Habían pasado varios días y Sarah no
había probado bocado. Apenas bebía un par de sorbos de agua al día y comenzaba
a notar los efectos del desgaste. David intentaba animarla, pero últimamente
había perdido toda esperanza de salir de allí con vida. ¿Por qué ellos aguantaban
más que el resto? A David aún no le había hecho nada y aquello le atemorizaba.
¿Tan malo era lo que le tenía preparado? De pronto las luces se apagaron y todos los habitantes de
aquél lugar se echaron a temblar. ¿Quién sería el siguiente?
La puerta del habitáculo de Sarah se
abrió y segundos después la luz regresó. Allí estaba ese psicópata sentado a la
mesa, esperando a que Sarah se sentase frente a él.
Ben: Hola Sarah. Ven, acompáñame.
Sarah: Estoy bien aquí.
Ben: No voy a hacerte daño y lo sabes. ¡Siéntate!
Sarah obedeció y se sentó a la mesa,
procurando dejar la silla lo más apartada de su captor, como le fuese posible.
Sarah: ¿Qué quieres?
Ben: Que comas. Quiero que te pongas bien, necesitas tomar tus
medicamentos, comer y beber agua. Estás a punto de deshidratarte.
Sarah: ¿Y para qué quiero recuperarme? No me has dicho si algún
día saldré de aquí y no pretendo pasarme el resto de mis días en un habitáculo
como este, a expensas de tus locuras. No te tengo miedo.
Ben: Lo sé. Esa es una de las cosas que me fascinan de ti.
De pronto, escucharon como David
golpeaba el cristal y Ben lo fulminó con la mirada.
Ben: He visto que has hecho un nuevo amigo.
Sarah: ¡Déjale en paz!
Ben: No puedes pedirme que haga eso. Él no es como tú. Además, no me
gusta tener competencia.
Sarah: ¿Competencia? ¡¿Qué competencia?!
Ben se levantó de la mesa y se
dirigió a la puerta.
Ben: Lo siento, pero es por nuestro bien.
Sarah: ¡¿Qué vas a hacer?! ¡No le
toques! ¡Déjale en paz!
Ben apagó las luces y salió por la
puerta antes que Sarah se abalanzase sobre él. A sabiendas que se dirigía al
cubículo de David, aporreó el cristal para avisarle hasta que notó que alguien
chocaba contra el cristal varias veces. Al fin saldrían de allí, seguramente
David que era un chico fuerte y atlético, habría reducido al secuestrador y poco
después aparecería en su puerta, cual príncipe azul, para rescatarla y llevarla
lejos de aquél oscuro lugar. Impaciente, se giró en dirección a la puerta
esperando a que ésta se abriese, pero no lo hizo. Minutos después, las luces
regresaron y Sarah se giró nuevamente en dirección al cubículo de David, para comprobar lo
que había sucedido.
Sarah:
¡NOOOOO! – Golpeando el cristal y
cayendo al suelo de rodillas con los ojos empañados en lágrimas.
La escena que tenía ante ella era la
típica de una película de terror. Paredes salpicadas por todas partes y un
reguero de sangre que terminaba en la puerta. Había demasiada sangre, David seguramente
estaría muerto y todo había sido por su culpa. Si no hubiese hablado con él, si
no le hubiese necesitado tanto, ahora estaría vivo. De pronto, Sarah se fijó en
el cristal en el que estaba apoyada y vio que alguien había escrito algo con
sangre desde el otro lado. Cuando se apartó lo suficiente y pudo ver lo que
decía, se le cayó el alma a los pies.
<<“¿Te
alegra que no haya encendido la luz?” >>
Ese era un mensaje claro para ella.
Le daba a entender que se había ensañado con David, porque ella se había fijado en él y
gracias a que las luces habían estado apagadas, ella no tenía que haberlo
presenciado. Ahora sí que estaba sola allí abajo y nadie iría en su
busca, nadie acudiría a su rescate cual caballero andante. Si quería salir de
allí con vida, tendría que salvarse a sí misma.
Pasó los siguientes días acurrucada
en el interior de la bañera. Apenas probaba bocado y tomaba el agua justa para
tomarse la medicación. Ben la observaba por los monitores, preocupado, irritado
por la cabezonería de la joven que había vuelto su mundo del revés. Qué razón
tenía su padre cuando le enseñó el oficio.
“Son
marionetas, hijo” - Le decía. -“No te encariñes con las marionetas o sufrirás.”
Pero no, su padre no había conocido a Sarah, ella era especial. Sus ojos, su sonrisa, esa sonrisa que le había
dedicado tantas veces a ese cerdo que... por suerte, ya no volvería a ver más.
