte esto, pero Cam y yo estamos atados. Hice un hechizo en mi casa y si yo
salgo de aquí, el viene conmigo. Como término medio, te prometo que no
saldremos de la isla. Estaremos en la playa, que sigue siendo tu territorio.
Lucifer: ¿Cómo
puedo fiarme de ti?
Jo: No puedes, al
igual que yo no puedo fiarme de ti. Es el encanto que tiene el pacto.
Lucifer: Me
gusta. Eres mucho más espabilada que Luce. Al menos tienes más gracia.
Jo: Gracias. Nos
veremos mañana. Vámonos Cam.
Lucifer: ¿Cómo
piensas irte? El barquero sólo hace el camino de ida, no de vuelta.
Jo: Ya lo
suponía.
Viento que sopla,
ábrete camino hasta mí,
Llévanos a Cam y a una
servidora, lejos de aquí.
Devuélvenos a la
playa, sin ningún daño sufrir,
Para cruzar al otro
lado y a salvo podernos sentir.
De pronto una brisa cálida se abrió paso hasta ellos, un
remolino los envolvió con cuidado y los sacó volando a través del abismo infierno,
ante la mirada atónita de Lucifer. Pasaron frente a Caronte, ascendieron por el
cuello del volcán y atravesaron las llamas sin quemarse. Cuando posaron los
pies en la arena de la playa, el viento se disipó. Jo estaba exhausta y se
tumbó en la arena con Cam, que se echó encima de ella.
Cam: Estoy muy
orgulloso de ti. Tanto si accede como si no, ya soy feliz. Lo has arriesgado
todo por mí. ¿Tanto me quieres?
Jo: Pues sí,
parece mentira que después de lo que ha ocurrido hace un momento, me lo tengas
que preguntar.
Cam: Lo siento. -Mientras
una lágrima le resbalaba por la mejilla y se evaporaba, él se sentó junto a Jo
en la arena).
Jo: ¿Estás
llorando? No me lo puedo creer.
Cam: Que sea un
demonio no quiere decir que no pueda llorar.
Jo: Ahora, la que
lo siente soy yo. -Sentada en la arena mientras se abrazaba las rodillas con
los brazos junto a él.-
Estuvieron un momento sentados en silencio, uno junto al
otro sin mediar palabra. Lo único que se escuchaba era el romper de las olas contra
la orilla. La arena estaba ennegrecida por el volcán y el cielo amenazaba
tormenta.
Cam: Debemos
buscar refugio -Mientras se levantaba y le tendía la mano a Jo.-
Jo: Quédate a mi
lado un poco más. Tengo miedo de que todo lo que hemos hecho no haya servido
para nada. No quiero perderte, me ha costado tanto tiempo encontrarte que ahora
no concibo la vida sin ti. Sé que suena muy cursi, pero no lo puedo evitar.
Entonces le tiró del brazo y el cayó de rodillas frente a
ella, le rodeó la cara con sus manos y le besó con lágrimas en los ojos. Él la
rodeó por la cintura con los brazos y se tumbó encima de ella, para rodar por
la arena hasta llegar a la orilla donde se fundieron con las olas.
Todo parecía perfecto, hasta que algo cambió, de pronto las
olas se detuvieron, los cuervos cesaron su cántico, incluso Cam había quedado
paralizado a unos centímetros de ella.
Jo se incorporó y vio a su espalda una silueta. Estaba
empapada y tenía los ojos llenos de agua salada, por lo que le costó un poco
enfocar la imagen, pero no cabía duda que era Lucifer. Estaba de pie junto a un
roble que había surgido de la nada en medio de la playa, era el árbol de su
sueño y de pronto la playa desapareció, dando paso a una hermosa pradera donde los
animales correteaban libres y los pájaros entonaban dulces melodías. Del roble
colgaba un columpio, que relucía porque estaba hecho de plata.
Lucifer se sentó
en el columpio y le indicó a Jo que ocupara el otro que quedaba libre a su
lado, y que hacía unos segundos no estaba. Cam seguía paralizado, Jo no supo
qué hacer, no tenía muchas más opciones, por lo que se apartó de él y se sentó
en el columpio, donde comenzó a balancearse lentamente.
