No podía dejar de pensar en lo acontecido en su consulta. Ese
chico que aparecía cada noche en sus sueños, era real. Había escuchado con
atención la historia que el le había contado, tan surrealista como interesante.
Iba conduciendo por la autopista, era noche cerrada cuando comenzó a llover y no lo vio venir, un coche con los faros apagados se precipitó contra ella, obligando a que diera un volantazo. El coche se descontroló por culpa de la lluvia y quedó suspendido en el puente. Al chocar contra las protecciones, Becky se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento. Notó como caía al vacío, como el agua fría le helaba la sangre y le inundaba los pulmones. Un brazo fuerte y firme la sostuvo y de pronto, un dulce calor le recorrió los labios y la invadió por completo.
Iba conduciendo por la autopista, era noche cerrada cuando comenzó a llover y no lo vio venir, un coche con los faros apagados se precipitó contra ella, obligando a que diera un volantazo. El coche se descontroló por culpa de la lluvia y quedó suspendido en el puente. Al chocar contra las protecciones, Becky se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento. Notó como caía al vacío, como el agua fría le helaba la sangre y le inundaba los pulmones. Un brazo fuerte y firme la sostuvo y de pronto, un dulce calor le recorrió los labios y la invadió por completo.
Despertó a la
mañana siguiente, estaba en el hospital, la enfermera le estaba tomando la
temperatura.
Enfermera: Buenos días, no se preocupe, está usted en el hospital.
Becky: ¿Estoy
grave?
Enfermera: Enseguida vendrá el médico a hablar con usted.
La enfermera salió
y al poco entró un hombre de mediana edad y pelo canoso.
Médico: Buenos
días, señorita. ¿Qué tal se encuentra hoy?
Becky: Un
poco dolorida. ¿Qué ha pasado?
Médico: Tuvo
usted un accidente, un joven la rescató del río y la trajo hasta aquí, le debe usted la vida. Tiene un par de contusiones, nada que las medicinas y unos cuantos días de
descanso, no puedan remediar.
Becky: ¿Quién
dice que me trajo hasta aquí? Me gustaría darle las gracias.
Médico: Creo
que está en la máquina del café. Ha pasado toda la noche aquí, no se ha movido
de su lado ni un momento.
El médico se
marchó y apareció el, con cara de asombro.
Jeremy: Tenemos
que dejar de vernos así. ¿Qué tal estás? (Con una sonrisa)
Becky: ¿Tú?
Jeremy: Un
simple gracias estaría bien.
Becky: ¿Pero, como?
Jeremy: Creo
que lo sabes. No soy un simple paciente más, me pareció una buena idea
lo de presentarme de esa forma ante tí, en mi siguiente sesión te iba a contar la verdad, pero
decidiste darte un baño antes de tiempo y tuve que anticiparlo.
Becky: ¿Pero quién eres
en realidad? ¿Lo del estrés laboral es mentira, verdad? Ya se me hacía a mí, demasiado raro todo eso.
Jeremy: En
realidad si tengo estrés laboral, pero no soy abogado, sino una parca.
Becky: ¿Y
eso que es?
Jeremy: La
muerte, bueno, una de ellas.
Becky: Creo
que el golpe en la cabeza fue más fuerte de lo que dijo el doctor.
Jeremy: No
te pasa nada en la cabeza, has escuchado bien.
Becky: Entonces,
¿vienes a llevarme contigo?
Jeremy: Aún
no, pero necesito ayuda y creo que tú puedes ayudarme.
Becky: ¿Yo?
Jeremy: Creo
que estoy sufriendo una crisis. Tengo que cumplir con mi trabajo, pero últimamente me
afecta más de lo debido. Hagamos una cosa, descansa, esta tarde te darán el
alta y después hablaremos. Iré a trabajar, no te vayas sin mi.
Salió por la
puerta y Becky se quedó tumbada mirando al techo. No podía ser cierto, la
muerte le había salvado la vida. ¿Y tenía que tratarle? Si lo conseguía, sería
la mejor psicóloga de la historia, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.