martes, 27 de diciembre de 2011

La exposición maldita 1ª parte


Fariha llegaba tarde, no era habitual en ella, pero el trabajo la tenía atrapada. Hacía mucho que Hanna y ella no se veían, ni si quiera para tomar un café. Por ello, habían planeado una tarde de museos, algo que les encantaba. Había una exposición egipcia, estaba dando la vuelta al mundo y era todo un éxito. Habían planeado visitarla, ya que a las dos les fascinaba todo ese mundo.Tenían un viaje pendiente a El Cairo, cuando su economía y la situación del país se lo permitiese.

Hanna: Ya era hora, se me están quedando los pelos como escarpias. No traerás un poco de anticongelante ¿no?
Fariha: Exagerada. Sólo llego 15 minutos tarde.
Hanna: Sí, pero hace frío. ¿Qué tal guapa? ¿Cómo va todo?
Fariha: Bien, la verdad es que no me puedo quejar. ¿Y tu?
Hanna: Tampoco me puedo quejar. ¿Vamos a la exposición? Ya tengo las entradas.
Fariha: Claro. Me han dicho que hay una estatua que te va a encantar, la de Bastet, en tamaño gigante.
Hanna: ¿Para ti que es tamaño gigante? Jajaja
Fariha: Pues no se, es lo que me han dicho, ahora lo veremos. Jajaja

Pasearon hasta el museo, donde se encontraba la exposición. Al entrar por el umbral de la puerta, Hanna sintió un escalofrío que le recorría la espalda. Estaban a 5ºC por lo que no le sorprendió mucho, ni le prestó la atención que debiera. Dejaron los abrigos en el guardaropa y recorrieron los pasillos repletos de figuras doradas, joyas y estatuas de toda clase. Cuando llevaban una media hora recorriendo el museo, Hanna sintió otro escalofrío que la hizo girar sobre sí misma, hacia otro pasillo peor iluminado, al fondo, había una sala, tras unas cortinas de terciopelo negro, en la que se encontraba la estatua que Fariha le había comentado. Una gata negra y dorada, sentada con la cabeza erguida y mirando fijamente al infinito. Era bastante grande, mediría un metro de alto y con esa iluminación, parecía incluso más impresionante. Estaba sola en aquella sala, algo bastante extraño, porque, si era lo mejor de la exposición, ¿no tendría que estar a la vista? Fariah comenzó a decir cosas sobre la estatua, pero Hanna no podía dejar de mirar los ojos de la gata y no le prestaba atención a lo que su amiga le decía. De pronto la gata movió los ojos y se quedó mirando fijamente a Hanna. Fariah no pareció darse cuenta. Hanna no podía apartar la vista de esa extraña estatua, de pronto escuchó una voz dulce y femenina, estaba dentro de su cabeza, no podía ver de dónde procedía, hasta que lo supo, la voz procedía de la estatua.

Bastet: Eres la elegida. Largo tiempo he estado esperando a alguien como tú, alguien que merezca recibir mis poderes y halla nacido bajo mi protección.
Hanna: ¿De verdad estoy hablando con una estatua?
Bastet: En realidad no, solo es un medio de transporte que uso de vez en cuando, mi esencia está en el interior. Te pareces mucho a la última elegida, sólo espero que tu le des mejor uso.
Hanna: No, espera.

Una luz de color verde esmeralda salió de los ojos de la gata y fue directamente a parar a los ojos de Hanna. El impacto hizo que Hanna se elevara del suelo y saliese disparada hacia la otra punta de la estancia. Al caer al suelo, quedó con los ojos abiertos de par en par, comenzó a convulsionar y Fariah, que era la única persona que se hallaba en dicha estancia, se acercó corriendo hasta el cuerpo de su amiga y se arrodilló junto a ella. De pronto, Hanna abrió la boca y una marea negra de virutas, parecidas al carbón, salió disparada hacia el techo y desapareció. Fariah cayó hacia atrás del susto. De pronto Hanna volvió en sí, comenzó a reaccionar y se incorporó lentamente.

Hanna: ¿Qué ha sido eso?
Fariah: Tía ¿estás bien? No se que ha sido eso, dime que ha sucedido, no entiendo...
Bastet: Los poderes al entrar en ti, han limpiado tu alma. Ya estás lista. Suerte y disfruta del don que te ha sido otorgado.
Hanna: Vámonos, necesito tomar algo.
Fariah: ¿Pero que ha pasado?
Hanna: Luego te lo explico, aunque no me vas a creer.

Salieron del museo a toda prisa, Fariah no paraba de hablar y Hanna no dejaba de pensar en lo que había sucedido. ¿Estaba loca? ¿Qué era exactamente el don que había recibido? Definitivamente estaba loca, tanto estudiar no era bueno.



Continuará...





sábado, 17 de septiembre de 2011

Amar hasta la obsesión 5ª parte

Una tarde de verano, Holly se encontraba sentada en un banco del parque, leyendo un  libro, mientras su hija Alyssa jugaba en los columpios. Greg estaba trabajando y ella se había cogido el día libre para estar con su hija en el parque. A su secretaria casi le da un ataque al tener que cancelar todas sus citas un par de horas antes.
Estaba contenta, de vez en cuando levantaba la vista de su novela y veía como Alyssa hacía nuevos amigos. Una de esas veces, vio como un niño de la edad de su hija, la besaba en la mejilla mientras se balanceaba en el columpio. De pronto Alyssa se bajó de un salto y se fue corriendo hacia su madre.

Holly: ¿Qué te pasa? ¿estás bien? ¿porqué lloras?
Alyssa: Ese niño de allí me ha dado un beso.
Holly: Ya lo vi, en la mejilla. Pero solo ha sido un beso, entonces ¿porqué lloras?
Alyssa: Porque antes me ha tirado del pelo y cuando le he preguntado por qué lo hacía, me ha dicho que le gusto y me ha dado un beso. Es tonto. 

Holly cogió a su hija en su regazo, la besó en la frente y de pronto vio como alguien se acercaba. Era un chico moreno, alto y delgado. Llevaba de la mano al niño que había echo llorar a Alyssa. Cuando llegó al lugar donde ambas se encontraban, Holly no pudo dar crédito a lo que veía.

Brian: ¿Holly?
Holly: ¿Brian? ¿eres tú? ¡cómo has cambiado!
Brian: Sí, la verdad es que hemos cambiado mucho los dos. A mejor, por supuesto. No hace falta que me digas que esta niña tan guapa es tu hija, se parece mucho a ti cuando eras pequeña. Veníamos a pediros perdón. Wesley se ha portado mal con ella y le hizo llorar.
Holly: Disculpas aceptadas. ¿Verdad Alyssa? Aunque no fue nada. Me da a mi que el niño salió igualito a su padre.
Brian: Supongo que sí. ¿Tienes tiempo para tomar algo?
Holly: Claro, encantada.

Los cuatro se marcharon a un restaurante para niños, en él había una piscina de bolas, donde los niños jugaban mientras los padres tomaban algo.

Brian: ¿Qué fue de tu vida? Me enteré que cuando te graduaste, te casaste y tuviste una hija. Es preciosa.
Holly: Gracias. Tu hijo también es muy guapo. Tiene la misma expresión pícara que tenías tu a su edad. Pues Greg y yo nos casamos, montamos una consulta juntos y tuvimos a Alyssa, hará unos 5 años en Agosto. Yo también me enteré que te casaste y que tuviste un hijo, me lo contó una amiga que sigue viviendo por allí cerca.
Brian: Sí, es cierto. Conocí a una chica encantadora, la hermana de una clienta y me casé con ella. Hace unos años tuvimos a Wesley y hasta hoy. ¿Dónde os mudasteis? 
Holly: A las Rozas. Este verano nos toca trabajar, nos hemos mudado a una oficina más amplia y tenemos que reformarla, pero solemos pasar los tres meses de verano en Vancouver.
Brian: ¿Eso está en Canadá, no?
Holly: Sí. Nos compramos una casa allí, para ir en vacaciones. Así que lo único que nos gastamos es en aviones, que ya es bastante. ¿Y tú en que trabajas?
Brian: Como se me daba muy bien eso de seguirte a todas partes, monté una agencia de investigadores privados, con ello me pagué la carrera de abogado y ahora tengo mi propio bufete. Allí conocí a Rose, mi mujer.
Holly: Vaya. Felicidades, me alegra que te vaya todo tan bien. 
Brian: Esperé tu llamada.
Holly: ¿Cómo? 
Brian: Leíste la nota que te dejé cuando te solté.
Holly: Sí, pero la que esperó tu llamada fui yo. Te llamé esa misma noche y no lo cogiste. Después esperé a que me llamaras tú y nunca lo hiciste, supuse que te habías arrepentido de darme esa nota y no quise insistir más. Dejé las cosas como estaban.
Brian: No puede ser, no me separé ni un minuto del teléfono aquella misma noche, hasta que caí rendido de sueño.
Holly: Pues yo te llamé.
Brian: No puede ser, porque si no me hubiera enterado de la llamada por estar dormido, hubiese visto la llamada perdida a la mañana siguiente, o sino mi hermano me hubiese despertado, mi hermano... No puede ser, seguramente borró la llamada.
Holly: Bueno, lo pasado, pasado está.
Brian: ¿Para qué me llamaste?
Holly: Por que tú me lo pediste. Pero ya está, ahora es como si no hubiese pasado nada, somos dos viejos amigos que se reencuentran pasados unos años y que han rehecho sus vidas. Dejemos las cosas así.
Brian: Me parece bien. La verdad es que estoy muy feliz con mi mujer, la quiero y me gustaría que la conocieras un día de estos. Seguro que seríais muy buenas amigas. 
Holly: Por mí genial. Pasaros un día por casa, prepararemos una barbacoa y los niños pueden jugar en el jardín con los perros y en la piscina. Seguro que al final se hacen amigos. Mi marido seguro te encantará, es como yo, pero en hombre.
Brian: Nuestros hijos no repetirán los mismos errores que cometieron sus padres, para eso estamos aquí, para guiarles y enseñarles de nuestros propios errores.
Holly: Eso espero.