Jo: ¿Por qué has
paralizado a Cam? Esto también le incumbe a él.
Lucifer: Lo que
yo tengo que proponerte no le incumbe, o por lo menos, no de momento. Depende
de tu elección. Tengo una propuesta alternativa que hacerte.
Jo: Ya me avisó
que intentarías tentarme.
Lucifer: Nunca se
imaginaría lo que te voy a proponer. He aprendido de mi error con Lucinda y no
volverá a pasar.
Jo: Yo no soy
Lucinda. Tengo las cosas muy claras, no como ella.
Lucifer: Sé que
no te pareces en nada a ella, por eso me gustas más. Le he dado vueltas y estoy
harto de perder en todo lo que hago. Soy el dueño del infierno y últimamente
parece que todo me sale mal. Me gustaría que tú fueses mi reina, gobernar
conmigo en el inframundo. Pero no te preocupes, podrás seguir teniendo a Cam,
mientras yo esté ocupado.
Jo: Creo que
tanto calor te ha afectado al cerebro. ¿Piensas que me voy a convertir en tu
reina y para convencerme solo se te ocurre dejarme tener un amante? En lugar de
al infierno, debían haberte enviado a un manicomio, seguro que allí estarías
más en tu salsa.
Lucifer: Me
ofendes.
Jo: Esa era mi
intención, por si no te habías enterado.
Lucifer:
Piénsalo, tendrías poder ilimitado, a tu querido Cam y a mí.
Jo: ¿Y tú que
obtendrías a cambio?
Lucifer: Yo a
cambio te tendría a ti. Una compañera y a la vez, una perfecta aliada que me
ayudaría a equilibrar la balanza en mi favor. Estoy cansado de gobernar solo y
tú podrías ser una buena candidata con la que compartir la eternidad.
Jo: Sinceramente,
creo que tienes un problema si piensas que voy a acceder. Así que, ¿dejas libre
a Cam, sí o no?
Lucifer: Piénsalo.
¿A caso no te ha gustado lo que he creado para ti? Podría hacerte regalos como
este cada día de nuestra vida, incluso podría barajar concederte la
inmortalidad.
Jo: ¿Quién dice
que quiera ser inmortal? No gracias, una vida completa para mi es suficiente.
Lucifer: No puedo
dejarle libre así sin más. Necesito algo a cambio, es uno de mis más fieles
seguidores.
Jo: Ya te dije lo
que obtendrías a cambio, que yo no me aliase con el trono y que él se
mantuviese al margen de todo esto. Creo que es un buen trato.
Lucifer: Dudo
mucho que el trono accediese a que una bruja se aliase en sus filas.
Jo: ¿Estás
seguro?
De pronto Jo cerró los ojos y se escucharon unos gruñidos
fantasmagóricos a lo lejos. De pronto divisaron unos pájaros enormes que se
aproximaban en su dirección mientras el espejismo que Lucifer había creado se
disipaba. Pero no eran pájaros, eran Gárgolas, estatuas de día y monstruos
alados de noche que luchan contra el mal y protegen las fachadas de las iglesias.
Jo: Créeme, es
una señal. Vienen para guiarme ante el trono, quiere escuchar mi oferta.
Lucifer: ¿Cómo lo
has hecho?
Jo: Secreto
profesional. –Aunque realmente no tenía ni idea de cómo lo había hecho, algo
habitual en ella.- Sólo expuse la oferta para mis adentros y aquí está la
respuesta. Descongela a Cam, pues la invitación es para ambos y no creo que quieras
hacer enfadar al trono. Aún te quedan unas horas para que termine el plazo que
te di, espero que a nuestro regreso tengas la respuesta preparada.
De pronto Lucifer desapareció y Cam cayó en la arena, donde
se le hundió la cara.
Cam: ¿Qué ha
pasado?
Jo: Lucifer tenía
una propuesta que hacerme.
Jo se acercó hasta Cam, se arrodilló junto a él y le limpió
la arena de la cara.
Jo: Pero le he dicho que sólo hay hueco en mi corazón para
un único demonio. Y ese eres tú. -Y le besó con ternura.-
Cam: ¿Eso son
gárgolas?
