Este cuento es un regalo para mi madre y un recorrido por algunos de los mejores personajes de uno de los mejores actores de Hollywood, Harrison Ford, al que por supuesto dedico este pequeño homenaje.
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Thomas Hardison era un catedrático de ciencia e historia de
la Universidad de Oxford, además de un
hombre de mediana edad, muy tranquilo, y resultón. Apasionado de su
trabajo y la lectura, solía pasarse las horas muertas en la biblioteca de la
Universidad, mientras escribía un libro tras otro, sin apenas ser consciente de
nada más. Había escrito tantos libros, que ni el mejor lector del mundo hubiese
podido leerlos todos, sin sufrir algo parecido al “Síndrome de Don Quijote de la
Mancha”. Pero volviendo al tema que nos concierne, lo más emocionante que le
había sucedido a Thomas en su vida, había ocurrido una noche no muy lejana, en
la que su coche le dejó tirado frente a un cementerio de camino a
su casa. Por suerte, el enterrador comenzaba su turno y pudo acercarle a la
gasolinera más cercana para repostar. Thomas no se podría haber imaginado en
aquél momento, que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado y
nada volvería a ser como antes. Para él, aquél incidente había sido algo
emocionante y a la vez terriblemente peligroso, como era de esperar en alguien tan sencillo y hogareño.
El profesor salió de su despacho, como de costumbre a las
17:00 de la tarde de un viernes cualquiera y al acercarse a su coche, algo le
llamó la atención. En el suelo, dentro de una alcantarilla había algo
reluciente que captó los últimos rayos de sol de la tarde y le hizo desviar la
mirada hacia aquél lugar. Debido a un despiste, abrió las manos y las llaves
del coche cayeron a la alcantarilla, junto al misterioso objeto dorado que
parecía estar dotado de su propia luz. Se agachó e intentó apartarlo para coger
sus llaves, pero el reluciente objeto parecía llamar su atención mediante
susurros, que se confundían con el viento otoñal procedente del norte. Cuando rozó aquél objeto brillante, algo insólito sucedió, el
cielo se oscureció de repente y comenzaron a caer rayos y truenos por todas
partes. El profesor siguió estirando la mano, ajeno a lo que acontecía, pero,
mientras él seguía enfrascado en su ardua tarea, todo se volvía más y más
tenebroso. Un pequeño remolino de color negro se elevó del suelo, haciendo que
las hojas secas danzasen alrededor del profesor y segundos después, todo había desaparecido,
incluso él.
Cuando el Sr. Hardison abrió los ojos, se notó algo distinto
de lo normal, en primer lugar, no reconocía aquella estancia en la que se
encontraba, era lúgubre y húmeda, parecía un pasadizo bajo tierra, ya que notaba la
presión. Además, portaba una antorcha en la mano y su atuendo había cambiado
por completo. ¿Dónde demonios estaban su traje de pinzas y sus lentes? En lugar
de eso, llevaba una ropa descuidada, un látigo atado al cinturón y un sombrero
de ala ancha sobre la cabeza.
Profesor: ¿Dónde
estoy?- Dijo sobresaltado.-
Tapón: Doctor
Jons ¿Estar bien?
Profesor: ¿Quién diantres
eres tú?- Mirando al joven extranjero, que se encontraba tras él con otra
antorcha en la mano.-
Tapón: Señorita
Scott, al doctor Jons pasarle algo malo.
Willie: ¡Ohhh,
Indi! ¡Sácame de aquí! Me están subiendo las arañas por todas partes y estos
malditos mosquitos me van a devorar. – Agarrándose al brazo del hombre que por
momentos parecía más perplejo, si cabe.-
Profesor: ¿Dónde
estamos? Me parece que ya no estoy en Oxford.
Willie: ¡No me
digas! ¡Tú sabrás dónde estamos, nos encontramos aquí por tu culpa! ¡Sácame de
aquí! Ahora podría estar sentada a la mesa del Marajá en lugar de estar en esta asquerosa
cueva. ¿Por qué tuviste que desviarte del camino? ¡Ya estábamos llegando a Delhi!
Tapón: Seguir a
Tapón si usted querer salir de aquí. Jajaja Oxfol dice, Oxfol. Hasta Tapón saber
que Oxfol no estar en India. Doctor Jons, mucho divertido. – El joven no podía dejar de reírse
con la ocurrencia del profesor, al que reconocía como Indiana Jones.-
Profesor: ¿Y por
qué demonios me llamas doctor Jons?- Soltó el profesor, demasiado contrariado
como para utilizar sus exquisititos modales ingleses.-
Siguieron su camino a través del barro, en el que cada vez
se hundían más y más. A Tapón ya le llegaba por las rodillas, cuando de repente,
dieron con una estancia al final del túnel de la cueva en la que estaban. Ante
ellos, una sala circular con un montón de símbolos que”Indiana” reconoció de inmediato.