Pasaron un par de horas recordando viejos tiempos y charlando de sus nuevas vidas. Al marcharse, se dieron la mano y cada uno se fue en una dirección. Tenían todo para ser felices, nuevos amigos, una familia maravillosa, casas y coches lujosos, trabajos que dominaban a la perfección, pero en el fondo de sus corazones, sabían que algo les faltaba y al verse en el parque lo confirmaron. Seguían necesitándose el uno al otro y el destino lo sabía, por ello les puso en ese mismo parque, en ese preciso momento. 

A veces lo único que necesitamos para ser felices, es reparar los errores del pasado y mirar al futuro con una sonrisa en los labios.


FIN.




viernes, 16 de septiembre de 2011

Amar hasta la obsesión 4ª parte

Cuando se despertó, Holly se encontró sola en la cama, tenía una rosa roja y una nota en su almohada. Se dio cuenta que el grillete que le apresaba el tobillo, había desaparecido, la puerta estaba abierta y no había moros en la costa. Leyó la nota "no me esperes". No podía ser, la estaba dejando libre. ¿Porqué? No habían aclarado nada. Se levantó de la cama y en el suelo vio que había dinero, supuso que se lo habría dejado para coger un taxi. Se puso los zapatos, se arregló un poco el pelo y salió a correr. Recogió su bolsa de viaje, estaba fuera, al pie de las escaleras. Bajó por ellas y salió por la puerta principal. ¿Hacia dónde iría? Decidió seguir las huellas de los neumáticos y pasados unos veinte minutos, llegó a una carretera en la que hizo auto-stop. Pronto llegó a la renfe, desde allí hasta la cabaña donde la esperaba Greg, no había más de media hora de trayecto. Llamó a Greg con su móvil, lo tenía en uno de los bolsillos de su bolsa.

Greg: Por fin. ¿Dónde estabas? Te llamé pero no me contestaste. Iba de salida para buscarte en casa de tus padres.
Holly: Lo siento. Es que me dejé el móvil en casa de una compañera, he ido a recogerlo antes de salir. Ven a buscarme, estoy en la parada del tren. Aún nos queda tiempo para disfrutar nuestra escapada en la montaña. Anda, se bueno y recógeme.
Greg: Voy, pero me debes una. Estuve preocupado por ti. Te quiero.
Holly: Y yo a ti.
Greg: ¿Porqué no me dices nunca que me quieres?
Holly: Lo acabo de hacer.
Greg: Sabes a lo que me refiero.
Holly: No quiero que se te suba a la cabeza. Jajaja

Greg llegó y vio a Holly sentada en un banco. Cuando Holly lo vio, salió corriendo, se lanzó en sus brazos, se colgó de su cuello y le besó. A Greg se le olvidó la reprimenda que tenía preparada. De camino, mientras Greg le iba contando a Holly como se había aburrido ese tiempo, mientras esperaba que le diera alcance, ella rebuscaba en su bolsa para ver si faltaba algo. Le parecía extraño que Brian la hubiese soltado sin decirle aquello que le había llevado a realizar ese acto salvaje. De pronto, entre sus ropas encontró una carta. Era de Brian, tuvo que mantener la calma y disimuló, dejando la nota en el mismo lugar que la encontró.
Al llegar a la cabaña se fue al baño para darse una ducha o lo que fuese, estaba asquerosa por culpa del encierro y del viaje. Se llevó con ella la carta y mientras llenaba la bañera de agua caliente, se sentó en el váter y comenzó a leer.

Siento todo lo que te hice pasar. Sólo quería hablar contigo, aclarar las cosas, sé que me equivoqué en el modo, pero si te he de ser sincero, volvería a hacerlo sin dudar. La noche que pasamos juntos no la olvidaré jamás. Pero reconozco que me equivoqué y he preferido enmendar mi error. Sólo te pido, que si alguna vez me perdonas y te ves con ganas de aclararlo todo, me llames. Aquí te dejo mi número. Esperaré tu llamada. Espero que no tenga que esperar toda la vida, aunque si he de hacerlo, lo haré.


Holly sabía lo que debía hacer. Cenó con Greg, era muy feliz con él, era el hombre de su vida, pero si no arreglaba las cosas con Brian, nunca podría ser realmente feliz. Cuando Greg se durmió, se levantó, salió de la habitación, cogió un suéter y se marchó fuera de la cabaña, con el teléfono en la mano.

¿Se atrevería a llamar? ¿qué iba a decirle si se lo cogía? Era muy tarde ¿estaría durmiendo o estaría recordando cada momento que pasaron juntos, como estaba haciendo ella?


Continuará...


lunes, 12 de septiembre de 2011

Amar hasta la obsesión 3ª parte

A Holly le parecía que el tiempo iba muy despacio, estaba desesperada, no era una persona muy paciente. De pronto escuchó el ruido de un motor, se levantó y vio un coche que no reconocía. Esperó a ver quien se bajaba del coche y se llevó una sorpresa cuando lo vio. Era Dorian, el hermano de Brian, bajaba del coche a toda prisa, por ello Holly volvió a la cama, no sabía si alegrarse o empezar a preocuparse.
Dorian atravesó la puerta de un golpe.

Dorian: ¿Estás bien?
Holly: Sí, ¿qué haces aquí? ¿te lo ha dicho tu hermano?
Dorian: Sí, este chico está loco. Siento mucho lo que te hizo. No tenemos mucho tiempo, he aprovechado que Brian se ha ido a indagar lo de tu novio, para venir y rescatarte. No se lo tengas en cuenta, lleva muchos años desesperado y ha escogido el camino equivocado.
Holly: Si pero hay un problema. Me vas a soltar, me parece genial, pero si no me llevas al encuentro de mi novio, lo llevamos crudo. Además, que sepas que no pienso denunciarle, pero en cuanto llegue a mi casa pienso pedir una orden de alejamiento contra tu hermano.
Dorian: No seas así, no le acorrales tanto.
Holly: ¿Que no le acorrale? ¿Quién tiene encerrado a quién?
Dorian: Solo te pido que antes de hacer eso, hables con él. Aclara las cosas y así no hará falta, pero si después de hablar con él, sigues pensado en pedir la orden, hazlo. Yo te apoyaré.
Holly: Gracias. Bueno, ¡sácame de aquí! ¿dónde tienes la llave?
Dorian: ¿Qué llave?
Holly: La del grillete que tengo atado al pie.
Dorian: Mi hermano es un bestia.
Holly: Me lo vas a decir a mi. Bueno, entonces ¿como piensas salvarme?
Dorian: No tengo ni idea. No tengo la llave.
Holly: ¿Cómo abriste la puerta de abajo? ¿De la misma forma que esta?
Dorian: Pues sí.
Holly: Pues tu hermano será lo que quieras, pero tonto no es. Se va a dar cuenta que alguien se cargó las puertas. Tendrás que hablar con él.
Dorian: Se va a enfadar.
Holly: De todas formas, gracias por intentar salvarme. Aunque solo se haya quedado en un intento, lo que cuenta es la intención. Pero para la próxima vez, lleva contigo la caja de herramientas. Jajaja
Dorian: Mierda, ya está aquí.

La furgoneta aparcó y en unos pocos segundos, Brian estaba en el marco de la puerta con los ojos abiertos de par en par.