Jo: Sí.
Cam: No es que me
lleve muy bien con ellas, soy un demonio.
Jo: Lo sé, pero
no te harán daño, son nuestros guías.
Cam: ¿Guías a
dónde?
Jo: Hasta el
trono. Creo que está interesado en mi oferta y en volver a ver a su hijo
pródigo.
Las gárgolas se quedaron revoloteando sobre sus cabezas,
emitiendo sonidos guturales. Cam abrazó a Jo por la cintura y alzó el vuelo con
ella entre sus brazos. Las gárgolas comenzaron el camino de vuelta, flanqueando
al demonio y a la bruja, escoltándolos hasta perderse en el horizonte.
Jo: Suponía que
el trono estaba en otra dimensión, en el libro lo decían. Daniel también dijo
que el monte Sinaí no era la puerta. ¿Entonces por qué estamos aquí?
Cam: No lo sé.
Pregúntales a ellos. La caída fue en otro lugar, no imaginé que esto fuese un
tipo de portal.
Jo: Ostras, tengo
que avisar a mi madre, se va a cabrear si ve que no llego a casa. Tengo mil
llamadas perdidas de ella.
Jo llamó a su madre, estaba histérica, pero le tranquilizó
saber que estaba en un encierro en la facultad y que se había quedado sin
batería. Le dijo que había conseguido un cargador y la estaba llamando gracias
a eso para tranquilizarla.
Jo: Vaya escusa
me inventé, no sé ni cómo me ha creído.
Cam: Casi me la
creo hasta yo, estabas súper convincente.
Las gárgolas se posaron en el monte Sinaí, Cam descendió y
dejó a Jo en el suelo, pero seguía abrazándola por detrás.
De pronto una luz blanca muy intensa pareció salir de un
claro de nubes y se posó justo encima de ellos. Ambos lo sabían, Cam debería
esperarla en el monte, porque seguía teniendo la entrada al cielo vetada, era
un demonio y al parecer no había vuelta atrás en eso. La soltó y vio como
ascendía, parecía que flotara en el aire. De pronto la luz desapareció y Cam se
quedó solo a los pies de una roca en la que se sentó a observar el cielo con
lágrimas en los ojos.
Jo estaba de pie en una nube, parecía como si estuviese
intentando mantener el equilibrio en un castillo hinchable. Se sentía tremendamente
bien, se había emparanollado tanto pensando que al ser una bruja y pisar el
cielo, sería repudiada o ardería en una columna de fuego divino (tenía
demasiada imaginación), que estaba contenta de haberse equivocado y seguir de
una pieza.
Trono: Tenía
ganas de conocerte.
Jo: Supuestamente
ya nos conocemos, suelo hablar contigo muy a menudo, aunque no suela recibir
respuesta alguna.
Trono: Lo sé, la
mayoría de las veces para regañarme por algo.
Jo: Reconócelo,
hay veces que me desesperas. Pero nadie es perfecto, tú tampoco.
Trono: ¿Cómo osas
referirte a mí de ese modo?
Jo: Lo hago
siempre porque creo que tenemos confianza, tú me hiciste, ya sabes, pero no sé
de qué te sorprendes. Casi siempre hablo así, ya deberías saberlo. Si te digo
esto es porque no sé cómo te dejaste engañar por Lucifer. Tú que eres todo
poderoso, que todo lo sabes, dejaste que él te manipulara. Dejaste caer a todos
los ángeles sin darles tiempo a elegir un bando. Lucifer y tú sois dos niños
jugando al ajedrez con vidas ajenas. Te quiero, pero hay veces que te daría una
reprimenda como estoy haciendo ahora mismo y como no creo que tenga otra
oportunidad como esta de hacerlo, he de aprovechar. Sé que tienes mucho trabajo
y todo eso, pero no puedes crear algo y desentenderte de ello cuando no sale
como tú quieres. Debes saber que todos cometemos errores, tú mismo los
cometiste al crear a Lucifer tan fanfarrón y al separar en jerarquías el cielo,
si hubiesen sido todos iguales no hubiesen surgido las envidias, ni cosas así.
