domingo, 31 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 5ª parte


Se sentaron en la cama, había una distancia considerable entre ellos, Shanna comenzó a leer, le temblaba la voz.
<<A todo aquél que lea esta carta. Supongo que por desgracia habrá encontrado el cofre y estará buscando el modo de deshacerse de él. Yo no tuve suerte, enloquecí poco a poco al tener cerca ese cofre y al deshacerme de él, en lugar de mejorar, he ido a peor. No puedo dormir, pensar con claridad ni hacer nada que no esté relacionado con ese maldito cofre. Lo escondí, pero supongo que no lo bastante bien, siempre se las arregla para ser encontrado. 
Tan sólo hay una solución para deshacerse de él, a parte de la muerte o la locura, destruir el colgante. Si por desgracia, aún más si cabe, usted es una mujer, lo llevará puesto y no podrá deshacerse de él tan fácilmente, ya que la única solución que se conocía era la muerte, pero yo descubrí otra salida, es algo doloroso, pero es la única forma que hay de ser libre. Si alguien se sacrifica en su lugar, usted sobrevivirá y el collar perderá su poder el tiempo necesario para destruirlo. Según cuenta una antigua leyenda, si se consigue destruir el collar, todo el mal que se hizo será reparado, pero es un riesgo, pues toda la historia cambiará. Se reescribirán muchos de los acontecimientos históricos y por salvar al mundo, puede que se destruya todo, incluso usted podría desaparecer. No se sabe a ciencia cierta, es una conjetura. No intente golpear, quemar, o congelar el colgante, no sirve de nada, la única solución es fundirlo. 
Espero que mi carta le haya sido de ayuda y le deseo suerte en su cruzada, ahora todo depende de usted>>

Cuando Shanna terminó de leer la carta, tanto ella como Jack, permanecieron en silencio unos minutos, repasaban cada palabra una y otra vez intentando asimilarlo todo. Hasta que Jack rompió el silencio.

Jack: Muy bien, busquemos un lugar donde fundirlo, yo seré el sacrificio.
Shanna: ¿Estás loco? No te lo permitiré. Esto es cosa mía.
Jack: Sabes muy bien que no puedes ser tú la sacrificada, debe ser otro en tu lugar, alguien que lo haga por amor. ¿Y quién mejor que yo? Desde que te vi por primera vez, empapada a los pies de mi cama, lo supe, tú serías la mujer de mi vida y por lo que veo, no me equivocaba. Además, si hago esto, mi hermana revivirá, tendrá una oportunidad y quién sabe, a lo mejor al cambiar la historia yo también lo hago. Si debo morir, para que dos de las mujeres más importantes de mi vida sobrevivan, lo haré.
Shanna: Jack, no. Debe haber otro modo, me niego a que lo hagas.
Jack: No puedes negarte, es mi vida y hago con ella lo que quiero.
Shanna: Pero yo te quiero, sé que es casi imposible lo nuestro y más si el colgante se destruye, pero no podre cargar con tu muerte en mi conciencia y mucho menos si yo podía impedirlo.
Jack: Pero no podrás impedirlo.

Jack se levantó y golpeó a Shanna en la cabeza con un candelabro. Shanna cayó inconsciente en la cama. Jack la cargó en sus brazos y como pudo, tocó el colgante pensando en el último lugar que vería...
Al instante todo se volvió borroso y aparecieron en lo alto del volcán Arenal en Costa Rica, en el tiempo de Shanna. Hacía mucho calor, el volcán es uno de los pocos en continua actividad, por lo que debían darse prisa, era una zona muy inestable. Jack dejó a Shanna en el suelo y se arrodilló junto a ella. De una forma cálida y dulce, le retiró el pelo de la cara y comenzó a acariciar su mejilla con el dorso de la mano.

Jack: Shanna cariño, despierta. Es hora que cumplas tu misión.
Shanna: ¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?
Jack: Creo que en Costa Rica. Despierta, tienes que estar despierta para escuchar lo que te tengo que decir.
Shanna: Ya estoy despierta. ¿Cómo pudiste golpearme en la cabeza?
Jack: Era por tu bien.
Shanna: Sí, claro. Un chichón y el dolor de cabeza son por mi bien.
Jack: Calla y escucha, cuando me vaya, intenta quitarte el colgante y en cuanto puedas, tíralo dentro del volcán, pero no te arrimes mucho, no quiero que te caigas al cráter, hace mucho calor y podrías desmayarte. En cuanto lo tires, sal corriendo hasta el primer pueblo y pide ayuda. Localiza como puedas a tu padre y que lo arregle para sacarte de aquí.
Shanna: Lo haré, pero no te vayas. No me hagas esto. Aunque parezca raro, te quiero.
Jack: Yo también te quiero y siempre estaré contigo.

De pronto Jack se acercó y la besó. Ambos lloraban desconsolados, fue un beso largo, uno que sabía a dulce despedida. De pronto Jack se levantó y corrió hacia la cima del volcán. Shanna no se lo pensó y fue tras él. No pudo hacer nada, llegó a la cima a tiempo de ver como Jack saltaba dentro del volcán. Se arrodilló en el suelo y comenzó a llorar. No podía dejar de darle vueltas, todo había sido por su culpa. De pronto el broche del colgante se abrió y este cayó al suelo. Shanna lo sujetó un instante en su mano antes de arrojarlo al fondo del volcán y salir corriendo como Jack le había hecho prometer que haría.
Cuando llegó al pueblo, llamó a su padre.

Padre: ¿Sí?
Shanna: ¿Papá? (Llorando)
Padre: Shanna hija, ¿dónde estás? ¿Qué prefijo es ese? Estábamos preocupados, llegamos tu madre y yo a casa y no estabas.
Shanna: Antes que digas nada. Mándame el pasaporte, ropa y dinero. Estoy en Costa Rica.
Padre: ¿Qué?
Shanna: ¿Recuerdas el broche que me regalaste? Pues digamos que tenía poderes y por su culpa estoy aquí, pero ya está todo arreglado. Cuando llegue a casa os lo cuento todo, pero por favor, mandadme eso para que pueda regresar.

Los meses pasaron, Shanna volvió a su vida normal, exceptuando las tardes que acompañaba a sus padres al museo como castigo, para ayudarles a terminar su investigación y contarles por vigésima vez lo sucedido. No había cambiado nada y le había costado afrontar que jamás volvería a ver a Jack.
Una mañana, llegó al instituto como cualquier otro día y se sentó en su pupitre. No se había dado cuenta que el chico que se sentaba justo delante de ella, era nuevo y creyendo que era el mismo de siempre le pidió un bolígrafo sin levantar la cabeza de su estuche.

Shanna: Perdona ¿me dejarías un boli? es que creo, que me lo dejé en casa.
Chico nuevo: Claro. Me llamo Joshua. ¿Y tú?

Shanna reconoció esa voz. Levantó la vista y allí estaba Jack. No daba crédito a lo que estaba viendo. Su rostro se iluminó y una sonrisa se le dibujó en la cara.

Shanna: ¿Jack? ¿Eres tú?
Joshua: No, me llamo Joshua, encantado.
Shanna: Sí, lo mismo digo. Es que te pareces mucho a alguien que conozco. Lo siento.
Joshua: No pasa nada. Mi abuelo también se llamaba Jack y según dicen soy su viva imagen. Así que no te equivocaste mucho. La verdad es que tu cara me suena, te pareces mucho a una mujer que retrató y cuyos dibujos encontré en un baúl que guardaba mi abuelo en el desván.
Shanna: Quien sabe. A lo mejor mi abuela y tu abuelo se conocían.
Joshua: Puede ser.
Shanna: ¿Me enseñarías algún día esos dibujos?
Joshua: Dalo por hecho. Cuando quieras.

<<<RING>>> Suena el timbre, empiezan las clases y con él, una nueva vida para Shanna.




FIN.






