Sarah entreabrió los ojos y se llevó
las manos a la cabeza. Tenía una pequeña brecha en la frente de la que emanaba
un fino hilo de sangre. Miró a su alrededor, descubriendo así que la puerta del
conductor estaba abierta y no había ni rastro de su acompañante.
Recordó el motivo por el que habían tenido el accidente. El psicópata de Ben, les había sacado de la carretera haciendo ráfagas de luz con los faros del coche, sin motivo aparente. Sarah entendía que quisiera matarla a ella, pero a su propio hermano que era el que conducía, eso no lograba comprenderlo.
Entonces decidió salir de allí lo más rápido que pudo, antes que uno de los dos apareciese de nuevo, por lo que se cambió de asiento, se puso al volante del coche y cruzó los dedos para que el golpe no hubiese sido tan grave como para haber destrozado por completo el motor. Cerró la puerta y arrancó, el motor rugió y pensó que al fin tenía algo de suerte, pero como suele pasar, esa suerte no dura mucho tiempo.
Sintió que
había alguien arañando el techo, justo encima de ella y se puso como loca,
metió la marcha atrás y apretó el acelerador al máximo. El coche comenzó a
moverse y de pronto notó que algo ofrecía resistencia, por lo que siguió
acelerando hasta que el coche se caló y la cuerda que lo sujetaba se rompió de
golpe, haciendo que el coche volviese a deslizarse por la pendiente y chocase
contra el árbol de nuevo y un cuerpo cayese a plomo, atravesando el destrozado
parabrisas.
Sarah se llevó las manos al rostro
al comprobar que el cuerpo que estaba sobre ella era el de Ben. El joven estaba en las últimas, atado por el cuello con una cuerda. Tuvo que ser él quien arañó el techo en
un último gesto desesperado por sobrevivir y Sarah luchó por quitárselo de encima a toda costa. Ben intentó
avisarla de algo con su último aliento, pero ella estaba tan conmocionada que lo sacó fuera del coche
sin prestarle atención y salió de allí marcha atrás a toda velocidad.
Iba conduciendo con los ojos
empañados por las lágrimas, de vuelta a la comisaría cuando se dio cuenta que
apenas le quedaba gasolina. Unos metros más allá, había una gasolinera donde esperaba
encontrar una cabina de teléfonos o que el trabajador de la gasolinera le
prestase un móvil con el que llamar a emergencias.
El hombre de la gasolinera se
aproximó a echarle gasolina cuando Sarah detuvo el coche junto a los surtidores
y ella, saliendo rápidamente del coche le dijo que no era necesario, que solo
necesitaba un teléfono para llamar a la policía y un lugar donde quedarse hasta
que llegaran.
Trabajador: ¿Está usted bien, señorita? Menudo accidente ha debido tener.
Tras ver cómo el hombre palidecía de
golpe y se le dibujaba una mueca de terror en la cara, le siguió al
interior del local, suponiendo que el asombro de verla de una pieza tras
observar el impacto del coche, sería como haber divisado un auténtico fantasma.
Cuando la joven entró, el hombre echó
el cierre de la puerta apresuradamente y Sarah sintió que la pesadilla
continuaba. Se apartó hacia atrás al ver que se aproximaba hacia ella con paso
firme y sintió que algo no iba bien. Cuando el hombre le pidió a Sarah que no
se asustase y le dijo que había visto a un hombre escondido en el asiento trasero
de su coche con un hacha en la mano, Sarah recordó que no había visto en el coche a David cuando se despertó y tragó saliva con dificultad.
Sarah: ¡Es él y viene a por mí!
El hombre intentó llamar a
emergencias, pero alguien había cortado la línea del teléfono y justo cuando se
lo estaba notificando a Sarah, las luces se apagaron y todo quedó en penumbras.
Sarah: Tenemos que salir de aquí, ya. ¿Tiene algún coche en el que
poder huir?
El hombre le dijo que sí y cuando se
disponían a salir corriendo del establecimiento en dirección al aparcamiento,
escucharon una explosión que hizo saltar los cristales de la gasolinera por los
aires.