Trono: Lo sé, he
de reconocer que me equivoqué en parte, aunque todo se da por una razón.
Jo: En eso
estamos de acuerdo. Hay una razón por la que yo estoy aquí. Primero hiciste a
los ángeles y luego al ser humano, les diste papeles muy diferentes y por ello
todo se torció. Si de verdad quieres que haya un equilibrio, dales la esperanza
a los demonios de redimirse, de volver a tus filas, pues hay algunos que
eligieron solo por despecho como Cam, le hicieron tanto daño que no tuvo
opción. Sé que no es malo, tú mismo lo sabes. Dale la oportunidad de volver a
elegir, de tener una segunda oportunidad, todos lo merecen, no solo las
personas.
Trono: Los
demonios ya eligieron, yo no puedo hacer nada para remediarlo.
Jo: ¿Y los
ángeles caídos que no tuvieron tiempo de elegir y querían estar en tu bando?
Cam era uno de ellos y si eligió a Lucifer, fue porque estuvo con él cuando su
mundo se desmoronó, si lo hubieses echo tú, que no te estoy recriminando nada,
se hubiese ido contigo. Lucifer jugó mejor sus cartas. Puedes perdonarle, tanto
a él como a muchos de ellos que de verdad lo quieren y lo necesitan. Eres el
creador, aún no comprendo bien porqué dejas a Lucifer manejar todo a su antojo.
Entiendo que deba haber un equilibrio, pero no entiendo cómo le dejas
chulearte, con perdón.
Trono: Un poco de
respeto, que estás en el cielo.
Jo: Lo sé. Lo
siento. Es que me carcome por dentro saber que puedes arreglar las cosas y que
no lo haces.
Trono: Debo
respetar el libre albedrío. Es el don con que doté a los hombres, es aquello
que los diferencia de los mortales.
Jo: Eso no es del
todo cierto, puesto que Lucifer fue el primero de los ángeles en elegir y
cuando lo hizo, sin disponer de libre albedrío y se equivocó. Todo por
despecho. Piénsalo, no digo que cambies, tan sólo te pido que concedas algunas
segundas oportunidades, pues perdonar es una de tus mayores virtudes, sino, no
existiría el perdón divino. Todos nos equivocamos, hasta yo, a veces me dejo
llevar por la ira y demás, todo es pecado, lo sé, pero todos tenemos una parte buen
y una mala en nuestro interior. Lo importante es ser fieles a nosotros mismos y
saber rectificar y pedir perdón. Deja que Cam viva conmigo, que tenga una vida
mortal al igual que Luce y Daniel lo hicieron, déjale que al morir pueda
escoger entre el bien y el mal, no te arrepentirás. ¿Qué son 70 años más o
menos para llegar a la batalla final? El equilibrio es caprichoso, ahora está
muy igualado, si le dejas fuera de combate prometo ayudar a mantener el equilibrio
hasta que le toque volver a escoger. Soy la única bruja que conozco que lucha
tanto por el equilibrio entre lo bueno y lo malo, sabes que no suelo tomar
partido por ninguno de los bandos. Todos los demás que yo conozco son blancos o
negros. Hay pocos tan raros como yo que vivamos entre grises. Jejeje –Con una risa
nerviosa.-
Trono: Si consigues
convencer a Lucifer, no me opondré a concederle a Cam la mortalidad. Eso sí,
debes convencerle tú, pues es su discípulo y no el mío.
Jo: ¿Puedo usar
artimañas para conseguirlo? No es pecado ¿verdad? Me refiero a jugar las mismas
cartas de engaño que usa el con los demás, prometo que nadie saldrá
perjudicado, ni él, ni tú.
Trono: Eso es
cosa tuya, yo no me opongo a nada. Además, de otro modo dudo que le convenzas
de nada, mi hijo me ha dado más quebraderos de cabeza que todos sus hermanos
juntos.
Jo: Está bien.