Dorian: ¿Qué pasa hermano?
Holly: ¿A que no me has traído los crucigramas?
Brian: ¿Se puede saber qué haces aquí?
Holly: Vino de visita, la pena es que no tenemos nada que ofrecer a los invitados. Que mal anfitrión eres.
Dorian: Tenía que ver si estaba bien. No puedo creer que hayas echo esto y después la dejes aquí sola, indefensa.
Holly: Tanto como indefensa... solo si me atacan por la espalda. Que no sería la primera vez y no quiero mirar a nadie.
Dorian: Lo digo en serio. Esto está perdido en el campo, lo conozco porque es la casa de un amigo nuestro en la que solemos hacer fiestas.
Holly: Ya decía yo que daba asco. Podías haberle pasado una fregona como mínimo.
Brian: Lo siento. Pero no tuve tiempo de preparar muchas cosas, me pilló de sorpresa cuando se me presentó la ocasión y contigo no había muchas.
Dorian: Bueno yo me marcho, no la dejes aquí sola, te lo pido. Si tienes que salir, me llamas y te remplazo. Hasta mañana Holly. Y tú, cuídala.

Dorian se marchó y Brian se sentó al lado de Holly. Cenaron y al terminar, Holly se tumbó, estaba cansada de no hacer nada, era ilógico, pero el aburrimiento también puede ser mortal. La única luz que había en la habitación era la de la luna llena que entraba por la ventana, Brian se acurrucó a su lado y ambos quedaron profundamente dormidos.


Continuará...



miércoles, 7 de septiembre de 2011

Amar hasta la obsesión 2ª parte

Holly se levantó del suelo y comenzó a registrar la habitación. Buscaba algo con lo que abrir la cerradura del grillete, que la encadenaba a la cama, pero no hubo suerte, tendría que esperar allí sentada hasta que su secuestrador se dignase a aparecer. De pronto, tuvo una idea, se le ocurrió buscar en sus bolsillos el móvil, pero no lo llevaba encima, se lo habían quitado, que rabia daba encontrarse con tantas trabas. Se sentó en la cama y comenzó a frotarse el tobillo dolorido. Al no saber que hacer, comenzó a cantar a pleno pulmón y así pasaron las horas. De pronto escuchó el ruido de un motor, se levantó de la cama y se asomó a la ventana. Vio una furgoneta blanca aparcada en la puerta, pero no llegó a tiempo de ver al conductor bajarse de ella. Oyó una puerta y unos pasos en el piso de abajo, no sabía que hacer. Se subió a la cama, se tapó hasta el cuello y se hizo la dormida. De pronto la puerta se abrió, notó como alguien entraba, dejaba unas cosas encima de una mesita plegable que acababa de colocar y se acercaba a la cama, donde Holly "dormía".
El chico se agachó, para comprobar que en realidad estaba dormida, pero de pronto, Holly abrió los ojos y se abalanzó a su cuello, se encaramó como una serpiente y le mordió en el hombro. El chico la empujó y cayó de espaldas. Le había pegado un buen mordisco, le saldría un buen moratón, de ese modo, la gente al verle, se preguntaría que le habría pasado.

Holly: ¿Eres tú? ¿Estás loco? ¡Sácame de aquí!
Brian: Hola. ¿Estás bien? Me has hecho daño.
Holly: Y más que te habría hecho de haber podido. ¿Se puede saber porqué me has secuestrado?
Brian: Sólo quiero hablar contigo y aclarar las cosas.
Holly: Pues no se si sabrás que me estarán buscando, a ver como explicas eso luego.
Brian: Por eso no hay problema, lo tengo todo pensado. Anoche le mandé un sms a tu novio para decirle que no te esperase, que tenías que quedarte a terminar un trabajo de grupo con tus compañeros, que fuese yendo y más tarde te reunirías con él. Todos los demás creen que estás con tu novio, así que nadie te echará de menos en unos cuantos días.
Holly: ¿Pero no podrías haberme pedido que tomáramos algo una tarde, en lugar de esto? Es lo que suele hacer la gente normal. ¿Sabes?
Brian: ¿Me hubieras dicho que sí?
Holly: Probablemente no, pero por lo menos podrías haberlo intentado. No llegar hasta estos extremos.
Brian: Bueno, lo hecho, hecho está. Y como ya estamos aquí juntos, tenemos tiempo de aclarar las cosas, después prometo soltarte. Claro está, si antes me prometes no decir nada de esto.
Holly: Te recuerdo que me estoy perdiendo mis vacaciones, así que corta el rollo y ve directamente al grano. ¿Qué quieres aclarar?
Brian: ¿Porqué no quieres nunca hablar conmigo, me huyes o me miras de esa forma?
Holly: ¿Qué forma?
Brian: No sé, como si me estuvieses perdonando la vida, pero a la vez te resultase indiferente?
Holly: Será porque me resultas indiferente.
Brian: Lo digo en serio.
Holly: Yo también. Cuando éramos unos críos me gustabas, aunque todo el mundo me decía que eras una mala influencia, que no me acercase a ti, todo eso y como soy masoquista, cuanto más me lo prohibían, más me acercaba. Hasta que un día, descubrí que tenían razón y que la tonta era yo por no hacerles caso. Desde ese día me hice prometerme a mí misma que me alejaría todo lo que pudiese de ti. Y eso hice.
Brian: Pero eso ocurrió hace mucho tiempo. Éramos unos críos.
Holly: Lo sé, pero luego empezaste a acosarme, a seguirme a todas partes, a esperarme en la puerta de mi casa, a preguntar por mí a todo el mundo, te sentabas horas y horas frente a mi ventana. Pero si hasta le pagaste a un niño para que te dijera a la hora que llegaba de trabajar, el cual se hizo coleguita mío y me lo contó todo.
Brian: (Entre dientes) Ese mocoso...
Holly: ¿Después de todo eso, aún te preguntas porque te huyo? Lo raro sería que me sintiera a gusto estando contigo, cosa que no pasa ni pasará jamás.
Brian: Perdóname, fui un tonto, pero no podía evitarlo, me gustabas y aún me gustas, es algo que me sale solo. Perdóname, por favor.
Holly: Si perdonado estás hace mucho tiempo, aunque eso no quita, que no quiera saber nada de ti. Ahora estoy muy a gusto con mi vida y sinceramente lo único que haces cuando estás cerca es incordiarme.
Brian: Tampoco pienso que sea para tanto, además, si dices que me has perdonado ¿porqué no quieres saber nada de mí?
Holly: No sé, llámalo intuición, pero creo que puede ser por el golpe en la cabeza, el secuestro, los grilletes o incluso tenerme aquí encerrada en un cuchitril sin comer ni beber nada desde ayer, con estas espantosas vistas. No sé, creo que podría seguir, aunque pienso que te haces una idea. ¿Verdad?
Brian: Bueno eso tiene solución, te traje la cena y una garrafa de agua.
Holly: Vamos, que voy a pasar otra nochecita aquí. ¡Qué ilu! Por lo menos me podías haber traído una radio, tele o unas revistas, para matar el rato. Por curiosidad ¿qué coartada tienes?
Brian: ¿Porqué deberían sospechar nada? Te recuerdo que estás con tu novio.
Holly: Claro y tu linda cabecita no se ha parado a pensar que mi novio me llamará y si ve que no se lo cojo empezará a sospechar. Claro.
Brian: La verdad es que es un poco pesado, lleva llamando todo el día. Pero por suerte ya se cansó, hace horas que paró.
Holly: Eso es porque se ha vuelto y ha ido a ver a mis padres. Seguro que están llamando a todo el mundo para ver si me ha visto y cuando sepan que nadie sabe nada de mí y se den cuenta que no cojo el teléfono, empezaran a llamar a hospitales y por último a la policía.Y créeme, después de tus antecedentes como mi acosador personal, tienes todas las papeletas de que te interroguen. Así que, te haré de nuevo la pregunta. ¿Qué coartada tienes?
¡Ah! y si te detienen, no tardes mucho en decirles donde estoy, no vaya a ser que me quede aquí criando malvas.
Brian: No puede ser. Tengo que ir a comprobarlo, volveré luego.
Holly: Tráeme unos crucigramas o algo, cuando vuelvas, si es que vuelves.

Brian salió corriendo, cerró la puerta con llave y bajó los escalones de un salto. Salió por la puerta principal, que también cerró con llave, se subió a su furgoneta y se marchó derrapando por el camino de tierra.

Holly: Este chico es tonto, se pone a cerrar todas las puertas, como si con la cadena y los grilletes no fuera suficiente. ¿Si me hubiera podido quitar la cadena, quien dice que no hubiera podido abrir los cerrojos de las puertas? Pero bueno, allá él. Además, no sé ni donde estoy, como para irme y perderme por el camino.

