martes, 21 de junio de 2011

La bruja y el cazador 3ª parte

La cosa no había salido como Tabi esperaba. Se había presentado en su casa y le había rogado que se marchase, porque su familia le daría caza, pero era tan testarudo. En lugar de hacer las paces, habían comenzado una guerra. Ambos lo sabían, antes de que terminase la semana, uno de los dos estaría muerto, pero ¿cuál?
Tabatha llegó a su casa y se fue directamente a la ducha. Bajo el agua se le ocurrían las mejores ideas. No podía dejar de pensar en esos ojos verdes, era estúpida por pensar en él de esa forma, en lugar de verle como una amenaza, pero no podía remediarlo. Pasó el día en la cocina con su hermana, haciendo pociones y más pociones. Su madre se encargaba de los hechizos y de fortificar la casa. Bastante tenía ya con un vecino brujo y toca narices, como para toparse ahora con un listillo cazador de brujas. 
Eran más de las doce de la noche y no había rastro de su presa. Estaba sentado en un banco, con la ballesta en la mano, pensando en el gato más hermoso que había visto jamás, con esa misma elegancia que demostraba su bruja al caminar. ¿Cómo? no era posible, tenía que centrarse y dejarse de tonterías, ¿qué habría pensado su padre si le viera así, suspirando por su presa? Pero en algo tenía razón aquella bruja, ¿cómo sabía él, si las criaturas que llevaba tantos años matando, eran tan perversas como le enseñaron? Ahí estaba ella, una bruja de alto nivel, pero en el fondo una buena chica. Vale que su madre y su hermana quisieran matarlo, era obvio, pero ¿a qué padres les gusta el novio de su hija? ¿novio? Ohhh!!! ¿Qué me está pasando?
En ese mismo momento, escuchó algo, un susurro en la noche. Miró hacia arriba y vio tres sombras que sobrevolaban el lugar, pero una en particular le llamó la atención, esa sombra no volaba en círculos, sino que estaba muy quieta, distante. Sabía perfectamente que era ella y tuvo un presentimiento, algo que le partió el corazón, esa sería la última vez que la vería, lo sabía a ciencia cierta.
Sobrevolaba el parque, el lugar donde le conoció, y allí estaba, sentado en un banco esperando a una muerte segura, apretando su ballesta contra el pecho. Tenía que hacer algo, no podía dejar que le hicieran daño, no se lo perdonaría. ¿Pero el qué?¿Lo conseguiría?


Continuará...

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