Con tu permiso, esto es lo que creo que haré…
Mientras, Cam estaba desesperado, hacía varias horas que Jo
y las gárgolas habían desaparecido de su vista. No dejaba de pasear alrededor
de la roca, ya empezaba a crear surcos en el suelo cuando de repente la luz
reapareció. En un abrir y cerrar de ojos, Jo estaba frente a él, con una
sonrisa de oreja a oreja que le hizo sentir en casa.
Jo: Gracias. -Mirando
al cielo y guiñando un ojo.-
Cam: ¿Qué ha
pasado? -Nervioso y abrazándola con fuerza.-
Jo: Cam, que no
puedo respirar.
Cam: ¿Qué ha
sucedido? Cuéntamelo, llevas horas desaparecida, no sabía qué hacer. –Aflojando
su fuerte abrazo un poco para permitir que el aire llegase a sus pulmones.-
Jo: Estoy bien,
tuve una larga charla con el trono y la verdad es que fue muy provechosa. Hay
esperanzas Cam, ahora sé que lo vamos a conseguir.
Cam: No me
engañes, no creo que pueda soportarlo.
Jo: Vayamos a ver
al dichoso candelabro.
Cam: ¿A quién?
Jo: Al supuesto
Lucero del Alba. Tengo que hablar con él, se acabó el tiempo de reflexión.
Volaron de nuevo hasta la Isla en la que Lucifer tenía su
guarida. Allí, en la playa, Jo se sentó en la arena e hizo a Cam un gesto con
la mano para que se sentase junto a ella.
Cam: ¿Qué sucede?
Jo: Quiero que
sepas que te quiero. Pase lo que pase doy gracias al cielo, literalmente, por
haberte conocido. Te voy a pedir algo que te va a sonar raro y conociéndote
como creo conocerte, no te va a sentar nada bien, pero debes prometerme que lo
harás.
Cam: ¿Qué? Me
tienes en ascuas.
Jo: Quedarte al
margen. Quiero que pase lo que pase, me esperes aquí. Que no te muevas de aquí
hasta que yo venga a buscarte.
Cam: ¡Estás loca
si piensas que voy a dejarte ir sola!
Jo: Lo estoy,
pero eso no viene al caso. Quiero que te quedes aquí y no entres bajo ningún
concepto a buscarme. Prométemelo.
Cam: Yo…
Jo: ¡Hazlo!
Cam: Lo prometo,
pero no lo entiendo.
Jo: Prometo
contártelo cuando todo haya acabado.
Jo se colocó delante de él que aún seguía sentado en la
arena, le cogió la cara con las manos y le besó, le dio un beso ardiente con sabor
a despedida, que dejó a Cam paralizado. Mientras Jo se alejaba, en su boca asomó
una dulce sonrisa, que hizo brotar una lágrima en los ojos color esmeralda de
Cam, que permanecía sentado inmóvil en la arena, como su amor le había pedido
que hiciera. De pronto Jo cerró los ojos y el mar se enfureció, el agua de la orilla
se retrajo y formó una ola de 30 metros de altura, la ola envolvió a la joven
bruja y al hacerlo, ambas se evaporaron. La arena quedó desierta, la playa
había aumentado de tamaño al evaporarse buena parte del agua del mar y todo
estaba empapado, excepto Cam, que permaneció
inmóvil, atónito a lo que acababa de pasar y por primera vez en mucho tiempo, se
puso a rezar.
Lucifer estaba sentado frente a la
chimenea de dos metros que se elevaba tras él con motivos demoniacos y figuras
que parecían salir de la roca implorando clemencia. Estaba en uno de los
dos sillones negros de terciopelo con orejas que había en la habitación y Jo apareció empapada, sentada en el sillón
que estaba justo frente a él.
Lucifer: ¿De
dónde sales?
Jo: ¡Sorpresa!
¿Me echabas de menos?
Lucifer: Truco de
aficionada.
Jo: Lo que tú digas.
Vine para comprobar tu elección. Ya es hora que me des una respuesta. Siento no
haberte esperado en la playa como prometí, pero presentí que estaría más cómodo
en tu terreno.
Lucifer: Es una
elección muy importante la que tuve que tomar, pero tú también, recuerda mi
oferta.