Holly se sentó de nuevo en la cama, tras coger la bandeja con su cena y la garrafa de agua. Le daba vueltas a todo mientras comía. Tenía que planear algo para que la soltase cuanto antes, si era cierto lo que había inventado, las cosas se iban a complicar mucho para todos, en especial para ella. Si de verdad descubrían que estaba secuestrada y por quién ¿hasta dónde sería capaz de llegar Brian?
Holly no solía tener miedo nunca, pero esta vez, algo parecido al miedo le recorrió todo el cuerpo.


Continuará...






domingo, 4 de septiembre de 2011

Amar hasta la obsesión 1ª parte

Holly estaba sentada en el alféizar de la ventana, miraba por ella, mientras intentaba recordar las palabras exactas que aparecían en sus apuntes de psicología. Al día siguiente tenía un examen, pero no podía concentrarse, no desde que aquel chico había regresado al barrio que los vio nacer.
Seguía absorta en sus pensamientos, cuando lo vio, se encontraba al otro lado de la calle, escondido tras unos arbustos. Estaba cansada de sentirse observada, pero a su vez, le gustaba sentir que alguien la necesitaba, la quería o mejor dicho, la deseaba. Decidió bajar el stock y volver a lo importante, sus estudios, y eso hizo, hasta que se quedó dormida.
Sonó el despertador y tuvo que salir corriendo, quería llegar pronto para repasar. Se vistió, tomó su desayuno mientras se cepillaba el indomable pelo, cogió sus cosas y salió por la puerta sin apenas pararse a respirar. Bajó los escalones de dos en dos y cuando se disponía a salir por la puerta del portal, se topó con él.

Holly: Lo siento. Voy con prisa y no te vi.
Brian: ¿Podemos hablar?
Holly: Te repito que llevo prisa. En otro momento.

Holly le dio un leve empujón con el hombro para que se apartara de su camino, bajó de un salto los escalones de la calle y echó a correr hasta la parada del autobús.
Mientras, en su portal, Brian estaba sentado en las escaleras. No había otra forma, él lo sabía, se jugaba mucho en ello, pero si quería arreglar las cosas con ella, debía planearlo bien. Se levantó y regresó a su casa, tenía poco tiempo antes de ir a trabajar. No podía fallar ningún detalle o sería su ruina.

Pasó el tiempo y Holly estaba eufórica, había aprobado sus exámenes de febrero y ahora tendría más tiempo para sus amigos.
Salía a bailar, al cine, a cenar, se divertía como hacía tiempo que no lo había hecho. Hasta un chico, hermano de uno de sus compañeros de clase, se había interesado por ella, todo iba muy bien, cosa bastante rara, pero había que aprovechar la buena racha.
Un día, volvía a casa y sintió un escalofrío, le dio la impresión que alguien la seguía. Miró hacia atrás y no vio nada. Continuó andando, estaba helando y se encontraba cansada, tenía ganas de llegar a casa, sería eso, nada más.
Cada día era más feliz, todo le iba bien. Greg y ella iban en serio. Tenían pensado pasar la fiesta de semana santa, fuera, en una cabaña de las montañas. Tenían planeado montar a caballo, probar su puntería con el arco y descender en piragua por el río.
Holly llegó el viernes por la noche a su casa, hizo el macuto y se marchó a casa de Greg, pasaría allí la noche, pues a la cabaña irían temprano y debían madrugar.
Cuando salió por la puerta, alguien la golpeó, todo se volvió oscuro y cayó al suelo. Sintió como la levantaban y cargaban en brazos. Después, sintió el frío suelo de una furgoneta, notó como alguien le tapaba la nariz y la boca, le faltaba el aliento, pero un olor muy fuerte, hizo que perdiera el conocimiento.

El sol le daba de frente, abrió los ojos y se vio tumbada en una cama, en una habitación de madera, con las ventanas sucias y un pequeño retrete al fondo. Junto a la cama, tenía una palancana con agua y a sus pies, tenía un camisón rojo y una bata de seda.

Holly: ¡Qué cursilada! ¿Dónde estoy?

Se levantó y notó como su pie izquierdo le pesaba, comprobó que estaba atada con una cadena bien gruesa a la cama de hierro forjado. Se acercó todo lo que pudo a la ventana y lo único que pudo ver, fue un campo lleno de espigas.
Se tiró al suelo, no sabía que hacer y rompió a llorar.


Continuará...







viernes, 26 de agosto de 2011

Juego de Dioses 5ª parte


El Olimpo era un sueño. Una gran estructura de mármol blanco se elevaba sobre las nubes, a las que el atardecer, confería los colores rosa y melocotón. Cuando se abrieron paso por los grandes pórticos dorados, vieron sentado en su trono a Zeus que comentaba con Afrodita, la broma que la Diosa les gastó a unos jóvenes días atrás.

Zeus: Cronos ¿Qué hace un mortal aquí?
Cronos: No es una simple mortal, es la reencarnación de Quan Yin.
Zeus: De acuerdo. ¿En qué puedo ayudaros?
Cronos: Supongo que estás al tanto de la última bestia que lanzó Hades al mundo. Esperábamos que nos dijeses como podemos destruirla.
Zeus: Es lo mismo de siempre. Después de tantos siglos deberías saberlo.
Cronos: Pero debe haber otra forma.
Zeus: No la hay. ¿Qué ha cambiado esta vez para que te niegues a realizar tu misión?
Cronos: ¿No hay nada que puedas hacer? Estoy harto de tener que pasar siempre por lo mismo.
Zeus: Esta vez es distinto, lo noto en tus ojos. Puede que haya algo. Cuando todo termine, tráeme una gota de su sangre. Veré si lo que tengo en mente, puede llevarse a cabo. Aunque no te prometo nada, hace mucho que no hago algo parecido.
Cronos: Gracias Zeus. Te debo una.

Mientras se marchaban, Cloe no dejaba de darle vueltas a la conversación entre Zeus y Cronos. Cuando llegaron a la cueva, no pudo más.

Cloe: Quiero que seas sincero conmigo. Voy a morir al matar a la bestia. Eso era lo que hablabas con Zeus ¿no?
Cronos: Así es. Para matar a ese demonio, se debe sacrificar a la joven protectora y esa eres tú. Es el precio que se paga al utilizar tanto poder. Pero tenemos que buscar otra solución, no podemos depender de Zeus y su magia, ya que no sabemos si funcionará. No quiero perderte, a ti no.
Cloe: Pero, aclárame una cosa. Si yo no soy la primera reencarnación que conoces, ¿Porque te hiciste el incrédulo al principio, como si no supieras de qué se trataba?
Cronos: ¿Cómo?
Cloe: Me dijiste que no sabías porqué venían a por mí, que te pilló de sorpresa encontrarme, luego nos tiramos un buen rato buscando información en tu biblioteca particular y te hiciste el sorprendido cuando usé mis poderes contigo. Ahora no te hagas el tonto otra vez. Dime, ¿Porque me mentiste?
Cronos: Estoy harto de perder siempre a la guardiana y no sé que me sucede contigo, pero no podría perderte, creo que no lo soportaría. Sé que parece extraño, no lo puedo explicar. Aunque no lo creía posible, me parece que me he enamorado de ti.
Cloe: ¿Y se puede saber porqué me toca morir a mí? No lo entiendo. A lo mejor si aprendiese a canalizar mis poderes con el medio que me rodea, no tendría que morir.
Cronos: Todas las anteriores reencarnaciones lo intentaron y ninguna lo consiguió.
Cloe: Tampoco te habías enamorado nunca de ninguna, hasta que aparecí yo. A lo mejor también las supero a todas en esto. ¿Qué es lo que quiere hacer Zeus con mi sangre?
Cronos: Revivirte, aunque no va a ser nada fácil.
Cloe: Pues visto lo visto, ya que no puedo escapar de mi destino y vaya donde vaya, ese bicho me va a encontrar, me lo cargaré y luego ya veremos qué pasa.

De pronto un humo negro apareció en la cueva y todo se llenó de insectos y murciélagos. Del humo salió el demonio, tenía bolas de fuego en las manos y rugió tan fuerte que lo hizo retumbar todo.

Cloe: ¿Nadie te ha dicho que es de mala educación presentarte sin avisar? ¡Ah! Y con esas pintas.
Demonio: ¿Y a ti nadie te dijo que los demonios no tenemos modales?
Cloe: A la vista está. Bueno, a lo que vamos. Tú vienes a matarme y yo tengo matarte a ti. Pero, ya que estamos, podrías ser civilizado por una vez en tu vida y disfrutar del combate. Además, ya que te presentaste sin avisar, podrías dejarme decidir el lugar a mi. Tu escogiste la fecha, es lo mínimo que podrías hacer, por cortesía. Digamos que es mi última voluntad.
Demonio: Nunca me había pasado algo parecido.
Cloe: Es que yo no soy como las otras, además, siempre hay una primera vez, lo hace más interesante.  Démosle un poco de emoción, ¿qué te parece una isla? Ya que voy a morir, prefiero hacerlo con vistas al mar.
Demonio: No tengo ningún inconveniente, estoy acostumbrado a mataros, el sitio es lo de menos, te sigo.

