Había dormido en la antigua habitación de Arwen y al despertar, vi
como los primeros rayos de sol de la mañana, se reflejaban en las aguas
del rio.
Tras vestirme, salí a desayunar. ¿Más pan élfico? Me
dieron arcadas solo de pensarlo, estaba empachada del día anterior, por
lo que cogí algo de fruta para el camino y me dispuse a dar un paseo por
Rivendell antes de marchar.
Cuando llegué a la sala de
reunión, me di cuenta de que Balin tenía su hacha, los elfos sus arcos,
Adanedhel y Lorien sus espadas, Gandalf su bastón y…
Charlie: ¿Qué pasa con Freja y conmigo? Necesitaremos armas también.
Uno
de los escoltas de Legolas nos condujo a la sala de las armas y allí
nos abastecieron. La espada que me dieron pesaba más de lo que me
imaginaba, pero aun así era bastante más ligera que cualquier otra de
sus características. A Freja le entregaron una daga élfica, ella no era
alguien hecho para la lucha, por lo que solo le procuraron una buena
defensa.
Cuando marchamos montados a caballo, vi
hacerse más y más pequeño aquél paisaje, hasta desaparecer de mi vista.
Dejábamos Rivendell atrás y nos disponíamos a vivir la mayor aventura de
nuestra era, formaría parte de los libros de historia de la Tierra
Media. Iba a ser alucinante.
Anduvimos durante varios
días, apenas sin detenernos. Se notaba que entre Lorien y Adanedhel
había una historia, y Balin y yo hicimos una apuesta para ver lo que
tardaban en confesarse amor eterno, de alguna manera debíamos
entretenernos.
Cruzábamos un río y de repente mi
caballo se volvió loco, se desbocó y me tiró al agua. Me incorporé
empapada de pies a cabeza y mientras me quejaba de la situación, algo
llamó mi atención. Debajo de una piedra había algo que asomaba, algo
reluciente que me embriagó en un instante. No podía ser tan fácil, no
podía ser el anillo y no lo era.
Me agaché, metí la
mano en el agua y tiré de una cadena de oro hasta sacar un pequeño
colgante de oro que parecía tener un mapa grabado en su interior, junto con una
inscripción en élfico en la parte posterior.
Gandalf
desmontó de su caballo y se apresuró a coger el colgante. Por lo que
pudieron comprobar con la inscripción, la historia era cierta, había
otro anillo y su ubicación exacta estaba localizada en ese mapa.
Gandalf:
No puede estar bien, indica que el anillo se encuentra en Mordor. Pero
Mordor fue destruido por la lava. No puede ser, debe haber un error.
Charlie:
Puede que no sea un error. Puede que el anillo esté cerca de Sauron,
pues sino… ¿De qué otro modo podría haber resucitado? Quizás el anillo
no sea tan poderoso como el otro y mientras que el otro existió,
sencillamente lo eclipsó. Al destruirlo Frodo, éste absorbió su poder
poco a poco y ahora está listo para ser encontrado. No sé si me explico
bien. Da igual, creo que estoy desvariando.
Adanedhel:
Quizás la pelirroja tenga razón. Se dijo que había varios anillos y
todos fueron destruidos menos uno, del que más tarde Frodo se encargó,
pero… ¿Y sino todos fueron destruidos? Alguien pudo mentir todo este
tiempo y esperar a reinar cuando llegase su hora.
Charlie: Pues así visto, no parece tan descabellada mi idea, después de todo.
Gandalf: Debemos encontrarlo y destruirlo antes de que recupere toda su magia.
Legolas: ¿Pero quién portará el anillo cuando lo encontremos?
Charlie:
Creo que debería ser Freja. Lo lleva en los genes. Tanto Bilbo como
Frodo fueron los portadores predecesores, está claro que están
predispuestos genéticamente para ello.
Sam: ¿Genéti…qué?
Charlie: En resumen, parece que son los únicos capaces de resistir sus encantos.
Freja: ¿Yo? No, jamás. Yo no soy como ellos. Solo he venido porque Gandalf me obligó, no tengo ninguna necesidad de aventuras.
Me
acerqué a la pequeña y delicada hobbit, puse mis manos en sus hombros y
mirándole a los ojos le dije que era su destino y uno no puede negarse a
ser un héroe porque los héroes no se hacen, nacen con ese don y todo el
mundo sabe que “un gran don conlleva una gran responsabilidad.” La
fuerza está contigo mi querida Freja, confiamos en ti. Al parecer, mi
charla había funcionado, porque la hobbit cambió la cara, sacó pecho y
volvió a montar su poni encabezando la marcha.
Gandalf: Sabias palabras, querida extranjera. ¿Quién se las enseñó?
Charlie: Mi maestro, por supuesto.
Me
hubiese gustado ver a Spiderman en la Tierra Media, pensamiento que me
hizo sonreír y continuar la marcha, me estaba quedando rezagada. Aún nos
quedaban muchos kilómetros por recorrer, pero parecía que la esperanza
había llegado y se había asentado en los corazones de toda la compañía,
eso me hacía sentir bien. Lástima que mis amigos no estuviesen allí,
hubiese pagado por ver quien era más cabezota de los dos, si el mayor de
los Winchester o mi querido Gandalf, parecían cortados por el mismo
patrón.
Nos detuvimos para hacer noche bajo unos
árboles. La hoguera nos mantenía calientes y gracias a eso caí en un
profundo sueño. De pronto un ruido me desveló.
Charlie: ¿Qué ha sido eso?
Me
levanté con la espada en la mano y vi que todos estaban alerta. A lo
lejos escuché un cuerno sonar y lo que vino a continuación, me heló la
sangre.
Balin: ¡¡¡ORCOS!!!
Gandalf: ¡¡¡Corred insensatos, corred!!!
¿En serio tendría que luchar? ¿Tan pronto? No sabía si estaba preparada o no, pero no tardaría mucho en comprobarlo.
Continuará...