jueves, 28 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 4ª parte


Shanna estaba agotada, llevaba dos días sin dormir y apenas probaba bocado. Se hacía la enferma para no ir a clase, allí su imaginación volaba más de lo normal y no era buena idea ponerse a viajar en el tiempo en medio de la clase de historia. Para el resto del mundo, ella seguía con dolor de tripa en casa, de ahí que su madre la tuviese a dieta blanda. ¡Qué suplicio! Entre eso y el sueño, apenas podía levantarse y dar un paso, por ello, en un momento de descuido, el sueño pudo más que ella y cayó rendida.
De pronto, volvía a estar en México, entre la maleza. Estaba camuflada y vio pasar ante sus narices un grupo de turistas, llevaban mochilas y palos, iban siguiendo a un guía que les explicaba lo que estaban viendo, por lo que esta vez no había viajado tan lejos en el tiempo. De pronto, uno de los hombres del grupo se detuvo y quedó rezagado. Giró hacia su derecha y se adentró en la maleza. Shanna tuvo un presentimiento y le siguió de cerca. El hombre anduvo por la maleza un rato y de pronto se paró. Se arrodilló frente a un árbol y comenzó a escarbar. Shanna no daba crédito, aquél hombre parecía estar en trance. Cuando terminó de escarbar, sacó algo que había allí enterrado. Era el cofre del collar, ¿pero si fue enterrado en la otra punta del mundo por el padre de Jack, quién y porque lo habían movido de lugar? Deseó encontrar las respuestas, lo deseó con todas sus fuerzas y de pronto, todo se volvió borroso, antes de desaparecer, se fijó en la mochila del hombre misterioso, tenía unas iniciales bordadas I.J.S.
Ese era el hombre que buscaba, de repente se hallaba en la colina donde estaba enterrada la hermana de Jack. Era el día del funeral y lo vio vestido de negro, desolado. Se le partió el corazón al verlo sufrir de ese modo. Entonces se percató que no era la única que desentonaba en la escena, un hombre alto con gafas, estaba tras un árbol observándolo todo. En sus manos, sujetaba una pala y un saco. Algo extraño, ya que el enterrador estaba ejerciendo su trabajo con el ataúd de la hermana de Jack. Decidió esconderse hasta que todos se fuesen y así poder vigilar al hombre de la pala. Agudizó la vista y pudo ver unas iniciales en la camisa I.J.S.
¡No podía ser el mismo hombre! Se daba un aire al otro, pero no era el mismo que vio en México desenterrando el cofre. Había algo que se le escapaba. ¿Y porque le ponía sus iniciales a todo?
Cuando el cementerio quedó vacío, el hombre bajó hasta la tumba y comenzó a cavar. Le llevó un par de horas terminar de quitar toda la tierra, aunque estaba reciente. El hombre no tenía mucha musculatura que digamos, era más bien un tirillas, a Shanna le dieron ganas varias veces de sacarle del agujero y meterse ella para terminar de cavar. Se oyó un ruido, había llegado al ataúd. Lo rompió y sacó el cofre. Shanna no pudo remediarlo, se acercó al agujero y cogió la pala que el hombre había dejado arriba al terminar de cavar.

Shanna: ¿Quién eres y porque estás robando ese cofre? (Amenazando con la pala)
I.J.S: ¿Quién eres tú?
Shanna: Yo pregunté primero. ¿No sabes que es de mala educación responder a una pregunta con otra?
I.J.S: Está bien. Me llamo Ignacio. Sí, estoy robando este cofre, pero es para llevarlo lejos de aquí, es peligroso.
Shanna: Pero tú no puedes ser Ignacio, yo vi a Ignacio desenterrar este cofre en México, se parecía a ti pero no eras tú, es imposible. No sé qué me pasa, pero no le encuentro lógica ninguna, a menos que... fuese tu hijo o tu nieto.
Ignacio: ¿De qué hablas? Mi hijo tiene 3 meses.
Shanna: No me refiero ahora mismo. Es la única explicación posible. ¿Tenías pensado llevar el cofre a México y enterrarlo allí?
Ignacio: Yo no, un amigo mío debe viajar a México y sabe toda la historia del cofre, yo se lo conté. Es quien se lo llevará y lo esconderá donde nadie pueda encontrarlo jamás. Además, tengo derecho a estar aquí, con mi Sophie.
Shanna: En primer lugar, dile a tu amigo que lo esconda mejor, porque si yo estoy aquí, es porque no lo hizo muy bien que digamos. Y en segundo lugar. ¿Quién es Sophie? ¿No será...?
Ignacio: Sí, es el único amor de mi vida y está aquí enterrada. Se volvió loca y se suicidó por culpa de este maldito cofre y lo que contiene, me da miedo abrirlo.
Shanna: Créeme, mejor no lo hagas, porque por eso mismo estoy yo aquí. Me sucedió lo que a Sophie, solo quiero hallar el modo de romper la maldición y poder deshacerme del colgante de una vez por todas. Pero a lo que vamos. ¿Cómo me deshago de esto?
Ignacio: No me lo enseñes, no lo quiero ver. Por culpa de ese colgante, mi vida es una ruina.
Shanna: Bienvenido al club.
Ignacio: ¿Qué club?
Shanna: Déjalo, es una expresión, nada más.
Ignacio: No sé cómo deshacerme de eso. Sophie tuvo que morir para poder quitarse el colgante, espero que tú no tengas que correr la misma suerte.
Shanna: Pues entonces estoy como al principio, o puede que no. Tu hijo seguro tiene las respuestas, debo encontrarle.

En ese momento, agarró su collar y apareció en un abrir y cerrar de ojos en una habitación acolchada, era un manicomio. En un rincón, había un hombre con una camisa de fuerza. Estaba acurrucado, con los ojos perdidos en el vacío y hablando en una lengua sin sentido. Era él, el mismo hombre que andaba buscando, el hijo de Ignacio, ¿podría resolver sus dudas?
Shanna se acercó, el hombre comenzó a gritar al ver el colgante asomando por la blusa de Shanna. Entonces, Shanna se apartó, escondió el colgante y volvió a la carga. El hombre esta vez sonrió, miró hacia una abertura que había en el acolchado de una de las paredes y volvió a sonreí. Shanna se acercó al agujero, metió la mano y halló un sobre. De pronto se vio en la habitación de Jack, leyendo juntos el sobre y allí apareció. Estaba sentado en su escritorio, dibujando el rostro de Shanna, había cientos de dibujos con su rostro, sonriendo, haciendo muecas, enfadada, todos y cada uno de los dibujos eran como espejos en los que Shanna se veía reflejada, era todo un artista.
Cuando se percató de su presencia, se levantó de la silla e intentó tapar los dibujos, pero era tarde, ya los había visto.

Shanna: ¿Porque me has dibujado tantas veces?
Jack: No puedo sacarte de mi cabeza. No hago más que pensar en ti, no como, no duermo, apenas puedo hacer otra cosa que no sea dibujarte.
Shanna: Yo intento no pensar en ti, pero como ves, tampoco puedo remediarlo.
Jack: Esto no está bien, pero no lo podemos evitar. ¿Descubriste el secreto del colgante?
Shanna: Eso creo. Encontré esta carta, creo que aquí lo explica todo.
Jack: Pues comienza a leer, ¿a eso viniste, no?


Continuará...








martes, 26 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 3ª parte


Shanna se acercó con cuidado al chico que continuaba arrinconado en el suelo.

Shanna: ¡Hola! Mira esto te parecerá extraño, pero me llamo Shanna y vengo del futuro. La verdad es que en voz alta, aún suena mucho peor. No quiero hacerte daño. No sé cómo he llegado aquí, yo solo quería volver a mi casa.

Shanna comenzó a mirar a su alrededor mientras esperaba una respuesta, cuando se fijó en las vistas que se apreciaban tras las cortinas, se dio cuenta que estaba en su casa, en su habitación, pero en otra época. Así que, ese chico era uno de los anteriores inquilinos de la casa en la que ella vivía. Todo era demasiado surrealista.
El chico se levantó y se acercó a ella. El miedo había dejado paso a la curiosidad. ¿Quién era y qué hacía allí?

Jack: Me llamo Jack. ¿Dónde conseguiste ese collar? Mi padre lo enterró después de la muerte de mi hermana, fue el único modo de deshacernos de él. Y ahora tú lo has vuelto a traer a mi casa.
Shanna: Lo siento, no lo sabía. Encontré un cofre y al abrirlo vi el collar, me gustó, me lo puse y ahora no me lo puedo quitar. Esta mañana encontré una carta en el mismo lugar que el cofre, en ella me explicaba lo de la maldición, pero no sabía nada, lo juro.
Jack: Lo sé. A mi hermana le pasó lo mismo. Iba por el bosque y encontró el cofre enterrado.
Shanna: Yo lo encontré en un árbol.
Jack: ¿En lo alto? No está muy bien visto por aquí que las mujeres trepen a los árboles.
Shanna: Créeme, de donde yo vengo tampoco, aunque no se lo toman tan mal como aquí. ¿Qué puedo hacer para quitarme esto?
Jack: No lo sé. Mi hermana se sacrificó por el bien común, ya que no podía permitirse el lujo de dormir y tampoco podía evitarlo, terminaba sucumbiendo por agotamiento. Mi padre lo intentó todo, pero cuando comenzaron las revueltas por las calles, los asesinatos en masa y los terremotos. En ocho años hubo 5 terremotos por todo el mundo y fueron muy importantes, decidió sacrificarse cortándose las venas. Apareció muerta una mañana y la enterramos junto al colgante. ¿Pero si tú lo tienes, qué fue de mi hermana?
Shanna: Seguro que en alguna excavación de alguna obra la desenterraron e incineraron.
Jack: ¿Porque quemaron a mi hermana?
Shanna: En mi época, un cadáver si no es reclamado en un cierto periodo de tiempo, es incinerado, o eso o está en algún museo, pero eso son casos excepcionales. Alguien tuvo que quedarse el collar. ¿Dónde lo enterrasteis?
Jack: En lo alto de la montaña.
Shanna: Ahí es donde mi padre excavó. Iban a construir un hotel, pero recuerdo que llamaron a mi padre como experto al descubrir bastantes cosas enterradas, lo declararon patrimonio de la humanidad y no pudieron construir el hotel, mi padre me solía llevar a ese lugar. Hace unos meses le ofrecieron trabajo en el museo, tanto a mi madre como a él y nos mudamos definitivamente a esta casa. Seguro que allí encontró el broche que abría el cofre, pero el cofre no estaba. No sé que hacía en un árbol.
Jack: Esta casa es mía. Y tampoco entiendo lo del árbol, alguien lo desenterraría y al darse cuenta lo que era, lo escondería.
Shanna: Ahora sí es tu casa, con el tiempo termina siendo de mis padres. Aunque no sé si está bien que te cuente todas estas cosas, por lo de no cambiar el pasado y todo ese rollo.