Cloe se acercó a Cronos.

Cronos: ¿Qué pretendes?
Cloe: Llévame al volcán de antes, date prisa y al llegar allí, aléjate todo lo que puedas de mí. Improviso sobre la marcha.

Cloe abrazó a Cronos y éste comenzó el viaje. Tardaron tan solo unos segundos y un minuto después apareció el demonio en lo alto del cráter. Cloe besó a Cronos con todas sus fuerzas, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla ardiendo y se deshacía debido al calor que su cuerpo emitía, ya comenzaba a estar en trance, así que le empujó y le ordenó que se marchara. El chico hizo lo que le ordenó y esperó sentado en la arena de la playa.

Cloe echó la cabeza hacia atrás, sus ojos se volvieron blancos como la niebla, puso los brazos en cruz y se elevó un metro por encima del suelo. El demonio no daba crédito a lo que veía. El cielo azul, de pronto se llenó de nubarrones negros que descargaban rayos, relámpagos y truenos. En el suelo del cráter, se abrió una brecha en forma de círculo perfecto, del cual salió una enorme columna de fuego ascendente que rodeó a Cloe como lo hizo la vez anterior. El suelo se agrietó a los pies del demonio y tuvo que hacerse a un lado para no caer dentro del cráter.
Comenzó a lanzar bolas de fuego hacia Cloe, pero el escudo de fuego la protegía, las bolas de fuego se fusionaban con el escudo y lo hacían más y más grande. De pronto el demonio notó algo a su espalda. El mar estaba embravecido y en un abrir y cerrar de ojos, se contrajo para formar una ola de unos veinte metros de altura. La ola recordaba a una lengua que emergía del mar, se acercó hasta donde estaban y se colocó por encima de sus cabezas. Un rayo del cielo cayó a los pies del demonio, derrumbó el suelo e hizo que este cayera dentro del volcán. Mientras el demonio intentaba salir de la lava caliente que le iba consumiendo, el agua que permanecía sobre sus cabezas, cayó solidificando la lava y atrapando al demonio en el interior del volcán. La serpiente de lava, que recorría a modo de escudo el cuerpo de Cloe, se evaporó y Cloe cayó al suelo, agotada. Cogió una piedra afilada que encontró cerca de donde se hallaba, cortó su muñeca derecha y la sangre comenzó a brotar. Alzó su brazo, a penas sin fuerza y dejó que las gotas de sangre cayeran en el cráter a la vez que pronunció un par de versos en latín y de este modo, la tumba del demonio quedó sellada, por lo menos, hasta que la naturaleza creyese conveniente volver a despertar el volcán.
Cronos que había visto como el agua del mar desaparecía, dejando la playa vacía, corrió montaña arriba hasta llegar donde Cloe yacía sin vida en el suelo. Él tenía el poder de echar el tiempo hacia atrás, pero sabía que todo sería en vano, pues la testarudez de Cloe ya no le pillaba de sorpresa. Se arrancó un trozo de camisa y se lo anudó en la muñeca para que dejara de sangrar. La cogió en brazos y se marchó al Olimpo.

Zeus: Veo que has vuelto. Y puedo asegurar, que ella cumplió su misión a la perfección, fue un combate épico.
Cronos: Sí, pero ahora por favor, cumple tu palabra. Devuélvele la vida, te lo suplico. Te doy la mía a cambio.
Zeus: Creo que sabes, que no le puedo devolver la vida, no es tan sencillo, pero lo que tengo pensado para vosotros dos, si estás dispuesto a correr el riesgo, creo que os gustará. ¿Te gustaría que la convirtiese en Diosa? Así podríais vivir los dos juntos, aquí en el Olimpo y siempre que hiciese falta, bajaríais a encargaros de los demonios que mi querido hermano Hades me enviase. Así romperíamos la maldición y Quan Yin descansaría por fin en paz. En tu mano está. Piénsalo, aunque no tardes mucho, no le queda mucha sangre y la necesito para hacer la transformación.
Cronos: ¿De verdad le darías ese rango?
Zeus: De todas las reencarnaciones, es la que mejor realizó su misión. No habría muerto de no haberse desangrado y si lo hizo, fue para sellar la tumba para siempre, podría haberse salvado y en su lugar, decidió dar su vida a cambio, se lo merece.
Cronos: Así que viste la pelea.
Zeus: ¿Pelea? No seas tonto, el demonio no tuvo nada que hacer. Fue espectacular, la quiero a mi lado. ¿Aceptas?
Cronos: Acepto, la quiero y no puedo perderla.
Zeus: Que así sea.

El cuerpo de Cloe comenzó a brillar, se elevó un metro por encima del suelo y Cronos se apartó para ver la transformación que tardó apenas unos minutos. Cuando la luz desapareció, el cuerpo quedó posado de nuevo en el suelo. Cronos se arrodilló junto al cuerpo de Cloe, sus heridas habían sanado y al poco abrió los ojos que ahora habían cambiado de color, tenían un tono dorado, al igual que su piel, que parecía resplandecer.

Cloe: Gracias por salvarme y por la ayuda de antes.
Zeus: Gracias a ti por ese combate, fue el mejor que vi en años. ¿Pero a qué ayuda te refieres?
Cronos: ¿Estás bien?
Cloe: Me refiero al rayo tan oportuno de antes, me vino muy bien. Y sí, estoy perfectamente. Me siento invencible.
Zeus: De nada. Es mi trabajo.
Cronos: Es que ahora, si eres invencible. Ya no eres humana, eres una Diosa.
Cloe: ¡Una Diosa! ¿De qué?
Zeus: De la guerra, la última dejó una vacante hace unas semanas, se enamoró de un mortal. Últimamente pasa mucho y yo necesitaba una suplente. ¿Aceptas?
Cloe: Claro que sí. ¿Ahora puedo volar y todas esas cosas?
Cronos: Volar no, pero teletransportarte y "esas cosas", sí. Ven conmigo, aún tienes mucho que aprender.
Cloe: Y que lo digas.



FIN.


viernes, 19 de agosto de 2011

Juego de Dioses 4ª parte


Cloe: ¿Porque me has traído a una playa? No llevo calzado adecuado, se me va a llenar todo de arena.
Cronos: Quiero que intentes algo.
Cloe: ¿El qué?
Cronos: Mira el mar, relájate y cierra los ojos.
Cloe: ¿En qué quedamos? Si miro al mar, no cierro los ojos.
Cronos: ¡Déjate de tonterías! Cierra los ojos, escucha como rompen las olas, siente como su fuerza te invade.
Cloe: No entiendo lo que buscas con esto, pero vale. No tengo nada mejor que hacer.

Cloe se concentró, respiró hondo y relajó todo su cuerpo. Sus brazos permanecieron perpendiculares al cuerpo, hasta que algo cambió. Abrió los ojos y los tenía completamente azules, puso los brazos en cruz, con las palmas de las manos hacia arriba y comenzó a hablar en latín.
Cronos sonrió. Estaba seguro que había mucho más de lo que decía aquél libro.
De pronto, el mar comenzó a agitarse y una ola de doce metros se elevó frente a Cloe, parecía que la fuese a engullir, en cambio, la rodeó dejando un par de centímetros entre ella y el agua, formando una burbuja en continuo movimiento. Cronos intentó atravesar el agua con su mano, pero no pudo, era un escudo hecho de agua, no como el anterior de energía, este era distinto, mucho mejor, mucho más fuerte y asombroso.
De pronto el agua se retiró y Cloe volvió a la normalidad.

Cloe: ¿Qué ha pasado?
Cronos: ¿Qué recuerdas?
Cloe: Me estabas presionando para que me relajara y yo lo único que hice es pensar en lo mucho que me apetecía un bañito en el mar, en lugar de hacer el tonto en la arena.
Cronos: Es extraño. ¡Claro! Tus poderes no solo están ligados a tus emociones, también lo están a tus deseos. Lo que no entiendo es porque pierdes el conocimiento.
Cloe: No, si no lo pierdo.
Cronos: ¿Pero dijiste...?
Cloe: No me dejaste acabar. Después sentí que el agua me envolvía, pero no me sentía ahogada, sino a salvo. Entonces abrí los ojos y vi lo que sucedía. Pensé en el lío en el que estaría si alguien me veía haciendo eso y entonces todo regresó a la normalidad.
Cronos: Ven, vamos a probar otra cosa.
Cloe: No se si sabrás que eso cansa. Además, tenemos un monstruo tras nuestra pista y a ti te ha dado por tratarme como un conejillo de indias.
Cronos: Intento salvarte la vida. Si aprendes a usar tus poderes, podrás con él y con cualquiera.
Cloe: Bueno, vale. Pero ¿a dónde vamos?
Cronos: Dame tu mano.