Profesor: Se
parecen mucho a las pinturas rupestres de Bhimbetka de Madhya Pradesh. Pero
esta cueva, creo poder afirmar, que no ha sido descubierta por nadie en la actualidad,
por lo que somos los primeros en observar las pinturas en todo su esplendor.
Willie: Genial,
nos hemos metido hasta el cuello de barro por unos garabatos en las paredes.
¡Indi, yo me marcho de aquí! ¡Ahhh!
El suelo cedió y los tres aventureros cayeron a un caudal de
agua subterráneo que pasaba por debajo de la estancia. El profesor se agarró a
una piedra y consiguió atrapar a Willie y a Tapón, antes que los arrastrara la
corriente hasta una abertura en el túnel que daba al exterior y que desembocaba en una cascada de varios metros de altura.
Mientras estaban siendo golpeados por los escombros y la
corriente, el profesor se percató que un poco más allá, antes de llegar a la
cascada, había una pequeña abertura en la pared por la que podrían resguardarse y
ascender, antes que el túnel se inundase por completo y muriesen ahogados o
fuesen arrastrados por la corriente hasta el abismo.
Entonces se soltó, Willie y Tapón gritaron al creer que el
profesor se había visto obligado a soltarse,
arrastrándolos con él a una muerte segura. De pronto, el profesor volvió a
agarrarse, esta vez a dicha abertura por la que accedió y tiró de sus amigos
hasta que estuvieron “a salvo”.
Willie: ¡No
vuelvas a darme un susto semejante, Indiana! ¿Cómo vamos a subir por ahí?
Profesor: No lo
haremos, el agua será quien lo haga por nosotros.
Tapón: Mi no
entender.
Profesor: ¿Sabes
lo que pasa al descorchar una botella? Nosotros seremos el tapón.
Tapón: Yo ya ser
Tapón y Tapón no hacer pum.
Willie: ¡¿Qué?!
¡Estás loco!
De repente, el conducto comenzó a inundarse y los tres
nadaron hacia arriba impulsados por la fuerza del agua. Cuando por fin vieron la luz del sol, aparecieron en
medio de la selva. El agujero por el que salieron, se encontraba junto a un
lago color esmeralda en el que fue a desembocar el agua del geiser que se había formado.
Willie se tumbó en la orilla del lago, para reponer fuerzas y Tapón escurrió su gorra que
estaba empapada, al igual que todo lo demás. El profesor observó la cascada, perplejo.
¿Cómo era posible? Habían ascendido por el túnel para evitar caer en esa misma cascada
y ahora la tenían justo frente a ellos, estaban a sus pies.
Profesor: Es físicamente
imposible. Deberíamos estar sobre la cascada, no bajo ella.
En ese mismo momento, un rayo de sol atravesó las copas de
los árboles e incidió sobre la cascada, la cual llamó la atención del profesor
inmediatamente.
Willie: ¡Indiana!
¿Dónde vas? ¿No tuviste ya suficiente agua?
El profesor, ajeno a los comentarios de la rubia, se
zambulló en el lago y nadó hasta la cascada, la atravesó buceando para llegar
al otro lado y al salir a la superficie, pudo ver un saliente en las rocas. Encima
del saliente, había un colgante de oro con un pequeño reloj de arena en su
interior. Al instante, supo que ese colgante era lo que le había llevado hasta
esa dimensión paralela, ese fue el objeto que había tocado y le había
transportado tanto en el tiempo como en el espacio. ¿Qué era realmente y cómo
podía estar en dos sitios al mismo tiempo?
Cogió el colgante entre sus manos y giró el reloj. De
pronto, todo pareció difuminarse y moverse muy deprisa, tuvo que cerrar los
ojos para no marearse y perder el equilibrio. Pasados unos segundos, todo había
pasado, abrió los ojos y no vio nada, estaba demasiado oscuro.
Ya no estaba empapado, ni llevaba un sombrero en la cabeza.
Tampoco había recuperado su traje de pinzas ni sus lentes, ahora llevaba una
gabardina y el pelo más corto de lo normal. Lo único que permanecía inamovible
era ese pequeño reloj de arena que seguía sosteniendo entre sus manos. Cogió la
cadena y se la puso alrededor del cuello, metiendo el colgante por dentro de
sus ropas.
Vio una luz a lo lejos y comenzó a caminar en aquella
dirección, se encontraba en lo alto de una montaña y al llegar al borde, divisó
una ciudad llena de luces, con columnas de las que salían llamaradas de fuego y
un cartel que decía “Ven a las colonias exteriores”.
Profesor: ¿Dónde
demonios estoy ahora?
Continuará...
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