-Estoy abajo. ¿Subo o bajáis ya?- Le dije a Vero por el
móvil.
Había ido muchas veces a casa de su madre, pero nunca
recordaba el piso que era, por lo que terminaba llamándola por teléfono para
que me abriese la puerta. Mientras Vero bajaba, Carla, Laura y yo vimos llegar
a Luis, Iván y Adri, este último en su moto, como era de esperar. Dani llegaba
tarde, había tenido partido de pádel.
-Ya era hora, se me están helando las orejas.-
Adri había convencido al grupo para hacer una excursión un
tanto peculiar. Al principio la mayoría se había rajado, como era lógico, pero
poco a poco les fue convenciendo. Luis parecía menos asustado de lo que estaba
en realidad, al igual que el resto. La idea era ir hasta el hospital
psiquiátrico abandonado, pero no entrar. Más tarde iríamos a reírnos a alguna
parte mientras tomábamos algo, aprovechando el viajecito. Lo malo es que nada
salió como estaba previsto.
Nos repartimos en los dos coches y Adri nos guiaba con la
moto. Al principio íbamos hablando normalmente, pero poco a poco el ambiente se
fue cargando y el silencio se apoderó de ambos coches.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y entonces lo
supe...
-Estamos llegando.-
Nunca había estado en la zona, pero lo había visto en fotos.
Aparcamos los coches y nos bajamos. Estaba oscuro y tan solo eran las siete de
la tarde. Hacía frío, noviembre este año estaba siendo menos duro que años
anteriores, pero esa noche amenazaba tormenta.
Sacamos las linternas y comenzamos a rodear el hospital. De
repente Adri entró sin previo aviso y Dani le siguió, el resto nos quedamos en
la calle, mirándonos inmóviles.
Estaba claro que no teníamos pensado poner un pie en aquél
lugar, pero estar allí afuera tampoco era una buena idea, ya que comenzó a llover a
cántaros. Decidimos esperarles dentro del coche, pero cuando estábamos a punto
de llegar, escuchamos un grito. ¿Qué había pasado?
Corrimos en dirección a la puerta por la que habían entrado
los chicos y para sorpresa nuestra, había sido una broma para hacernos entrar.
Típico de ellos.
Estábamos calados hasta los huesos, por lo que esperamos
dentro a que pasara la tormenta. Había algo que me perturbaba, no solo eran las
presencias habituales que puede haber en un sitio así, había algo más y nos
estaba observando.
Decidimos buscar una habitación más cálida en la que esperar
a que arreciara la tormenta y nos dividimos en dos grupos. Adri, Iván y Dani
fueron por la planta de abajo del psiquiátrico y el resto fuimos por la planta
de arriba.
Subimos las escaleras todos juntos, sabía que no era buena
idea quedarnos, pero no dejaba de llover y era imposible regresar con ese
temporal. Entramos en una de las habitaciones, estaba abnegada por el agua y el
barro.
-Mala opción, sigamos buscando.-
Caminamos por una pasillo lleno de pintadas y escombros. La
vegetación que rodeaba el psiquiátrico se abría camino entre los huecos de las
ventanas y por las paredes derrumbadas.
Vero y yo íbamos en cabeza, cada una con una linterna en la
mano, pero las pilas comenzaron a fallar. Al principio resultó curioso que las
dos linternas fallasen a la vez y tuviésemos que sacar los móviles para
alumbrarnos, pero cuando nos dimos cuenta que ninguno teníamos cobertura, dejó
de resultar gracioso y comenzó a ser acojonante. Nadie sabía dónde estábamos,
por mucho que quisiéramos llamar a alguien, no podríamos, por lo que decidimos
que sería mejor marcharse, ahora que la lluvia comenzaba a amainar, o esa era
la impresión que teníamos.
Cuando nos dimos media vuelta, nos chocamos de bruces con
Adri y Dani que venían en nuestra busca. Iván estaba un poco más rezagado,
cambiando las pilas de la linterna para ver si era por eso que se apagaba. Del
susto que nos dimos, pegamos un grito que más tarde se convirtió en una
carcajada al unísono.
De pronto escuchamos un maullido, nos giramos y vimos un
pequeño gato negro en medio del pasillo, a unos pocos metros de nosotros. Carla
y Laura se acercaron al gato para ver si estaba bien y por raro que parezca, el
gato no se movió. Cuando Laura alargó la mano para tocarle, Carla se lo
impidió, el gato la arañó y salió corriendo.
-¿Alguno tiene agua oxigenada? Hay que limpiar el arañazo,
no queremos que se infecte.-
Al parecer, Luis tenía en el maletero un kit de primeros
auxilios, por lo que salimos al coche a buscarlo mientras los demás nos
esperaban en la parte de abajo del psiquiátrico. Luis y yo corrimos hasta el
coche, seguía lloviendo y por poco me resbalo, ya que estaba todo lleno de
barro. Miré el móvil mientras Luis rebuscaba en el maletero y no tenía señal.