Desaparecieron como siempre, Cloe ya lo llevaba mejor, no se mareaba tanto en el viaje, sería la costumbre. Reaparecieron en la cima de un volcán. Parecía llevar mucho tiempo dormido y no tener prisa por despertar.

Cloe: ¿Qué hacemos aquí?
Cronos: Lo mismo que en la playa, pero esta vez lo vas a intentar con el fuego.
Cloe: Sí, claro. No sé si lo ves, pero este volcán está más inactivo, que yo un domingo a las diez de la mañana. Así que, ¿a dónde vamos ahora?
Cronos: Hazme caso. Concéntrate. Inténtalo, si no funciona nos vamos.

Cloe se concentró y pasados unos segundos, fue como si alguien encendiese un interruptor oculto en su cabeza y entró en trance. De pronto la tierra comenzó a temblar bajo sus pies y en el cráter del volcán se abrió una brecha de la cual salió una columna de lava. Era extraño, se elevaba y no parecía tener fin. La lava rodeó a Cloe, al igual que las olas habían hecho anteriormente en la playa. Esta vez Cronos, no tuvo la tentación de tocarla, solamente dio unos pasos hacia atrás, para alejarse y evitar que le salpicara. Al poco, la lava se enroscó en ella al igual que lo haría una gran anaconda. Estuvo así un par de minutos, tras los cuales, la serpiente de fuego voló hasta el cráter, se coló por la grieta y esta se cerró tras de sí.
Cloe abrió los ojos, estaba sudorosa y se secó la frente con la manga de su camiseta.

Cloe: ¡Qué calor! Parecía que estaba en una sauna.
Cronos: Mira el lado bueno, siempre que quieras puedes montarte un spa en tu propia casa.
Cloe: ¡Qué chistoso me salió el niño!
Cronos: Es hora de irse. Te llevaré a la cueva, yo tengo que hacer unas cosas y no puedo dejarte desprotegida. Esa cueva es tu mejor refugio hasta que regrese.
Cloe: Ni que fuera un canario en una jaula. Llévame contigo.
Cronos: No puedo. Donde yo voy, no se admiten mortales.
Cloe: Ya estamos. Creo que he demostrado que no soy una simple mortal.
Cronos: Está bien, aunque no sé cómo se lo tomarán.
Cloe: ¿Quienes?
Cronos: Los otros dioses, en especial Zeus. Espero que no me destierren después de esto.

Se cogieron de las manos y mirándose a los ojos fijamente desaparecieron rumbo al Olimpo.

Continuará...




lunes, 15 de agosto de 2011

Juego de Dioses 3ª parte


Cronos llevó a casa a Cloe para que se preparase por lo que tuviese que suceder a continuación y se marchó. Le había dicho que volvería a recogerla en cuanto terminase unos asuntos que tenía pendiente.

Cloe estaba en su casa, tumbada en la cama y mirando por la ventana, sabía que él estaba cerca, lo presentía. Se incorporó y se asomó, no lo veía. ¿Dónde estaría escondido? ¿Se habría hecho invisible? De pronto lo vio, estaba tumbado en un árbol cercano a la ventana, en una de las ramas. Su sonrisa blanca como la nieve, iluminó toda la calle, o eso es lo que sintió Cloe, le encantaba esa sonrisa y el brillo que tenía en los ojos cuando la miraba.
Espera, ¿Brillo? ¿Qué estaba diciendo?

Cloe: No Cloe, céntrate. Hay unos maníacos persiguiéndote y tú pierdes el tiempo con tonterías de quinceañera.

De pronto algo la sobresaltó, oyó un golpe en la parte de abajo de su casa, provenía de la cocina. Cogió el desodorante en spray que tenía en la coqueta y bajó las escaleras sigilosamente. Cuando llegó a la cocina, pensó en asomar la cabeza, pero con eso solo ganaría que le dieran el golpe más fuerte, así que sin más preámbulos, se abalanzó contra la puerta de la cocina, gritando, con los ojos cerrados y descargando el spray al aire.
Alguien se quejó.

Cronos: ¿Se puede saber que haces?
Cloe: ¿Eras tú? Lo siento.
Cronos: Casi me dejas ciego.
Cloe: ¿Pero no eres un Dios? Se supone que estas tonterías no te afectan.
Cronos: Que sea un Dios no quiere decir que esto no escueza.
Cloe: Lo siento, otra vez.
Cronos: No me digas que pensabas defenderte con eso.
Cloe: Contigo funcionó. ¿No?
Cronos: Sí, pero... ¿no tienes armas en casa?
Cloe: Como no te refieras a los cuchillos de la cocina o a la escoba, pues no.
Cronos: Menuda protectora que estás hecha.
Cloe: Oye, que yo hasta hace unas horas era una chica normal y corriente.
Cronos: ¿Normal tú?
Cloe: Bueno, lo admito, era un caso perdido. Pero ya me entiendes.
Cronos: Vayámonos. Tienes que aprender a usar tus poderes, pero aquí no.
Cloe: Estoy harta de dar vueltas, ¡me quedo en casa!
Cronos: ¡¡¡No!!! ¡Debemos irnos!

En ese instante, un remolino de aire frío comenzó a elevarse desde el suelo hasta el techo. Nada se movió de su sitio, lo que era bastante raro. De pronto, en el interior del remolino, apareció una mujer joven, físicamente parecida a Cloe, pero en versión asiática.

Cloe: ¿Quién eres tú y qué haces en mi cocina?
Quan Yin: Soy la joven protectora, así me llamaban. Y la pregunta es ¿porqué me llamaste?
Cloe: ¿Yo? Yo no te llamé, estaba discutiendo con él y de repente apareciste, salida de un remolino.
Cronos: Espera Cloe. ¿Pensaste en ella cuando te enfadaste?
Cloe: No estaba enfadada, estaba frustrada. Sólo quería respuestas, pero no pensé en ella.
Quan Yin: Pues yo soy la respuesta a tus preguntas. Veo que tú eres mi sucesora.
Cloe: ¿Se puede saber, porqué yo? Seguro que hay gente mucho más cualificada para el cargo.
Quan Yin: Yo tampoco lo escogí, era mi destino y él me escogió a mí.
Cloe: Vale. ¿Y ahora qué hago para recuperar mi vida?
Quan Yin: Debes vencer al mal. Lo siento cerca, debo irme.
Cloe: ¿Pero qué mal y cómo lo venzo?
Quan Yin: El poder está en ti. Tus sentimientos son el motor que lo mueve todo. Deja de intentar controlar el poder y deja que fluya a través de ti. De ese modo, lograrás saber cómo funciona y con el derrotarás a la bestia.
Cloe: ¿Pero se puede saber porqué no me das toda la información de golpe? ¿Qué bestia?
Quan Yin: Cuando la veas, lo sabrás.

El remolino reapareció y a la vez que el fantasma desaparecía, las luces se apagaron y los cristales de toda la casa saltaron por los aires en mil pedazos. Cloe sintió un fuerte dolor en el pecho, comenzó a ahogarse. Cronos la vio, se acercó a ella, la abrazó y desaparecieron al igual que habían hecho en la azotea. Mientras desaparecían, Cloe tuvo tiempo de ver una figura en la puerta, alguien monstruoso, envuelto en llamas y cubierto de murciélagos y arañas que recorrían todo su cuerpo. Tenía unos colmillos gigantescos, unos cuernos imponentes y unos ojos de color amarillo como los de las serpientes. Cloe se quedó mirando y mientras desaparecía abrazada a Cronos, pudo ver como la bestia le sonreía.


Continuará...



viernes, 12 de agosto de 2011

Juego de Dioses 2ª parte


Cloe: ¡Suéltame! Me haces daño.
Cronos: Lo siento. No quería que te perdieses por el camino. ¿Estás bien?
Cloe: Sí, pero... ¿dónde estamos?
Cronos: En mi casa, bueno para ser más exactos, en mi cueva.
Cloe: ¿Qué te crees, Batman?
Cronos: Ese a mi lado es una mala copia.
Cloe: Que gracioso. Me parto ¿me puedes decir dónde está la salida? Me quiero ir.
Cronos: Aquí estás a salvo. Debes quedarte hasta que podamos averiguar...
Cloe: ...Hasta que podamos averiguar nada, yo me voy. Además, en la azotea me defendí bastante bien yo solita, aunque para ser sincera, no sé como lo hice, pero lo averiguaré. Y sin ayuda.
Cronos: Ya ¿y sabes quienes eran esos de la azotea?
Cloe: ¿Eso importa? Supongo que dos brujos, como los otros que me contaste estaban frente a mi casa.
Cronos: Eso quisieras tú. Eran dos demonios. Y no precisamente de los de bajo nivel. No sé con quién te habrás metido chica, pero lo tienes crudo.
Cloe: ¿Demonios, brujos? Espera, esto es demasiada información para asimilarla en tan poco tiempo.
Cronos: Pues más te vale ponerte las pilas, porque debemos averiguar por qué te buscan y pronto.
Cloe: ¿Y yo que sé? Hasta esta mañana pensaba que mi amiga Callie estaba un poco loca por creer en extraterrestres y cosas de esas; y ahora resulta que la loca soy yo.
Cronos: Por favor, piensa. ¿Qué hay de especial en ti para que esos seres quieran capturarte? Aparte de ese extraño campo de energía que surgió de la nada. Piénsalo, yo mientras buscaré en los libros a ver si averiguo algo.
Cloe: ¿Qué pasa, que aquí no te llega el wifi?
Cronos: Querida, aquí hay libros que ni si quiera el mejor bibliotecario del mundo sabe que existen. Y para tu información, no todo está en la red. Además ¿de verdad piensas que aquí abajo hay cobertura?
Cloe: Vale, lo capto.

