Shanna
estaba agotada, llevaba dos días sin dormir y apenas probaba bocado. Se hacía
la enferma para no ir a clase, allí su imaginación volaba más de lo normal y no
era buena idea ponerse a viajar en el tiempo en medio de la clase de historia. Para
el resto del mundo, ella seguía con dolor de tripa en casa, de ahí que su madre
la tuviese a dieta blanda. ¡Qué suplicio! Entre eso y el sueño, apenas podía
levantarse y dar un paso, por ello, en un momento de descuido, el sueño pudo
más que ella y cayó rendida.
De pronto,
volvía a estar en México, entre la maleza. Estaba camuflada y vio pasar ante
sus narices un grupo de turistas, llevaban mochilas y palos, iban siguiendo a
un guía que les explicaba lo que estaban viendo, por lo que esta vez no había
viajado tan lejos en el tiempo. De pronto, uno de los hombres del grupo se
detuvo y quedó rezagado. Giró hacia su derecha y se adentró en la maleza.
Shanna tuvo un presentimiento y le siguió de cerca. El hombre anduvo por la
maleza un rato y de pronto se paró. Se arrodilló frente a un árbol y comenzó a
escarbar. Shanna no daba crédito, aquél hombre parecía estar en trance. Cuando
terminó de escarbar, sacó algo que había allí enterrado. Era el cofre del
collar, ¿pero si fue enterrado en la otra punta del mundo por el padre de Jack,
quién y porque lo habían movido de lugar? Deseó encontrar las respuestas, lo
deseó con todas sus fuerzas y de pronto, todo se volvió borroso, antes de
desaparecer, se fijó en la mochila del hombre misterioso, tenía unas iniciales
bordadas I.J.S.
Ese era el
hombre que buscaba, de repente se hallaba en la colina donde estaba enterrada
la hermana de Jack. Era el día del funeral y lo vio vestido de negro, desolado.
Se le partió el corazón al verlo sufrir de ese modo. Entonces se percató que no
era la única que desentonaba en la escena, un hombre alto con gafas, estaba
tras un árbol observándolo todo. En sus manos, sujetaba una pala y un saco.
Algo extraño, ya que el enterrador estaba ejerciendo su trabajo con el ataúd de
la hermana de Jack. Decidió esconderse hasta que todos se fuesen y así poder
vigilar al hombre de la pala. Agudizó la vista y pudo ver unas iniciales en la
camisa I.J.S.
¡No podía
ser el mismo hombre! Se daba un aire al otro, pero no era el mismo que vio
en México desenterrando el cofre. Había algo que se le escapaba. ¿Y porque le
ponía sus iniciales a todo?
Cuando el
cementerio quedó vacío, el hombre bajó hasta la tumba y comenzó a cavar. Le
llevó un par de horas terminar de quitar toda la tierra, aunque estaba
reciente. El hombre no tenía mucha musculatura que digamos, era más bien un
tirillas, a Shanna le dieron ganas varias veces de sacarle del agujero y
meterse ella para terminar de cavar. Se oyó un ruido, había llegado al ataúd.
Lo rompió y sacó el cofre. Shanna no pudo remediarlo, se acercó al agujero y
cogió la pala que el hombre había dejado arriba al terminar de cavar.
Shanna: ¿Quién eres y porque estás robando ese cofre? (Amenazando
con la pala)
I.J.S: ¿Quién eres tú?
Shanna: Yo pregunté primero. ¿No sabes que es de mala educación
responder a una pregunta con otra?
I.J.S: Está bien. Me llamo Ignacio. Sí, estoy robando este
cofre, pero es para llevarlo lejos de aquí, es peligroso.
Shanna: Pero tú no puedes ser Ignacio, yo vi a Ignacio
desenterrar este cofre en México, se parecía a ti pero no eras tú, es imposible.
No sé qué me pasa, pero no le encuentro lógica ninguna, a menos que... fuese tu
hijo o tu nieto.
Ignacio: ¿De qué hablas? Mi hijo tiene 3 meses.
Shanna: No me refiero ahora mismo. Es la única explicación
posible. ¿Tenías pensado llevar el cofre a México y enterrarlo allí?
Ignacio: Yo no, un amigo mío debe viajar a México y sabe toda la
historia del cofre, yo se lo conté. Es quien se lo llevará y lo esconderá donde
nadie pueda encontrarlo jamás. Además, tengo derecho a estar aquí, con mi Sophie.
Shanna: En primer lugar, dile a tu amigo que lo esconda mejor,
porque si yo estoy aquí, es porque no lo hizo muy bien que digamos. Y en
segundo lugar. ¿Quién es Sophie? ¿No será...?
Ignacio: Sí, es el único amor de mi vida y está aquí enterrada. Se
volvió loca y se suicidó por culpa de este maldito cofre y lo que contiene, me
da miedo abrirlo.
Shanna: Créeme, mejor no lo hagas, porque por eso mismo estoy yo
aquí. Me sucedió lo que a Sophie, solo quiero hallar el modo de romper la
maldición y poder deshacerme del colgante de una vez por todas. Pero a lo que
vamos. ¿Cómo me deshago de esto?
Ignacio: No me lo enseñes, no lo quiero ver. Por culpa de ese
colgante, mi vida es una ruina.
Shanna: Bienvenido al club.
Ignacio: ¿Qué club?
Shanna: Déjalo, es una expresión, nada más.
Ignacio: No sé cómo deshacerme de eso. Sophie tuvo que morir para
poder quitarse el colgante, espero que tú no tengas que correr la misma suerte.
Shanna: Pues entonces estoy como al principio, o puede que no. Tu
hijo seguro tiene las respuestas, debo encontrarle.
En ese
momento, agarró su collar y apareció en un abrir y cerrar de ojos en una
habitación acolchada, era un manicomio. En un rincón, había un hombre con una
camisa de fuerza. Estaba acurrucado, con los ojos perdidos en el vacío y
hablando en una lengua sin sentido. Era él, el mismo hombre que andaba
buscando, el hijo de Ignacio, ¿podría resolver sus dudas?
Shanna se
acercó, el hombre comenzó a gritar al ver el colgante asomando por la blusa de
Shanna. Entonces, Shanna se apartó, escondió el colgante y volvió a la carga.
El hombre esta vez sonrió, miró hacia una abertura que había en el acolchado de
una de las paredes y volvió a sonreí. Shanna se acercó al agujero, metió la
mano y halló un sobre. De pronto se vio en la habitación de Jack, leyendo
juntos el sobre y allí apareció. Estaba sentado en su escritorio, dibujando el
rostro de Shanna, había cientos de dibujos con su rostro, sonriendo, haciendo
muecas, enfadada, todos y cada uno de los dibujos eran como espejos en los que
Shanna se veía reflejada, era todo un artista.
Cuando se
percató de su presencia, se levantó de la silla e intentó tapar los dibujos,
pero era tarde, ya los había visto.
Shanna: ¿Porque me has dibujado tantas veces?
Jack: No puedo sacarte de mi cabeza. No hago más que pensar en
ti, no como, no duermo, apenas puedo hacer otra cosa que no sea dibujarte.
Shanna: Yo intento no pensar en ti, pero como ves, tampoco puedo
remediarlo.
Jack: Esto no está bien, pero no lo podemos evitar.
¿Descubriste el secreto del colgante?
Shanna: Eso creo. Encontré esta carta, creo que aquí lo explica
todo.
Jack: Pues comienza a leer, ¿a eso viniste, no?
Continuará...
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