Lucifer se levantó y se dirigió a unas puertas que conducían
a una habitación contigua. Al abrirlas, Jo pudo entrever una cama con dosel
negra, con cojines rojos y granates. Delante de ella había un arcón lacado en
negro con una extraña inscripción que parecía latín. Demasiado tétrico todo,
pensó.
Entonces Lucifer se tumbó de lado en la cama y cogió unas uvas de un
cesto de frutas que había en la mesilla que le quedaba más a mano.
Lucifer: Siéntate
conmigo, hablemos.
Jo: No gracias,
estoy bien donde estoy.
Lucifer: Bueno,
si quieres puedes mirar el arcón, creo que debes ver lo que contiene antes de
escuchar mi decisión y darme una respuesta a la pregunta que te hice.
Jo: ¿Qué
pregunta?
Lucifer: La de
ser mi reina. Sólo tienes que decir que sí y todo esto sería tuyo.
Jo: Demasiado
oscuro para mi gusto, necesitas un decorador con urgencia, creo que ya te lo
había dicho.
Lucifer: Podrías serlo
tú.
Jo: No gracias.
Jo se acercó reticente al arcón. Sabía que no debía abrirlo,
pero había algo que la empujaba a hacerlo. Se resistió un poco, pero no por
mucho tiempo. Se arrodilló frente a él y abrió el arcón. Lo que allí vio la
dejó sin palabras. Fotos de cuando era niña, objetos que creía haber perdido,
como un colgante en forma de llave que adoraba y que vio por última vez en uno
de sus viajes a Cantabria. Pero lo que más le extrañó de todo, fueron las fotos
recientes que había de ella durmiendo, hechas a través de la ventana de su
dormitorio o en el autobús de camino a clase, en la cafetería, en el parque o
de compras.
Jo: ¿Y esto?
¿Desde cuándo me observas?
Lucifer: Desde
que naciste. Aquél día en el hospital, algo me llevó hasta tu habitación, lo
supe en cuanto te vi, había algo especial y tuve que vigilarte. Para mi
sorpresa, cuando el cura te puso en los brazos de aquella estatua de Jesús y
abrió los ojos, eso me lo confirmó. Había algo en ti que ambos bandos
queríamos. Con el tiempo fui conociéndote y enamorándome de ti.
Jo: Tú estabas
enamorado de Lucinda.
Lucifer: No
querida, a Lucinda la di por perdida hace mucho tiempo, sólo hice lo de la
tabla rasa para poder vengarme de ella, por despecho, pero no funcionó.
Jo: Estás loco.
Me das pena. No sé ni por qué me molesto en seguir hablando contigo. No
entrarás en razón jamás.
Lucifer: ¡No te
vayas!
De pronto, cuando Jo se disponía a marcharse por donde había
venido, las grandes puertas macizas lacadas en negro, se cerraron de golpe. No
pudo ser la corriente, allí abajo no había y esas puertas pesaban toneladas, al
menos medirían cinco metros de altura.
Jo: No hagas eso.
Lucifer: Quédate
conmigo. ¿Para qué quieres a Cam, pudiendo tenerme a mí? Siempre es mejor estar
con el jefe que con un simple lacayo.
Jo: Para que te
enteres, Cam no es un simple lacayo, en el fondo es bueno, cosa que no puedo
decir de ti.
Lucifer: Te
equivocas. Soy como el resto del mundo, me hicieron así.
Jo: Ahora te
equivocas tú. Todos tenemos la capacidad de decidir. ¿No crees que yo, he
estado mil veces a lo largo del día tentada para hacer el mal? Pues sí, y se me
han pasado infinidad de perversidades por la cabeza, pero la diferencia entre
tú y yo es que al final del día, yo elijo actuar bien y tú no. Así que en
respuesta a tu pregunta, quiero a Cam, para mí no es un segundón y no quiero
volver a saber nada más de ti.
Lucifer: ¿Y si a
cambio de que estuvieras conmigo, yo le liberase?
Jo: ¿Le dejarías
ser mortal? Sin trucos claro, sólo porque yo me quedase contigo. ¿Tan desesperado
estás? Alucino.
Lucifer: No estoy
desesperado, si quisiera te hubiera conquistado como hizo él. Te recuerdo que
yo era el ángel más bello de todos.
