martes, 26 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 3ª parte


Shanna se acercó con cuidado al chico que continuaba arrinconado en el suelo.

Shanna: ¡Hola! Mira esto te parecerá extraño, pero me llamo Shanna y vengo del futuro. La verdad es que en voz alta, aún suena mucho peor. No quiero hacerte daño. No sé cómo he llegado aquí, yo solo quería volver a mi casa.

Shanna comenzó a mirar a su alrededor mientras esperaba una respuesta, cuando se fijó en las vistas que se apreciaban tras las cortinas, se dio cuenta que estaba en su casa, en su habitación, pero en otra época. Así que, ese chico era uno de los anteriores inquilinos de la casa en la que ella vivía. Todo era demasiado surrealista.
El chico se levantó y se acercó a ella. El miedo había dejado paso a la curiosidad. ¿Quién era y qué hacía allí?

Jack: Me llamo Jack. ¿Dónde conseguiste ese collar? Mi padre lo enterró después de la muerte de mi hermana, fue el único modo de deshacernos de él. Y ahora tú lo has vuelto a traer a mi casa.
Shanna: Lo siento, no lo sabía. Encontré un cofre y al abrirlo vi el collar, me gustó, me lo puse y ahora no me lo puedo quitar. Esta mañana encontré una carta en el mismo lugar que el cofre, en ella me explicaba lo de la maldición, pero no sabía nada, lo juro.
Jack: Lo sé. A mi hermana le pasó lo mismo. Iba por el bosque y encontró el cofre enterrado.
Shanna: Yo lo encontré en un árbol.
Jack: ¿En lo alto? No está muy bien visto por aquí que las mujeres trepen a los árboles.
Shanna: Créeme, de donde yo vengo tampoco, aunque no se lo toman tan mal como aquí. ¿Qué puedo hacer para quitarme esto?
Jack: No lo sé. Mi hermana se sacrificó por el bien común, ya que no podía permitirse el lujo de dormir y tampoco podía evitarlo, terminaba sucumbiendo por agotamiento. Mi padre lo intentó todo, pero cuando comenzaron las revueltas por las calles, los asesinatos en masa y los terremotos. En ocho años hubo 5 terremotos por todo el mundo y fueron muy importantes, decidió sacrificarse cortándose las venas. Apareció muerta una mañana y la enterramos junto al colgante. ¿Pero si tú lo tienes, qué fue de mi hermana?
Shanna: Seguro que en alguna excavación de alguna obra la desenterraron e incineraron.
Jack: ¿Porque quemaron a mi hermana?
Shanna: En mi época, un cadáver si no es reclamado en un cierto periodo de tiempo, es incinerado, o eso o está en algún museo, pero eso son casos excepcionales. Alguien tuvo que quedarse el collar. ¿Dónde lo enterrasteis?
Jack: En lo alto de la montaña.
Shanna: Ahí es donde mi padre excavó. Iban a construir un hotel, pero recuerdo que llamaron a mi padre como experto al descubrir bastantes cosas enterradas, lo declararon patrimonio de la humanidad y no pudieron construir el hotel, mi padre me solía llevar a ese lugar. Hace unos meses le ofrecieron trabajo en el museo, tanto a mi madre como a él y nos mudamos definitivamente a esta casa. Seguro que allí encontró el broche que abría el cofre, pero el cofre no estaba. No sé que hacía en un árbol.
Jack: Esta casa es mía. Y tampoco entiendo lo del árbol, alguien lo desenterraría y al darse cuenta lo que era, lo escondería.
Shanna: Ahora sí es tu casa, con el tiempo termina siendo de mis padres. Aunque no sé si está bien que te cuente todas estas cosas, por lo de no cambiar el pasado y todo ese rollo.

Abajo, se escuchó el ruido de una puerta.

Jack: ¡Tienes que irte! Es mi padre y si te ve con eso, se morirá del susto.
Shanna: No sé cómo irme, sino ya lo hubiera hecho antes. ¿No crees?
Jack: Déjame ver.

Jack se acercó a Shanna, sujetó el colgante entre sus manos y de pronto todo se volvió borroso. En un abrir y cerrar de ojos estaban en la misma habitación, pero esta vez la decoración era distinta, estaban en la habitación de Shanna.
Jack se retiró y al toparse con la cama, cayó en ella.

Jack: ¿Dónde estoy?
Shanna: En mi casa, bueno, tú casa. Bueno, en nuestra casa pero en mi tiempo. ¡Qué lío!
Padre: ¿Shanna eres tú, estás bien? (A través de la puerta cerrada)
Shanna: Sí papá.
Padre: ¿Porque echaste el cerrojo? Nos llamaron del instituto diciendo que estabas mala. ¿Qué te pasa?
Shanna: Nada, la tripa que me duele un poco, espera, en seguida abro, que me estoy vistiendo.

Shanna empujó a Jack dentro del armario. Se quitó las zapatillas corriendo, el pantalón, la camiseta y se puso su camisón de Betty Boop. Después, se despeinó un poco y fue a abrir la puerta.

