domingo, 17 de abril de 2016

Leyendas de cristal. Capítulo 3



Habían pasado varios días y Sarah no había probado bocado. Apenas bebía un par de sorbos de agua al día y comenzaba a notar los efectos del desgaste. David intentaba animarla, pero últimamente había perdido toda esperanza de salir de allí con vida. ¿Por qué ellos aguantaban más que el resto? A David aún no le había hecho nada y aquello le atemorizaba. ¿Tan malo era lo que le tenía preparado? De pronto las luces se apagaron y todos los habitantes de aquél lugar se echaron a temblar. ¿Quién sería el siguiente?

La puerta del habitáculo de Sarah se abrió y segundos después la luz regresó. Allí estaba ese psicópata sentado a la mesa, esperando a que Sarah se sentase frente a él.



Ben: Hola Sarah. Ven, acompáñame.

Sarah: Estoy bien aquí.

Ben: No voy a hacerte daño y lo sabes. ¡Siéntate!



Sarah obedeció y se sentó a la mesa, procurando dejar la silla lo más apartada de su captor, como le fuese posible.



Sarah: ¿Qué quieres?

Ben: Que comas. Quiero que te pongas bien, necesitas tomar tus medicamentos, comer y beber agua. Estás a punto de deshidratarte.

Sarah: ¿Y para qué quiero recuperarme? No me has dicho si algún día saldré de aquí y no pretendo pasarme el resto de mis días en un habitáculo como este, a expensas de tus locuras. No te tengo miedo.

Ben: Lo sé. Esa es una de las cosas que me fascinan de ti.


De pronto, escucharon como David golpeaba el cristal y Ben lo fulminó con la mirada.



Ben: He visto que has hecho un nuevo amigo.

Sarah: ¡Déjale en paz!

Ben: No puedes pedirme que haga eso. Él no es como tú. Además, no me gusta tener competencia.

Sarah: ¿Competencia? ¡¿Qué competencia?!



Ben se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta.



Ben: Lo siento, pero es por nuestro bien.

Sarah: ¡¿Qué vas a hacer?! ¡No le toques! ¡Déjale en paz!



Ben apagó las luces y salió por la puerta antes que Sarah se abalanzase sobre él. A sabiendas que se dirigía al cubículo de David, aporreó el cristal para avisarle hasta que notó que alguien chocaba contra el cristal varias veces. Al fin saldrían de allí, seguramente David que era un chico fuerte y atlético, habría reducido al secuestrador y poco después aparecería en su puerta, cual príncipe azul, para rescatarla y llevarla lejos de aquél oscuro lugar. Impaciente, se giró en dirección a la puerta esperando a que ésta se abriese, pero no lo hizo. Minutos después, las luces regresaron y Sarah se giró nuevamente en dirección al cubículo de David, para comprobar lo que había sucedido.


Sarah: ¡NOOOOO! – Golpeando el cristal y cayendo al suelo de rodillas con los ojos empañados en lágrimas.



La escena que tenía ante ella era la típica de una película de terror. Paredes salpicadas por todas partes y un reguero de sangre que terminaba en la puerta. Había demasiada sangre, David seguramente estaría muerto y todo había sido por su culpa. Si no hubiese hablado con él, si no le hubiese necesitado tanto, ahora estaría vivo. De pronto, Sarah se fijó en el cristal en el que estaba apoyada y vio que alguien había escrito algo con sangre desde el otro lado. Cuando se apartó lo suficiente y pudo ver lo que decía, se le cayó el alma a los pies.


<<“¿Te alegra que no haya encendido la luz?” >>



Ese era un mensaje claro para ella. Le daba a entender que se había ensañado con David, porque ella se había fijado en él y gracias a que las luces habían estado apagadas, ella no tenía que haberlo presenciado. Ahora sí que estaba sola allí abajo y nadie iría en su busca, nadie acudiría a su rescate cual caballero andante. Si quería salir de allí con vida, tendría que salvarse a sí misma.



Pasó los siguientes días acurrucada en el interior de la bañera. Apenas probaba bocado y tomaba el agua justa para tomarse la medicación. Ben la observaba por los monitores, preocupado, irritado por la cabezonería de la joven que había vuelto su mundo del revés. Qué razón tenía su padre cuando le enseñó el oficio.



“Son marionetas, hijo” - Le decía. -“No te encariñes con las marionetas o sufrirás.” 


Pero no, su padre no había conocido a Sarah, ella era especial. Sus ojos, su sonrisa, esa sonrisa que le había dedicado tantas veces a ese cerdo que... por suerte, ya no volvería a ver más. La sonrisa de Sarah era solo para él y nadie iba a arrebatársela. Tarde o temprano, ella tendría que aprender la lección.