Cloe se sentó en la cama que había en uno de los rincones de la cueva. Mientras, Cronos fue investigando en los libros de su biblioteca particular. Cuando terminó con los de brujería, pasó al libro de leyendas. En él se encontraban recopilados todos los mitos, leyendas y fábulas mágicos que existían a lo largo de la historia del mundo.
Cuando iba por la mitad del libro, se levantó bruscamente y al hacerlo, hizo que la silla en la que estaba sentado, cayera al suelo con un ruido que sobresaltó a Cloe.

Cronos: ¡Creo que lo encontré!
Cloe: ¿El qué?
Cronos: Dice así <<La leyenda de la joven protectora. Cuenta la leyenda que una hermosa joven, será la encargada de salvar al mundo cada 300 años. El espíritu de la joven se reencarnará en el cuerpo de otra joven valiente y decidida, muy parecida a la guardiana original. La joven tendrá el poder de crear escudos protectores, de curar heridas y de atraer a los espíritus a su antojo>>
Entre otras cosas que no especifica muy bien.

Cronos y Cloe se quedaron petrificados. No pudieron articular palabra. Permanecieron sujetando el libro entre los dos, anclados al suelo.
De pronto, Cloe comenzó a enfadarse. No era justo. ¿Porqué a ella? Tendría que haber una explicación lógica para todo aquello. Cuando se enfadó todavía más, dio un golpe en la mesa y el escudo que apareció cuando estaban en la azotea, volvió con tanta fuerza que golpeó a Cronos y lo hizo volar por la cueva hasta el otro lado de la misma. Cloe se apresuró para llegar a su lado y ver si estaba herido, pero al llegar lo vio riéndose a carcajadas.

Cloe: ¿Qué es tan gracioso?
Cronos: Lo primero, que te hayas preocupado tanto por mí, te repito que soy un Dios y deberías haber visto la expresión de tu cara. Lo segundo, que ya sabemos como aparece tu escudo, cuando te enfadas, está ligado a tus emociones.
Cloe: Pues ya lo sabes, procura no enfadarme.
Cronos: Lo tendré en cuenta para la próxima vez.


Continuará...







martes, 9 de agosto de 2011

Juego de Dioses 1ª parte


Cloe estaba sentada en el pequeño balancín del porche de su casa, leyendo un libro. Estaba absorta en la novela, devoraba cada hoja como si fuese la última. De pronto escuchó un ruido, levantó la vista de su libro y vio que todo a su alrededor se había detenido. Los coches, el repartidor de periódicos, una mosca que pasaba cerca de Cloe se quedó suspendida junto a su cara, la lluvia que caía, todo se había detenido. Era como si alguien le hubiese dado a la pausa.
Cloe dejó el libro, se quitó el fular que llevaba encima y se levantó. Ni si quiera el balancín se movió. Bajó las escaleras del porche y según avanzaba, veía las gotas de agua suspendidas en el aire, cuando las atravesaba, le empapaban la cara, pero las gotas no resbalaban por sus mejillas. De pronto, todo recuperó su movilidad y en un instante se caló hasta los huesos. Regresó al porche, recogió sus cosas y se metió en casa. ¿Qué había pasado? A lo mejor tanta lectura la estaba volviendo loca, ya no sabía diferenciar entre la realidad y la ficción. Decidió cambiarse y llamar a su amiga Callie para dar una vuelta, así se despejaría y consultaría a su vez con toda una experta en la materia de lo paranormal. Fueron al centro comercial que estaba a un par de manzanas del complejo residencial donde vivían.
En su cafetería habitual, las dos chicas hablaban sobre el suceso extraño que Cloe acababa de vivir. Callie era una friki de la ciencia ficción y Cloe supo al instante que la conversación se alargaría horas, por lo que fue a echarse más azúcar al zumo de naranja, que estaba demasiado ácido. Cuando llegó al carrito de las especias, sintió un escalofrío y se giró. Todo estaba paralizado de nuevo, excepto un chico que se escondía tras una columna. Era extraño, moreno de ojos verdes, alto y atlético. Tenía un tatuaje en el cuello, cercano a la oreja, no podía verse bien, pero a Cloe le pareció reconocer la forma de un reloj de arena.
Dejó el zumo en el carro y salió tras él. Si eran las dos únicas personas que no se habían congelado, debía ser por algo. El chico al verla, también echó a correr. Se abrían paso entre los cuerpos de la gente que aún permanecía congelada. De pronto, al llegar a la escalera, Cloe vio como el chico subía hasta la azotea del centro comercial, tuvo un mal presentimiento, pero lo siguió. Al llegar arriba, la estaba esperando al borde de la cornisa.

Cloe: ¿Quién eres tú? ¿Qué está pasando?
Cronos: Me llamo Cronos y lo que no entiendo es como todo el mundo me obedece menos tú. Esta mañana estaba haciendo un trabajo rutinario, congelé una calle y cuando me quise dar cuenta estabas bajo la lluvia dando vueltas. Por ello te seguí hasta aquí, quise comprobar si fue un error mío, pero no, sigues sin congelarte.
Cloe: ¿Y eso qué es, bueno o malo?
Cronos: Pues si te soy sincero, no tengo ni idea. En los siglos que llevo haciendo esto, no me había pasado nunca nada parecido.
Cloe: ¿Y a parte de congelar a la gente, qué haces? ¿A qué te dedicas? 
Cronos: Menudo interrogatorio. Pues en primer lugar, me dedico a limpiar los rastros mágicos que dejan otros brujos, demonios y ese tipo de seres, para que la gente de a pie, no sepa que la magia de verdad existe. Llego a un lugar donde se ha llevado a cabo alguna batalla o accidente mágico y paralizo la escena, dependiendo de lo grande que sea, paralizo más o menos área. Una vez paralicé una ciudad entera, ¡qué recuerdos! Bueno a lo que iba, cuando lo detengo todo, limpio cada resto mágico que encuentro y devuelvo todo a la normalidad.
Cloe: Vamos, que eres un basurero mágico.
Cronos: No. Yo en realidad no limpio, a menos que sea estrictamente necesario, sólo lo hago cuando hay mucho trabajo, para ayudar a los limpiadores a terminar antes y evitar que todo se descubra. Me encargo de controlar el tiempo para que nadie se entere que hemos pasado por allí.
Cloe: Si estuviste en mi urbanización, eso quiere decir, que algo malo pasó, aunque nadie se enterase. ¿Qué fue?
Cronos: Pues sí, un par de brujos se pelearon frente a tu casa, ahora entiendo porqué. Como no salieron muy bien parados, no les pude interrogar para saber que hacían allí. Pero ahora lo sé. Tienes algo que pone en alerta todos los radares mágicos. Aún no sé que es, pero si me acompañas lo averiguaremos juntos, antes que otros vengan por ti.
Cloe: Claro y como te conozco tanto, crees que me voy a ir contigo, así como así. ¿Tú que te crees, que me chupo el dedo?
Cronos: Lo que hagas en tu vida privada no me interesa. Pero debes venir conmigo, tenemos que descubrir porque eres inmune a mis poderes y porqué te buscaban esos dos.
Cloe: Lo siento, pero yo contigo no me voy a ninguna parte. No me suelo juntar con los hombres de negro.
Cronos: No soy un hombre de negro, soy un Dios y no trato con alienígenas, sino con seres mágicos. ¡Qué poca cultura tienen los jóvenes de hoy en día! Si Sócrates levantara la cabeza.
Cloe: Lo más probable es que algún friki se la volase.
Cronos: Por favor, no seas cría. Tenemos cosas más importantes que hacer.
Cloe: Yo por lo menos sí. Tengo que volver a mi zumo de naranja super amargo y a mi amiga, a la que no le gusta que la deje hablando sola.
Cronos: Tienes que venir conmigo.
Cloe: No, gracias.