La sonrisa de Sarah era solo para él y nadie iba a arrebatársela. Tarde o temprano, ella tendría
que aprender la lección.
Ben:
No me marcharé hasta que te
acabes toda la comida que hay en el plato. Tiene verduras y frutas, lo que a tí te gusta, así que debes comer y me
encargaré de ello personalmente.
Sarah: Solo comeré si me contestas a una pregunta.
Ben: Está bien, te escucho.
Sarah: ¿Por qué yo? No entiendo por qué haces esto, pero supongo
que si estás loco eso no importa, lo haces porque te produce placer. Pero no
entiendo porqué no me matas de una vez y acabas con mi sufrimiento. ¿Acaso esa es mi tortura?
Ben: No estoy loco, solo hago lo que hay que hacer.
Sarah: ¿Matar a buenas personas es lo que hay que hacer?
Ben: No lo entiendes. Hay demasiada gente en el mundo, yo solo
intento igualar las cosas. Soy el elegido.
Sarah: ¿Elegido? Lo que yo decía, estás loco de remate.
Ben: ¡NO ESTOY LOCO! – Levantándose de la silla y haciendo que
Sarah se echase hacia atrás en la suya.- Lo siento, yo… será mejor que comas.
Sarah: No me has contestado.
Ben: ¿Tan tonta eres que no te has dado cuenta? Te creía mucho más
lista. ¿Por qué sigues con vida? No lo sé, puede ser porque estoy perdidamente
enamorado de ti. Nadie me hace sentir lo que tú. Te veo dormir por las noches
con esa carita de ángel que tienes, veo como te rebelas ante mí sin importarte
que yo tenga el control de tu vida en mis manos y eso hace que me ardan las
entrañas. No puedo evitarlo.
Sarah ya se había imaginado algo
parecido, pero al escucharlo de boca de aquél sádico, sintió nauseas.
Sarah: Con lo sencillo que hubiera sido invitarme a tomar algo en aquél
bar y sacarme a bailar. Noooo, tú tenías que secuestrarme y torturarme. ¿Esa es
tu forma de decirme que me amas? ¡Venga ya! No soy estúpida.
Ben: ”No te encariñes con las marionetas o sufrirás.” Me decía y
qué razón tenía.
Sarah: ¿Marionetas? ¿Eso somos para ti?
Ben: ¡COME!
Ben se levantó de la mesa y salió
del cubículo a toda prisa. Mientras se marchaba por el pasillo apagó las luces
y poco después volvió a encenderlas, cuando ya no estaba a la vista de nadie.
Sarah se quedó pensando en todo
aquello. Entonces cayó en la cuenta de algo que le había dicho.
“Te
veo dormir por las noches con esa carita de ángel que tienes.”
Allí había cámaras, estaba claro,
por eso había sentido celos de David, por eso sabía todo lo que ella hacía.
¿Pero dónde? Era un habitáculo muy pequeño de cristal duro y en el único sitio
en el que se podría esconder una cámara sería en…
Miró a su alrededor y se percató de
un pequeño punto negro en la esquina superior de la habitación, justo encima de
la puerta.
Sarah: Te cacé.
Ben: Chica lista. – Dijo él desde su puesto de vigilancia, al
observar a Sarah colocar una silla sobre la mesa para alcanzar la mini-cámara del
techo.
Al ver la diminuta cámara entre sus
manos, le habló directamente a Ben a través de ella.
Sarah: ¿Te gusta verme dormir? Pues te ofrezco un trato. Déjame
salir un par de minutos al exterior, necesito tomar aire fresco y pasaré la
noche contigo. Piensa deprisa, la oferta caduca en dos minutos. – Tras esto
tiró la cámara al suelo y la aplastó con el tacón de su bota.
Su plan era improvisado sobre la marcha, pero ese tipo de planes eran los que mejor se le daban a Sarah, había pasado a
la acción y nadie podría frenarla, ya no tenía nada que perder. Si conseguía que aquél monstruo la sacase de allí y le mostrase la
salida, sería más sencillo idear un plan de escape. Estando con él, podría
acercarse lo suficiente para matarlo con sus propias manos si era necesario. Tan solo quería salir de allí a toda costa, ese era su único objetivo.
Pocos segundos faltaban para que su
oferta caducase, Sarah iba contando mentalmente los segundos, uno tras otro, cuando la puerta
se abrió de golpe.
Ben: Acepto. – Sofocado e intentando recuperar el aliento tras el esfuerzo.
Sarah tragó saliva, ya no había
marcha atrás. Si su plan salía bien, pronto estaría en casa, pero si no,
tendría que permanecer allí por el resto de sus días, junto aquél despreciable
ser y sus marionetas de carne y hueso.
Continuará...
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