miércoles, 2 de marzo de 2016

The traveling worlds. Capítulo 3



El avión volvió a dar un vuelco y Tom se dio cuenta que algo iba mal. 


Tom: No soy de viajar mucho en avión, pero juraría que esto no es lo habitual.
Asistente: Estaremos atravesando una zona de turbulencias, señor presidente.

Tom: Quiero ver a los pilotos. ¡Llévame a la cabina!

Asistente: Por aquí, señor presidente.


Tom cada vez estaba más contrariado. Había pasado de ser un humilde profesor de la Universidad de Oxford a viajar entre mundos paralelos convertido en un famoso arqueólogo o en un policía futurista, pero ahora, era el presidente de los Estados Unidos de América, eso sí que no podía ser nada bueno.


Siguió a la asistente, que comenzaba a extrañarse de no cruzarse con nadie más por el avión. ¿Dónde se habrían metido los guardaespaldas? ¿Y las azafatas? Algo iba mal y se notaba en el ambiente.


De pronto, el profesor escuchó algo que le hizo detenerse y frenar a su ayudante.


Tom: ¡Quieta!


Se escuchaban gritos y varios hombres hablando en una lengua extranjera, al otro lado de la puerta de una de las salas de reuniones del Air Force One.


Asistente: Señor presidente, creo que han tomado secuestrado el avión, otra vez.

Tom: ¿Cómo que otra vez, esto pasa muy a menudo o qué?

Asistente: ¿No recuerda el incidente de hace unos meses?

Tom: Créeme, ahora mismo no recuerdo ni quién soy. Debemos hacer algo, pero no sé el qué.


Retrocedió, llevando de la mano a la asistente que parecía un flan de lo nerviosa que estaba. Llegaron hasta la parte trasera del avión y allí abrieron una trampilla en el suelo que descendía hasta el compartimento de carga.


Tom: Muy bien, quiero que te quedes escondida y no hagas ruido. – Colocando a la joven asistente tras un compartimento repleto de maletas.

Asistente: Pero señor presidente...

Tom: Yo me encargaré de esto, aún no se cómo, pero lo haré.


Tom sabía que tenía que resolver la situación para poder utilizar el amuleto y salir de ese mundo, puede que así regresara por fin al suyo o puede que no, pero si no resolvía el problema en el que se encontraba, el amuleto no funcionaría. Quedaría atrapado allí para siempre, aunque en esas circunstancias, el para siempre no iba a ser un problema que durase demasiado tiempo, sobre todo si los terroristas daban con él.


Dejó a la atemorizada asistente, una joven becaria que no superaba los 25 años de edad y se dispuso a subir de nuevo por la escalinata, pero esas voces que había escuchado antes se aproximaban, por lo que se ocultó tras un panel eléctrico.

Dos hombres con un acento extranjero que no pudo reconocer, abrieron la trampilla para cerciorarse que el presidente no se encontraba escondido en aquella zona. Tom era un gran catedrático, pero nunca había salido de Oxford, excepto en ese preciso momento, claro está. ¿Qué haría? ¿Cómo saldría de esa situación? Por la cabeza le pasó una curiosa idea, que le hizo evadirse unos instantes. ¿Y si en verdad nunca había dejado Oxford? ¿Y si todo aquello era un sueño a lo Resines? Entonces notó como le sujetaban de las solapas y lo lanzaban al suelo. Uno de los hombres había dado con él y el otro lo apuntaba con un arma de asalto.


Le gritaban que no se moviese o le pegarían un tiro, pero la asistente que lo vio todo, no pudo reprimir un grito ahogado y aprovechando el despiste de los dos terroristas, Tom giró en el suelo, derribando con una de sus piernas a los dos terroristas al mismo tiempo. Golpeó en la nariz al que portaba el arma, rompiéndosela y haciendo que sangrase abundantemente. El otro terrorista se lanzó sobre él y comenzó a propinarle golpes en el rostro y en el costado, él se defendió del ataque lanzándole una patada a la entrepierna y de pronto, se escuchó un ruido y el terrorista cayó inconsciente sobre él. 

Cuando consiguió deshacerse de su abrazo, pudo comprobar que la asistente se encontraba golpeando al otro terrorista con un maletín metálico en la cabeza, mientras el hombre se defendía con los brazos cruzados delante de la cara. Tom le quitó el maletín de las manos a la asustadiza asistente, la cual había demostrado más coraje del que se esperaba en ella y le dio las gracias. Ataron a los dos terroristas y mientras la mujer apuntaba al hombre de la nariz rota con el arma, Tom se encargaba de interrogarle.