De pronto, dos manchas de humo negro aparecieron detrás de Cloe e instintivamente se giró. Dos hombres de ojos negros como el carbón y vestidos como gladiadores romanos, se abalanzaron sobre ella, pero una luz cegadora salió de su cuerpo, formando un escudo protector, que hizo que los hombres rebotaran y cayeran al suelo un par de metros más allá. Cloe se quedó inmóvil, no daba crédito a lo que estaba viendo. Cronos se acercó, la sujetó por los hombros, la giró hacia él, después la cogió por la cintura y se evaporaron juntos.
Mientras, la amiga de Cloe y el resto de los mortales que estaban en el centro comercial, volvieron en sí, pero Callie no se explicaba como su amiga había desaparecido, le preocupaba después de haber escuchado lo que le contó.


Continuará...






domingo, 31 de julio de 2011

Sueños de carne y hueso 5ª parte


Se sentaron en la cama, había una distancia considerable entre ellos, Shanna comenzó a leer, le temblaba la voz.
<<A todo aquél que lea esta carta. Supongo que por desgracia habrá encontrado el cofre y estará buscando el modo de deshacerse de él. Yo no tuve suerte, enloquecí poco a poco al tener cerca ese cofre y al deshacerme de él, en lugar de mejorar, he ido a peor. No puedo dormir, pensar con claridad ni hacer nada que no esté relacionado con ese maldito cofre. Lo escondí, pero supongo que no lo bastante bien, siempre se las arregla para ser encontrado. 
Tan sólo hay una solución para deshacerse de él, a parte de la muerte o la locura, destruir el colgante. Si por desgracia, aún más si cabe, usted es una mujer, lo llevará puesto y no podrá deshacerse de él tan fácilmente, ya que la única solución que se conocía era la muerte, pero yo descubrí otra salida, es algo doloroso, pero es la única forma que hay de ser libre. Si alguien se sacrifica en su lugar, usted sobrevivirá y el collar perderá su poder el tiempo necesario para destruirlo. Según cuenta una antigua leyenda, si se consigue destruir el collar, todo el mal que se hizo será reparado, pero es un riesgo, pues toda la historia cambiará. Se reescribirán muchos de los acontecimientos históricos y por salvar al mundo, puede que se destruya todo, incluso usted podría desaparecer. No se sabe a ciencia cierta, es una conjetura. No intente golpear, quemar, o congelar el colgante, no sirve de nada, la única solución es fundirlo. 
Espero que mi carta le haya sido de ayuda y le deseo suerte en su cruzada, ahora todo depende de usted>>

Cuando Shanna terminó de leer la carta, tanto ella como Jack, permanecieron en silencio unos minutos, repasaban cada palabra una y otra vez intentando asimilarlo todo. Hasta que Jack rompió el silencio.

Jack: Muy bien, busquemos un lugar donde fundirlo, yo seré el sacrificio.
Shanna: ¿Estás loco? No te lo permitiré. Esto es cosa mía.
Jack: Sabes muy bien que no puedes ser tú la sacrificada, debe ser otro en tu lugar, alguien que lo haga por amor. ¿Y quién mejor que yo? Desde que te vi por primera vez, empapada a los pies de mi cama, lo supe, tú serías la mujer de mi vida y por lo que veo, no me equivocaba. Además, si hago esto, mi hermana revivirá, tendrá una oportunidad y quién sabe, a lo mejor al cambiar la historia yo también lo hago. Si debo morir, para que dos de las mujeres más importantes de mi vida sobrevivan, lo haré.
Shanna: Jack, no. Debe haber otro modo, me niego a que lo hagas.
Jack: No puedes negarte, es mi vida y hago con ella lo que quiero.
Shanna: Pero yo te quiero, sé que es casi imposible lo nuestro y más si el colgante se destruye, pero no podre cargar con tu muerte en mi conciencia y mucho menos si yo podía impedirlo.
Jack: Pero no podrás impedirlo.

Jack se levantó y golpeó a Shanna en la cabeza con un candelabro. Shanna cayó inconsciente en la cama. Jack la cargó en sus brazos y como pudo, tocó el colgante pensando en el último lugar que vería...
Al instante todo se volvió borroso y aparecieron en lo alto del volcán Arenal en Costa Rica, en el tiempo de Shanna. Hacía mucho calor, el volcán es uno de los pocos en continua actividad, por lo que debían darse prisa, era una zona muy inestable. Jack dejó a Shanna en el suelo y se arrodilló junto a ella. De una forma cálida y dulce, le retiró el pelo de la cara y comenzó a acariciar su mejilla con el dorso de la mano.

Jack: Shanna cariño, despierta. Es hora que cumplas tu misión.
Shanna: ¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?
Jack: Creo que en Costa Rica. Despierta, tienes que estar despierta para escuchar lo que te tengo que decir.
Shanna: Ya estoy despierta. ¿Cómo pudiste golpearme en la cabeza?
Jack: Era por tu bien.
Shanna: Sí, claro. Un chichón y el dolor de cabeza son por mi bien.
Jack: Calla y escucha, cuando me vaya, intenta quitarte el colgante y en cuanto puedas, tíralo dentro del volcán, pero no te arrimes mucho, no quiero que te caigas al cráter, hace mucho calor y podrías desmayarte. En cuanto lo tires, sal corriendo hasta el primer pueblo y pide ayuda. Localiza como puedas a tu padre y que lo arregle para sacarte de aquí.
Shanna: Lo haré, pero no te vayas. No me hagas esto. Aunque parezca raro, te quiero.
Jack: Yo también te quiero y siempre estaré contigo.

De pronto Jack se acercó y la besó. Ambos lloraban desconsolados, fue un beso largo, uno que sabía a dulce despedida. De pronto Jack se levantó y corrió hacia la cima del volcán. Shanna no se lo pensó y fue tras él. No pudo hacer nada, llegó a la cima a tiempo de ver como Jack saltaba dentro del volcán. Se arrodilló en el suelo y comenzó a llorar. No podía dejar de darle vueltas, todo había sido por su culpa. De pronto el broche del colgante se abrió y este cayó al suelo. Shanna lo sujetó un instante en su mano antes de arrojarlo al fondo del volcán y salir corriendo como Jack le había hecho prometer que haría.
Cuando llegó al pueblo, llamó a su padre.

Padre: ¿Sí?
Shanna: ¿Papá? (Llorando)
Padre: Shanna hija, ¿dónde estás? ¿Qué prefijo es ese? Estábamos preocupados, llegamos tu madre y yo a casa y no estabas.
Shanna: Antes que digas nada. Mándame el pasaporte, ropa y dinero. Estoy en Costa Rica.
Padre: ¿Qué?
Shanna: ¿Recuerdas el broche que me regalaste? Pues digamos que tenía poderes y por su culpa estoy aquí, pero ya está todo arreglado. Cuando llegue a casa os lo cuento todo, pero por favor, mandadme eso para que pueda regresar.

Los meses pasaron, Shanna volvió a su vida normal, exceptuando las tardes que acompañaba a sus padres al museo como castigo, para ayudarles a terminar su investigación y contarles por vigésima vez lo sucedido. No había cambiado nada y le había costado afrontar que jamás volvería a ver a Jack.
Una mañana, llegó al instituto como cualquier otro día y se sentó en su pupitre. No se había dado cuenta que el chico que se sentaba justo delante de ella, era nuevo y creyendo que era el mismo de siempre le pidió un bolígrafo sin levantar la cabeza de su estuche.

Shanna: Perdona ¿me dejarías un boli? es que creo, que me lo dejé en casa.
Chico nuevo: Claro. Me llamo Joshua. ¿Y tú?

Shanna reconoció esa voz. Levantó la vista y allí estaba Jack. No daba crédito a lo que estaba viendo. Su rostro se iluminó y una sonrisa se le dibujó en la cara.

Shanna: ¿Jack? ¿Eres tú?
Joshua: No, me llamo Joshua, encantado.
Shanna: Sí, lo mismo digo. Es que te pareces mucho a alguien que conozco. Lo siento.
Joshua: No pasa nada. Mi abuelo también se llamaba Jack y según dicen soy su viva imagen. Así que no te equivocaste mucho. La verdad es que tu cara me suena, te pareces mucho a una mujer que retrató y cuyos dibujos encontré en un baúl que guardaba mi abuelo en el desván.
Shanna: Quien sabe. A lo mejor mi abuela y tu abuelo se conocían.
Joshua: Puede ser.
Shanna: ¿Me enseñarías algún día esos dibujos?
Joshua: Dalo por hecho. Cuando quieras.

<<<RING>>> Suena el timbre, empiezan las clases y con él, una nueva vida para Shanna.




FIN.