Abajo, se escuchó el ruido de una puerta.

Jack: ¡Tienes que irte! Es mi padre y si te ve con eso, se morirá del susto.
Shanna: No sé cómo irme, sino ya lo hubiera hecho antes. ¿No crees?
Jack: Déjame ver.

Jack se acercó a Shanna, sujetó el colgante entre sus manos y de pronto todo se volvió borroso. En un abrir y cerrar de ojos estaban en la misma habitación, pero esta vez la decoración era distinta, estaban en la habitación de Shanna.
Jack se retiró y al toparse con la cama, cayó en ella.

Jack: ¿Dónde estoy?
Shanna: En mi casa, bueno, tú casa. Bueno, en nuestra casa pero en mi tiempo. ¡Qué lío!
Padre: ¿Shanna eres tú, estás bien? (A través de la puerta cerrada)
Shanna: Sí papá.
Padre: ¿Porque echaste el cerrojo? Nos llamaron del instituto diciendo que estabas mala. ¿Qué te pasa?
Shanna: Nada, la tripa que me duele un poco, espera, en seguida abro, que me estoy vistiendo.

Shanna empujó a Jack dentro del armario. Se quitó las zapatillas corriendo, el pantalón, la camiseta y se puso su camisón de Betty Boop. Después, se despeinó un poco y fue a abrir la puerta.

Padre: Hija no tienes buen aspecto.
Shanna: Lo sé. Pero seguro que se me pasa con un poco de reposo.
Padre: Estás empapada. ¿Tienes fiebre? ¿Quieres que me quede en casa contigo?
Shanna: ¡¡¡NOOOO!!! Es que me duché, pero no tenía ganas de secarme el pelo, eso es todo. Además, sé cuidarme sola y mamá te necesita para ultimar los detalles de la exposición. Si necesito algo, te llamaré.
Padre: Vale, pero túmbate en la cama y no te levantes a menos que sea necesario.
Shanna: Sí, te haré caso.
Padre: Si que tienes que estar mala para no llevarme la contraria. Descansa.

El padre salió y cerró la puerta. Shanna no se movió hasta que escuchó el ruido del motor del coche y la puerta del garaje cerrarse. Fue directa al armario y sacó a Jack, que estaba jugueteando con la ropa de Shanna.

Jack: Que forma de vestir más rara tenéis.
Shanna: Yo podría decir lo mismo de ti. Los volantes dejaron de estar de moda hace mucho tiempo. Bueno tenemos que llevarte a tu casa. Pero no sé cómo funciona esto. ¿En qué pensaste cuando cogiste el colgante?
Jack: En ti. Pensé como sería el lugar del que provenías.
Shanna: Vale, así que, si pensamos en tu casa, iremos allí. Y si pienso en mi tiempo, regreso. Es sencillo, no hay problema. Date la vuelta, me voy a vestir.

Jack se giró y se quedó mirando el reflejo de la ventana, eso hizo que se sonrojara y cuando Shanna se dio cuenta, le dio una colleja por mirón. Cuando se vistió, se cogieron de la mano y pensaron en la casa de Jack, en un instante se encontraban en la habitación de estilo clásico. En ese mismo momento, el pomo de la puerta se giró. Jack empujó a Shanna a la cama, se tumbó a su lado y la tapó con la colcha. El padre de Jack entró a ver a su hijo, pero este se hizo el dormido para evitar que el padre se percatara de la presencia de Shanna. Al notar la respiración profunda de su hijo (todo fingido) el padre salió sin hacer ruido y bajó las escaleras. Shanna estaba nerviosa, no sabía cómo ni porque, pero de pronto, le vino un pensamiento bastante surrealista a la cabeza, se vio cabalgando a lomos de un corcel negro por la playa, reposando su cabeza en la espalda de Jack. Y en una milésima de segundo, allí estaban, en la orilla del mar, cabalgando mientras el viento les alborotaba el pelo. Jack detuvo al caballo y se giró.

Jack: ¿Me puedes decir dónde estamos y porque me has traído hasta aquí?
Shanna: Creo que no puedo decírtelo, no estoy segura. Solo pensé en estar en cualquier otro sitio, sentirme libre y aquí estamos, supongo que me has acompañado por estar sujetándome la mano.
Jack: Por lo menos no pensaste en un lugar tan malo. Como por ejemplo...
Shanna: Será mejor que no me des ideas, por la cuenta que nos trae.
Jack: Esta vez debo darte la razón.

Desmontaron y se llenaron los pies de arena. Se pusieron el uno frente al otro y sujetaron con ambas manos el colgante, ambos pensaron en regresar a casa de Jack y allí aparecieron. Shanna se bajó de la cama y se apartó, no quería arrastrar a Jack con ella otra vez, o sí. No estaba segura de lo que quería, pero no quería deshacerse del collar, eso supondría no volver a verle nunca.
Jack se acercó a ella y le acarició la mejilla. Estaba fría, debido al viento del norte que corría por la playa, que acababan de dejar atrás. Fué a su armario y sacó una manta que posó sobre los hombros de Shanna.

Jack: Te la regalo. Así tendrás un recuerdo mío. Apenas te conozco, pero creo, que te echaré de menos.
Shanna: Lo mismo digo. Debo irme, gracias por la manta. Espero poder verte otra vez antes de deshacerme del collar, así sabrás que conseguí descifrar el secreto.
Jack: Me gustaría mucho poder recibir esa noticia. Espero tu regreso.

Jack se acercó un poco más y la besó. Tenían los labios cortados por el frío, pero fue tan dulce que Shanna se alejó con una lágrima resbalando por su mejilla y los ojos cerrados. De pronto estaba en su habitación, sola. Permanecía de pie, sujetando con las dos manos el collar y con los ojos humedecidos, recordando el beso que ahora parecía tan lejano. Cuando regresó al mundo real fue derecha a su escritorio, encendió el ordenador y buscó por internet toda la información que pudo encontrar sobre I.J.S. No tenía mucho por dónde empezar, pero sabía varias cosas. Ese hombre había viajado a México, no hacía mucho tiempo y había intentado deshacerse del cofre, por lo que comprobó en las páginas de subastas online. Después de tres largas horas, el estómago le rugía, tenía hambre, pero decidió esperar a ver la última página del buscador, un poco más de espera no la mataría. Cuando abrió la ventana del navegador, vio el cofre en una de las subastas. Un tal Ignacio J. S. había intentado vender el cofre por internet, pero luego había retirado la oferta poco después. Había unos datos de contacto, un e-mail y un número de teléfono. Probó llamando, pero nadie contestó, así que decidió escribirle un e-mail.


Continuará...





lunes, 25 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 2ª parte


Intentó quitárselo de nuevo, pero no tuvo suerte. Se levantó de la cama y cogió unas tijeras con las que intentó cortar el cordón, pero fue en vano, las tijeras se partieron y cayeron al suelo. Decidió dejarlo para más adelante, aunque no se explicaba, que era lo que le impedía quitarse el colgante. Se vistió, cogió su mochila y bajó a desayunar. Su padre estaba sentado a la mesa, leyendo las noticias del periódico y tomándose un café. Su madre se había marchado temprano, tenía que llevar al pequeño a la guardería y ultimar los detalles de la nueva colección del museo de arqueología, que se expondría en una semana. La colección, había sido rescatada por ella y su marido, por lo que, no querían que fallase nada el día de la inauguración.
Shanna se sentó a la mesa frente a su padre. Sacó una libreta y un bolígrafo e hizo un garabato en ella.

Shanna: Papá.
Padre: ¿Sí?
Shanna: ¿Me podrías decir a qué cultura pertenece este símbolo? Es que dudo entre los mayas y los aztecas.
Padre: ¿Por algo en particular?
Shanna: Sí, me gusta mucho, lo vi en un sueño y no recuerdo que significa.
Padre: Déjame ver.

Shanna le acercó la libreta a su padre y este la recogió. Cuando vio el símbolo, sonrió.

Padre: Es fácil, azteca. El lagarto o cocodrilo representa al Dios creador, Tonacatecuhtli.
Shanna: Es cierto, ahora lo recuerdo. Gracias papá.

Shanna se levantó de la mesa, le dio un beso en la mejilla a su padre, recogió una tostada y salió corriendo hacia clase. A primera hora tenía clase de informática, por lo que podría buscar en internet el significado del texto que había en el pergamino.
Cuando llegó a clase, se sentó en su mesa habitual, encendió el ordenador y esperó a que la profesora les diese un trabajo para hacer en grupo, le pidió a su amiga que la cubriese con la excusa que más tarde le explicaría todo con detalle y se puso manos a la obra.
En internet encontró mucha información útil, mucho más en la web de su padre, una de las páginas arqueológicas más visitadas de la red.
Fue copiando todo lo que necesitaba y cuando terminó la clase, recogió todo y se dispuso a entrar a biología. Allí terminó de descifrar el texto y lo que descubrió la dejó sin palabras. El texto decía que existía un colgante muy poderoso, uno que convertía los sueños en realidad, había sido entregado a los aztecas por el Dios creador y eso, había sido el desencadenante de su desaparición.
Shanna no se lo podía creer, el colgante del que hablaba el texto, lo llevaba ella al cuello. ¿Qué pasaría si lo siguiente que soñase no fuese tan embriagador como lo que soñó la noche anterior? ¿Qué pasaría si su subconsciente la traicionaba y le deseaba algún mal a alguien? Decidió pasarse en el recreo por clase de tecnología, allí habría algo con lo que deshacerse del colgante maldito. Todo fue en vano, estaba condenada a cargar con aquel colgante de por vida. Recordó lo que sucedió al abrir el cofre donde se encontraba, una luz cegadora y una sombra gélida salieron de su interior, la luz se disipó, pero la sombra se escabulló por la ventana. No se lo pensó dos veces y se saltó el resto de clases, fue a la enfermería, alegando que se encontraba mal del estómago y la mandaron a casa. Allí no habría nadie, sus padres estaban trabajando, su hermanito en la guardería y el servicio de limpieza ya habría terminado. Volvió a atravesar el bosque, al pasar por el árbol donde encontró el cofre, sintió una punzada en el corazón. Volvió a dejar su mochila en el suelo y trepó de nuevo por aquél tupido árbol. Cuando llegó a la copa, alguien había dejado un sobre, estaba casi nuevo, no llevaría mucho tiempo allí ¿cómo no lo había visto al coger el cofre?
Lo cogió y se marchó a su casa sin más demora. Ya en su habitación, abrió el sobre y leyó su contenido.