Jo: Te recuerdo
que soy rara, no me gusta lo mismo que al resto de la gente. Podrías ser muy
bello por fuera, pero por dentro estás podrido.
Lucifer: ¿De
verdad quieres ver como soy por dentro?
Jo: Pues no, no
me interesa nada que venga de ti. Además, tuve una interesante charla con el
trono y le hice ver que tan sólo eres un niño malcriado al que deberían darle
un escarmiento y creo que estamos de acuerdo en muchas cosas.
Lucifer: Dudo
mucho que el trono mueva un dedo para eso.
Jo: Tú mismo.
Pero debo decirte que si el trono accede a mi petición, como creo que hará, Cam
será libre de volver a elegir y dudo que vuelva a estar contigo sabiendo que el
trono y yo hemos hecho buenas migas. Está esperando ver tu respuesta, no creo
que le guste mucho lo que tramas. Me muero de ganas por ver el castigo que te
impone.
Lucifer: ¿No me
engañas?
Jo: ¿Quién es el
demonio aquí?
Lucifer: Está
bien. Haremos un pacto. Dejaré que vivas una vida mortal con Cameron, pero a
cambio, cuando mueras te quedarás conmigo.
Jo: No estaré
contigo jamás. Ya no puedo hacer nada. Has elegido y el trono lo sabe, créeme.
Me pregunto qué castigo de los que me dijo usará, si dar una segunda
oportunidad a todos tus demonios para que vuelvan a elegir bando o acceder a mi
propuesta de alistarme en sus filas. ¿Cuál crees tú?
Lucifer: No puede
ejercer ningún poder sobre mis demonios.
Jo: ¿Estás
seguro? Los caminos del señor son inescrutables y si yo pude hacer cambiar de
idea a Cam, ¿quién dice que no pueda convencer al resto? Tú mismo lo dijiste,
hay algo en mí que os llamó la atención a los dos bandos y yo ya he tomado
partido, en tu mano está el dejarme al margen o involucrarme de lleno en el
asunto.
Lucifer: Está
bien. Le dejo libre si te mantienes al margen, así el equilibrio se sigue
manteniendo. Y siempre puede volver a mí, es lo bueno del libre albedrío, si en
su vida humana escoge el mal camino de nuevo, al morir volverá a ser todo mío.
Y hasta puede que tú también le sigas. No lo descarto.
Jo: Yo tampoco,
todos cometemos errores, pero créeme, tendremos que esperar mucho tiempo para
saberlo.
Lucifer puso los ojos en blanco, cerró los puños y de ellos
salió un humo negro que duró unos segundos. Cuando volvió a abrir los ojos, la
miró fijamente y asintió.
Lucifer: Ya está
hecho. Es libre, dejaré que viva a partir de ahora como humano y cuando muera,
deberá ir al purgatorio donde se le juzgará para saber si deberá ir al cielo o
regresar conmigo, al igual que tú.
Jo: Gracias,
créeme, haré que se gane el cielo, o si no, se las tendrá que ver conmigo.
Además, tú tienes que librar una batalla y yo tan sólo sería una mera
distracción.
Lucifer: Hasta
pronto.
Jo: Hasta nunca.
Lucifer: Eso ya
lo veremos.
Las puertas se abrieron de par en par con un ruido
ensordecedor y Jo se marchó sin mirar atrás. De pronto las llamas de la
chimenea se apagaron y una corriente de agua envolvió a Jo, que en unos
segundos se evaporó con ella. Lucifer se quedó tumbado en la cama, con los ojos
mirando hacia el trono.
Lucifer: Has
ganado esta batalla, pero no la guerra, padre.
Y las puertas de la habitación se volvieron a cerrar, esta
vez despacio, ya no había ninguna prisa.
Cam seguía en la playa, había notado un escozor en el cuello
y al palparse el lugar donde se hallaba el tatuaje que le hizo Lucifer, notó
que tenía una costra que lo abarcaba por completo. De pronto la costra comenzó
a caerse y en ese mismo momento el agua se arremolinó delante de él, trayendo
consigo a la bruja que parecía contenta. Al hacerlo, el agua como por instinto,
regresó a lugar que le pertenecía, y el mar volvió a cubrir buena parte de la
playa.
