Se pusieron en camino, Sami le preguntó
a Marcos hasta dónde había llegado en el purgatorio, si se había topado con los
límites y él le contestó que no, había permanecido cerca de la zona, había algo
que no le dejaba ir más allá de un límite. Ella le pidió que la llevase hasta
allí y al llegar notó como algo agarraba de los hombros a Marcos y le echaba hacia
atrás, cayó con violencia al suelo y Sami se dio cuenta de lo que entendía
Marcos como límite. Sami creyó que al cruzar por el mismo sitio, le sucedería
lo mismo, pero no fue así, ella cruzó sin problemas. Así que decidieron que
ella seguiría adelante y él la esperaría allí (aunque en realidad, lo decidió
Sam y Marcos tuvo que acceder de mala gana, era muy testaruda). Llevaba horas
caminando y no sabía a dónde se dirigía, cuando de pronto vio a lo lejos a dos
niños de unos 6 o 7 años. Corrían el uno tras el otro y parecían pasarlo bien,
de repente, los niños se pararon y se dieron media vuelta para mirar a Sam a los
ojos, al hacerlo, se percató, que los ojos de los niños eran amarillos, parecidos
a los de las serpientes y que en el suelo, justo en el centro del círculo que
formaban los niños al girar, había un hombre encadenado al que le estaban
arrancando con un machete trozos de piel. El hombre gritaba desesperado y Sami
se quedó paralizada. Se dio cuenta, que los niños se estaban acercando a ella
con cara de pocos amigos y por suerte sus pies comenzaron a responder y echo a
correr. Los niños la seguían de cerca canturreando cosas macabras y alzando sus
machetes al aire, hasta que una de las veces, Sam miró hacia atrás para ver si
la seguían y no se percató del agujero que había ante sus pies y por lo que cayó
sin control. Mientras gritaba e intentaba agarrarse a cualquier cosa que
tuviese cerca, notó como unas manos le amortiguaban la caída. Se dio cuenta que
descendía por un agujero del que salían muchos brazos de las paredes, el terror
la invadió, pero entonces notó como los brazos la elevaban y se sintió
eternamente agradecida. Al llegar arriba, antes de salir del agujero, comprobó
que los niños se hubiesen marchado, les vio a lo lejos despellejar a su víctima,
tan contentos. Aprovechó para salir de su escondite y escabullirse entre las
sombras. Siguió caminando un poco asustada después de lo ocurrido (bueno en
realidad, muy asustada, aterrorizada), al llegar al final de un pasillo, vio
una gran puerta custodiada por gárgolas y un perro de 3 cabezas, el cual supuso
era Cancerbero. El perro se acercó, la olisqueó y se puso en guardia, pero de
pronto, comenzó a lamer su mano, ella no le tenía miedo (cosa bastante extraña)
pero decidió no hacer gestos bruscos, para no tentar a la suerte. El perro se
sintió ofendido y se tumbó en el suelo para descansar. Sami no sabía lo que
había hecho para que el perro no la atacase y se mostrase así de cariñoso, pero
no iba a quedarse en ese lugar para averiguarlo. Cruzó el umbral de la puerta,
tras mucho esfuerzo para poder abrirla, al entrar, se cerró de golpe. Cuando
alzó la vista, vio a un chico moreno, de piel clara y ojos color fuego que le
sonreía y le hacía un gesto con la mano para que se acercase. Tenía unas alas
rojas del color de la sangre que se agitaban a su espalda y levantaban en su
batir, un pequeño remolino a su alrededor. Sin saber qué hacer, dio un par de
pasos en dirección al chico y se paró. Él bajó de su trono con forma de dragón
enroscado y se acercó a Sami con paso firme. Cuando llegó a su altura, vio que
era alto, medía por lo menos 180cm y sus ojos eran llamaradas de verdad, se
veía como relucía y chisporroteaba el fuego en su interior. Se presentó como
Samael y en seguida Sami, se dio cuenta que se trataba del mismísimo Satanás.
Le preguntó que hacían allí Marcos y ella; y la respuesta que halló le heló la
sangre. Samael le contó que no eran quienes ellos creían ser. Marcos era un
ángel caído, cuyo destino era competir con un ángel del paraíso que se
encontraba en la otra punta del purgatorio y esperar allí a las almas para
guiarlas al inframundo, y así el otro ángel no las reclutase para al cielo.
Pero no contaba con que su ángel caído se enamorase de una diosa. Al escuchar
esto, Sami se sintió extraña. ¿Como una Diosa? ¿Quién, ella? si era una chica
normal y corriente, o lo era antes de acabar allí. Samael le contó, que en
realidad era la reencarnación de una Diosa griega, una bruja muy poderosa de la
que milenios atrás él había estado enamorado y ella le había rechazado. La
Diosa Hécate, se había cansado de ver los toros desde la barrera y se reencarnó
para volver a vivir una experiencia como humana. Lo malo es que no recordaría
nada hasta que volviese de nuevo al inframundo. Por ello Sami no recordaba nada
y pensaba que podría ser una invención del Diablo, porque para ser sensatos, se
supone que el Diablo no es precisamente lo que se dice sincero. Le explicó que
su amigo debía cumplir su misión y que sólo era un cebo para enviarla hasta él,
pero que al haberse enamorado, debería sustituirle para que se mantuviese
alejado de ella. Sami estaba perpleja, no pudo hacer más que preguntar porque
se había tomado tantas molestias para buscarla, y llevarla hasta allí. Samael
le dijo que la quería, que había estado esperando la oportunidad para poder
convencerla de que fuese su reina y ese momento había llegado. Al haberse
reencarnado, no tenía los prejuicios de tiempos atrás, sería como conquistarla por
primera vez.
De pronto todo se oscureció, a
Sami le temblaron las rodillas y lo último que notó fue el frío suelo bajo su
cuerpo y a Samael llamándola por su nombre. Ahora todo cobraba sentido, el
perro no la había atacado porque era suyo y todo lo que había vivido hasta
entonces, los sueños, las sensaciones extrañas, todo comenzaba a encajar.
Continuará...
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