<<A la persona que ha recibido el cofre. Siento que ahora el peso recaiga sobre sus hombros, yo no logré dominar tanto poder. Si está leyendo esta carta, es porque usted abrió el cofre y supongo que llevará el colgante encima, ya que una vez puesto, es imposible de quitar mientras su portadora siga con vida. Siento informarle que encontré dicho cofre en un viaje que realicé a México hace un tiempo, la caja me llamaba, era como si solo yo escuchara su ruego y me topé con ella por casualidad, si le soy sincero, no sé cómo no la vieron en la aduana. Investigué al llegar aquí y por ello me deshice de la caja. Ese cofre, es en realidad "la caja de Pandora". El colgante de su interior, que por cierto no he visto nunca, ya que nunca lo abrí (no me pregunte como lo sé, porque aún sigo haciéndome esa pregunta) es lo que decide el destino del mundo, se introduce en los sueños del portador y los hace reales, hasta tal punto, que si el sueño es bueno, su vida será placentera, pero si tiene una pesadilla, cobrará vida y podría llegar a destruir el mundo que conocemos, de ahí que sea tan peligroso dormir, pues en sueños no podemos controlar lo que soñamos. Siento mucho la carga que ahora porta, espero encuentre una solución antes que sea demasiado tarde. La leyenda lo decía muy claro, una mujer es quien abre la caja de Pandora, por ello solo espero que usted sea hombre y me haya equivocado al presentir el desastre. Que haya dejado la caja intacta y no se la haya regalado a nadie, ni extraviado, si es así, guárdela a buen recaudo, sino, ya no hay mucho que hacer>>

I. J. S.

Shanna no daba crédito. ¿Cómo sabía tanto aquella persona acerca de la caja, si ni siquiera la había abierto? ¿En verdad tenía en su poder el destino del mundo? Si quería saber cómo salir de ese embrollo, debería encontrar a ese tal I.J.S. y descubrir todo lo que sabía, seguro que más de lo que decía en aquella carta tan escueta. ¿Por dónde empezaría a buscar? Se tiró en la cama y le dio mil vueltas a lo sucedido hasta que cayó en un profundo sueño.
De pronto se encontraba en México, en la época de los aztecas, estaba tras la maleza y vio como uno de ellos dejaba en la misma cascada de la noche anterior, el cofre que ella había recogido. Supuso que contendría el mismo pergamino que había leído. Cuando el azteca salió del agua, una lanza le atravesó el corazón y le mató en el acto. Varios hombres se metieron al agua, sacaron el cuerpo sin vida que cargaron a hombros y se marcharon dejando todo en calma. Ese hombre había sacrificado su vida para avisar a las futuras generaciones de lo que sucedía y alguien le habían matado para intentar evitarlo. Shanna estaba descalza, no se había movido ni un milímetro desde que había llegado, no quería que nadie se percatara de su presencia y así sufrir la misma suerte que aquél hombre al que mataron. Decidió volver a meterse al lago y vio el cofre, lo abrió y allí estaba, el mismo pergamino, solo que esta vez estaba recién escrito, ni envejecido, ni estropeado por pasar tiempo encerrado en aquel lugar, era como si lo acabasen de escribir minutos antes, la tinta seguía húmeda. No podía ser cierto, de ser así, habría viajado en el tiempo. Deseó regresar a casa, pero en lugar de eso apareció en una habitación oscura, en la que había un chico durmiendo en una cama grande y antigua, parecía muy confortable. El chico escuchó un ruido y encendió una luz, al ver a Shanna frente a su cama y empapada, se sobresaltó. Shanna no tuvo tiempo de reaccionar, el chico se abalanzó sobre ella, llevaba unas ropas antiguas, como de finales del siglo XIX, era todo demasiado extraño como para asimilarlo a tal velocidad. Ella se resistió, hasta que el forcejeo hizo que el colgante asomase por sus ropas, el chico al verlo la soltó y se apartó rápidamente, como si hubiese visto un fantasma, se acurrucó en una esquina aterrorizado. Shanna se incorporó, sujetó el colgante con sus manos y miró al chico, tenía una expresión de pánico dibujada en su rostro. ¿Qué estaba sucediendo?


Continuará...





jueves, 21 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 1ª parte




Shanna era una chica alta, esbelta y rubia de ojos claros. Era dulce y valiente, a la par que lista y sagaz. Estaba en el instituto, aunque se sentía aún una niña. Dibujaba en clase de lengua garabatos en el papel, cuando de pronto se quedó dormida. Llevaba un tiempo durmiendo mal, no sabía porque, pero desde que se mudaron, algo le quitaba el sueño. Hacía 3 meses que se habían terminado de instalar, ya tenía muchos amigos y las clases no se le daban tan mal. Era feliz, pese a sus continuos desvelos nocturnos. De pronto algo la despertó, era su compañera Amanda, que le daba codazos para que se despertase, antes que la profesora se diese cuenta y la dejase castigada toda la tarde.
Intentó mantener los ojos abiertos hasta que terminaran las clases y lo consiguió, con esfuerzo, pero lo hizo. Recogió su mochila y se despidió de su amiga al inicio del camino que daba al bosque, el que tomaba para llegar antes a su casa, sus padres se lo habían prohibido, pero estaba tan cansada que no hubiera podido esperar al autobús sin quedarse dormida en la parada.
Caminaba despacio, todo lo atenta que podía para no tropezarse. Cuando se aproximaba a su casa, algo cayó de un árbol y le golpeó la cabeza. Shanna se llevó las manos a la zona dolorida y se frotó con ganas. Miró hacia arriba, pero no vio nada. Siguió caminando y al poco, algo la volvió a golpear. Estaba asustada, raro en ella. Tenía claro que no podía ser una coincidencia. Dejó su mochila en el suelo y trepó hasta la copa de uno de los árboles, manchándose de musgo los vaqueros. Al llegar, vio algo extraño. En lo alto del árbol, había un cofre dorado con una cerradura muy peculiar. Decidió cogerlo y volvió a bajar, con cuidado para no caerse, pero cuando estaba muy cerca del suelo, las fuerzas le fallaron, resbaló y cayó. Se hizo daño, pero nada grave que una noche de sueño y reposo no pudiesen curar. Recogió su mochila, introdujo el cofre en ella y se marchó. 
Cuando llegó a casa, recordó que sus padres llegarían tarde, tenían la fiesta de cumpleaños del jefe de su padre, en el instituto arqueológico. La niñera la esperaba, odiaba a esa niñera, pero se ocupaba de su hermano pequeño cuando sus padres salían, según ellos, Shanna seguía siendo una niña, aunque faltaba poco para que cumpliese los dieciséis. La niñera era la típica adolescente despreocupada, la echaba pronto a la cama para ponerse a ver la tele y apoderarse del teléfono, no era más que un par de años mayor que Shanna, pero le encantaba regodearse con eso. La chica la estaba esperando con la cena en el microondas. En cuanto cenó, la echó a su habitación, aunque esta vez a Shanna no le importó, quería ver lo que contenía aquella caja.
Subió los escalones de dos en dos, estaba eufórica. Cuando llegó, dejó la cartera sobre la cama, sacó el cofre y lo dejó encima de su escritorio. ¿Cómo lo abriría? No tenía la llave. Decidió buscar algo para forzar la cerradura, pero todo lo que usaba se rompía, no era lógico. Usó hasta unas tijeras, que se rompieron en cuanto tocaron la cerradura. De pronto, algo en su interior se sobrecogió. Fue a su joyero, recordaba que su padre había encontrado un pequeño broche en una de sus expediciones y se lo había regalado. Tenía una forma muy parecida a la de la cerradura. Colocó el broche y la tapa se abrió. Del cofre salió una luz muy intensa y una sombra que se deslizó por el suelo hasta el borde de la ventana abierta, por donde se escabulló. Shanna se quedó sin aliento, pero en su interior, cuando la luz se disipó, vio un pequeño colgante de oro que pendía de una cadena de seda negra. El colgante tenía la forma de un cazador de sueños con un zafiro azul en el centro. ¿Pero qué hacía eso en lo alto de un árbol? Shanna lo cogió y se lo colgó del cuello. De pronto la luz de su habitación se apagó y de repente, toda la estancia se llenó de una resplandeciente luz azul durante escasos segundos, para después, regresar a la normalidad. Intentó quitarse el colgante, pero fue en vano, el cierre no se abría, por lo que decidió guardárselo bajo la ropa e intentarlo de nuevo a la mañana siguiente.
Estaba agotada, se duchó, se puso el pijama y se acostó. Pasaron las horas y comenzó a soñar. Estaba en la jungla, era muy frondosa y húmeda, a lo lejos, escuchaba el ruido del agua al caer. Se adentró entre la maleza y tras ella, divisó un pequeño lago en el cual desembocaba una cascada. El agua era cristalina, se veían los peces nadando de un lado para otro. Shanna se fijó en la cascada, había algo tras el agua. Se zambulló, iba en pijama y notó el frío del agua recorriendo su cuerpo. Notaba los peces que le rozaban los pies al pasar junto a ella. Nadó y atravesó la cascada, en un saliente encontró algo extraño, otro cofre que abrió. En su interior, había un pergamino escrito en una lengua antigua. Shanna creyó recordar que era Maya o Azteca, aunque no estaba muy segura, sus padres intentaron enseñarle las viejas lenguas, pero a ella lo que le gustaba en realidad era la decoración de interiores, cada poco tiempo hacía remodelar su habitación, una cosa por allí, otra por allá. No se cansaba de cambiar las cosas de sitio. Eso no tenía mucho que ver con la arqueología, por lo que no le prestaba mucha atención a las lecciones de idiomas de sus padres.
Cogió la caja con el pergamino y volvió a cruzar la cascada, salió del agua y volvió a adentrarse en la maleza. De pronto, el despertador sonó. Shanna se despertó y notó que estaba empapada, no de sudor, sino empapada de verdad, como si el sueño hubiese sido real. Se sorprendió más al ver en sus brazos el cofre, cuando lo abrió, el pergamino de su sueño seguía allí. ¿Había sido un sueño, o había estado allí en realidad? ¿Pero cómo? No había salido de casa. Miró el calendario y no había nada raro, era la mañana siguiente, algo extraño sucedía y al parecer tenía que ver con ese colgante.


Continuará...

domingo, 17 de julio de 2011

Terror en las clases 5ª parte

Caminaron por las calles de la ciudad, agachados y en silencio. Todo estaba iluminado y no parecía que la infección hubiese llegado allí, pues no había cuerpos en el suelo, ni coches abandonados, ni rastros de sangre por ningún lado. Habían pasado sin problemas, sin toparse con ningún control o barricada. Era muy raro, no sabían que pensar. De pronto se vieron rodeados por un grupo de zombis, salidos de la nada y un fogonazo de luz les cegó, dejándolos a su merced. El ejército comenzó a disparar y los zombis cayeron al suelo, el foco se apagó y un grupo de militares saltó de los vehículos para arrancarles la cabeza. Uno de ellos, el que parecía ser el jefe, se acercó al grupo que permanecía inmóvil y se presentó.

Jefe: Soy el jefe de operaciones especiales y estoy al mando. ¿De dónde venís?
Megan: Venimos del centro, logramos escapar de un instituto de la capital y pensamos que hacernos a alta mar sería lo mejor.
Jefe: Buena idea. ¿Fue tuya?
Megan: Sí, ¿pero qué ha pasado aquí? ¿cómo está todo tan limpio y ordenado? Es como si no hubiese llegado la infección hasta aquí, aunque ya hemos podido comprobar que sí.
Jefe: Nos hemos hecho fuertes al lado de la playa, tenemos un satélite que reconoce el calor corporal, cuando nota algo con menor temperatura de la normal, a lo largo de una línea fronteriza que nos hemos marcado, descarga un rayo que lo hace explotar todo en mil pedazos y cuando no hay peligro, se manda a un equipo de limpieza.

Llevaba funcionando desde que todo empezó, por lo que habían tenido tiempo de limpiar los despojos, para evitar que otros llegasen movidos por el olor. Los que les habían atacado, eran unos de los pocos que quedaban sueltos por la ciudad y que aún no habían dado caza, pero pronto eso terminaría. El rayo era efectivo sino intentaban cruzar muchos a la vez, porque en grupo emanaban más calor y el rayo los confundía con seres vivos, por lo que no funcionaba.

Megan: Eso está muy bien, pero tengo que avisarle que detrás nuestro vienen bastantes de esos seres, les hemos dado esquinazo hasta ahora, pero no creo que tarden mucho más en llegar.

El jefe le pidió a su primero al mando que se llevara a los chicos a la playa, al puesto de mando que allí habían montado y llamase al barco para que los recogiesen y pusieran a salvo. Ellos se quedarían a esperar a los zombis rezagados, por si alguno escapaba al rayo.
Los chicos siguieron al jefe esperanzados, pronto estarían a salvo, la idea del barco no era tan mala, cuando el ejército mismo la había utilizado para sus propios fines. No tendrían que robar uno, ya se lo estaban ofreciendo y de forma legal, aunque la legalidad era lo que menos les importaba en esos momentos.
Cuando llegaron a la playa, cientos de tiendas de campaña se levantaban a lo largo de toda la arena, formando una base improvisada. En una tienda almacenaban la comida, en otra las armas, otras eran para las guardias y en otras se reunían cientos de militares. Estaba la tienda de operaciones y la que usaban de enfermería, además de tener otra que utilizaban como laboratorio, en la que tenían un par de esos seres encerrados en jaulas, para usarlos como cobayas y poder hallar una cura. Aunque en el fondo, sabían que una cura era imposible, los científicos soñaban con tener algo con lo que matarlos definitivamente y evitar el contagio. Eso sería el mayor logro tras la penicilina.
Estaban todos sentados en la playa, tomando un chocolate caliente y tapados con mantas. Era una extraña noche de primavera, fría como no la hubo en años. Patrick estaba sentado junto a Megan y Óscar estaba sentado con Enrique, hablando de cosas mundanas.

Patrick: Gracias.
Megan: ¿Porqué me das las gracias?
Patrick: Por salvarnos, por guiarnos hasta aquí, por creer en mí, por regalarme una sonrisa que me ha dado las fuerzas para seguir adelante. Gracias por todo ello.
Megan: Anda calla que me vas a poner colorada, menos mal que no hay mucha luz y no se me vería.

Patrick se acercó a Megan, sujetó su cara helada entre sus manos y la besó. Al fin estaban a salvo y podía decirle cuanto la quería, lo mucho que se había fijado en ella desde que llegó al instituto, las ganas que tenía de haberla conocido oficialmente mucho antes, pero que por miedo no se atrevió a hacer. Era el más popular, pero no importaba, en cuestión de chicas, seguía siendo el mismo niño asustadizo de siempre.
Ella le abrazó y hundió la cabeza entre su pecho. Se sentía arropada y al fin podría dejar de sentir el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, dejarse llevar y por una vez en su vida, sentirse querida y protegida. No le gustaba depender de nadie, pero hasta el más fuerte necesita sentirse así alguna vez. Se abandonó en sus brazos, dejó las preocupaciones a un lado y se dejó llevar.
Un grito ahogado salió de la tienda de los experimentos, a lo lejos, el jefe de operaciones regresaba con sus muchachos, llegaban corriendo, huían de algo. De la tienda salió un científico desangrándose, tenía un mordisco en la yugular que no dejaba de emanar sangre. Detrás de él salió un zombi con la boca ensangrentada, después otro. Los militares les redujeron a tiros, no hubo mayor problema, exceptuando, que los científicos se hallaban muertos, tirados en el suelo. ¿Quién lograría encontrar la cura? ¿cómo lograrían evitar que siguiera propagándose el virus sino les quedaban científicos para investigar?
Megan se levantó al ver venir a los militares corriendo, las lanchas estaban casi en la playa y se lanzó al mar para darles alcance, estaba aterrada, se había dejado llevar tanto que no pudo hacer otra cosa que huir. Al verla, Patrick se dió cuenta de lo que sucedía y le dijo a todo el mundo que hiciera lo mismo que ellos. Uno a uno se fueron metiendo en el agua gélida de la noche y comenzaron a nadar como si les fuese la vida en ello. Cuando llegaron a las lanchas, subieron y miraron hacia la playa, el equipo del jefe estaba siendo devorado por un grupo apabullante de zombis, al menos había unos mil. No podían regresar por ellos, pues ya no quedaba nadie con vida por quien regresar. Las barcas dieron media vuelta y pusieron rumbo hasta el barco, que sería su hogar durante mucho tiempo. Quien sabe cuándo pordrían regresar a tierra firme y por cuánto tiempo. El barco levó anclas y desde la popa del barco, Megan y Patrick, abrazados, vieron como la distancia entre su vida anterior, la vida segura que conocían y la nueva vida, llena de peligros que ahora comenzaba, se hacía más y más grande. Estaban juntos, eso era lo que importaba.

Megan: Siento haber salido huyendo, no es típico de mí.
Patrick: Eres humana, todos sentimos miedo. Si no hubiese sido por ti, ninguno hubiésemos llegado hasta aquí, te debemos mucho. Ahora déjame compartir esa carga contigo, ya no estarás sola nunca más.
Megan: Dure lo que dure.
Patrick: Dure lo que dure esta pesadilla, la viviremos juntos.


FIN.






viernes, 15 de julio de 2011

Terror en las clases 4ª parte

Llevaban dos horas en la carretera, no había rastro de vida alguna, seguían esquivando los coches abandonados y llevaban las armas listas para usar. De pronto, en medio del asfalto, a lo lejos, vieron una barricada. Al final tuvieron que tomar la autopista y no ya no podían volver atrás, debían seguir por ahí. La barricada estaba compuesta por furgones de policía, tenían los cristales rotos y el suelo estaba repleto de cartuchos vacíos.

Megan: Para Enrique. Esperadme aquí, chicos. Voy a ver que pasa y a ver si encuentro un lugar por donde poder pasar con los camiones. Si ves que suelto el arma lejos, eso quiere decir que os marchéis sin mi. ¿Lo captas?
Patrick: Voy contigo.
Megan: No. Es mejor que os preparéis para salir pitando de aquí. Además, una persona sola llama menos la atención. No discutas conmigo y vigila por detrás, no queremos sorpresas.

Megan bajó del camión. Estaba aterrada, pero no podía darse el lujo de demostrarlo. Tenía que ser fuerte, por los demás, si todos se desmoronaban no tendrían nada que hacer. Con su rifle a punto, fue acercándose al primer furgón, cuando lo hizo, miró debajo y no había nadie, miró en el interior y tampoco. Siguió avanzando hasta que se acercó al siguiente furgón, intentó esquivar los cristales del suelo, cuando estuvo lo bastante cerca, se asomó al otro lado y lo que vio le heló la sangre. Unos 30 zombis estaban en el suelo, alimentándose de una docena de policías, no eran policías cualquiera, eran geos. No podía dejar de mirar aunque le daba mucho asco, estaba paralizada. Sin hacer ruido, consiguió alejarse lo bastante para poder echar a correr. Cuando llegó al camión, se subió y le dijo a Enrique que cruzara la mediana y fuera por el otro carril, que se diera prisa, pues no quería, que lo que había visto, se percatara de su presencia a tiempo de encaramarse al convoi. Cuando arrancaron los camiones, los zombis dejaron su almuerzo y se levantaron. Había más de 30 y saltaron por encima del furgón, otros lo rodearon para llegar antes, todos estaban hambrientos y el olor a carne fresca les llamaba a gritos. Los camiones salieron derrapando, consiguieron dejar todo eso atrás en un instante, pero el camino no les resultaría nada fácil. Megan miró por el retrovisor y vio que en el camión de cola, había un zombi encaramado en el lado del copiloto, se acercaba a la cabina y tan solo se le ocurrió sacar la cabeza por la ventanilla y gritar. Enrique paró el camión y los otros dos camiones se detuvieron, también. El zombi llegó a la cabina y rompió la ventana, agarrando del cuello de la camisa a un chico que Megan tan sólo conocía de vista y mordiéndole la garganta. Por el lado del conductor,  había otro zombi, solo que Megan no lo vio hasta que fue demasiado tarde, ambos zombis mordieron a sus presas, el conductor arrancó el camión por el dolor y terror que sentía, adelantó al camión que tenía delante y se puso a dar volantazos, lo que hizo que el camión se desestabilizara y volcara. Megan bajó del camión y lo primero que hizo fue comprobar que no había más zombis que amenazaran los otros dos camiones, cuando se aseguró de ello, se dirigió al camión volcado que comenzó a arder, debido a la gasolina que se había derramado. Patrick saltó del camión y la siguió, cuando vio que se acercaba demasiado, la cogió de la cintura y la retuvo.

Megan: ¡Suéltame! ¡Tenemos que ayudarlos!
Patrick: ¡Va a estallar en cualquier momento!

Y en ese preciso momento, como si le hubiera escuchado, se oyó una explosión y el camión se convirtió en una bola de fuego. Los gritos de la gente en su interior, se escuchaban desgarradores. Era imposible acercarse, el calor que desprendía era brutal. Megan lloró desolada, se giró y se abrazó a Patrick. Lloraba de pena, de dolor, de impotencia, no podía dejar de llorar. Entonces Patrick, levantó su barbilla con la mano derecha y la miró a los ojos.

Patrick: No podías hacer nada. No es culpa tuya.
Megan: Sí lo es. Estaban a mi cargo y les fallé.
Patrick: No puedes cargar tu sola con esa responsabilidad. Es mucho para una sola persona, aunque sea una superheroina como tú. También estaban a mi cargo y ni si quiera me dí cuenta. Tú por lo menos lo intentaste, ya es mucho más, de lo que ninguno de nosotros hizo.
Megan: Contaban conmigo y les fallé, no soy ninguna superheroina, ojalá, así seguirían vivos.
Patrick: Me gustas tal y como eres. Somos seres humanos, nuestra humanidad y capacidad de razonar es lo que nos diferencia de esos seres. No lo menosprecies. Será mejor que nos movamos, o pronto tendremos compañía, la explosión y el humo deben haber alertado a todos los zombis de la zona.

Subieron al camión y Megan se acurrucó entre los brazos de Patrick. Cuando el camión pasó justo al lado del otro, que aún seguía en llamas, Megan volvió a echarse a llorar, Patrick la consoló hasta que cayó rendida y se durmió en su pecho, con los latidos de su corazón, notaba su respiración, era tan relajante, tenía un efecto sedante en ella. Patrick le acariciaba el pelo y le colocó varias veces un mechón rebelde detrás de la oreja.
Pasó un buen rato hasta que un frenazo en seco, la despertó.

Megan: ¿Qué sucede?
Enrique: ¿Y ahora qué hacemos? (Mirando al horizonte)

Megan se incorporó y miró en la misma dirección que sus dos compañeros. Al otro lado del puente, por donde debían cruzar, había un grupo considerable de muertos, vagando por la carretera. Además, un poco más allá, había una columna de coches apilados que impedían el paso. Era una barricada muy buena, el problema es que ellos estaban en el lado equivocado.

Enrique: Debe haber unos 200, es imposible cruzar por ahí.
Megan: Lo sé.

Dejarían los camiones, usarían la cuerda del gimnasio que llevaban con ellos para descender por ella del puente, hasta llegar a la calle. No estaban lejos de su destino, si se escondían bien, podrían lograrlo. Mientras que unos vigilaban, otros iban descendiendo por la cuerda. Megan cogió el rifle y observó a través de la mira telescópica al montón de coches. Cuando lo hizo, se dio cuenta, que un poco más allá de la barricada, había otra más pequeña y pudo ver unos hombres armados que esperaban a que algún zombi la cruzase para reventale el cráneo. Habló con los que estaban a punto de bajar, para que se lo comentasen a los que ya estaban a bajo, les dijo que irían hacia allí, deseaba con todas sus fuerzas, que esa gente les ayudase. Cuando todos estuvieron abajo, fueron siguiendo a Megan hasta la barricada, cuando estaban cerca, Megan gritó a los hombres armados que no disparasen, que no había ningún herido entre ellos y solo estaban cansados, les pedían ayuda para descansar un rato antes de continuar su viaje hasta la playa y no les molestarían más. Uno de los chicos que estaba en la barricada, le pasó el arma a su compañero y se acercó hasta la mitad del camino, Megan salió de su escondite y recorrió la distancia que les separaba, hasta llegar a él.

Megan: ¡Hola! Me llamo Megan. Somos un grupo de alumnos y profesores de un instituto que hemos logrado escapar, nos dirigimos a la playa para hacernos a alta mar, hasta que todo esto pase.
Óscar: ¡Hola! Yo soy Óscar. Mis amigos y yo nos hemos unido a la gente de aquí, hemos montado una barricada a ambos lados del pueblo y matamos a todo lo que se acerca. ¿De verdad no tenéis heridos?
Megan: Compruébalo tú mismo si quieres. Solo necesitamos un lugar libre de esas cosas para descansar antes de continuar.
Óscar: De acuerdo, en el pueblo hay un hostal, decid que vais de mi parte y os dejaran entrar gratis. El dinero ya no sirve de mucho por aquí. ¿Porqué la playa?
Megan: Supongo que esas cosas no se meterán en el agua, teniendo comida en tierra ¿no?
Óscar: Pues no es mala idea. Le diré a mis amigos a ver que les parece. ¿Podemos ir con vosotros?
Megan: Supongo que no hay problema. Cuantos más mejor. Creo.

Óscar fue a preguntar a los demás, la mayoría dijo que se quedaba, que estaban bien donde estaban, pero un par de chicos dijo que sí se apuntaban a la aventura acuática. El grupo de Megan y el de Óscar se presentó y se dirigió a descansar en el hostal. Allí una mujer de mediana edad les dio habitaciones donde poder asearse y descansar. Pasadas unas horas todos se reunieron abajo para reemprender la marcha. Faltaban unos treinta kilómetros para llegar a la playa, por lo que se agruparon, los que iban armados rodearon a los que no como protección, así avanzaron, todos juntos. Megan, Patrick (que no perdía ojo de Megan, ni de Óscar, que se arrimaba demasiado a Megan, para su gusto), Óscar y Enrique, Iban a la cabeza del grupo. Cuando estaban bastante alejados, escucharon a sus espaldas muchos disparos y gritos. Se pararon a mirar y vieron columnas de humo que venían del pueblo que acababan de dejar atrás. Era mala señal, si los zombis acababan de atravesar las defensas del pueblo, deberían ir más deprisa o les alcanzarían enseguida, en cuanto se les terminase la comida. Óscar se puso a maldecir todo lo que sabía. Sus amigos, ya no podría hacer nada por ellos, así que bajó la cabeza, levantó su arma y tan sólo dijo unas palabras antes de reanudar la marcha con el grupo.

Óscar: Adiós camaradas. Siempre os llevaré conmigo..

Caminaron sin descanso, a toda prisa, los que se iban cansando eran llevados por aquellos que tenían más fuerza y podían cargar con ellos. A nadie se abandonaba, nadie se quedaba atrás. Paso el tiempo y Megan se detuvo. A lo lejos se intuía el mar, por el olor a sal, aunque ya era de noche y no lograban verlo bien. Las luces de la ciudad estaban encendidas. Lo estaban logrando, pero aún debían cruzar la ciudad, era lo más peligroso hasta llegar al puerto, pero necesitaban un barco. Si no, su plan se iría al traste.
¿Qué pasaría si al llegar no había barcos? ¿como cruzarían la ciudad? ¿a qué distancia estaban los zombis que les venían pisando los talones? ¿porqué estaban las luces de la ciudad encendidas, no llamaba demasiado la atención?


Continuará...



jueves, 14 de julio de 2011

Terror en las clases 3ª parte

Era media noche, todos estaban durmiendo, excepto los cuatro vigilantes que guardaban las puertas. De pronto algo se escuchó en la sala del material donde tenían a los heridos. Y uno de los vigilantes fue a despertar a Megan.

Vigilante 1: Megan, despierta. Pasa algo.
Megan: ¿Qué sucede?
Vigilante: Es en la sala de material.

Megan cogió un bate de beisbol que tenía justo al lado, desde que lo encontró, no se separaba apenas de el y fue directa hacia la puerta. Mientras se dirigía hacia allí, escuchó gritos que salían del interior, se apresuro a ver que pasaba y a pedirles que cesaran de gritar, los zombis podrían oírles. Cuando abrió, varios de los enfermos habían muerto, los demás enfermos no se habían percatado porque estaban durmiendo. Una chica se levantó, vio a su novio muerto y gritó, de ahí el alboroto. Los menos graves intentaban incorporarse y salir, cuando uno de los muertos abrió los ojos y se abalanzó sobre una chica que tenía a su derecha, le mordió la yugular y la sangre comenzó a salir a borbotones. El novio de la chica también despertó y la mordió en una pierna, arrancándole un trozo de carne tan grande, que se veía el hueso. Todos se iban despertando y atacando a los más cercanos. Megan no lo pensó, se abrió paso entre la marabunta de gente que salía fuera de la sala, hasta el gimnasio y comenzó a batear con todas sus fuerzas en las cabezas de todos los zombis con los que se cruzaba. Patrick y Enrique, acudieron al escuchar el escándalo, Patrick cogió otro bate y siguió a Megan, mientras el profesor, recibía a los heridos y los llevaba al baño para volverlos a poner en cuarentena. Mientras Megan y Patrick intentaban contener aquel baño de sangre, las puertas del gimnasio comenzaron a sonar y moverse con fuerza. Eran los zombis, habían escuchado los gritos y se agolpaban en las puertas para intentar echarlas a bajo. Mike y unos cuantos más, se colocaron en las puertas para contrarrestar la fuerza, hasta que Megan llegase y les dijese que hacer.
Megan y Patrick no daban a basto, cada vez que golpeaban a uno, venían dos más, hasta que Megan se dio cuenta que, encima de sus cabezas, colgaban unos patines de hockey hielo, de la época en la que su profesor de gimnasia presumía de su etapa de jugador profesional.

Megan: Distrae todo lo que puedas a esas bestias.
Patrick: ¿Estás loca? ¿qué hago, contarles un chiste?

Megan se subió a un montón de cajas que había a su espalda y alcanzó los patines que colgaban de una viga. Bajó al suelo de un salto y con la cuchilla del patín, desgarró la garganta de uno de los zombis, le pasó el otro patín a Patrick y le dijo que terminara de arrancarle la cabeza, él tenía más fuerza por lo que ella entretendría al resto como pudiese. Recogió su bate y comenzó a golpear todo lo que se movía. Mientras Patrick, cortaba a duras penas la cabeza del muerto, para separarla del cuerpo. Encontró un balón medicinal que usó junto a la cuchilla, para partir el hueso de la columna. Cuando lo consiguió, repitió lo mismo una y otra vez con todos los que le mandaba Megan. Cuando terminaron, había cinco muertos decapitados en el suelo y la sangre les manchaba los zapatos,  aparte de las salpicaduras, que eran más que evidentes en sus ropas. Salieron y cerraron la puerta. Vieron a los chicos agolpados en las puertas y lo supieron, deberían salir de allí, si no querían convertirse en la comida del resto. Los heridos estaban muy graves, no pasarían de esa noche, por lo que deberían abandonarlos allí, no podían arriesgarse a que se transformaran en la huida y les delataran o atacaran.

Megan: ¡Mike, aguantad! Patrick, reúne a todo el mundo, que se dividan en tres grupos, tenemos que marcharnos de aquí, ya no es seguro. Después reúnete conmigo y Enrique en la zona de la televisión.

Patrick se marchó e hizo lo que Megan le pidió. Los chicos de la puerta se dividieron en grupos, aunque sin dejar su posición. Cuando Patrick regresó junto a Megan, esta ya había planeado la fuga. El profesor de gimnasia tenía que subir por la cuerda, balancearse hasta una de las ventanas y romperla con algo, después saldría por ella y subiría al tejado, una vez que estuviera allí, todos los demás deberían subir también. Cuando estuviesen todos arriba, cada grupo se encargaría de una cosa. El primer grupo sería el señuelo, tendrían que distraer a los muertos para que los otros dos grupos lograran realizar su papel. El segundo grupo conseguiría transporte para todos y el tercero sería el que cubriría las espaldas del segundo y ayudaría al primero a subirse al transporte lo más rápido posible. Así lo hicieron, cuando estaban subiendo por la cuerda los dos últimos chicos, las puertas cedieron y los zombis entraron en el gimnasio. Cuando llegaron arriba, recogieron la cuerda, como Megan les había dicho y se reunieron con los demás en el tejado. El primer grupo se puso en el lado más alejado del tejado, en lo más alto y empezó a gritar y a botar, llamando la atención de los muertos. Los otros dos grupos, entre los que se encontraban el profesor y Megan, bajaron por la zona más baja del tejado, cayendo en unos matorrales. Iban armados con bates, palos de hockey, escobas y todo lo que pudieron cargar. Megan llevaba su bate y los patines colgados del hombro. Se apresuraron a esconderse en las gradas, desde allí, tendrían que recorrer un largo camino al descubierto, repleto de zombis, hasta llegar al aparcamiento. Allí había varios camiones de reparto, Megan rezaba para que siguiesen allí. Los usarían para rescatar a los demás y marcharse. El plan era ir hasta algún lugar para coger comida, armas y medicinas, después, se marcharían de la ciudad, irían a algún lugar con playa donde poder robar un barco y hacerse a alta mar. Allí estarían a salvo hasta que todo se calmase. Evitarían en todo lo posible las ciudades, irían por carreteras secundarias, alejadas de todo para evitar encontrarse con aglomeraciones de esas cosas.
Marcharon agachados, corrieron todo lo que pudieron. Por el camino, aturdían a algún zombi y seguían, no tenían tiempo que perder. Al llegar al aparcamiento, había una docena de muertos deambulando entre los coches. Se repartieron y mientras un grupo atacaba a los zombis, el otro intentaba conseguir los camiones haciendo puentes como les había enseñado el profesor de tecnología, momentos antes de abandonar el gimnasio. Consiguieron tres camiones, uno de pan, otro de agua y otro de verduras, que vaciaron para poder meter dentro a todos los que quedaban. Guardaron unas cuantas garrafas de agua y barras de pan, por si acaso y se marcharon a buscar al resto. Cuando llegaron, subieron al techo de los camiones y bajaron hasta el interior donde se encerraron y salieron a toda pastilla. Los zombis se arremolinaban alrededor de los camiones y los atropellaban a su paso sin miramiento alguno. Cuando salieron del recinto, se dirigieron al único sitio en que tendrían todo lo que necesitaban, sin tener que acudir a un centro comercial.
Llegaron a la tienda de deportes a media mañana. Las puertas estaban abiertas y como había una gasolinera cerca, era la mejor opción. Uno de los grupos repostaría los camiones y los abastecería de comida, botiquines de urgencias y todo lo que sirviese. El otro se encargaría de coger las armas que guardaban en la sección de caza, además de arcos, bates, raquetas, todo lo que les sirviese para defenderse. Cogerían además linternas, cantimploras y mantas para pasar la noche. Todo lo que necesitaran. Por último, el tercer grupo se encargaría de cubrir las espaldas de los otros dos. Megan, Patrick y otros seis, entraron en el establecimiento. Las paredes blancas estaban llenas de sangre, todo estaba tirado por los suelos y las luces parpadeaban. No se veía a nadie, ni vivo ni muerto. Se dividieron, dos por cada pasillo, así irían más deprisa y huirían también más deprisa, si la situación lo exigía. Cogieron cestas que llenaron a rebosar, de pronto, escucharon un ruido a sus espaldas, se giraron y no vieron nada, volvieron a mirar y se encontraron con una mole de 200 kg. estaba de pie, justo delante del mural de las armas. ¿Dónde estaría la llave? Patrick se encargó de distraer a la mole corriendo por los pasillos, mientras Megan buscaba por la oficina. Cuando la encontró y se disponía a salir, una mujer que echaba sangre por la boca y tenía desgarrada la piel, se colocó en la puerta de la oficina, entre Megan y la salida. Si quería volver con Patrick, debería pasar justo por ahí. Cogió su bate con fuerza y se lanzó a por la mujer que a su vez le devolvió el ataque. Mientras, Patrick se desesperaba, cuando llegó a otro de los pasillos, casi se topa de bruces con otro de los chicos que huía de otra mole. Decidieron tenderles una trampa, salieron corriendo hacia otro de los pasillos, allí se reunieron con el resto. Mientras todos se escondían, Patrick hizo que los zombis le persiguieran, cuando llegó donde le esperaban los demás, se agachó y otros dos chicos batearon las cabezas de los muertos, tirándolos al suelo.
Megan seguía luchando con la zombi de la oficina, era rápida y fuerte, estaba agotada, pero tuvo una idea, la empujó con todas sus fuerzas contra la ventana e hizo que saliera despedida por ella. Echó a correr y se reunió con los chicos, recogieron las armas, las metieron en bolsas de deporte junto a la munición y salieron de allí.
Los chicos de la gasolinera no habían regresado aún, cuando vieron una jauría de zombis subir por la cuesta del parking. Se prepararon para luchar, pero entonces escucharon unos frenos chirriar, eran los camiones, se detuvieron justo al otro lado y lograron llegar a ellos antes que los zombis les dieran caza.

Megan: Un poco más y no lo contamos. ¿Porqué habéis tardado tanto?
Enrique: Tuvimos un pequeño problema con el dueño del establecimiento y sus empleados, pero lo solucionamos, se vienen con nosotros, de esa forma no nos pusieron pegas para coger las cosas que necesitábamos.
Megan: ¿Entonces cuantos somos?
Enrique: Si descontamos las bajas del gimnasio y contabilizamos las nuevas incorporaciones, digamos que unos 180 más o menos.
Megan: Estamos demasiado apretujados, necesitamos otro camión por lo menos. Si ves alguno en el camino, te paras.

Siguieron por la carretera esquivando coches estrellados, abandonados o quemados. ¿Hasta dónde lograrían llegar? ¿habría más bajas? ¿cuándo y cómo terminaría todo?


Continuará...




martes, 12 de julio de 2011

Terror en las clases 2ª parte

Se formaron tres grupos de tres integrantes cada uno. El primero, liderado por Megan, se encargaría de ir a la enfermería y coger todo lo necesario. El segundo, liderado por Patrick, iría a la cocina por la comida y el último encabezado por el profesor Enrique (profesor 2), se encargaría de buscar algo con lo que defenderse. Decidieron salir al anochecer, para poderse camuflar mejor entre las sombras. Cuando el sol se puso, Megan abrió la puerta del gimnasio, miró a ambos lados y solo vio dos zombis al final del pasillo. Cuando estaban distraídos, salió el primer grupo. Cuando desaparecieron al doblar la esquina, salió el segundo y detrás el tercero.
En la cocina, Patrick se coló en la despensa, mientras los otros compañeros vigilaban, cuando tenía la bolsa llena, los compañeros entraron corriendo y cerraron la puerta, tras de sí.

Patrick: ¿Qué sucede?
Oscar: Uno de esos cerdos nos vio. Venía babeando hacia nosotros.
Carlos: Sí, ¿pero, ahora que hacemos? No podemos abrir la puerta, no sabemos si está fuera. Necesitamos refuerzos.

Patrick cogió su móvil y buscó el teléfono de su amigo Mike, estaba con Karen, por lo que le sería sencillo conseguir el teléfono de Megan, le llamó y le pidió que contactara con ella y le dijera que necesitaban ayuda, estaban acorralados en la cocina. Por suerte, Megan tenía el móvil en vibrador, se encontraba con otros dos chicos en la enfermería, habían llegado sin problemas, aunque salir era otro cantar, la puerta había quedado flanqueada por un par de zombis que vagaban por el pasillo. Megan leyó el mensaje y decidió que iría a buscarlos. Buscó por la habitación y por suerte, encontró un extintor, vendas y alcohol, mucho alcohol. Decidió fabricarse una ayudita para poder salir con vida del lío en que andaba metida. Cogió unas vendas, las empapó en alcohol y las metió dentro, dejando un extremo fuera. Cogió la bolsa con las medicinas y se las pasó a uno de los chicos que la acompañaba, al otro le dio el extintor sin el seguro y se colocó todas las botellas que pudo entre los brazos, las demás las guardó en una mochila que llevaba. El chico que sujetaba la bolsa de medicinas, llevaba un encendedor, por lo que Megan le dijo que estuviera atento, cuando ella se lo pidiese debía encender las mechas, ella se encargaría de lanzar las botellas incendiarias. Estaban listos para salir, el chico del extintor, Roberto, abrió la puerta y descargó parte del extintor encima de los zombis, así aprovecharon a salir, tuvieron que correr, ya que el ruido alertaba de su posición. Cuando llegaron a la esquina de la cocina, vieron cinco zombis que entraban casi arrastrando los pies, no había más moros en la costa, por lo que los siguieron. Megan le pidió al chico del mechero, Iván, que encendiera las mechas y según lo iba haciendo, Megan cogía una botella, se asomaba a la puerta y se la lanzaba a uno de los muertos. Cuando terminó, entró corriendo y abrió la puerta de la despensa, los chicos salieron y se fueron todos corriendo de vuelta al gimnasio, mientras los zombis se consumían por las llamas. A su paso, iban encontrándose con esos seres, pero descargaban el extintor contra ellos y les daba tiempo suficiente para huir. Por el camino cambiaron de extintor y cogieron otros cuantos para futuras salidas.
Mientras en el laboratorio de ciencias, Enrique y los chicos, cogieron todo lo que podían utilizar para fabricar bombas de humo y cosas así, ya se encargarían de mezclar todo en el gimnasio, donde no estuvieran tan expuestos. Además, se pasaron por el cuarto de mantenimiento y se hicieron con rastrillos, palas, escobas, todo los que les pudiese servir. Estaban llegando de vuelta al gimnasio cuando se detuvieron en una esquina, uno de los zombis revoloteaba en la puerta. Esperaron a que se alejara un poco para echar a correr y llamar, enseguida les abrieron y al entrar, volvieron a bloquear la puerta con todo lo que pudieron encontrar. Los tres grupos estaban a salvo y por ahora no había más bajas. Se dieron cuenta que si los zombis estaban dentro del instituto era porque alguna puerta o ventana debía estar abierta, algo se les había pasado, no podían permitir que entrasen más o darían con ellos. Sólo había una entrada al gimnasio a parte de la de emergencia y si los bloqueaban, quedarían atrapados en una ratonera, pero ya se habían arriesgado demasiado saliendo, deberían esperar.
Megan pasó al frente, se colocó junto al televisor y bajó el volumen. La televisión no emitía nada desde la tarde, pero debían dejarla encendida por si aparecía algún comunicado. Muchos chicos escuchaban sus radios con los cascos, con la esperanza de recibir alguna señal.

Megan: Chicos, quiero que sepáis que sois unos valientes. Hemos conseguido sobrevivir hasta ahora, tenemos comida, medicinas y armas. Pero sois listos y también sabéis que no nos durarán mucho, por lo que hay que empezar a racionar las cosas.Vamos a hacer un plan de evacuación por si esos seres consiguiesen entrar. Nos dividiremos en dos grupos, unos para centrarnos en una puerta y otros en otra. Os pido que no habléis alto, ni hagáis mucho ruido, cuanto más pasemos desapercibidos mejor. Haremos turnos de guardia de tres horas. Estarán juntas cuatro personas, dos en una puerta y dos en la otra. Somos muchos por los que nos podemos turnar sin problemas. Si alguien nota algo raro, que nos avise a Patrick, Enrique o a mí, pero nada de gritar, están muertos, pero no sordos. Haremos cola para ir al baño y los turnos de las duchas se harán más tarde. La comida escasea, así que por favor, no discutáis, hacemos lo que podemos y tenemos que estar todos unidos por el bien común. El profesor Enrique se encargará de repartir la comida con los demás profesores. Si necesitáis cualquier cosa, decidme lo que sea, no os cortéis. Bueno, gracias. Y tened paciencia.

Patrick se le acercó, tenía una sonrisa que iluminaba cualquier habitación.

Patrick: ¿Sabes que se te da muy bien eso del liderazgo?
Megan: Gracias, pero no lo pedí, me sale solo. Veo que nadie hace nada y me cargo todas las responsabilidades a la espalda, yo solita, por tonta.
Patrick: Eso quiere decir que te preocupas por los demás.
Megan: A veces me gustaría pasar de todo, pero no puedo.

De pronto escucharon un ruido en una puerta, todo el gimnasio quedó en silencio. El profesor de gimnasia, Arturo, subió de nuevo por la cuerda, para mirar por las ventanas de lo alto del gimnasio.

Arturo: Hay un grupo de zombis en la puerta, han intentado abrir pero han desistido, se alejan.

Pasados un par de días, los infectados comenzaban a convulsionar, estaban muy graves, la infección había echo estragos y no había nada más que hacer, eso significaba que unas veinte personas morirían en unas pocas horas. ¿Qué sucedería entonces, se convertirían en zombis o no?¿estaban a salvo en el gimnasio?¿cuánto durarían las provisiones?¿cómo se mata a uno que ya está muerto?


Continuará...