Cam: ¿Estás aquí?
¿Cómo?
Jo: Déjame
comprobar una cosa. Genial, el tatuaje ha desaparecido.
Cam: No puede
ser. Eso significa…
Jo: Que eres
libre.
Cam la abrazó y la besó, no podía dejar de llorar, al fin era
libre. De pronto Jo se apartó.
Cam: ¿Qué sucede?
Jo: Estoy
agotada. Necesito descansar.
Ambos se sentaron en la arena, Cam rodeó con los brazos a Jo
para hacer que entrara en calor, estaba empapada. Se quedaron sentados viendo
como las olas rompían y el agua les salpicaba los pies.
Cam: Bueno y
ahora a esperar. No habíamos contado con que Lucifer accediera a nuestra
propuesta, al volverme humano ya no puedo volar. ¿Ahora cómo saldremos de aquí?
En el horizonte, dos reflejos destacaron en el cielo, uno
dorado y el otro blanco inmaculado.
Jo: Creo que no
vamos a tener que esperar mucho para averiguarlo.
Jo se acercó a una muchacha pelirroja, estaba en la terraza
que había en la Escuela de la Costa, parloteando con un par de chicas que se
reían de sus gracias.
Jo: Eh, tú, pelirroja.
Lilith: ¿Me dices
a mí?
Jo: Obvio. ¿Ves
alguna pelirroja más por aquí?
Lilith: Un poco
de respeto. ¿Acaso no sabes quién soy?
Jo: Lo sé muy
bien y he de decirte que no me gustas ni un pelo. Estoy aquí para avisarte. Una
de las arpías de tu familia maldijo a mi novio hace mucho tiempo… y eso no me
ha sentado nada bien. Una cosa te voy a decir, bonita, como tú o alguna de las
de tu estirpe volváis a maldecir a alguien, os las veréis conmigo.
Lilith: ¿Te crees
que te tengo miedo? ¿A ti? Jajaja. ¿Quién demonios eres?
De pronto Jo se concentró, el cielo se oscureció. Un rayo
cayó y fue a parar a un gran árbol cercano a la terraza. Lilith tuvo que
tirarse al suelo para evitar que la gigantesca rama que se desprendió la
partiese en dos. Desde el suelo miró a Jo con los ojos desorbitados.
Lilith: ¿Pero, quién
demonios eres?
Jo: Ya te lo
advertí, vuelve a pasarte de la raya y volveré. Prometo tener mejor puntería la
próxima vez, así que no me tientes.
Desde el otro extremo de la terraza se oyeron aplausos.
Roland, Arriane y Cam estaban aplaudiendo y vitoreando a Jo, la cual se dirigió
hasta ellos con una sonrisa triunfal, cogió a Cam de la cintura y lo besó como
si no hubiese nadie más alrededor. Después lo cogió del brazo que él le tendía
y se marcharon los cuatro juntos hasta el aparcamiento, bajaron por las
escaleras hasta un precioso Cádilac el Dorado de color rojo que se hallaba bajo
la terraza esperándoles. Roland se puso al volante, Arriane en el asiento del
copiloto y Cam ocupó la parte trasera junto a Jo.
Mientras el coche arrancaba…
Arriane: Tía me
alegro de conocerte. Creo que nos llevaremos muy bien. Iba necesitando una
nueva amiga, Shellby ya es demasiado mayor y Luce no se acuerda de mí. Estoy
encantada con la nueva adquisición Cam.
Todos se echaron a reír mientras el coche tomaba el camino
que los alejaba de la Escuela de la Costa. Lilith se había levantado y estaba
asomada a la terraza, fue a decir algo, pero en ese preciso momento el cielo
volvió a oscurecerse y un trueno la hizo dar un paso hacia atrás. Cuando miró a
Jo, ésta le guiñó un ojo y se llevó un dedo a los labios. Lilith no pudo hacer
otra cosa que agachar la cabeza y meterse dentro del aulario. Al fin alguien había
puesto en su sitio a esa niñata.
FIN