lunes, 15 de agosto de 2011

Juego de Dioses 3ª parte


Cronos llevó a casa a Cloe para que se preparase por lo que tuviese que suceder a continuación y se marchó. Le había dicho que volvería a recogerla en cuanto terminase unos asuntos que tenía pendiente.

Cloe estaba en su casa, tumbada en la cama y mirando por la ventana, sabía que él estaba cerca, lo presentía. Se incorporó y se asomó, no lo veía. ¿Dónde estaría escondido? ¿Se habría hecho invisible? De pronto lo vio, estaba tumbado en un árbol cercano a la ventana, en una de las ramas. Su sonrisa blanca como la nieve, iluminó toda la calle, o eso es lo que sintió Cloe, le encantaba esa sonrisa y el brillo que tenía en los ojos cuando la miraba.
Espera, ¿Brillo? ¿Qué estaba diciendo?

Cloe: No Cloe, céntrate. Hay unos maníacos persiguiéndote y tú pierdes el tiempo con tonterías de quinceañera.

De pronto algo la sobresaltó, oyó un golpe en la parte de abajo de su casa, provenía de la cocina. Cogió el desodorante en spray que tenía en la coqueta y bajó las escaleras sigilosamente. Cuando llegó a la cocina, pensó en asomar la cabeza, pero con eso solo ganaría que le dieran el golpe más fuerte, así que sin más preámbulos, se abalanzó contra la puerta de la cocina, gritando, con los ojos cerrados y descargando el spray al aire.
Alguien se quejó.

Cronos: ¿Se puede saber que haces?
Cloe: ¿Eras tú? Lo siento.
Cronos: Casi me dejas ciego.
Cloe: ¿Pero no eres un Dios? Se supone que estas tonterías no te afectan.
Cronos: Que sea un Dios no quiere decir que esto no escueza.
Cloe: Lo siento, otra vez.
Cronos: No me digas que pensabas defenderte con eso.
Cloe: Contigo funcionó. ¿No?
Cronos: Sí, pero... ¿no tienes armas en casa?
Cloe: Como no te refieras a los cuchillos de la cocina o a la escoba, pues no.
Cronos: Menuda protectora que estás hecha.
Cloe: Oye, que yo hasta hace unas horas era una chica normal y corriente.
Cronos: ¿Normal tú?
Cloe: Bueno, lo admito, era un caso perdido. Pero ya me entiendes.
Cronos: Vayámonos. Tienes que aprender a usar tus poderes, pero aquí no.
Cloe: Estoy harta de dar vueltas, ¡me quedo en casa!
Cronos: ¡¡¡No!!! ¡Debemos irnos!

En ese instante, un remolino de aire frío comenzó a elevarse desde el suelo hasta el techo. Nada se movió de su sitio, lo que era bastante raro. De pronto, en el interior del remolino, apareció una mujer joven, físicamente parecida a Cloe, pero en versión asiática.

Cloe: ¿Quién eres tú y qué haces en mi cocina?
Quan Yin: Soy la joven protectora, así me llamaban. Y la pregunta es ¿porqué me llamaste?
Cloe: ¿Yo? Yo no te llamé, estaba discutiendo con él y de repente apareciste, salida de un remolino.
Cronos: Espera Cloe. ¿Pensaste en ella cuando te enfadaste?
Cloe: No estaba enfadada, estaba frustrada. Sólo quería respuestas, pero no pensé en ella.
Quan Yin: Pues yo soy la respuesta a tus preguntas. Veo que tú eres mi sucesora.
Cloe: ¿Se puede saber, porqué yo? Seguro que hay gente mucho más cualificada para el cargo.
Quan Yin: Yo tampoco lo escogí, era mi destino y él me escogió a mí.
Cloe: Vale. ¿Y ahora qué hago para recuperar mi vida?
Quan Yin: Debes vencer al mal. Lo siento cerca, debo irme.
Cloe: ¿Pero qué mal y cómo lo venzo?
Quan Yin: El poder está en ti. Tus sentimientos son el motor que lo mueve todo. Deja de intentar controlar el poder y deja que fluya a través de ti. De ese modo, lograrás saber cómo funciona y con el derrotarás a la bestia.
Cloe: ¿Pero se puede saber porqué no me das toda la información de golpe? ¿Qué bestia?
Quan Yin: Cuando la veas, lo sabrás.

El remolino reapareció y a la vez que el fantasma desaparecía, las luces se apagaron y los cristales de toda la casa saltaron por los aires en mil pedazos. Cloe sintió un fuerte dolor en el pecho, comenzó a ahogarse. Cronos la vio, se acercó a ella, la abrazó y desaparecieron al igual que habían hecho en la azotea. Mientras desaparecían, Cloe tuvo tiempo de ver una figura en la puerta, alguien monstruoso, envuelto en llamas y cubierto de murciélagos y arañas que recorrían todo su cuerpo. Tenía unos colmillos gigantescos, unos cuernos imponentes y unos ojos de color amarillo como los de las serpientes. Cloe se quedó mirando y mientras desaparecía abrazada a Cronos, pudo ver como la bestia le sonreía.


Continuará...



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