viernes, 3 de julio de 2015

Halloween Night. Capítulo 3º



ANTES

Era el año 1939 y la Guerra Civil Española estaba a punto de terminar, se notaba en el ambiente. Nada se podía hacer ya contra Franco, pronto declararía su victoria e impondría una dictadura. 

Me encontraba en un hospital a las afueras de Navarra. Había recibido un disparo en el lóbulo frontal que milagrosamente no me había matado, pero debido al impacto, al cansancio y al hambre, estaba a punto de dejar esta vida para terminar algún día con mi nombre escrito a los pies de una estatua conmemorativa. Algunos rezan por sobrevivir, lo mío era todo lo contrario. Pasaba las noches en el pasillo del hospital, debido a que las habitaciones estaban todas ocupadas. No dejaba de escuchar el lamento de los pacientes, el olor insoportable de los cadáveres al pasar de camino a la morgue, me provocaba arcadas y apenas había sanitarios para tanto herido. Una noche, cuando todos dormían, noté que algo se clavaba en mi cuello, abrí los ojos y mi mirada se topó con la de una joven de ojos verdes que estaba tan cerca que podía oler su perfume de azahar. La joven me sonrió y volvió a clavar sus afilados dientes en mi garganta. No podía gritar, no podía moverme y poco a poco todo se oscureció.

Pasé varias horas muerto, o eso pensaba yo, pero en realidad estaba sufriendo mi transformación. Cuando abrí los ojos me encontraba dentro de un ataúd de madera, lo supe porque habían tenido el detalle de enterrarme con mis objetos personales, entre los que había un paquete de cerillas medio vacío con el que me pude alumbrar. ¿Cómo saldría de allí? ¿Por qué me habían enterrado si estaba vivo? Notaba la garganta terriblemente seca y por poco me dejo las uñas al rascar la tapa del ataúd. De pronto comencé a gritar, pero las palabras no salían de mi boca, ni si quiera emitía algún sonido que pudiera ser audible. Entonces escuché una pala y noté que la tierra se removía, al abrir la tapa, aquella mujer estaba esperándome.

María: Bienvenido a tu nueva vida. Yo seré tu guía.
Jaime: ¿Qué guía? ¿Quién eres tú?
María: Mi nombre es María, aunque antiguamente se me conocía como María Magdalena, pero eso fue hace mucho tiempo. ¿Cómo te llamas?
Jaime: Mi nombre es Jaime. ¿Podría explicarme cómo he llegado a estar…?
María: ¿Muerto? Sí, verás. Para renacer como vampiro has de morir. El proceso tarda varias horas en completarse y gracias a que me hice pasar por un familiar tuyo, no te enterraron en una fosa común. Pensé que sería bastante desagradable despertarte muerto y acompañado. No me des las gracias.

María me ayudó a salir de aquél hoyo y me enseñó a cazar. Jamás quise ser inmortal, ni mucho menos matar a alguien a sangre fría, pero la guerra me había cambiado y conocer a María fue la gota que colmó el vaso. 

Me enseñó a alimentarme y me contó la historia de cómo se había convertido en vampiresa.

AÑO 33 d. C.

“Corría el año 33 d.C. y María estaba a los pies de la cruz de Jesús de Nazaret. Llevaba llorando tanto tiempo que se había quedado dormida debido al cansancio. Notó como alguien la apartaba del amor de su vida que yacía muerto sobre ella, clavado en una cruz y la llevaba en brazos a una casa a las afueras, no muy lejos del monte Golgota, donde se encontraba. Estaba tan agotada que no opuso resistencia alguna.

Se despertó sedienta y cansada, todo estaba oscuro e intentó levantarse y abrir la puerta de aquél lugar para escapar de su captor, pero al hacerlo, la luz del sol le dio de lleno y sintió que la piel le ardía, de pronto un joven se abalanzó sobre ella cerrando la puerta de golpe.

Josue: ¡No puedes salir, arderás!
María: ¿Qué me hiciste? ¿Qué me sucede?
Josue: Te he dado la oportunidad de vengar la muerte de tu amor. Podrás hacer que los culpables paguen por lo que le hicieron y además, podrás ser mi compañera. Llevo demasiado tiempo solo, desde que me apartaron de mi reinado.
María: ¿Eras un emperador?
Josue: Yo en realidad soy el Faraón Jasejemuy, proveniente del periodo arcaico del antiguo Egipto. Soy el último Faraón de la segunda dinastía. Y he adoptado otro nombre para pasar desapercibido entre las gentes de tu ciudad, cosa muy habitual entre vampiros. He seguido la historia del que se hace llamar Mesías y por ello vine hasta aquí. Seguramente esto formará parte de la historia y me gustaría ser parte de ella, aunque sea relativamente.”

DE VUELTA A 1939

Tras sus palabras, no daba crédito a lo que me había sucedido. Lo que sabía cambiaría los libros de historia, incluida la Biblia. Pero según María, en el Vaticano se tomaban muchas molestias para tapar ciertos asuntos de interés.

Con el tiempo fui aprendiendo a ser más agresivo, sigiloso y eficaz. Al igual que María, la sed de venganza me había convertido en un asesino implacable. Cambié mi nombre por el de James y comencé mi andadura junto a la vampiresa por Europa y Estados Unidos, uno años que jamás olvidaré.