Ben: No me marcharé hasta que te acabes toda la comida que hay en el plato. Tiene verduras y frutas, lo que a tí te gusta, así que debes comer y me encargaré de ello personalmente.

Sarah: Solo comeré si me contestas a una pregunta.

Ben: Está bien, te escucho.

Sarah: ¿Por qué yo? No entiendo por qué haces esto, pero supongo que si estás loco eso no importa, lo haces porque te produce placer. Pero no entiendo porqué no me matas de una vez y acabas con mi sufrimiento. ¿Acaso esa es mi tortura?

Ben: No estoy loco, solo hago lo que hay que hacer.

Sarah: ¿Matar a buenas personas es lo que hay que hacer?

Ben: No lo entiendes. Hay demasiada gente en el mundo, yo solo intento igualar las cosas. Soy el elegido.

Sarah: ¿Elegido? Lo que yo decía, estás loco de remate.

Ben: ¡NO ESTOY LOCO! – Levantándose de la silla y haciendo que Sarah se echase hacia atrás en la suya.- Lo siento, yo… será mejor que comas.

Sarah: No me has contestado.

Ben: ¿Tan tonta eres que no te has dado cuenta? Te creía mucho más lista. ¿Por qué sigues con vida? No lo sé, puede ser porque estoy perdidamente enamorado de ti. Nadie me hace sentir lo que tú. Te veo dormir por las noches con esa carita de ángel que tienes, veo como te rebelas ante mí sin importarte que yo tenga el control de tu vida en mis manos y eso hace que me ardan las entrañas. No puedo evitarlo.


Sarah ya se había imaginado algo parecido, pero al escucharlo de boca de aquél sádico, sintió nauseas.



Sarah: Con lo sencillo que hubiera sido invitarme a tomar algo en aquél bar y sacarme a bailar. Noooo, tú  tenías que secuestrarme y torturarme. ¿Esa es tu forma de decirme que me amas? ¡Venga ya! No soy estúpida.



Ben: ”No te encariñes con las marionetas o sufrirás.” Me decía y qué razón tenía.

Sarah: ¿Marionetas? ¿Eso somos para ti?

Ben: ¡COME!



Ben se levantó de la mesa y salió del cubículo a toda prisa. Mientras se marchaba por el pasillo apagó las luces y poco después volvió a encenderlas, cuando ya no estaba a la vista de nadie.



Sarah se quedó pensando en todo aquello. Entonces cayó en la cuenta de algo que le había dicho.



“Te veo dormir por las noches con esa carita de ángel que tienes.”



Allí había cámaras, estaba claro, por eso había sentido celos de David, por eso sabía todo lo que ella hacía. ¿Pero dónde? Era un habitáculo muy pequeño de cristal duro y en el único sitio en el que se podría esconder una cámara sería en…



Miró a su alrededor y se percató de un pequeño punto negro en la esquina superior de la habitación, justo encima de la puerta.



Sarah: Te cacé. 



Ben: Chica lista. – Dijo él desde su puesto de vigilancia, al observar a Sarah colocar una silla sobre la mesa para alcanzar la mini-cámara del techo.



Al ver la diminuta cámara entre sus manos, le habló directamente a Ben a través de ella.



Sarah: ¿Te gusta verme dormir? Pues te ofrezco un trato. Déjame salir un par de minutos al exterior, necesito tomar aire fresco y pasaré la noche contigo. Piensa deprisa, la oferta caduca en dos minutos. – Tras esto tiró la cámara al suelo y la aplastó con el tacón de su bota.



Su plan era improvisado sobre la marcha, pero ese tipo de planes eran los que mejor se le daban a Sarah, había pasado a la acción y nadie podría frenarla, ya no tenía nada que perder. Si conseguía que aquél monstruo la sacase de allí y le mostrase la salida, sería más sencillo idear un plan de escape. Estando con él, podría acercarse lo suficiente para matarlo con sus propias manos si era necesario. Tan solo quería salir de allí a toda costa, ese era su único objetivo.



Pocos segundos faltaban para que su oferta caducase, Sarah iba contando mentalmente los segundos, uno tras otro, cuando la puerta se abrió de golpe.



Ben: Acepto. – Sofocado e intentando recuperar el aliento tras el esfuerzo.

Sarah tragó saliva, ya no había marcha atrás. Si su plan salía bien, pronto estaría en casa, pero si no, tendría que permanecer allí por el resto de sus días, junto aquél despreciable ser y sus marionetas de carne y hueso.

Continuará...

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