Era la noche de Halloween en una ciudad como cualquier otra,
pero esa noche tenía algo especial. La luna llena más grande, que se había
visto en años, por aquellos lares, estaba en lo más alto, iluminando la ciudad.
La noche que precede al día de los difuntos, es la más
mágica del año, en ella, el velo que separa el mundo de los vivos y el mundo de los muertos se hace más tangible.
Esa noche, las criaturas que pueblan la tierra vagan por el mundo sin miedo a
ser descubiertas, es la noche en la que los muertos caminan entre los vivos y
es la noche en la que se basa nuestra historia.
AULLANDO A LA LUNA
Unas horas antes de la media noche.
Michael era un joven deportista, un atleta sin igual. Campeón con el equipo de rugby de su facultad, equipo al que llamaban “Los
lobos de Michael”, debido a su capitán. Cada año vencían sin problemas al equipo
rival, lo que les había llevado a ser conocidos por toda la ciudad. Además,
Michael era campeón nacional de natación y el campeón mundial más joven de triatlón.
Por todo ello, Michael era el chico más cotizado de la Facultad de Veterinaria,
las jovencitas bebían los vientos por él, pero nuestro atleta solo tenía ojos
para Jezabel, una joven de la Facultad de Psicología, próxima a la suya y que
era la única que no le prestaba atención. Se conocieron un día de partido en el
que sus facultades se enfrentaban y él enseguida le pidió salir juntos, lo malo es
que ella no estaba por la labor y le rechazó, desde entonces intenta descifrar
el secreto que Jezabel esconde y que la hace casi inaccesible.
Michael: Mírala, allí está. Tan guapa como siempre.
Pete: Tío pasa de ella, siempre igual. Si yo fuese tú,
teniendo a todas detrás de mí, me olvidaría de esa chica.
Michael: Pero tú no eres yo. Las demás están vacías, son
comunes y lo común abunda, ella no, ella es especial y por eso me gusta.
Pete: Tú mismo, pero no te quejes si te vuelve a dar
calabazas, estamos en Halloween y eso en esta época abunda.
Pete se marchó a clase, tenían un examen y ya llegaban con
la hora justa. Michael se marchó detrás de su amigo, no sin antes echar un último
vistazo a la joven Jezabel, sentada a los pies de un gran roble y escribiendo
en lo que parecía un diario. Estaba tan absorta en sus pensamientos y en las
palabras que escribía, que no se percató de nada.
Pasadas unas horas, Michael salió del examen y fue directo a
buscar a Jezabel, pero no la encontró por ninguna parte, las clases habían
terminado por ese día y el campus estaba casi vacío. Le dio vueltas a la cabeza
para imaginarse dónde podría estar.
Michael: ¿Dónde van las brujas en Halloween?... A los
cementerios.
Cuando Michael se disponía a marchar en su coche, a buscar a
Jezabel en cada cementerio de la ciudad, recibió una llamada, era su padre.
Michael: Dime.
Jacob: ¿Dónde estás hijo? Sabes que esta noche hay luna
llena, debes volver a casa.
Michael: No puedo volver, mi instinto me dice que Jezabel
está en peligro y he de ayudarla.
Jacob: ¿Jezabel? ¿Otra vez esa bruja? La chica fue
inteligente al rechazarte, las brujas y los hombres lobos no pueden estar
juntos. Hemos colaborado con ellas durante siglos, pero jamás nos hemos
mezclado entre nosotros.
Michael: Siempre hay una primera vez.
Jacob: No Michael, no siempre. Debes regresar, puedes ser un
peligro si te conviertes y sabes que no somos capaces de controlarnos.
Michael: Tendré cuidado, además, esta noche la luna apenas
se ve, está demasiado nublado y tiene pinta de llover.
Jacob: Lo sé, huelo en el aire la humedad. Pero sabes que
solo hace falta que un poco de luz te toque para convertirte. ¡Ven a casa!
Michael: No puedo. No me esperes levantado.
Michael corrió bajo la lluvia buscando en cada cementerio,
si no encontraba nada regresaba al coche y ponía rumbo a otro lugar más
alejado. Al tercer intento lo consiguió, allí estaba ella, empapando sus ropas
negras como la noche bajo la lluvia, por ello le costó reconocerla. Estaba
arrodillada a los pies de una tumba, con una vela blanca en la mano y recitando
algo en voz alta. De pronto algo pasó, de la tumba salió un humo blanco que se
elevó unos metros por encima de la lápida y fue volviéndose más nítido, hasta convertirse en
una joven vestida de blanco y casi traslúcida. Era un fantasma.
Michael no daba crédito, sabía que Jezabel era una bruja, esas cosas se notaban, pero cuando la escuchó gritar con lágrimas en los ojos… “HERMANA”, se le partió el corazón y se escondió, más si cabe, tras el árbol que le ocultaba.
Michael: Es su hermana, ahora lo entiendo todo.
Jezabel había perdido a su hermana meses antes y por ello
iba siempre de negro, por ello estaba la noche más mágica del año sola, en un
cementerio, buscando respuestas. Michael no lo pudo evitar y lanzó un aullido a
la noche que a Jezabel le heló la sangre. Hizo temblar a la bruja que
permanecía con los ojos llorosos a los pies de su hermana muerta.
Michael estaba a unos cientos de metros más atrás, escondido
tras un gran olmo que le ocultaba a duras penas. Su gran oído le permitía estar
al tanto de todo lo que sucedía entre Jezabel y su hermana, pero guardando una distancia
prudencial.
De pronto algo cambió en el ambiente, la lluvia cesó y pudo
reconocer un olor que le resultaba asquerosamente familiar. Un vampiro se había
posado en lo alto de una cripta cercana, estaba agazapado observando a la bruja
y al fantasma, hasta que decidió interrumpir la conversación.
Michael se estaba desesperando, no podía escuchar apenas
nada debido a la tensión del momento y sabía que su bruja corría peligro, por
lo que se preparó para atacar. Lástima que la luna siguiese oculta tras las
densas nubes, le hubiese encantado arrancarle de cuajo la yugular a ese maldito
monstruo.
Sintió como se rompía por dentro al ver como el vampiro se
abalanzaba sobre la bruja y como ésta movía deprisa las manos creando un
remolino de aire que mantenía al vampiro a raya. La bruja dio un pisotón en el
suelo y éste se agrietó. El vampiro era fuerte y estaba consiguiendo vencer las
defensas de la bruja, poco a poco, con paso lento se aproximó a ella mientras
le mostraba los dientes. El fantasma intentaba ayudar a su hermana, pero los
golpes que propinaba al vampiro le atravesaban como mantequilla.
Cuando el vampiro
alcanzó a la bruja, se posicionó a su espalda y la agarró por la cintura, las
nubes se disiparon y la luz de la luna inundó todo el valle, alcanzando a
Michael de lleno y haciéndole caer de rodillas al suelo mientras se rasgaba la
ropa que le cubría el torso.
Jezabel solo alcanzó a escuchar un aullido, el
mismo aullido que momentos antes le había helado la sangre y a ver la silueta
de un gran lobo gris corriendo hacia ella, después cayó al suelo y todo se
volvió oscuridad.
CONTINUARÁ…
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