AÑOS MÁS TARDE

Visitaba la tumba de María, mi hacedora. Hacía tiempo que había muerto a manos de un hombre lobo, nuestros enemigos más peligrosos. Le dejé unas violetas que sabía le gustaban sobre su lápida y me marché de allí. De pronto, vi que se estaba oficiando un entierro, una multitud agolpada a las puertas de una cripta y entre los asistentes, dos pequeñas brujas que no superaban los 5 años de edad. Olí el aroma que se había quedado impregnado en el aire y supe que esas niñas se convertirían en mi pequeña obsesión, hasta que su dulce aroma se vio enturbiado por otro más desagradable, olía a perro mojado, muy típico de los hombres-lobo. Un pequeño niño-lobo rondaba a una de las niñas que había llamado mi atención. No podía creer la suerte que tenía, el hijo del lobo que había matado a María estaba enamorado de aquella joven bruja. Mi mente comenzó a darle vueltas a un plan que requeriría de años y mucha paciencia, pero al ser un vampiro iba sobrado de todo eso.

AHORA

Allí estaba esa chica, cómo había crecido. Durante muchos años había intentado acercarme a ella para convertirla en aquello que el joven Michael odiaba más que a sí mismo, un chupasangre como yo.
El joven lobo no comprendía por qué los hombres-lobo y las brujas no podían estar juntos, por lo que sufría en silencio, observándola. ¿Pero cómo hacer que sufriera más? No podía convertir a su bruja sin alejarla de él, era muy arriesgado ya que la observaba día y noche. Tendría que separarlo de ella de alguna forma. Justo cuando estaba dándole vueltas al asunto en cuestión, apareció la otra bruja, Elizabeth. 

James: Tú serás mi señuelo.

Con el tiempo me acerqué a ella, era muy guapa y simpática, una lástima que mi plan fuese matarla desde un principio, me recordaba en algunas cosas a María y eso no hacía más que empeorar las cosas y acrecentar mis ganas de venganza.

Una tarde, con la excusa de una acampada conseguí llevarla a lo profundo de un bosque y allí la maté. La joven no se olió nada hasta el instante anterior a que mis dientes se fundiesen con su garganta. Noté como la vida se escapaba de su cuerpo para invadir el mío. Sus recuerdos me fueron mostrados tan claros que supe que mi plan saldría a la perfección, su hermana se obsesionaría con su muerte y vendría directamente a por mí. Y por supuesto, yo la estaría esperando.

Estaba en la tumba de María cuando olí ese perfume inconfundible, Jezabel al fin había encontrado el colgante de su hermana. Se lo había arrancado antes de morir para dejarlo como cebo. Obviamente lo había escondido para que la policía no lo encontrase, pero sabía que esa joven bruja no dejaría de buscar hasta dar con él.

Me acerqué sigiloso y me senté en el tejado de una de las criptas cercanas y me dispuse a ver el espectáculo. Una invocación no era algo que se viese todos los días y sería divertido volver a ver a una de mis presas.

James: Me gustaría preguntarle si aún le duele lo que le hice. Sería muy provechoso para mis investigaciones.

Cuando el fantasma de Elizabeth apareció, sentí un escalofrío, había alguien más en aquél cementerio, pero mis ganas de llevar a cabo mi venganza eran más grandes que mi instinto de supervivencia en aquél momento y me dejé llevar.

James: Vaya, vaya. Reunión de hermanas. Al fin te conozco querida. Pero más vale tarde que nunca, sobre todo si sabes tan bien como tu hermana.

Todo pasó muy deprisa. Intenté convertir a la bruja, pero había subestimado sus poderes, por lo que no me resultó nada fácil aproximarme a ella, aunque lo conseguí. Cuando estaba a punto de clavar mis colmillos en su garganta, un inmenso lobo gris saltó sobre mí haciendo que cayera al suelo y soltase a la bruja que huyó. El lobo intentaba morderme la yugular y yo intentaba partirle en dos. Ambos luchamos varios minutos hasta que el lobo se apartó de mí y comenzó a retorcerse, fue cuando me fijé en que la luna se había vuelto a ocultar tras las nubes.

James: Lo siento lobito, pero me da a mí que hoy no es tu noche de suerte.

Me lancé sobre el joven medio desnudo que se encontraba ante mí y lo lancé con todas mis fuerzas contra una de las criptas, partiendo las columnas de piedra por la mitad del impacto. 

James: Creo que no molestará más por un tiempo. Tranquilo chucho que no quiero matarte, aún no. Quiero que sufras porque verte sufrir es lo que matará a tu padre y eso me hará muy feliz. Disfruta mientras puedas.

Volví a escrudiñar el aire y seguí el rastro de la bruja hasta una cripta. Sabía que estaba en uno de los ataúdes, su aroma a peonias salvajes era inconfundible. Abrí la tapa del ataúd y allí estaba, aterrorizada. La cogí del cuello y la saqué del ataúd. Comenzó a revolverse y a patalear, pero era un juego, tan solo le dejaría creer que podría escapar, para ver la desesperación en su cara al darse cuenta que yo sería la última cosa que vería en su vida. Estaba a punto de morderla cuando…

James: ¡AHHH! ¿De dónde salen esas cosas?

Comenzaron a golpearme con piedras, no sabía de dónde venían, hasta que me di cuenta que había dos fantasmas bombardeándome desde lo alto de la cripta. Uno de los fantasmas era Elizabeth y el otro un anciano. 

Cogí a Jezabel del cuello y le mostré la escena.

James: Mira que el mundo es un pañuelo. Ese vejestorio es el culpable de todo. Gracias a su muerte yo os conocí aquél día en su entierro. Gracias abuelo, sin usted jamás hubiese llevado a cabo mi venganza.

Entonces golpeé a Jezabel en la cabeza y me marché a toda prisa del cementerio, directo a mi casa a las afueras de la ciudad, con la bruja al hombro.

Tenía mucho que hacer antes de convertirla en vampiresa y poco tiempo para hacerlo. ¡TIEMPO! Algo que normalmente nos sobra a los vampiros y de lo que yo últimamente andaba escaso.


CONTINUARÁ...

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