viernes, 11 de marzo de 2016

The traveling worlds. Capítulo 4



...RECAPITULEMOS...


Me llamo Thomas Hardison y soy profesor de ciencia e historia en la distinguida Universidad de Oxford. Mi vida solía ser como la de cualquier persona de a pie, iba del trabajo a casa y de casa al trabajo, poco más, pero un día todo cambió. Un medallón, una tormenta eléctrica y voialà, toda mi vida se va al traste en cuestión de segundos. Ahora estoy viajando a través del tiempo y el espacio, por lo que parecen ser mundos paralelos. ¿Regresaré algún día a mi hogar? No lo sé. No hace ni una semana que me fui y ya comienzo a notar los efectos de viajar en el tiempo. Apenas he dormido unas horas desde hace días y estoy envejeciendo a pasos agigantados, temo no durar lo suficiente como para regresar a mi mundo y...  ¿Qué pasará si consigo regresar? ¿Cómo explicaré lo sucedido?


...EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR...


De pronto, noté un dolor intenso en el pecho. Sentía mi piel arder, lo que provocó que abriese los ojos y viese a mi captor. ¿Un extraterrestre? ¡Venga ya! Estaba realizándome una incisión con un láser, intenté escapar, pero estaba atado de pies y manos a una especie de camilla. Grité de dolor, las lágrimas me empañaban la vista y de repente, escucho un disparo y termino bañado de... ¿Esto es sangre azul? ¡Qué asco!


Lonergan: ¡Vamos, sal de ahí viejo!

Thomas: Gracias, pero... ¿Quién eres tú?

Lonergan: ¿Ya te olvidaste de mí? Te acabo de salvar la vida, ya estamos en paz. Aunque nunca pensé que los demonios regresaran tan pronto, después de la paliza que les dimos, hará unos meses.


Los dos hombres corrieron por los túneles, Thomas seguía a su salvador que se movía por aquél lugar como pez en el agua. Al parecer estaban bajo tierra, ya que a los extraterrestres, o demonios como Lonergan los llamaba, no les gustaba mucho la luz del sol. Al salir, los rayos de luz incidieron en el rostro de Thomas y tardó varios segundos en habituarse. ¿Cuánto tiempo llevaba allí metido?


 Echó un vistazo a su alrededor y lo primero que reconoció fue un terreno desértico y árido. Poco a poco, se fue habituando al terrible calor de aquél paraje y a cabalgar a lomos de un caballo de capa castaña, que Lonergan le había prestado. 


Los dos hombres, tras mucho cabalgar, llegaron a un pequeño campamento indio y allí les dieron la bienvenida con cánticos y un fuego.


Thomas: En serio, gracias por salvarme. No entiendo lo que pasa ni quién eres tú, pero gracias.

Lonergan: Puede que estés así un tiempo, a mí también me borraron la memoria cuando me apresaron. Tarde o temprano lo recordarás todo.


Thomas se llevó la mano al cuello, quería cerciorarse que el colgante seguía en su sitio, pero al hacerlo...


Thomas: ¡MIERDA!

Lonergan: ¿Qué ocurre?

Thomas: ¡Mi talismán no está! ¡He de recuperarlo!

Lonergan: ¿Tan importante es? Seguramente, si era de oro,  te lo quitarían esos demonios.

Thomas: He de regresar por él.

Lonergan: ¿Perdiste la poca cordura que te quedaba? Es imposible, esta vez no han venido solos. Están luchando en una guerra mucho mayor, con otros demonios como ellos y han escogido nuestra pequeña Arizona como campo de batalla.

Thomas: ¿De qué me estás hablando?

Lonergan: ¡Sígueme!


Thomas siguió a Lonergan hasta una colina a unos pocos kilómetros de allí, al otro lado parecía estar librándose una guerra épica, por lo que al llegar a la cima tuvieron que permanecer tirados en el suelo tras unos matojos, para no ser descubiertos.


Thomas no daba crédito a lo que veía.


Lonergan: Fíjate en ese grupo de demonios.


El profesor miró en aquella dirección y vio como los extraterrestres acababan hechos trizas en el suelo. ¿Pero cómo? Allí no había nadie más.

De repente, otro ser aún más tenebroso, saltaba sobre la nada y  clavaba su lengua negra dentada en ella. La nada comenzó a parpadear, al igual que un holograma defectuoso y pocos segundos después, un cuerpo cubierto de líquido fosforescente verde, caía al suelo inerte.
 

Thomas apartó la vista, se recostó sobre la espalda y entre suspiros dijo...


Thomas: ¿Qué demonios ha sido eso?

Lonergan: Tú mismo lo has dicho, son demonios y hay tres tipos diferentes.

Thomas: Es imposible luchar contra ellos.

Lonergan: Por eso no lo haremos, dejaremos que se maten los unos a los otros. Lo único que tenemos que hacer es camuflarnos y entrar por los túneles, aprovechando el calor de la batalla.

Thomas: ¿Por qué me ayudas?

Lonergan: No te ayudo a tí, tú me ayudarás a mí. Terminaremos con esos demonios y de paso, recuperaremos tu amuleto, pero debemos acabar con ellos antes que lo arrasen todo.


Regresaron al poblado indio y allí planearon el ataque. Al parecer, los apaches y ellos habían luchado anteriormente contra esos seres, con armas de fuego y  lanzas, obteniendo así la victoria. Thomas no daba crédito, pero estaba dispuesto a luchar contra el mismísimo Lucifer con un mondadientes, con tal de recuperar el amuleto que le devolvería por fin a su hogar.