Tom: ¿Cuántos sois? ¿Dónde están los rehenes? ¿Qué queréis?

Asistente: Señor presidente. ¿Me permite?

Tom se quedó algo sorprendido. Si a él, que supuestamente era el presidente de los Estados Unidos, el terrorista no le contaba nada. ¿Cómo pretendía esa joven sacarle información?


La chica se acercó al hombre de la nariz rota cuando Tom se apartó.


Asistente: Me vas a decir lo que quiero saber o tendré que hacerte mucho daño. – Con un tono de voz bastante amenazador y apuntándole con una pistola.

De repente, la joven comenzó a propinarle un golpe certero tras otro. El terrorista comenzó a escupir sangre y a retorcerse. Tom estaba cada vez más impresionado.


Tom: ¿En verdad eres una asistente?

Asistente: Sí, además de trabajar para el servicio secreto y ser la agente más joven de los NAVY SEALS en su historia.

Tom: Ahora empiezo a comprender. ¿Pero por qué no me lo dijiste?

Asistente: Tenía que cerciorarme que no estaba implicado.


Tras obtener lo que querían, amordazaron al hombre de la nariz rota y subieron rumbo a la cabina de pilotos. Al parecer solo había cuatro secuestradores, eran los únicos que habían  logrado infiltrarse, ya que las medidas de seguridad desde lo del secuestro anterior, se habían incrementado considerablemente. El primer paso fue liberar a los rehenes, se encontraban encerrados en una de las salas de reuniones con uno de los secuestradores. La joven agente se hizo pasar por una incauta damisela que huía de sus captores y cuando el terrorista la amenazó con dispararla, Tom saltó sobre él y le arrebató el arma. La joven comenzó a luchar con el secuestrador y con un par de llaves de full contact, le dejó tirado en el suelo inconsciente. Los rehenes agradecieron al presidente y a la joven agente el rescate y se dispusieron a hacerse con el control del aparato. Fueron todos los agentes a la cabina de mandos mientras el presidente y el resto de asistentes se quedaban en la sala esperando su regreso. 

Pasados un par de minutos, algo debió de salir mal, ya que el avión dio un vuelco y todos cayeron al suelo. Poco después uno de los agentes llegó a informarles que los pilotos estaban muertos y el cuadro de mandos inutilizado, debían saltar.


Tom: ¿Saltar desde un avión de pasajeros? ¿Estás loco?

Habían conseguido reducir la altitud para poder lanzarse en paracaídas y por suerte se encontraban sobrevolando el océano, lo que evitaría que el avión cayese en una zona poblada.

Se dirigieron entonces a la cola del avión y descendieron a la zona de carga por una de las trampillas del suelo. Uno de los agentes les explicó el funcionamiento del paracaídas, para que al saltar no tuviesen problemas.


Tom: Esto no puede estar pasando, tengo miedo a las alturas. 

Intentó girar el amuleto en sus manos, pero nada sucedía, seguía estando al filo de la zona de carga del avión, sujeto a uno de las cargas del avión, viendo como el resto de la tripulación se lanzaba y atravesaba las nubes como si fueran cortinas de humo.

Se estaba colocando el paracaídas cuando alguien disparó, uno de los secuestradores se había soltado y le había quitado el arma a uno de los agentes. Con el revuelo, la gente corría a esconderse, pero Tom seguía intentando atarse correctamente el paracaídas cuando alguien fue empujado al vacío arrastrándole a él también. 


Mientras caía sin control, intentó sujetarse el paracaídas para poder tirar de la anilla de seguridad, pero al hacerlo, el paracaídas se enredó y no se abrió como debería.


Iba a morir, estaba seguro que ese sería su final, por lo que cerró los ojos y se dejó llevar, sujetando entre sus manos el amuleto que tantos quebraderos de cabeza le había causado. De repente, sintió que ya no caía al vacío y que se encontraba atado a una especie de camilla, abrió los ojos y una luz blanca le hizo desviar la mirada. Cuando consiguió ajustar su visión a la intensa luz, lo que vio ante él, le pareció como si su peor pesadilla acabase de tomar forma. 

Tom: ¿Y ahora dónde estoy?



Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario