viernes, 17 de junio de 2011

Un cuento para no dormir 5ª parte: El desenlace


Sami se despertó en una cama de plumas negras y un cabecero de dragones que, o era su imaginación o las cabezas de los dragones negros se movían de verdad. Estaba hecha un nudo con las sábanas de seda negra y tardó un rato en deshacerse del embrollo. Cuando consiguió salir de la cama, se dio cuenta que estaba vestida con un salto de cama rojo y el pelo lo llevaba suelto, con un montón de tirabuzones. ¿Desde cuándo tenía tirabuzones? ¿Quién la vistió así? Cogió unas sandalias negras que estaban al pie de su cama y se las puso, el suelo estaba bastante caliente en esa habitación y si no se calzaba se quemaría los pies. Cuando estaba a punto de cruzar una gran puerta, alguien desde el otro lado la abrió, haciendo que Sami se desplazara de la impresión de un salto hacia atrás. Era Samael, le llevaba una copa con un líquido rojo y un plato repleto de frutas del bosque. Cuando Sam se dio cuenta, que el líquido rojo era sangre, hizo una mueca de disgusto y Samael se rió, comenzó con una risita tímida, hasta que no se pudo contener y se rió a carcajadas. Le explicó que si quería salir de allí, debería tomar de su sangre, las frutas sólo eran para quitar el mal sabor. Le pidió que antes de tomar la decisión de irse, le diera la oportunidad de explicarse y después, sólo después, podría escoger entre marcharse o quedarse junto a él.
Sami no daba crédito, pero tampoco podía hacer nada para mejorar la situación, así que accedió. Se sentó en un pequeño sillón de la época de Luis XVI y esperó a escuchar la brillante elocuencia de su demonio anfitrión.
Samael estaba nervioso, daba vueltas por la habitación sin saber cómo empezar, había repasado mil veces las formas en que antiguamente se le había declarado, para saber en qué había fallado. Esta vez sería distinto, por una vez, sería sincero.
Samael: He esperado demasiado tiempo, aunque tenga apariencia de un crio de 18 o 20 años, tengo más de 2000. Desde los inicios, supe que tú serías mi alma gemela, por ello me echaron del cielo, no estaba bien visto que un ángel amara a nadie más que a Dios, y mucho menos si ese amor estaba dirigido a otra Diosa y encima una bruja muy poderosa, la reina del inframundo. Por ello fui desterrado a vivir aquí, no me importó al principio, porque pensé que estar con mi amada sería suficiente, pero al llegar aquí me rechazaste. Decías que eras una mujer libre y que no te gustaban las ataduras porque no querías volver a sufrir por amor. Me ofreciste gobernar, tú estabas demasiado ocupada con las encrucijadas de los mortales, con proteger a tus queridas brujas o convirtiéndote en una perra negra que vaga por la tierra para proteger a los animales, plantas y vivir lo más cerca de tus humanos adorados. Yo acepté con tal de estar a tu lado, pero he tenido que ver como tenías hijos de otros, hijos malvados, mucho peores que yo, porque para ser sinceros, yo lo único que hice fue enamorarme cuando no me estaba permitido. ¿Tan grave fue lo que hice?
Sólo te pido que lo reconsideres, llevo siglos haciendo lo que me ordenas sin pedir nada a cambio, quiero que me des una oportunidad. Si tengo que pasar la eternidad aquí, encerrado, no me importará si la paso contigo. Te quiero.
Sami se quedó perpleja, la verdad, todavía no entendía que fuese una Diosa griega y mucho menos que el mismísimo demonio se hubiese fijado en ella, pero lo que entendía menos todavía, era que tuviese hijos por ahí perdidos, eso sí que la superaba. En el fondo, muy en el fondo, sabía que lo que Samael decía era verdad, su corazón se aceleraba cada vez que él se aproximaba y sabía muy dentro de su ser, que si le había rechazado anteriormente, había sido por el miedo que sentía de sí misma, si se entregaba a él, peligraba todo lo que había construido, si se enamoraba, no podría controlarlo y el amor lo vuelve todo del revés.
Se lo explicó lo mejor que pudo y él la pidió que lo reconsiderara, pero fue en vano.
Sami: Si de verdad me amas como dices, me dejarás marchar sin pedirme nada a cambio, si nuestro destino es estar juntos, lo estaremos, pero ahora sé que no es el momento. Mi momento ahora está arriba, si me fui a vivir como humana, lo hice con algún motivo, hay algo que debo de hacer y aún no he llevado a cabo. Cuando termine mi misión y regrese, hablaremos y si de verdad nos seguimos amando como ahora, lo intentaremos, pero no te hagas ilusiones porque no te prometo nada. Las cosas suceden por algún motivo que se escapa incluso a nuestro control, no adelantemos acontecimientos.
En la cara de Samael, las chispas de sus ojos se avivaron, una sonrisa blanca y perfecta se dibujó en su rostro y sin decir nada más, tendió la copa de sangre.
Sami: ¿Qué pasará con Marcos?
Samael: No temas, le reubicaré en algún lugar.
Sami: Déjale volver conmigo. Sé que tiene una misión que hacer también y si lo que vi en mi visión es cierto, entonces nuestros caminos se cruzarán de nuevo. Creo, que ya sé lo que me llevó a convertirme en mortal, buscar una sucesora.
Samael: ¿Me estás pidiendo que te deje ser esposa y madre con uno de mis subordinados?
Sami: No, esposa no. Y además, no te lo estoy pidiendo, recuerda que aquí la jefa soy yo, yo te di el cargo que ostentas. Si hago esto, es para que, a mi regreso, podamos centrarnos en nosotros, si tengo una sucesora no tendré que preocuparme de otra cosa más que de ti y de mí. ¿Entiendes el porqué de mis negativas? Ahora es el momento, hasta hoy no encontré a la sucesora que mereciese este cargo, pero ahora sé que es distinto. Lo he visto.
Samael lo sabía, ella tenía razón, por ello cerró los ojos y le entregó la copa. Sami la bebió, tapándose la nariz con una mano y sosteniendo la copa con la otra. Cuando terminó, la copa cayó al suelo derramando lo que sobraba de su contenido. De repente un tornado de aire caliente se formó de la nada y envolvió a Sami con delicadeza. De esta forma, se elevó como una pluma desde el suelo y subió ligera por el embudo.
Los padres de Sami no daban crédito. El agujero que hacía un par de minutos se había cerrado, llevándose a su hija, volvía a abrirse para dejarla salir de nuevo, pero estaba cambiada, no sólo por el peinado y la ropa, sino que en sus ojos ya no estaba en color castaño de siempre, ahora los gobernaban unas llamaradas que subían y bajaban con fiereza. Sabían que era su niña físicamente, pero en realidad solo era un recipiente para algo que había salido del agujero, algo que les aterrorizaba.
De pronto un rayo salió de la ventana, Sam miró en esa dirección y vio a Marcos lanzando un rayo a sus padres.
Marcos: Despertaran en una hora creyendo que su querida niña se ha ido a vivir fuera con su permiso. No recordarán nada de esto y así podrás hablar con ellos cuando quieras. Pero para que estén a salvo, lo mejor es que nos marchemos.
Sami se arrodilló en el suelo y besó la frente de sus padres, sabía que Marcos tenía razón, sería mejor que se fuese para no hacerles daño. Cogió un par de cosas, junto con la foto de sus padres, las echó en una mochila y se deslizó por la ventana junto a Marcos que la envolvió en sus brazos. Mientras la besaba, Sami notó como desplegaba sus alas y se elevaba más y más alto. No sabía lo que sucedería después, para ser sinceros no le importaba. Lo único que sabía es que estaba enamorada de dos demonios y que tendría una vida plena como humana con uno de ellos y quién sabe si pasaría su eternidad con el otro. Tan sólo viviría el día a día. ¿Qué más se puede pedir?
¿FIN?







1 comentario:

  1. Si te ha gustado el cuento y quieres que te escriba un cuento o historia personalizado, ponte en contacto conmigo. Un saludo

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