Saldrían al amanecer para tener el sol de su parte, pero mientras caía la noche, los demonios planeaban una masacre sin precedentes. Cuando dieron las cinco de la madrugada, una hora antes de la salida del sol, un grito ensordecedor hizo que todos se levantasen en estado de alerta. Thomas vio como un apache que se encontraba unos pocos metros más allá, salía por los aires en miles de pedacitos. 


Thomas: ¡NOS ATACAN!


Lonergan enganchó de la solapa a Thomas y lo arrastró hacia los caballos, cabalgarían hacia la guarida de los extraterrestres mientras los demás luchaban contra esos seres, ellos dos serían los encargados de volar por los aires la nave espacial. 


Thomas: No creo que la dinamita consiga deshacerse de esa cosa.

Lonergan: La dinamita no, pero los brazaletes que llevan los demonios, sí. Ella me enseñó a usarlo.


Thomas: ¿Quién? Da igual, déjalo. – Tampoco se iba a enterar de quien era esa Ella, por mucho que se lo explicase, por lo que decidió  dejarlo pasar.-


Cuando llegaron a los túneles, ambos hombres entraron sigilosamente y para su sorpresa, no había nadie vigilando o al menos eso parecía.


Lonergan: ¿Qué es esto? – Aproximándose a una sustancia viscosa que había en el suelo.-

Thomas: No lo toques, tengo un mal presentimiento.


Lonergan cogió su pistola y tocó la sustancia viscosa con el cañón del arma, que se deshizo al instante.


Thomas: ¡Es ácido!


De repente, algo cayó del techo sobre Thomas. Era un monstruo negro, con la cabeza apepinada y cuerpo de hombre deformado. Emitía unos ruidos agudos muy estridentes y mientras Thomas luchaba por deshacerse del ataque de la bestia, que quería atravesarle el cráneo con su lengua dentada, Lonergan corría hacia él para socorrerle, pero algo le cogió de los tirantes y le lanzó por los aires.


Thomas a duras penas lograba contener al monstruo, hasta que por fin consiguió darle una patada para quitárselo de encima, justo a tiempo para que el otro ser pudiese dispararle y volarle la tapa de los sesos. Thomas pudo esquivar, no sin mucho esfuerzo, la sangre del monstruo, cuyo principal componente era un ácido tan corrosivo que todo lo que tocaba terminaba descomponiéndose.


Desde el suelo, medio atontado y magullado, Thomas miró a su salvador... ¿O quizás era su verdugo? El ser pasó por su lado sin apenas dirigirle un gesto con la cabeza y se marchó. ¿Por qué le había salvado la vida? Puede que fuese porque no era amenaza alguna para él o por ir desarmado, quizá fuese porque no tenía tiempo que perder con un insignificante humano o tuviese algo que le había gustado a aquél ser, lo importante es que estaba vivo y con el camino libre para recuperar el amuleto. 


Los dos hombres se miraron el uno al otro contrariados, antes de seguir corriendo por los túneles, hasta llegar a una sala o cueva como improvisada sala de operaciones. Allí, en una mesa auxiliar junto a una de las camillas, estaba el amuleto. A su lado había una especie de brazalete electrónico que Lonergan cogió entre sus manos, para teclear un código.


Lonergan: Sal de aquí, corre. A partir de ahora yo me encargo.

Thomas: No te dejaré solo.

Lonergan: Debes hacerlo, tú tienes un hijo, Percy y él te necesita. Estos malditos demonios se llevaron a las dos únicas mujeres que he querido en mi vida y pagarán por ello. ¡VETE!


Thomas abrazó a ese intrépido cascarrabias, se colgó el amuleto al cuello y salió de la cueva hacia los túneles sin mirar atrás. 


Los indios habían logrado deshacerse de la mayoría de los demonios. El monstruo negro había muerto a manos del invisible y el invisible había desaparecido.


Lonergan: Sé que estás aquí, maldito demonio. Ven por mí, tengo un regalito para darte.


El monstruo se hizo visible a unos 3 metros de Lonergan y éste lo miró fijamente a los ojos, a través de la máscara que el monstruo llevaba puesta y dijo...


Lonergan: Esto va por Ella.


Se escuchó una gran explosión, pero Thomas no se giró, no vio como la nave se destruía en mil pedazos, tampoco vio morir a su amigo en aquél lugar, cuando se quiso dar cuenta, ya no estaba en Arizona, sino en un lugar mejor. 


Leia: Han, despierta, tenemos cosas que hacer, no podemos quedarnos en la cama todo el día, perezoso.


¿Quién era esa hermosa mujer que estaba junto a él? 


Thomas: ¡El amuleto!


Aún sujetaba ese pequeño reloj de arena entre sus manos, con la explosión se había visto tentado a sujetarlo instintivamente, por miedo a perderlo de nuevo y él le había hecho saltar a otro mundo por cuarta vez. ¿Sería su último salto? ¿Qué le depararía aquella nueva aventura? No lo sabía, pero de lo que sí estaba seguro, era de haber recuperado su juventud. ¿El amuleto le había rejuvenecido? ¿Por cuánto tiempo?
Aunque era científico y estaba predestinado a averiguar la verdad, lo cierto era que ese medallón se había convertido en un verdadero dolor de cabeza. Lo bueno de todo eso, era que si aquella hermosa mujer que estaba tendida junto a él en la cama, tenía algo que ver con esa vida, puede que no fuese tan mala idea vivirla hasta el final, si era con ella.


Continuará...

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