Padre: Hija no tienes buen aspecto.
Shanna: Lo sé. Pero seguro que se me pasa con un poco de reposo.
Padre: Estás empapada. ¿Tienes fiebre? ¿Quieres que me quede en casa contigo?
Shanna: ¡¡¡NOOOO!!! Es que me duché, pero no tenía ganas de secarme el pelo, eso es todo. Además, sé cuidarme sola y mamá te necesita para ultimar los detalles de la exposición. Si necesito algo, te llamaré.
Padre: Vale, pero túmbate en la cama y no te levantes a menos que sea necesario.
Shanna: Sí, te haré caso.
Padre: Si que tienes que estar mala para no llevarme la contraria. Descansa.

El padre salió y cerró la puerta. Shanna no se movió hasta que escuchó el ruido del motor del coche y la puerta del garaje cerrarse. Fue directa al armario y sacó a Jack, que estaba jugueteando con la ropa de Shanna.

Jack: Que forma de vestir más rara tenéis.
Shanna: Yo podría decir lo mismo de ti. Los volantes dejaron de estar de moda hace mucho tiempo. Bueno tenemos que llevarte a tu casa. Pero no sé cómo funciona esto. ¿En qué pensaste cuando cogiste el colgante?
Jack: En ti. Pensé como sería el lugar del que provenías.
Shanna: Vale, así que, si pensamos en tu casa, iremos allí. Y si pienso en mi tiempo, regreso. Es sencillo, no hay problema. Date la vuelta, me voy a vestir.

Jack se giró y se quedó mirando el reflejo de la ventana, eso hizo que se sonrojara y cuando Shanna se dio cuenta, le dio una colleja por mirón. Cuando se vistió, se cogieron de la mano y pensaron en la casa de Jack, en un instante se encontraban en la habitación de estilo clásico. En ese mismo momento, el pomo de la puerta se giró. Jack empujó a Shanna a la cama, se tumbó a su lado y la tapó con la colcha. El padre de Jack entró a ver a su hijo, pero este se hizo el dormido para evitar que el padre se percatara de la presencia de Shanna. Al notar la respiración profunda de su hijo (todo fingido) el padre salió sin hacer ruido y bajó las escaleras. Shanna estaba nerviosa, no sabía cómo ni porque, pero de pronto, le vino un pensamiento bastante surrealista a la cabeza, se vio cabalgando a lomos de un corcel negro por la playa, reposando su cabeza en la espalda de Jack. Y en una milésima de segundo, allí estaban, en la orilla del mar, cabalgando mientras el viento les alborotaba el pelo. Jack detuvo al caballo y se giró.

Jack: ¿Me puedes decir dónde estamos y porque me has traído hasta aquí?
Shanna: Creo que no puedo decírtelo, no estoy segura. Solo pensé en estar en cualquier otro sitio, sentirme libre y aquí estamos, supongo que me has acompañado por estar sujetándome la mano.
Jack: Por lo menos no pensaste en un lugar tan malo. Como por ejemplo...
Shanna: Será mejor que no me des ideas, por la cuenta que nos trae.
Jack: Esta vez debo darte la razón.

Desmontaron y se llenaron los pies de arena. Se pusieron el uno frente al otro y sujetaron con ambas manos el colgante, ambos pensaron en regresar a casa de Jack y allí aparecieron. Shanna se bajó de la cama y se apartó, no quería arrastrar a Jack con ella otra vez, o sí. No estaba segura de lo que quería, pero no quería deshacerse del collar, eso supondría no volver a verle nunca.
Jack se acercó a ella y le acarició la mejilla. Estaba fría, debido al viento del norte que corría por la playa, que acababan de dejar atrás. Fué a su armario y sacó una manta que posó sobre los hombros de Shanna.

Jack: Te la regalo. Así tendrás un recuerdo mío. Apenas te conozco, pero creo, que te echaré de menos.
Shanna: Lo mismo digo. Debo irme, gracias por la manta. Espero poder verte otra vez antes de deshacerme del collar, así sabrás que conseguí descifrar el secreto.
Jack: Me gustaría mucho poder recibir esa noticia. Espero tu regreso.

Jack se acercó un poco más y la besó. Tenían los labios cortados por el frío, pero fue tan dulce que Shanna se alejó con una lágrima resbalando por su mejilla y los ojos cerrados. De pronto estaba en su habitación, sola. Permanecía de pie, sujetando con las dos manos el collar y con los ojos humedecidos, recordando el beso que ahora parecía tan lejano. Cuando regresó al mundo real fue derecha a su escritorio, encendió el ordenador y buscó por internet toda la información que pudo encontrar sobre I.J.S. No tenía mucho por dónde empezar, pero sabía varias cosas. Ese hombre había viajado a México, no hacía mucho tiempo y había intentado deshacerse del cofre, por lo que comprobó en las páginas de subastas online. Después de tres largas horas, el estómago le rugía, tenía hambre, pero decidió esperar a ver la última página del buscador, un poco más de espera no la mataría. Cuando abrió la ventana del navegador, vio el cofre en una de las subastas. Un tal Ignacio J. S. había intentado vender el cofre por internet, pero luego había retirado la oferta poco después. Había unos datos de contacto, un e-mail y un número de teléfono. Probó llamando, pero nadie contestó, así que decidió escribirle un e-mail.


Continuará...





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