miércoles, 15 de junio de 2011

Un cuento para no dormir 4ª parte


Se pusieron en camino, Sami le preguntó a Marcos hasta dónde había llegado en el purgatorio, si se había topado con los límites y él le contestó que no, había permanecido cerca de la zona, había algo que no le dejaba ir más allá de un límite. Ella le pidió que la llevase hasta allí y al llegar notó como algo agarraba de los hombros a Marcos y le echaba hacia atrás, cayó con violencia al suelo y Sami se dio cuenta de lo que entendía Marcos como límite. Sami creyó que al cruzar por el mismo sitio, le sucedería lo mismo, pero no fue así, ella cruzó sin problemas. Así que decidieron que ella seguiría adelante y él la esperaría allí (aunque en realidad, lo decidió Sam y Marcos tuvo que acceder de mala gana, era muy testaruda). Llevaba horas caminando y no sabía a dónde se dirigía, cuando de pronto vio a lo lejos a dos niños de unos 6 o 7 años. Corrían el uno tras el otro y parecían pasarlo bien, de repente, los niños se pararon y se dieron media vuelta para mirar a Sam a los ojos, al hacerlo, se percató, que los ojos de los niños eran amarillos, parecidos a los de las serpientes y que en el suelo, justo en el centro del círculo que formaban los niños al girar, había un hombre encadenado al que le estaban arrancando con un machete trozos de piel. El hombre gritaba desesperado y Sami se quedó paralizada. Se dio cuenta, que los niños se estaban acercando a ella con cara de pocos amigos y por suerte sus pies comenzaron a responder y echo a correr. Los niños la seguían de cerca canturreando cosas macabras y alzando sus machetes al aire, hasta que una de las veces, Sam miró hacia atrás para ver si la seguían y no se percató del agujero que había ante sus pies y por lo que cayó sin control. Mientras gritaba e intentaba agarrarse a cualquier cosa que tuviese cerca, notó como unas manos le amortiguaban la caída. Se dio cuenta que descendía por un agujero del que salían muchos brazos de las paredes, el terror la invadió, pero entonces notó como los brazos la elevaban y se sintió eternamente agradecida. Al llegar arriba, antes de salir del agujero, comprobó que los niños se hubiesen marchado, les vio a lo lejos despellejar a su víctima, tan contentos. Aprovechó para salir de su escondite y escabullirse entre las sombras. Siguió caminando un poco asustada después de lo ocurrido (bueno en realidad, muy asustada, aterrorizada), al llegar al final de un pasillo, vio una gran puerta custodiada por gárgolas y un perro de 3 cabezas, el cual supuso era Cancerbero. El perro se acercó, la olisqueó y se puso en guardia, pero de pronto, comenzó a lamer su mano, ella no le tenía miedo (cosa bastante extraña) pero decidió no hacer gestos bruscos, para no tentar a la suerte. El perro se sintió ofendido y se tumbó en el suelo para descansar. Sami no sabía lo que había hecho para que el perro no la atacase y se mostrase así de cariñoso, pero no iba a quedarse en ese lugar para averiguarlo. Cruzó el umbral de la puerta, tras mucho esfuerzo para poder abrirla, al entrar, se cerró de golpe. Cuando alzó la vista, vio a un chico moreno, de piel clara y ojos color fuego que le sonreía y le hacía un gesto con la mano para que se acercase. Tenía unas alas rojas del color de la sangre que se agitaban a su espalda y levantaban en su batir, un pequeño remolino a su alrededor. Sin saber qué hacer, dio un par de pasos en dirección al chico y se paró. Él bajó de su trono con forma de dragón enroscado y se acercó a Sami con paso firme. Cuando llegó a su altura, vio que era alto, medía por lo menos 180cm y sus ojos eran llamaradas de verdad, se veía como relucía y chisporroteaba el fuego en su interior. Se presentó como Samael y en seguida Sami, se dio cuenta que se trataba del mismísimo Satanás. Le preguntó que hacían allí Marcos y ella; y la respuesta que halló le heló la sangre. Samael le contó que no eran quienes ellos creían ser. Marcos era un ángel caído, cuyo destino era competir con un ángel del paraíso que se encontraba en la otra punta del purgatorio y esperar allí a las almas para guiarlas al inframundo, y así el otro ángel no las reclutase para al cielo. Pero no contaba con que su ángel caído se enamorase de una diosa. Al escuchar esto, Sami se sintió extraña. ¿Como una Diosa? ¿Quién, ella? si era una chica normal y corriente, o lo era antes de acabar allí. Samael le contó, que en realidad era la reencarnación de una Diosa griega, una bruja muy poderosa de la que milenios atrás él había estado enamorado y ella le había rechazado. La Diosa Hécate, se había cansado de ver los toros desde la barrera y se reencarnó para volver a vivir una experiencia como humana. Lo malo es que no recordaría nada hasta que volviese de nuevo al inframundo. Por ello Sami no recordaba nada y pensaba que podría ser una invención del Diablo, porque para ser sensatos, se supone que el Diablo no es precisamente lo que se dice sincero. Le explicó que su amigo debía cumplir su misión y que sólo era un cebo para enviarla hasta él, pero que al haberse enamorado, debería sustituirle para que se mantuviese alejado de ella. Sami estaba perpleja, no pudo hacer más que preguntar porque se había tomado tantas molestias para buscarla, y llevarla hasta allí. Samael le dijo que la quería, que había estado esperando la oportunidad para poder convencerla de que fuese su reina y ese momento había llegado. Al haberse reencarnado, no tenía los prejuicios de tiempos atrás, sería como conquistarla por primera vez.
De pronto todo se oscureció, a Sami le temblaron las rodillas y lo último que notó fue el frío suelo bajo su cuerpo y a Samael llamándola por su nombre. Ahora todo cobraba sentido, el perro no la había atacado porque era suyo y todo lo que había vivido hasta entonces, los sueños, las sensaciones extrañas, todo comenzaba a encajar.

Continuará...

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