sábado, 18 de junio de 2011

La bruja y el cazador 1ª parte

Tabatha era una chica ocupada. No tenía mucho tiempo libre después de compaginar sus estudios de veterinaria con las clases de full contact en el gimnasio y  por si no fuera poco, tenía que lidiar con un montón de hechizos que se le resistían. Su madre le había avisado desde muy pequeñita, que cuanto más tardase en reconocer lo que era en realidad, más esfuerzo le costaría desarrollarse como bruja. Pero a Tabi, como la llamaban sus amigos, no le importaba. Quería ser una chica normal y lo era, si no fuese por pequeños deslices que cometía en su vida cotidiana. Que no alcanzaba un libro de una estantería, pues lo visualizaba en su mano y el libro bajaba hasta tocar su palma, que llegaba tarde a una clase, pues la congelaba desde la puerta y se escurría hasta su asiento antes de que se descongelaran. Eran cosas insignificantes, que le hacían la vida más fácil sin herir a nadie. Eso sí lo podía hacer, lo que no le gustaba era la magia que practicaban su madre y su hermana. Hacían hechizos de ataduras, mal de ojo o incluso vudú. Esa no era la magia que a Tabi le gustaba practicar. A ella le gustaba sentir la naturaleza y conectar con ella, le apasionaba volar por la noche mientras el resto de criaturas dormían ajenas a la sombra que los observaba desde las alturas. Le encantaba zambullirse en el agua de una lago bañado por la luz de la luna, a 5000 km de su casa y por la mañana regresar sin una pizca de sueño. Claro está, era lo bueno y malo de ser una bruja de altos vuelos, no necesitaba dormir mucho, ya que siempre que necesitaba descansar, se iba a un plano astral distinto y lo que son 5 minutos en nuestro plano, eran 5 horas en el otro. Su mejor amiga Eli, lo sabía. Estaba al corriente de lo que era y por consiguiente, lo que la madre y hermana de esta hacían. Era una buena amiga, llevaba años guardando el secreto sin pedir nada a cambio, aunque siempre que necesitaba ayuda, sabía donde acudir.
Una noche, Tabi volaba por el parque cercano a su casa, cuando una columna cegadora de luz blanca salió desde uno de los árboles cercanos e hizo que cayera al suelo dando vueltas sin control. Aterrizó en unos arbustos y cuando se levantó, vio que estaba llena de rasguños, aunque nada que no pudiese remediar la poción que le enseñó a hacer su abuela cuando era niña, por eso de los topetazos con la bici y demás "objetos inútiles de los humanos", como los nombraban en su familia, ya que si quería viajar, ¿qué mejor método que teletransportarse o volar? De pronto escuchó un ruido tras los árboles, quiso esconderse pero no tuvo tiempo, cuando retrocedía para salir corriendo en dirección contraria, un chico alto, de ojos verdes y pelo castaño claro, se deslizó por el hueco de dos robles apuntando a Tabi con una ballesta. Tabi se quedó helada, no sólo porque alguien le apuntase en el siglo XXI con una ballesta, sino que los ojos verde esmeralda del chico la atraparon sin piedad. No podía articular palabra, y por lo visto no era la única, el chico estaba igual de impresionado que ella, no era para menos. Tabi tenía los 22 años recién cumplidos, era morena de pelo sedoso hasta la cintura, tenía los ojos verdes como los gatos y una piel blanca como la nieve. El chico bajó la ballesta y se presentó como Nathaniel. Era un cazador y estaba buscando una presa a la que había lanzado una flecha tras cegarla con una bomba de luz ultravioleta. No podía ser, ¿qué clase de cazador era? la estaba cazando a ella. Cuando Nathan se fijó mejor en Tabatha, se dió cuenta que acababa de salir de los mismos arbustos a los que se supone, había ido a para la bruja a la que estaba cazando. No podía ser ella, no tenía pinta de ser malvada y despiadada, más bien, parecía aterrada. No era típico de una bruja. Ella echó a correr, pero él no reaccionó, se quedó observando como su presa desaparecía por entre los árboles. ¿Volvería a verla? La buscaría, ¿pero cómo? debía encontrarla y si lo hacía ¿tendría el valor de matarla?


Continuará...

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