miércoles, 17 de agosto de 2016

Carretera al infierno. Capítulo 4



Caía sin cesar, pasaba de unas manos a otras sin control y aquello no parecía tener fin. Aquellos seres tiraron de él hasta desgarrarle la camiseta y hacérsela añicos, por suerte su cazadora de la suerte seguía intacta. 

Con el pelo alborotado y la cara llena de arañazos, siguió descendiendo hacia las profundidades del mismísimo infierno, donde comenzó a notar un calor asfixiante que le impedía respirar con normalidad. ¿Sería aquél su destino? ¿Cuánto más seguiría cayendo antes de morir?


De repente una luz llamó su atención. Miró hacia abajo y vio una especie de saliente entre la multitud de brazos que le esperaba. Como pudo, consiguió saltar a dicho saliente y abrir la puerta de madera roída que allí se encontraba y para su asombro, no pudo creerse lo que vio ante sus ojos. 


Estaba en la calle, enfundado en su chupa de cuero y con el casco puesto. Frente a él, había una joven rubia de ojos azules encima de una Ducati 916, su moto favorita. 


Shane: ¿A qué esperas? ¡Sube, nos pisan los talones!

Alex: ¿Quién?… ¿Pero qué demonios les has hecho a esos tipos?– Al ver el grupo de motoristas de “los ángeles del infierno” que les perseguía, cadena en mano.


Alex subió a la moto, arrancó y la rubia se sujetó a su cintura para no caerse.


Alex: Creo que no nos han presentado como es debido. –Mirando las manos de la joven que se aferraban a él peligrosamente.

Shane: ¡Déjate de tonterías y conduce!


Salieron a toda pastilla de allí, la moto volaba sobre el asfalto y “los ángeles del infierno” apenas podían seguirles el paso. Entonces Alex comenzó a pensar que todo aquello no tenía sentido, aquella chica que no le sonaba de nada, parecía conocerle bastante bien a él, pero cómo había llegado él hasta allí era todo un misterio. 


Tomó las curvas al límite, sintiendo el calor del asfalto recorrer todo su cuerpo y la adrenalina se apoderó de él sin remedio. Shane clavó sus uñas con fuerza en la chaqueta de cuero de Alex y eso hizo que éste fuese aún más rápido. De repente, cruzaron una señal que indicaba que el puente por el que iban se encontraba en obras.


Alex: ¡No podremos seguir, el puente está sin acabar, falta un buen trozo! –Al ver el gran hueco unos metros más allá.

Shane: Confío en ti Alex, sé que lo conseguirás.

Alex: ¿Estás loca? ¡Es imposible!

Shane: Nada es imposible si estamos juntos. ¡HAZLO!


Alex cerró los ojos y la moto salió volando por los aires durante un par de segundos, aunque a nuestro intrépido motorista le parecieron más que segundos una eternidad. De pronto, sintió como el agua le rodeaba por completo, estaba claro que había muerto o estaba a punto de hacerlo, porque se estaba ahogando. 

Notó como algo rozaba sus labios y poco después sus pulmones se llenaban de aire. Abrió los ojos para mirar a la muerte de frente, como siempre había dicho que haría y se quedó perplejo.

Alex: ¿Estamos en una piscina? Pero… ¡Se mueve! –Saliendo a la superficie para respirar.

Shane: Cariño, eres el mejor. Has conseguido aterrizar en la piscina de un tráiler en marcha. Cada día me sorprendes un poquito más. –Acercándose a él, colocando los brazos alrededor de su cuello y besándole apasionadamente.


Alex no se podía creer que hubiese hecho todo aquello, algo no encajaba, no podía ser real. Reconocía que era un buen conductor, pero tanto… 


De pronto Shane sacó una pistola y disparó dos tiros certeros sin separarse un ápice de Alex, que se alejó de ella un poco asustado, para ver lo que había ocurrido. Un ángel del infierno se había colado de polizón en el tráiler y había intentado matarle, ahora ya no sería un problema.


Shane: ¿Por dónde íbamos? – Acercándose a él para poder besarle de nuevo.

Alex: ¡NO, PARA! Esto es demasiado raro, aquí pasa algo.

Shane: ¿Qué va a pasar? Acabo de salvarte la vida, estamos en paz. Podemos continuar donde lo habíamos dejado. 


Alex salió de la piscina, estaba empapado, pero lo extraño era que no sentía nada, ni frío, ni calor, absolutamente nada.


Shane: ¿De verdad me vas a dejar aquí sola? – Jugando con el agua para llamar su atención.


El joven miró a la increíble chica que tenía ante él, esos ojos azules le suplicaban que no se fuese, que se quedase un poco más con ella, pero ni él podía creerse lo que iba a decir a continuación, aunque así fue. 


Alex: Lo siento, pero tengo que irme. – Mirando apenado las gotas de agua que le resbalaban por el pelo de la rubia y bajaban por su escote. 


Entonces Shane volvió a sacar el arma y le apuntó a la cabeza con ella.


Alex: ¿Oye, qué haces?

Shane: Game Over.- Y lo último que escuchó fue el sonido de aquél proyectil al reventarle los sesos.
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Lucifer: ¡Lástima! ¡Menudo desperdicio! – Sentado en su sillón de terciopelo negro dentro de una sala llena de cámaras de vigilancia. – Arriba el telón, el espectáculo debe continuar.

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Pedro: ¿Alex me oyes? Vamos campeón, abre los ojos. ¡LA CARRERA ALEX, LA CARRERA!



Continuará…