-No sé qué mierdas pasa en este sitio, pero no me gusta.-
Le había mentido, si sabía lo que ocurría en aquél lugar.
Desde que habíamos llegado no había parado de tener “sensaciones”, me venían
imágenes, no sabía si eran producto de mi imaginación o algo peor. En aquél
lugar no había solo espíritus, había algo mucho peor, debido a los rituales
satánicos que se llevaban realizando durante tantos años.
Cuando conseguimos el agua oxigenada y las gasas,
regresamos, pero había un problema.
-¿Qué sucede?-
Luis intentaba abrir las puertas, pero no se movían ni un
milímetro. Llamamos a la puerta para que los chicos desde dentro nos abriesen y
empujaron, pero fue en vano.
-Entremos por uno de los huecos de las ventanas.-
Nos dirigimos a la parte de atrás, esquivando escombros y
follaje. Cuando llegamos a una ventana del primer piso por la que podíamos
colarnos, lo hicimos. Entré yo primera y ayudé a Luis a entrar, porque aún se
resentía de su tobillo de vez en cuando. Los chicos vinieron en nuestra busca y
nos reunimos en una de las habitaciones principales de la planta de abajo, los
baños.
Tenía unos ganchos colgados del techo, que con la tormenta
no hacían más que moverse de un lado para el otro, tuvimos que agacharnos al pasar
por debajo para evitar quedar enganchados.
Fuimos hasta la entrada y volvimos a probar suerte con las
puertas, pero no se movían.
-Dejadlo, no se moverán por mucho que insistáis, no están
atascadas. Tenemos que salir de aquí, ya.-
Curé a Carla, y le puse una venda para que no se le
infectase el arañazo, ya que aquél sitio no era lo que se dice… “libre de
bacterias”.
Salimos por la
ventana y nos dirigimos a los coches, pero para nuestra sorpresa, no
arrancaban.
-¿Es una broma? No me lo puedo creer.-
El móvil seguía sin señal y la lluvia cada vez era más
fuerte. No había nada cerca, ninguna gasolinera o pueblo al que ir, todos
estaban a un paseo, por lo que entramos de nuevo al psiquiátrico y nos quedamos
todos sentados en las escaleras.
De repente escuché una risa de un niño, me levanté y seguí
el sonido. Ninguno de mis amigos escuchaba nada, pero me siguieron para no
dejarme sola.
Bajé por unas escaleras que daban al sótano y mis amigos me
siguieron de cerca. Había un largo pasillo oscuro y frío que se adentraba en
las entrañas del edificio. Avancé unos pasos mientras mis amigos se quedaban en
las escaleras y entonces la vi, una niña rubia, con dos coletas y un vestido
azul.
Niña: ¡CORRE!
De repente la niña desapareció y la luz del móvil se apagó.
Intenté encenderlo y cuando estaba a punto de conseguirlo, noté que alguien o
algo, estaban justo frente a mi cara, sentía su respiración sobre mi rostro.
Sabía que mis amigos no eran, escuchaba sus voces detrás de mí. Al final
conseguí dar con el botón adecuado y se hizo la luz, pero para ser sinceros,
hubiese preferido continuar en penumbras. Ante mí había un hombre, con las
cuencas de los ojos vacías. Era delgado y demacrado, con los dientes afilados y
los brazos cortados. Sabía que no era su forma real, solo una ilusión provocada
por algo más grande, para provocarme pavor y aunque lo estaba consiguiendo,
permanecí impasible ante aquella terrorífica imagen. Aquél hombre se acercó a
mí, parecía como si me estuviese oliendo y aguanté la respiración hasta que sin
saber por qué, desapareció.
Regresé con mis amigos y les pregunté si habían visto lo
mismo que yo, pero nadie había visto nada, por lo que subimos las escaleras a
toda prisa y salimos por la ventana, nos montamos en los coches y salimos
corriendo de vuelta a la civilización.
La lluvia había cesado y los coches funcionaban. Miré los mensajes y
tenía un montón de llamadas perdidas, me iba a caer una buena regañina. Vero
comenzó a hablar con su novio Emilio, la había estado llamando preocupado, pero
no le contó nada, tampoco nos iba a creer.
Mientras el coche cogía el camino que llevaba a la
carretera, me dio por mirar hacia atrás, a una de las ventanas de la planta de
arriba del psiquiátrico y vi a la niña del vestido azul. No sé cómo, pero supe lo
que quería decirme.
“Ayúdanos, vuelve pronto.”
Le sonreí tristemente y no dije nada más hasta llegar a
casa, ese día tendría que reponer fuerzas, al día siguiente tenía un demonio
con el que acabar.
FIN
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