Trabajador: ¡Mi coche! – Al ver el pequeño automóvil envuelto en una
bola de fuego.- ¡Ahora sí que tenemos que salir de aquí, esto va a explotar!
El trabajador iba en cabeza y justo
cuando atravesó el umbral de la puerta, David apareció y le clavó el hacha en
el pecho, haciendo que cayese de rodillas al suelo y Sarah gritase horrorizada.
Estaba harta de toda aquella situación y sobre todo, de ser la víctima de su
propia película de terror.
Decidida a morir luchando, se abalanzó sobre David mientras éste arrancaba el hacha del cuerpo inerte del trabajador, haciendo que cayese de espaldas y Sarah quedase tendida sobre él.
Consiguió que soltase el hacha, mordiéndole la mano con la que la sujetaba y rodaron en dirección contraria sobre el asfalto. Esta vez, David quedó sobre ella y puso sus manos alrededor de su cuello para asfixiarla.
David: No te resistas. ¡Deja de luchar!
Ésta intentó alargar el brazo todo
lo posible para atrapar el hacha con su mano derecha, pero le faltaban unos
centímetros y no llegaba. Su visión se volvía más y más borrosa por momentos y
sabía que no tenía otra opción que pelear por seguir respirando, así que reunió
fuerzas de donde no las había y puso los pulgares en los ojos de David,
apretando tanto como pudo. Él apartó las
manos del cuello de Sarah y ésta aprovechó para propinarle un derechazo directo
a la mandíbula, seguido de un empujón certero, consiguiendo así apartarlo de ella
lo suficiente como para escabullirse y recoger el hacha del suelo
antes que lo hiciese él.
Ahí estaba ella, con el hacha bien
sujeta entre sus manos y su agresor cara a cara, mirándola fijamente a los
ojos.
David: No me vas a matar. No tienes lo que hay que tener para
hacerlo. Suelta el hacha, no quiero hacerte daño. Podemos ser felices juntos
ahora que mi hermano no está.
Entonces Sarah echó el cuerpo hacia
atrás, cogió impulso y le clavó la pesada hacha en la cabeza con todas sus
fuerzas, haciendo que éste cayera al suelo sin vida y ella terminase salpicada
por la sangre de su agresor.
Sarah: Si quieres matar a alguien, no le des un discurso, hazlo
sin más. Y por cierto, sí tengo lo que hay que tener, se llama instinto de
supervivencia. ¿Te ha gustado, puerco? – Escupiendo al cadáver del hombre que había
destrozado su vida por completo.-
Se fijó en la sangre que resbalaba
por la hoja del hacha y notó cómo se le escurría de la mano. La dejó caer
mientras apartaba la mirada y se sentó en un bordillo cercano a descansar.
Observó la escena mientras
recapitulaba todo lo que había vivido hasta ese momento. El secuestro, el
encierro, las torturas, David, Ben, la sangre por todas partes y todo lo que
había sentido a lo largo de su cautiverio. Se dio cuenta que ya no era la misma
persona, ya no quedaba nada de la joven recién graduada que había sido
meses atrás. Sus manos estaban manchadas de sangre y eso nada lo podría cambiar.
A lo lejos se escucharon las sirenas
de los coches patrulla. Al parecer, un camionero había visto la explosión en la gasolinera y había dado el aviso.
Agente
1: ¡Póngase de rodillas con las manos
en la nuca! – Apuntándole con un arma.-
Agente
2: ¡Para, es ella! – Bajando el arma
de su compañero.-
Agente
1: Lo siento mucho señorita, la hemos estado
buscando por todas partes. ¿Se encuentra bien?
Sarah: Sí, ahora sí.
Agente
2: Venga con nosotros, la llevaremos
al hospital. ¿Qué ha pasado?
Sarah: Antes he de hacer una última parada, ya recuerdo dónde estuve
encerrada y aún queda gente a la que salvar.
FIN
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